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IV
Nosotros, que vemos el Sol sin que nos d sombra la figura del
invasor, no alcanzamos a imajinar la reprimida clera de los peruanos
sometidos a la dominacin de Chile. Ellos confan i esperan en
nosotros. No hablan; pero en silencio nos tienden los brazos, en
silencio vuelven los ojos hacia nosotros,en silencio paran el odo
aguardando escuchar el rumor de nuestros pasos. Como la Polonia de
Vctor Hugo, las poblaciones del Sur esperan i esperan, i nadie va.
I quin ha de ir? Antes que nosotros vayamos hacia ellas alguien
regresar contra nosotros. Chile n'olvida el camino del Per, volver. I
sus venidas son de temerse, porque recuerdan las invasiones de los
hunos i las razzias de los rboles: l destruye todo lo inmueble, desde
la casa del rico hacendado hasta la choza del pobre indio; l traslada a
Santiago todo lo mueble,desde el laboratorio de la escuela hasta el
urinario de la plaza pblica. Quien fabrique un'habitacin, trabaje una
mina o siembre un campo, debe pensar que fabrica, trabaja o siembra
para Chile. La madre que se regocija con su hijo primojnito, debe
pensar que ha de verle acribillado por balas chilenas; el padre que
s'enorgullezca con su hija predilecta, debe pensar que ha de verla
violada por un soldado chileno.
Casusas
Pretexto
Cam,paa Terrestre
Campaaa Maritima
Tratado de anc0n
consecuencias