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y pet Soe VR J MOEBIUS 4 : u La —_ ee 4 Wxferioridad mental — de la Mujer ! GUATRO, REALES 7 iq .’_-F. SEMPERE Y COMP.« EDITORES ; B | j Calle del Palomar, 10 |) Olmo, 4 (Sucursal) VALENCIA t MADRID Una peseta el tomo ~ Alewis, Bonafoucx, Blasco Tbdivez. —Emi. lio Zola (su vida y suis obras), Alenis. —Las chicas del amigo Lefévre. A. Hamon—Determinismo y respon- sabilidad. _ A. Hamon.—Psicologia del Mili » fesional. A. Hamon—Psicologia del socialista- ‘anarquista, ae Paria CeTaOs extranjeros. _ Bakounine.—Dios y el Estado. ~ Bakounin —Federalismo , Socialismo ¥ Antiteologismo. i I Baron d’ Holbach.—Moisés, Jess y Mahoma. Bjernstjerne Bjernson.—K Rey. Blasco Thaiier.—Arroz y tartann. Blasco Ibdiiez.—F lor de Mayo. Blasco Thdnez.—Cuentos valencianos. Blasco Ibanez. —La condenada. ‘ iichner.—Fuerza y materia. Biichner.—Luz y vida. Bueno (Manuel).—A ras de tierra, Comandante ***.—Asi hablaba Zorra- __ pastro. ») Conde Fabraquer-—La expulsion de los jesuitas, Chamfort.—Cuadros histéricos de la Revolucién Francesa. D' Anntnzio,—Episcopo y Compaiiia. Darvwin.—K\ origen del hombre. Dariin.—Mi viaje alrededor del mun- do. 2 tomos. Daricin.—Origen de las espec Darwin.—Bxpresién de ln ~ en el hombre y en. los animales. 2 t. Daudet.—Cuentos amorosos y patrid- ticos. De la Torre.—Cuentos de] Jucar. _ Diderot. —Obras filoséficas "3 oe er.—Conflictos entre la Religién a la Ciencia. ay Benge —Origen de la familia, de la © propiedad privada y del Hstado. 2t, ef rpro- + Faure.—E) dolor universal. 2 tomo: Flaubert.—Por los campos y las pla- Oe ha: ‘France (Anatolio).—La cortesana de Alejandria (Tais) | Caution (Judith).—Las crueldades del “amor. Gautier (Teéfilo). Un viaje por Es- Garchine.—La guerr: George-— Progreso y miseria, 2 tomos, : —Problemas sociales rrrillo.—Desfile de visiones. Gomez Goncowrt.—La ramera Hlisa. —Los ex-hombres. —fn la prisin To sociedad futura. 2 tomos, sociedad moribunda y la Guy de Maupassant.—E) Horla. Guy de Mawpassant.—La mancebia. Haggard.—X1 hijo de los boe Haeckel.—Los enigmas del 2 tomos. Hugo (Victor). —B1 sueno del Pap: Thsen.—La comedia del amor. guerreros en Helgeland. Ibsen—Emperador y Galilee—Julia no Emper: Jniverso, Los. Tngegnieros.—La simulacién en Ia lu: vida. ia en la vida, on la y en el arte. ppotkine.—La conquista del pans Kropotkine.—Palabras de un rebelde, Kropotkine— Campos, tébrieas. ¥. t8- e Kropotkine.—Las prisiones. Kropotkine,—¥l apoyo mutuo. Un fac- tor de la evolucién. 2 tomos. Laugel.—Los problemas de la Natv- Lavgel.—Los problemas del alma. Laugel.—Los problemas de la vida. Lépez Ballesteros. —Junto. 6 las mé- quinas. Lubbock.—La dicha de la vida. Mackay.—Los anarquista Materlinck.—E tesor6 de los Malato.—¥ilosofia del anarquismo. Malato—La grin huelga. 2 tomos. Marx (Carlos). —¥) capital. Matto de Turner (Clorinda). nido (novela peruana) Maz; Nordaw.—Fi mal del siglo. 2 t, Max Nordau.—Las mentiras conven: ionales de la civilizacién. 2 tornos, Max Nordau.—Matrimonios morgana ticos. 2 tomos. humildes. ‘Aves sin LA’ INFERIORIDAD MENTAL DE LA MUJER P. J. Moebius PROFESOR DE NEUROPATOLOGIA Y PSIQUIATRIA INFERIORIDAD MENTAL DE LA MUJER (La deficiencia mental fisiolégica de la mujer) Traducciin y prologo de Carmen de Burgos Segui F, Semeere y Compania, Eprrores Calle del Palomar, 10 || . Olmo, 4 (Sucursal) — VALENCIA | MADRID Prologo de la traductora Cuando comencé la traduccién de este li- bro, un temor instintivo detuvo mi pluma; era tanto el escandalo de que venia precedido, tan apasionados los comentarios de encontradas opiniones, que recelaba se interpretase mi ten- tativa como una imperdonable osadia. En tiempo de transicion y de lucha, cuando el espiritu inquieto, cansado de vagas hipéte- sis, busca formulas definitivas, la obra de Moe- bius es tal vez un alegato que pertenece al poryenir. Sdlo en este concepto he querido ana- jizarla para formar un juicio exacto. Lo que empez6 por curiosidad se transformé en medi- . tacién y pude penetrar seriamente en las de- ducciones atrevidas del neurdpata. Confieso que al leer quise despojarme de to- dos los prejuicios; si alguna idea nublaba mi espiritu, interrumpia la lectura para volver 4 reanudarla pasada la rdfaga de protesta, VI PROLOGO DE LA TRADUCTORA Es preciso hablar claro, en voz alta, con yalentia: el feminismo militante, tal como se ‘interpreta por la generalidad de las mujeres, envuelve una idea de desequilibrio, de aniqui- lamiento, que parece una regresién mistica al ideal puro religioso. No puede ponerse en duda, lleva consigo los gérmenes de una absurda teo- cracia que la adula para mejor esclavizarla. Desde el momento en que se desconocen el principio y el fin de la vida, la discusién queda eternizada. En embriogenia, la célula miste- riosa no revela su secreto germinativo; es en vano que el microscopio aumente los diametros; el punto vibratil sigue su movimiento silencio- So en el mundo de lo infinitamente pequefio, y esa forma, casi indeterminada, que desafia la potencia amplificadora del cristal, sera mafia- na un individuo de la especie, hombre 6 mujer; pensamiento y accién; materia y fuerza; inte-. ligencia y voluntad. Ademas, el feminismo tiene para mi un as- ecto social sospechoso; cubierto con el esplén- dido manto del Progreso, ataca solapadamente 4 la libertad humana. Basta observar con aten- cién que en casi todos los paises los adalides de las reivindicacioneg femeninas pertenecen 4 las clases clevadas de la sociedad, al elemento Conservador, al funesto non mouve; son congre- PROLOGO DE LA TRADUOTORA VIt Zaciones piadosas, caritativas, minadas por el cristianismo, que difuminan ideas atrevidas en los vagos contornos de aspiraciones imposibles. Las mujeres del pueblo, entiéndase esto bien, no son nunca feministas, sino esencial- mente anarquistas; no piden jam4s la identidad absoluta de los sexos, desean sélo la igualdad humana dentro de la justicia equitativa. Por eso me ha parecido una contradiccion sombria la que manifiesta Moebius aceptando dos principios antitéticos: el amor libre y la vida conventual. : Nada mas perjudicial para el desarrollo de la especie que esos votos de castidad y de po- breza ofrecidos en holocausto al fugitivo fan- tasma de un ideal enfermizo. La atrofia volun- taria de las facultades fisiolégicas representa un acto contra natura, una violacién de la ley imperiosa que regula la persistencia del tipo humano. Todo ese mundo con la mirada ‘fija en las tinieblas de la eternidad, sondeando el delicio- 80 ensuefio de una gloria celeste; todos esos rostros palidos, cadavéricos, consumidos por el suplicio del infinito, torturados por el ayuno y la oracién, que circulan como misteriosas sombras en obscuros corredores, en celdas aus- teras, donde la luz penetra velada por tupidas vit PROLOGO DE LA TRADUCTORA te rejas; esas mujeres, en fin, que han abandonad Ja hermosa lucha de la vida por el aniquila-— miento del claustro, no cumplen la ley de la existencia, son seres egoistas que contaminan dulcemente, arteramente, 4 los sanos, 4 los” : fuertes, 4 los elegidos. En cuanto al amor libre, fisiologicamente hablando, es un principio de extraordinaria sencillez; pero aplicado al concepto sociolégico, encuentra, para ser comprendido, obstaculos — insuperables. Afinidad electiva, instinto sexual, materia- lista 6 espiritualista, el amor es, en su génesis, tan misterioso como la vida. No he leido nunca en este asunto diseutido hasta la saciedad, frases tan exactas como las de Enrique Heine, que velan discretamente una desconsoladora verdad entre la magia del hu- morismo y de la palabra poetizada por él. — <éQuées el amor?—dice.—2Ha profundizado alguien su esencia? :Ha resuelto alguien el enigma? Acaso lleve consigo la tal resolucién mayor tormento que el enigma mismo, y el Corazén se aterre y petrifique ante él como 4 la vista de una Medusa. Serpientes se enroscan en torno de esa palabra que resuelve este enig- ; anes iOh! jamas quisiera saber esta palabra; la miseria que consume mi corazén me gerd siem- PROLOGO DE LA TRADUCTORA Ix pre preferible 4 esta petrificacién fria; joh)} no la pronunciéis, seres muertos, que, privados de dolor como la piedra, pero también sin senti- miento como ella, vagdis por el jardin de rosas de este mundo y con palidos labios os burlais de yuestros insensatos compaiieros que elogian el aroma de las rosas y se quejan de las es- pinas.» : . Moebius, que confunde lastimosamente la libertad con el lébertinaje, que se obscurece y vacila cuando habla de psicologia, que aparece hasta como un degenerado fisico en algunos momentos, se eleva cuando trata de la educa- cién de las jévenes y hace atinadas observacio- nes, juzgando serenamente la delicada misién de las madres. Intentaba hablar aqui del monstruoso des quiciamiento que impera en la educacion feme- nina, pero no quiero prolongar mucho esta in- troduecién, Precisamente Moebius, deseando explicar las crudezas de sus ideas, ha hecho tres prdlogos, tan extensos y substanciosos como el libro. Su indignacién se desata ante la Nora de Tbsen, degenerada 6 histérica, que abandona su hogar y su familia para satisfacer aspiracio- nes cerebrales. Ese tipo incomprensible deslumbré 4 los OO aac TO aaah ne ea ane es x PROLOGO DE LA TRADUCTORA - feministas. Tomaron al pie de la letra lo que sin duda era un sarcasmo del] poeta del Norte; la mujer seria, la mujer digna, no es tratada como muiieca porque no-sea sabia, y la mujer bien equilibrada no sacrifica los afectos del corazon 4 las vanidades del cerebro. No diseutiremos 4 qué sexo corresponde la superioridad mental; el autor no logra llevar al espiritu un completo convencimiento, sin duda porque la antropologia y la biologia no se ha- llan atin asaz adelantadas para sentar princi- pios absolutos. Pero el dilema esta perfectamente claro, la diferencia de los sexos marcada con rasgos im- borrables; €n fisiologia son el macho y la hem: bra; en sociologia el hombre y la mujer, Cuanto se aparte de este dualismo, se separa también de la realidad de los hechos, penetrando en el laberinto sin salida de las especulaciones filo- séficas. } La diversa aptitud de los dos sexos no indi- | ¢a inferioridad en ninguno de ellos; sino moda- \ lidades diferentes, arménicas y necesarias para a marcha de la humanidad, Moebius, como buen aleman, ha hecho un libro seco, drido, descarnado, frio, violento en ocasiones; un libro quiza poco ajustado 4 un plan, pero de escrupulosa tendencia cientifica, PROLOGO DE LA TRADUCTORA XI En mi concepto, su cualidad mas preciosa es la de ser un libro util, que hace pensar, que provoca las discusiones y que ataca osadamente al feminismo nocivo. La hembra ha formado 4 la mujer; la mujer 4 la madre; la madre crearé quizd otro tipo superior; pero no podemos suponer que evolu- cione en sentido inverso y cree la mujer deges nerada, mezcla de los dos sexos, igualmente rechazada por ambos. En las misteriosas germinaciones de la exis- . tencia, la.-mujer tiene un papel activo de excep- cional importancia, admirablemente_determi- nado dentro de su sexo, Todo lo que atropelle 6 violente esta tendencia, redundara en per- juicio de la sociedad primero y de la especie después, -CARMEN DE BuRGos SEGUE Prologo del autor La tercera edicién de este libro ha encong trado una acogida amistosa y hostil, como las ediciones anteriores; mas 4 pesar de todo, esta obra puede servir muy bien como medio de in- vestigar la capacidad del juicio de una mujer. ¢Dudais de la inteligencia de alguna? Haced que lea LA INFERIORIDAD MENTAL, y 8i dice que no estoy del todo equivocado, abrazadla estre- chamente, porque sin duda es una mujer su-~ perior. La experiencia lo ha demostrado asi repetidas veces. Para satisfaccién de las sefioras, debo ma- nifestar que en esta ocasién la critica mas desabrida parte de los hombres y la publica la revista Sugend. No me desagrada esto, en verdad, pero deploro vivamente la conducta de muchos hombres, puesto que mi solo objeto se reduce 4 demostrar cudn loco es el feminismo. (1) A la cuarta edicién alemana. XIV PROLOGO DEL AUTOR Pero contra cudntos prejuicios jay de mil me veo precisado 4 luchar. No hace mucho tiempo recibi la visita de un amigo psicdlogo. —Es usted injusto—me dijo—al sostener que la mujer vale menos que el hombre. —Yo no sostengo semejante tesis; me limi- to 4 decir que las manifestaciones 6 exteriori- zaciones de su cerebro son menores que en el hombre. —Pero eso hay que probarlo, y gcdmo lo prueba usted? —Muy sencillamente: comparando las referi- das manifestaciones cerebrales de cada indivi- duo de los dos sexos, las del varén son una mitad © mayores. —Sin embargo, existen con toda certeza cua- lidades mas desarrolladas en la mujer. —Tonteria. gCudles son, si no, esas cuali- dades? Quedése un momento pensativo y luego ex- clamo; —jLa eapacidad para el sacrificio! No pude contener una. sonrisa y contesté: —Y vosotros, los psicdlogos, zoponéis argu: mentos como ese? ;Como! gAcaso la facilidad de sacrificarse puede ser una propiedad, un don elemental? ¢No veis que varian en su esencia el t PROLOGO DEL AUTOR XV. valor y el significado del sacrificio segun la condicién del sacrificado y la causa que motiva el sacrificio mismo? El cordero se deja conducir al matadero décilmente. Y bien: gtal vez sera esto efecto de su capacidad para sacrificarse? a Registrando la historia podremos conven- e cernos sin ninguna duda de que en otros tiem- pos el hombre se sacrificaba tanto 6 mas que la mujer. > La cuestién del sacrificio esta intimamente + ligada con la cuestién moral. Oigo decir 4 cada paso: «Es verdad que desde el punto de vista intelectual la mujer es inferior al hombre, pero " no sucede lo mismo respecto 4 la parte moral.» Me es doleroso tener que molestarme en demostrar cosas tan claras. Sin embargo, afia- diré dos palabras todavia para aquellos que no tienen reflexién ni son capaces de afrontar la verdad serenamente. Cada uno sabe, cuando: va 4 ejecutar un acto cualquiera, que es justo 6 injusto. No im- porta averiguar de qué moral esta derivado este concepto, ni si se debe 4 la razon 6 4 una revelacién divina; es una voz que ora parece gritar fuerte y con claras notas, ora nos habla baja 6 indirectamente la que nos dice lo que es moral en ésta 6 aquélla circunstancia, y que nosotros llamamos la voz de la conciencia. a eI ee XVI PROLOGO DEL AUTOR Se pueden sustentar diversas opiniones so- bre la conciencia y su origen, pero el hecho es que existe, y sdlo en un caso muy complicado 6 cuando se esta enfermo, no sabemos lo que quiere ni lo que debe hacer (1). Si el hombre desprecia las inspiraciones de su conciencia, obra mal; si hallandolas justas obra en sentido contrario 4 lo que ella le acon- seja, se conduce como un hombre débil; cuando la obedece, obra bien. El malvado-y el irreso- luto prefieren lo opuesto 4 lo que es justo, bien se refiera 4 la avaricia, al amor, 4 la vanidad 6 4 otra cosa cualquiera. Cuando aquel que posee un juicio discreto no sigue estos instintos egoistas, A pesar de que sobre él influyan un tanto, es porque sin duda dispone de una especial fuerza de resistencia, que llamaremes capacidad moral. De manera, que dicha capacidad moral puede vencer por dos causas: 6 porque sea muy fuerte en si, 6 porque el instinto malo sea débil. En general, una accion moral podra ser tanto mas enérgica cuanto mas actives fueren los instintos contrarios. ‘ i No queda, pues, probado que porque los (1) Bl autor habla sdlo de la conciencia en el orden mo- ral.—(N de la 7.) PROLOGO DEL AUTOR XVII instintos masculinos sean mas enérgicos que los femeninos, el hombre que carece de una fuerte capacidad moral no puede aleanzar nunca la misma moralidad que la mujer. Creo que basta este razonamiento para ha- cer comprender del modo mas sencillo que la mujer aparece siempre dotada de una moral mas recta, que no es debida sino & Ja debilidad de los instintos contrarios, en tanto que el ca- mino recto es mds Aspero para el hombre. 4 Debo agregar, ademas, otra consideracién: la aspiracién final, el bien supremo (puede tam- bién decirse , pero todo su libro noes mas que una continua prueba de esta _. tesis. Sin embargo, no débe tomarse la palabra degeneracién en el sentido vulgar, esto es, no debe juzgarse arbitrariamente sobre este con- cepto. También las flores dobles gon degenera- ' das y no por ello dejaremos se encontrarlas be- llisimas, ON eee a LR ee ee Ne XXII PROLOGO DEL AUTOR Desde el punto de vista practico debemos ceonvenir con estas escritoras cuando afirman que el conflicto no puede resolverse. Se quiera 6 no se quiera, nacerdn siempre mujeres sin- gularmente dotadas y seria una crueldad inutil querer acumular obsticulos ante el desarrollo del verdadero talento de una mujer. Las mujeres dotadas de talento son real y verdaderamente victimas, sea porque merced Asus aptitudes intelectuales renuncian 4 los impulsos de su naturaleza, sea porque cuando son madres deben esforzarse en servir & dos sefiores distintos. Nada se adelantara con defenderlas, porque la humanidad tendré siempre sus victimas, pero habremos demostrado que cometerian una imperdonable ligereza aquellos que, conocedo-~ res del antagonismo ya citado, lancen en el conflicto, sin ninguna necesidad, 4 jovenes que carezcan de eminentes dotes. La emancipacién de la mujer esta justifi- cada solamente cuando la impulsa mas las as- piracién moral que la necesidad material; sin embargo, en cualquier caso se puede definir su extensién en cuanto que se deriva de la nece- sidad. - “Todos aquellos que tienen por principio la libertad, estimulan el cerebro femenino, come- PROLOGO DEL AUTOR XXUL tiendo un verdadero delito, y redunda en honor de estas escritoras el hecho de que contra su voluntad asi lo reconocen lealmente. En el fondo, debe vituperarselas que inten- ten apoyar una cosa légica, la emancipacién de la mujer en «el insustituible valor que su trabajo tiene para la sociedad». Se comprende que han formado una gran opinién de la capa- cidad de sus hermanas. . ' K mi juicio, no son absolutamente indispen- sables m4s que las actrices y las cantantes. Nin- guna persona sensata querra sostener que son necesarias las pintoras, Jas escultoras, las doc- toras, etc., etc. Queda la poesia, 6 por decir mejor, ya que las poetisas son rarisimas aves, jas escritoras de novelas. He oido decir repeti- das veces que las ideas y sentimientos de las escritoras tienen algo de inspiracién singular («Nuevos mundos llenos de misterios>), pero, A decir verdad, en vano buscaremos en ellas al- guna cosa nueva é indispensable. Si no me en- gaiio, las citadas autoras declaran insustituibles las obras de Jorge Sand. No seria en verdad un gran daiio que esos libros, esencialmente morbosos, no existieran. Como quiera que sea, aseguro que el con- cienzudo trabajo de estas sefioras puede dar buenos frutos, demostrando la enorme dificul- Br eee mea : XXIV, PROLOGO DEL AUTOR tad que encuentran también las jovenes y las mujeres mejor dotadas (que son las menos) para ocuparse de labores masculinas y ser, al mismo tiempo, madres; esto podra servir de aviso 4 la gran masa de medianias, eo Recientemente ha visto la luz un grueso yolumen de la escritora Lily Braun (1), sobre la cuestién de Ja mujer, escrita con gran sol- tura y competencia. La autora demuestra alli poseer un juicio claro, y considera ridiculas y exageradas muchas de las teorias feministas. Todos sus documentos concuerdan de hecho con mi opinién. No obstante, lo bueno esté confun- dido con lo malo, porque la autora se halla do- minada por dos principios fundamentales. Por una parte se une al movimiento general de la mujer que se propone gestiones de la libertad. Un cierto grado de libertad es absoluta ‘condicién de vida para el hombre, bien sea 128 P. J. MOEBIUS éste un cazador que deba pasar su vida li- bre en los montes, bien un fildsofo que debe moverse libremente en los reinos del pen- samiento; pero la mujer, segiin naturaleza, no necesita del todo la libertad; por el con- trario, su dicha consiste en sentirse sujeta, y todo esto tiene una intima relacién con la diferente indole del uno y de la otra. Hl liberalismo unilateral del hombre es una exageracion y un avance mas alld del recto camino, y el de la mujer es ir contra naturaleza, y en absoluto un terreno falso. Por eso no podemos decir que el moderno individualismo del hombre sea una condi- cién completamente morbosa, aunque tam- bién conduce 4 Ja perversién, pero si debe- mos proclamar en yoz alta que el indivi- dualismo en la mujer no es posible sino sobre una base morbosa, Imego geual es la condicién morbosa que hace 4 la mujer prestarse tan fAcil- mente 4 las sugestiones de la libertad? Hsa condicion se encuentra en el moderno ner- vosismo. Un indicio esencial de esta forma de degeneracién, llamada por nosotros neryo- LA INFERIORIDAD MENTAL DE LA MUJER, 129 sismo, se halla por de pronto en el hecho de que los instintos naturales se vuelven inciertos 6 dudosos en las exteriorizaciones. Cuanto més sano es un individuo, tanto mas decisivamente seraé macho 6 hembra. Kn los individuos nerviosos sé reunen rasgos que participan de uno y otro sexo, dandose asi hombres afeminados y aujeres masculinizadas. El pensamiento, carecien- do de un sdlido sostén, se torna vacilante, el individuo no sabe él mismo lo que quie- re, Se siente atrafdo hacia todas partes, pero las manos que él ha extendido no hacen presa en parte alguna; muchos deseos y poca fuerza, No puedo, en verdad, desenvolver todo el argumento; me agrada, no obstante; in- sistir en el concepto de que, segtin mi con- vieciOn, la principal condicién para el in- dividualismo femenino es el neryosismo, precisamente porque la mujer sana, guiada de un seguro instinto, arroja lejos de si las ilusorias sugestiones de libertad ays (1) He leido con verdadero placer el libro de Laura Max- holm, Zur Psychologie dec Fran (Berlin 1897), Sobre la psicologia de la mujer, y también con cierto disgusto he or movimiento femenil est’ basado también sobre otras condiciones. a principal de estas es, sin disputa, la miseria social. Las complicaciones de la vida, el acrecentamien- to de la poblacién, la extensién de los eo- reparado en que dice varias cosas que yo tenia la ilusién de liaber dicho primero. I] titulo habria sido mejor: Sobre 4 la psicopatologta dela mujer, porque los tipos y las figu- ras queen él pinta la autora no son mas que de enfermas nerviosas y degeneradas. Aunque en muchas partes la se- fora Marholm se muestra verdaderamente acertada, toda- via me parace que concede demasiado peso & sus distincio- nes y atribuye més importancia de la que en realidad tiene al cambio del descenio y Alas nuevas modas en Jos campos del ospiritu. También en el curso de la historia se verificn _ la ley Optica que nos hace yer grande lo que esta cerca y pequerio lo que esté lejos. Cada una de las formas morbo- sas, Sdlo en pequefia parte, puede considerarse cualidad caracteristica de nuestro tiempo. Solamente es caracteris-_ tiea, en verdad, la Hagueza 6 decaimiento que depende de la debilidad de los instintos. Segtin los tipos que se regis- tran en todos los tiempos, varia también la debilidad ner-_ viosa. Asi, pues, la sefora Marholm exagera & veces cuando cree que todo el sexo femenino corresponde & sus descrip. ciones. Por fortuna, existen todavia machas almas femeni- nas sanas, pero és cierto que las exaltadas, las enfermas, so encuentran con preferencia en la sociedad y en la literatu- ra, y las sanas se queden en casa atendiende A sus obliga- ciones. Es lo mismo que sucede en Paris. Paseando por las calles, seria cosa de pensar que toda la poblacién femenina esti formada de prostitutas, pero es que también alli Jag mujeres buenas estin en sus casas, LA INFERIORIDAD MENTAL DE LA MUJER 131 nocimientos, el aumento del comercio, eteé- tera, dan luego, de una parte, una mds pre- cisa conciencia de la miseria que existe y que antes era soportada deseuidadamente, y de otra, siempre crecientes necesidades, Por lo demas, el mismo liberalismo ha aumentado la miseria porque ha destrnido las viejas obligaciones, y ese aislAmiento, si conviene al individuo robusto, perjudica al débil. Luego la libertad no puede apar- tase de la miseria; por eso son indispensa- bles justicia y amor (1). Entretanto, es un hecho que la aspira- cién 4 un mejoramiento de las condiciones de vida se halla unida siempre con la as- piracién hacia la libertad, y asi también, en el movimiento femenil el liberalismo ha tomado el bastén de mando, de manera que aquellos que aspiraban 4 la justicia se ven obligados 4 entonar himnos 4 la li- bertad. Por ultimo, quiero hacer mencién de un Singular proceso psicolégico que facilita (1) ¢¥ qué serian Ja justicia y el amor sin la libertad? — (N. dela 7.) er re nae 132 “ Ped. MOEBIUS en la mujer la sugestién de las ideas de ie bertad. La Naturaleza tiene 4 la joven en la obs- eura visién de sus instintos. La repugnan- cia que experimenta frente al hombre, la repulsién que le inspira la sensualidad, aparecen en la conciencia de la virgen como séntimientos absolutos y duraderos, aun- que por su naturaleza sean sélo transito- rios y en el fondo no posean otro valor as el de medida de defensa. ; Cnanto mayor es una joven, tanto mas firmemente convencida esta de que no sien-_ te deseo alguno por el hombre, y de que sus tendencias deben siempre encaminarse al ideal. Sélo por el hecho de que el hombre no comprende bien esas puras aspiraciones y quiere conducir 4 la joven segtin sus pun- 3 tos de vista, es facil que él aparezea, ante los ojos de ella, como un enemigo. Y he aqui cémo se lanza el grito de guerra proclamado por las jévenes llenas — de odio: «jIndependencia de Ia mujer, li- bertad del hombre!» Y si tales exhortacio- nes llegan en tiempo oportuno, la nueva — LA INFERIORIDAD MENTAL DE LA MUJER 133 doctrina encuentra pronto numerosos se- cuaces entre las jévenes. Pero cuando éstas, mas tarde, llegan 4 conocer el amor, jeudn presto extinguen sus clamores! El amor queda tinieo dueno del campo, y las pasadas aspiraciones no producen otra cosa que una sonvisa. Cuan- do después llegan los ninos, se hace huir del todo las infantiles aberraciones del es- piritu. Pero sino se ligan al matrimonio, las ideas ya ingeridas se conservan, y tanto mis se consolidan por cuanto es mayor la sensaci6n de aislamiento; aunque no en el mismo grado, eso sucede también en los matrimonios privados de hijos. Cuanto mas obstinada es esta aspiracién Ala liber- tad, tanto mas facilmente se revéla como acto morboso. Sé de jovencitas que dicen: «No quere- mos casarnos, queremos estar libres.» Y sabiendo cémo cambian luego esas cosas, — me rio y no les digo nada. ¥ Pero cuando una joven mayor perseve- Ta en Sus pensamientos, aun cuando el — amor se haya apoderado de ella, entonces, - eon toda probabilidad, nos hallam 4 un caso patoldgico. ; Una mujer que no quiere tener hijo que teniendo el primero dice: «Uno solo basta», demuestra, indudablemente, una — naturaleza degenerada.. Ri Pero aun peor es el caso de que u mujer olvide 4 sus hijos 6 los abandone de todo por seguir sus egoistas y locas ter dencias. Empecé estos razonamientos refirien mi primer impulso de desdén por la No y este Gamino me ha Ievado muy lej entretanto le recorria, la ira se ha desat do. A las especulaciones filoséfieas n adapta la célera, primera fuente de peores aberraciones y de una morbosa e: rencia de sentimientos naturales. Pero, 4 pesar de eso, siempre se enco traran hombres que, al sentir glorificar mal, den rienda suelta 4 la ira, eh su filosofia. LA INFERIORIDAD MENTAL DE LA MUJER 135 Tal vez existan dnimos pacificos los cuales piensen que yo exagero, que el mo- vimiento feminista no conduce de hecho a renegar de la Naturaleza, y que la dureza del sentimiento no tiene nada que ver con las aspiraciones dé las cosas elevadas. Estos espiritus conciliadores se enganan peligrosamente. Es ‘verdad que laymayor parte de los que se asocian al movimiento feminista se quedan luego 4 la mitad del camino, pero el movimiento en si tiene fuerza para llegar hasta el final. Y al final esta la liberacién de la prole. Si existe alguna cosa que la mujer debe estimar sobre todo, ésta es el nombre de madre. Yo he escrito en unaobra mia que la naturaleza en la mujer no pretende relacio- nes viriles, sino amor y devocién materna. Una critica, que parte de ina mujer, me responde que, segtin mis ideas, «la hembra no debe servir més que para concebir y criar la nidada». (Mentirosa! Se atreve 4 hablar asi y luego no quiere oir nombrar la palabra «degeneracién>. Mi estudio sobre el cardcter de la. mujer ha sido juzgado de tres maneras: 6 se dice 136 P. J. MOEBIUS que es fundamentalmente falso, 6 bien que es fundamentalmente justo, pero que sdlo puede ser aplicable 4 medias, 6 en fin, que en el fondo es justo, pero que es aplicable solamente para el actual estado de cosas. No puedo, en verdad, defenderme con- tra los que creen que yo me he equivocado con sana intenciéh, porque seria cosa de no acabar. Voy 4 dar cuenta nada mas de al- gunos equivocos que me urge aclarar. Me ha sido muy desagradable que al- gunas personas cuya opinién es digna de ser ténida en cuenta, hayan ereido que yo reputaba inmoral 4 la mujer, siendo asf que bien claramente he dicho lo contrario. Repetiré aqui que la moral femenina es casi siempre incompleta, insuficiente, en cuanto es en su esencia simplemente una moral de sentimiento. Por lo demas, este no es un concepto nuevo; ha sido tratado extensamnente por E. V. Hartmann. Parece que habia suscitado protestas mucho menores la acusacién de deficiencia de vectitud, que la dela necesidad de la mentira, Esto se debe evidentemente al hecho dé que, en general, el mentir tiene LA INFERIORIDAD MENTAL DE LA MUJER 137 algo de verdaderamente inmoral, idea equi- yocada que generalizé mas que adie Kant. Todos mentimos y debemos mentir, sea con la palabra, sea con el silencio, sea atin mas con nuestros actos. El embuste, que esté indudablemente autorizado mientras que se trata de legitima defensa, se hace inmoral solamente cuando se emplea en la adquisicién de ventajas personales 6 en perjuicio directo de los demas. Pero la men- tira y la ficcién, necesarias 4 la mujer en la vida sexual, son una legitima defensa y por eso no deben vituperarse. Crefa yo que me habia expresado con élaridad, pero por lo visto no ha sido asf, y por eso me veo obligado 4 repetirlo. La otra gran inquietud consiste en que he citado, 4 medias con otros, la paradoja de que «la mujer debe ser sana y tonta»! También aqui habia yo supuesto que el lector inteligente habria comprendido que no debja tomarse la palabra tonta al pie de Ja letra, sino en el sentido de, que queria decir no erudita. En muchos puntos de mis escritos he tenido ocasiones de repetir cu4n importan- P. J. MOEBIUS te es para los hijos varones la facultad men- tal de la madre, y como es muy esencial, en la eleccién para el matrimonio, la sabi-— duria de las jévenes. Yo mismo, por fortu- na, he tenido una buena y juiciosa madre, y estoy convencido de que le soy dendor en gran parte de la capacidad que pueda te- ner. Su sdlo recuerdo me hubiera impedido escribir la més minima cosa «contra la mu- jer». Pero entiéndase bien: en la madre deben. hallarse facultades naturales y no conocimientos imperiosos. Enh tercer lugar, he afirmado que el ver- dadero talento femenino es simplemente una peculiar disposicién para todo lo que se refiere al amor. _ Debia haber dicho que las mujeres no tienen ningtin otro talento; por esto me veo en el caso de agregar que al lado de este talento capital existen muchos otros talen- tos femeniles. No se crea ya que quiero aludir con esto al talento musical, pictérico 4 otro cualquier talento artistico. Si por acaso una mujer posee alguno de estos talentos, es que tiene un talento maséulino. Parece LA INFERIORIDAD MENTAL DE LA MUJER 18 que solamente puede poseerse, como pro- piedad originaria de ambos sexos, el talen- to dramiatico y, en cierto grado, el poé- tico. Por el contrario, un talento femenil, en el estricto sentido de la palabra, es sin duda el talento de la charla, 6 si esta expresién suena desagradablemente, diré quel talen- to de la conversacién. Esta idea me parecié clara cuando aca- bé de leer, no ha mucho, un libro sobre Rahel Levin, esposa de Varnhagen von Ense (1). Al empezar & leer aquel libro noté que me aburria extraordinariamente, pero des- pués me interesé por saber quién era aque- Ia dama, y la curiosidad me hizo digerir las 460 paginas de la obra. Rahel era ‘sin duda una senora sabia y. ‘de buena indole. Era honesta, seria, se pre- ciaba de pensadora y tenia cierta propen- sién para las especulaciones filosdficas. Todo esto, sin embargo, no explica bien la parte que ella ha representado en su vida. (1) Rahel Varnhagen, ein Sebens und Zeitbied, you Otto Berdrow (Stutgartt, 1900). r 140 P. J. MOEBIUS Se No ha producido nada, no sabia eseri- pir nada sensato ni en verso ni en prosa; todo lo mas llegaba 4 tratar de las letras 6 de los aforismos. Su estilo es original, rico en expresiones arbitrarias y en errores de lenguaje; faltan absolutamente los pensa- mientos nuevos. Todo cuanto ella dice se encuentra asimismo en todos los eseritores contemporineos, por lo que se ve que ni aun se molesté en dar, al menos, nuevos yestidos 4 pensamientos viejos y ligeros. Leyendo sus escritos se siente uno ademas molesta@o por una continua contemplacién del yo de la autora. De los términos super- lativos con que habla desu propia personali- dad se deduce que ella misma gusta presen- tarse como tipo tinico é incomparable. Todo es exagerado, y asi ofrece una sucesién de espantosos sufrimientos y de sobrehumana felicidad. Goethe hubiera dicho que era una persona en tensidn. A pesar de las faltas de sentido en al- gunas producciones poéticas 6 cientfficas, se ha formado una completa literatura en torno de la Rahel. Acaso no sea eso otra cosa que un colosal zeclamo més 6 menos

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