You are on page 1of 16
ENOCH SOAMES Max BEERBONM, escttor y carcaturista, nacido en Londtes, en 1872, mucrto en Rapallo, en 1986. Autor de A Defense of Cos- ‘netics (1896); The Happy Hypocrite (1897); More (1899); Zuleika Dobion (1911); Seven Afen (1919); And Even Now (1920). ‘Cuando el sefior Holbrook Jackson publicé un libro sobre fa fiteratura de Ia pentiltima década del siglo XIX, miré con ansiedad el indice, en busca del nombre SOAMES, ENOCH. ‘emia no encontrarlo, En efecto, no lo encontré. Todos los otros nombres estaban ahi. Muchos escritores, as{ como sus libros ya olvidados, o que sélo recordaba vagameate, renacieron para mien las péginas del sefior Holbrook Jackson, Era una obra exhaustiva, brillantemente escri- ta, Aquella omisién confirmaba el fracaso total del pobre Soames. ‘Sospecho que soy la tinica persona que lo not6. (Hasta ese punto Soames habia fracasado! Tampoco es un consuelo su- poner que si hubiera logrado algiin éxito, yo lo habria olvi- dado, come a los otros, y sélo hubiese vuelto a recordarlo ppor la cita del historiador, Es cierto que si sus dotes, tales como eran, hubieran sido reconocidas en vida, no hubiera hhecho el pacto que hizo, ese extrailo pacto, cuyas conser ‘cuencias 10 han destacado siempre en mi memoria. Pero esas cconsecuencias subrayan la plenitud de su infortunio. 'No es compasida, sin embargo, lo que me impulsa a es- cribir sobre él. Por su bien, pobre amigo, preferirfa guardar Silencio, No hay que burlarse de los muertos. 2Y csimo es- Gribir sobre Enoch Soames sin ponerlo en ridjeulo? Mis bien emo ocultar el hecho nefasto de que eta un ser ridieulo? No seré capaz de hacer eso. Tarde 0 temprano, sin m4 embargo, tendré que escribir sobre él. Ustedes verdn, a su debido tiempo, que no me queda otra alternativa. Tanto da ue ahora fo haga. En el verano de 1893, un bélide cays sobre Oxford. Se bbundid profundamente en la tierra, Algo pilidos, profesores y estudiantes se apifaron a su alrededor sin hablar de otra cosa, De dinde procedia ese meteoro? De Paris. Su nom bre? Will Rothenstein, ¢Su propésito? Ejecutar veinticuatro retratos en litografia, que publicaria la Bodley Head, de Londres. El asunto era urgente, Ya el director de A, el de B, como ef decano de C, habian posado con humildad. ‘Ancianos majestuosos y confusos que nunca se habian digna- ddo posar, no resistieron al forastero. No suplicaba: invitabas no invitaba: ordenaba. Tenia veintidn afios. Sus anteojos res- plandecian, Conocia a Whistler, a Edmond de Goncourt, co- nocia a todos en Paris. Se murmuraba que en cuanto ligui- dara su coleccidn de profesores, incluiria a algunos estu- iantes. Fue orgulloso dia para mi cuando me incluyeron, ‘Admiraba y temia a Rothenstein; surgié entre nosotros una Amistad que los afos enriquecieron, Cuando llegaron tas vacaciones se establecis en Londres. A Al debo mi conocimiento de Chelsea, Fue Rothenstein uien me hizo conocer, en Pimlico, a un joven cuyos dibujos eran famosos entre laminoria. Se llamaba Aubrey Beards- ley. Me Hlevé también a otro centro de inteligencia y osadia, el Café Royal, Ahi, en ese atardecer de octubee, ahi, en ese exuberante panorama de ornamentos dorados y’cerciopelo carmesi, en- ‘te opuestos espejos y cardtides laboriosas, entre columnas de humo de tabaco que ascendian al celorraso pintado y pa- ano, entre el zumbido de conversaciones sin duda cinicas, nterrumpidas por las fichas de dominé en las mesas de mar” mol, respiré profundamente y me die: Esta, esta es la vida, Anochecia, Bebimos vermouth. Quienes conocian a Ro- ‘thenstein lo seflalaban a quienes s6lo lo conocian de nombre, 25 ‘Constantemente entraban hombres que erraban de un lado a ftro en busca de mesas libres o de meses ocupadas por ami- 08. Uno de ellos me interess porque parecia querer llamar la atencién de Rothenstein. Pasé dos veces, con mirada in- ddecisa; pero Rothenstein, absorto en tina disertacion sobre Puvis de Chavannes, ao fo vio... Era una persona encorva- sl, vacilante, mds bien alta, muy palida, de pelo algo largo y regro. Tenia'una ral, imprecisa barba 0, mejor dicho, tenia lun meatén sobre el cual muchos pelos se retorcian para brir su retiada, Era una persona de aspecto extrafo, pero a Fines del siglo pasado, si no me equivoco, los aspectos ex- trafios eran mis frecuentes que ahora. Los jdvenes escrito res de aguella época -y estaba seguro de que ese hombre lo ra procuraban impresionar por la apariencia. Este hombre lo procuraba en vano, Usaba chambergo de corte clerical pero de intencién bohemia, y una impermeable capa gris, 4que, tal ver por ser impermeable, no conseguia ser roménti- 2, Decidi que ““impreciso” era el mot juste que le corres pondia. Yo tambicn habia intentado escribir y me perturba- ba el mo juste, aquel talisman de la épocs. hhonibre impreciso volvié a pasar; esta vez se detuvo. Usted no me recuerda —dijo con una voz insipida. Ro- thenstein lo mies Si, lo recuerdo -replics después de un momento, con ‘ds orgullo que efusisn, orgullo por la eficacia de su me- rmoria-, Edwin Soames, Enoch Soames ~dijo Enoch, Enoch Soames ~repitis Rothenstein como significando {que ya era mucho haber recordado el apellido-» Nos encon- ramos en Paris, dos o tres veces, curindo usted vivia ahi Nos enconteamos en el Café Groche. fui a su estudio una veo. —Deploro que no me encontrara Pero lo encontré. Usted me mostré algunos de sus eus- ros, ¢No recuerda? He oido que vive en Chelsea, ahora 26 ‘Me asombré que después de este monosilabo Mr, Soa mes no se fuera. Se quedé pacientemente donde estaba, como un animal inerte, como un bortico mirando una trans guera, Melancélica figura, la suya. Se me ocurrid. que “hambriento" era quizi ef mor juste'que le correspondia, pero zhambriento de qué? Parecia més bien desganado. Me dio léstima; y Rothenstein, aunque no lo habia invitedo a Chelsea, o invité a sentarse y a tomat algo. Sentado, adquiris més aplomo, Echs hacia atrés la al de su capa, con gesto que si las alas no hubieran sido ime ppermeables~ podia haber parecido un desafio a todas las €o- sas. ¥ pidid un ajenjo, ~Je me tiens toujours fidéle ~le dijo a Rothenstein & ta sorciéreglaugue. Le va a hacer mal dijo Rothenstein secamente. No puede hacer mal -dijo Soames~ Dans ce monde il n'y ami de bien ni de mal. =gNada bueno y nada malo? ¢Qué quiere usted decir con ~Todo eso lo expliqué en el prefacio de Negaciones ~{Negaciones? Si; Ie dia usted un ejemplar, ~Si, desde luego, ¢Pero usted lleg6 a explicar, por ejem= plo, que no hay diferencia entre buena y mala sintatis? =No -dijo Soames. En el Arte existen el Bien y el Mal. Pero en la Vida... no. -Estaba armando un cigarrilio. Tenia ‘manos debiles y blancas, no muy limpias y con les puntas de los dedos manchadas con nicotina— En la vida tenemos la itusidn del bien y del mal, pero... -su vor se apagé hasta convertirse en un murmullo donde las palabras views jue y rocoed apenas se ofan. Quizd comprendia que no estaba muy clocuente y temia que Rothenstein le descubriese alguna fa- lacia. Tosi6 y dio: ~Parlons d'autre chose. ales parecerd a ustedes que Soames era un imbécil? No ra mi opinidn. Yo era joven y me faltaba el discernimiento a ‘que habia alcanzado Rothenstein. Soames nos llevaba cinco © seis afios. Ademés, habia escrito un libro, ‘Era maravilloso haber escrito un lib Si Rothenstein a0 ubiera estado ahi, yo hubiera reveren- ciado a Soames. Aun asf, lo respetaba. ¥ me acerqué mucho 4a reverencia cuando dijo que pronto publicaria otro. Pre- ‘Bunté si podia preguntar que clase de libro st ‘Mis poemas -contest8, Rothenstein pregunts si era ese lo de la obra EI poeta estudis la sugestién, pero dijo que habia pensa- do no darle titulo, Si un libro es bueno... -murmur6, agitando el cigarillo. Rothenstein hizo notar que la falta de titulo podia perju- dlicar la venta del libro. Insist: “Si yo fuera a una libreria y preguntara: 45 nas probé bocado, Yo no cteia que ninguna tentativa de fuga pudiera salvarlo, La persecucién seria rdpida; Ia captuca, fatal, Pero cualquier Cosa era preferible a esa espera pasi ‘va, ttansa, miserable. Le die a Soames que por el honor del ‘gener humano debia ofrecer alguna resistencia. Me dijo {que no le debja nada al género humano. “Ademis ~agregé-, eno entiende usted que estoy en su. poder? Usted lo vio tocarme gno? Ya no hay nada que hacer. No tengo voluntad. Estoy condenado, Hice un gesto de desesperacidn. Soames repetia Ia pala bea “‘condenado””. Empecé a comprender que el vino habia nublado su cerebro, No era extrafio: Sin comer habia ido al porvenir; sin comer habia regresado, Lo insté a que tomara tun poco de pan, Pensar que él, que tenfa tanto que contar, tal vez no contara nada. =2Cémo era aquello? le pregunté-. Vamos. Cuénteme sus aventuras. “Permitinian escribir un cuento muy bueno. No es ver~ cad? “Comprendo su estado, Soames, y no le hago el menor reprache. Pero qué derecho tiene usted a insinuar que yo ‘voy a escribir un cuento con su desgracia? EL pobre hombre se apreté la cabeza con las manos. =No sé -dijo-. Tenia alguna razén, me parece... Trataré de acordarme. “Esti bien, Trate de acordarse de todo. Coma otro peda- zo de pan.

You might also like