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El ascenso y futura decadencia del sistema-mundo capitalista: conceptos para un analisis comparativo Este articulo, escrito en 1972 y publicado en 1974 al mismo tiempo que el primer vo- lumen de The Modem World-System, fue mé primer intento de explicar lo que entendia por «unidad de andlisi», asentando asi las principales premisas teéricas del andlisis de los sistemas-mundo e indicando las concepciones intelectuales que deseaba criticar. Se ha convertido en un ensayo «clésico», en el sentido de que ha sido ef mas reproducido y ci- tado de todos mis articulos, y el tinico que con frecuencia han lefdo algunos estudiantes. El crecimiento del sector industrial en la econom{a-mundo capitalista, fa [lamada «tevoiucién industrial», se vio acompafiado por una fuerte corriente de pensamiento que entendfa este cambio como un proceso de desarrollo organico y de progreso. Ha- bfa quienes juzgaban esas novedades econdmicas y los cambios concomitantes en la or- ganizacién social que las acompafiaban como una pentiltima fase del desarrollo mun- dial cuyo desenlace final era sélo cuestidn de tiempo. Entre ellos se contaban diversos pensadores como Saint-Simon, Comte, Hegel, Weber, Durkheim... También estaban los criticos, en particular Marx, quienes argumentaban, por decirlo asf, que el presente del siglo XIX era sdlo la antepenuiltima etapa del desarrollo, que el mundo capitalista cono- cerfa un cataclismo en forma de revolucién politica que conduciria con el tiempo a una forma social final, la sociedad sin clases. Uno de los puntos mas solidos del marxismo era que, como doctrina de oposicién y por ende critica, llamaba la atencidn no sdlo sobre las contradicciones del sistema, sino sobre las de sus idedlogos, apelando a las pruebas empiricas de fa realidad histérica para desen- mascarar la incoherencia de los modelos propuestos como explicacién del mundo social. Los eriticos marxistas vefan en los modelos abstracros una racionalizacién concreta y sos~ tenfan su alegato apuntando al fracaso del anilisis de sus oponentes del conjunto de la 85 totalidad social. Como decta Lukécs, «lo que constituye ta diferencia decisiva entre el marxismo y el pensamiento burgués no es la tesis de una primacia de los motives eco- némicos en la explicacién de la historia, sino el punto de vista de la totalidad>! A mediados del siglo xX, la teoria dominante del desarrollo en los paises del centro de la economia-mundo capitalista ha afiadido poco a la teorizacién de fos progenito- res de este modo de andlisis elaborado durante el siglo x1x, excepto en lo que hace a la cuantificacion de los modelos y a su abstraccién atin mayor, egregando codas epict- clicas a éstos a fin de dar cuenta de nuevas desviaciones empiricas con respecto a sus expectativas. Lo equivocado de tales modelos ha sido expuesto muchas veces y desde muchos puntos de vista. Citaré aquf Gnicamente a un critico, no marxista, Robert Nisbet, quien concluye sus muy perspicaces reflexiones sobre lo que llama la «teoria occidental del desarrollo» con este resumen: Dirijamos nuestra mirada a la historia y sélo a la historia si lo que estamos buscando son las causas y cicunstancias reales de los cambios de las pautas de comportamiento y estruieturas de la sociedad. Como todo el mundo sabe, excepco al parecer la teorfa social moderna, no se hallard explicacién del cambio en los estudios que prescinden de la his- toria; ya sean estudios de pequetios grupos en el laboratorio social, diedmica de grupos en general, experimentos preparados de interacci6n social o andlisis matemédticos de los llamados sistemas sociales. Tampoco encontraremos los orfgenes del cambio en resurrec- ciones contemporéneas del método comparativo con su escala ascendente de semejan- zas y diferencias culturales despojadas de toda referencia espacio-temporal? @Habré que atender entonces a las escuelas eriticas, en particular al marxismo, para obtener una mejor descripci6n de la realidad social? En principio sf, aungue en la prac- tica hay muchas versiones diferentes, con frecuencia contradictorias, del «marxismo» Pero més fundamental es que en muchos paises el marxismo sea ahora la doctrina oft- cial del Estado, y no s6lo una doctrina de oposicién como en el siglo xix Las doctrinas oficiales sufren inexorablemente una presidn social constante hacia el dogmatismo y la apologta, muy dificil, aunque no imposible, de contrarrestar; por ello caen a menudo en el mismo callején sin salida intelectual que la construccién de mo- delos ahistéricos. Al respecto resulta muy pertinente la critica de Fernand Braudel: El marxismo es un mundo de modelos [...]. Yo me alzaré [...], con algunos matices ciestamente, no contra el modelo, sino contra el uso que de él se hace, que se han eref- do autorizados a hacer. El genio de Marx, el secreto de su prolongado poder, proviene de Georg LUKACS, ‘The Marxism of Rosa Luxemburg», History and Class Consciousness, Londres, Merlin Press, 1968, p. 27 fed. cast., Historia y conciencia de clase, México, Grijalbo, 1969, p. 29] 7 Robert A. NISBET, Social Change and History, Nueva York, Oxford University Press, 1969, pp. 302- 303. Yo excluirta de esta critica los escritos de historia econémica. 86 que fue el primero en fabricar verdaderos modelos sociales y a partir de la larga duracién, histérica (la longue durée). Pero estos modelos han sido inmovilizados en su sencillez, con- cediéndoles un valor de ley, de explicacion previa, automitica, aplicable a todos los lu- gates, a todas las sociedades [...]. Con lo acontecido, el poder creador del mas poderoso anilisis del siglo pasado ha quedado limitado. Slo puede reencontrar fuerza y juventud en la larga duracién’, Nada ilustra mejor las distorsiones de los modelos ahistéricos del cambio social que los ilemas a que da lugar el concepto de etapas. Si nos ocupamos de transformaciones socia- durante un periodo histérico largo (la «larga duracién» de Braudel), y si pretendemos lar una explicacion de la continuidad y la transformacién, tenemos légicamente que di- vidir ese largo periodo en segmentos a fin de observar los cambios estructurales que se lucen de un periodo a otro. Estos segmentos, sin embargo, no son en realidad dis- cretos sino continuos; ergo son «etapas» en el «desarrollo» de una estructura social, un desarrollo que nosotros observamos, empero, no a priori sino a posteriori. Esto es, no po- demos predecit concretamente el futuro, pero sf podemos predecir el pasado. La cuestién crucial cuando se comparan «etapas» es determinar las unidades de las que éstas son retratos sincrénicos (0 «tipos ideales», si se prefiere). Y el error funda- ‘mental de cualquier ciencia social ahistérica (incluidas las versiones ahistéricas del marxismo) es el de reificar partes de la totalidad en tales unidades y comparar luego esas estructuras reificadas. Por ejemplo, podemos considerar distintos modos de produccién agricola y llamar- Jos cultivos de subsistencia y cultivos para el mercado, luego podemos contemplarlos como entidades que serian «etapas» de un desarrollo. Podemos hablar de las decisio- ‘nes tomadas por grupos de campesinos para pasar de uno a otro. Podemos describir otras entidades parciales, como los Estados, a los que cortesponderian dos «economfas» separadas, basadas en distintos modos de produccién agricola. Si consideramos cada uno de estos pasos sucesivos, todos los cuales son falsos, lo que tendtemos al final es el concepto de «economia dual» al que se refieren muchos economistas liberales que se ocupan de los Ilamados pafses subdesarrotlados del mundo. Todavia peor, podemos cosificar una lectura equivocada de la historia britanica convirtiéndola en un conjunto de en el que el mismo campesino entrega al 3 Fernand BRAUDEL, “History and the Social Sciences», en Peter BURKE (ed.}, Economy and Society in Barly Modern Europe, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1972, pp. 38-39 (ed. cast: La historia y fas ciencias sociales, Madrid, Alianza Editorial, 1968) 87 propietario de la tierra la totalidad de su produccién, recibiendo a cambio parte de elia en forma de salario, podemas ver esos das modos como «etapas» de un desarrollo. Po- demas hablar del interés de los terratenientes «feudales» en evitar la conversién de su modo de pago en un sistema salarial. Podemos entonces explicar el hecho de que en el siglo 8X una entidad parcial, digamos un pats latinoamericano, no se haya industriali- zado vodavia, achacéndolo a que esté dominado por tales terratenientes. Si unimos to- dos esos pasos sucesivos, todos fos cuales son falsos, lo que tendremos al final ser4 el equivocado concepto de «pais dominado por elementos feudales» como si tal cosa pu- diera existir en una economfa-mundo capitalista. Pero como ha expuesto claramente André Gunder Frank‘, tal mito dominé durante mucho tiempo el pensamiento «mar- sista tradicional» en América Latina La identificacién equivocada de las entidades que han de ser objeto de comparacién no s6lo nos lleva a falsos conceptos, sino que crea un problema inexistence: {pueden saltarse las etapas? Esta cuestién sélo tiene significado légico si tenemos «etapas» que «coexisten» dentro de un marco empirico tinico. Si dentro de una economfa-mundo capitalista defini- mos un pafs como feudal, y otto como capitalista, y un tercero como socialista, entonces y s6lo entonces podemos plantearnos la pregunta: ipuede un pais «salcar» de fa etapa feudal 2 )a etapa socialista en su desarrolio nacional «sin pasar por el capitalismo»? Pero sino hay tal cosa como un «desarrollo nacional» (entendiendo por ello una his- toria natural), y si la entidad adecuada de comparacién es el sistema-mundo, entonces el problema del salto de etapas es absurdo. Si una etapa se puede saltar, no es una eta- pa. Y esto lo sabemos a posterior. Si tenemos que hablar de etapas ~y deberfamos hacerlo, seran necesariamente eta- pas de sistemas sociales, esto es, de totalidades. Y las tinicas totalidades que existen o han existido histéricamente son minisistemas y sistemtas-mundo, y durante los siglos xix y XX sélo ha habido un sistema-mundo, la economfa-mundo capitalista. La caracteristica definitoria de un sistema social es la divisién del trabajo que en ella existe, de forma que los distintos sectores 0 Areas dependen del intercambio econémi- co reciproco para la satisfaccién fluida y continua de sus necesidades. Tal intercambio econémico puede darse, evidentemente, sin una estructura polftica comin y, lo que es atin mas obvio, sin compartir la misma cultura. = Un minisistema es una entidad en la que existe una divisién del trabajo completa y un tinico marco cultural. Tales sistemas se encuentran tinicamente en sociedades agri- colas o de caza y recoleccién muy simples, y ya no existen en el mundo actual. Ademas, en el pasado fueron menos abundantes de !o que se suele afirmar, ya que cualquiera de + Véase André Gunder Frank, , América Latina: subdesarvollo 0 revolucién, México DE, Era, 1963). 90 La teorfa de Frank también se opone, como ya hemos sefialado, a la version «orto- del marxismo que ha dominado durante mucho tiempo los partidos y circulos in- tuales marxistas, por ejemplo, en América Latina. Esta vieja concepcién «marxis- de América Latina como un conjunto de sociedades feudales en una etapa més 0 preburguesa de desarrollo se ha venido abajo ante las crfticas de Frank y muchos asf como ante la realidad politica representada por la revolucién cubana y todas consecuencias. Los andlisis mAs recientes de América Latina se han centrado por el rio en el concepto de «dependencia»™. Sin embargo, Emesto Laclau ha arremetido recientemente contra Frank y si bien ha ptado la critica de las doctrinas dualistas, ha megado la caractetizacién de los paises americanos como capitalistas. Laclau asegura, por el contrario, que «el siscema ca- pitalista mundial [...] incluye, desde el punto de vista de sw definicién, vatios modos de pro- duccién», Acusa a Frank de confundir dos conceptos distintos: el «modo de produccién pitalista» y la «participacién en un sistema econémico mundial capitalista>!. Evidentemente, si se tratara sdlo de una cuestién terminoldgica, no hay nada que dis- cutir; pero entonces la polémica es escasamente Util, reducida a una cuestidn de semantica. Ademés, Laclau insiste en que la definicién en que se basa no es suya, sino de Marx, Jo que es mas cuestionable. Rosa Luxemburg apunté a un elemento clave en la ambi- gtiedad o incoherencia de Marx en ese debate particular, ambigtiedad que permite tanto a Frank como Laclau remontar a éste sus pensamientos: Como es bien sabido, Marx se ocupé en detalle del proceso de apropiacién de los medios de produccién no capitalistas {Luxemburg se refiere a productos del sector primario pro- ducidos en dreas periféricas en condiciones de trabajo coactivo, L. W.], asi como de la trans- formacién de los campesinos en un proletariado capitalista. El capftulo XXIV de El capital, volumen 1, esté dedicado a describir los orfgenes del proletariado, de los propietarios agri- colas capitalistas y del capital industrial en Inglaterra, énsistiendo particularmente en el sa- queo de los patses coloniales por el capital europeo. Pero debemos tener en cuenta que todo esto se refiete tinicamente a la llamada acumulacién primitiva. Para Marx, estos procesos son accidentales e ilustran inicamente la génesis del capital, su aparicién en el mundo; son, por decirlo asf, los esfuer2os con los que el modo de produccién capitalista surge de una so- ciedad feudal. En cuanto se pone a analizar el modo de producci6n y circulacién capitalis- ta, reafitma el dominio universal y exclusivo de la ptoduccién capitalista [esto es, de la pro- duccidn basada en ef trabajo asalariado, 1. WI? 2 Véase Theotonio dos SANTOS, La nueva dependencia, Buenos Aires, s/ediciones, 1968. © Emesto LACLAU , «Feudalism and Capitalism in Latin America», New Left Review I/67 (mayo- junio de 1971), pp. 37-38 fed. cast . Lo que debemos tener en cuenta ahora es que esta especializaci6n tiene lugar en di- ferentes regiones geograficas de la economfa-mundo y que la especializacién regional > Ibid., p. 21 +8 Véase I. Wallerstein, The Modern World-System I, cit., cap. 2. 99 resulta de los intentos de los agentes econdmicos de eludir el funcionamiento aormal del mercado cuando éste no maximiza su beneficio. Para poder utilizar artificios no mercantiles que les aseguren beneficios a corto plazo, estos agentes recurren a entida- des poltticas que tienen la capacidad de influir sobre el mercado: los Estados-nacién (una vez més, la cuestién de por qué en esa fase no bastaban las ciudades-Estado nos levarfa a un largo excurso que tiene que ver con el estado de la tecnologia militar y na- val, con la necesidad de la masa continental europea en el siglo xv de expandirse en ul- tramar para mantener el nivel de ingresos de sus aristocracias y con el estado de desin- tegracidn politica en que habfa caido Europa durante la Edad Media). En cualquier caso, las clases capitalistas locales -terratenientes voleados en la pro- duccisn de cultivos para el mercado (a menudo, y hasta normalmente, nobles) y mer- caderes- recurrieron al Estado no s6lo para libratse de las canstticciones no mercanti- les (como ha insistido tradicionalmente la historiograffa liberal), sino para crear nuevas restricciones en el nuevo mercado, en el mercado de la economia-mundo europea. Debido a una serie de factores —histéricos, ecoldgicos, geogrificos-, en el siglo xvi el noroeste de Europa estaba en mejores condiciones que otras 2onas para diversificar su especializacién agricola y afiadirle ciertas industrias (textiles, construccién naval, meta- lurgia). El noroeste europeo surgié como nticleo de esa economia-mundo, especializan- dose en la produccién agricola que exigia un mayor nivel de especializacidn Jaboral, lo que favorecié (de nuevo por razones demasiado complejas para extendernos aqui en ellas) el arrendamiento y el trabajo asalariado como formas de control de fa fuerza de tra- bajo. Europa oriental y las Américas se convirtieron en areas periféricas especializadas en la exportacién de granos, metales preciosos, madera, algodén, azticar, etc., todo lo cual favorecié el uso de la esclavitud y del trabajo coactivo en cultivos para el mercado como formas de control de los trabajadores. La Europa mediterranea se convirtié en un Stea semiperiférica de esa economia-mundo especializandose en productos industriales de alto coste (por ejemplo sedas) y actividades crediticias y transacciones en metilico, eo que propicié en el sector agricola la aparcerfa como forma de control de la fuerza de trabajo y pocas exportaciones a otras dreas. Estas tres 4reas estructurales de la economia mundo ~centro, periferia y semiperife- ria se habian estabilizado en torno a 1640. Por qué ciertas zonas quedaron incluidas en una de esas reas y no en otta es una larga historia®®. El hecho clave es que, a pat- sir de condiciones iniciales ligeramente diferentes, en el noroeste de Europa convergie- ron les intereses de varios grupos locales, permitiendo el desarrollo de fuertes mecanis- mos estatales, mientras que en las Areas periféricas surgieron grandes divergencias, que debiliraron a los Estados. Esa diferencia en Ja fuerza de la maquinaria estatal posibilité © Offezco un breve repaso en «Three Paths of National Development in the Sixteenth Cenrury», Seadies im Comparative International Development VII, 2 (verano de 1972), pp. 95-102. 100 el afianzamiento del «intercambio desigual»?” al que someten los Estados fuertes a los débiles, los paises del centro a las dreas periféticas. Asi pues, el capitalismo implica no sélo ia expropiacién del plusvalor producido por los trabajadores, sino también una apropiacion del excedente de toda la economia-mundo por las reas centrales. Y eso era tan cierto en la etapa del capitalismo agrario como en [a del capitalismo industrial. Durante la Alta Edad Media también se comerciaba, evidentemente. Pero se trataba en gran medida bien de comercio «local» efeccuado en una tegién que se podria llamar el predia sefiorial concebido en sentido «amplio», bien de comercio «a larga distancia» sobre todo de articulos de lujo. No habfa apenas intercambio de bienes de primera ne- cesidad entre éreas de tamafio intermedio, y tampoco, por consiguiente, produccién para tales mercados. Més avanzada la Edad Media nacieton varias economias-mundo, una de ellas centrada en Venecia y otra en las ciudades de la Hansa y Flandes. Por dis- tintas razones, esas estructuras se vieron afectadas por los declives (econémico, demo- grafico y ecolégico) del periods 1300-1450. Hasta la creacién de una divisién del trabajo europea a mediados del siglo XV el capitalismo no dispuso de unos firmes cimientos sobre los que desarrollarse. Pero al menos desde aquel momento su estructura fue la de una economia-mundo, no de Estados-nacidn individuales. Es muy equivocado afirmar que hasta el siglo XX no existfa un capicalismo «a escala mundial», aunque muchos autores, en particular mar- xistas, asf lo aseguren con frecuencia; un ejemplo tipico es la respuesta de Charles Bet- telheim a Arghiri Emmanuel sobre la cuestién del intercambio desigual: La tendencia del modo de produccién capitalista 4 extenderse’a escala mundial se manifiesta no s6lo mediante la constitucién de un grupo de economias nacionales que forman una estructura compleja y jerérquica, con un polo imperialista y otto dominado, y no sélo mediante las relaciones antagénicas que se desarrollan entee las diferentes seconomias nacionales» y los diferentes Estados, sino también mediante la constante «superacién» de fos «limites nacionales» por el gran capital (la formacién del «gran ca- pital internacional», «empresas mundiales», etc.)® Estas observaciones parecen ignorar que el capital nunca ha dejado que sus aspiracio- nes en la economia-mundo capitalista queden determinadas por las fonteras nacionales, yaque la creaci6n de barreras «nacionales» ~genéricamente, ef mercantilismo—ha sido his- r6ricamente un mecanismo defensivo de los capitalistas localizados en paises situados en posicién desventajosa en el sistema. Asi sucedié con Inglaterra frente a tos Patses Bajos en 1660-1715, con Francia frente a Inglaterra en 1715-1815, con Alemania frente a Gran Bretafia en el siglo xix 0 con la Unidn Soviética frente a Estados Unidos en el xx. En 1 Véase Anghiri EMMANUEL, Unequal Exchange, Nueva York, Monthly Review Press, 1972 (ed. cast, El intercambio desigual, Madrid, Siglo XX1, 1973] 8 Charles BeTTELHEIM, Theoretical Comments», en A. Emmanuel, Unegual Exchange, cit, p: 295. 10) ese proceso gran niimero de paises han creado barreras econémicas nacionales cuyas con- secuencias iban a menudo més alld de sus objetivos iniciales, y entonces los mismos capi- talistas que habian presionado a sus gobiernos nacionales para imponer las restricciones acababan juzgindolas asfixiarites. No se trata de una «internacionalizacién» del capital «nacional», sino simplemente: de una nueva exigencia politica de ciertos sectores de la clase capitalista, que ha busciado en todo momento maximizar sus beneficios en el seno del mercado econémico real, el de la economia-mundo. Si esto es asi, ipor qué hablamos de posiciones estructurales en el seno de esta economia y qué importancia tiene que un pais esté en una u otra de esas sicuaciones? ZY por qué dis- tinguimos tres situaciones, insertando la «semiperiferia» entre los conceptos generalmente aceptados de centro y periferia? La maquinaria estatal de los patses del centro se reforz6 para satisfacer las necesidades de los terratenientes capitalistas y sus aliados comerciantes; pero eso no significa que tales maquinarias estatales fueran marionetas manipulables a su anto- jo. Obviamente, cualquier organizacién, una vez creada, goza de cierta autonomia con res- ecto a quienes la creaton por dos razones: crea una capa de funcionarios cuyas carreras intereses dependen del reforzamiento continuo de la propia organizacién, aunque los inte- reses de sus patrocinadores capitalistas puedan variar. Reyes y burécratas pretenden mante- nerse en el poder y aumentar constantemente sus ganancias personales. En segundo lugar, en el proceso de creacién del Estado fuerte, hubo que establecer ciertos compromisos «cons- titucionales» con otras fuerzas dentro de [os limites de cada unidad politica, y esos compro- misos institucionalizados restringen, como es I6gico, la capacidad de maniobra de los gesto- res de la maquinaria estatal. La férmula marxista del Estado como «comité ejecutivo de la clase dominante» sélo es valida, por consiguiente, si se tiene en cuenta que los comités eje- cutivos nunca son meros reflejos de la voluntad de sus bases, como bien sabe quienquiera que haya formado parte de una organizacién. EJ reforzamiento de la maquinaria estatal en las areas del centro tiene como contrapar- ¢ dda directa el debilicamiento de la maquinaria estatal en las dreas periféricas, como mues- tra ostensiblemente, por ejemplo, el declive de fa monarqufa polaca durante los siglos XVI y XMIP®. Hay dos razones para que esto suceda: en los paises periféricos, los intereses de los te- rratenientes capitalistas se oponen a fos de la burgueséa comercial local, ya que les convie~ ne mantener una economfa abierta para maximizar sus beneficios mediante el comercio en el mercado-mundo (sin limites a las exportaciones y con libre acceso a los productos in- dustriales de bajo coste producidos en los patses del centro), asf como restringir cuanto sea posible el papel de la burguesfa comercial local en favor de comerciantes extranjeros °° Véase J. SIEMENSKI, «Constitutional Conditions in the Fifteenth and Sixteenth Centuries», en W.E REDDAWAY er al. (eds.), Cambridge History of Poland, 1, From the Origins to Sobieski (to 1696), Cam- bridge University Press, 1950, pp. 416-440; Janusz TAzBIR,

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