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TELEVISIÓN PERUANA: ¿QUÉ VAMOS A HACER CONTIGO?

PROPUESTA: LA TV DE CALIDAD, QUÉ PODEMOS HACER EN EL PAÍS

Quiero agradecer la invitación de los organizadores, me han puesto nostálgico, me han hecho regresar a esta
Universidad después de 20 años. Yo estudié dos años biología, lo que prueba que no hay nada mas casual
que la vocación. Y agradecer también que me hayan puesto al lado de mi profesor, amigo y compañero de
largas tertulias sobre televisión bien aderezadas y rociadas, por supuesto.
Mi imagino que tanto ustedes como yo se deben estar preguntando que hace un chatarrero de la TV en una
mesa sobre calidad en TV. Cuando mis colegas y mis amigos comunicadores me preguntan cómo es posible
que produzca un programa como el de Laura, yo les respondo con sorna y para su horror que alguien tiene
que hacer el trabajo sucio. Como comprenderán después de seis años de encabezar esta producción he
recibido las peores criticas no sólo de los cronistas de espectáculos sino también de los intelectuales de la
comunicación. Dejemos de lado por un momento a los críticos. La gran pregunta que me hacen es por qué,
por qué Alberto inventaste a Laura, qué de malo te hicimos para que nos dieras esto, tantos años de
universidad desperdiciados, un Licenciado en comunicación social como tú, por qué exportas la pobreza del
Perú, por qué utilizas y manipulas a la gente, por qué la violencia, etc. etc.
Hace años en una de las pocas entrevistas que de doy a los diarios. El Comercio me preguntó cuando un
programa tiene calidad, cuándo puedes decir que un programa es bueno. Yo les respondí, cuando la gente lo
ve, cuando tiene rating. Un programa es bueno cuando tiene buen rating. El Sr. Kato, el famoso Mirador se
indignó conmigo, me dedicó una de sus columnas diciendo que calidad eran la películas de Pedro Infante y
los programas de Pablo de Madalengotia, yo le respondí con una sesuda interpretación comunicacional de lo
que entendía por programa bueno, Obviamente no comprendió. A los meses Telemundo me contrataba y
Laura era vista por millones de latinos en los Estados Unidos y en 22 países de Latinoamérica, aunque Ud.
no lo crea.
Desde que a mediados de 1996 comencé a investigar sobre los Reality Shows para preparar el proyecto de
programa de este tipo que Panamericana Televisión me pidió, no he hecho otra cosa más que justificar el
género. Una defensa cerrada que llegó en algunos momentos a volverse encarnizada. Son muchos los
argumentos que los detractores del género han esbozado en diferentes tonos y colores. Lo cierto es que
críticos de TV, intelectuales de las comunicaciones y hasta humoristas se han puesto involuntariamente de
acuerdo para escandalizarse, rasgarse las vestiduras y buscarles todos los motivos para enmarcar estos
programas en lo más bajo de la producción, al nivel de las alcantarillas de las comunicaciones. Ellos con
entusiasmo han llamado a estos programas y a otros o nuevos de su tipo “televisión basura o televisión
chatarra.” Y ahora me toca a mí exitoso chatarrero y recolector de la inmundicia humana explicar el por qué
de la aceptación de estos programas. En todos estos años he tratado de recolectar información para tratar de
entender este fenómeno y tener las armas precisas para responder a todos estos apocalípticos culturales y
sacerdotes del fin del milenio, convencidos que estos programas no son más que la antesala del fin del
mundo.
De todos los bandos coincidimos que estos programas trabajan con los sentimientos de las personas, algunos
dirán de jugamos con ellos, otros que los manipulamos o hacemos comercio y escarnio de sus odios y de sus
amores, que es tolerable en el melodrama de las telenovelas porque todos en el fondo sabemos que es ficción
pero el hecho que sepamos que es pura realidad nos espanta. Los medios de comunicación siempre han
apelado al lado afectivo de los consumidores siempre esperamos que la reacción sea por el lado de los
afectos. El problema es que estos programas no esconden esa intención sino que lo hacen evidente.
Torpemente estos intelectuales preguntan ingenuamente qué lleva a las personas a exponer públicamente y a
millones de espectadores su vida privada y más aún qué obliga en el otro lado a los televidentes a convertir
estos programas en los más exitosos de la televisión. Yo también me lo pregunto pero, felizmente desde mis
épocas universitarias sé que la respuestas siempre han estado ahí pero temen responderlas porque con ello
demostrarían que son sus prejuicios los que no los dejan ser suficientemente científicos.
Ensayemos algunos argumentos para felicidad de ustedes, la culpa lo tiene el posmodernismo, la crisis de las
ideologías, la caída del muro, la globalización de las comunicaciones, el internet, el neoliberalismo
económico, la CNN, Oliver Stone, Rudolph Murdoch, Bill Gates, Jerry Springer y Madonna. ¿Satisfechos?
Entonces, vayamos más atrás, recordemos la eterna dicotomía de lo popular-masivo. Néstor García Canclini
y Jesús Martín Barbero han sido lo suficientemente elocuentes con ello. Pero, una visión actual reinvindica
lo masivo. Pero antes no olvidemos que no hay alienación, que no hay culturas dominadas, que no hay
receptores pasivos, que hace años sabemos que el circuito comunicacional es una negociación y que tanto
productores y consumidores se utilizan permanentemente.
Voy a citar a J.M. Barbero que según el profesor Mario Gutiérrez he sacado de contexto pero que para mí
resume el proceso del que les he estado hablando:
“Y ello mal que nos pese a los universitarios o intelectuales que enmascaramos con demasiada frecuencia nuestros gustos
de clase tras de etiquetas políticas que nos permiten rechazar la cultura masiva en nombre de la alienación que ella
produce, cuando en realidad ese rechazo es a la clase a la que le “gusta” esa cultura, a su experiencia vital otra, “vulgar” y
escandalosa a la que va dirigido”
Jesús Martín Barbero1

Cuál es la TV de calidad, la que apela a la cultura popular o la que apela a la cultura masiva. Ni la una ni la
otra sino las dos que conviven en nuestra sociedad utilizándose dialécticamente Para mí la TV de calidad es
ésta, la que voluntaria o involuntariamente se vuelve reflejo de la cultura masiva, aquella que es subversiva,
la que denuncia, la que sorprende, la que escandaliza, la espectacular, la que te hace pensar sobre la realidad
misma, la que miran millones de televidentes. La que en suma satisface las demandas del público. Y no
confundan que no es sólo darle a la gente lo que le gusta, como una vez lo acuñó el gurú del
postmodernismo… Pocho Rospigliosi, es eso también, no hay que temer a exigir que nos den lo que nos
gusta… porque acaso no es allí en donde nacen nuestras demandas, no hay nada mas rico que nos den donde
nos gusta. Sonó feo eso ¿no? que nos den lo que nos gusta (está mejor), todo esto se sintetiza en el goce (te
acuerdas del goce Mario) y no me refiero al sentido estricto de la palabra sino a la interpretación que hace
Lacan, un goce que es placentero pero que implica también sufrimiento.
Mas allá del psicoanálisis una visión culturalista nos dice que:
Estamos actualmente en una etapa a escala mundial, que se inicia en los ochenta, que estudiosos de la
televisión llaman neotelevisión; aquella televisión, al decir de Umberto Eco, que se caracteriza
principalmente por su reflexividad a diferencia de la televisión de los comienzos, o televisión paleolítica,
que es pedagógica y referencial. Los reality shows o la televisión verdad poseen algunas de las
características más sobresalientes de esta nueva etapa.
La televisión contemporánea es fruto de una transformación explicada por una serie de factores y
1
Barbero, Jesús Martín. “Retos a la investigación de comunicación en América Latina”, Comunicación y Cultura, México, nº 9,
pp.109-110.

2
determinantes. En un contexto, en donde es importante la economía de la globalización televisiva, y por
consiguiente una transformación del sistema de oferta y demanda. El hecho evidente es que estamos siendo
testigos y partícipes de una mutación en el modo de hacer televisión: una combinación entre el acceso a la
pantalla televisiva de nuevos contenidos y de nuevos protagonistas, y la experimentación de nuevas
posibilidades estilísticas. A tal punto que la mayoría de autores ya están hablando del surgimiento de un
nuevo género televisivo, o si queremos ser más modestos, a la evolución en un supergénero. Sólo esta
aseveración abre un ámbito nuevo de estudio comunicacional aún poco definido, evolución que es aún
incierta y que por ello conlleva infinidad de riesgos. Entre ellos los efectos culturales de la televisión.
Los reality shows o la llamada televisión de la realidad es aún un territorio inconexo y en plena creación y
como tal posee una serie de contradicciones y una serie de cuestionamientos éticos. Pero, lo cierto es que es
un fenómeno real que no termina de admirar a sus estudiosos, fascinar a sus productores y entusiasmar a los
televidentes. Aquí en el Perú se ha iniciado desde hace pocos años una transformación social y cultural que
está afectando la televisión y el fenómeno del reality show está entrando tímidamente en los programas
periodísticos y con conciencia en algunos programas enteros. Estas nuevas formas (no tan nuevas en Estados
Unidos y Europa) de hacer televisión recién llegan a nuestro país y comienzan a reproducir un fenómeno
similar en la teleaudiencia que en los otros países.
A sabiendas los reality shows ingresan al mundo de los temas sórdidos, dramáticos y personales, a tomar
esas cosas sin precio como son la soledad, la violencia moral, la falta de amor, el abandono familiar y todas
las consecuencias desgraciadas de la convivencia humana.
Nadie sabe con certeza cuanto tiempo van a durar, algunos estudios dicen que los géneros volverán a la
ficción, pero su presencia cada vez mayor en las programaciones de los canales de televisión; representa una
transformación en el modo de hacer televisión y consumir programas, en donde se ha establecido una nueva
relación social entre el público y la televisión en su conjunto, en una relación más participativa.
Lorenzo Vilchez, estudioso español de fenómenos comunicacionales, resalta la reflexión teórica de
Livingstone y Lunt 2 de la línea conocida como Cultural Studios, debido a que los métodos que usan no
dudan en relacionar a través de la investigación empírica y la reflexión teórica, la economía de los medios y
los estudios de audiencia con las teorías textuales, etnográficas y psicoanalíticas, y siempre desde una
posición crítica. Esta visión culturalista de los medios, sociológicamente cercana a la fenomenología, va más
allá del descriptivismo y determinismo de algunas ciencias, no plantean un esquema vertical y apocalíptico
de los medios.
Estas interpretaciones olvidan el otro lado del hombre, que le acredita a él y a su imaginación la libertad de
explorar el mundo, el cual lejos de ser un sistema cerrado y fatal, es un misterio a ser descubierto; y que
utiliza a los massmedia o cualquier instrumento artístico como un medio de mirar más allá de la situación
humana. La experiencia del hombre es el motor de los relatos massmediáticos y se convierte en centro de
estudio. Al final, lo que nos interesa es la vida misma, estudiarla desde su propio terreno, someterse a ella;
porque cualquier expresión humana por más mediatizada que esté, existe sólo para la experiencia y sólo tal
como es experimentada. Ayfre3 al reflexionar sobre el espectador pide un diálogo con el mundo, en el que el
público pueda jugar activamente un papel al buscar la profundidad del espíritu detrás de las sombras de la
pantalla. Resumido en la frase “alguien que me habla sobre algo de cierta manera”. Lo que les interesa a
estos señores es un tipo de arte que nos dé la oportunidad de ver y expresar la vida. Hay una dialéctica en
este proceso, el protagonista expone su experiencia como un crítico, porque el público no es otra cosa más
que un crítico, consolida e inicia ideas nuevas. La imagen sale de la experiencia prelógica y asciende hacia la

2
Vilchez, Lorenzo. La Televerdad en Cuaderno Central de Telos nº 43, p.55. Set.-Nov. 1995.
3
Amédée Ayfre es un fenomenólogo interesado en el estudio de esta experiencia en el cine.

3
idea. Y en este instante ahora enriquecido por estas ideas debe someterse nuevamente a la imagen y
descender al nivel de la experiencia, dejando que la imagen se hunda en el fluir de la vida interior. “Es sólo
sumergiéndonos en la vida de la obra, cuando esa vida se incorpora a una realidad mayor, que el espectador
da a la imagen un valor que está más allá del juguete e instrumento”4. Para el fenomenólogo, ser espectador
es un proceso por el cual interpretamos, desde nuestras perspectivas personales, los signos de la naturaleza y
los signos del hombre.
Los tiempos de los medios emisores dominadores y receptores dominados acabaron. Hoy, se habla de una
relación horizontal en donde las relaciones de complicidad entre comunicadores y televidentes son
negociadas continuamente, y que ha sustituido la distinción puramente formal entre público y privado por el
juego constante de estrategias de manipulación. En este punto, para entender el fenómeno desde el consumo
se hace necesaria “una teoría que parta de las percepciones del individuo, de su subjetividad, que acoja las
oscilaciones de sentido, que capte la comunicación como un proceso dialogante donde la verdad, que nunca
será única, se desprende de la intersubjetividad.” 5
En los tiempos del fin del milenio entra en juego, el estatuto de lo insignificante, de lo anónimo, de lo
efímero, del acontecimiento, de lo instantáneo, ya no más héroes sólo el hombre sin calidades. Hoy, el
espectáculo televisivo construye su nueva legitimidad. Las nuevas tendencias prefieren partir de la
gratificación que ofrecen los géneros populares, aun si hay alienación, ya que la definición de la popularidad
no puede omitir esta adhesión emocional o pasional de los auditorios al espectáculo. Los porqués están en
camino de ser descubiertos.
No olvidemos que la televisión se rige por la tiranía de las audiencias.
Y si la pregunta es, qué puede hacer la TV por el país o en el país, parafraseemos a John F. Kennedy
diciendo qué puede hacer el país por la TV.
Yo soy de los que creen en la dialéctica de la historia, mi generación fue la generación de Sendero y la TV
fue la Sendero, la de ustedes les guste o no es la generación del fujimontesismo, pobres los que nos siguen
que serán la generación del toledismo. Lo que quiero decir es que nosotros somos hijos de nuestro tiempo y
si recién en estos años los profesionales de la comunicación están tomando el control de la TV y nosotros
nos convertimos en los chatarreros, inescrupulosos y con nuestras crisis de valores tomamos la TV, ahora
son ustedes las nuevas generaciones quienes fieles a los nuevos cambios del post-postmodernimo y la
globablización tienen que reinventar la TV, contando buenas historias con mucho rating y reinvindicar los
sentimientos que seguirán siendo los protagonistas de la neotelevisión del tercer milenio.

Gracias,

4
Andrew, Dudley. Las principales teorías cinematográficas. Ed. RIALP. 1993. Madrid. pag. 243
5
Mattelart, M y A. “El carnaval de las imágenes”. Ediciones Akal. 1987. P. 98

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