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Mayra Estrada E

¿Qué implicaciones ven en la noticia o situación a su cargo en relación con las Políticas
Sociales y/o la ciudadanía y/o el protagonismo y/o los derechos de niños, niñas y
adolescentes de Nicaragua?

Tema:

La muerte del joven brasileño y trabajador legal en Inglaterra, Matosinho Otoni da Silva,
mediante siete balazos en la cabeza y uno en la espalda disparados por la policía londinense
asumiendo que era un terrorista el 22 de Julio del 2005.

Antecedentes:

Jean vivía hace tres años en el sur de la capital inglesa y, según las autoridades, fue confundido
con un terrorista árabe que habría participado de los atentados de la víspera, contra autobús y
estaciones del metro de Londres. El error fue admitido por la Scotland Yard, que informó que
el brasileño no tenía ninguna relación con cualquier grupo terrorista. Según ella, el accidente
ocurrió porque el brasileño se rechazó a obedecer a la órdenes de parar, dadas por las
autoridades.

Sin embargo, las investigaciones de la Comisión Independiente de Investigación de Quejas de


la Policía (CIIQ, en inglés) revelaron que Ian Blair, jefe de la Scotland Yard, intentó impedir
que la muerte de Jean Charles fuera investigada.[1]

El periódico británico The Observer, en su edición del Domingo, 21 de agosto de 2005, reveló
que los tres agentes que vigilaban Jean Charles no estaban armados ni uniformados y no
consideraban el brasileño una amenaza o sospechoso de portar armas o bombas y sólo tenían la
intención de detenerlo. [2] Sin embargo, estos hombres tenían órdenes de ceder el control de la
operación a grupos especiales de las fuerzas armadas (SAS[3]), si estos intervinieran. Los
militares consideraron Jean una grave amenaza y siguieron su modus-operandi - tirando para
matar.

El primo de Menezes, Alex Pereira, que vivía con él, afirmó que Menezes fue baleado por la
espalda.

Según la Agencia Brasil, el Ministerio de las Relaciones Exteriores publicó una nota oficial en
la cual afirmaron que el gobierno brasileño quedó "chocado y perplejo" al tomar conocimiento
de la muerte del brasileño, "aparentemente víctima de lamentable error".

En nota oficial, el Ministerio de las Relaciones Exteriores afirmó que "el Brasil siempre
condenó todas las formas de terrorismo y se mostró dispuesto a contribuir para la erradicação
de ese flagelo dentro de las normas internacionales", y que aguarda explicaciones de las
autoridades británicas sobre las circunstancias de la muerte de Jean Charles.

Los padres de Jean Charles, gente pobre y humilde de la pequeña localidad de Gonzaga, en el
interior del Estado de Minas Gerais (lindante con Río de Janeiro) sólo quieren ver los restos
mortales de su hijo y darles sepultura en el cementerio del pueblo que lo vio nacer. La familia,
que como único gesto de protesta hizo escribir en la pared de su casa, “Inglaterra es el terror.

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Es importante señalar que en este caso una persona con la pretensión de mejorar su nivel de
vida emigra a otro país y lo que encuentra es la muerte. Hay violación de los Derechos
Humanos y desconfianza en la aplicación de la justicia porque no hay un debido proceso.

La migración constituye un hábito ancestral del ser humano, quien siempre anduvo trashumante
en pos de las emigrantes manadas de mamíferos de los cuales se alimentaba. Es así como,
desde épocas prehistóricas, pobló y dominó toda la superficie de nuestro Planeta, y continuó
haciéndolo en épocas remotas de la historia.

El caso antes planteado es similar al de muchos migrantes nicaragüenses, es un proceso


multidimensional que entraña un complejo contrapunto de riesgos y oportunidades para las
personas, las comunidades y los Estados. En el análisis de sus causas y efectos, se observa una
relación de contrastes entre las dinámicas económicas, sociales, jurídicas y políticas.

Las migraciones ofrecen salidas al desempleo y a la falta de perspectivas pero implican


pérdidas de capital humano y social para los países. Análogamente, se aprecia que muchos
proyectos migratorios se traducen en formas de mejoramiento personal, pero también se
advierte la vulneración de los derechos humanos en otros casos, en especial cuando los
afectados son niños, niñas y adolescentes.

Uno de los factores que más ha incidido en el aumento de la migración ha sido la creciente
disparidad en los niveles de vida y beneficios sociales y laborales (acceso a educación,
servicios de salud y pensiones) entre los países desarrollados y los países en desarrollo. A pesar
de los riesgos que implica la migración, sigue siendo para millones de latinoamericanos y
caribeños la única esperanza de progreso y realización.

Por un lado, podemos entender el derecho a migrar como el principio voluntario de la persona a
encontrar su desarrollo donde las posibilidades de vida le sean más favorables o estables. Por
otro lado, esta idea está necesariamente vinculada con lo que podríamos llamar “el derecho a no
migrar”, es decir, con el derecho a que las personas, en este caso los niños, niñas y
adolescentes, no estén obligados a moverse hacia otro territorio, a otra cultura, como un devenir
natural signado por la imposibilidad de realizar un proyecto de vida en su país de origen.

Si bien los Estados son soberanos para definir sus políticas migratorias, todos deben proteger y
garantizar en forma integral los derechos de niños, niñas y adolescentes. Esto supone la
obligación de prevenir, sancionar y castigar toda violación de derechos reconocidos, así como
también restablecer el derecho vulnerado, lo que muchas veces en la práctica es efímera.

Ante esta situación el niño, niña y adolescente no tiene protagonismo sino más bien exclusión,
el es inducido, no elige migrar. Las circunstancias obligan a que su situación sea diferente de la
que pudo haber visionado para él.

Es oportuno señalar también que en estos casos de violaciones manifiestas de las normas
internacionales de derechos humanos y violaciones graves del derecho internacional deben ser
denunciados por diferentes vías ya que constituyen crímenes en virtud del derecho
internacional, los Estados tienen la obligación de investigar y, si hay pruebas suficientes,
enjuiciar a las personas presuntamente responsables de las violaciones y, si se las declara

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culpables, la obligación de castigarlas. Además, en estos casos los Estados deberán, en


conformidad con el derecho internacional, cooperar mutuamente y ayudar a los órganos
judiciales internacionales competentes a investigar y perseguir penalmente tales violaciones.

Nicaragua, no está exenta de tales violaciones, siendo esta una lucha constante de la que se
encarga la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos. Referida esta a que las
instituciones encargadas de administrar la justicia tomen en cuenta el interés superior del niño y
la niña en las diferentes instancias del proceso.

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