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universitario
Alfonso Palazón, Director de Estudios de la Universidad Católica San Antonio de Murcia
06/06/2005
El perfil del profesorado universitario ha estado muy relacionado, a través de la historia,
con el modelo de universidad imperante del momento, (medieval, napoleónico,
investigador-alemán).
Por otro lado el modelo investigador, ha puesto de relevancia que la gran importancia del
proceso, estaría en la creación de conocimiento innovador, productivo, donde transmitir lo
último sería verdaderamente lo importante y significativo en el rol del profesorado; la
investigación sería la “niña bonita” y la docencia la “ carga”, que de alguna manera hay que
evitar, olvidando de paso tal vez, que la universidad no existiría sin el alumno.
Modelo educativo
No son pocas las voces que se levantan contra este sistema de grado, tachándolo de
mercantilista y utilitarista, pues dejan de lado, la formación en humanidades y valores
éticos en la profesión, tan necesarios en un mundo tan paganizado y falto de sentimientos
profundos; no hay educación integral y personificante sin valores esenciales, que hacen ser
persona al educando. La competitividad y el éxito no debe ser un fin en sí mismo.
Estamos pues ante un supuesto perfil europeísta del profesorado, marcado desde fuera en su
práctica docente, este profesional requerido, sería un buen conocedor de las metodologías y
didácticas activas ( aprendizaje basado en problemas, aprender a aprender, dinámicas de
grupo, acción tutorial, liderazgo etc.).
Un mundo tan cambiante, con conocimientos tan poco duraderos, y una necesidad de estar
en continua formación, unido al hecho de la necesidad de conocer y practicar metodologías
psicopedagógicas además de atender prácticas profesionales, cuando la realidad es que
muchos de nuestros profesores, no han pasado en su experiencia profesional por una
empresa, ¿Cómo no va a producir inseguridad y ansiedad, este perfil profesional?
Reto docente
Mucho tendrán que cambiar los docentes y nuestras universidades, para lograr tales
objetivos, grandes dosis de conformismo, ilusión y formación para llevar a cabo tan ardua
tarea.
El perfil del universitario, viene condicionado por un devenir histórico, marcado por el
modelo educativo, institucional, legislativo y social del proceso docente.
06/06/2005
Por otro lado estaría lo que hemos denominado el aprendizaje mediado. Este
tipo de aprendizaje es el resultante de la acción de agentes de nuestro entorno
sobre nosotros mismos. Aquí se encontrarían como promotores de nuestro
aprendizaje nuestros padres, nuestros profesores y todos los que formarían
parte de lo que denominamos experiencia social.
Parto del hecho de que cada tipo de discente, dependiendo de sus cualidades y
sus propias necesidades, podría necesitar a un tipo de docente o de docencia,
según se mire. A partir de aquí, y sin profundizar demasiado en la multiplicidad
de perfiles, yo me fijaría en tres cualidades o condiciones generales, sin las
cuales, desde mi punto de vista, un docente estaría “cojo”:
Desde mi punto de vista este sería el perfil de un buen educador, ejerza donde
ejerza. Por resumir de alguna manera estas tres características del perfil del
educador de hoy en día, podríamos decir que estarían muy en relación con el
hecho de:
En un mundo donde Internet esta teniendo un impacto muy importante en el modo como la
gente se relaciona con los demás, la comunicación y la formación se haya en un periodo de
transformación porque hay más accesibilidad a las fuentes diversas y cuantiosas de
información y conocimiento que en periodos anteriores. Des de mi punto de vista, aunque
nos encontremos en una sociedad dinámica y de constante transformación, los docentes
deben de respetar unos determinados principios para su buena reputación, sin olvidar la
necesidad de cambiar determinadas formas de ejercer su profesión.
Lógicamente, primero de todo el docente debe tener amplio conocimiento de la materia que
imparte y en una sociedad dinámica, debe estar constantemente sino investigando al menos
actualizando sus conocimientos para adaptarlos a las necesidades del momento presente.
Posteriormente, el docente debe pensar en el método más adecuado para impartir esos
conocimientos no tan solo des de un punto de vista teórico sino también práctico, es decir
por medio de actividades, ejercicios, ejemplos, debates o juegos que de algún modo el
estudiante pueda demostrar activamente su asimilación de un modo alegre y entretenido. El
docente también debe ser consciente de exigir unos niveles de logro en función la
capacidad media de asimilación de conocimientos de sus estudiantes. Esto es muy
importante desde un punto de vista emocional, ya que exigir mucho sin una preparación
previa adecuada conllevaría al desánimo y exigir poco a los estudiantes implicaría un
aborrecimiento peligroso para su progreso.
Además el docente debe ser un líder, es decir una persona con carisma suficiente para que
los estudiantes se sientan guiados, orientados, atendidos, implicados y motivados para
aprender. Lógicamente hay diferentes tipos de liderazgo y estilos de impartir unos
conocimientos pero por encima de todo se debe lograr en la medida de lo posible que los
estudiantes se sientan interesados en aprender y no obligados. Cabe matizar que no es lo
mismo ejercer de líder en una universidad donde la motivación inicial de los estudiantes es
grande en comparación a liderar a un grupo de treinta alumnos que cursen la ESO, ya que
en este último caso más que impartir conocimientos, se debe enseñar la formación de
determinados hábitos como la constancia, la cooperación, el compañerismo, el altruismo,
etc. En efecto, el docente también ejerce un rol de transmisión de valores y por este motivo
tiene mucha responsabilidad sobretodo cuando sus audientes se encuentran en plena etapa
de crecimiento, porque nos guste o no muchos de los adolescentes aprenden por imitación y
buscan modelos de conductas para su aprendizaje de modo consciente o inconsciente.
Los docentes de hoy en día, para perfeccionar la aplicación práctica de estos principios se
enfrentan con el desafío de conocer mejor a sus estudiantes, sus estilos de aprendizaje para
así crear métodos de enseñanza más acorde a sus necesidades y de algún modo crear una
conexión más fuerte con ellos.
También deben ser buenos conocedores de las nuevas aplicaciones informáticas en materia
de formación para así dotar de más posibilidades y facilidades a los estudiantes para lograr
sus objetivos académicos. Comparto plenamente con la Consejera de Educación de la
Generalitat de Catalunya, cuando afirma que los docentes deben destinar más recursos
atencionales en enseñar a aprender para que los estudiantes sean más autosuficientes en una
tarea ineludible a lo largo de la vida si uno quiere prestar un buen servicio a la sociedad.
Finalmente me gustaría decir que aunque es cierto que muchas universidades deben revisar
sus planes de formación para adaptarlos a las demandas sociales y económicas de su
territorio, también los estudiantes deben ser conscientes que ellos tienen la responsabilidad
de crear y construir un futuro mejor participando en la aplicación de sus conocimientos en
la realidad.
Educando y educador: Observaciones
desde una perspectiva socio-pedagógica
Sara Fernández Puerto, profesora del Departamento de Recursos Turísticos de ESMA
Escuela universitaria
06/06/2005
-El modelo al que todo hombre de talento debe aspirar, y en el que todo hombre de
talento se debe inspirar, es el de “Hombre Universal”: “La Persona” que atraída por el
mundo, construye a su vez el mundo—y para ello -El “hombre moderno” ha de romper
los límites que compartimentan en dos esferas radicalmente opuestas “la Teoría” y “la
Práctica” pues ambas se alimentan mutuamente... Y no existe obra bien hecha sin un
aporte intelectual y científico que la sostenga, ni una mecánica que la ejecute-
(Inspirado en Leonardo Da Vinci)
Los estudios sociológicos realizados en los últimos años nos constatan que hemos
traspasado los lindes de una sociedad industrial para afincarnos en el seno de una sociedad
postindustrial plena. En este tránsito se han producido avances, pero también han surgido
dificultades y paradojas. Son ejemplos cotidianos de las últimas el incremento simultáneo
que experimentan las dualidades: tecnología / paro, aumento del ocio / devaluación del
trabajo, progreso material / carencias educativas, tolerancia intercultural / aumento de los
radicalismos, autonomía individual / burocratización excesiva en el trabajo y las relaciones
con las instituciones... No podemos permanecer ajenos, especialmente los educadores, ante
las constantes positivas y negativas que la nueva sociedad nos depara, convivimos con ellas
y hemos de “ preparar” y “prepararnos” para afrontarlas.
No es difícil concluir, teniendo en cuenta todo lo hasta ahora observado, que el cultivo del
positivismo radical (utilitarismo, pragmatismo, productivismo) ha conducido a la sociedad
postindustrial europea a sobrevalorar la preponderancia otorgada a la esfera económica
sobre los demás ámbitos de la vida y la actividad humana. El proceso ha venido
acompañado de la desideologización como fenómeno general (Bell), la dispersión y el
fraccionamiento de las actividades humanas como producto resultante de la especialización
de las ciencias y del pluralismo relativista (Fourastié), el aumento del permisivismo
axiológico y actitudinal (Falcón), o la complejidad social y la insensibilización frente a los
males alienos que la acompaña.
¿Frente a esta situación que puede ofrecer el docente? Entre otros aspectos, pensamos que:
• Estudiar la incidencia que, una vez determinados estos factores, puede ejercer la
tarea docente para mejorar la acción educativa en general y el rendimiento
académico en particular.
• La educación es una tarea o “un saber hacer” en torno al “crecimiento integral del
ser humano”. La educación tiene, por tanto, una dimensión poliédrica: ético-
cultural, científico-técnica y económico-social. Quien ha de comenzar esta tarea es
la familia. La educación escolar, universitaria, postuniversitaria o permanente ha de
afianzarla.
Si a todo lo anterior, le añadimos: el poseer un nivel, cada vez más alto, de conocimientos
en tecnologías de la comunicación y de la información, el dominio de algún idioma que no
sea el propio, preferentemente el inglés y no olvidemos las habilidades sociales para
gestionar conflictos así como, amplias dosis de inteligencia emocional; quedan más que
claros cuáles son los retos, a los que los “super docentes” del siglo XXI se enfrentan cada
día.
Pero el reto de un alto nivel de formación no es el mayor reto al que se enfrentan, cada día,
dichos “super docentes”. El mayor reto son sus alumnos. Unos alumnos, que viven
inmersos en un mundo audiovisual de creatividad sin límites y que son poco amigos del
silencio. Son los alumnos del siglo XXI, que cautivos y cautivados, viven en un mundo de
imagen y sonido y constantemente bombardeados por informaciones, en ocasiones
contradictorias, a un ritmo trepidante. Debido a ello, entran con dificultad, cada vez mayor,
en un mundo de conocimientos que requiere silencio, análisis, reflexión y abstracción y, en
más de un momento, lectura y escritura.
Todo lo dicho añade, continuamente, nuevos desafíos al cuerpo docente para los que, en la
mayoría de los casos, la formación continua se ha convertido en su tabla de salvación. He
aquí otra característica más a añadir al perfil de los “super docentes”: saber aprender a
aprender y hacerlo durante toda la vida siempre que sea necesario.
Ante tantos requisitos, me pregunto, si una vez adquiridos tantos conocimientos ¿no seguirá
siendo suficiente para ser buenos docentes el ser personas flexibles, pacientes y con una
sólida estructura interior?
Hacia un nuevo perfil del docente
universitario
Alfonso Palazón, Director de Estudios de la Universidad Católica San Antonio de Murcia
06/06/2005
El perfil del profesorado universitario ha estado muy relacionado, a través de la historia,
con el modelo de universidad imperante del momento, (medieval, napoleónico,
investigador-alemán).
Por otro lado el modelo investigador, ha puesto de relevancia que la gran importancia del
proceso, estaría en la creación de conocimiento innovador, productivo, donde transmitir lo
último sería verdaderamente lo importante y significativo en el rol del profesorado; la
investigación sería la “niña bonita” y la docencia la “ carga”, que de alguna manera hay que
evitar, olvidando de paso tal vez, que la universidad no existiría sin el alumno.
Modelo educativo
No son pocas las voces que se levantan contra este sistema de grado, tachándolo de
mercantilista y utilitarista, pues dejan de lado, la formación en humanidades y valores
éticos en la profesión, tan necesarios en un mundo tan paganizado y falto de sentimientos
profundos; no hay educación integral y personificante sin valores esenciales, que hacen ser
persona al educando. La competitividad y el éxito no debe ser un fin en sí mismo.
Estamos pues ante un supuesto perfil europeísta del profesorado, marcado desde fuera en su
práctica docente, este profesional requerido, sería un buen conocedor de las metodologías y
didácticas activas ( aprendizaje basado en problemas, aprender a aprender, dinámicas de
grupo, acción tutorial, liderazgo etc.).
Un mundo tan cambiante, con conocimientos tan poco duraderos, y una necesidad de estar
en continua formación, unido al hecho de la necesidad de conocer y practicar metodologías
psicopedagógicas además de atender prácticas profesionales, cuando la realidad es que
muchos de nuestros profesores, no han pasado en su experiencia profesional por una
empresa, ¿Cómo no va a producir inseguridad y ansiedad, este perfil profesional?
Reto docente
Mucho tendrán que cambiar los docentes y nuestras universidades, para lograr tales
objetivos, grandes dosis de conformismo, ilusión y formación para llevar a cabo tan ardua
tarea.
El perfil del universitario, viene condicionado por un devenir histórico, marcado por el
modelo educativo, institucional, legislativo y social del proceso docente.
06/06/2005
1.- INTRODUCCIÓN
2.- DESARROLLO
Esto es, el docente universitario estándar (si nos permiten llamarlo así), posee
unos extensos conocimientos acerca de su materia, pero es incapaz de
comunicarlos de manera efectiva a sus alumnos, lo cual provoca que no se
produzcan aprendizajes significativos por parte de los discentes, ya que el
profesor no ejerce su papel de mediador en el acto didáctico.
Ante esta situación, podemos ignorar el problema y seguir como hasta ahora,
lo que supondría un claro problema a la comunidad universitaria que pretende
afrontar con éxito los retos planteados en la Declaración de Bolonia; o
plantearnos la necesidad de formar a los –ya- profesores, en Didáctica,
haciéndoles comprender los beneficios que un correcto conocimiento de las
metodologías didácticas pueden aportar a la hora enfrentar con éxito el
proceso de enseñanza-aprendizaje.
Para ello, habremos de comenzar analizando las ideas previas del profesorado
y las falsas creencias que sobre la docencia imperan en el sector docente
universitario, comenzando por la disociación que de los términos “formación
del profesorado” y “desarrollo profesional” se ha venido realizando
históricamente, hasta llegar al “proceso de evaluación” que es, quizás, uno de
los procesos de enseñanza-aprendizaje donde más necesario es el cambio
didáctico.
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
Un objetivo expresado de forma tan general, provocó un animado e intenso debate sobre los
grandes interrogantes de los procesos pedagógicos y sobre la precariedad y la validez
contingente de las soluciones adoptadas.
¿Cómo se genera la capacidad y la actitud de una persona para que sienta la necesidad de
aumentar sus conocimientos, sistematizarlos, organizarlos y aplicarlos de forma útil para sí
mismo y para su entorno? ¿Cómo ha de interactuar un formador para que emerjan los
déficit y los potenciales de los destinatarios de su actividad de formación? ¿Cuáles son las
técnicas y las herramientas más apropiadas para comunicar eficazmente? ¿Cómo se pueden
evaluar el proceso y los resultados de una experiencia formativa?
De las múltiples consideraciones que se podrían hacer sobre estas cuestiones me limito a
evidenciar sintéticamente que las posibilidades de encontrar soluciones realmente eficaces
dependen de una serie de requisitos de base que, a mi modo de ver, se deben cumplir tanto
en la fase de programación de la actividad de formación como en el momento de su
erogación:
Elegir como formadores “ciudadanos del mundo”: es un hecho cada vez más evidente
que la multiculturalidad de las sociedades moderna es un fenómeno que está todavía en sus
primeros años de manifestación. El formador tiene el deber de madurar la capacidad
empática para dialogar e interactuar simultáneamente con representantes de varios
contextos culturales. Debe encontrar bases comunes de entendimiento y a la vez valorizar
las diferencias entre grupos étnicos. La confrontación y el diálogo, a pesar de sus
dificultades, han de ser utilizados como elementos enriquecedores de los procesos
formativos y no como base de discriminación de sus protagonistas o de limitación de sus
potencialidades.
Por lo tanto, la conexión entre el contexto formativo y la realidad profesional o más bien la
sociedad en general, crea las condiciones para que se perfeccionen los contenidos y las
metodologías pedagógicas utilizadas para transmitirlos. La actitud crítica hacia, sobre,
cómo y qué se propone durante una actividad de formación, es el verdadero punto de
partida para que el sector y sus protagonistas puedan evolucionar de forma coherente con el
contexto.