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Hacia un nuevo perfil del docente

universitario
Alfonso Palazón, Director de Estudios de la Universidad Católica San Antonio de Murcia
06/06/2005
El perfil del profesorado universitario ha estado muy relacionado, a través de la historia,
con el modelo de universidad imperante del momento, (medieval, napoleónico,
investigador-alemán).

El docente guiará su magisterio en función de lo que García Morente llama modelos


subyacentes de profesor-alumno: el modelo docente, tiene como característica principal, la
transmisión del saber como algo dado y cerrado ( memorismo, apuntes en clase, examen
como único método de evaluación en clase, etc.).

Por otro lado el modelo investigador, ha puesto de relevancia que la gran importancia del
proceso, estaría en la creación de conocimiento innovador, productivo, donde transmitir lo
último sería verdaderamente lo importante y significativo en el rol del profesorado; la
investigación sería la “niña bonita” y la docencia la “ carga”, que de alguna manera hay que
evitar, olvidando de paso tal vez, que la universidad no existiría sin el alumno.

Entre estas dos situaciones se ha movido en gran parte la universidad española.

Las directrices europeas, fundamentalmente la declaración de Bolonia, marcan las


directrices educativas para converger con Europa en educación superior universitaria.

Modelo educativo

Detrás de todo esto se propone un nuevo modelo en educación, el de las universidades


anglosajonas. El alumno es el centro de la acción docente: la evaluación de su trabajo, sus
horas de estudio, de prácticas, trabajos en grupo, tutorías, serán el eje de actuación con el
alumno, quedando así relegado a un segundo plano la figura del profesor, pasando a ser un
guía, orientador en la información relevante y en la búsqueda de bibliografías relacionadas
con el estudio pertinente; todo esto implica la presencialidad y la implicación en su propio
proceso educativo por parte del alumno.

Hay una constante búsqueda de la excelencia y de la cultura de la calidad a través de la


evaluación, entre ellas la del profesorado, indicadores en producción científica, tasas
académicas: rendimiento, no presentados, éxito, así como la consideración del buen hacer
docente a través de la opinión de los alumnos, guías docentes, etc.

La unificación de los estudios en grado, postgrado y doctorado, conforman el horizonte


formativo de nuestros estudiantes universitarios. Los estudios de grado, están enfocados
para una rápida inserción laboral en el mercado de trabajo, con la consiguiente formación
en habilidades y destrezas básicas que preparen para una profesión.
Sistema de grado

No son pocas las voces que se levantan contra este sistema de grado, tachándolo de
mercantilista y utilitarista, pues dejan de lado, la formación en humanidades y valores
éticos en la profesión, tan necesarios en un mundo tan paganizado y falto de sentimientos
profundos; no hay educación integral y personificante sin valores esenciales, que hacen ser
persona al educando. La competitividad y el éxito no debe ser un fin en sí mismo.

Desde esta declaración europea se pide al docente el desarrollo en el alumno de unas


capacidades genéricas: personales, instrumentales e interpersonales, así como el logro en
habilidades y destrezas profesionales que conformen su buen hacer profesional en un futuro
inmediato.

Estamos pues ante un supuesto perfil europeísta del profesorado, marcado desde fuera en su
práctica docente, este profesional requerido, sería un buen conocedor de las metodologías y
didácticas activas ( aprendizaje basado en problemas, aprender a aprender, dinámicas de
grupo, acción tutorial, liderazgo etc.).

Un mundo tan cambiante, con conocimientos tan poco duraderos, y una necesidad de estar
en continua formación, unido al hecho de la necesidad de conocer y practicar metodologías
psicopedagógicas además de atender prácticas profesionales, cuando la realidad es que
muchos de nuestros profesores, no han pasado en su experiencia profesional por una
empresa, ¿Cómo no va a producir inseguridad y ansiedad, este perfil profesional?

Reto docente

Mucho tendrán que cambiar los docentes y nuestras universidades, para lograr tales
objetivos, grandes dosis de conformismo, ilusión y formación para llevar a cabo tan ardua
tarea.

El perfil del universitario, viene condicionado por un devenir histórico, marcado por el
modelo educativo, institucional, legislativo y social del proceso docente.

Su rol vendrá enmarcado en un modelo sistémico e interdisciplinar, donde la docencia, la


investigación, su saber, saber hacer y querer hacer conformarán su acción educativa.
El reto de ser educadores hoy
Alberto Salazar Montoya, coordinador y responsable docente de Master-D
Zaragoza

06/06/2005

Lo que hoy denominamos educación, abarca un escaparate amplísimo. Desde


el mismo momento de encontrarnos inmersos en la “tarea” de vivir (según
algunos estudiosos incluso antes) iniciamos la “carrera” del aprendizaje cuyo
único límite lo da el fin mismo de la propia existencia.

El aprendizaje suele producirse de varias formas. Dependiendo del punto de


vista, existen múltiples clasificaciones. Hoy quisiera fijarme en una de ellas,
muy simple, pero que puede aportar una visión diferente.

Por un lado estaría lo que venimos en denominar el autoaprendizaje. Por


simplificar de alguna manera el significado del mismo, lo podríamos definir
como aquél que surge de la propia experiencia. Cada situación y cada decisión
generan un aprendizaje.

Por otro lado estaría lo que hemos denominado el aprendizaje mediado. Este
tipo de aprendizaje es el resultante de la acción de agentes de nuestro entorno
sobre nosotros mismos. Aquí se encontrarían como promotores de nuestro
aprendizaje nuestros padres, nuestros profesores y todos los que formarían
parte de lo que denominamos experiencia social.

Por último destacaría lo que he querido denominar como aprendizaje


reflexivo – predictivo. Este sería el que me orienta hacia el futuro. Soy yo
quien a través de mis propias decisiones y a través de la elección de las
alternativas educacionales, preparo el futuro que pretendo para mí. Este tercer
tipo de aprendizaje estaría muy relacionado con el segundo, dado que parte de
los agentes del mismo serían coincidentes, pero se diferencia sobre todo en el
hecho de que soy yo quien elige al tipo de agente para que me forme y oriente
hacia el futuro que pretendo para mí.

A la hora de referirme a formadores – educadores, quisiera hacer referencia


sobre todo a los que son protagonistas de la generación de los dos últimos
tipos de aprendizaje. Centrémonos en la cuestión central del perfil necesario,
adecuado o ideal, para el ejercicio de la docencia.

Parto del hecho de que cada tipo de discente, dependiendo de sus cualidades y
sus propias necesidades, podría necesitar a un tipo de docente o de docencia,
según se mire. A partir de aquí, y sin profundizar demasiado en la multiplicidad
de perfiles, yo me fijaría en tres cualidades o condiciones generales, sin las
cuales, desde mi punto de vista, un docente estaría “cojo”:

- Un docente deberá ser vocacional: Le debe gustar lo que hace, debe


encontrar sentido a su labor. Debe realizar su trabajo, no como una actividad
cotidiana y rutinaria, sino como una continua vivencia y experiencia
renovadora. El sentido vocacional de este trabajo, lejos de quitar méritos a esta
labor, la enriquece enormemente. Añadiría, además, que cualquier desarrollo
laboral que no sea fruto del sentido vocacional del mismo, se convierte en un
“tormento” para cualquiera, siendo que, de esta forma, lejos de enriquecer y
hacer crecer a las personas, las empobrece y las dirige hacia la única
recompensa que les queda: la satisfacción pecuniaria.

- Un docente debe ser también, ante todo, un profesional. Cualquiera a quien


le guste algo, si no está cualificado, si no es un verdadero profesional, lejos de
enriquecerse y enriquecer, suele abortar el desarrollo lógico de todos los que
de él dependen. Es por esto que lo profesional sin lo vocacional supone la
carencia de “alma” y lo vocacional sin lo profesional sería quedarse sólo con el
espíritu perdiendo la consistencia y el cuerpo.

- La tercera cualidad que destacaría la voy a denominar vivir en el día. Voy a


tratar de explicarme: Hoy en día, por lo general, nos toca vivir en una
estructura de escuela heredada del siglo XIX. Los profesores, también por
norma general, estamos ubicados en estructuras docentes del siglo XX. Y con
todo esto a veces no nos damos cuenta de que debemos educar y formar a
alumnos del siglo XXI. Con este preámbulo, es muy fácil llegar a la conclusión
de que un docente de hoy en día no sólo debe estar al día, sino que debe ser
consecuente con el futuro inmediato de sus educandos y estar en el día, o sea,
deberá prepararse y adelantarse a lo que los alumnos vayan a necesitar en su
futuro profesional y personal.

Desde mi punto de vista este sería el perfil de un buen educador, ejerza donde
ejerza. Por resumir de alguna manera estas tres características del perfil del
educador de hoy en día, podríamos decir que estarían muy en relación con el
hecho de:

- Ser consecuente con uno mismo (vocacional).


- Ser consecuente con los educandos (profesional).
- Ser consecuente con la sociedad (vivir en el día).
Principios y desafíos que todo docente
debe conocer
Gerard Carrió Caldelas, director de E-Orienta Girona
06/06/2005
Durante estos últimos años la oferta formativa se ha multiplicado por diversos motivos. Des
de mi punto de vista, la principal causa de tal hecho es una mayor conciencia de las
administraciones sobre la correlación entre formación y riqueza de un país, por la iniciativa
privada de percatarse del uso de las nuevas TIC para ofrecer nuevos productos y servicios
formativos más adaptables a diferentes tipos de clientes, por la necesidad de equilibrar la
formación generalista de algunas carreras con formación más especializada que supone la
oferta de los postgrados para satisfacer los requerimientos laborales y finalmente porque es
rentable.

En un mundo donde Internet esta teniendo un impacto muy importante en el modo como la
gente se relaciona con los demás, la comunicación y la formación se haya en un periodo de
transformación porque hay más accesibilidad a las fuentes diversas y cuantiosas de
información y conocimiento que en periodos anteriores. Des de mi punto de vista, aunque
nos encontremos en una sociedad dinámica y de constante transformación, los docentes
deben de respetar unos determinados principios para su buena reputación, sin olvidar la
necesidad de cambiar determinadas formas de ejercer su profesión.

Lógicamente, primero de todo el docente debe tener amplio conocimiento de la materia que
imparte y en una sociedad dinámica, debe estar constantemente sino investigando al menos
actualizando sus conocimientos para adaptarlos a las necesidades del momento presente.
Posteriormente, el docente debe pensar en el método más adecuado para impartir esos
conocimientos no tan solo des de un punto de vista teórico sino también práctico, es decir
por medio de actividades, ejercicios, ejemplos, debates o juegos que de algún modo el
estudiante pueda demostrar activamente su asimilación de un modo alegre y entretenido. El
docente también debe ser consciente de exigir unos niveles de logro en función la
capacidad media de asimilación de conocimientos de sus estudiantes. Esto es muy
importante desde un punto de vista emocional, ya que exigir mucho sin una preparación
previa adecuada conllevaría al desánimo y exigir poco a los estudiantes implicaría un
aborrecimiento peligroso para su progreso.

Además el docente debe ser un líder, es decir una persona con carisma suficiente para que
los estudiantes se sientan guiados, orientados, atendidos, implicados y motivados para
aprender. Lógicamente hay diferentes tipos de liderazgo y estilos de impartir unos
conocimientos pero por encima de todo se debe lograr en la medida de lo posible que los
estudiantes se sientan interesados en aprender y no obligados. Cabe matizar que no es lo
mismo ejercer de líder en una universidad donde la motivación inicial de los estudiantes es
grande en comparación a liderar a un grupo de treinta alumnos que cursen la ESO, ya que
en este último caso más que impartir conocimientos, se debe enseñar la formación de
determinados hábitos como la constancia, la cooperación, el compañerismo, el altruismo,
etc. En efecto, el docente también ejerce un rol de transmisión de valores y por este motivo
tiene mucha responsabilidad sobretodo cuando sus audientes se encuentran en plena etapa
de crecimiento, porque nos guste o no muchos de los adolescentes aprenden por imitación y
buscan modelos de conductas para su aprendizaje de modo consciente o inconsciente.

Los docentes de hoy en día, para perfeccionar la aplicación práctica de estos principios se
enfrentan con el desafío de conocer mejor a sus estudiantes, sus estilos de aprendizaje para
así crear métodos de enseñanza más acorde a sus necesidades y de algún modo crear una
conexión más fuerte con ellos.

También deben ser buenos conocedores de las nuevas aplicaciones informáticas en materia
de formación para así dotar de más posibilidades y facilidades a los estudiantes para lograr
sus objetivos académicos. Comparto plenamente con la Consejera de Educación de la
Generalitat de Catalunya, cuando afirma que los docentes deben destinar más recursos
atencionales en enseñar a aprender para que los estudiantes sean más autosuficientes en una
tarea ineludible a lo largo de la vida si uno quiere prestar un buen servicio a la sociedad.
Finalmente me gustaría decir que aunque es cierto que muchas universidades deben revisar
sus planes de formación para adaptarlos a las demandas sociales y económicas de su
territorio, también los estudiantes deben ser conscientes que ellos tienen la responsabilidad
de crear y construir un futuro mejor participando en la aplicación de sus conocimientos en
la realidad.
Educando y educador: Observaciones
desde una perspectiva socio-pedagógica
Sara Fernández Puerto, profesora del Departamento de Recursos Turísticos de ESMA
Escuela universitaria
06/06/2005
-El modelo al que todo hombre de talento debe aspirar, y en el que todo hombre de
talento se debe inspirar, es el de “Hombre Universal”: “La Persona” que atraída por el
mundo, construye a su vez el mundo—y para ello -El “hombre moderno” ha de romper
los límites que compartimentan en dos esferas radicalmente opuestas “la Teoría” y “la
Práctica” pues ambas se alimentan mutuamente... Y no existe obra bien hecha sin un
aporte intelectual y científico que la sostenga, ni una mecánica que la ejecute-
(Inspirado en Leonardo Da Vinci)

Los estudios sociológicos realizados en los últimos años nos constatan que hemos
traspasado los lindes de una sociedad industrial para afincarnos en el seno de una sociedad
postindustrial plena. En este tránsito se han producido avances, pero también han surgido
dificultades y paradojas. Son ejemplos cotidianos de las últimas el incremento simultáneo
que experimentan las dualidades: tecnología / paro, aumento del ocio / devaluación del
trabajo, progreso material / carencias educativas, tolerancia intercultural / aumento de los
radicalismos, autonomía individual / burocratización excesiva en el trabajo y las relaciones
con las instituciones... No podemos permanecer ajenos, especialmente los educadores, ante
las constantes positivas y negativas que la nueva sociedad nos depara, convivimos con ellas
y hemos de “ preparar” y “prepararnos” para afrontarlas.

-El mundo moderno es dinámico, es movimiento; pero la realidad requiere la creación de


un espacio comunicativo cromático a la vez que armónico y sinérgico-
(Inspirado en Robert Delaunay)

Los resultados de las encuestas del Eurobarómetro, realizadas entre jóvenes de 15 y 24


años de los 15 países que formaban hasta ahora la UE (más próximos a nuestras
condiciones de vida que los recientemente incorporados) configuran un “retrato genérico”
de alumno, del que podríamos destacar:
• El joven europeo comunitario tiene una marcada concepción utilitaria del estudio y
del trabajo (45%). Le interesa sobre todo la remuneración económica, por encima de
la vocación.
• Su primera preocupación es encontrar trabajo, muy por encima de preocupaciones
medioambientales o de justicia social (desideologización).

• El interés en la adquisición de conocimientos culturales o la formación educativa


(cuarto lugar) ocupa una posición inferior a la del interés que le despiertan las
nuevas tecnologías (tercer lugar).

• El joven europeo comunitario es una persona propensa a un estilo de vida


individual, poco inclinada a realizar actividades asociativas o humanitarias
desinteresadas.

• Presenta un “sentido acomodaticio” muy marcado, dependiente de la familia (que


no le pide en contraprestación obediencia, eliminando así probables brotes de
conflictividad) y poco dado al “esfuerzo” sin frutos inmediatos.

• Es un gran consumidor, pero a medida que madura, deja de ser un consumidor


compulsivo y se convierte en un consumidor reflexivo: conoce las posibilidades del
mercado, sabe que la oferta es casi siempre superior a la demanda, sabe negociar,
tiene un marcado sentimiento de “consumidor con derechos” y es bastante inmune a
la publicidad directa (ha desarrollado frente a la misma mecanismos de defensa).
Las adquisiciones de productos o servicios obedecen a hábitos de grupo y sociales
(modas, posicionamiento, diferenciación, autorrealización...) y son evaluadas por su
utilidad, ya sea la que emana del producto central o de los valores añadidos
(producto periférico).

No es difícil concluir, teniendo en cuenta todo lo hasta ahora observado, que el cultivo del
positivismo radical (utilitarismo, pragmatismo, productivismo) ha conducido a la sociedad
postindustrial europea a sobrevalorar la preponderancia otorgada a la esfera económica
sobre los demás ámbitos de la vida y la actividad humana. El proceso ha venido
acompañado de la desideologización como fenómeno general (Bell), la dispersión y el
fraccionamiento de las actividades humanas como producto resultante de la especialización
de las ciencias y del pluralismo relativista (Fourastié), el aumento del permisivismo
axiológico y actitudinal (Falcón), o la complejidad social y la insensibilización frente a los
males alienos que la acompaña.

-Espontaneidad o reflexión, sensualidad o austeridad, serenidad o arrebato: Las


herramientas de la comunicación son múltiples. Su éxito estriba en la combinación
lúcida de formas e ideas y la claridad final del mensaje— (Inspirado en Pablo Ruiz
Picasso)
Mas -Nada es funcional si no se integra con coherencia entre los objetos que le rodean-
(Inspirado en Juan Gris)

¿Frente a esta situación que puede ofrecer el docente? Entre otros aspectos, pensamos que:

• Ofrecer criterios para generar la autoevaluación crítica del equipaje cognoscitivo y


actitudinal de los alumnos que cursan estudios, con independencia de su índole
(obligatorios, postobligatorios, universitarios, especializados...).

• Analizar los factores dominantes en las actividades y hábitos de estudio personales


y grupales, para encauzarlos o apoyarlos convenientemente.

• Estudiar la incidencia que, una vez determinados estos factores, puede ejercer la
tarea docente para mejorar la acción educativa en general y el rendimiento
académico en particular.

Paralelamente y en sintonía con los informes procedentes de la Comisión Delors para la


UE (Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI), consideramos que
asumirlos es loable, pero solo posible si usamos procedimientos educativos significativos
para el alumno y correctos éticamente:

• La educación es una tarea o “un saber hacer” en torno al “crecimiento integral del
ser humano”. La educación tiene, por tanto, una dimensión poliédrica: ético-
cultural, científico-técnica y económico-social. Quien ha de comenzar esta tarea es
la familia. La educación escolar, universitaria, postuniversitaria o permanente ha de
afianzarla.

• Es necesario diversificar los tipos de estudio, a fin de sacar el mayor provecho de


las capacidades de cada uno. Pero ha de haber “lugares comunes de encuentro”
(interdisciplinariedad) que garanticen una formación sólida, y “puentes” que puedan
corregir errores de orientación. La diversificación se ha de hacer efectiva en los
estudios postsecundarios y también en los universitarios, con una duración de dos a
cuatro años.
• Toda reforma educativa y todo programa educativo no ha de ser ni demasiado
radical, ni demasiado retórico, ni demasiado fácil. Lo primero desequilibraría o
generaría angustia, lo segundo sería más pretencioso que operativo y lo tercero no
crearía hábitos correctos y disminuiría capacidades.

• El educando ha de ser educado en el esfuerzo, la atención y la voluntad, nunca en la


arbitrariedad ni en el capricho. Bondad y disciplina racional no son antónimos. El
mundo de la educación no es comparable a un mercado que se regula
exclusivamente mediante mecanismos de compra-venta / oferta-demanda. Existe
una responsabilidad social-cultural-ética elevada en su funcionamiento. Enseñar una
materia de estudio no es equiparable a venderla.

Finalmente, proponemos, no sin ser conscientes de nuestros intereses económicos y de


nuestras limitaciones humanas, no caer en los “errores” educativos que genera “lo
acomodaticio”, sino ahondar en las inherentes posibilidades del aprendizaje. Para ello sería
encomiable cultivar las virtudes de una educación comprometida (analítico-reflexiva) y
creativa, fundamentada en unos estudios no dogmáticos, pero sí bien estructurados y
sistemáticos. La utilidad del aprendizaje emergerá entonces como una consecuencia natural
del proceso, y su aplicación en la vida cotidiana tendrá efectos individuales, sociales y
culturales remarcables y duraderos.
¿Profesionales de la docencia o super
docentes?
Pilar Cámara, psicóloga y filósofa, máster en formación de formadores
06/06/2005
Si hacemos caso a E. Morin (UNESCO: 1999) y nos creemos su reflexión sobre qué
conocimientos son los necesarios en nuestro mundo, los buenos profesores y profesoras
deberían estar imbuidos y saber comunicar una serie de conocimientos de vital importancia
en el mundo contemporáneo. Siguiendo en esa línea, los profesionales de la enseñanza
deberían ser: lúcidos ante el error y el falso conocimiento, sensibles a lo local y a lo global,
capaces de enseñar la condición humana y la identidad terrestre, gestionar la falta de
certezas, promotores de la comprensión y la tolerancia y además, adoptar una ética en la
que se conjuguen equilibradamente los conceptos de individuo, sociedad y especie.

Si a todo lo anterior, le añadimos: el poseer un nivel, cada vez más alto, de conocimientos
en tecnologías de la comunicación y de la información, el dominio de algún idioma que no
sea el propio, preferentemente el inglés y no olvidemos las habilidades sociales para
gestionar conflictos así como, amplias dosis de inteligencia emocional; quedan más que
claros cuáles son los retos, a los que los “super docentes” del siglo XXI se enfrentan cada
día.

Pero el reto de un alto nivel de formación no es el mayor reto al que se enfrentan, cada día,
dichos “super docentes”. El mayor reto son sus alumnos. Unos alumnos, que viven
inmersos en un mundo audiovisual de creatividad sin límites y que son poco amigos del
silencio. Son los alumnos del siglo XXI, que cautivos y cautivados, viven en un mundo de
imagen y sonido y constantemente bombardeados por informaciones, en ocasiones
contradictorias, a un ritmo trepidante. Debido a ello, entran con dificultad, cada vez mayor,
en un mundo de conocimientos que requiere silencio, análisis, reflexión y abstracción y, en
más de un momento, lectura y escritura.

Todo lo dicho añade, continuamente, nuevos desafíos al cuerpo docente para los que, en la
mayoría de los casos, la formación continua se ha convertido en su tabla de salvación. He
aquí otra característica más a añadir al perfil de los “super docentes”: saber aprender a
aprender y hacerlo durante toda la vida siempre que sea necesario.

Ante tantos requisitos, me pregunto, si una vez adquiridos tantos conocimientos ¿no seguirá
siendo suficiente para ser buenos docentes el ser personas flexibles, pacientes y con una
sólida estructura interior?
Hacia un nuevo perfil del docente
universitario
Alfonso Palazón, Director de Estudios de la Universidad Católica San Antonio de Murcia
06/06/2005
El perfil del profesorado universitario ha estado muy relacionado, a través de la historia,
con el modelo de universidad imperante del momento, (medieval, napoleónico,
investigador-alemán).

El docente guiará su magisterio en función de lo que García Morente llama modelos


subyacentes de profesor-alumno: el modelo docente, tiene como característica principal, la
transmisión del saber como algo dado y cerrado ( memorismo, apuntes en clase, examen
como único método de evaluación en clase, etc.).

Por otro lado el modelo investigador, ha puesto de relevancia que la gran importancia del
proceso, estaría en la creación de conocimiento innovador, productivo, donde transmitir lo
último sería verdaderamente lo importante y significativo en el rol del profesorado; la
investigación sería la “niña bonita” y la docencia la “ carga”, que de alguna manera hay que
evitar, olvidando de paso tal vez, que la universidad no existiría sin el alumno.

Entre estas dos situaciones se ha movido en gran parte la universidad española.

Las directrices europeas, fundamentalmente la declaración de Bolonia, marcan las


directrices educativas para converger con Europa en educación superior universitaria.

Modelo educativo

Detrás de todo esto se propone un nuevo modelo en educación, el de las universidades


anglosajonas. El alumno es el centro de la acción docente: la evaluación de su trabajo, sus
horas de estudio, de prácticas, trabajos en grupo, tutorías, serán el eje de actuación con el
alumno, quedando así relegado a un segundo plano la figura del profesor, pasando a ser un
guía, orientador en la información relevante y en la búsqueda de bibliografías relacionadas
con el estudio pertinente; todo esto implica la presencialidad y la implicación en su propio
proceso educativo por parte del alumno.

Hay una constante búsqueda de la excelencia y de la cultura de la calidad a través de la


evaluación, entre ellas la del profesorado, indicadores en producción científica, tasas
académicas: rendimiento, no presentados, éxito, así como la consideración del buen hacer
docente a través de la opinión de los alumnos, guías docentes, etc.

La unificación de los estudios en grado, postgrado y doctorado, conforman el horizonte


formativo de nuestros estudiantes universitarios. Los estudios de grado, están enfocados
para una rápida inserción laboral en el mercado de trabajo, con la consiguiente formación
en habilidades y destrezas básicas que preparen para una profesión.
Sistema de grado

No son pocas las voces que se levantan contra este sistema de grado, tachándolo de
mercantilista y utilitarista, pues dejan de lado, la formación en humanidades y valores
éticos en la profesión, tan necesarios en un mundo tan paganizado y falto de sentimientos
profundos; no hay educación integral y personificante sin valores esenciales, que hacen ser
persona al educando. La competitividad y el éxito no debe ser un fin en sí mismo.

Desde esta declaración europea se pide al docente el desarrollo en el alumno de unas


capacidades genéricas: personales, instrumentales e interpersonales, así como el logro en
habilidades y destrezas profesionales que conformen su buen hacer profesional en un futuro
inmediato.

Estamos pues ante un supuesto perfil europeísta del profesorado, marcado desde fuera en su
práctica docente, este profesional requerido, sería un buen conocedor de las metodologías y
didácticas activas ( aprendizaje basado en problemas, aprender a aprender, dinámicas de
grupo, acción tutorial, liderazgo etc.).

Un mundo tan cambiante, con conocimientos tan poco duraderos, y una necesidad de estar
en continua formación, unido al hecho de la necesidad de conocer y practicar metodologías
psicopedagógicas además de atender prácticas profesionales, cuando la realidad es que
muchos de nuestros profesores, no han pasado en su experiencia profesional por una
empresa, ¿Cómo no va a producir inseguridad y ansiedad, este perfil profesional?

Reto docente

Mucho tendrán que cambiar los docentes y nuestras universidades, para lograr tales
objetivos, grandes dosis de conformismo, ilusión y formación para llevar a cabo tan ardua
tarea.

El perfil del universitario, viene condicionado por un devenir histórico, marcado por el
modelo educativo, institucional, legislativo y social del proceso docente.

Su rol vendrá enmarcado en un modelo sistémico e interdisciplinar, donde la docencia, la


investigación, su saber, saber hacer y querer hacer conformarán su acción educativa.
El docente en la universidad: ¿Cómo
enseñar cuando no te han enseñado a
hacerlo?
Ocaña Moral, Mª. T., Profesora del área de Didáctica de
las Ciencias Experimentales, Universidad de Jaén.
Quijano López, R., Profesora del área de Didáctica
de las Ciencias Experimentales, Universidad de
Jaén. Pérez Ferra, M., Profesor del área de
Didáctica y Organización Escolar, Universidad de
Jaén. Vida Sagrista, L.C., Investigador del área de
Didáctica de las Ciencias Experimentales,
Universidad de Jaén.
Ocaña Moral, Mª. T.; Quijano López, R.; Pérez Ferra, M.; Vida Sagrista, L.C.;
Universidad de Jaén

06/06/2005

1.- INTRODUCCIÓN

En el momento actual se están produciendo gran cantidad de cambios en el


sistema educativo que, lógicamente afectan tanto a docentes como a
discentes. No obstante, y para paliar los posibles (y reales) problemas que esta
situación conlleva, las autoridades pertinentes han puesto en marcha una gran
cantidad de programas que permiten la formación continua del profesorado,
con el fin de adecuar los conocimientos tanto en materia de contenidos, de
nuevas tecnologías e incluso curriculares de los profesores a la realidad social
en la que vivimos.

No obstante, el tema sobre el que reflexionamos se halla anclado en la realidad


universitaria desde tiempos inmemoriales: Un maestro a lo largo de su proceso
de formación debe aprender los contenidos que ha de enseñar y -nadie osaría
ponerlo en duda- también ha de adquirir las destrezas metodológicas que le
permitan transmitir esos conocimientos de la manera más adecuada en función
de las variables que afecten al proceso de enseñanza-aprendizaje en cada
momento determinado. En cambio, el profesor universitario, es un profesional
con un alto nivel de conocimientos teóricos (y/o prácticos) acerca de su
materia pero que, en general, posee una formación muy escasa (o incluso nula)
sobre cómo hacer llegar de manera significativa esos conocimientos a sus
alumnos, lo que, lógicamente, genera graves problemas en el proceso de
enseñanza-aprendizaje, que acaban viéndose reflejados en los resultados de la
evaluación.

Vamos a intentar profundizar en este tema, basándonos fundamentalmente en


las observaciones realizadas sobre el trabajo diario de profesores universitarios
de ciencias, que es el campo de nuestra especialidad.

2.- DESARROLLO

Los conceptos de Didáctica y Comunicación están tan estrechamente ligados


que difícilmente podrían subsistir de manera independiente (Saenz, 1994). El
problema surge cuando el profesor es incapaz de realizar su trabajo,
simplemente porque no lo conoce; es decir, las carencias y errores que
evidencia el profesorado universitario en el ejercicio de su labor docente, no
son el resultado de incapacidades esenciales, sino del desconocimiento de “los
conocimientos y destrezas que necesitan poseer los profesores de ciencias”
(Hewson y Hewson, 1998) para construir de manera apropiada el proceso de
enseñanza-aprendizaje.

Esto es, el docente universitario estándar (si nos permiten llamarlo así), posee
unos extensos conocimientos acerca de su materia, pero es incapaz de
comunicarlos de manera efectiva a sus alumnos, lo cual provoca que no se
produzcan aprendizajes significativos por parte de los discentes, ya que el
profesor no ejerce su papel de mediador en el acto didáctico.

Se ha demostrado que el proceso de enseñanza-aprendizaje se realiza de


manera efectiva cuando se establece una mediación por parte del profesor
entre el sujeto de aprendizaje y el objeto de conocimiento. Pero ¿qué ocurre si
el profesor es incapaz de realizar esa labor de mediación?. No quisiéramos ser
negativos, ni dar opiniones sesgadas, pero sólo tenemos que repasar los
resultados académicos de los estudiantes de los primeros cursos de las
carreras de ciencias y sabremos a que atenernos.

Ante esta situación, podemos ignorar el problema y seguir como hasta ahora,
lo que supondría un claro problema a la comunidad universitaria que pretende
afrontar con éxito los retos planteados en la Declaración de Bolonia; o
plantearnos la necesidad de formar a los –ya- profesores, en Didáctica,
haciéndoles comprender los beneficios que un correcto conocimiento de las
metodologías didácticas pueden aportar a la hora enfrentar con éxito el
proceso de enseñanza-aprendizaje.

Para ello, habremos de comenzar analizando las ideas previas del profesorado
y las falsas creencias que sobre la docencia imperan en el sector docente
universitario, comenzando por la disociación que de los términos “formación
del profesorado” y “desarrollo profesional” se ha venido realizando
históricamente, hasta llegar al “proceso de evaluación” que es, quizás, uno de
los procesos de enseñanza-aprendizaje donde más necesario es el cambio
didáctico.

Tal y como indican Pérez y Gimeno (1988), la actuación del profesor se


encuentra condicionada por su idiosincrasia, su pensamiento y su desarrollo
personal. Es por ello, que han surgido diversas investigaciones que
fundamentan el conocimiento que deberían poseer los profesores, en Didáctica
de las Ciencias Experimentales, como profesionales de la docencia que son.

Estos estudios establecen el siguiente perfil para el docente actual (Perales y


Cañal, 2000):

• El profesor debe conocer en profundidad la materia que imparte.

• El profesor debe estar abierto a la innovación didáctica y comprender la


importancia de la metodología para la realización de su labor docente.

• El profesor debe poseer conocimientos fundamentados sobre el


aprendizaje de las ciencias.

• El profesor debe conocer los criterios de selección y secuenciación de


contenidos aplicables a su materia.

• El profesor debe conocer procedimientos que le permitan planificar su


proceso de enseñanza.

• El profesor debe ser capaz de dirigir las actividades de los alumnos en el


aula (y fuera de ella, tutorías, trabajos…).
• El profesor debe adoptar una perspectiva formativa de la evaluación,
concibiéndola más como un instrumento de aprendizaje que como una
mera repetición de los contenidos expuestos en clase.

• El profesor debe ser capaz de investigar e innovar didácticamente,


utilizando los recursos obtenidos de este feed-back para mejorar el
proceso de enseñanza-aprendizaje.

• El profesor debe ser capaz de desarrollar actitudes y prácticas docentes


más colaborativas, críticas y autónomas.

• Por último, el profesor debe ser capaz de cambiar sus concepciones y


prácticas docentes sin aferrarse a falsos dogmatismos.

CONCLUSIONES

Nuestras observaciones nos han llevado a la conclusión, de que el principal


problema con el que se encuentra el profesor universitario no es tanto su
desconocimiento de las prácticas docentes, sino que se halla aferrado a unas
falsas creencias sobre la Didáctica y su aplicabilidad, que le impiden usarla
como la herramienta útil y necesaria para la práctica docente que, en realidad
es.

Por lo tanto, consideramos imprescindible la creación de programas de


formación, tanto para el profesorado en ejercicio, como para el de nueva
incorporación, que les acerquen y ayuden a comprender las distintas
metodologías didácticas, sus usos, aplicaciones y los beneficios que reportan al
proceso de enseñanza-aprendizaje que, en última instancia, es en lo que
consiste su labor como docentes.

BIBLIOGRAFÍA

- GIL, D. Y OTROS. (2001). “Formación del profesorado de las ciencias y la


matemática”. Popular. Madrid
- HEWSON, P. y HEWSON, M (1988) “On aproppiate conception of teaching
science: a view from studies of science learning”, Science Education, 72 (5),
597-614.
- JIMENEZ ALEIXANDRE, M. P. (2003). “Enseñar ciencias”. Graó. Barcelona
- PERALES, J. y CAÑAL, P. (2000). “Didáctica de las ciencias experimentales”.
Marfil. Alcoy
- PÉREZ, A. y GIMENO, J. (1988) “Pensamiento y acción en el profesor: de los
estudios sobre planificación al pensamiento práctico”. Infancia y aprendizaje.
42 (23), 37-63
- SAÉNZ BARRIO, O. (1994). “Didáctica general. Un enfoque curricular”. Marfil.
Alcoy

Unas reflexiones sobre los “ingredientes


perfectos” de la formación
Mauro Ponzè, Vice Director del Istituto Europeo di Design Barcelona
06/06/2005
Hace unos años en Milán, durante una reunión entre varios docentes, se discutía sobre el
planteamiento didáctico de un Master en el cual se pretendía concentrar esos “ingredientes
perfectos” para formar docentes eficaces y actualizados…

Un objetivo expresado de forma tan general, provocó un animado e intenso debate sobre los
grandes interrogantes de los procesos pedagógicos y sobre la precariedad y la validez
contingente de las soluciones adoptadas.

¿Cómo se genera la capacidad y la actitud de una persona para que sienta la necesidad de
aumentar sus conocimientos, sistematizarlos, organizarlos y aplicarlos de forma útil para sí
mismo y para su entorno? ¿Cómo ha de interactuar un formador para que emerjan los
déficit y los potenciales de los destinatarios de su actividad de formación? ¿Cuáles son las
técnicas y las herramientas más apropiadas para comunicar eficazmente? ¿Cómo se pueden
evaluar el proceso y los resultados de una experiencia formativa?

La actualidad de estos interrogantes sigue siendo de primer nivel en cualquier sociedad, ya


sea moderna o en vía de desarrollo.

De las múltiples consideraciones que se podrían hacer sobre estas cuestiones me limito a
evidenciar sintéticamente que las posibilidades de encontrar soluciones realmente eficaces
dependen de una serie de requisitos de base que, a mi modo de ver, se deben cumplir tanto
en la fase de programación de la actividad de formación como en el momento de su
erogación:

Plantear y promover la interdisciplinariedad de los procesos formativos: en contextos


de producciones progresivamente más especializados asumen más importancia las
capacidades de gestionar procesos que el dominio de las técnicas y/o de las herramientas
para desarrollar materialmente cada una de las fases que lo constituyen. En este sentido, la
actividad de formación debería privilegiar constantemente todas esas experiencias en las
cuales el alumno entienda la complejidad de un proyecto y sepa como organizar los
recursos para solucionarlo. En otras palabras, se deben crear las condiciones para que exista
interrelación entre las distintas aportaciones de los docentes implicados en un proyecto
formativo, favoreciendo momentos de confrontación conjunta entre éstos y los alumnos. La
interdisciplinariedad de los puntos de vista ofrecidos contribuye a madurar una mayor
conciencia de las implicaciones y de las consecuencias que están detrás de una idea y de su
desarrollo.

Plantear una o más experiencias aplicadas: el elemento que permite, probablemente


mejor que ninguno, dar concreción y finalidades prácticas a un proceso de aprendizaje es el
desarrollo de un proyecto o de una ejercitación estructurada, en el cual el alumno ha de dar
respuestas creativas, justificadas, coherentes y eficaces respeto a la problemática planteada.
Las ventajas pedagógicas de una experiencia de proyecto, individual o en equipo, son
múltiples: mejora la capacidad creativa e imaginativa de una persona, favorece la
identificación de sus potencialidades y calidades, estimula la confrontación, favorece la
maduración de una metodología organizada de trabajo.

Elegir como formadores “ciudadanos del mundo”: es un hecho cada vez más evidente
que la multiculturalidad de las sociedades moderna es un fenómeno que está todavía en sus
primeros años de manifestación. El formador tiene el deber de madurar la capacidad
empática para dialogar e interactuar simultáneamente con representantes de varios
contextos culturales. Debe encontrar bases comunes de entendimiento y a la vez valorizar
las diferencias entre grupos étnicos. La confrontación y el diálogo, a pesar de sus
dificultades, han de ser utilizados como elementos enriquecedores de los procesos
formativos y no como base de discriminación de sus protagonistas o de limitación de sus
potencialidades.

Promover la actitud hacia la investigación y el autoaprendizaje: poner como límites a la


formación el lugar donde se imparte (escuela, universidad, instituto o centro), o el período
de duración de un curso o, aún peor, a los momentos de ejercitación, significa perder
grandes oportunidades de profundizar y consolidar los conocimientos teóricos y las técnicas
transmitidos. El formador ha de implicarse en alimentar constantemente la curiosidad de
sus alumnos y debe estimularlos para que maduren una actitud crítica sobre lo que estudian
y motivaciones para actualizar las competencias en el tiempo.

Dominar herramientas y técnicas de presentación y de comunicación en aula: la


evolución más reciente de los soportes multimedia, tanto hard como soft, ha aumentado
exponencialmente las modalidades de presentación de los contenidos educativos. Saber
gestionar estas herramientas es un objetivo que el formador debe perseguir para capturar la
atención de sus alumnos y estimularlos a interactuar. La eficaz utilización de determinados
medios (en particular, audiovisuales o presentaciones interactivas) favorece además el
“acercamiento” entre códigos interpretativos y lenguajes diferentes.

Estas consideraciones de carácter general, como dicho anteriormente, representan sólo


algunas de las posibles que, en la organización y en el desarrollo de una actividad
formativa, se deberían perfeccionar. El proceso de revisión de las propuestas formativas, se
renueva periódicamente alimentándose de los cambios que se producen en las sociedades y
de las modificaciones que las mismas actividades formativas producen.

Por lo tanto, la conexión entre el contexto formativo y la realidad profesional o más bien la
sociedad en general, crea las condiciones para que se perfeccionen los contenidos y las
metodologías pedagógicas utilizadas para transmitirlos. La actitud crítica hacia, sobre,
cómo y qué se propone durante una actividad de formación, es el verdadero punto de
partida para que el sector y sus protagonistas puedan evolucionar de forma coherente con el
contexto.

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