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Cómo se financia el partido de la fe católica

Por:
Eduardo Blaustein
eblaustein@miradasalsur.com

Personalidades tan destacadas como el cardenal Jorge Bergoglio (izq.) o el arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, no pagan ningún tipo
de impuestos ni aportes jubilatorios. (TELAM)
OTRAS NOTAS

• Escuelas religiosas porteñas privilegiadas


Aunque la Ciudad de Buenos Aires tiene una mayor incidencia en la presencia de colegios privados y confesionales en
relación con el promedio del país, lo que sucede en el distrito capitalino, particularmente a partir de la gestión de Mauricio
Macri, constituye un indicio revelador a la hora de discutir si el Estado debe sostener el funcionamiento de escuelas
religiosas, no sólo católicas.

• Escuelas porteñas en crisis edilicia


No tenemos gas, apenas unos caloventores que no podemos encender porque salta la térmica. No podemos dar clase por el
frío. ¿Nos pueden ayudar?”. El mensaje de auxilio, tan sucinto como desesperado, llegó a última hora del jueves pasado, vía
e-mail, a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. Lo remitían desde la escuela Carlos Vaz Ferreira del barrio de Flores.
Denuncias como éstas llegan a diario al área de Educación del organismo que ya registró 56 establecimientos educativos
con problemas de calefacción, en las puertas del invierno.

• Los planes de la oposición en el Congreso para desfinanciar al Estado


Si la oposición en el Congreso consigue sancionar en este período parlamentario los proyectos de ley que modifican la
recaudación y financiación prevista para este año, el Estado nacional quedará desfinanciado en 100 mil millones de pesos.
Esta realidad presupuestaria será completamente diferente a la aprobada por los legisladores para el ejercicio vigente.

• La movilidad comenzó al incluir a todos


El conglomerado opositor logró sacar el dictamen para que se trate en la Cámara de Diputados los diferentes proyectos que
proponen llevar la jubilación mínima a un 82 por ciento móvil. A partir de ahí, se instaló un debate acerca de si existen o no
los fondos para financiar ese aumento.

• Cuando el Diablo mete la cola


Fortunato Mallimaci, sociólogo especialista en religión, habló sobre el comportamiento histórico de los políticos en su
recurrencia a pedir apoyo al Episcopado y del poder de la Iglesia, gracias a la simbología que maneja con la sociedad.
Afirmó que la oposición recurre a Bergoglio, porque considera que por si sola no tiene suficiente fuerza. Para el filósofo y ex
sacerdote Rubén Dri, el arzobispo de Buenos Aires articula al arco opositor porque se opone a un Estado laico y progresista,
que avance en temas controvertidos que el catolicismo considera de su exclusividad, por revelación divina.

• Deshielo clerical en Cuba


RAÚL CASTRO REANUDÓ, EN UN GESTO INÉDITO, EL DIÁLOGO POLÍTICO CON LA JERARQUÍA DE LA IGLESIA
CATÓLICA CARIBEÑA

Los diferentes fondos públicos con que cuenta el culto católico para su funcionamiento
en el país superan los 2.500 millones de pesos anuales.
Tras la sanción de la ley de matrimonio igualitario, durísimo golpe contra la presunta autoridad
espiritual de la Iglesia sobre los asuntos terrenales de los argentinos, el tema del dinero invertido por
el Estado en el sostenimiento del culto católico y/o en su inmenso sistema de colegios confesionales
es una discusión que aguarda algún escenario mediato. Con dos mil años de comunicación y
propaganda a cuestas las autoridades eclesiásticas tienen perfecta conciencia del asunto. De hecho
se vienen anticipando al debate con cálculos como el que todavía hoy pueden leerse en la web del
Plan Compartir de la Conferencia Episcopal Argentina, en la que se asegura que en 2007 el Estado
dedicaba “una partida de sólo 17.323.913 pesos” para el sostenimiento de la Iglesia, lo cual apenas
“representa el 0,014% del total del Presupuesto Nacional”. Así como los documentos de trabajo
eclesiales llegaron a sostener más o menos que los homosexuales son proclives a convertirse en
hombres lobo, el número es un recorte falaz. En 2010, el dinero derivado al sostenimiento de la
Iglesia se incrementó a 35.868.353 pesos. Pero esa cifra es ínfima si se toman en cuenta el dinero
estatal que van a las escuelas confesionales, hasta redondear un monto estimable en bastante más
de 2.500 millones de pesos anuales.
Consultado por Miradas al Sur , Guillermo Olivieri, titular de la Secretaría de Culto de la Nación –
organismo responsable de pagar el sueldo de los religiosos– informa que la partida que recibe esa
cartera del Presupuesto nacional asciende a 32 millones de pesos anuales. Desde el sitio oficial de
esta Secretaría, se informa que se asignan “por medio de sus diócesis y otros organismos, en
concepto de sostenimiento del culto que incluye la colaboración económica para visitas ad limina ,
sínodos, conferencias regionales y viajes en cumplimiento de acciones pastorales”. También se
destinan a una red de “437 institutos de vida consagrada inscriptos, que actúan a través de 4.500
casas y obras apostólicas existentes en todo el país”.
En el desagregado sobre el destino de esos fondos se hace mención a “Asistencia Financiera/Culto
Católico”, dinero que va a 122 arzobispos y obispos, 1.600 seminaristas y 640 sacerdotes. El sueldo
de un arzobispo, actualmente es de 8.200 pesos. Sin embargo, Olivieri precisa que “debería
ascender a 13.000 pesos”, por ser el equivalente al 70 por ciento de un juez nacional de primera
instancia. Sin embargo, los purpurados, amén de sus discursos en torno de la equidad y los pobres,
no pagan impuestos, no tienen cargas sociales, no aportan a Ganancias ni a la jubilación.
Jorge Horacio Gentile, un ex diputado demócrata cristiano y docente de las universidades Nacional y
Católica de Córdoba, explica que los dineros del Estado van también a parroquias de frontera o
zonas desfavorables, a jubilaciones graciables para sacerdotes (las pueden cobrar Antonio
Basseotto, Christian Von Vernich o Juan Carlos Maccarone, el obispo echado de Santiago del
Estero presuntamente por sostener relaciones non sanctas para la Iglesia), o a pasajes para
obispos, sacerdotes y agentes pastorales. En cuanto a los curas de parroquias, el secretario de
Culto de la Nación aclara que no cobran, excepto los de frontera.
Lo poderosamente llamativo es que la asignación de estas partidas deviene de tiempos en los que
reinaba la paz social, primaban el diálogo y el consenso. Todas y cada una de las normas
relacionadas con los sueldos clericales nacieron de “acuerdos con la Santa Sede” y de leyes
surgidas en tiempos dictatoriales: de la Revolución Libertadora al Onganiato y, de allí, al Proceso.
Sólo durante la última dictadura fue que se sancionó la Ley 21.540 en 1977 –que fija las
asignaciones mensuales vitalicias a arzobispos, obispos y auxiliares eméritos–, además de otras…
¡Siete! leyes que ampliaron el número de curas e instituciones confesionales beneficiadas.
Pero más allá del andamiaje legal que supo conseguir, la jerarquía eclesiástica cita como argumento
de base para justificar los fondos que eroga el Estado para solventar su funcionamiento en el
artículo 2º de la Constitución Nacional: “El Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico
romano”.

Recursos pesados. Como se dijo más arriba, lo abrumadoramente sustancial de lo que el Estado
invierte en el sostenimiento de la Iglesia no pasa por los casi 36 millones derivados por el Ministerio
de Relaciones Exteriores y Culto (35 millones de pesos fue la primera partida que destinó el
Gobierno Nacional en 2009 para financiar un programa de protección de los bosques nativos en las
provincias; igual suma invirtió el gobierno de Santa Fe para repavimentar un tramo de la Ruta 4 y
construir un nuevo puente sobre el Salado), sino por los miles de millones que van a escuelas
confesionales. Desde que en los ’90 se descentralizaron (mal) los recursos, el Ministerio de
Educación de la Nación no destina recursos con eventuales destinos a “privada o pública”. Los
fondos van a las provincias y éstas deciden su distribución. Hoy, el presupuesto total del Ministerio
de Educación es de $17.514 millones (20 mil millones si se incluyen otros programas de gobierno
que involucran a las FF.AA. o la construcción de escuelas). A esto se suma la cifra que este año
invertirán las provincias: 64 mil millones, de los cuales cerca del 10 por ciento son transferencias a la
educación privada.
Cuánto de ese sector de la educación privada representa a las confesionales es un rompecabezas
complejo de armar. Pero hay pistas evidentes que permiten rehacer un mapa cercano al real. De
acuerdo al relevamiento oficial de 2008, en todo el país existen 9.114 establecimientos escolares
privados de los niveles inicial, primario y secundario. De ese total, 3.638 son confesionales, 3.220 no
lo son y queda un número de 2.256 establecimientos “sin información”. Si se aplicara una proyección
prudente acerca de cuánto de ese 11 por ciento de los 53 mil millones transferidos a la educación
privada va a las confesionales, la cifra superaría largamente los 2.000 millones de pesos anuales
destinados a colegios religiosos, fundamentalmente para pagar salarios. A ese número hay que
añadir un 15 por ciento de lo que el Estado destina a través del Fondo de Incentivo Docente y
Compensación salarial –cuyo total es de 3.000 millones de pesos–, que implican 450 millones más.
Como en tantas áreas, ni desde el Estado ni desde la investigación académica abundan cifras
definitivas, ciertas y precisas sobre este tema que tradicionalmente incomoda a los funcionarios,
incluso a los más progresistas. Hace un par de años Horacio Verbitsky publicó una investigación en
la que decía que “la aproximación más confiable indica que el sistema privado consume el 13,5 por
ciento de todos los recursos estatales para educación, que en 2006 ascendieron a 24.500 millones
de pesos, y la confesional más de la mitad de ese monto, el 7,5 por ciento del total, es decir 1.837
millones de pesos”.
No sólo en términos nominales o por el crecimiento de la inversión educativa a escala nacional,
parecería que la cifra actualizada es bastante mayor, hasta superar los 2.500 millones. Más pistas
para intentar armar el rompecabezas son las que pueden tomarse de dos distritos tan importantes
como el de la provincia de Buenos Aires y el de la Capital (ver subnota en estas páginas). En la
Provincia existen poco más de 5.000 escuelas privadas, de las que 1.452 son confesionales y, de
nuevo, 1.954 aparecen como “sin información”. Por lo menos hacia el 2008, más de 2.600 escuelas
recibían el 100 por ciento del subsidio para pagar salarios docentes, 1.315 recibían el 80, y otras
868 entre el 20 y el 80 por ciento. Estos últimos datos son de una investigación de la periodista Nora
Veiras, especializada en el tema educativo. En la gran mayoría de los casos se trataba de escuelas
confesionales.
Hasta aquí no entran a tallar los inmensos dineros privados asociados a la Iglesia ya sea por
colectas, en depósitos bancarios, asociaciones de empresarios cristianos o complejos sojeros, para
lo cual el lector deberá ir a otras páginas de esta edición. Aún así, los números reseñados
demuestran lo forzado del argumento de la Conferencia Episcopal Argentina allí donde se dice que
“el aporte del Estado a la Iglesia representa el 0,014 % del total del Presupuesto Nacional”. O
cuando asegura que “concretamente, el aporte del Estado representa menos del 7% de los ingresos
que tiene la Iglesia argentina”, sin mencionar de dónde proviene el 93% restante de una cifra total
de ingresos no citada.

El pecado Rivadavia. Los defensores del sostenimiento del culto católico con recursos estatales
suelen retroceder casi 200 años de historia argentina para fundamentar el por qué de ese gasto. En
palabras del ex diputado Gentile lo que “aparenta ser un privilegio tiene una razón histórica en la
cuantiosa confiscación de bienes que hizo el Estado a la Iglesia y a las ordenes religiosas” durante
los gobiernos de Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia, hacia 1822.
Dos siglos después, tres países cercanos de la católica América latina (Brasil, Uruguay, Chile) no
sostienen ningún culto. El gobierno de España firmó un acuerdo con la Conferencia Episcopal
Española a través del cual se acabó con la donación directa del Estado y se subieron los aportes
voluntarios del impuesto a las rentas, algo que también se practica en Alemania. Difícilmente pueda
decirse que la Argentina es un país más católico que Chile o España.
Y si se trata del respeto a una identidad religiosa, habrá que tomar las principales conclusiones de la
Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas realizada, entre otros por Fortunato
Malimacci y Juan Cruz Esquivel en 2008 desde el Conicet. “Los datos destacan el pluralismo y la
diversidad presente en el campo religioso, junto con la preservación de una cultura cristiana”, decía
una de las conclusiones centrales de esa encuesta. Lejos de la cifra tirada al bulto de un 85 a 90 por
ciento de católicos practicantes que suele manejar la Iglesia, el estudio hablaba de un 76,5 por
ciento de la población que se define como católica. Pero de ese porcentaje casi dos tercios, el 61,1
por ciento, “se relaciona con Dios por su cuenta” y no a través de la institución eclesial.
Siempre según la encuesta, en la Argentina existe un 9 por ciento de personas que se declaran
evangélicas, mientras que el 11.3 manifiesta ser ateo, agnóstico, o no tener ninguna religión. El 23,3
por ciento no se casó o piensa hacerlo por iglesia. El 76 afirma concurrir “poco o nunca” a los
lugares de culto. Según Malimacci y sus colaboradores, se está “frente a complejos procesos de
desinstitucionalización religiosa y de individuación de las creencias”.
¿Y el pago de los salarios para los obispos y curas? Según el trabajo, sólo es aceptado por el 27 por
ciento de los entrevistados.

Ayuda social. El cálculo realizado en esta nota de los recursos estatales de los que dispone la
IglesIa, no incluyen los aportes de Desarrollo Social, que recibe Cáritas. Sin embargo, no se puede
desconocer el importante trabajo social que desarrollan curas y religiosos con los sectores más
vulnerables. En este punto, según el estudio mencionado anteriormente, la contribución financiera
del Estado a esta tarea tiene un amplio grado de aceptación en la población, que llega al 75 por
ciento.

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