You are on page 1of 104
REE ee DOSSIER DEDICADO A: MILCIADES PENA - DIALEKTICA ha resuelto contribuir en la discusién de la obra de Milciades Pefia. Con este propésito, reproducimos y debatimos uno de sus textos mas polémi- 0s y urticantes: el atticulo “El legado del Bonapartismo: conservadorismo y quie- tismo en Is clase obrera argentina”, originalmente publicado bajo el seudénimo de Gustavo Polit en la revista Fichas N° 3, de setiembre de 1964, mimero dedicado integramente a la clase obrera; y reeditado en 1986, en la recopilacién realizada por Hyspamerica con el titulo Jndustrializacion y clases sociales en la Argentina. En este texto, Pefia intenta analizar la situacién de la clase obrera, trazando un balance de su evolucién politica desde la emergencia del peronismo. Centrado en el periodo posterior al “55, se propoue analizar los intentos desplegados por la izquierda para insertarse en la clase, tratando de encontrar las causas de su fracaso. EI resultado es un articulo cuyo principal mérito 35 afios después (y con esto no queremos adelantar otras conclusiones) es ofrecer una visién de conjunto de la clase obreta, el peronismo y la izquierda, en un periodo clave para entender los acontecimientos de fines de los sesenta y principios de los setenta, y a la vez, sufi- cientemente prolongado y decisivo como para permitir a Pefia proyectar algo mas que un simple andlisis de coyuntura. Como es sabido, la obra de Pefia se ha reinstalado en los medios intelectua- les y académicos a partir de la aparicién del libro de Horacio Tarcus, E! marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milciades Pefta. Tarcus atribuye gran importancia a “El legado del bonapartismo...” en la conversion de Pefia en un pen- sador maldito para las dirigencias de las organizaciones de izquierda, al constituir una poderosa critica politica y metodolégica del proceso que Hevaria a estos grupos izquierdistas a confundir sus deseos con la realidad. El texto representaria el punto més audaz y creativo del marxismo de Pefia, la expresién de su ruptura con las : “jlusiones obreristas del trotskismo vulgar” asi como una poderosa reafirmacién del ] intelectual revolucionario frente a las organizaciones politicas. Los ensayos que componen el dossier cuestionan desde diversos 4ngulos esta perspectiva, ofreciendo al lector no solo un balance critico del texto de Pefta, sino también una apreciacién de conjunto sobre el periodo histérico de que se trata y -en algunos casos- reflexiones sobre las herramienias metodolégicas con las cua- les abordar el estudio de la clase obrera. Milciades Pefia fue uno de los intelectuales mas importantes del marxismo y del pensamiento critico de nuestro pais, que dedicé sus mejores horas a estudiar y 47/DIALEKTICA | INTRODUCCION | re a escribir con la esperanza de ser util a los trabajadores, a los explotados por el capitalismo, a los hombres y mujeres que luchaban y Iuchan por le emancipacién social. Creemos firmemenie que Ja apropiacién critica de sus ideas medianic la discusion democratica y sin concesiones de sus obras es el mejor homenaje que podemos tributarle. EST DANS LARUE 48/DIALEKTICA 5.2. EL LEGADO DEL BONAPARTISMO: CONSERVADORISMO Y QUIETISMO EN LA CLASE OBRERA ARGENTINA Gustavo Polit (Milciades Pefia) (Este articulo fue publicado por primera vez en la Revista Fichas N° 3 de setiembre de 1964, luego fue publicado en una compliacién que leva el titulo Industrializacion y clases sociales en la Argentina, Hyspamérica, Bs. As., 1986, El texto aqui recogido corresponde a la primera version) Dada Ja situacién en que la clase obrera es despojada de sus derechos y/o benefi- cios politicos y sociales la reaccién de la clase puede inscribirse en un continuo que va desde Ja aceptacién silenciosa del nuevo statu quo hasta la accién violenta insurreccional. Desde 1955 Ja clase obre- ra argentina se ha mantenido cerca del polo pasivo de aquel continuo 1. Esquema referencial 1.1. Es sabido que en el estudio de la re- alidad social 1a Hamada imparcialidad desempefia }a funcién de pabellon pro- tector que encubre toda clase de distor- siones tendenciosas. La objetividad, en cambio, constituye un requisito esencial de la investigacién. La cuestién consiste en como alcanzarla, porque el investiga dor no sélo tiene ideas acerca de lo que la realidad es, sino también juicios de va- lor acerca de lo que la realidad debiera ser. Si permanecen subterrineos, ocultos, los juicios de valor impregnan la.inves-~ tigacién ¢ impiden que las observaciones y las inferencias resulten verdaderamente objetivas, todo Io cual puede evitarse explicitando los juicios de valor. Para evitar las distinciones tendenciosas no existe pues otro procedimiento que tomar plena conciencia de los juicios de valor e introducirlos como premisas explicita- mente establecidas, especificas y_sufi- cientemente concretas. Esto es de funda- mental importancia como requisito de la investigacién y constituye, ademas, una técnica de investigacién. 1.2. Al olvidar esos requisitos de la investigacién cientifica, os andlisis iz quierdistas sobre la clase obrera argenti- na, alimentados por el entusiasmo mili- iante tienden sistematicamente a confun- dir Jo que la clase obrera es con lo que los izquierdistas desearian que fuera, en tanto que los andilisis de los socidlogos profesionales, alimentados por un con- servadorismo satisfecho, se inclinan a proclamar que la clase obrera es ahora del tinico modo que puede ser siempre. Por nuestra parte, tratamos de que nuestros juicios de valor no distor- sionen las observaciones y por ello ~ para ello — los hacemos perfectamente expli- citos, Creemos que el proletariado es la clase que tiene mayor probabilidad’ de actuar consecuentemente y hasta el fin DIALEKTICA/49 aaa aaa eee eee aaa ‘como agente de cambio histérico capaz de construir la sociedad socialista. Y cre- ‘emos que en un pais atrasado y semico- lonial como la Argentina es el proletaria- do la clase que tiene mayores probabili- dades de sacar al pais del atraso y la subordinacién, construyendo con méto- dos socialistas la nacién modema e inde- pendiente que el capitalismo fue incapaz de lograr. La ejecucion de estas tareas cons- tituye los intereses historicos del proleta- riado, y requiere que el proletariado se transforme en clase dominante por la conquista del poder politico. Nos gustaria que el proletariado argentino, o al menos algin sector constituido en vanguardia, fuera consciente de esos intereses hist6- ricos y evidenciara disposicién para In- char por ellos. Y prefeririamos que una descripcion del proletariado tal cual es ahora y aqui pudiera titularse “socialis- mo, conciencia revolucionaria y combati- vidad en la clase obrera argentina”. Pero los hechos indican que, en el periodo 1945-1964, esos tres elementos se defi- nen por ausencia 2. Definiciones 2.1, La clase obrera a que nos referimos aqui esta constituida por los trabajadores asalariados de la industria fabril. Es de- cir, la clase obrera urbana, concentrada geograficamente en Capital Federal, Gran Buenos Aires y algunos centros ur- banos de Buenos Aires, Cordoba y Santa 3 2.2. Dada la situacion en que la clase obrera es despojada de sus derechos y/o beneficios politicos y sociales, y en que su participacion en Ia renta nacional se ve compulsivamente disminuida ~situa- cidn que la clase obrera argentina en- frenta desde 1955- la reaccién de la clase puede inscribirse en un continuo que va S0/DIALEKTICA desde Ja aceptacion silenciosa del nuevo statu quo hasta la accién violenta insu- mreccional. Por otra parte, dada la diferencia cién de la clase en base y direccion, la conducta de la clase, para cada grado de Teaccién, puede ser la resultante de un maximo de combatividad e iniciativa puestas en juego por la base (que sea pa- ra seguir o para desacatar las indicacio- nes de la direccién no interesa aqui) 0, por el contrario, puede ser producto de un minimo de combatividad e iniciativa y de un acatamiento pasivo a las indicacio- nes de Ia direccion, 2.3, Desde 1955 la conducta de la clase obrera argentina se ha mantenido cerca del polo pasivo de aque! continuo y ale- jada no s6lo del grado mas alto de re- accion (insurreccion) sino de grados més bajos tales como las manifestaciones de masas.' Y, ademas, en sus reacciones ha predominado un minimo de actividad e iniciativa por parte de la base, destacan- dose en cambio su acatamiento a las pau- tas de conducta presoriptas por la di- receién. A estas dos caracteristicas deno- minamos quietismo de la clase obrera argentina.” 2.4. Por otra parte, Ja clase obrera puede aceptar o rechazar el orden o sistema so- cial en que vive (= relaciones de propie- dad y distribucién del poder). El grado minimo de rechazo se da a nivel de acti- tudes, como un conjunto de ideas carga~ das de afecto que predisponen a actuar en contra del orden imperante, lo cual suele ser verbalizado en forma de opiniones opuestas al sistema. (En un régimen politico formal- mente demooriitico, en el cual las autori- dades gubernamentales son elegidas en- tre varios partidos competidores median- te el sufragio umversal, Ja clase obrera f | i puede expresar periédicamente su acep- tacién 0 rechazo al sistema ya sea por la orientacién de su voto o por el hecho mismo de vota o de abstenerse hacerlo.) Si la clase obrera rechaza el sis- tema imperante, puede ser considerada como agente de cambio histérico inde- pendientemente del grado de eficacia y de éxito con que actia en procura del cambio. En el caso contrario, la clase ‘obrera se comporta (funciona) como agente de conservacién del sistema. 2.5, Desde 1945 la clase obrera argenti- na, a nivel de actitudes y de conducta, pero sobre todo a nivel de conducta, a- cepia el sistema social imperante. Esto halla su expresion mas visible en e] apo- yo de la clase obrera al peronismo, es de- cir, a un lider y un movimiento politico vitalmente comprometidos en la conser- vacién del orden social capitalista A esta caracteristica denomina- nos el conservadorismo de la clase obre- ra argentina. 2.6. El quietismo y conservadorismo son calegorias -es decir: puntos de vista, a- postaderos desde los cuales nos acerca- mos al estudio de la clase obrera~ ob- vViamente analiticos y por Jo tanto unilate- rales, abstractos. El ser real de Ja clase obrera, es mis rico, més real que tales abstracciones como que consiste precisa- mente en la suma de esas y otras muchas abstracciones. Ello implica toda una serie de relaciones complejas, algunas de las cuales es imprescindible explicitar aqui. Cuando afirmébamos que la clase obrera “es quietista”, cuando hablamos de las “caracteristicas de quietismo y conservadorismo” elc,, estamos expre- sando de modo econémico abreviade, todo Jo siguiente: “en el periodo analiza- do, del conjunto de caracteristicas que presenta la conducta de Ja clase obrera, predominan, sobresalen, el quietismo y el conservadorismo,en tanto que otras ca- racteristicas aparecen con menor intensi- dad o sélo como tendencia © intento, o aun como mera posibilidad.” ‘Una clase obrera puede ser quie- tista y conservadora, como la clase obrera argentina a partir de 1945; 0 conservado- Ta pero no quietista sino combativa y ac- tivamente militante, como Ja clase obrera norteamericana desde 1920; 0 quietista pero no conservadora, como la clase o- brera francesa desde 1958; 0, en fin, ni quietista ni conservadora sino combativa y revolucionaria como la clase obrera ru- ga hasta 1926 0 como la clase obrera es- pafiola desde 1930 hasta 1939. Alli donde la clase dominante es Jo suficientemente segura de su poder co- mo para ceder algo de sus beneficios y privilegios, el conservadorismo de Ia cla- se obrera la aceptacion del sistema so- cial imperante~ puede coexistir perfec- tamente con un alto grado de combativi- dad, de no-quictismo, como lo atestigua la experiencia del proletariado norteame- ricano cuyas huelgas tienden con fre- cuencia a convertirse en pequefias gue- tras civiles, Alli donde la clase dominante no dispone de un margen de maniobra, o por ineptitud politica es incapaz de usar el margen de que dispone, un alto grado de combatividad de la clase obrera es in- compatible con el conservadorismo y tiende a transformar a la clase en agente de cambio social, aun cuando la combati- vidad se dé en procura de objetivos in- mediatos que no son de por si incompati- bles con el orden social imperante. Asi, por ejemplo, en 1905 la clase obrera rusa guiada por un sacerdote y cantando “Dios proteja al Zar” se dirigio al Zar ~“a Ti, Sefior, en busca de verdad y proteccion”- pidiendo “la reduccién de la jomada de trabajo a ocho horas.., Ia fijacién del sa- lario minimo a un rublo diario.., la su- presin de horas complementarias... que DIALEKTICA/51 las elecciones a la Asamblea Constitu- yente se hagan bajo el signo del voto u- niversal secreto y ecudnime”. La enorme combatividad desplegada pro los obreros en procura de esos objetivos hizo del pro- Ietariado ruso un agente de cambio histo- rico. Del mismo modo, si en la Argen- tina Ja clase obrera desplegase una alta combatividad en procura de un objetivo puramente conservador como seria la le- galidad electoral para Peron, es probable que la clase se viera enfrentada a todo el sistema social imperante y, Hevada por la marcha de la lucha, se convirtiera en agente de cambio histérico. 3. El fracaso de los grupos marxistas en su intento de captar a la “vanguar~ dia obrera” 3.1. Los diversos grupos politicos que se reclaman marxistas y postulan el carécter ontolégicamente revolucionario de la cla- se obrera universal, y por tanto también de la clase obrera argentina, dedican la mayor parte de sus energias a dos tareas concurrentes y afines; Primero, denunciar ja supuesta contradiccion entre e] su- puesto activismo militante de Ja masa obrera (a la cual siempre describen “em- pujando”), y el quietismo y conservado- rismo de la direccion sindical (la cual siempre presentan como “frenando”); y se-gundo, descubrir y captar politica- mente a los sectores “de vanguardia” que supuestamente experimentan con mayor conciencia y disposicion militante el an- lagonismo de ia clase frente al quietismo y el conservadorismo de la direccion sin- dical. Durante los tiltimos diecinueve « fios, esos grupos han creido descubrir ja vanguardia obrera ora en jos activi sindicales, ora en los delegados de s cién, ora en las comisiones internas 0 en las listas opositoras que compiten con la direccion sindical establecida * S52/DIALEKTICA 3.2. Los grapos politicos marxistas se caracterizan en general por uif alto grado de devota actividad militante, que llega hasta la proletarizacién fisica de sus in- tegrantes, quienes -siendo generalmente de extraccién pequefia burguesa o bur- guesa trabajan como obreros, residen en. barrios obreros y comparten diariamente las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera. Por otra parte, ias lineas po- liticas de esos grupos componen en su conjunto la gama de practicamente todas las posiciones estratégicas y tacticas con que es posible acercarse a la clase obrera con un punto de vista marxista ~desde la abstracta prédica literaria del socialismo hasta el ingreso organizativo al peronis- mo y la actuacion como corriente pero~ nista; desde la apologia del peronismo como movimiento nacional revoluciona- rio hasta Ja critica acerba del peronismo como gobierno bonapartista, conservador del statu quo atrasado y semicolonial, ese a tal variedad de programas, que cu- bre toda Ia gama de programas que es concebible, y pese a la intensa actividad militante puesta al servicio de cada pro- grama, los grupos marxistas no han lo- grado en el curso de veinte afios ninguna influencia real entre sector alguno de la clase obrera, ya sea que esa influencia se mida por el nimero de adherentes obre- ros, por e] mimero de dirigentes sindica- les que respalden a su disciplina, por la circulacion de su prensa, por el nimero de votos obtenidos en elecciones, 0 por cualquiera otros criterios relevantes. Lo mas cercano a influencia obtenido hasta hoy por los grupos ha sido el actuar es- poradicamente como asesores periodis- ticos u oratorios de algunos dirigentes sindicales. La nula cosecha obtenida por los grupos marxistas confirma las caracteris- icas quietistas y conservadoras de la cla se obrera argentina.“ 3.3. El florecimiento de corrientes gue- rrilleras y terroristas entre los grupos marxistas no €s meramente una conse- cuencia de la Revolucién Cubans. En gran medida proviene del desencanto de quienes contaban con la clase obrera co- mo agente de cambio Iamada a convertir a la Argentina en un pais socialista. Los guerrilleros o aspirantes a guerrilleros no esperan derrocar 0 siquiera desorganizar al Estado mediante sus guerrillas, sino que confian en las guerrillas como un medio de excitar 0 estimular a la clase obrera. El guerrillerismo es pues el me- dio mediante el cual procuran descargar su indignacién y su energia revolucio-na- ria quienes desean trabajar por un cam- bio revolucionario y descubren que, aho- ray aqui, la clase obrera argentina no es ni evidencia propension a devenir a corto plazo un agente de cambio historico. 4, Monifestaciones del quietismo 4.1, El quietismo de la clase obrera con- trasta notablemente con el activismo de los sectores pequefio burgueses y bur- gueses reunidos en torno a un programa de mano dura para con la clase obrera (sectores “gorilas”, “colorados”, “guar- dianes de la Revolucién Libertadora” etc.) que han demostrado reiteradamente su disposicin a emplear métodos de lu- cha que van desde las manifestaciones de masas hasta las operaciones de comando y el bombardeo acronaval. En verdad, c- 803 grupos - integrados en buena medida por profesionales de la violencia orgs- nizada, educados en el acatamiento al or- den y ja disciplina actian con menta- lidad de guerra civil permanente, a ratos “frie”, a ratos “celiente”, y con una des- preocupacion propiamente “anérquica” por el grado de violencia y los costos hu- manos y materiales de su accién. 4.2. El sector ms politizado de la clase media, el estudiantado, ya sea que esté en las antipodas de la clase obrera, como en 1945 0 procnrando un acereamiento, 0 actuando por intereses profesionales en Jo inmediato, como durante las luchas en tomo a Ja Tamada ensefianza libre, ha demostrado una elevada dosis de mili- tancia y combatividad en todas su formas sin excluir le lucha fisica. 4.3. A diferencia de tos sectores sociales antes mencionados, le clase obrera argen- tina ha exhibido un reposado quietismo y, en general, ha marchado disciplinada- mente “de casa al trabajo y del trabajo a casa” como le aconsejaba Perén, excepto durante los intervalos en que por razones de huelga permanece quietamente en la casa 0, més recientemente, en las féibri- cas “ocupadas por el personal”. Es tipico lo sucedido en marzo de 1962 en ocasin de las elecciones para gobernador de Buenos Aires. Con absoluta unanimidad le clase obrera habia votedo para gober- nador a un dirigente sindical, y el diri- gente sindical resulté electo gobemador. En veinticuatro horas e} Gobierno Nacio- nal anulaba la eleccion y despojabs a la clase obrera de su triunfo. No se regis- traron manifestaciones ni intentos de manifestaciones en ningi barrio obre- ro, y no hubo tampoco hwelgas, paros, abanidono de! trabajo ni reaccién alguns a nivel de conducta. 5. La Argentina, pais del “come si” 5.1. La Argentina es ef pais del “como si”. Durante muchos affos hicié como si fuera un pais moderno en continuo avan- ce, pero en reulided eru un pais atrasado que ibs quedando cada vex mis atrasado respecto a les nuciones industriales, Lne- go de 1940 hasta 1955, parecié como si la poblacién toda se tomase cada vez nis prospera, pero en realidad el pais se des- DIALEKTICA/53 rr capitalizaba velozmente dia tras dia y mientras se iba quedando sin medios de produccién se atiborrab: de heladeras, de telas y de pizzerias, Naturalmente, el in- greso per capita de Ia Argentina es rela- tivamente alto, més alto que el de Japén, por ejemplo, como si tuviera un alto grado de capitalizacién, pero desde Inego es pura ilusion, y la capitalizacién per capita ¢s mucho mas clevada en Japon. ¥ asi por el estilo. En fin, el peronismo fire en todo y por todo el gobierno del “como si”. Un gobierno conservador que aparecia como si fuera revolucionario; una politica de estancamiento que hacta como si fuera # industrializar al pais; una politica de e- sencial sumision al capital extranjero que se presentaba como si fuera a independi- zara la Nacin; y asi hasta el infinito 5.2. En la clase obrera el “como si” peronista dejé huellas profimdas. El Es- tado peronista dio a Juz una poderosa ins- titucion sindical que parecia como si fue- ya un producto surgido del seno de Ja cla- se obrera; pero en realidad le habia sido dada desde arriba, desde las cispides del Estado, y desde alli era manejada. El pe- ronismo incrementé la participacion de los obreros en la renta nacional y parecié como si este y otros beneficios concedi- dos fueran conquistas obreras, pero en realidad la clase obrera los obtuvo sin lu- cha, yendo “de casa al trabajo y del tra- bajo a casa”, Pero, ademas, el peronismo utiliz6 las huelgas, las concentraciones masives, las canciones que hablaban de “combatir al capital”, y hasta la procla- macion de milicias obreras, todo como si fuera un combativo movimiento obrero, revolucionario incluso, pero en realidad todo ello era solamente libreto, un libreto en el cual la clase obrera era masa de maniobra, una imponente multitud de extras convocados al teatro politico para S4/DIALEKTICA representar la farsa historica de In revo- lucién peronista. Los dirigentes sindicales peronis- tas han heredado el arte de dirigir a la clase conforme a una politica perfecta- mente conservadora pero capaz de impre- sionar como si fuera revolucionaria 0, por lo menos, como si rompiera los marcos del quietismo y el conservadorismo. Tal es el cuso del “Plan de Lucha” de la CGT y sus ocupaciones de fabrica. En princi- pio, Ja ocupacién de fibrica involucra un abierto desafio a la propiedad privada de los medios de produccién y plantea en cada fétbrica el problema del poder. Es, pues, un arma de Ja lucha de clases a- preciablemente explosiva, sobre todo por la iniciativa, la independencia y In deci- sion que tiende a movilizar en los obre- ros, Pero la direccién sindical peronista, acompafiada por el conjunto de Ja clase obrera, ha hecho en la Argentina como si ocupara las faibricas, incluso como si to- mara rehenes entre los patrones, sin des- pliegue significative de iniciativa, de in- dependencia o de decision por parte de la clase, que de esas jomadas extrajo tanta experiencia combatiente como experien- cia militar extraen los conscriptos de un. desfile, o menos ain, 6. Significado del famoso 17 de octubre de 1945 6.1, El 17 de octubre de 1945 constituye la “justificacion historica” del quietismo y conservadorismo de la clase obrera ar gentina y, desde luego, de la burocracia sindical. El 17 de octubre de 1945 los trabajadores consiguieron alcanzar sus objetivos del momento sin movilizarse como clase, sin emplear métodos revolu- cionarios, sin contar con direccién pro- pia, tan solo sencillamente, sirviendo de masa de maniobra disciplinada y obe- diente a generales, burdcratas, politicos burgueses, curas y jefes de policia que arreglaban sus cuentas con otros genera les y otros politicos. {Para qué explicar a la clase obrera que solo de su esfuerzo revolucionario debe esperar el triunfo y que debe desconfiar y que no debe espe- rar nada (nada bueno) de militares, curas y politicos burgueses? ¢Para qué preparar la movilizacion revolucionaria de los trabsjadores? {Para qué preocuparse por organizar la accién de las masas desde abajo, en fabricas y barrios? ;Para qué esforzarse en explicar a la clase obrera que s6lo su organizacion y su actividad desde abajo, su presencia activa en los sindicatos y en la calle, eso y s6lo eso puede conducir a los trabajadores hasta el Poder? Todo esto es innecesario - razona el dirigente sindical peroniste-, “puesto que el 17 de octubre los trabaja- dores obtuvieron un triunfo sin hacer na- da de eso y haciendo mas bien todo lo contrario”. La verdad histérica es que el 17 de octubre 1945 los trabajadores solo aportaron su presencia fisica en la Plaza de Mayo y sus gargantas para vocear @ Peron: el resto fue preparado por gene- rales, burdcratas, politicos, curas y jefes de policia, Y ese resto es todo: es la con- duccién de! movimiento, Ja fijacion de sus fines y de sus métodos.* 6.2. Suele afirmarse que el 17 de octubre hubo “capitulacion de la burguesia ante los trabajadores”. Si por burguesia se en- tiende estrictamente a los propietarios de los medios de produccién y cambio, es decir, a industriales, estancieros y co- merciantes, Ia afirmacién es correcta, porque esas clases rio deseaban que Pe- ron volviera al gobierno y sin embargo volvié. Pero tal descripcién es incomple~ tay da una impresion completamente fal- sa de la realidad, por cuanto olvida los” siguientes factores fundamentales: 1) los agentes y delegados que la burguesia em- plea para ejercer y administrar el Poder, es decir: Fuerzas Armadas, Clero y Buro- cracia Estatal, no fueron derrotados el 17 de octubre sino que al contrario, esos sectores sociales fueron los dirigentes del proceso del 17 de octubre y apoyaron # Perén; 2) Peron era en todo y por todo un politico de la burguesia, aunque ésta el 17 de octubre no lo aceptase, y 3) como consecuencia de todo Jo anterior, y como consecuencia también de que 1a clase obrera se limité a pasear por Ja calle el 17 de octubre de 1945 el orden burgués, es decir, el poder la burguesia, fae res- petado en todo momento y no corrié nin- gin peligro bajo ningén concepto, ni si- quiera en el sentido de las vidrieras ro- tas. Porque el 17 de octubre de 1945 In propiedad de la burguesia -tanto en senti- do fisico como en sentido social- sufiié mucho menos dafios que cuando una hin- chada futbolistica se toma el desquite de un mal partido. Como decia el diario de Ja Curia, los manifestantes “si bien no re- velaban mucha cultura tenian por Jo me- nos, en general, un sano sentido del rex- peto por la propiedad”. 6.3. Es perfectamente evidente que el 17 de octubre NO FUE, ni por sus fines ni por sus medios, ni por sus resultados, un movimiento obrero revolucionario, es de- cir un movimiento que busca y/o logra de hecho un cambio en la estructura de po- der, sustituyendo el poder de la burgue- sia por un poder obrero © erigiendo un poder obrero junto al poder ia burguesia. Por eso nadie se atreve a calificar el 17 de octubre como movilizacién obrera re~ volucionaria anticapitalista, es decir, so- cialista. Pero, en cambio, todos los apo- logistes afirman que fue un movimiento nacional en el cual la clase obrere actu con sus propios métodos revolucionarios de clase para defender Ja independencia nacional frente al imperialismo. Pero en esta apologia del 17 de octubre se encie- rran dos falsedades o mas bien dos mitos: 1) el mito del cardcter nacional revolu- DIALEKTICA/55 cionario del 17 de octubre -ast sin més y sin limitacion ni cualificscién- y 2) el mito de la participacion esponténea y re- volucionaria de las masas que, como di- cen los apologistas, hicieron “inupcién esponidnea” y “con su sola presencia” postergaron la penetracin del imperia~ lismo norteamericano. 6.4. El primero de los dos mitos reza que el 17 de octubre se produjo un movimien- to nacional antiimperialista. Sobre esto cabe decir que semejante afirmacién es s6lo la mitad de la verdad, o sea la totali- dad de una mentira. Porque se olvida que el 17 de octubre de 1945 la Argentina estaba dominada por el imperialismo inglés, no por el imperialismo norteame- ricano, ¢1 cual presionaba para desalojar a su rival, pero sin éxito hasta entonces. El gobierno encabezado por Farrel pero en realidad manejado por Peron contaba con el apoyo del imperialismo inglés, en particular las empresas ferroviarias, su més poderoso interés dentro del pais, y por supuesto la embajada inglese, El 12 de octubre el gobierno proinglés de Pe- ron y Farrel se vio seriamente amenazado por una coalicién respaldada por la em- bajada norteamericana; y el 17 de octubre un movimiento de militares, burdcratas, curas, policias, politicos burgueses y ma- sas obreras -prescindase por el moinento de analizar quién dirigia a quién- derro- taban a la oposicién pronorteamericana y devoivian la tranquilidad al gobiemo pro- inglés de Farrell-Peron. Esto significa que, si el 17 de octubre retrasé le pene- tracion norteamericana en el pais, no me- nos cierto es que el 17 de octubre quedo en pie y fue salvada la vieja estructura semicolonial dependiente de la metrépoli inglesa. El entonces embajador britanico en la Argentina cuenta que el 17 de oc- tubre atravesé con su auto por entre la multitud obrera reunida en Plaza de Ma- yo y los obreros al ver la bandera inglesa 56/DIALEKTICA. en el coche, lo dejaron pasar tranquila~ mente y lo aplaudieron en tanto gritaban “Muera Braden”, Esto es s6lo una anéc- dota pero sintetiza y simboliza perfecta- mente el contenido historico de esa jor- nada. Y, a propésito de anécdotas y sim- bolos existe otro, significativo y apuntado también con satisfaccién por el embaja- dor britinico: el simbolo visible y masivo del dominio inglés cn la Argentina eran los ferrocarriles... pero el 17 de octubre de 1945 ningin ferrocarril sufrié dafio al- guno. El dia de la famosa “movilizacion antiimperialista” a todo lo largo y ancho del pais ninguna mano levanté ninguna piedra para arrojar contra el simbolo ti- pico de la presencia imperialista en la Argentina, 6.5. El segundo de los mitos relativos al 17 de octubre cuenta que ese dia ia clase obrera aparecié en la escena de modo au- tonomo y revolucionario. Es cierto —reza el mito~ que los generales y los curas y los vigilantes, etc. apoyaban el movi- miento, pero quien desencadend y enca- bez la jornada fue la clase obrera, la cual con sus métodos y por su propia de- terminacién y accién se convirtié en mo- tor y direocidn del movimiento (no en el combustible sino en motor y direccién). Segiin este mito, el 17 de octubre de 1945 ocurrié —en su origen~ algo similar a lo que sucedié en 1959 cuando la poli- cia del Presidente Frondizi entré a viva fuerza en el Frigorifico Nacional: la in- dignacién corrié por los barrios obreros, una fabrica paro y arrastré a la fabrica vecina, los barrios obreros se convulsio- naron y los trabajadores se volearon a la calle. Solo que el 17 de octubre Hegaron hasta la Plaza de Mayo mientras que en 1959 no salieron de Mataderos. Pero en su origen ambos movimientos fueron i- guales ~si es que ha de creerse al mito. Sin embargo, la realidad aparece muy distinta, En 1959, cuando la policia entra al Frigorifico Nacional se origina el proceso clasico de todas las movilizacio- nes obreras espontaneas, auténomas, po- tencialmente revolucionares por los mé- todos de clase que los trabajadores ins- tintivamente ponen en juego. En octubre de 1945, por el contrario, tiene lugar el proceso inverso: la burocracia estatal (Cuel. Mercante y su séquito de Trabajo y Prevision), el Ejérvito y la policia que esté controlada por el Ejército (Coroncles Velazco, Mittelbach, Pistarini, Sosa Mo- lina), curas, politicos burgueses y aventu- reros (Colom, Bramuglia, Eva Duarte, Benitez) y burdcratas sindicales inspira. dos por Ja iglesia y manejados por Tra~ bajo y Previsin (Reyes) deciden apelar a Ia lmelga general. Todo el eparato de la Secretaria de Trabajo y Prevision y de la Policia Federal se moviliza para ese fin... y aqui si que la movilizacion es esponté- nea y auténoma, La clase obrera en par- ticular los gremios donde mayor es Ia densidad de trabajadores provenientes del interior, con el gremio de Ja carne al frente- responden y salen a la calle. Des- de Iuego que no salen a la fuerze; salen por su propia voluntad, porque quieren a Perén y van a gritar su nombre en Plaza de Mayo sin que nadie los obligue ni los fuerce a ello. En este sentido es induda- ble que la movilizacion del 17 de octubre fite esponténea; en el sentido de que los obreros salieron a la calle por su propia voluntad sin que se ejerciera presién so- bre ellos; con tanta espontaneidad, en fin, como salen para ir a la cancha de fiitbol o al cine. Pero si cada obrero actud espon- taneamente ~es decir sin que se les obli- gara a ello ~ la clase obrera como clase no se movilizé espontaneamente ni fue esa una movilizacién autonoma porque la iniciativa del movimiento no provino de, Ja clase obrera, Ja conduccién no estuvo en manos de la clase obrera y la clase o- ‘brera no tuvo otro papel que el de vito- rear a Peron en Plaza de Mayo. Mientras Jas masas acampaban en Plaza de Mayo y Ja Curia les daba su bendicién y algunos alimentos el control de los sucesos estaba en manos de los militares y burécratas que en la Casa Rosada y en los ministe- rios negociaban el retomo de Perén. El Ejército, la Policia y la Iglesia junto con los politicos peronistas, movian los hilos y amenazaba con desatar la furia de las ‘masas que aguardaban en Plaza de Mayo. Pero lo cierto es que las masas no daban indicio alguno de estar furiosas y su Gni- co gesto contrario al orden burgués y a as buenas costumbres consistié en re- frescar sus pies en la Plaza de Mayo. La verdadera y decisiva derrota de 1a coali- ci6n antiperonista fue anterior al 17 de octubre; ocurrié cuanto perdié el control de Ja calle en Plaza San Martin. Pero lo perdié no frente a la clase obrera, sino frente a In Policia Federal que ametralld Ja concentracion antiperonista sin que el ejército y la marina moviera un dedo para defenderla, Alli quedé sellada la suerte del golpe anticperonista de octubre de 1945. Las masas obreras fueron Hamadas después... para completar el triunfo po- Iitico cuando ya lo decisivo estaban re- suelto. Igual método empleé Peron en setiembre de 1951 cuando el conato del Gral. Menéndez y en junio de 1955 cuan- do el ensayo general de la Revolucion Li- bertadora. Es decir: el control de los su- cesos se confinba al Estado, al Ejército, a la burocracia. Después las masas eran llevadas a la plaza para aplaudir, cantar y vitorear. 6.6. En resumen: el 17 de octubre de 1945 la clase obrera estuvo en la calle. Pero el 17 de octubre no fue una movili- zacion revolucionaria de la clase obrera como reza la mitologia. Las masas fueron sacadas a la calle por los agentes del orden burgués, no contra su voluntad, por cierto, porque los obreros querian a Peron, En octubre de 1945 el proletaria- DIALEKTICA/57 do argentino fue movilizado para aplastar un golpe de estado pronorteamericano y para defender a un gobierno que preser- vaba el ordenamiento tradicional de la Argentina, semicolonia de Inglaterra. Ese fue el contenido “nacional revoluciona- tio” del 17 de octubre. Desde luego, independientemente de su contenido real, la jomada del 17 de octubre puede ser elevada por las alter- nativas de la lucha de clase a la categoria de simbolo y como tal inspirara ex las masas un alto grado de combatividad y aun de enfrentamiento con el orden im- perante. Pero, hasta hoy, el simbolo no ha logrado movilizar a nadie. 7. Quietismo, disciplina, unidad 7.1. La clase obrera argentina evidencia un altisimo grado de disciplina sindical en su forma més elemental, como acate- miento de las instrucciones impartidas por los dirigentes. En verdad, se trata de tuna disciplina casi militar. No en el sen- tido de que vaya impuesta por la fuerza fisica, sino en cuanto se ejerce autorita- riamente de arriba hacia abajo, con nula participacién de Ja masa ea la elabora- cion de las decisiones tomadas en la cis- pide, ya sea respecto a la fijacion de ob- Jetivos o en la elaboracién de estrategia y tacticas, con rainima elucidacién ante la base del por qué de las decisiones, y des- estimulando y aun reprimiendo toda ac- cién de la base que se aparte de las ins- trucciones recibidas, as{ se trata de ac- ciones que resulten eficaces para Ia ob- tencién del objetivo declarado, Semejan- te disciplina hace de Ja clase obrera ar- gentina una excelente masa de maniobra para uso de lu direccién sindical, Pero, obviamente, esa disciplina a la vez. ex- presa y refuerza el quietismo y el conser- vadorismo de la clase. S58/DIALEKTICA 71.2, Otra carécteristica destacada de la clase obrera argentina es su apreciable grado de unidad sindical y politica. La unidad sindical nacié como subproducto de Ia necesidad que tuvo el Estado peronista de controlar al movi- miento obrero, para arrojarlo como com- pacta masa de maniobra en Ja arena poli- tica, Esta unidad sindical ha fortalecido la capacidad obrera de negociacion frente a los patrones, pero, en la misma medida ha reforzado el quietismo de la clase, eli- minando toda posibilidad de competencia militante entre distintas corrientes sindi- cales. (Algunos dirigentes empresarios procuran destruir la unidad sindical por- que asi esperan dismimuir la capacidad de negociacién de los sindicatos y no te- men los excesos activistas a que puede conducir la pluralidad sindical pues para tal eventualidad confian en el poder re- presivo del Estado. En cambio otros sec tores empresarios prefieren la unidad sin- dical, pues temen menos la fuerte capa- cidad de negociacién del sindicato inico que ¢] activismo militante a que puede conducir la pluralidad de sindicatos’). 7.3. En cuanto a la unidad politica de la clase obrera consistente en su apoyo al peronismo, es este el exponente més ob- vio de su conservadorismo. E] fetichismo de la “unidad” ha sido y es celosamente cultivada por la burocracia sindical y por Perdn, precise- mente en cuanto caldo de cultivo y firme garantia del quietismo y conservadoristno de la clase’. & Clase obrera y burocracia sindical 8.1. Las caracteristicas de conservado- rismo y quietismo se manifiestan con fuerza particular en el sector mas organi- zado, ross articulado, de Ja clase obrera, que es la direccién sindical en todos sus niveles ~desde los delegados de seccidn- hasta el secretario general de la CGT. Eso no implica que Ja direceion sindical sea un todo homogéneo, o que ella y la clase constituyan un bloque ho- mogéneo, En el modo de vida, en las ac- titudes y en la conducta, existen diferen- cias enire los distintos niveles de la di- reccién sindical y entre la direccién sin- dical y la clase en su conjunto. Pero esas diferencias transcurren dentro del marco. de conservadorismo y quietismo que es comtin a toda la clase. Los diversos anta- gonismos, conflictos y rupturas en el se- no de la clase y de In direccién, nunce hasta ahora han derivado en ruptura del consenso conservador y quietista. 8.2. Pero zes que el quietismo y el con- servadorismo son caracteristicas de la clase obrera argentina en su conjunto, 0 se trata mas bien de caracteristicas pro- pias de la burocracia sindical, que ésta impone a toda la clase? Los enemigos de izquierda de la burocracia sindical afirman que ésta fre- na permanentemente, traiciona y desba- sata los impulsos combatientes de le cla- se. Los enemigos de derecha, por el con- trario, presentan a la direccién sindical como un factor de agitacién que median- te violencia y engafio saca a la masa o- brera de su espontinea pasividad. Por su parte, los apologistas de Ia burocracia proclaman con el reciente espaldarazo de Ja sociologia académica’, que la burocra- cia sindical funciona como fiel intérprete de los intereses y aspiraciones de la clase en su conjunto, contraponiéndose a ésta solo en Ia medida en que, funcionalmen- te, los dirigentes de una organizacién de masas difieren de la base por su expe- riencia y vision més globales. 7 La verdad es que, peses a las ilu- siones de los sociblogos, las relaciones entre Ia clase obrera y la burocracia sin- dical no pueden ser descritas como una mera diferenciacién de funciones, pues entre la clase obrera y la burocracia exis- te ademas una diferencia de intereses. La burocracia es un estrato privilegiado y si s6lo puede conservar sus privilegios a condicién de satisfacer algunas necesida- des de la clase, s6lo ve esas necesidades fa través del prisma de sus propios privi- legios y subordina los intereses de la cla- se —no sélo lejanos “intereses histéricos” que la clase no percibe sino inmediatos intereses econémicos~ a la conservacién ylo acrecentamiento de sus propios pri- vilegios. La burocracia sindical actia se- gin la regla bisica del burocratismo: su- Dordinar los intereses de las causas a los intereses de la carrera. Como toda burocracia, la sindical siente que el mundo entero existe para ser manipuleado, y en particular su mun- do especifico que es la clase obrera. Por ello, aparte de la pérdida de. sus privile- gios, lo que mas teme Ia burocracia sin- dical es la movilizacion auténoma de la clase obrera. Por otra parte, desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera como agente de cambio histérico refleja muchos menos al proletariado que a la clase dominante. Y sin embargo no se ajuste a la realidad la descripcién izquierdista de la burocracia sindical argentina como freno permanente a los impulsos de Ia clase o- brera. Dado el quictismo y conservado- rismo de la clase, la burocracia no tiene nada que frenar. 8.3. Todas las “oposiciones sindicales” exitosas surgidas en el seno de los sindi- catos desde 1945 hasta el presente han probado ser tan quietistas y conservado- ras como las direcciones que venian a re- emplazar, Y, lo que es més importante, ninguna de esas oposiciones conquist6 el poder sindical agitando un programa o desarrollando una actividad que rompiera DIALEKTICA/59 con los moldes tradicionales de quietis- mo y conservadorismo. En 1955 la Revolucién Liberta- dora satisfizo su vocacién y mandato e- sencialmente antiobrero barriendo mili- tarmente a la burocracia sindical de en- tonces, cuyo quietismo y conservadoris- mo eran tan solo naturales, traténdose de una burocracia digitada e incubada desde el Estado, sin otra tradicién militante que las maniobras y contramaniobras en las antesalas de la Presidencia de la Nacin. Pero Ja nueva burocracia sindical surgida después de 1955, educada en Ja tradicion de la antigua, compertiendo la misma i- deologia e identificada con idéntica di- reccién politica, se reveld tan quietista y conservadora como Ja burocracia impe- rante en el periodo 1946-1955. Con una diferencia importante, derivada de su caracteristica de burocra- cia independiente del estado, y de la pér- dida de posiciones de la clase obrera en el reparto de la renta nacional. Surgida por eleccién desde abajo y no por digita- cién desde e] Estado, enfrentada a un Estado ora hostil, ora conciliador, pero que en ningiin caso le otorgaba el privi- legio de casta estatal de que gozaba bajo el peronismo, y dada la situacién econé- mica que endurecia la presién empresaria sobre la clase obrera, la burocracia en- cumbrada después de 1955 ha debido apelar con cierta frecuencia ~o mejor di- cho: hacer como si apelara~ a métodos clésicos del movimiento obrero (huelgas, paros, ocupaciones de fabrica). Pero ello estimulando siempre el quietismo de le clase, y compartiendo y estimulando su conservadorismo, por comisién cons- ciente de una politica de conciliacién de clases, y por omisién, mitad consciente y mitad inconsciente, de todo intento de e- ducar a la clase obrera en pautas de con- ducta distintas de la rutina habitual. En las ocasiones en que la clase obrera evidencié alguna tendencia a ale- 60/DIALEKTICA. jarse un tanto del quietismo ~entre octu- bbre y noviembre de 1955, cuando todos los sindicatos fueron declarados en esta- do de ssamblea y en enero de 1959- Ia actuacién de la burocracia sindical, mez- cla de ineptitud y perfidia fue decisiva para extirpar esos brotes y lograr que Ja clase retornara al quietismo. 9. La base de sustentacién del quictis- mo y del conservadorismo 9.1. gCudlles son las bases en que se sus- tentan el quietismo y el conservadorismo de la clase obrera argentina? :Dénde hunden sus raices? La respuesta debe buscarse en sus condiciones de vida, pero sobre todo en Ja historia de la clase. La clase obrera industrial, urba- na, en particular la que se halla concen- trada en los grandes establecimientos fa- briles, posee un nivel de ingresos relati- vamente altos comparados con el de los restantes trabajadores asalariados del campo y de Ia sociedad y aun con secto- res pauperizados de Ja clase media tales como los jubilados, pensionistas y emple- ados administrativos no sindicalizados. Ello proviene de la fuerte capacidad de negociacién de la clase obrera, derivada de su poderio sindical, que le permite ob- tener una participacién en las elevadas ganancias monopolistas que la sobrepro- tegida extrae del atraso general del pais. De este privilegio se beneficia no s6lo un pequefio estrato de trabajadores califica~ dos sino la clase en su conjunto, aunque desde luego los beneficios son mayores para los obreros calificados de algunas industrias que trabajan para el mercado intemo a la sombra de una altisima pro- teccién y/o en condiciones de oligopolio. Tal es el caso tipico de Ja industria au- tomotriz. La alta tasa de ganancia, los su- perbeneficios monopélicos y 1a inflacion crénica permitieron y permiten a la bur- guesia industrial otorgar a la clase obrera salarios directos ¢ indirectos relativa- mente altos, sino poner excesivas resis- ‘tencias capaces de exigir un alto grado de combatividad por parte de los obreros. Esta situacién ha estirmulado necesaria- mente el quietismo del proletariado, su confianza en la posibilidad de alcanzar todos sus objetivos econdmicos de modo pasivo, mediante la capacidad negociado- ta de la burocracia sindical. Y ha esti- mulado también una mentalidad conser- vadora favorable a la conciliacién de in- tereses entre obreros y patrones, mentali- ded que de algin modo refleja la real co- munidad de intereses que existe entre obreros y empresarios industriales en cuanto ambos se benefician de una es- tructura econdmica que genera altas ga- nancias y altos salarios industriales en perjuicio absoluta de los estratos peque- fioburgueses de ingresos fijos y en detri- mento relativo de los empresarios y tra- bajadores agropecuarios. 9.2. Para la masa de trabajadores que Ile- garon a la industria de Capital Federal y de Gran Buenos Aires provenientes del interior del pais, incluso para aquellos que acamparon permanentemente en las Villa miseria, el acceso a la industria im- plica un sustancial incremento en su nivel de ingresos y apreciable mejoria en sus condiciones de vida. Estos obreros, a Ja vez que sin lucha ni necesidad de ella obtuvieron altos salarios y otros benefi- cios econémicos, adquirieron cosas ¢ ilu- siones de adquirir més cosas, desde be- idas y trajes hasta terrenitos y televiso- res. Todo lo cual otorg6 base material a una ideologia conservadora que, ademés, era estimulada sin cesar, por todo el ay Tato ideolégico de la sociedad, y en partir cular por los Mideres y organizaciones més influyentes sobre el proletarindo, es decir: Pern y los sindicatos. 9,3. Pero tanto o més importante que Jos beneficios econémicos de que disfruta, los cuales a partir de 1955 tienden a re- ducirse cada vez mis, es el hecho de que esos beneficios arribaron como daédiva paternal de un gobiemno bonapartista, y de que el proletariado fue organizado sin- dicalmente en una institucion que se constituy6 y funciond como apéadice es- tatal del gobierno bonapartista’, 9.4. No existe relacién inmediata directa entre el nivel de ingresos 0 el monto de beneficios econémico-sociales de que disfruta una clase y el grado de su con- servatismo y quietismo. De ahi que en la Argentina -y no s6lo en la Argentina— gremios de clase media como los médi- cos, los maestros, los bancarios, desplie- guen en sus movimientos huelguisticos una combatividad militante igual o mayor que 1a desplegada por la clase obrera. Por lo tanto, no puede afirmarse en abs- tracto que cuanto mas miserable sea la situacion de una clase mayor sera su combatividad y su antagonismo hacia el orden social imperante. Por ello, en fin, no puede postularse que los sectores mas explotados y pauperizados de la clase tra- bajadora -obreros rurales y semirrurales del noroeste, por ejemplo sean por el slo hecho de su miseria ¢ independien- temente de la coyuntura histérica, poten- cialmente més revolucionarios que el proletariado fabril. En verdad el quietismo y conser- vadorismo de la clase obrera argentina no se originaron solamente en el monto de los beneficios econémicos y sociales reci- bidos ni es el monto de estos beneficios Jo que perpetia el quietismo y conserva- dorismo, Ambas caracteristicas surgieron en virtud de la estructura econémica del pais —que posibilitaba una ligera redistri- bucién de la renta nacional en beneficio de los asalariados, sin conmociones so- ciales- y de la peculiar coyuntura -pros- DIALEKTICA/61 peridad y gobiemo bonapartista~ en que esos beneficios arribaron a la clase obre~ 10 ra, 10, Una clase obrera confinda en que “Dios es criotlo”™* 10.1. Los colonizadores espafioles que Tegaron al Rio de la Plata tuvieron en un principio que esforzarse por subsistir, pe- ro sélo en principio, después pampa y va- cas hicieron lo suyo. Para qué arafiar la tierra? 2Para qué salir a afrontar rio y mar, si la pampa servia cueros y came que el mercado mundial reclamaban con tanta avidez como el metal de Potosi 0 el tabaco de Virginia? Pronto los coloniza- dores rioplatenses descubrieron que el camino de la fortuna no requeria con- quistar indios ni importar esclavos. Bas~ taba con acaparar tierras, no por la tierra sino por las vacas que sobre ella crecian solas. Asi naci6, crecid y se enriquecié a pasos de siete leguas, una oligarquis pro- pietaria de tierras y vacas, y una burgue- sia comercial intimamente vinculada.a e- lla por lazos de sangre y capital que a- montonaban cueros primero, care y lana después, y los exportaban acumulando capitales que se reproducisn automatica- mente. Estas clases vivian pendientes de la exportacién, y su enriquecimiento no les exigia ni la iniciativa del burgués in- dustrial ni el trabajo personal del granje- ro. El ganado se reproducia para ellas, y ellas juntaban tierras para el ganado, La oligarquia estancieril y comercial se a- propié asi de las riquezas de la pampa, y con ellas edificé una civilizacién ganade- ra, basada mucho menos en el trabajo productivo del hombre que en la prodi- galidad de la naturaleza. Pese a su cardc- ter atrasado, esa civilizacién ganadera fue tan prospera que hasta obnubilé la conciencia de que ls Argentina era un pa- is atrasado haciendo concebir la ilusién anacronica de que en base a la economia 62/DIALEKTICA vacuna podia construirse una gran nacién modema, “Antes —escribia José Hemén- dez tan tarde como en 1874 no se admi- tia la idea de un pais civilizado sino cuando habia recorrido los tres grandes periodos del pastor, agricultor y fabril. En nuestra época, un pais cuya riqueza tenga por base la ganaderfa, como la Pro- vincia de Buenos Aires y las demas del litoral argentino, puede, no obstante, set tan respetable y civilizado como el que es rico por la perfeccién de sus fébricas”. 10.2. Sobre tales bases y con esas ilusio- nes se desarrollé y enriquecié una clase dominante cuye prosperidad no requirié excesiva imaginacién o esfuerzo, ni para desarrollar sus empresas, ni para explo- tar a las clases trabajadoras, ni para ob- tener la sumision y conformidad de los explotados. Una clase dominante, pues, que naturalmente hubo de dar en pensar que “Dios es criollo”, es decir, que todas Jas clases sociales podian alcanzar sus objetivos sin un esfuerzo demasiado serio y continuado, Al. calor de esta ilusién, que para ellos era una realidad palpable, Jos estancieros argentinos cultivaron con empefio el arte advenedizo de tirar man- teca al techo. El bonapartismo peronista mvellemente respaldado en la prosperi- dad generada por la guerra y posguerra, utiliz6 todos los recursos del Estado para darle a ia clase obrera, y muy particular- mente a la privilegiads burocracia sindi- cal, los recursos econémicos y la sicolo- gia necesarios para tirar también ellos manteca al techo ~aunque, claro esté, en escala infinitamente pequefia con rele- cién a los standards de la clase domi~ nante. El Estado bonapartista resulté asi para la clase obrera argentina, en un mo- mento crucial de su desarrollo, el equi- valente de lo que fueron Ja fertilidad de in Pampa y de las vacas para los estan- cietos, 0 Ia proteccién aduanera y la in- flacion para los industriales: un medio de progreso econdmico facil, logrado mas bien como regalo de Dios que como pro- ducto de un esfuerzo sostenido, De tal modo el bonapartismo pe- ronista desarrollé y arraig6 profundamen- te cn la clasc obrera actitudcs favorables hacia el orden social, las cuales se expre- san de modo concentrado en Ia ideologia de la unidad de clases, de la comunidad de intereses cntre obreros, capitalistas, mi-litares y funcionarios. Es un hecho que luego de 1955 Ja clase obrera perdid algunos de los beneficios que le fueron dados, pero la pérdida no ha sido tan grande © tan dremética como para ser percibida de modo tal que conmoviera las actitudes existentes y sv expresion ideo- logica, Sc requirié Ja crisis de 1929 y la desintegracion del mercado mundial para sacudir la confianza de la clase dirigente argentina en que la Pampa, las vasas y Dios eran garantia harto suficiente de su perpetuo enriquecimiento. El futuro dir qué concatenacién de hechos se requie~ ren para sacudir el temperamento quie- tista””, la confianza de Ia clase obrem en que puede marchar ordenadamente del trabajo a casa y de casa al trabajo, puesto que su bienestar y prosperidad estén ga- rantizados por el Estado benefactor y la habilided de la burocracia sindical para maniobrar entre patrones, militares y funcionarios. 11. Pesimismo y optimismo 11.1, Estas observaciones sobre In clase obrera argentina no se proponen ser di- ferentes, y han sido formuladas sin preo- cupacién alguna por los grados de pesi- mismo u optimismo que puedan estimu- lar en revolucionarios necesitados de fe militante 0 en conservadores évidos de, orden!?, Sin embargo, parece oportuno insertar dos palabras para este tipo de Jectores. Para los revolucionarios marxis- tas que confian en la clase obrera como agente de cambio histérico, el conserva- dorismo y el quietismo actuales de la cla- se obrera argentina no ofrece motivo al- guno de cntusiasmo. Requiere, cn cam- bio, una buena dosis de madurez y firme- za por el estilo de los que revelaba Lenin cuando eseribia: “Si no sabemos ¢laborar una téctica politica, un plan de organiza- cién que suponga necesariamente in tra- ‘bajo muy prolongado y que al mismo tiempo garanticen, a través del proceso de cste trabajo mismo, la disposicién de nuestro partido de permanecer en su puesto y cumplir su mision en presencia de cada acontecimicnto inesperado, de cada accleracién del curso de los acontc- cimientos, si no hacemos esto nos revela- remos pura y simplemente como unos miserables aventureros politicos... (pues) el objetivo de la socialdemocracia es la transformecién radical de las condiciones de vida de toda la humanidad y por eso mismo los socialdemécratas no se deja- rin desconcertar por la larga duracion de su trabajo", Desde luego, el reconocimiento del conservadorismo y ¢] quietismo ac- ‘tales de le clase obrera sélo puede gene- rar pesimismo en quienes alimentan su ‘optimismo revolucionario con el mengua- do combustible de una confianza irracio- nal en el triunfo inmediato o cercano. Y, sobre todo, puede generar pesimismo en quienes se acercan al proletariado con un criterio estrictamente local y ven a la clase obrera tinicamente como clase de la sociedad argentina, no como integrante del proletariado universal’®, En cuanto a los conscrvadores propensos a derivar tranquilidad de la presente condicién de la clase obrera ar- gentina, cabe recordarles que todo lo que existe merece perecer, y a su debido tiempo perece. FIN DIALEKTICA/63 mi Notas * eggstos eve ails de altoraciéa institucional han toni- io In vistud do destrir una comunidad que v6 encam nba bscia 1 unidad nacional [..] ea medio de esto cna- to do dosorgasizasién y de desolaciSn, la Ynios farza quo ha mantenido su unidud y su cohesiéa ha sido la cle trobajadore que, nterood & su ompoto y « 3 patio- tismo no ha pasticipado en el dessstr sino por sus con- soovenci [.] sus cundros han nuantenido la mis abso- lta moderacién y pondoracién [.." ~ Juan Poréa, mex- txje grabado repeuduside por Clarin; Ba. As., egoato de 1964. * Bato quietismo no debe sor confisulido con ol estado do apatis y desmoralizacion que ts elane obrara uote stravesar deqputs de eufir une demote. Un caso de apa- ‘ia y desmoralizacién quo ka Uegado a ser clisioo fac ob estado dol profeterindo rato despnés do la rovoluoién de 1905 y haste 1912, Pero ol quistismno @ ee 1106 rfori ‘0s no es el reniltado de botillas pendidas, sino que consiste precisemonte on lt oscara 6 mula disposicion © Iibrar buble alguna. > Hp aqui dos ejemplos eatro los machos posible: “La ‘lees obser [..] acalons su experioncis en cuanto a ba antigua direcciéa. Los obsoros no slo ponicron on préo- tice estvos métodos de Tueba sive qos, af mismo tox po, Veron com clsitiad el féxcoso oxtrepitoso de sa anii- ‘1 diseccida Irurecsiice poronistr. Do este modo oo- sina 9 nuugir uma anova dizoockin pare el savimaioato ‘bre, Bsa nueva dirsociéa quo ees ux répido apcan- Aizxje on ol terreno sinaioal y pottion de pio panels for- aaciée do la fthion dixbooién rovelucionria 45 fos unm as". Y “Existo otro divcocién {..] Ex la dizocoién ndniim, ts que todos los ins pons el homére 2 12 ‘organizaoiin sindival o fibril [..} Som tos. grandes sctivits do Ia claco obnere, uncon de ellos dirigentes do ios, otc. Nabiac! Moreno, Y Después de Perén qud?, Ba. Mackisao, Bs, At. 1936, pp. 3 y 109. “El a iinie prbloicio dea 61 poiiedo goo os coupe (1934-1960) [J] rogiaté In difereaciacién footoaais do soctores y custiros quo eaceraben [.] le medureciéa po- ‘itive del canto do bn clase, Politica Obrara, Bs. As., sotiembre 1964, 9,21. “ Periédicenonto ~por lo goaoral en conjuacién cos las nin interven dol Pertdo Contmninta 0 do tos distinios grupos marxistaraflanen imoloctusios o grupos quo o- ‘ribayen ol fracaso de Ia iognierds 2 uns complete inop- titud yo coorupoién politica guo le habris impedido po- strat on a claso obrere, por lo damés madre para s5- caches y segiir 0 fos rovohucionarios. Vezmos alguns. jem. Un exceitor (J.C. PORTANTIERO, “Crisis oo Is zguierda Acyentina”, en Téctioa, Bs. As., novo 1964 ». 19) afirme que “los grapos quo monifesteban oxpiossr 8 uns izguierda sevolusisanen evidoncisoa va inostn- preosién slbsoints” ds to qua ora of poreaisano “y por ko tanto 69 vievon inogpaoss do sbsarbor dinémioamento ol prooseo”, Por “iasompransiéin aboakata” eet sntor quio~ 1 signifier In wuseanin de poxisiouos ooinoidoato oon 1 euyes propion poro ou énfarmaisa on deficioute. Dic- 64/DIALEKTICA, cinveve atios antes de que é1 excribiers exist gropos que actuabsn entre los obverns peranistas com let posi- ioues que é! considera corrects ~y sin éxito algano, ‘peso a su entusiasmo militate, Por lo dems, esto antor 2 acerca al estadio de la relacién entre partido rovalu: ciomario y clase obrera con un enfogue ingemuaments saubjetivists, sogin el cual Ia clase enti stemmpre dise puesta a esoucher « los rovolucionarios « condiciéa de aque éstos seen capaces de realizar “un ensliss correcto do a oxtractura econémico-tocial do um pals, de Iss 00- rrelaciones entre las clases y do las coutradicoionos fan- damentales”, Desde luego ento enfoque nada tions que ‘ver con ol mancismn; y ai sun cox el sano been sontido experinisatal. Mas tal vez.no debe ooepreador tn au for que se provisos mentite pero sfirms on singular soltura que... “jLa historia no oo salica otzpas! (p. 20). tras voces afimian que “hoe mucho tiempo que Ls clase obrere do anestzo pais exth madien pera ol raga de una vanguard en su sea0", pose 8 0 cael, edvievien; nuestra claso obrera a0 tuvo i tiene In direccién que smereoe”, {Cust os Ta explcaciéa? “La roqponsabilidad fandamacatal rocao oionces on los propos que dijoron y dicen ecinar on nomine del macxismo revolucinoario [od] por sa ecciéa opomunists que es ta forme do st diroceién sevolncionsrit, (L. TORRES, “Buroorecis, Asistocracia y Vanguartis Obners”, en Polltica Obrera, ‘Buenos Airos eotiembre 1964, pp. 21-22). El edvertrio “entonoes” y el adjtivo “oportnnista” aizven aqui pore cntoguizar o Joctores predispacstos poro en mula ayndan 4} conocinaicnto del fondmeno estslindo, Por do pronto, ‘en ef lenguajo comvencianl dol marxiseno “ecciéa opar- ‘waist significa on osonols una potition de oozcilisoiin de clasos que suboedins ol prolstariado a In bmrgnosis; y bien of a Argentina algunos gropca a8 aosrostae 8 le clase cbrore com wna Hines semejante, ecros lo hicieron 0a wea finon gnc no puede dencosinme oportanints ea suing sostido sazonable del temo. Ea cuanto a que 1 reaponsabilided fundamental pa fn enseacia do uns iroooiin obrera revolucionsria recae sobre tos grapos marxictes, ello significa qoc actsanto de modo distintos al que lo hicioran entre 1943 y 1966 ouos grupos podst- ‘mu haber dotedo de direocida sovolucinanrs 6 Ja clase o- ‘bora engentina o 0 su vanguerdia. Pero jonft hmbiers si- do ene modo distinto de actuar? Cuslos buboren sido te linca politica vomrects y el sivel de malitensis opro- ‘indo? Vn ertions no sélo uo costeetan a ects pregun- ‘es: ni siquiers so las planto. Sn orion es, pues, in- ‘wlsctualmenio esérl y poliicasueats iavespansablo, Desde um panto do viste distito, etoque vin arribar a aghares sosultados, otros crtioas exptioen Ja ineficacia de tos grupos marxista no por mt “opostonismo” sino procisansonta por wu fal do oportusismo, Tal es ol eazo to ma mioleo de excrtores expacializatioe on e} manejo eo “vingenos leone”, “vingenee vontles”, y figure ltera- ins por ef eatilo qu dioton en Haare, taxabién a loa fonpos marsstar, vigouos vests y “ooladonss de Ie face de olesse” (Loén Rozitchner, “Leas do Clazos. Verifiosciin del Lsiinmo” on Contorna, Ba, As, julio 1957, p. 14). Mie bios que fa do coladores, eate autor recomendsba eioplar fronto o it luche do siasea un rol do proxenctasy lamabs a cersar files en tomo de Arturo Frondizi pare suplir fs ansencia de “un partido verdade- remente revolusionario”(p. 21). 2 Por presién de fucra. el inglés entionde grandes de- ‘mostraciones populares que, sin duds, no pueden sor o- foctoadas sin la animad colaboracién do In clase obrera. Pitt supo odmo emplear e iss masas contra los whigs on 3 gnotra anijscobine [..] todos fueron frat de vio- Jentas demastrocionos on ns cuales ta clase obrer, ici toda a vooes en forms artificial,» veoes actuendo de ma- nore espontiaes, ora como personaje del drame, ore 00- mo cor, dessaxpefié Ia parte principal 0, de acuerdo con las citcuastoncies Ie patio més bulliciose ~ Marx, La Guerra Civil en Estados Unidas, Editorial Lavtaro, Bs. As, 1946. 175. Soy decidido partidario del sindicato ‘nico. Ex cam- bio os opositores dessen tres,0 cuxtro sindicatos, La ‘ventajn do la waidad reside e que cuando el sindicato os soni teatar un problema specific es fécil. Em oxm- bio, cuando existon tres o cuatro asocisciones Ja compo tencia entre os crea difiulindes”. Alvaro C. Alsoga- tay, declaracionss on La Razén, Bs. AS. agosto 20 1964. “Algunos camaredas nos preguattron no sin indigns- cin: gestare ustod contra 1a unidad ompinice? No, no estamos conta Ia naidad. Pero estamos contra el fti- chism, Ia suporsticién y la ceguera. La unidad en si ‘isms no resuslve nada. La socialdemocracia axstriace rounia a casi todo el prolotariado pero sélo para condo cirlo a fa ruin El Partido Laborist belga tione deocho «8 Ilamarse ol inioo pestido dol prolotarindo, pero esto no 1e impide rancor de capitulecién en capituleciba. Sélo porsonss incarablemonte ingosuas pueden esperar que cl Partido Laborista, que domina completamente al pro- louriade brisiuico, aes cxpaz do logrer 1a victoria, Lo ‘quo deci ts copatiéa no os Ix uniad oa si misma sino su contenido politico real”. (LEON TROTZKY. Whiter France, Pionoor Publisier, Nueva York 1936, p. 108.) * Vor JORCUATO S. DI TELLA Ei sistema politico argentina yla clase obrera, Eudebe, Bs.As. 1964 * Som pertinontos Ins palabras do Marx respecto 8 Ie po- ttica boneparista de Biomark: “Por otra pette, ol apoyo dol goviomo real prosiano [..] no tiene Valor alguno co- smo miedide cconimice, pero on cambio extionds ol sis- toma do Ia tutols, comonnpe un sector de los obreros y casita ol movimiento” (K. MARX y F. ENGELS; Correspondencia, Problems, Bs.As. 1946, p, 208), 4 Tradicionalmento fos rovolocionarios marxistas han ‘considerado como sgentos del cambio histcico al prole- tariado industrial, y han ceatredo #3 trabajo politico so- ‘re los obroros fabriles y mo sobre los trabajedores det ‘campo y dela ciudad. “Nostra labor, ant todo y sobre todo, 6 dirigo hecia los obroros de ia fibrica, de te civ dad, Le socialdemocracia nasa to debe despordiciar sts fucrans sino concentrarlas para ectoar entre el proleta- ‘indo industria! (J pro |... no quoremos decir cou ello ni mucho menos, que se dosonticnda de [..] Fe proleiar ‘ido industrial divcrsinado fuera de las fibrices, en las ciudades y aldeas y cuyas condiciones de vide ton mu- cho poores[..] Los socialdomdéoralas rasos consideran i- ‘nopostuno dirigir wus fuorzas hacia Jos aresanos y obro- 10s agricola [..] No ¢s prictico eaviar agitadores a tos artesanos y obreros agrcolas mientas quede por reslizar tal onatidad de trabejo entre los obreros fabriles de la ‘oiuded [...] Estin profiandamante equivocados los que &- ‘cusan a i socialdcmocracia susa de [..] desconocer a fa ‘ase de Te poblacién trebejadors, por stender sto a los ‘obreros fabrilos. Por ol contrasio, bs epitacid en Iss c2- ‘pas avenzadas del proletarisdo es el camino més seguro, cl iico camino pera conseguir también ol dospertar de todo ol profetarisdo niso”. (VI. LENIN; Las tareas de Jos socialdemécratas rusos, Editorial Levtaso, Bs. As. 1946, pp. 125-126). 8 eRecordamos camo hace medio siglo ef demécrata ‘Chemictiovsky, dando su vida por Is revoluckin devia: -drste nacidn, nscién de esclavos de arribe abajo todos ‘esclavos». Los esclavos rusos, Jos que Jo saa sbierts- mento y los que lo son de mancra disinmlada no quioren acordarse de estes palabras. Sin ombargo, pera nosotros, esas eran los palabras do wn verdadero amar por Ia po- ‘tia, de un amor nostilgioo 2 oonsecuencia de espiritu sovolucionario on las nases de In poblacién rasa” (V. 1. LENIN; “Sobre el orgnllo nacional de los rusos”, ‘Sochinaniya, XVI, p81), 261 marxismo no ignora on modo alguno factores tales como Ia tradicidn y ol temperamonto neciooal. La direc ida fundamental del dosarotlo histrico, por supwesto esti detcrminado por el progreso do la lucha de clases, pero la forma de este desarrollo, su ritmo, et:. pueden ‘aria apreciablemonto bajo Is infhioacin det tempora- ‘mento y Ia trdicién nacional, ios cusios lan sido ellos sismos forrmdos on cl pasedo bajo fe influcacia dol ‘rogreso de Ia lucha de clases.” (L. TROTZKY Whiter France, p. $9). '® ~7Acaso ol primer debor de quion busca la verdad no es avanzar drectaronte sobre [a verdad sin mires iz- quicrda ni a dorecha? La verdad es tan poco discrete co- ‘mo la hz. Si la discreci6u constituye el carictor dc In in- vestigacién, ello os indice del tere que 50 theme 2 Ls ‘vordad, mis bien que indice del tomar que s0 tiene del corror. Es un medio que peraliza que so da un paso ado- Into: Gracias ell, ta investigacién exporimenta obli- satoriamento un santo tomor de doscubrir ol resultado: ‘es un preservativo contra Ia verde”. (K. MARX: Oew- vwres Philosophiques, Coates Editowr, Puris 1927, p. 12, “VL LENIN; (Qué haoer?, Ed. Claridad, Bs. As, 1946, pig. 176. En enero de 1917 Lenin deoia en uns cconferencia quo ore duudoso quo sv genoraciéa -tenis ceatonces 46 aos- viviera lo sufcieate "para ver las ba- tallas dooisivas de fa proxima rovolaoién” jrusa}. {So ‘mupina alguion a Lonin “posimista"? (Ver V.LLENIN, Sochineniya, XIX, p. 387). * bara ol marxists ninguna cucatin de importancia puo- do oncorrarse en un marco naciontl, Ante lor ojos de ‘Lenin of mudo aparece como un solo compo do comb te on que los distintos pueblos y clases sociales sostic- ‘non woa guoma giganto, DIALEKTICA/65 U.ECO/E, GRONER / B. KAGARLITSKY / M. BELLUCCI / M. LOWY A. DABAT/ A. SHAIK jj 2. HOLLOWAY / A. BONNET /E. M. WOOD / W. BONEFELD ANA DINERSTEIN DIANA HOSHRAICIT | GEORGE LABICA {DENIS BERGER 1 16 “AON ‘6 oN (epeoyiun) ELEUOTONOASE Bist eioog vr] ey 10d epepy Dossier: 150 alios det Manifieste Comunista Jevopoey emyunsed ‘ugronede euIxord ‘OT oN OUD Ia /eisHedes uoisieamooal Bf A SSUN PT Asi: Crisis banearies y conmociones: rmonetarias: guna wuluerabilidad zencralizads? oe a EL marxismo entre ciencia y utopfa Internacionalisme © Revista de critica cultural Dossier: Brasil, textos de C. Correas, J. Trimboli A, Cristéfato, D. Vifias, E. Griiner, E. de Ipola. Entrevista a O. Bayer. Politica y Teoria Revista del comunismo revolucionario de la Argentina 66/DIALEKTICA éUN TESTAMENTO POLITICO? REFLEXIONES SOBRE LA CLASE OBRERA EN TORNO A UN ARTICULO DE MILCIADES PENA Hernan Camarero Milciades Pefia fue uno de los intelectuales de izquierda mas relevantes de la Argentina, sobre todo en los campos de la historiografia y el estudio sociolégico de las clases dominantes. Sus escritos, muchos de ellos de una notable vigencia en sus concepciones y por su abordaje metodolégico, conforman un patrimonio que perte- nece no sdlo a la tradicién del irotskismo (en donde se ubicé Pefia la mayor parte de su vida), sino a todo el espacio del pensamiento critico de la realidad histérica y social. Reapropiarse criticamente de esta experiencia, desde un Angulo tedrico, politico y ético, puede aportar mucho a la consolidacién de la cultura marxista en la Argentina. Este trabajo, sin embargo, no tiene como objeti-vo abordar enteramente esta tarea tan necesaria, Se nos ha convocado aqui para reflexionar acerca de un texto en particular de Pefia, titulado El legado del bonapartismo: conservadorismo y quietismo en la clase obrera argentina (en adelante El legado del bonapartismo). Firmado con el seudénimo de Gustavo Polit, aparecié en 1964, en la revista Fichas de investigacin econémica y social (en adelante Fichas), que irpuls6 y dirigié el propio Pefia hasta su muerte en diciembre de 1965.’ Es uno de los escritos més importantes del ultimo periods de la vida de Pefla quien por ese entonces se encon- traba alejado, hacia ya unos cinco afios, de la militancia organica en la organi- zacién trotskista Palabra Obrera, a la que habia ingresado en 1947. Este articulo de Fichas, destinado a generar polémica, brinda una oportunidad para reflexionar sobre algunos problemas referidos a la clase obrera, el peronismo, la izquierda y la relacién entre intelectualidad revolucionaria y partido en la Argentina, entre 1945- 1965.Cuando se aborda un estudio es imprescindible evaluar criticamente lo escrito hasta el momento sobre el tema. En este caso debimos considerar el aporte de Ho- racio Tarcus, quien se dedicé como ningun otro investigador al examen de la vida y las ideas de Pefla, especialmente en su voluminoso libro E! marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milciades Pena (en adelante El marxismo olvida- doy’. En esta obra s¢ erigié una visién global sobre este ultimo intelectual. El libro es destacable en varios aspectos: por la profundidad de su indagacion, por formular hipétesis sugerentes, por su pormenorizada informacion y por ayudar a recuperar una figura clave del pensamiento de la izquierda argentina. Sin embargo, algunos de los juicios y conclusiones a las que arriba nos parecen cuestionables. En varios pasajes la obra presenta dificultades para “tomar distancia" de los textos de Pefia, DIALEKTICA/67 ail asumiendo un cardcter casi apologético de su personaje. A pesar de ello, es un libro que, por su seriedad, vale la pena esforzarse por criticar. Ya que es imposible enca- rar una reflexién sobre Pefia que no realice al mismo tiempo un anidlisis critico de la vision de Tarcus. Nuestro relato eatonces, confrontard simulténeamente con ambos autores. En varios pasajes también nos referiremos a otra obra, Resistencia e integracion. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976 (en ade- lante Resistencia e integracién), del britanico Daniel James’ pues aparece vincula- da a las preocupaciones que aqui se abordan. Sin siquiera relativizar la evaluacién general que haciamos anteriormente de Pefia, ni anular el reconocimiento de la importancia que reviste el libro de Tarcus, nuestra vision, como adyertira el lector desde un inicio, es impugnadora de ambos escritos. Consideraciones generaies y metodolégicas sobre el articule Comencemos por manifestar el juicio global que nos merece el articulo de Pefia. El texto es importante por los temas a los que se refiere y porque intenta abordarlos en su propia especificidad. Al mismo tiempo, también es remarcable otra de sus virtudes: no pretende ser una reflexion de coyuntura sino una indaga- cién de procesos de larga duracién. Sin embargo, el texto tiene una serie de errores y limitaciones, que son insalvables pues radican en la infraestructura misma del proyecto. Todavia mas, creemos que es un momento regresivo en el desarrollo de la producci6n teérica de Pefia. Combina los defectos de una conceptualizacién excesi- vamente sociologista con un acendrado escepticismo politico, que concluye por realizar una evaluacién equivocada de la clase obrera y el peronismo. Como procu- raremos demostrar, el articulo tiene déficits tanto en su contenido como en su for- ma. En este sentido, nuestro balance es diferente al formulado por Tarcus en su libro. Para el autor de El marxismo olvidado, este ensayo seria “una suerte de con- densacién de sus ideas" (p.408);, marcaria "el punto mas audaz y creative del mar- xismo de Pefta", ya que habria seftalado "el punto de ruptura {...] con las ilusiones obreristas del trotskismo vulgar" (p.410). La conviccion de Tarcus en el sentido de que este escrito de Pefia "bien puede considerarse su testamento politico” (p.408), evidencia algunos de los defectos de su enfoque que sefialamos anteriormente. Una de ellos, quizds el mas presente cn las paginas que dedica al andlisis de E/ legado del bonapartismo, es el cardcter acritico de su visién, que no advierte las falencias del articulo. El ensayo de Pefla, propuesto como un estudio de Ja clase obrera argentina de mediados de este siglo, en el que ef propio autor asegura que no olvidard los “vequisitos de la investigacién cientifica", es deficiente, precisarnente, en este cam- po. Es una indagacién, que carece de un relevamiento empirico suficiente y de una base documental firme. A excepcién de sus crificas a la izquierda y a ciertas visio- nes de la sociologia académica, el texto se despreocupa por construir un balance previo que identifique a las distintas visiones sobre el tema y exaraine sus premisas 68/DIALEKTICA tedricas. Eso que Pefia hiciera con tanta agudeza en sus clasicos escritos sobre his- toria argentina. Es dificil encuadrar este estudio en alguna de las tradiciones interpretativas que examinaron a la clase obrera argentina de aquella época.‘ En muchos de sus aspectos formales, en el uso de cierta terminologia y en el criterio expositivo em- pleado (comenzar el estudio con un “esquema referencial" y seguirlo con el enun- ciado de "definiciones"), se aleja de ese marxismo humanista y antidogmatico que el autor tanto cultivara en otros tramos ce su produccién, A pesar de que Pefia ha- bia sabido cuestionarla en otros momentos (incluso en este mismo trabajo), es per- ceptible en ciertos aspecios del encuadre analitico del articulo el influjo de la pers- pectiva sociolégica inaugurada por Gino Germani en el pais, y ampliamente expan- dida en los afios sesenta, 1a cual combinaba Ia teoria funcionalista del cambio social con una definicién operativo-interpretativa de clase fundada en la estructura eco- némica.> Claro que estos estudios apuntan al establecimiento de normas que regu- Ien el conflicto en el marco de la sociedad capitalista y se sitian sobre la creencia en la posibilidad de una armonia de clases, mientras que Pefia denuncia a ésta alii- ma y define a la clase obrera como la “que tiene mayor probabilidad de actuar consecuentemente y hasta el fin como agente de cambio histérico capaz de cons- truir la sociedad socialista"(p.70). No obstante, como sucede en la mayor parte de aquella literatura, también en el articulo de Pefia la clase parece querer compren- derse a partir de una serie de conceptos ideales que, mds que enriquecer, entorpecen el andlisis del fendmeno hist6rico. Pero si en aquellos estudios socioldégicos la ca- racteristica era la profusion de registros estadisticos cuyos datos eran tamizados a i través de categorias arbitrarias, en £/ legado del bonapartismo se construyen con- | ceptos iguaimente forzados pero con escasa base empirica que los respalde. Acerca de las caracteristicas ontoiégicas de la clase obrera El articulo de Pefia se estructura sobre una hipétesis general interesante. Sostiene que es un error postular “e/ cardcter onttolégicamente revolucionario de la clase obrera universal, y por tanto también de la clase obrera argentina" (p.72). Por eso cuestiona las visiones de izquierda que, sosteniendo tozudamonte este pre- supuesto, consideran que el tinico obst4culo para que la clase obrera logre luchar exitosamente por sus reivindicaciones histéricas ¢ inmediatas, esti en su direccién. En esta concepcién, la explicacién de fos fracasos estaria en la existencia de una burocracia sindical que siempre “frena y traiciona las luchas" y que es entendida como algo puramente externo, "agregado" a la clase. La aclaracién es muy atinada, pues rompe con los moldes aprioristicos y parece encuadrarse en la perspectiva-marxista abierta y desprejuiciada que recorre las elaboraciones anteriores de Pefia.® Pero asi como reconocemos la virtud de esta hipétesis general, también debemos decir que este enfoque enseguida se malogra. Cuando el lector espera que el autor no confunda "/o que /a clase obrera es con lo DIALEKTICA/69 mn que los izquierdistas desearlan que fuera" (p.10), y se lance a una reconstruccién certera y no mitica de la clase obrera argentina, se encuentra con nuevas categorias “ontolégicas", sdlo que en una duracién delimitada y no eterna, pero igualmente inmutables y estaticas. Lo que hace Pefia es elaborar un modelo clasificatorio, en donde se presentan un par de conceptos dicotémicos, construidos a partir de una seleccién de atributos. Es un juego de encasillamientos, que alerta sobre la existen- cia de cuatro conductas posibles: quietismo/combatividad; conservadorismo/revolu- cionarismo. No podemos extendernos aqui a juzgar cada uno de esos compartimentos, pero observemos la debilidad de la operacién con algunos de sus prototipos. Afirma Pefia que la clase obrera francesa seria desde 1958 “quietista pero no conserva- dora". A \a clase obrera argentina, en tanto, "a partir de 1945" le cabe la etiqueta de "quietista y conservadora" (p.71-72). Estas "cuantificaciones" y comparaciones nierecen objeciones. Por ejemplo, la conciencia de los trabajadores argentinos esta- ba enmarcada en el peronismo, y éste fue un movimiento politico que nunca cues- tioné al orden capitalista; en tanto que el proletariado francés era mayoritariamente conducido por el Partido Comunista, una organizacién formalmente clasista, lo que supondria cuestionar aquel orden. Pero los obreros peronistas desde 1955 no que- rian "conservar” lo existente sino recuperar lo que ellos entendian por “justicia social” (que ahora resultaba incompatible con los intereses de la burguesia), trans- formando sus presentes condiciones de existencia. Por eso, el peronismo fue feroz- mente perseguido por la dictadura militar de la Revolucién Libertadora. En cuanto el PCF stalinista, uno de los garantes del capitalismo en Francia desde la posguerra, era el que mantenia encor-setado’a los trabajadores en el espiritu de la "coexisten- cia" de clases. Un reformismo "conservador” que, cuatro afios después de publicado el articulo, seria denunciado por los obreros y estudiantes en las barricadas parisi- nas de mayo del ‘68. Hay que concluir que es improcedente: a) estipular de ese modo las proporciones de lo que un grupo humano hace o piensa, y esto, ademas, sin presentar suficiente registro estadistico o descriptivo; b) explicar la accién y la conciencia de sujetos sociales a partir de algunos aspectos formales que éstas pre- sentarian. Sin embargo, para Tarcus, la adjudicacién de estos rétulos a distintos proletariados le habria permitido a Pefia "pensar situaciones" diversas (p.399). Nos parece, en cambio, que esta operacién clasificatoria no sirvid demasiado ni para "pensar", ni para comprender los rasgos contradictorios de Ja realidad, sino para cerrar la indagacién, en el preciso momento en que ésta deberia comenzar. Orientandonos, de aqui en mis, a lo que se refiere especificamente a la clase trabajadora argentina, intentaremos probar que el enfoque de Pefia es inadecuado. En primer lugar, desde el punto de vista metodolégico. Porque la realidad de la clase obrera argentina era mas compleja y heterogénea de lo que enuncian esas dos etiquetas. Los tipos ideales de Pefia resultan demasiado generalizadores y uni- laterales para alcanzar un andlisis detallado. El propio Pefia parecié verse forzado a realizar una aclaracién en ese sentido, que compensara su vision: "El quietismo y TOIDIALEKTICA ¢ eas = conservadorismo son categorias -es decir: puntos de vista, apostaderos desde los cuales nos acercamos al estudio de la clase obrera — obviamente analtticos y por Jo tanto unilaterales, abstractos. El ser real de la clase obrera, es mds rico, mas real que tales abstracciones como que consiste precisamente en la suma de esas y otras muchas abstracciones" (p.71). Pero afirmar que esas dos son algunas de las abstracciones posibles para el estudio de la clase obrera argentina, sin mencionar a las otras, ni combinar analiti- camente a todas, inutiliza la advertencia. Ademas, al lector se le avisa que ese "ser real" es mas rico que tales abstracciones, pero en el texto en ningiin momento apa- rece ese "ser real". No es reconstruido ni restaurado hist6ricamente en sus miiltiples | determinaciones. El sujeto, la clase obrera, queda eclipsado por las tipificaciones y respuestas esperables por el autor, Como la base empirica del articulo es escasa, se i termina estableciendo conceptos ideales para que la realidad se ajuste a ellos. Tar- ! cus, en cambio, cree que aquella "aclaracién" es suficiente para eximirlo de realizar un juicio critico. Reproduce esta misma cita en su libro para mostrar a Pefia “con- sciente de los limites de su esquema referencial”, ya que su objetivo habria sido “historizar a la clase obrera" (p.399). La verdad es que nunca, como en este arti- culo, Pefia parecié despreocuparse tanto por historizar un fenomeno. Una visién esencialista de la clase trabajadora argentina Ej autor de E! marxismo olvidado, sin embargo, avanza algo mas en su | planteo y pretende colocar el articulo de Pefla en la misma direccién de una tradi- { cién interpretativa en el estudio de la clase obrera argentina que ha logrado su ultima y mejor expresién en la obra ya citada de Daniel James. En efecto, plantea que Peiia, en su libro Masas, caudillos y elites, todavia tiene rasgos "obreristas”, pero que en El legado del bonapartismo los superara y se reorientaré en el mismo sentido en el que Daniel James "postula la necesidad de apartarse de cualquier I esencialismo (sea que interprete a la clase obrera como esencialmente revolu- | cionaria, reformista 0 anémica), para poder comprender distintas conductas posi- bles, tanto de resistencia como de integracién” (p.293). Creemos que esto no es ast y la refutaciOn serd oportuna para permitimos contextualizar y evaluar el enfoque { de Pefia a la luz de la mas reciente historiografia obrera. Comencemos por apuntar que el propio James no se ha dado cuenta de lo que si advierte Tarcus sobre su obra Resistencia e integracién: que la visién del axticulo de Pefia va en el mismo sentido de ese libro y es una suerte de “antece- | dente". De hecho, a pesar de ocuparse ambos del mismo periodo, El legado del bonapartismo no ¢s ni siquiera = en el libro, que posee un relevamiento bibliografico exhaustivo. En verdad, la visién del articulo de Pefia es distinta a la de James. La unica coincidencia es el enunciado de una definicién: la imposibilidad de estudiar a la clase obrera partiendo de la suposicién que posce un cardcier ontolégicamente re~ DIALEKTICA/71 ———_. volucionario. Sélo alli radica Ja coincidencia. Luego, los caminos del andlisis se bifurcan. Observemos la diferencia ms elemental: habiendo considerado ambos el mismo periodo, James eligié como titulo de su obra Resistencia e integracion, Pefia, en cambio, decidié subtitular la suya Conservadorismo y quietismo. Si James presenta los dos polos de una experiencia ebrera concreta (y nétese cual de esos dos polos enumera en primer lugar), Pefia s6lo ve dos categorias estancas que intentan reflejar una situacién de continuidad y homogeneidad. La clase obrera del articulo de Fichas no practica desde 1945 una variacién de distintas conductas, sino un comportamiento tnico, sobredeterminante, en definitiva, "esencialista: el quietis- mo/conservadorismo. No niega totalmente que esa clase obrera presente diversas caracteristicas y protagonice distintas acciones, pero todas aparecen conjugadas con aque! denominador conuin. Quiere simplificar veinte afios de accion y conciencia de fa clase obrera argentina en una de las tantas fotografia posibles de esa realidad, en donde el "scr real" de esa clase no aparece por ningin lado pues se encuentra eclipsado por categorias abstractas. Resistencia e integracién, en cambio, quiere convertir a Ja clase trabajadora en un sujeto histérico vivo. Su visién aspira a re~ crear el movimiento: la lucha de clases provoca un conjunto de experiencias (victo- rias, derrotas, resistencias, subordinacién al estado), que nos remite a una clase cambiante, que interpreta y se apropia de esas experiencias en forma compleja. Los trabajadores aparecen en escena, manifestandose en un conjunto de acciones, per- cepciones y representaciones, como sujetos activos de una lucha entre clases. En la obra de James se advierte la influencia de autores como E.P. Thompson (en su valorizacién del concepto de “experiencia” y en sus definiciones de clase y concien- cia de clase), Raymond Williams (en sus planteos sobre la “estructura de sensibili- dad"), Gareth Stedman Jones (en sus investigaciones sobre las situaciones politicas y discursivas en que aparecen y retroceden determinados "lenguajes de clase", y en sus estudios sobre la formacién y los componentes de la “cultura obrera") y Stuart Hall (en sus estudios sobre “lo popular"). Tarcus quiso insuflar vitalidad y actuali- dad al articulo de Pefia, tratando de asimilarlo de algiin modo a esta renovacién de la historiografia y la teoria social marxistas operada desde la posguerra en Gran Bretafia. Pero el articulo es poco emparentable a estos nuevos enfoques en el estu- dio de la clase obrera. Alli no sobrevuela el concepto de “experiencia de clase" de Thompson. Para éste, la experiencia obrera y su subjetividad, debian ser restaura- dos en sus caracteres complejos y dinamicos, y no en base a tipificaciones como aquellas a las que recurre EI legado del bonapartismo. Por otra parte, es el propio James quien condena intentos por querer fosilizar conductas de la clase obrera con el uso de categorias abstractas. En su libro, denuncia que en muchos estudios de la clase trabajadora argentina, ésta aparezca como “una construccién ideal al servicio de diferentes paradigmas ideoldgicos", "Lo que no logran darnos estas abstrac- ciones es generalmente una nocién de la experiencia histérica concreta de los trabajadores y sus respuestas complejas, ambiguas y a menudo contradictorias" (p.12-13). {Cuantas de estas criticas podrian caberle a E/ legado del bonapartismo? T2MDIALEKTICA EQuietismo o resistencia y reorganizacién obreras? Pero ademas de ser poco apropiado metodologicamente, el texto de Fichas es egquivocado por lo que describe, pues ambas categorias, quietismo y conservadoris- mo, son inadecuadas para definir a la clase trabajadora argentina de ese periodo. Cbservemos el primer concepto, el de guietismo. Para Petia, ta clase obrera argenti- na, hasta el momento en que escribe el articulo, puede ser asi definida: "aceptacién silenciosa del nuevo statu quo", “minimo de combatividad e iniciativa", “acata- miento pasivo a las indicaciones de la direccién", auscncia de los grados més bajos de reaccién "tales como las manifestaciones de masas". Un quietismo que "no es el resultado de batallas perdidas, sino que consiste precisamente en la escasa o nula disposicién a librar batalla alguna" (p.71). El comienzo de ese quietismo no esta muy claro. Por momentos parece en- tenderse desde la aparicién del peronismo, en 1945, pero en un enunciado mas explicito se lo sitia desde 1955. En los dos casos, la caracterizacién es equivocada. No porque neguemos la existencia de ctapas de derrota o “reflujo" en Ja historia de la clase obrera, argentina o mundial, sino porque el concepto de guietismo reine una serie de atributos que no se ajustan a la realidad histérica de la clase obrera delimitada por el antor. En ei primer caso, considerando desde 1945, porque ignora todo el proceso de aguda movilizacién y reorganizacién de los trabaja~dores que estuvieron en el centro mismo del surgimiento del peronisino y que co-ntiauaron durante varios afios, a pesar del esfuerzo permanentemente desrnovili-zador, esta- tista y burocratizante que impulsé el régimen politico de Peron. Desde fines de los afios sesenta han aparecido varios estudios que han dado cuenta de este fendmeno’. Todos estos escritos superaron el tradicional cliché de origen germaniano, que logré inficionar parcialmente al articulo de Pefia. Ese estereotipo relataba la emer- gencia de un movimiento populista que sélo se habria estructurado a partir de las “patemnales" d4divas que el estado brindé a una nueva clase obrera, pasiva, heteré- noma y manipulable, recién llegada a Buenos Aires desde el interior del pais. En el segundo caso, el de la existencia de un quietismo de la clase obrera argentina desde 1955, estamos ante un error completo. Como ha sido descripto en ula variada bibliografia®, pocas veces la clase obrera argentina estuvo tan lejos de Ja inercia, y protagonizé un enfrentamicnto mas enconado a la burguesia y al esta- do, como el que comenzé a partir del derrocamiento de Perén. Como sefiala James, el Ministerio de trabajo evaluaba que en términos de estadisticas de huelgas, “los aftos 1956 y 1957 no tuvieron hasta entonces punto de comparacién en la historia argentina" (p.128). Este proceso fue uno de los que imupidié el establecimiento de una hegermonia socio-politica de los sectores dominantes, Si debiera definirse la experiencia histérica de la clase trabajadora en el pais desde 1955 seria a partir del concepto de resistencia (junto al de reorganizacién), es decir, lo opuesto al quietismo que propone el ensayo de Fichas. Esta reaccién obre- DIALEKTICA/73 is ra fue tan violenta como la ofensiva de la burguesia a Ja que tuvo que responder, la cual tampoco es suficientemente percibida en cl articulo. En efecto, desde la década de 1950 las fuerzas del capital querian recuperar espacios perdidos en la esfera de la produccién, y en los ambitos social y politico, Sus intentos por aumen-tar la productividad buscaban despejar una serie de obstéculos que giraban en torno al alto nivel de organizacién y movilizacién alcanzado por los trabajadores durante el periodo peronista. De alli se puede entender la politica antisindi-cal que impuso la dictadura militar de Aramburu y su intento por abolir de ia conciencia obrera tedo rastro de la cultura peronista. Desde entonces se adoptaron un conjunto de medidas gue apuntaron a extirpar la identidad peronista y a quebrar la estructura organizati- va que la reproducia. El gobierno frondizista, en funcién de su proyecto de capitali- zacién industrial cimentado en las inversiones, racionalizacién y reduccién salarial, luego de algunas concesiones, prosiguié con la politica antilaboral. Esta se mantu- vo, en gran medida, durante las siguientes presidencias de Guido e Ilia. La clase trabajadora argentina enfrent6 esta ofensiva con un proceso de Iuchas que aim a pesar de sufrir altibajos fue casi permanente entre 1955-1959. Expresin de esa resistencia fueron las numerosas huelgas sectoriales y generales; los sabotajes practicados en los sitios de trabajo a los planes empresariales de pro- duccién; la defensa de gremios, cuerpos de delegados y activistas frente a Ja perse- cucién gubernamental-patronal, las manifestaciones de masas y los enfrentamientos espontaneos de sectores de ellas con las fuerzas represivas, la accién de grupos armados (los comandos) que actuaron contra el poder dominante. Paralelamente se dio un proceso de reorganizacién sindical y politica. Es percibible un mayor prota- gonismo del trabajador de base y un cierto deterioro del control burecratico de las conducciones. Atacadas las estructuras sindicales, la respuesta a la ofensiva patro- nal-gubernamental derivé en el surgimiento de nuevos cuadros y dirigentes, mas patticipacién militante y aparicion de organismos que nuclearon a esa vanguardia obrera (la Comision Intersindical de 1957 0 las 62 Organizaciones, en sus comien- zos). Esta recomposicién organiza-tiva expresé la resignificacién de valores polfti- cos que se operé en la clase obrera. Desde 1959 los trabajadores sufrieron una serie de derrotas decisivas por parte del gobierno de Frondizi. Estas comenzaron con Ja represién a la ocupacién del frigorifico Lisandro de 1a Torre y se prolongaron con el aplastamiento de la huelga general convocada en su apoyo, en enero de aquel afio, y de otros paros que continuaron en los meses siguientes. A los despidos y encarcelamiento de activistas, y la intervencién de sindicatos, se sumé la accién desmovilizante y negociadora de la buroctacia sindical, que desde la estructuracién del vandorismo demostré haber recuperado el control. Todo esto determiaé una inflexidn en la dindmica del enfren- tamiento que se contrajo en los siguientes affos. Lo cual, sin embargo, no significd la desaparicién del conflicto o la pasividad total, como lo evidencian las ocupacio- nes masivas de fibricas de mayo y junio de 1964. TAIDIALEKTICA Conservadorismo y conciencia peronista La otra caracterizacién clave de EI legado del bonapartismo es su definicion de la identidad y conciencia de la clase obrera argentina a partir de 1945, Se trata- ria de una clase que “acepta el sistema social imperante. Esto halla su expresién mas visible en el apoyo de la clase obrera al peronismo, es decir, aun lider y un movimiento politico vitalmente comprometidos en la conservacién del orden social capitalista” (p.71). Es decir: Conservadorismo. Como también se ha examinado en una nntrida bibliografia, y especialmente en la ya mencionada obra de James, el peronismo fue algo mds complejo gue lo enunciado en el articulo de Fichas. En éste, se realiza un andlisis de lo que repre- seritaha ese movimiento politico y de su articulacién con la conciencia obrera en forma superficial y lineal. No alcanza a construir una mirada comprensiva del ca- racter contradictorio y cambiante de la ideologia peronista. Se conforma sélo con. dar cuenta de 1a filosofia formal del peronismo que sin duda era de conciliacién y armonia de clases, ya que ponia de relieve valores decisivos para la reproduccién de las relaciones capitalistas. Pero no comprende que Ia eficacia de esta filosofia estaba limitada en la practica por ef desarrollo de una cultura que afirmaba los derechos da} trabajador dentro de Ia sociedad y el sitio de trabajo. Asi como el peronismo proclamaba los derechos laborales, que fortalecian la continua existencia de las Telaciones burguesas, a la vez el peronismo se definid a si mismo y fue definido por los obreros como una negacién del poder, los simbolos y los valores de la élite do minante. No puede comprenderse, sino, por qué el peronismo siguid siendo una voz | potencialmente herttica que daba expresién a las esperanzas de los irabajadores. ‘Aguella cultura politica de oposicién, de rechazo de todo cuartto habla existido antes en Io politico, lo social y lo econémico, aquel sentimiento de blasfemia contra las normas de la élite tradicional, incapacitaba a este movimiento politico para ofrecerse como opcién hegemonica para el capitalismo. Era equivocado explicar, a mediados de los afios '60, esta ideologia sélo L como propiciadora de “la wnidad de clases, de la comunidad de intereses entre obreros, capitalistas, militares y funcionarios", como sostiene Pefia (p.79). De hecho, se habia producido una importante resignificacién en clla. En los afios del gobierno de Perén fue docizina oficial al servicio del disciplinamiento de los traba- jadores; desde 1955 fue ternande:e en un conjunto de simbolos y valores que cana- lizaron la resistencia obrera, siendo la poriadora de un discurso que daba un sentido histérico al combate que les obreros sentian estar librando. A pesar de haberle dedicado el titulo de su trabajo, Pefia no alcanza a inter- pretar cabalmente cual era el “iegado del bonapartismo". Plantear, como lo hace el | texto de Fichas, que éste sélo se expsesaria en "una clase obrera confiada en que ‘Dios es criollo” y “en que puede marchar ordenadamente del trabajo a causa y de casa al trabajo" (p.79-80) es wna conclusién algo pobre. En verdad, es necesario | interpretar de forma mds penetrante y global la herencia que dejaba el peronismo DIALEKTICA/75 dit tras su caida. Tal como caracterizé James, entre otros, se trataba de un legado am- bivalente y su impacto sobre los trabajadores fue social y politicamente complejo. Por un lado, es cierto que la retérica peronista procuré la incorporacién de la clase obrera al Estado justicialista (lo cual supone pasividad) y desempefié un papel pro- filactico al adelantarse al surgimniento de un gremialismo auténomo. Pero por otro lado, el peronismo también otorgé a la clase trabajadora un sentimiento de solidez ¢ importancia potencial, pues la legislacién social reflejaba la movilizacién y la con- ciencia de clase de los trabajadores y no simplemente aceptacién pasiva de ofrendas del estado. El argumento de Pefia, ademds, es inconsecuente con si mismo. Afirma que el "temperamento quietista” de la clase obrera seria producto de que "su bienestar y prosperidad estén garantizadas por el Estado benefactor y por la habilidad de la burocracia sindical para maniobrar entre patrones, militares y funcionarios" (p.80). Ademas de lo ya sefialado en el sentido de desconocer el caracter inicial- mente activo de la participacién obrera en la edificacién de ese estado, Pefia olvida que desde 1955 este ultimo era puesto en tela de juicio por los sectores mayoritarios de la clase dominante, que ahora no estaban dispuestos ni a "garan-tizar" los bene- ficios de los trabajadores ni a tolerar la existencia de un movimiento sindical cen- tralizado y masivo. El autor tampoco parece recordar que en los afios siguientes al golpe militar "gorila”, antes del “Pacto" pergetiado por el frondi-zismo, se amenaz6 Ja propia existencia de la burocracia sindical peronista, redu-ciendo notablemente sus mérgenes para "maniobrar". Es por todo esto que en la clase obrera, en forma clara hasta 1959, emergié un temperamento resistente y activo antes que quietista. Sobre la burocracia sindical y Ia izquierda Por otra parte, es importante destacar que en El legado del bonapartismo se hacen algunas observaciones pertinentes sobre la burocracia sindical. Especial- mente, cuando cuestiona el criterio, frecuente en corrientes de la izquierda, de con- siderar a la burocracia como un factor puramente exdgeno al proletariado, que "frena permanentemente, traiciona y desbarata los impulsos combatientes de la clase" (p.77). Y afirma esto, sin olvidar la diferenciacién de intereses entre ambos sectores. Considera a la burocracia como un “estrato privilegiado" y la define a partir de los intereses materiales que representa, distintos a los de los trabajadores. Acertadamente, también describe a la burocracia como enemiga de la movilizacion auténoma de la clase trabajadora. Es en este marco que Pefia critica a ciertas concepciones de la izquierda, adjudicandoles el criterio sobre la burocracia sindical que impugnaba. Especffica- mente cuestiona a las tendencias trotskistas: al en ese entonces recién conformado grupo Politica Obrera; y a una cita de un libro de Nahuel Moreno, el impulsor de la organizacién Palabra Obrera, como entre 1957-1965 se denomind la corriente trotskista en la que milité Pefia.? La critica del autor, en este punto, tiene validez, ¢ 76/DIALEKTICA incluso vigencia, pues describe bien ciertos abusos en las creencias y practicas dis- cursivas de la izquierda. Pero este acierto, lamentablemente, nego se dilapida. Pues nétese que para Pefia, el error de la izquierda estaria en no haberse dado cuenta de que la clase trabajadora argentina era desde hacia veinte aiios ontolégicamente quietista y conservadora. Es cuestionable el planteo de Tarcus cuando afirma que este ensayo es "un qjuste de cuentas con la izquierda argentina que bien puede considerarse su tes- tamento politico" (p.408). En verdad, la critica de Pefia a la izquierda es superfi« cial, pues su mayor reproche es que sca simplista en su lectura de la realidad y excesivamente "vohuntarista", El legado del bonapartismo no realiza una verda- dera evaluacién de los fundamentos teéricos, programiticos y metodolégicos con Jos que actuaban esas tendencias izquierdistas, indultandolas asi de todos los juicios que se le podrian haber formulado con tanta justeza. Por otra parte, si que-remos recuperar ese supuesto “ajuste de cuentas” como un juicio valido y perecedero, debemos hacernos cargo (o quedar en una complicidad inconsciente) de todo el andlisis previo de Pefia y la conclusién a la que arriba, Y esta consistia en se-fialar que el defecto de la izquierda (especialmente la trotskista) radicaba en no aceptar que la clase obrera argentina desde hacia veinte affos no tenia el menor im-pulso vital. Pueden hacerse varias criticas a la actuacién de esta izquierda, pero el no impartir un certificado de defuncién a Ia clase trabajadora no fue uno de sus defec- tos sino una de sus virtudes. Tarcus sostiene que Pefia realiza en su ensayo una “critica politica y metodolégica del proceso que conduce a ciertos grupos izquier- distas @ proyectar sus deseos sobre la realidad, confundiéndolos con ella” (p.410). {Pero acaso no se da cuenta el autor de El marxismo olvidado que al celebrar ente- ramenite esa critica esté absolviendo las conclusiones politico-meto-doldgicas de Gustavo Polif? {Es necesario elegir entre dos falsas opciones: una, la de los que implicitamente sostienen el caracter ontolégicamente revolucionario del proletaria- do; otra, la del que afirma explicitamente su esencia quietista/conservadora? (EI testamento politico de Milciades Peita? Para concluir nuestro balance del articulo de Pefia, evaluemos su vigencia histérica. Ya hemos visto que para Tarcus E! legado del bonapartismo es el "testa- mento politico” de Peita. Para nosotros, en cambio, es uno de los textos de Pefia que mas dificultades presenta para una reapropiacién desde el presente. Este escrito de Pefia no resistié el avance del tiempo porque ademas de poseer un enfo-que meto- dologico perimido, ial como hemos expuesto a lo largo de estas paginas, arviba a conclusiones que fueron cuestionadas luego por ia propia realidad. Hay que decir aqui lo que Tarcus ha omitido sefialar sobre este texto, habiendo pasado ya més de treinta afios de haber sido escrito y teniendo la posibilidad de verificar la justeza del andlisis y de los pronésticos: el articulo de Fichas qued6 descolocado frente a.los fendmenos sociales posteriores. Aparecido cuatro afios antes del Cordobazo y de los DIALEKTICA/77 conflictos previos a este estallide que sacudieron al gobierno de Ongania, poderos decir que el andlisis de Pefia no pasé la praeba de Ja historia. Fue esa clase obrera quietista y conservadora gue describe Polit, tonificada por la aparicién de nuevos sectores de creciente combatividad, la que gencrard luego un proceso de notable radicalizacién, cuestionando asi el molde que construyera el autor. No queremos cerrar este trabajo sin ofrecer algim intento de explicacin de la distancia que media entre nuestra interpretacién del articulo de Petia y la de Tarcus. Creemos que Tarcus queda prisionero de sus concepciones sobre cémo fue y cémo debe ser la relacién entre la intelectualidad marxista y el partido; cudles fueron los lazos existentes y deseables entre el pensamiento y la praxis revolu- cionaria. Lo que ha querido demostrar Tarcus en su obra, ejemplificando en Pefia, es la imposibilidad histérica del desarrollo de una intelectualidad marxista en los marcos de cualquier experiencia organizativa de izquierda. A través de un ba-lance hist6rico del personaje se concluye en la inexorabilidad de la disociacién entre in- ielectual y partido. Este s6lo habria cumplido un rol pedagégico iniciéti-co, forma- dor en el marxismo, pero luego Pefia se habria desarrollado “s6lo". Su valor como intelectual habria crecido en forma directamente proporcional al grado de ruptura que éste tuvo, tanto con el partido al que estuvo ligado desde su temprana juventud (“esa estructura que lo constrefiia"), como con la clase obrera a la que éste le per- mitia ligarse mas organicamente. Involuntariamente, Tarcus despolitiza a la creati- vidad intelectual. Por eso es que puede Hegar a sostener que "fue en Jorge Schvar- zer sobre quien recayé el proyecto y la herencia intelectual de Pefta" (p.407). Es decir, se quiere traspasar el legado intelectual del marxista Pefia a uno de sus "dis- cipulos" insertado en el sistema académico desde posiciones que se aproximan a la reivindicacién de un capitalismo “racional" industrialista. Creemos que ésta es una vision estrecha del proyecto intelectual y politico de Pefia, que fue mucho mas que una interpretacién sobre la industria. Mas adelante, Tarcus concluye que en Ia época en que se escribia E/ legado del bonapartismo, habia que "matar a Hermes Radio para que terminara de emer- ger Milctades Penta" (p.412). {EI intelectual debia matar al militante? Precisamen- te, Hermes Radio habia participado en las jornadas de resistencia obrera a la Re- volucién Libertadora, y algunos de sus viejos camaradas lo recordaban participando en el enfrentamiento a los "gorilas". El propio Pefia, en el mimero de Fichas apare- cido pocos dias antes de su muerte, realizaba una wltima asuncién de su pasado como militante, evocando sus acciot ‘Los autores de este articulo hemos sabido luchar contra el movimiento antinacional y antiobrero denominado 'revolucién libertadora' antes, durante y después del 16 de setiembre de 1955 |...] Como el 16 de junio y el 31 de agosto de 1955 estuvimos en Plaza de Mayo; como el 16 de setiembre de 1955 estuvimos en los sindicatos pidiendo armas para organizar las milicias obreras; como el 19 de setiembre y el 17 de octubre de 1955 estuvimos en la calle enfrentando con piedras y volantes a los tanques del general Bengoa; como en 1959 estuvimos en el Frigorifico Nacional; asi volveremos a estar, cuan- TSIDIALEKTICA | | ae do, donde y como sea necesario."° Pero en El legado del bonapartismo, el intelec- tual Gustavo Polit, el cual habia sido apécrifamente descripto en el N°1 de Fichas como un matematico graduado en EE.UU. y consultor de organismos interna- cionales, olvidabs lo que habia vivido como el militante revolucionario Hermes Radio. Este entrecrnzamiento de recuerdos y de olvidos que tenia Pefia, como inte- lectual y como militante, revela la tensién que signé la relacién entre ambos pro- yectos. Esa tensién es la que debe ser restaurada en toda su complejidad y riqueza. Tarcus la presenta como una escisién inevitable pues a la relacién entre intelectual marxista y partido la concibe histéricamente a partir de una mutua exclusién, de una incompatibilidad creativa. Por eso, para Tarcus, el momento mds brillante de Pefia es cuando éste pudo situarse mds lejos de su ex-partido y hacer piiblica sus diferencias con ¢l, es decir, cuando publica El legado del bonapartismo. Pero 1a realidad no fue tan simple como este esquema. En su partido, Pefia sufrié presiones y tuvo dificultades para desarrollar un proyecto intelectual. Fuera de la orga-ni- zacion, Pefia logré avanzar en sus elaboraciones y escribié algunos de sus traba-jos més s6lidos y creatives, pero también perdié ciertos impulsos, vivencias y ela- boraciones que son intransferibles y que provienen de la praxis politica, experien- cias que lo vinculaban més directamente con la realidad, y mds especificamente, con la clase obrera. Quizas, El legado del bonapartismo sirva para mostrar esta iltima tendencia. El verdadero “testamento politico" de Pefia no puede estar ni en éste ni en ningiin otro escrito en particular, ni pertenecer a ningun periodo en especial. Esta- blecer eso seria mutilar y fragmentar en pedazos la experiencia global que supuso su vida como intelectual y como militante revolucionario. El "testamento" de Pefia est4 en toda su practica tedrica y politica marxista, que fue, al mismo tiempo, inu- sual, comprometida, herética e inacabada. Y también desigual y contradictoria. La mejor manera de reivindicarla y recuperarla como legado es someter esta experien- cia a una critica que con la misma fuerza que seftale sus aciertos, no em-bellezca sus errores, sino que los marque, blanco sobre negro. Esto es lo que hemos querido hacer en nuestro andlisis de este articulo que se nos ha propuesto comentar. Nuevas criticas, nuevas discusiones, permitiran seguir recuperando esta herencia, resituan- do a Milciades Petia, sin duda, como una de las figuras mas importantes de Ia inte- lectualidad marxista argentina. Notas * GUSTAVO POLIT {yeudénino de M. Polls}, "El logado del bonspertismo: oonservedoriamo y quietizmo en ts clese obrera exgeatina”. En Fichas de ivestigacion econémnica y social, Ato 1, N* 3, setiembre do 1964, pp.70-80. Todes las cites que barcmos de esto etionlo Hevarén entre paréatouis el mimero de pigins do la edicida do Fichas. 2 HORACIO TRACAS, 5] marzismo olvidado on la Argentina: Silvio Frondisi y Milciades Peita, Buonos Aires, El Ciclo por Asaito, 1996, Con parte de ia ctadio més gonsral cobeo Peis y su relsciéa coa el trotskismo, estamos realizando ua ‘extudio aritioo do este libro que espersmos preventar en un modinno plazo. DIALEKTICA/79 2} DANIEL JAMES, Resisiencia e integracién. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, Buenos. Aires, ‘Sudamericana, 1990, * Darn una evaluacién de eeasinterpretacionee, véase nuestro erticulo: “Una reconstrucciéa historiogrifica: la clase trabajedors argentina, 1955-1959°, en Taller. Revista de Sociedad Cultura y Politica, Vol. 1, N°, noviemine de 1996, Buenos Aires, rs. Pin mirada que evbyaoo ou una serio do abn, contemporéaoss al estudio de Pei, como: JOSIE LUIS DE IMAZ, Los que rmondan, Buenos Ave, EUDEBA, 1964, TORCUATO $, DI TELLA, El ssome polaco argentino Ta clase brea, ‘Buenos Aires, EUDEBA, 1964; y en la que siios después emprondicran RUBEN H. ZORRILLA, Estructura y dindmica del Sincliomo argentino, Beene Are La Plyde, 19%, youu, De GINO GERMANI ver, ete over: Pola soe dlden una pea de ronson, Buenos Air, Pais, 1962. * Adewals, os irresistible le tentacién do asimileria a las elaboraciones de otros pensadorec marxists atipicas. Por ejemplo, a Ie obra & Comelvs Currin quien condense I “redacin del proleteriodo en ego tnsrament de una Racin Historica’ y afirmaaba que este sujeto social slo se hace como tal en y por su lucha cotidiana contra las relaciones de produc- cin captnits, En: G. CASTORIADIS, La experiencia de! movimiento cbrero (Vol: Como lohan, Bacloay, Tes goes 17. ployee ” MIGUEL MURMIS y JUAN CARLOS PORTANTIERO, Estudios sobre los origenes del peronismo. Buenos Aires, Siglo XXL, 1971. JUAN CARLOS TORRE (comp ): La formacién del sindicalismo peronista. Buenos Aires, Legasa, 1988, HUGO DEL CAMPO, Sindicalismo y peronismo, Los comienzos de un vinculo perdurable, Buonos Aires, Clacso, 1983. * Sobre este tema, edemis det libro de Danicl James ya citsdo, se encuentran los trabajos de ERNESTO SALAS, especial- mente su libro La resistencia peronista: la toma del frigorifico Lisandro de la Torre. Buenos Aires, CEAL, 1990, 2 vols; y JAMES P. BRENNAN, EI Cordobazo. Las guerras obreras en Cordoba, 1955-1976, Buenos Aires, Sudamericana, 1996, co oe. * Pare un anélisis de ia actuacion de Palabra Obrera, véase nuesto articulo: "Una experiencia de ta izquionds en el movi- micnto obrero. El trotskismo frente a ia crisis del peronismo y la resistencia de los trabajadores (1954-1957)", en Razin y Revolucion. Teoria, Historia, Politica, N° 3, mvismo de 1997, Buenos Aires, p.32-47, y ERNESTO GONZALEZ (coord.), MOBRITOS, HCAMARERO, GGOMEZy D.GUIDL El troutimo obrereo temactonalata en la Argentina Tom I Polabra Obreray a Renstencia (1955-1950) Brews Ai, Antidt,196. MLPENA, GPOLITy VICTOR TESTA, "ndusnlzcion, bres nds ymarismo, (Uo crc Fchs" yun respuesta con fines educativos)" (cuarta parte), Ea Fichas... Alo 2, N® 8, diciembre de 1965, p.3. Por otr parte, digamos ‘que ea Ia pig-24 del libro coordinado por E.Gonzélez, s0 transcribe cl testimonio de un viejo activista de Palabra Obrora que rememorebe la participscién de Radio en la resistencia s la “Libertadora" en la ciudad de La Plata. 80/DIALEKTICA LAS DESVENTURADAS RELACIONES ENTRE LA IZQUIERDA Y LA CLASE OBRERA: EL CASO PENA Facundo Bianchini Carlos Salomone Nos encontramos aqui con uno de los iiltimos articulos de Milciades Pefia. Pero no se trata de una de sus mejores paginas, sino al contrario, uno de sus arti- culos menos felices. Tanto desde el punto de vista metodolégico como politico re- vela el retroceso ideolégico ¢ intelectual de uno de los pensadores mds licidos y creativos de la izquierda argentina. No sé6lo tiende a recaer dentro de los “clichés” mas esqueméticos de su pen- samiento original, sino que termina aceptando muchos de los supuestos de la iz- quierda liberal y reformista a la cual siempre combati6. Estilisticamente es un escrito pesado y reiterativo. Lanza invectivas como el Isaias del Antiguo Testamento. Nadie se salva de sus admoniciones: la clase obre- ta, la izquierda 0 la incipiente guerrilla, nadie absolutamente. Cualquiera que haya leido su obra conoce la dureza de su modalidad de exposicién, pero nada mas aleja- do de los reclamos del moralista. Lo habitual en Pefia -que aqui ha abandonado- es sopesar causas y motivos, condiciones, base material y necesidades histéricas en un todo. Basta leer su evaluacién del federalismo que se opone a Mitre en El paraiso terrateniente 0 en La era de Mitre.’ Claro que es necesario reconocer que, en general, en su obra existe un punto débil: ¢l tratamiento de las clases y fracciones de clase oprimidas. Para explicar a qué nos referimos haremos una pequefia digresion en torno al proyecto historiogra- fico de Pefia. Como historiador, su figura se diferencia y opone a las tendencias domi- nantes no s6lo de la historiografia académica sino también de la de nuestra izquier- da. Con respecto a los representantes de esta ultima, es uno de los muy pocos que no intenté buscar en nuestro pasado un linaje legitimador, algun sector que consti- tuyera un antecedente del pensamiento socialista. Ya sea la corriente de historiado- res socialdemécratas que intentaron rastrear una tradicién liberal jacobina de la cual seria heredera, pasando muy cercanamente por los permanentes descubri- mientos de “burgueses democraticos” en todo tiempo y lugar, rasgo tipico del stali- nismo 0, desde una visién diferente, los viejos y patridticos patriarcas de la izquier- da nacional. . Pefia se va a apartar de todas estas lineas y va a plantear una critica ilimita- da tanto de Rosas como de Rivadavia, de Mitre como de Urquiza o de Roca”. La busqueda de una base material para explicar nuestra historia, su fuerte anclaje den- DIALEKTICA/ 81 ee tro del materialismo histérico, unida a su total falta de compromiso con alguna tendencia dentro de las clases dominantes de nuestro pasado moldearon una obra original que constituyé quiz4 el inico proyecto consecuente de historiografia mar- xista que hemos tenido.? Claro que, como ya hemos anticipado, su andlisis adolece de una cierta falta de perspectiva. Se trata de una historia exclusivamente “desde arriba”. En efecto, Pefia analiza los movimientos de las clases y fracciones de clases dominantes y no se embandera con ninguna, pero al carecer de una perspectiva desde los dominados, nos presenta una historia huérfana, lo que conlleva el peligro de dejarnos en un callején sin salida. Asi, fAcilmente, se puede caer en un escepticismo quizds licido, pero paralizante. Con relacién a esto creemos que no tiene sentido inventar categorias, como la de “pensador trigico” para lo que es una deficiencia metodolégica. Su “visin tragica™ de la historia no es més que la apreciacién desilusionada de una clase dominante incapaz y reaccionaria, pero también es la consecuencia de su falta de visién de quienes, aim derrotados y sin posibilidades, desde abajo, pensaron y lu- charon por una salida diferente.* Y este punto de vista historiogrifico no nacié con Thompson, pensemos en La Guerra Campesina en Alemania, la gran obta de Fede- rico Engels y recaeremos en que existe una tradicién marxista de historia “desde abajo” que no es tan reciente como se cree. El articulo en cuestién tiene poco de rescatable. Su aparataje tedrico es fran- camente endeble. Se nota la evidente influencia de los planteos sociolégicos funcio- nalistas en detrimento del materialismo histérico. Un ejemplo de lo que decimos aparece cuando juega con las “categorias” quietista-conservadora-movilizada-revo- lucionaria. Las comillas del término categorias responde a que estamos ante las cla- sificaciones tipicas del funcionalismo mds que ante auténticas categorias marxistas. éPor qué? Estas caracterizaciones no pueden sumarse o restarse libremente. Unas se concatenan con las otras. Es absurda la afirmacién de Pefla de que pueda existir durante un cierto periodo de tiempo una clase “conservadora y activamente comba- tiva”, como sefiala para el proletariado norteamericano desde 1920 a 1960°. En realidad, la autoactividad obrera es la gran formadora de conciencia. Esto ha sido demostrado por 200 afios de Iuchas sociales dentro del capitalismo y constituye el ABC de Ia lucha obrera. Es sorprendente que un intelectual tan agudo caiga en Por la profusién de opiniones sin sustento, este trabajo se emparenta mas con el ensayo intuicionista que con las investigaciones apoyadas en andlisis mate- rialistas como fueron los trabajos mds relevantes y menos comunes de nuestra his- toriografia. En efecto, hay una preponderancia de las afirmaciones subjetivistas por sobre la construccién tedrica a partir de fuentes histéricas. Se tiene la sensacion de que mds que un anilisis de la situacién de la clase obrera argentina en 1964 nos encontramos ante una declaracién de principios del propio Pefia en aquel momento de su vida. 82/DIALEKTICA A poco de avanzar en la lectura se Mega a la conclusién de que no aporta pruebas 0 datos que confirmen sus formulaciones, Por ejemplo, su afirmacién de la pasividad de la clase obrera desde 1955, Una aseveracién de este calibre requeria haber aportado datos sobre actividad huelguistica, cardcter de las Iuchas, actuacién de las fuerzas represivas y comparar tales datos con los de otras épocas y otros Iugares. Lo tnico con que nos encontramos es una declaracién de Perén desgrabada de cinta y publicada por el diario Clarin en agosto de 1964. Ahora bien, Peron hacia casi nueve afios que estaba ausente, muchas de esas grabaciones eran apécri- fas, ademas de ser parte interesada, con lo que sus opiniones cambiaban radical- mente en breves periodos de tiempo a partir de las alternativas de sus maniobras politicas. La cita no vale ni como para ilustrar lo que se esté diciendo. Asi como esta planteado, no pasa de ser una sospecha 0 una inquietid sin mas valor. Més aun, se llega a un punto en que es imposible contraponer ningin argn- mento a las opiniones de Pefia. Si la Argentina es el pais del “como si” y la clase trabajadora actia también “como si”, nada puede ser confirmado o rebatido a partir de bases més o menos objetivas. Cualquier hecho que genere la clase trabajadora o que ocurra en la Argentina que se contraponga a lo afirmado por él va a ser filtrado por su opinion prejuiciosa. Hasta una toma de fabrica con rehenes se transforma desde su punto de vista en una farsa semiacordada entre obreros y patrones. Tam- bién esto representa una fuerte inversién de términos desde el punto de vista mate- tialista: para Pefia lo mds importante pasa a ser lo que la gente piensa, no lo que hace. En suma, esto no es marxismo por mds que se repartan generosamente citas de Marx, Lenin y Trotsky sin ninguna relacién con lo que se quiere afirmar’. Por lo demas, gran parte de lo que escribié se encuentra en Masas, caudillos y élites, escrito a mediados de los “50. Sin embargo, que en 1964 lo reafirme y aumente sélo revela lo poco que pudo extraer de la riquisima realidad politica y social de aquellos afios. Con respecto a su andlisis del 17 de octubre es poco su aporte. No puede de- jar de reconocer que la clase obrera actué por “propia voluntad”. Sin embargo, no extrae ninguna conclusion diferente de los andlisis que en su momento dio Ia iz- quierda liberal (socialista y comunista)® sobre este episodio. Porque mas all4 de que haya tenido la voluntad de salir a 1a calle, desde su 6ptica carecié de real iniciativa y s6lo siguié sin demasiada discriminacién a politi- cos oportunistas, burdcratas, curas y policias. Se perdié mucho tiempo y se gasté mucho papel intentando buscar organizadores en las sombras del 17 de octubre. Se uscd por el camino de las personalidades desde Cipriano Reyes, que modestamente titulé a sus memorias Yo hice el 17 de octubre, hasta Eva Peron, quien habria visi- tado, segin el peronismo ortodoxo, todo el Gran Buenos Aires en tiempo récord. Con respecto a las citas que aporia Petia ~que ya estan en Masas, caudillos y élites~ tenemos que decir que son de poco valor probatorio las opiniones oportunistas lan- zadas en aquel momento por el embajador inglés o las de la publicacién catélica DIALEKTICA/ 83 Criterio © hasta las del propio Perén vertidas en su discurso, quien caracterizé la jornada como la de la “unién indisoluble del pueblo, el ejército y la policia”. Como vino a quedar claro en investigaciones posteriores, no es posible de- tectar un artifice individual de la jornada del 17 de octubre de 1945, Fueron mu- chos actuando en forma molecular, que es como la clase obrera construye sus gran- des jornadas. Hubo activistas, dirigentes sindicales y personajes hoy olvidados que, aun con dudas y vacilaciones, confluyeron en una accién comun de clase. Una vez mds, la sefialada tendencia de Pefia a visualizar los hechos “desde arriba” se pone en evidencia cuando afirma que “la verdadera y decisiva derrota de la coalicién antiperonista fue anterior al 17 de octubre; ocurrié dos dias antes cuan- do perdié el contro! de Ja calle en los sucesos de Plaza San Martin. Pero lo perdié no frente a la clase obrera sino frente a la policia federal que ametrallé la concen- tracién antiperonista sin que el ejército ni ia marina movieran un dedo para defen- derla.” No s6lo desde ci punto de vista formal historiografico este articulo es fuer- temente objetable. Como ensayo en si, declaracién de principios si se quiere, repre- senta los prejuicios de todo un sector de nuestra sociedad. En efecto, detras de un. planteo pseudotedrico lo que se evidencia es la tipica ideologia pequefio burguesa antiperonista, que no fue mds que una de las reacciones que provocé la irrupcion del peronismo en nuestro pais. La idea de que los trabajadores argentinos recibieron dadivas del estado sin esfuerzo o que “Dios es criollo” no fue mds que Ja reaccion visceral de los hijos de los inmigrantes, que ahora eran profesionales 0 estudiantes universitarios y veian amenazados sus Ingares por el ascenso social de los trabaja- dores. Inaumerables son las fuentes que han demostrado estas actitudes muchas ve~ ces traidas a colacién por pensadores nacionalistas o populistas pero de indudable contundencia.” También es cierto que existié toda una corriente de la sociolia académica que no hizo otra cosa que dar forma més elaborada a lo que no fue mas que un prejuicio de clase. Pero Pefia no se detiene en un andlisis de la situacién de la clase trabajadora, también analiza las diferentes actitudes de las organizaciones politicas de izquierda de su momento. Y aqui su critica a la izquierda esté filtrada por los mismos prejui- cios que circulan por todo el.articulo. Para él es initil hacer un balance de las poli- ticas levadas a cabo por la izquierda porque no estuvo alli el problema sino en la clase obrera que era “quietista y conservadora”. En realidad esto siega cualquier intento de andlisis critico que pueda servir como sectificacién para ia accién. A pesar su tono hostil frente a Portantiero. Moreno o Politica Obrera, estas personas 0 agrupaciones habrian cometido el imico error de no aceptar el cardcter “ontolégi- camente quietista” de la clase obrera. En cierto modo es una reivindicacion de los errores pero no de los aciertos de muchas de estas corrientes. Con respecto a este punto, es cierto que entre 1945 y 1964 y posteriormente, Ja izquierda llevé adelante politicas muy disimiles, pero no todas tuvieron el mismo 84/DIALEKTICA resultado. La posicién de Pefia no s6lo niega cualquier posibilidad de debate en torno a estos temas sino que cierra cualquier posibilidad de accién. Sélo es posible quedarse esperando hasta que la clase obrera -no se sabe bien cémo ni por qué- cambie de “conductas”. Son tan claras las consecuencias, esta vez si, “quietistas” y reaccionarias de su articulo que, antes del final, se ve obligado a incluir una frase de Lenin y lanzar una invectiva profética, al estilo de Isaias, dirigida a la burguesia: “esta situacién puede no durar para siempre”. La falsa esperanza de este Ultimo pérrafo no hace sino resaltar aim mas el tono desmovilizador que subyace en todo el texto. Claro que queda una pregunta pendiente. {Es sostenible afirmar que la clase obrera argentina fue“quietista” y “conservadora” durante el periodo que va desde 1955 a 1964? jEstaban tan equivocados quienes apostaban a un ascenso de la lucha de los trabajadores en aquellos afios? Se trata de una clarividente posicién de Pefia que se neg a sumarse al optimismo imperante en la izquierda? Segin estudios recientes, entre los que se cuentan los de Doyon, la clase obrera argentina sostuvo importantes Iuchas ya desde inicios del gobierno peronis- ta, En efecto, la imposicién de las reformas laborales tuvo fuertes resistencias por parte de la patronal, contrariamente a la idea de las “dadivas estatales” y la hagio- gtafia peronista de la “concordia entre capital y trabajo”. Se puede argumentar que estas investigaciones son posteriores y que por lo tanto no disponia de ellas. Sin embargo, desde 1955 las luchas desarrolladas por el movimiento obrero se agudi- zan: las huelgas del ‘56, el verano caliente de 1959 y, por ultimo, el Plan de Lucha de 1964 son sus hitos salientes. Y esto no se debe exclusivamente a la interdiccién politica a la que se ve sometido el movimiento obrero, también hay un evidente cambio en las relaciones industriales con una nueva ofensiva patronal (trabajo in- centivado, aumentos del despotismo fabril, etc.). Esto ultimo no podia ser extrafio a Peiia, por lo menos si intentaba construir un andlisis sociolégico que superara las meras intuiciones y prejuicios. En conclusién, nos encontrariamos ante uno de los peores textos de Pefia cu- ya importancia es en realidad sintomatica ya que representa una de las diferentes actitudes que asumié la izquierda intelectual de aquellos aflos frente al movimiento obrero. Incluso vale la pena reflexionar sobre cuan diferente fue Pefia del resto de intelectuales de los afios ‘60. Si efectivamente fue un “intelectual maldito” que remé en contra de la corriente, o si fue uno mas de una generacién intelectual que tuvo sus aciertos pero también sus grandes limitaciones, las cuales no debemos dejar de sefialar para que por lo menos podamos sacar conclusiones de esa expe- riencia para nuestras tareas actuales. Lo peor que se puede hacer con un intelectual revolucionario es transformarlo en ust icono o en un objeto de culto, al cual se reve- rencia, pero simultaneamente se lo falsifica. En este sentido creemos necesario escapar a la tentacién de atribuir esta de- tacle final de Pefia a decepciones politicas momentaneas 0 a las consecuencias de DIALEKTICA/ 85 la aplicacién de una linea politica incorrecta (haber apoyado el “entrismo” en el peronismo) ya que, mucho de lo planteado por él ya habia sido escrito afios antes, lo que demuestra que no hay una rectificacién de posiciones anteriores. Nos parece mejor adoptar un punto de vista mas amplio que abarque a toda la generacién mencionada, entendiendo que un andlisis m4s profundo y funda- mentado de esto requiere mayor espacio del que podemos darle en esta oportunidad. Lo que maroé a fucgo a esta generacién intelectual, en Ja cual esté incluido Pefia, fue el surgimiento del peronismo como ideologia hegemdnica en la clase tra- bajadora, alejandola de los partidos de izquierda. Luego del shock inicial en el cual, mas alia de sectores minoritarios, ia reac- cién fue de impugnacién absoluta, desde mny diferentes ubicaciones las agrapacio- nes de izguierda intentaron resolver este dilema sin obiener éxitos concluyentes. Muchas fueron las estrategias que se inteniaron; sin embargo, caeriamos en wu tri- vialidad, semejante a la de Pefia en este articulo, si dijéramos que todas terminaron Claro que, en muchos casos, Jas diferentes actitudes asumidas tuvieron un cardcter oporiunists y no reflexivo que les impidié Negar a conclusiones valederas y profundas. De esta forma partieron de una posicion y luego de diferentes alternati- vas terminaron retornando al mismo lugar de donde habian partido. Tal fue el caso de Petia: adhirié al GOM a comienzos de los “50 que cn aquel momento adoptaba una posicién claramente antipcronista. En 1952 se unié, junto con el GOM, al Partido Socialista Revolucién Nacional que fue un partido de izquierda cercano al peronismo y podia funcionar sin demasiados problemas por esos aiios. Caido ef peronismo siguié una politica de apoyo critico al peronismo y posteriormente la estrategia entrista. Por ultimo este grupo se separa del peronismo e inicia un acer- camiento hacia posiciones cercanas al guerrillerismo que lo Hevaran a confluir con el Frente Indoamericano Popular de Mario Santucho que daré origen al PRT, caya trayectoria es muy conocida. Pefia signié esta ruta como ruilitante en primer lugar, luego como intelectual cercano y en algin momento se aparta de todos estos grupos aglutinados en torno a ia figura de Nahuel Moreno, Ahora bien, con respecto a Pefia lo tnico evidente es que lvego de un periple tan amplio vuelve a sus posiciones primitivas sin demasia- das saodificaciones. Esta trayectoria circular demuestra que no pudo extraer dema- siado de su experiencia politica personal, salvo un profundo rencor, si se quiere despecho, a un sujeto sacial ~Ia clase obrera- que demosiré serle, o por fo menos él lo sintié asi, bastante esquivo. Quizé en Pefia aparecen en forma mas caética cierlas posiciones que los in- telectuales adoptaron frente 2 los trabajadores. En muchos casos se balancearon entre el paternalismo y la critica histérica, posiciones que, a pesar de lo que surge a primera vista, no difieren demasiado. Dentro de la primera posicién se puede incluir toda una gama de actitudes de amoldamiento a la conciencia existente de Jos trabajadores sin hacerlos entrar en 86/DIALEKTICA conflicto con su ideologia. Esta actitud se sustenta en la idea de que los trabajadores son incapaces de comprender la realidad que viven y que no pueden sacar ninguna conclusin de sus experiencias de explotacion y resistencia. Esta actitud paterna- lista que fue caracteristica de algunos grupos que hicieron “entrismo” dentro del peronismo principalmente, terminé dejando a agrapaciones y militantes de izquier- da a la derecha de los trabajadores peronistas mds avanzados, quedando impo- sibilitados para convertirse en referentes o aliados de estos ultimos frente a otros sectores mAs reaccionarios, La segunda actitud abarca un arplio espectro de posiciones que no es senci- llo dilucidar ya que muchas veces aparecen entremezcladas criticas justas y cons- tructivas con expresiones de prejuicio de clase francamente aberrantes, Queremos dejar sentado que nos estamos refiriendo a estas wiltimas y no a las criticas légicas que desde una dptica socialista se debe realizar al movimiento obrero. Uno de los rasgos tipicos de esta segunda actitud consiste en exigir a los tra~ bajadores conductas y acciones que la clase no se encuentra en condiciones de Ie- I var a cabo, ya sea por dificultades practicas como otras surgidas del grade de con- ciencia que ha alcanzado en un momento dado. De aqui se pasa a impugnar cual- quier accién que la clase obrera realice contraponiéndola a un proletariado ideal preclaro y consciente de sus tareas hist6ricas. El paso siguiente es estigmatizar a los trabajadores al no hacer lo que el intelectual autoritariamente les dicta. Y en mu- chos casos se concluye en la bisqueda de otros interlocutores a los cuales se atribu- ye mayor capacidad de iniciativa, Ikimese estudiantes, pequefios burgueses progre- | sistas, y, por qué no, intelectuales. No es sorprendente que esta actitud también i parta del supuesto de que la clase trabajadora es incapaz de sacar conchisiones a partir de su propia experiencia, y que su conciencia deba ser previa a su accion por lo que paradéjicamente quienes la asumen se aproximan a la posicién opuesta. Todo esto tiene su correlato en la sobrevaloracién de la actividad intelectual | frente a la practica real y concreta del movimiento obrero y constituye un gran prejuicio ideolégico de muchos intelectuales, sustentado en la propia extraccién de clase de muchos de ellos, asi como de gran mimero de militantes de izquierda. Es innegable que ha existido siempre una tensién en la relacién entre inte- lectual revolucionario y clase, lo que nos Heva al tema de la asuncién por parte del intelectual de los intereses de una clase que no le es propia. La tan mentada “clase por adopcién”. Esta discusién merece mucho més espacio del que disponemos pero vale lanzar algunas ideas en tomo a este tema. Muchas veces, se ha sostenido que los intelectuales no pertenecen a ninguna clase social especifica 0 que pueden libre- mente adoptar los intereses de alguno de ios bandos en conflicto dentro de la socie- dad, Pero no debemos olvidar que la clase social, a la cual se pertenece “mas alla de la propia voluntad”, es una marca de origen de la cual no resulta muy facil escapar, S6lo a partir de una paciente tarea de autocritica hasta Jas ultimas consecuencias y una prictica social prolongada es posible desterrar las marcas’ ideolégicas de las DIALEKTICA/ 87 eT cuales el intelectual es portador. No reconocerlo conileva el problema de pasarse con armas y bagajes al campo contrario, pero esos bagajes son los de la clase domi- nante. Un intelectual de este tipo se sentiré capacitado para sefialar todas las con- taminaciones burguesas en la clase obrera (sea efectivamente asi, o no) pero no las propias. Desde su punto de vista no las puede ver porque no las tiene, Somos hijos de wna época y de un medio. Nos socializamos adoptando su es- cala de valores, su ética y su estética. Por mucha adscripcién a los oprimidos que haya, cuando se encuentren con el hecho real, alli recién se podra medir la veraci- dad de sus palabras y el grado de artaigo de su vieja formacion. ,Cémo se explica si no que un revolucionario como Marcuse, tan atento a la subjetividsd tan en boga hoy en dia, escriba una abominacién estracturalista y fatalista como E! hombre unidimensional? Por qué no ven el peso del sistema en ellos, pero si en los obre~ ros? Por eso el nuevo obrero es preso de su televisor y su lavarropas. Asi, un revo- jucionaric como Pefia, al caer en Ja ilusién de estar libre de condicionamientos, deja actuar a sus prejuicios sin el menor enapacho y se ubica en compafila de reformistas y liberates. Ahora bien, ,c6mo podria haberse consiruido una relacién diferente entre intelectuales y clase obrera? Evidentemente no es facil responder a esta pregunta, pero si es necesario desierrar la impaciencia y las sentencias estigmatizantes. La clase obrera tiene mucho que aprender de los intelectuales ya que por su formacién pueden hacerle aportes invalorables, pero también es necesario tener presente que los inielectuales y militantes que se encolumnen con los trabajadores deben estar preparados para aprender de estos tiltimos, especialmente en el terreno de la viven- cia de la explotacién y la solidaridad que es una experiencia eminentemente practi- cay muy diferente de la aislada vida de muchos intelectuales de izquierda. Y en primer lugar hay que tener presente que lo que la clase obrera necesita, aunque Pefia se negara a aceptarlo, es actuar, asi no sea del todo correctamente, La accién de los trabajadores es su principal forma de aprendizaje. La clase obrera no adquiere su conciencia leyendo libros, proclamas 0 vo- lantes, exclusivamente. Necesita educaci6n politica ya que ésta le permite enfrentar con mejores armas 2 la burguesta, pero eso no es un sustituto siquiera comparable a su propia practica social y politica. En Is Argentina, la clase obrera vivid una experiencia politica particular, aunque no demasiado diferente a la de los otros paises. Si se pretends entrar a estu- diar al movimiento obrero a partir de su ideologia expresa y a partir de lo que los obreros dicen, podemos Megat a conchisiones bastante equivocadas. La realidad es gue el prolctariado argentino adopté una ideologia nacionalista, pero lo hizo desde su propia éptica. Lo que si acepté fue el reformismo. Tengamos presente que, 10 casualmente, Perén establecié su alianza con los trabajadores a partir de su nom- bramiento en fa Departamento Nacional del Trabajo, desde donde puso en practica leyes que anteriormente sélo estaban en el papel. 88/DIALEKTICA Ahora bien, el reformismo no fue una novedad del movimiento obrero ar- gentino, También los obreros franceses fueron reformistas, ni que decir de los nor- teamericanos que tanto preocupan a Pefia. Claro que la izquierda revolucionaria desde el final de la Primera Guerra Mundial hasta comienzos de los afios “70 se encontré con serias dificultades para superar las grandes expectativas que desperta~ ba el reformismo dentro de! movimiento obrero. Es cierto que frente a una politica reformista, la izquierda revolucionaria no puede plantarse en la impugnacién total sino que debe desarrollar una politica que deruestre los limites de este planteo y le permita superarlo hacia otra perspectiva. En su momento esta politica fue la del denominado “frente tnico””. En realidad si echamos un vistazo a la Argentina de los affos ‘60 y “70, cuando la izquierda desarrollé polfticas de “frente tinico” fue cuando mejor le fue. La Falda, Huerta Grande, la CGTA, el Cordobazo, las Coordinadoras del “75 fue~ ron hechos relevantes de aquella época, y en todos los casos fueron producto de una accién conjunta de militantes de izquierda y trabajadores peronistas. Obviamente que el andlisis de la actuacién de las agrupaciones de izquierda dentro del movi- miento obrero en aquellos atios est todavia pendiente.’? Todo esto se refiere a la practica politica concreta. Volviendo al tema de las relaciones entre intelectuales y obreros, lo que primé durante todo el periodo fue la desconexién, y el caso de Peiia no fue una excepcién. Ahora bien, zqué nos puede aportar un andlisis de un intelectual como Mil- ciades Pefia en l2 actualidad? Hoy nos encontramos anie una realidad diferente desde el punto de vista social. Entre 1964 y 1998 se han producido profundos cam- bios. No s6lo en el nivel de correlacién de fuerzas politicas, también en cuanto a cambios mas profundos en el corazon de la sociedad argentina. Por un lado, la clase obrera no ha logrado reponerse de la gran derrota de fi- nes de los “70 que se prolongé en la década del ‘80 y en lo que va de los ‘90. Esto ha lievado a potenciar ain mas el alejamiento entre intelectuales y movimiento obrero, Tanto es asi que cada vez se reivindica mas al intelectual individualista que trabaja “cientificamente”, en soledad lo cual, por otra parte, no constituye mas que un sintoma de la penetracién ideolégica liberal que ha acompaziado la ofensiva de la burguesia. Pero no es menos cierto que en los tltimos afios la estructura productiva del pais se est4 modificando y en un sentido ambivalente. Tenemos un gran creci- miento de la desocupacién, pero también se esté dando un crecimiento industrial bastante mayor de lo que muchos suponen. Estas transformaciones van a tener su impacto social y puede ser que asistamos a una nueva reconstruccién del movi- miento obrero que tendré seguramente un signo diferente al de la época de Peiia. Por eso es ineludible un andlisis histérico de la experiencia pasada que nos permita enfrentar con una nueva vision las tareas que nos impondré esta nueva época. DIALEKTICA/ 89 Notas * Alli escapa tanto de Ia condescendencia popalista como del escepticisino liberal y, sin embargo, surge por In propia fuerza do sn argumncutscia lo limitado del proyecto urquiciste Quick hays uns iinice excopeién cousttsida por ol proyecto del Paragasy el cual compara con cl Japén de In dinastin Meiji y comtrapone sl proyecto mitrista. Sin embargo, lampoco es uns visién idiica ya que eu explicaciéa del “aislamiemto” pareguayo sno surge de Ia aparicién de personajes o deus iluminades, sino como reaccién fionte ala potion port. Por ejemplo, en La Era de Mitre. De Caseros a la Guerra de ta Triple Infamia >No es que haya xo el iio, hubo otros, Peo fueron extudios parcialos que machas veces no logreronHlegar a une formula- ciga coberente y totelizadors. Muchos entoros enfcaron moostrs historia desde basce aaterales, como fte el caso de Ricardo Ontiz, Adolfo Dorfman, Horacio Giborti, Jacinto Oddone, Juan Alvarez, oto. Ex algunos casos eran estudios parcisles que sbricron importames eurcos on mmesira historiografis poro no lograron dar tna respuesta global « Jos enigmas de mvcsira historia. En otros casos, como el de Facto Oddone, sus conclusiones no Hegaron bests ls itinas consocuancias, dado qua ‘sta actitd le bubiors inmplicado entrar en contradiceiin con sus posicionesideolégicasy politcas. “Basta os una caracterizacin que lace Horeoio Tarcus en su reciente libro, n cul eribuyo a una reflexiGn de José Vazclles. + Como ejomplo de lo que nos referimas no qneremos dejar de citar « Christopher Hill on su marevilloeo libro I! Mundo Trastornado: “El preseato libro no intontar$ contar, wea vez ms, Is historia de oben0 ol ejército dol Parlamento Largo desrats 2 Carlos Ly sas partidarios,ejeouts al rey y establecié una epiblice de coriaduracidn. Pese a que el parlamenio contase con considerable apoyo poplar en ls aos d 1640, « largo plazo las cousecuoncias do In revolncién fuoron todas a boneficar a ls poqueta nobleza y los comerciauios y no a la mited inferior de Is poblacién, on ls cual bascaré contrar mai eufoque, Este liteo ‘tna lo que dosdo wn pnto de vist no paca de ideas y de episodios rocondarios en Ia Revolucién Ingest: Jas tntativas do -varios grupos origiaados om cl seno del pacblo para imponer sus propias soluciones 0 los problemas de su tiempo, en oposi- cién asus drigentes quo los habian lamado a ingresar ou lo acoién politica’, C, HILL O mundo de ponta-cabeca ~ Idéias Rackcais durante a Revoluedo Inglesa, Editorial Companhia das Loiras, Sio Paulo, 1987, pig. 29-30, *“Tampoco se entiendo como puode “coaxistir porfectamente” of capital con “iss imolgas salvajos” que devionon “poquoiias agnor civiles”. Al monos, Is sccidn de ios pinkortoas os wna cxriesa fora do armonia social. Mientras Ia clase abrera saponin 6s “quietsts y oonsorvadore”, In franooss os “quistisis pero no conservadors”; y osto os asi, pose 8 pormitir ux ségimen bonrpatists (De Gaulle) y maxtoner tne tradicional consiznnia micionalisa qu no abendond oun durante ls gues do Argplin Indochina. ” Por ejemplo, condo afireas que e! 17 do octubro fo prapecado por bnrderats, politions, ona y jos dle polio, eportando tos trabejedores Sto wu provencia fisce, cite a Marx en su trabajo sabre In goer civil nosteamericans. Alli cele que, © ‘vooss, los noctaros rsccionstios bnacan wiliza a tos tbjadones on forza seecoionaria oot fo izquierda Lbersl. Una case 3 ln paotbilided da que algo oamrra y otra to qoo realmsentn nomi. Citar « Marx no ls focrze ona afimascién ennceote quo debe ser nosteuida por focsics consretas. Quo sleo pcs commis no significs quo efoctivamente ocusre. No wo trein més quo «de wa ejenmplo de Iss conocides citas fers de contexte, Sin emibergo, no 08 ociose ove articalo do Mars pace revalior Las stiforenaes visionos de ésto y do Peis on ano 8 In lass olmera. Pooos pais nids obajo Ment dice: “La clase obrore 60 da perfociamente cucata do quo ol gobieeno ospore us solo grito de abajo, menor prosibn del extortor «.fovas de Ia itorven ‘6a pora poser fin ol blogneo anvericano y ais riseria ingloss, Ex ctas condicios bay quo edit la obstinscisn oon quo te clase obnera go calla 0 rompe of silencio pers elevar on vox cobtma la intervencida y por los Hetodos Unides. Esta ob una rmuova y brillanto prashs del indostmotible valor ds les masas obrors iuglseas..” KARL MARX: “Un aoitia ohrero on Lonsios”, Die Presse 2/2/1862 en C.MARK Y F, ENGELS, La soniedad norteamarioana RA, Abraxas, Buenas Aires 1973, * Como ajeemplo potemos mostrar fo quo publicsba ls pronso dot Partido Comamiste: “El malovajo poramists quo, ropitiensio ‘scone digues do bs pocn do Rowss y ronsoando lo ooomide es los onyeess dol faeciemo oa Hnlis y Alonwanin, doowsst’ fo ‘que ote anejindose coutre Ia poblaciéa indfsaan, conte of hoger, cau hx cosas do exsnrcio, contra ol pudar y a ionssti- ai, comir Is daoeatsie, costs I oaltra 0 impanisado ol poo ofcia, piston on mano y Ia ooleboraoiin do tn poiciay ol dio sgicato entre las cellos do Ia cindad al peroniamso barre y donated * MULCIADES PENA (Gustevo Potit), “i logedo do! banepsstieran: consorvadariamo y quintinmn ox fa clase obrosa argenti- 1a on Jndustrilizaci6n y clases sociales en la Argentina, Vyopsudrica, Busnes Aises, 1986, pigs, 303. °° Ua ejanpo de esto tiyo do reccoiones ve yaudo encoatres 6 é! tras rocugido por Ate Lenretahe dy Kzoquiol Mastiaoz otras en 6 fbro {Que es esto? , Ver: A. JAURETCHE Los profetas del ocho, pig, 91 ¥ 92. La politica de front tinioo feo adopindo por primra ver. por el 1 Caprcea dein 3° Internacional on 1923 esenciakneute tonne on cxents el reixocoso do fa oloads revoluoicanrin que nigais u la Revetsoién Raa y ol freceao de Ie iamontable insurreccin do oso alle en Alona "Ba genoral, be ieaido avis etrcciéa ol eauadio do loo prapon yolion-nilitans que Ie sstividad propio do toe partidos ds: izquicrla deat dat movizniouto obreco. 90/DIALEKTICA | __NOTAS SOBRE EL ARTICULO DE A | MILCIADES PENA Pablo A. Bonavena i El articulo en cuestin presenta un importante grado de complejidad. Aqui trata- I ré de abordar algunos de sus elementos, sin pretender dar cuenta de su totalidad. Los problemas de! trabajo de Milciades Pefia, visto desde una perspectiva tebrica con anclaje en Marx, son a todas luces evidentes. Algunos sefialamientos sugerentes en esta direccin pueden recuperarse del trabajo de Osvaldo Coggiola, "EI trotskismo en la Argentina (1960/85)", aunque en algunos pasajes su critica parece muy forzada.’ Milciades Pefia, a partir de dos categorias, "quietismo" y “conservadorismo", intenta caracterizar la conducta de la clase obrera desde 1945 y hasta 1964. Sus conclusiones son contundentes: "En el periodo analizado, del conjunto de caracie- risticas que presenta la conducta de la clase obrera, predominan, sobresalen, el guietismo y el conservadorismo, en tanto que otras caracteristicas aparecen con menor intensidad o sélo como tendencia 0 intento, 0 aun como mera posibilidad”. De esta manera, el autor pretende alejarse de los que proclaman el cardcter onto- légicamente revolucionario del proletariado, situindose en posiciones "antiobreris-tas."” En esta busqueda, tiene en cuenta indicadores, entre otros, como la eficacia de los gru- pos marxistas para cambiar a la clase obrera ~dice que la “nula cosecha" de estos nu- cleamientos “confirma” las caracteristicas apuntadas-, la emergencia de la guerrilla (que indica el "desencanto" que Jo anterior provoca en otras fracciones sociales), su grado de unidad tanto sindical como politica (en tanto peronistas) y su disciplina sindical. A partir de estos indicadores llega a una conclusién que refiere, en ultima instan- Gia, a ta heteronomia de Ja clase obrera respecto de una fraccién de la burgnesia que fe otorga algunos beneficios.” Seguramente, entiende que asi puede combatir con eficacia los “mitos" y los estados de dnimo y deseos de la izquierda respecto de la clase obrera, que con sistematicidad -segin Pefia- confunde lo que Ja clase obrera es con lo que desea- rian que fuera. No tiene en cuenta, por ejemplo, que las clases sociales se constituyen histérica~ mente (pasando por distintos estadios) a partir de sus luchas (que adquieren distintas for- mas), pudiendo lograr saltos cualitativos, en su proceso de autoorganizacién como parti- do politico, en los momentos de agudizacién de las contradicciones y crisis, que crean condiciones favorables para ello, ni tampoco establece algin criterio de periodizacion de las luchas obreras (momento ascendentes o descendentes, o alza y reflujo, etc.). Estas omisiones, y la falta de cualquier otro. criterio tebrico-metodoldgico, no le permiten vi- sualizar que en el espacio-tiempo en que localiza su andlisis, la clase obrera se encon- ‘raba en un momento muy importante de su proceso de formacibn, con-trariamente a su evaluacién, DIALEKTICA/91 (0 En efecto, el trabajo de Milciades Pefia, publicado en septiembre de 1964, se con- centra en el andlisis de un periodo donde se estaban gestando las condiciones para que la clase obrera despliegue con iniciativa® su estrategia proletaria (que busca la legitimacién de sus intereses corporativos y ciudadanizacién),° condicién de posibilidad para que en la lucha tebrica se imponga una estrategia revolucionaria.’ Comparto al respecto, que las H acciones de masas del '69 tienen como punto de partida el '55. Esto es, desde el enfren- tamiento militar del '55 se venian creando las circunstancias para el alzamiento de masas del '69, Es evidente que el articulo no capta ese proceso. Por el contrario, Milciades Pefia nos dice: "Desde 1955 la conducta de la clase obrera argentina se ha mantenido cerca del polo pasivo de aquel continuo -el que va desde la aceptacién silenciosa del status quo hasta la aocién violenta insurreccional- y alejada no sélo del grado mds alto de reaccién (insurreccién) sino de grados mds bajos como las manifestaciones de masas. Y, ademas, en sus reacciones ha predominado un minimo de actividad e iniciativa por parte de la base, destacdindose en cambio su acatamiento a las pautas de conducta prescritas por la direcci6n", Detengémonos un momento en 1955. Alli se desaté una guerra entre cuadros profesionales de las fuerzas armadas (de junio a septiembre) que culminé oon el desalojo del peronismo del gobierno. Las masas resistieron y fueron brutalmente reprimidas. En Rosario, por ejemplo, la participacién de las masas en el combate adquirié forma de insurteocién.® Claro est4, que entre estas masas participaba centralmente la clase obrera, incluso la fraccién que recorta el autor. Milciades Pefia no da cuenta de estos hechos, que son sustantivos para comprender el estado de énimo del proletariado frente al despojo de derechos politicos y sociales. En principio, ponen de relieve una disposicién que dista mucho de Ia “aceptacion silenciosa";-pero ademas, desconaciendb la tactica de la CGT, no asi su directiva explicita de luchar con Jas armas en la mano contra el golpe, se gene- | Ta una destacable distancia entre una porcidn de la direccién sindical peronista y parte de su base (la OGT calificé finalmente de “provoca-dores" a aquellos que tomaron en serio | su directiva). Ordenando estas lineas, tenemos como punto de partida de la etapa que se abre a partir del golpe del ‘55 una insurzeccién obrera (aunque no exclusivamenie, habida cuen- ta de que involucra a otras fracciones sociales bajo su direccién) y desinteligencias entre Ja conduccién sindical psronista y parte de su base y dirigencia. De alli en més, la lucha. obrera transité en un doble frente. La lucha peronismo-antiperonismo (al ser proscrita su. expresion politica) y la lucha al interior del peronisrao, al pelear por ser la fuerza diri- gente de esa alianza de clases frente a los cuadros burgueses que reprimian ioda movili- zacién obrera que cuestione el dominio burgués.” Es asi que la clase obrera soporta una i doble proscripcién, desde fuera y dentro del peronismo,’° Las ticticas de Incha cubrian l una gran variedad de formas, sobre las cuales no son pocas las investigaciones que hicie- I ton del tema su objeto de andlisis (me refiero al sabotaje fabril, la accién armada, la i huelga, la abstencidn electoral, el voto en blanco, la movilizacién, la ocupacién fabril, la lucha de calles, etc.; asimismo, recordemos que durante el periodo 1955-1958 se desarro- | Ila la Hamada “resistencia peronista”). | 92/DIALEKTCA, OR RTT CS ATA RS Con ese obstaculo, obviar ese punto de partida, Milciades Pefia localiza algunos hechos posieriores al golpe del '55 para justificar su lectura sobre la conducta de la clase obrera, que, segin él, sdlo se moviliza "de casa al trabajo y del trabajo a casa”, demos- trando llamativamente una gran debilidad empirica.”’ Unicamente puede ver lo que sus supuestos le permiten observar (a pesar de haber advertido que "Por muestra parte, trata- remos de que nuestros juicios de valor no distorsionen las cbservaciones..."). Por ello, en enfrentamientos muy importantes para la clase obrera, donde se disputa su legalidad politica y corporativa, en su proceso de auto-organizacién como partido politi-co, slo puede apreciar "quietismo" y/o "conservadurismo". Un ejemplo paradigmético lo cons- tifmye su referencia a las elecciones del ‘62. No observa que Ja politica de Ja clase obrera representé un momento muy alto de su unificacién junto a otras fracciones sociales y politicas (incluso antiperonistas, como el Partido Comunista y la fraccién més poderosa del Partido Socialista) que desnudaba las limitaciones del sistema parlamen-tario para contener el ascenso de masas y reproducia asi la crisis politica que se sucedia desde el derocamiento del peronismo."? Tampoco puede dar cuenta del proceso de gé-nesis de una mueva dirigencia en el seno de Ja clase obrera al entender que después del ‘55 la dirigencia sindical peronista fue reemplazada por otra casi igual, desconociendo asi, por ejemplo, entre otros, hechos como la Hegada de Agustin Tosco, en 1956, a Secre-tario General del Sindicato de Luz y Fuerza de Cérdoba y el triunfo de Ia lista de izquier-da en las elecciones del mismo afio y provincia en el SMATA.'* Parecerfa que Milciades Pefia espera la emengencia repentina de la clase obrera consciente, para si, sin pasar por momentos o estadios que hacen a su formacién como tal, donde sus luchas no son una condicién que permite ese avance. En fin, pienso que estos rapidos sefialamiento habilitan a pensar que el arti- culo demuestra una combinacién de un estado de dnimo con obstdculos epistemolé- gicos e ideolégicos, mas una gran debilidad empirica, que alejan a Milciades Pefia de la posibilidad de asumir el andlisis que pretende desde una perspectiva vinculada a la teoria de Marx y Engels, olvidando los requisitos de la investigacién cientifica que la misma supone, reproduciendo asi los andlisis que buscaba combatir. Notas » (Tomo J. Con Editor do Amécics Latins. Brcnos Aires, 1986, pp.21 8 24). Me parece forzade, por ejenmplo, eo Losli- zaciéa de reagos fuscionalistas yaros y wn eaxbellocimsiowso det “stalinismo", Considoro acerteda mx Jocalizecién do epricris idealists, cobjetivismo y falta do Kgico en ln cusstién pannel quo marce Coggiole Por otre pate, e« importate aolerer qeo Jos problemas dol artionlo no eblo se hacen evideatos desde wn eaolaje en Marx; por ojamplo, 20 podtris poner sx cuostiéa Véase dot estilo. de MILCIADES FENA, ot pumto ‘Le bsso do westoatuoién del quictiesn y dot consarvoduriaaio®, [Respecto 0 cea hotoroaomés, sag Peis, en of caso del "17 do octal” fa miuma 20 axpreaa on oe elinsensioato contra na solpo de eatado pro-norteennariouno ooairs wa gobieo eslsdo eu ol ioperialinto inglés. Eusilio Do Ipola oousidaga asta ‘kina intanpretooiéa do Pode sobre 6] poroninma “do corto pontietario’, al sostonor quo “Puséa, tanto oa tiompoe dol sigimen DIALEKTICA/93 ———————— surgido del goipe del 4 de junio do 1943, como dursate x propio gobierno (a! menos hasts 1947), ers pooo rapnos quo un ssumiso agente del Inperio Britinico”, En E, DE IPOLA, "Rupture y cootinnidad, Claves parciales pars wa balance do las interprotacioncs del peroaizano", Revista Desarrollo condmico, V.29. Nro.11S. Octubre-diciembre do 1989, pp.131, nota 1. PPor otro lado, es importaate dejer ea claro quo en las presomies notss quedan abstreidos los espectos que hcen al cambio on In dirocoida dol doserollo capitelista, que, claro ost, imspactan sobre ol proletariado y domnss fracciones sociales, gonerando ‘cambios on wus conductas. Milisdes Peis no potcibe equ{ con clatided estos cambios que datan de modindos del $0 y que crecientomeate violontan Ia rolacién entre Ia burguceia industrial y las cbreros quo le veudea su fuerza de trabajo, quo al decir de Polia"rfleja Is real comamidad de intereses que existen cate obreros y emprosatios industrales", Al respecto, véase de MARTIN ASBORNO, el capitulo “ capitalismo de Estado", on Grupos Econdmicos y Estado, Cuaderno de CICSO. Serie Estudios Nro.59. Boonos Aires, 1988, En roferencia al cerabio de desarrollo capitalist, véase: NICOLAS INIGO CA RRERA, JORGE PODESTA Y FABIAN FERNANDEZ: "Los grapos sociales fundamontalos on a Argontina. La SitusoiSa del proketarialo", publicedo en Razin y Revolucién, Nro.2. Primavera do 1996, “ Seria mny interesante interogar al articulo de Peiia sobre qué so entionde alli por clase social. Si le clase obrora tione “eacasa o avla disposicign a libra batalla alguna” podriamos estar simplemente ante un conjunto de individuos que ocupen

You might also like