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Un reflejo celestial
Al director:
Preparar dos tronos, detrás de los dos tronos puede verse un gran corazón. Los dos tronos deben
quedar dentro del mismo. Este puede ser sólo un marco en forma de corazón.
Sentar en uno de los tronos a un padre. Puede ser el padre más anciano, el que más hijos tenga, etc.
En el otro puede haber una corona representando al Padre celestial. El padre terrenal debe tener
también una corona en sus sienes.
A cada padre se le puede poner una corona en las sienes al entrar a la iglesia. El puede entrar tomado
del brazo por una hija mayor, su esposa u otra persona. Se le puede dar un lugar especial, sentándolo
al frente.
Si se prefiere, en lugar de la entrada, en un momento dado, los niños pueden ponerle las coronas a
los padres, entonces se le puede poner un clavel a la entrada, o viceversa.
En este programa hay material opcional para que el director escoja de acuerdo a sus posibilidades y al
tiempo de que disponga para el programa.
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Mi padre me enseñó que tengo un Padre celestial que también me arna. Me da a diario lo que
necesito y me sana, si estoy enfermo. Mi padre me enseñó que mi Padre celestial me ama tanto que
envió a su hijo para salvarme.
Canto: "Padre yo vengo a ti" HA. # 257
(Este canto puede ser cantado por la congregación o enforna de especial)
Oración de rodillas.
Como su fe se apoyaba en la voluntad de Dios, con su voz que susurraba de esta forma les habló:
-Querida y amante esposa, juntos nos vio sombra y sol y de todo lo que he hecho tú has sido mi
inspiración.
El espíritu del cielo en tus ojos vi brillar, en ti cifré mis anhelos, no me vayas a olvidar.
Buenas noches, dulce esposa, ven, que un beso te daré.
No sufras, sigue dichosa, que un mañana te veré.
Y tú, buena María, mi hija llena de candor, de mi vida has sido el gozo, la luz de mi corazón.
Eres tan buena cristiana.
Sigue así de Cristo en pos. Buenas noches, nunca olvides lo que tu padre te amó.
Y tú, mi amado Guillermo, del hogar la bendición, amas al Dios de tu padre con fervor y devoción.
Buenas noches, Memo amado, recibe mi bendición
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¡ No doy crédito, hijo mío a lo que estoy escuchando! ¿de veras eres sincero
en lo que estás implorando?
-Sí padre, sincero soy en esta mi petición.
-pues ya muy feliz estoy, recibe mi, bendición
Buena noches, amado hijo. Jesús te perdonará.
Ya descanso, no me aflijo porque Dios te salvará.
-Es mi sincera oración
que esta historia, que no es mito, alcance a muchos Carlitos
que van a la perdición.
Los principios que tu padre cristiano te ha enseñado, practícalos cada día,
nunca los dejes a un lado.
Ellos te conducirán
hacia la eterna mansión, donde ambos recibirán de Jesús "El Galardón".
Autora: Zoe González.
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Mi padre me disciplina. El muchas veces ha tenido que usarla para que yo aprenda algo. Sé que a él le
duele más que a mí disciplinarme, pero lo hace porque me ama y quiere mi bien.
Con mi padre he aprendido que, a veces mi Padre celestial tiene que disciplinarme para que yo
aprenda el camino de la salvación y vaya por él.
(Este tema puede ser ampliado si el tiempo lo permite)
Mi padre me tiene piedad infinita. La piedad de mi padre terrenal hacia mí es inagotable. El perdona
todos mis desvíos y mis maldades.
Por medio de mi padre terrenal, he aprendido que la piedad de mi Padre celestial es infinita, su amor
inmensurable. Aunque los hombres mataron a su hijo unigénito, él nos ha perdonado y aún más, nos
ha adoptado como sus propios hijos.
Historia misionera especial para el día de los padres.
Incomprensible amor.
Historia especial para el "Día de los Padres”.
Los esposos Gutiérrez vivían en una cómoda casa en la ciudad. El Señor Gutiérrez tenía un buen
empleo y todo le iba muy bien. Dios los premió con un hijo, al cual cuidaban con ternura y amor. Los
padres enseñaron a su hijo el camino del bien. También le enseñaron del amor de Dios.
El niño fue enviado a una escuela cristiana y sus padres lo llevaban a la iglesia. El creció y se hizo un
joven. Entonces comenzó a elegir sus propias amistades. Roberto, que así se llamaba el joven, empezó
a reunirse con jóvenes que no eran cristianos, ya frecuentar lugares que no eran propios para un
joven como él.
Cierta noche en que se encontraban en un sitio en penumbras, alguien vino con un cuchillo a
vengarse de uno de los jóvenes, por un problema que habían tenido y al confundir a Roberto con el
objeto de su odio y venganza, lo mató a cuchilladas.
El sufrimiento de los padres fue indecible. La pérdida de su hijo les hacía ver la vida sin ningún
aliciente para seguir viviendo. Pero pronto su confianza y fe en Dios les hizo mejorar su estado.
Llegó el día del juicio del joven que había matado a su hijo. Al principio creían que no tendrían fuerzas
para ir, y mucho menos para mirar la cara del asesino de su hijo.
En el juicio se dieron cuenta que el joven asesino había sido víctima de maltratos y de abusos cuando
era pequeño, lo cual había convertido a aquel niño en una fiera humana dispuesta a vengarse de todo
el que quisiera hacerle daño. Durante el juicio sintieron pena por el muchacho, el cual fue
sentenciado a diez años de prisión.
El padre del difunto Roberto, un día se acercó a su esposa y le hizo una proposición que ella casi no
podía creer:
-Querida, ¿qué te parece si vamos a visitar a la prisión al joven que mató a nuestro hijo? -estás loco! -
respondió ella i no quiero ver nunca más al asesino de mi hijo!
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que haya sido su pecado. El joven no podía dar crédito a lo que sus oídos escuchaban y por fin
exclamó:
-Si el amor de Dios es lo que los ha motivado a ustedes a venir a este lugar a hablarle de perdón y
salvación al asesino de su hijo, ha de ser muy grande ese amor. Yo he vivido - continuó el joven- sin
conocer prácticamente esa palabra, porque nadie me ha dado amor, pero necesito amor y perdón por
mi gran delito de quitar la vida a un semejante. Si es Cristo quien puede hacer que en ustedes nazca
ese amor de querer ayudar al asesino de su hijo, yo quiero conocer a ese Cristo y recibir su amor y su
perdón, si él quiere dármelo. El j oven comenzó a estudiarla Biblia. Los esposos Gutiérrez continuaron
visitándolo. Un día le fue concedido el permiso de ir, bajo custodia, a bautizarse a la iglesia. La vida de
aquel joven cambió completamente. Debido a su buen comportamiento y buen ejemplo a los demás
presos, la sentencia le fue acortada. Un día, finalmente, recibió la libertad. Ese día los esposos
Gutiérrez estaban allí con él para compartir su alegría.
El joven no podía dar crédito a lo que sus oídos escuchaban cuando el Señor Gutiérrez le dijo:
-Mi esposa y yo hemos decidido pedirte que vengas a vivir con nosotros, ¿lo aceptarías? El joven los
abrazó llorando y les dijo:
-No puedo creer que el amor de ustedes por mí llegue a tanto.
-Sí, le dijo el señor Gutiérrez, queremos adoptarte como nuestro hijo, queremos darte el amor que
nunca has tenido. Ocuparás el cuarto de nuestro hijo y así nos parecerá que él aún está con nosotros,
pues tú lo reemplazarás. El joven y los esposos Gutiérrez caminaron hasta su casa riendo y llorando.
Este j oven pudo comprender el amor del Padre celestial por medio de este padre terrenal.
Cuando la raza humana pecó y fue destituida de la gloria de Dios, el Padre celestial envió a su hijo
para salvarla. Los pecadores lo mataron sin haber cometido delito alguno. El Padre celestial perdonó a
los transgresores y los aceptó como a sus hijos, dándoles todos los derechos y privilegios que s ólo
pertenecían a su hijo unigénito.
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