You are on page 1of 247
El hombre y su tiempo ¢ Dificilmente podria encon- nr trarse, en la historia de este siglo, una figura que haya suscitado controversias tan apasionadas como Leén Trotsky, el hombre que acusé a Stalin de haber traicionado a la Revolu- cién Rusa y fue acusado a su vez. por aquél de haber- se aliado con los peores enemigos'de la Unién So- viética. La lucha contra el trotskismo, que constituyé una de las mayores preo- cupaciones de Sta rante tres décadas, seo de borrar a Trotsky de la memoria de toda una generacién, fueron el mé- vil principal de la enorme empresa de reescribir la historia soviética desde cl punto de vista del stalinis- mo triunfante. En este volumen, el pri- mero de la monumental biograffa de Trotsky, Isaac Deutscher acomete con “éxito la tarea de restaurar el equilibrio histérico. Tra- |) za minuciosamente la evo- lucién de la primera parte vida de Trotsky: sus vidades, la formacién y cristalizacién de su idea ‘distintiva y fundamental —la revolucién perma mente—, su larga disputa __ysu reconciliacién con Le- ; Isaac Deutscher Trotsky El profeta armado (4879-1921 ] @ Ediciones ERA Ss. a. ‘ile ocginas The Brophes Armed, Trotsy: 10791921 1 Prophes Armed. Te @ 1954, rtora ‘rivera Pray Ya, Maes Yok / Londres Primers edieign en espa Serpe ie eal io ee nee hecho en Misico Printed and made in Mexico re mt INDICE Reconocimientos Prefacio BL HOGAR ¥ LA ESCUELA EN BUSCA DE UN IDEAL EN BL UMBRAL DE LA HISTORIA UNA RELAGION INTELECTUAL smorsKy EN 1905 “REVOLUGION PERMANENTE” ei receso: 1907-1914 LA GUERRA ¥ LA INTERNACIONAL ‘TROTSKY EN LA REVOLUGION DE OCTUBRE EL COMISARIO DEL, PUEBLO EL DRAMA DE BREST-LITOVSK ARMANDO A LA REPUBLICA REVOLUGION ¥ CONQUISTA Nota sobre los escritos militares de Trotsky DERROTA EN LA VICTORIA Bibliografia Indice de nombres 15 3 65 101 118 142 168 234 301 320 372 410 485 419 487 Reconocimientos ‘Tengo contraida una gran deuda, por sus observaciones criticas y su genero- so estimulo, con el Profesor E. H. Carr y la Sra. Barbara Ward-Jackson, Guienes leyeron partes de mi manuscrito; y con el Sr. Donald Tyerman, {que lo ley6 en st totalidad. El Sr. Bernard Singer me ayudé con sus {nti- nos conocimientos de la vida rusa. Al Sr. D. M. Davin y a los miembros del Cuerpo Editorial de la Oxford University Press les estoy agradecido por sus numerosas sugestiones de indole estiistica, El Sr. Hugo Dewar Jel Sr. Jon Kimche me auxiliaron proporcionindome materiales y libros, Algunos de los cuales son actualmente rarezas bibliogrificas, Expreso.asi- mismo mi gratitud al Profesor William A. Jackson y a sus colaboradores en la Biblioteca Houghton de la Universidad de Harvard, quienes nos fayudaron ami y a mi esposa a abrirnos camino entre los legajos de los Archivos de Trotsky. La misma deuda de gratitud tengo contraida con 1 personal dé la Biblioteca Hoover, de 1a Biblioteca de Londres, del Mu- seo Britinico y de la Biblioteca Nacional Central. La generosidad de la Oxford University Press y del Departamento de Humanidades de la Fundacién Rockefeller nos permitieron a mi esposa y @ mi pasar muchos meses en los Estados Unidos y evar a cabo aquella Parte de nuestro programa de invesigacién, que dependia enteramente de nuestro acceso a fas antes mencionadas bibliotecas norteamericanas. Mi deuda con otros autores estf reconocida en las notas al calce. LD. PREFACIO Cuando por primera vez.concebi la idea de escribir una tsilogia biegra- fica sobre los dirigentes de la Revolucién Rusa, pensé incluir un estudio de Trotsky en el exilio, no una biografia completa. Los iiltimos afios de * ‘Trotsky y el trégico fin de su vida estimulaban mi imaginacion més pro- fundamente que la primera parte, mAs mundana, de su historia, Al refle- sxionar sobre el asunto, sin embargo, empecé a dudar de que Trotsky en cl exilio pudiera ser comprensible si no se narraba la primera parte de la historia. Después, examinando los materiales historicos y las fuentes bio- ‘grificas, Negué a darme cuenta, més claramente que antes, de cun pro- fundamente enraizado estaba el drama de los iiltimos aiios de Trotsky en Jas fases anteriores, ¢ incluso en las mds tempranas, de su carrera. Decidl, “por lo tanto, dedicarle a Trotsky dos volimenes separades aunque. rela- cionades entre si: El profeta armado y El projeta desarmado, el primero de los cuales presentaria lo que podria describirse como el “ascenso” de Trotsky, y el segundo su “aida”. Me he abstenido de usar estos términcs wvencionales porque no creo que él ascenso de un hombre al poder sea necesariamente la culminacién de su vida, ni que la pérdida de su posicién equivalga a su caida. Los de estos voliimenes me han sido sugeridos por el pasaje de ‘Maguiavelo que en la pagina 13. El presente estudio’ ilustra la verdad de Jo que alli se dice, pero también ofrece un comentario un tanto ixénico sobre dicho pasaje. La observacién de Maquiavelo en el sentido de que “todos los profetas armados han vencido y los desarmados han sido destruidos”, es en verdad una observacién realista. Lo que puede ponerse en duda es que la distincién entre el profeta armado y el desarmado, y la diferencia entre vencer y ser destruido, sean siempre tan claras como le pa- reclan al autor de El Principe. En las paginas que siguen, vemos primero a Trotsky yenciendo sin armas en la revolueién mas grande de nuestra era, Después lo vemos armado, victorioso, y agobiado bajo el peso de su armadura: el capitulo que lo presenta en’la exspide mista del’ poder lie. va el titulo de “Derrota en la Victoria”. Y cuando a continuacién contem- lemos al Profeta Desarmado, se nos plantears la interrogante de si no tubo un poderoso elemento de victoria oculto en su derrota. ‘Mi descripeién del papel de Trotsky en la Revolucién Rusa sorprenderd a muchos lectores. Durante casi treinta afios la poderosa maquinaria pro- pagandistica del stalinismo trabajé en forma frenética para borrar el nom- bre de Trotsky de los anales de la revolucién, o para dejarlo alli sélo como 9 sin6nimo de architraidor. Para la generacién soviética actual, y no sélo para lla, la historia de la vida de Trotsky es ya como un antiguo sepulero tgipcio del que se sabe que contuvo el cuerpo de un gran hombre y el Teglotro, grabado en letras de oro, de sus hechos; pero al que los ladrones Ge tumbas y los vampiros han saqueado hasta el punto de dejarlo tan vacio y desolado que ya nO se encuentran rastios del registro de los hechos que {ina ver contuvo. La Tabor de los ladrones de tumbas ha sido tan persis tente en el presente caso, que incluso ha afectado notablemente las con- ccepciones de los historiadores y estudiosos occidentales independientes. Bese a todo ello, el registro de los hechos de la vida de Trotsky per- manece intacto, conservado en sus propios voluminosos (pero en su. mayor parte olvidados) escritos y en sus Archivos; en numerosas memorias de Eontemporéneos suyos, benévolos u hostiles; en las colecciones de perié- dicos rusos publicados antes, durante y después de la Revolucién; en las minutas del Comité Central y en las actas taquigraficas de los Congresos del Partido y de los Soviets. Casi todas estas fuentes documentales son fccesibles en bibliotecas piblicas en el Occidente, aunque unas cuantas Ge ellas s6lo se encuentran en bibliotecas privadas. Yo he utilizado todas estas fuentes, En unién de mi esposa, que particip6 en igual medida que jo en la investigacién y en muchos otros aspectos contribuyé grandemen- te a la preparacién de esta obra, hice un estudio especial de la rica com Jeceién de periédicos rusos prerrevolucionarios que se encuentra en la Biblioteca Hoover de Stanford, California, donde hallé fuentes escasamen- te utilizadas con anterioridad por los historiadores de los movimientos re~ volucionarios rusos. Junto con mi esposa estudié también los Archivos de Trotsky en la Biblioteca Houghton de la Universidad de Harvard, que es con mucho Ia coleccién mas importante de documentos originales sobre historia soviética que existe fuera de la URSS. (Una. breve descrip- cién de los Archivos aparece en la bibliografia que acompaiia a este vo- lumen.) ‘No tengo razones, pues, para quejarme aqui, como me quejé en el Prefacio de mi Stalin®, de falta de material biogrifico, Esto se debe prin- Zipalmente al contraste entre mis dos protagonistas. Trotsky era tan co- municativo acerca de su vida y sus actividades como reservado era Stalin. Permitia que personas totalmente desconocidas investigaran libremente casi todos los aspectos de su vida; él mismo escribié una autobiografia; y, lo que es mis importante, una marcada e inconsciente veta autobiogrifica corre a lo largo de sus veintenas de voltimenes publicados, de sus innume- rables articulos y ensayos que no han sido reproducidos en forma de libro y de algunos de sus escritos inéditos. Dondequiera que fue dejé huellas tan firmes, que nadie posteriormente pudo borrarlas o disimularlas, ni siquiera 41’ mismo cuando en raras ocasiones se vio tentado a hacerlo. * Publicado por Ediciones ERA en esta misma coleccién. 10 Generalmente no se espera de un bidgrafo que se disculpe por narrar Ja vida de un dirigente politico que ha escrito su propia autobiografin. Pienso que el presente caso puede ser una i6n a la regla, pues al abo de un examen minucioso critic sigo viendo en Mi vida de Trotky una obra tan escrupulosamente veraz como puede serlo cualquier obra de su género, Ello no obstante, sigue siendo tna apologia producida en medio de la batalla desigual que su autor libré contra Stalin, En sus pé- ginas, el Trotsky viviente luchd con fos ladrones de tumbas. A la deni- gracin stalinista en escala gigantesca él respondié con un peculiar acto de defensa propia que suena a glorificacién de si mismo. No explicé ni podia explicar satisfactoriamente el cambio en el clima de la revolucién que hizo tan posible como inevitable su derrota; y su versién de las in- trigas mediante las cuales una burocracia de mentalidad estrecha, “usur- padora” y malévola lo expuls del poder, es obviamente inadecuada. La Pregunta que tiene un interés subyugante para el bidgrafo es: zen qué medida contribuy6 el mismo Trotsky a su propia derrota? ¢En qué me- dida se vio él mismo obligado, por circunstancias criticas y por su proj caricter, a abrirle cl camino a Stalin? La respuesta a estas preguntas re- vela eee verdaderamente clisica de la vida de Trotsky, o mas bien una luccién de la tragedia clasica en los términos seculares de la politica moderna; y Trotsky habria sido sobrehumano si hubiese podido revelarla. El biégrafo, en cambio, ve a Trotsky en el climax de su triunfo como un ser tan culpable y tan inocente, y tan maduro para la expia- cién, como un protagonista de los dramas griegos. Yo abrigo la confianza de que este enfoque, que presupone la simpatia y la comprensién, esté tan exento de denigraci6n como de alabanza. En Mi vide, Trotsky se propuso vindicarse en los términos que Je im- pusieron Stalin y toda la situacién ideolégica del bolchevismo en los afios veintes, es decir, en términos del culto a Lenin. Stalin lo habia denunciado como el inveterado enemigo de Lenin, y Trotsky en consecuencia se es- forz6 por demostrar su completa devocién a Lenin y su avenencia con éste. Su devocién a Lenin después de 1917 fue indudablemente genuina; y Jos puntos de acuerdo entre ellos fueron numerosos e importantes. Trotsky, sin embargo, hizo borrosos los claros contomos y la importancia de sus ‘contraversias con Lenin entre 1903 y 1917, y también de sus diferencias Posteriores, Pero otra consecuencia, mucho més extrafia, del hecho de que ‘Trotsky hiciera su apologia en términos del culto leninista fue que, en Ciertos aspectos capitales, rebajé su propio papel en comparacién con el de Lenin, lo cual es una hazafia sumamente rara en la literatura auto- biografica. Tal es el caso especialmente en lo que concierne a la descrip- ién del papel que él desempefié en la insurreccién de octubre y en la creacién del Ejéreito Rojo, donde Trotsky rebaja sus propics méritos para no dar la impresién de que rebaja a Lenin. Libre de {ateas. a cualquier ute, yo he intentado la restauracién del balance histérico. "1 Por ailtimo, he prestado especial atencién a Trotsky el hombre de le- tran el panfledsta’ ef exrtor millar y el periodista, La mayor parte de In cbra fiteraria de Trotsky se encuentra ahora suinida en el olvido yes inaccesible a un pablico amplio. Y, sin embargo, éste es el escritor de quien Bernard Shaw, que sélo podia juzgar las cualidades literarias de ‘Trotsky ‘a base de traducciones deficientes, dijo que “superaba a Junius y a Burke”. “Al igual que Lessing”, escribié Shaw sobre Trotsky, “cuando le corta la cabeza a su adversario, Ia Jevanta para demostrar que no hay tun cerebro en ella; pero no se permite tocar el caricter privado de su Victima... La despoja de todo prestigio politico, pero Je deja su honor jntacto’”! "Yo sélo puedo lamentar que las consideraciones de espacio y compesicién no me hayan permitido mostrar este aspecto de Ja persona- lidad de Trotsky con mayor detenimiento. Pero espero volver a conside- rarlo en El profeta desarmado, Octubre de 1952 4 The Nation, Londres, 7 de enero de 1922. 12 mo hay otra com ms diffe! de manejar, ni cuyo acierto sea mis dudoso, ni aga con inde peligro, que el obrar como jefe para introducir nucvos esate Tiene {i Sncoductr for enemiges ates cians ane oie eas Suatutoy mientos que lo que puderan sacar els even a sein mints gee 90, de fos mucvos no os defen: “Cuando une quiere disrcc adecuadameate acre este particular, dene pees de examinar ai eitos Innovadores tienen por sf mismos la necoaria,comssterti; ot ‘Ependen de los otrors es dec x, para liner su opeacion, tienen mecerdad te ro Sees as ia earn ee rates eet mel SE" cama ‘ninguna a lo bueno; pero cuando no dependen sino def misacy, y que fede fer en ea wx de coment. For en oo oft fms itlren sclero,y se deagraciron cuanto iban desaridon “idem de las comas que hemos dicho conviene notar que el natural de los pue- Los es vatiable, Bo podrd baceres cree facnente una cose; pero habed AGented para kacares pent en ext creencin: En consccucuca dei al es wens tone ‘de mad que, cuando hayan cesido de creer, sea posible precirlotm ieer {dav Most, Ciro, Tesco y Rémulo, no hubleran podido hacer obscrvar por mucho Seppe coon Wha tannin como fe cde a fae Jeronimo Savonarola, que se desgracié en sue nuevas insltucones, Cuando Ta ta Httd coment a no ‘seer ya" lnprado, so teal El mndie sgaao tate money Seradimgneen vu eee To ula perl, prs prec 8 eer alos Qe Maquiavelo, BI Principe, capitulo VI. TuRQUIA entries ocopa6os por low jereitos ensign es an 1919 y 1920 egels Hrces Frstre ote aust = erect od Precarier Viiietas tii CAPITULO I EL HOGAR Y LA ESCUELA EI reinado del zar Alejandro II (1855-1881) se acercaba a su término sombrio. El gobernante cuyo acceso al trono y cuyas primeras reformas hhabfan despertado las esperanzas més optimistas en la sociedad rusa e incluso entre los revolucionarios emigrados, el gobernante que, en efecto, hhabia liberado al campesino ruso de la servidumbre y se habfa ganado el titulo de El Emancipador, pasaba sus siltimos affos en una cueva de de- sesperacién, acosado como’ un animal por los revolucionarios y ocultindose en sus palacios imperiales de las bombas y pistolas de aquéllos. El zar purgaba la penitencia por la frustracion de las esperanzas que habla, despertado: habia desilusionado a casi todas las clases sociales, A los ojos de muchos terratenientes, él seguia siendo la subversion misma, coronada y envuelta en la ténica imperial. Nunca le perdonaron la refor. ima de, 1851, que los habia privado de su dominacién feudal sobre los campesinos. A los campesinos los habia liberado del peso de la servidum- bre s6lo para dejar que fueran aplastades por la pobreza y Ins deudas: Jos antiguos siervos, al ser emancipados, tuvieron que cederle a la aristo- eracia terrateniente una gran partes de las tierras que habian cultivado, ¥ por las que conservaron tuvieron que seguir pagando un alto precio du- ante muchos afios. Todavia velan al ar como sa benefacior y amigo, y creian que era contradiciendo las intenciones del soberano como los terra: fenientes los despojaban de los beneficios de la emancipacién. Pero ya por entonces se habla despertado entre los campesinos el hambre de tetra, aguella gran hambre que durante mis de medio siglo habria de sacudit 4 Rusia, poniendo su cuerpo y su alma en estado de excitacién febril. La aristocracia terrateniente y el campesinado eran todavia las clases rincipales de la sociedad rusa. La clase media urbana iba creciendo con gran lentitud, A diferencia de la burguesia europea, carecia de un pa- sado de tradicién, de actitud propia, de confianza en st misma y y de influencia. Una pequefia fraccién del campesinado empezaba a abatk Gonar el campo y formar una clase obrera industrial. Pero, aunque du. tante Ia tiltima década del reinado de Alejandro tuvieron lugar las prime. tas /huelgas industriales de importancia, Ia clase obrera urbana adn era considerada como una simple fraccién desplazada del: campesinado, 15 sentir su fuerza en alguna institucién representativa o en algdin partido politico. Estos no existian. Bl Estado y la Iglesia eran los Ginicos cuerpos Que pasefan una organizacién nacional; pero la funcién de, ambos, fun- Gién que habia determinado su estructura y su constitucién, habfa consistido en suprimir y no en expresar el descontento social. he ‘s6lo un grupo, la intelectualidad, osaba desafiar a la dinastia. La gen- te eulta en todas las esferas de 1a vida, especialmente la que no habia Sido absorbida por la burocracia oficial, no tenia menos razones que el campesinado para sentirse desilusionada con el zar Emancipador. Este ha- bia dexpertado y luego frustrado sus anhelos de libertad, del mismo modo que habla desportado y lego defraudado cl hambre de tierra de los tnuchiks, Alejandro no habia castigado a la intelectualidad con escorpio~ fhes, como su predecesor Nicolés 1; pero todavia la castigaba con azotes, Sur reformas del sistema educativo y de la prensa habian sido hechas rafiadientes y con mezjuindad: la vida espiritual de la nacién seguia sujeta a la tatela de la policia, 1a censura y el Santo Sinodo. Al oftecer a los grupos cultos tina apariencia de libertad, habla hecho més dolorosa y humillante todavia Ia negacién de una verdadera libertad. La intelectua- Tidad se empefié en vengar sus esperanzas traicionadas; el zar se empeiié ‘en domefiar el espirity inquieto de aquélla; y, de esta suerte, las reformas Semiliberales dieron paso a la represion y la represién engendré la rebelién. Numéricamente, la intelectualidad era muy débil. Los revolucionarios activos entre sus miembros eran sélo un pufiado. Si su lucha contra el soberano de noventa millones de sibditos se deseribiera como un duelo entre David y Goliat, todavia se estaria exagerando su fuerza, Durante Ta década de los setentas, que fue Ia década clisica de ta rebelién. de la jntelectualidad, unos cuantos millares de personas a lo sumo participaron ‘en fa fase pacifica, “educativa y propagandistica”, del movimiento marod- nik (populista) ; y en sx fase final, terrorista, menos de dos veintenas de Eombres y mujeres actuaron directamente. Estas dos veintenas hicieron del zar un fugitivo en su propio reino y mantuyieron a raya todo el poderio de su Imperio. Sélo teniendo como trasfondo una nacién descontenta pero muda, pudo un grupo tan reducido alcanzar una estatura tan gigantesca, ‘A diferencia de Tas clases bisicas de Ia sociedad, la intelectualidad era un Sector bien articulado; tenia el adiestramiento indispensable para hacer tun andliss de Jos males que plagaban a la nacién, y formul6 los progra- ‘mas que se suponia habrian de remediar esos males, Los intelectuales di- ficilmpnte se habrian decidido a desafiar al Poder si hubiesen pensado que sélo hablaban por si mismos. En un principio los inspiré la ilusiém de que tllos eran los portavoces de la nacién, especialmente del campesinado, En ‘sus pensamientos, su propio anhelo de libertad se fundia con el hambre Ge werra de los campesinos, y dieron a su organizaciOn revolucionaria el Sombre de Zemlya i Volia: Tierra y Libertad. Absorbieron Avidamente Jas ideas del socialismo europeo y se esforzaron por adaptarlas a la situa~ 16 cién rusa. El eampesino, no el obrero industrial, habria de ser el pil gm BL amino. ho ind, bi et pil via, el mir secular que habia sobrevivido en Rusia, y no la fAbrica indus- trial de propiedad pablica, habria de ser la eélula basica de esa sociedad. ‘Los “hombres de los. setentas” estaban condenados de antemano al fracaco como precursores de una revolucién, No habia, en realidad, nin- guna clase social preparada para apoyarlos. En el transcurso de la década Gescubrieron gradualmente su. propio aislamiento, se despojaron de un conjunto de ilusiones s6lo para adoptar otro y trataron de resolver dis- yuntivas, algunas de las cuales eran peculiares de su pais y su generacion y otras eran inherentes a todo movimiento revolucionatio. En un princi- pio intentaron mover al campesinado a la accin, ya fuera esclareciendo 2 los muzhifs en cuanto a los males de In autocracia, como lo hicieron los seguidores de Lavrov, ya incitindolos contra el zat, como habia pro- pugnado Bakunin. Dos veces durante esa década, hombres y mujeres de Ia intelectualidad abandonaron sus hogares y profesiones para tratar de es: tablecerse como campesinos entre los campesinos a fin de ganar acceso a Ja mentalidad de tos, “Toda una legién de socialistas”, escribié un ge- eral de la gendarmeria cuya tarca consistia en vigilar este Exodo, “se ha empefiado en esto con una energia y un espiritu de abneyacién que no tiene antecedentes en la historia de ninguna sociedad secreta en Europa”. La abnegacién fue infructuosa, pues el campesinado y la intelectualidad perseguian fines encontrados. El muzhik todavia crela en el 2ar Emanci- pador, y recibia con suspicaz indiferencia o abierta hostlidad las palabras de “escarecimiento” ode “incitacin” ‘popula, La gendanmeria.y la Pfs acts cerantav negro an gee eee alias atts condenas de prisidn, a trabajos La idea de la revolucién a través del pueblo fue reempla ee ee eee ee juefia y resuelta minoria intelectual. Las formas del movimiento cam- fan por consiguente, El odo de la intlectualdad al campo habia sido espontineo; no habla sido dvigdo desde ningén centro, La. nueva conspiracgn exigia una organization estricamente clandestina, compacta, Gap us diteciin igoros y una disiplin rigid, Sus drgentes —Zhe- \abow, Kibilchich, Sofia Perévslaya, Vera Figner y otros— no se inci aban en un principio a la accién ‘terrorist, pero la lbgiea de su posi Gon. y Jos acontecinientos los empujaron por ese camino. En enero de 1878 una muchacha, Vera Zasilch —que més adelante habria de influr £2 ©) protagonist de este Hbro— disparé sobre el general Trépoy, jefe de 4a gendarmeria de Petrogrado, en, protesta contra los raalos ‘ratos y las Yelacones que éste le habla infligido a un preso politic, En el proceso fe Ja Zasilich so revelaron horribles abun cometidos por la poliia, El lo se sintié tan conmovido por las revelaciones y por el sincero idea- 7 tismo de la acusada, que la absolvié. Cuando Ia policia intenté aprehen- Gerla fuera del tribunal, una multitud de simpatizantes la rescaté y_ le permitié escapar, El zaf ordené que de entonces en adelante lov delin- Peentes politicos fueran juzgados por tribunales militares y no por jurados. ‘ia accion impremeditada de la Zastlich y Ia reaccion favorable que suscité les sefialaron el camino a los conspiradores. En 1879, el afio en ‘que comienza esta narracin, el partido de Tierra y Libertad se escindi6. Un grupo de miembros, decididos a llevar a cabo atentados terroristas hhasta derrocar a la autocracia, se constituyé en un nuevo organismo, la Narédnaya Volia Libertad del Pueblo.’ Su nuevo programa hacia mucho nds hineapié en las libertades ciudadanas que en la reforma agraria. Otro grupo, menos influyente y que no crea en la conspirad = terrorista, se separd sropugnar Ia Particién Negra (Chornyi Peredel), 0 sea una Sistdbuctén igualitana de la tierra, (De este grupo, encabezado por Ple- JAnov, que posteriormente emigré a Suiza, saldria el primer mensaje mar- Xista y socialdemécrata a los revolucionarios en el interior de Rusia.) El aso de 1879, trajo consigo una rapida sucesién de espectaculares atentados terroristas. En febrero fue muerto a tiros el principe ‘kin, gobernador de Jérkov. En marzo tuyo lugar un atentado contra el gene- Fal Drenteln, jefe de la policia politica. En el transcurso del afio el pro- pio zar salié.ileso de dos atentados que fracasaron por escaso margen: fn marzo un revolucionario le hizo cinco disparos, y en el verano, mien- tras el zar regresaba de su residencia de Crimea, varias minas estallaron bajo su tren. A los atentados siguieron detenciones en masa, ejecuciones ‘en Ia horca y deportaciones. Pero el 10. de marzo de 1881, los conspira- dores lograron asesinar al zar. ‘Ante el mundo, el zarismo presentaba una esplendorosa fachada de gran- deza y poder. Sin embargo, en abril de 1879, Karl Marx, en una carta escrita desde Londres a un amigo ruso, sefialaba la desintegracién de la sociedad rusa que se ocultaba tras esa fachada, y comparaba la situacién de Rusia al término del reinado de Alejandro con la de Francia bajo Luis XV2 Y, en efecto, fue durante la cltima década del reinado de ‘Alejandro cuando nacié la mayoria de los hombres que habrian de enca- bezar la Revolucién Rusa. ‘Muy lejos del escenario de esta lucha enconada, en la apacible y soleada testepa del sur de Ucrania, en la provineia de Jerson, cerca de la pequefia ién de Bobrinetz, David Leéntievich Bronstein se establecia —en 1 afio de 1879— en una granja que acababa de comprarle a cierto co- ronel Yanovsky, de cuyo apellido se derivaba el nombre de la granja: 1 Narddnaye Velie se raduce a menudo como la Voluntad del Pueblo. Volia epilce en realidad, anto woluntad? como “ibertad”, y puede traducine en wna 2 Perepiska K, Marsa i F. Engelsa s Risskimi Politicheskimi Déyatelami, p. 84. 18 ‘Yanovka. La propiedad, que abarcaba unas 400 hectireas, se la habia con- cedido el zar al coronel como recompensa por sus servicios. Yanovsky no habia tenido éxito como agricultor y se alegré de poder venderle 100 hec- tireas y arrendarle otras 160 a Bronstein. La transaccién se efectué a prin- cipios del afio, En el verano, el nuevo propietario y su familia se muda- ron de una aldea vecina a la cabaiia techada de paja que habjan adquirido junto con Ja granja, Los Bronstein eran judios. Era cosa rara que un judio se dedicara a agricultura. Con todo, unas cuarenta col ae ae ele eae de desbordamiento de los abigarrados ghettos del “palio”— existian dis- pers por Ia esepa de Jenin. A los judios de Rusia no se les permiia vivir fuera del palio, es decir, fuera de las ciudades que se encontraban principalmente en las provincias occidentales arrebatadas a Polonia. Pero (se les permitia establecerse libremente en las estepas meridionales cer- canas al Mar Negro, Rusia habia tomado posesin de ese territorio, es casamente poblado pero fértil, a fines del siglo xvmt, y los zares fomenta- ron activamente a colnizacion, All, como sueede tan a menudo en la storia de las colonizaciones, el inmigrante extranjero y el proscrito fue- ro bs planers Secee eames eee ni yechicron, eatiomlon para conquistar las nuevas tierras. Los pobladores judios, hasta cierto pun- to, mejoraron su suerte. Echaron rafces en el pais, disfrutaron de ciertos privilegios y se libraron de la amenaza de expulsién y violencia que siem- pre pesaba sobre el palio judio. Nunca habia sido perfectamente claro hhasta dénde alcanzaba la extensién del patio. Alejandro I lo habia dejado ampliarse un poco, Nicolis I, apenas ascendié al trono, ordené su reduc-

You might also like