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Introduccién en febrero de 19..., en la ciudad de N., fui invitado, junto con un com pafero mio, también taquigrafo, a tomur apuntes de la econterencia publica del famoso actor, director y pedagogo Arkadi Nikeldievich Tortsoy, Esta conferencia determin6 mi destino posterior nacié en mi una insuperable atracciéa hacia la escena, y en la actualidad ye. he sido athnitidy en Ia escuela del teatro; pronto empezaré mis clases con el mismo Arkadi Nikaldievich ‘Vortsov y su ayudante Ivan Platénovich Rajménow t Me nto infinitamente feliz de haber conelnido con mi antiguo género de vida y emprender un nueva camino, Sin embargo, hay cosas del pasado que me son titiles. Por ejemplo, mi taquigrafia. Qué pass si anoto sistemuiticamente todas las clases, y en la posible taquigraticamente: (Asi podré formar todo un manual y repetit toda el uayecto recorrida! Finalmente, cuando Negue a ser actor, estos apimtes me seryirdn de brijula en los mamicntos dificiles del trabajo. Estd decidido: tomaré notas en forma de diatio.! . Tin la obra original de Stanislavski cada capitulo aparece dividido en frag- mentos encabezades de csta forma: «. de 19 .», camosi se tratase de las anor ciones hechas por cl alummo Nawdiney de las clases impartidas por Lorsov. En la préctica real varios alunos Ce Stanistavski vomaran notas taquigraticas dc leccio- nes y ensayos (V4) Ginguy entre otros), y en muchos casos sirvicron de nraterial complementario para la redaccién de los libros del actor y pedagogo rusy. (Este nota, como tas siguientes, es del traciuctor.) 15 L Diletantismo Con emocién aguardabamos hoy nuc Tortsov. Pero Arkadi Nikoldievich vino al aula solo para hacernos ra primera leccion con un sorprendente anuncio: montarfa un espectéculo en el que de- biamos interpretar algin fragmento de nuestra cleccién. La fun- cin s¢ haria en el escenario, con la presencia de espectadores, todo el clenico y las autoridades del teatro, Su deseo era vernos cn el ambiente de lar presentaci6n, actuando en el entarimado, entre decorados, caracicrizados, ante las candilejas. Sélo asi, dijo. le seria posible juzgur muesiras aptitudes dramaticas.? Los alumnos queckaron pasmados de agombro. ¢Actuar en nues- tro teatro? jEra un sucrilegio, una prolanacién del arte! Quise pedir a Tortsov que la funcién se realizara en algdn lugar menos solemne, pero el director salié del aula artes de que pudiera hablarle. La lecei6n se posterg6, ¥ se nos concedi6 tiempo libre para la elecci6n de los fragmentos La ocurrencia de Arkadi Nikolievich desperté animadas discu- siones. Al principio la aprobaron muy pocos. La apoyaron con especial ardor un joven esbelto, Govorkoy, que ya habfa actuado en algtin pequeiio teatro; una rubia alta y hermosa, Hamada Sonia Veliaminova, y el pequeiio y vivaracho Viuntsov. ¥Tiste procedizniento corresponde a una prictica real de Stanislavst, imitada despugs en numerosos centros de formacion sovietices, «I's importante versobre elescenario a los que ingresan ent ki escuela, frente a los espectadores. A menudo sélo ahi se manificstan las condiciones dramdtins, la fuerza, el entusiasmo conta- gioso y otros requisitos. En estas presentaciones pitblicas hay que obgervar al actor Con su caracterizacion y unaquillaje, Que los mismon examinados escojan cl programa para su presentaciGn. Esto revelar su cultura, su gusto, su conocimien- to litcrario } su iniciativa creadorax, (Fragmento de una declaraciou de Stanislavski publicads en una revista de 1957 ) Pero poco a poco también los demas empezamos a acostum- brarnosa la idea. Pronto la representacién nos pareeié interesante, Gil y hasia imprescindible, Al comicuzo, Shust6y, Pushin y yo opla- mos por la modestia. Nuestros suetios no iban mas alld del vodevil 0 la comediia ligera. Nos parecia que hasta ahi podian legar nuestras fuerzas. Pero en referencia a nosotros se pronunciaban cada vez _ mas a menudo y con mas confianza nombres de autores rusos, como Gégol, Ostrovski, Chéjoy, y después de otros genios de la lite- ratura universal. Inadvertidamente, también nosotros fuimos aban- donando nuestra humildad; a mi me seducia la imagen de Mozart; Pushin eligio a Salieri y Shustév pensaba en don Carlos. Después empezamos a hablar de Shakespeare, y por fin mi eleccién recayé en Otelo# La raz6n era que en mi casa no tenia la obra de Pushkin, pero sf la de Shakespeare; se habia apoderado de mf un deseo wan impericso de trabajar que no podia perder tiempo en Ta biisqueda de libros, Shust6y se dispuso a representar el papel de Vago. Ese mismo dia nos informaron de que el ensayo se haria al dia siguiente. Al volver a casa me encerré en mi habitacién, agarré Otelo, me senté comodamente en un sofé y con recogimiento abri el libro y empecé la lectura. Pero a la segunda pagina senti el impulso de actuar: Mis manos, mis brazos y mis misculos faciales empezaron a moverse, y no pude contener el deseo de declamar. De repente des- i cinlurén Como si en bri un cortapapel de iarfil y lo suje fuera un puiial, Una toalla me ‘on las cortinas sirvid de turbante, y de Tas ve anas preparé una bandolera. Con sabanas y mantas de la cama hice una camisa y una tinica. Un paraguas se convirtié en cimitarra; pero me faltaha el escudo. Recordé que en la habitacién No es casual ni caprichosa la clecci6n de Otelo por el alumno Nazvanov, pucs Stanislavski consideraba esc personaje un excelente material pedagogic. La tra- gediu de Shakespeare fue disigida e imterpretada por el propio Suanishayski, y som abundantes los excritos sobre el montaje de kx nist entre los materiales que no fegaron a formar parte de un libre 18 contigua habia una gran bandeja, que me permitié suplir la falta. Pero mi aspecto general seguia siendo moderna, civilizado, mientras que Otelo es un africano. En él debian de taslucirse algo. asi como los impulsos de un tigre. Para captar los movimientos de la fiera comencé una serie de ejercicios: caminaba per la habita- cidn con paso sigilose y Lurtivo, deslizandome Agilmente por los estrochos pasajes entre los muebles; me ocultaba tras el armario para caer sobre un cnemigo imaginario, representado por un gran almohad6n. Después el almohadén pasé a ser Desdémona. La abracé apasionadamente, besé sus manas, on cste caso eran las puntas de Ia funda; después retrocedi con desdén, y valv‘a los abra- 20s, para estrangularla y esrallar en Ilanto sobre el imaginario cada- yer, Muchos momentos resultaron perfectos. Asi, sin darme cuenta, trabajé casi cinco horas. Esto no se hace a Ia fuerza, Sélo el arrebato del arte logra que las horas parezcan minutos, jHe ahi la prueba de que el estado experimentado por mi era la inspiracién auténtical Antes de quitarme el ropaje, y como ya iodos cn la casa dormfan, me deslicé hacia el vestihulo, donde habia.um gran espejo, encendi Jaluzy observé mi imagen, No vi nada de Io que esperaba. Tas poses y los gestos descubiertos no eran lo que habia imaginado. ‘Mas atin: el espejo me revelé unas angulosidades y lineas desagra- dables que no habia notado hasta entonces. El desencanto hizo que mi energia se esfumara instantineamente. Recurri a una tableta de chocolate. La mezclé con manteca y obtuve una pasta de color pardo. Pude untarme facilmente con ¢lla la cara y adquiri el aspecto de un moro. Por contraste, con aquel color de piel, los dientes parecian mas blancos. Sen- tado ante el espejo, aprendi a sonreir y a hacer gestos para des- tacar el contrasic del color de mi dentadura y poner los ojos en blanco. Me habia formado una impresion sobre: cual seria ¢l aspecto exterior de mi Otelo, y esto tenia suma importancia. 19 Hoy fue nuestro primer cnsayo y Tegué muy temprano. Rajmanov propuso que cada tno de nosotros planeara sus prapias escenas y distribuycra la ulilerfa. Felizmente Shustéy estuvo de acuerdo con todas mis ideas, ya que el aspecto exterior no le interesaba. Para mi, en cambio, cra de suma importancia distribuir los trastos de modo tal que pudiera orientarme entre ellos como en mi propia habita-. ci6n. Pero no lograba el resultado deseado. Iacia esfuerzos inuiti- les por conyencerme de que estaba en mi propio cuarto, pero esto slo era un estorbo para la representaci6n. Para mi asombro, el texto era un obstaculo en vez de una ayuda, y de buena gana habria querido desembarazarme de él o reducirlo a la mitad. No sdlo las palabras del papel, sino también los pensa- mientos del poeta, extrafios para mi, y las acciones indieadas por él representaban un freno para la libertad de que habia gozado en mi casa. Mas desagradable atin me resultaba no reconacer mi propia vor. Por una parte lefa el texto y por la otra hacia los gestos del sal- vaje sin relacionar lo uno con lo otro, Las palabras estorbaban al jnego, yéste a las palabras, Era un estado de absolut desorden, No encontré nada nuevo, y persisti en que ya no me satislacia. Qué significa esa repeticién de las mismas sensaciones y los mis- mos recursos? ¢Por qué marchaba tan bien el trabajo al principio, y después se habia estancado? Mientras razonaba de este modo, en la habitacién contigua algunas personas se reunieron para tomar el (¢. Con el finde no atraer su atencion se me ocurrid trasladarme a otra parte de la habitacion y repetir las palabras del texto lo mas bajo posible. Para mi asombro, estos cambios insignificantes me reanimaron, obli- gandome a mirar de un mado nuevo mis ejercicios y hasta mi papal. jAhf estaba el secreto! Consiste en no permanecer mucho tiem- po en lo mismo, repitiendo siempre lo demasiado familiar. 20 El ensayo de hoy se realiz6 en el escenario, Contaba con la atmésfe- ra milagrosa y excitantc de los bastidores. &¥ qué ocurrié? Ein vez del fulgor de las candilgjas, con un lugar mal jluminadlo, silencioso, cesierto. El gran escenario alboroto y la utileria, me encontré estaba vacio. Sélo junto a las candilejas Labia algunas sillas que deli- neaban el contorno de les futures devorados. A Ja derecha se veia una serie de luces, Apenas habia pisado el tablado, aparecié frente ani la inmensa boca del arco del proscenio, y detras una intermi- nable y negra penumbra, Por primera vez veia desde Ia escena la platea, ahora vacia y desierta, Me sentia totalmente deseoncertado. =|Comiene Se suponia que yo cntraba en la habitacién de Otelo, figurada por las sillas, pero no era la indicada. No podia siquiera reconocer el plan de ~exclam6 alguien. que debia ocupar mi sitio, Me senté en una de ellas, nuestra escena. Durante largo rato no pude orientarme en el amplio espacio bordeado por las sillas. ni concentrar mi atencion en lo que sucedia en torno ami. [asta me resullaba cil mirara Shustéy, uc estaba ami lado, A pesar de todo, segui hablando y actuando mecanicamente. Si no hubie: : sido por mid largas practicas en casa, que habian acumulado en mi procedimientos para interpretar al salvaje y recordar el texto y la cntonacién, me habria detenido en las pri- meras palabras. De todos mozlos, eso fue lo que al final ocurri6. La culpa fue del apuntador, Me di cuenta por primera vez de que este «senor» era un miserable intrigante, y no un amigo del actor. A mi parecer, un buen apuntador cs aquel que sabe callar duran- te toda la representacion, y en el momento crilico decir solamen- te la palabra que huyé de la memoria del arlista. Pero el nuestro murmura sin cesar. Me detuye y le pedi que no siguiera molestan- dom Hoy invimos el segundo ensayo en el escenario, Legué muy tem prano, decidido a prepararme ante todos en un escenario que her- 21 via de actividad, pues cslaban colocando los telones y ka utileria, en lugar de hacerlo a solas en cl camerino. Habria sido didad ala que es debfa habituarme al ambience que me resultaba nuevo. Me dirigi al frente del escenario y empecé 2 mirar al espantoso vacio més alla- ‘il, en medio de semejante caos, buscar la como- aha acostumbrado durante mis ensayos en casa, de las candilejas, para acostumbrarme a él y librarme de su atrac- cién, pero cuanto mds me esforzaba en no tomarlo en cuenta, mas me obsesionaba. En ese momento, un hombre que pasaba a mi lado dejé caer un paquete de elavos; le ayudé a recogerlos, y de repente tuye la grata sensacién de sentirme a mis anchas en el esce- nario. Rapidamente recogimos los claves uno a. uno y de nuevw me senti oprimido por la amplitud del espacio. {¥ un momento antes me sentia magnificamente! Todo era natural: mienteas realizalya la tarea, no pensaba en el espacio tenebroso que tenia frente a mi. Sali répidamente del escenario y me dirigi a la platea. Comenzaron los ensayos de owas escenas pero yo no vela nada, con impaciencia esperaba mi turno. Cuando por fin lleg6, subi al escenaria, donde se habia monta- do un decorado con partes de diferentes obras. Algunas estaban mal colocadas y el mobiliario era muy diverso. A pesar de todo, la apariencia general del escenario, ahora iluminado, era agradable, y me sentia gusto en la habitacién preparada para Oicly, Gon un gran esfuerzo de la imaginacién podia encontrar en ese ambiente algo que recordara mi habitacién. Pero en cuanto se alz6 el teldn y la sala aparecié ante mi, me sent{ totalmente dominado por su poder, Surgié en mi una sensa- cién nueva ¢ inesperada. Los decorados adquirieron la significa- cin de un reflector, que proyecta toda la atencién del actor hacia lasalay cl ptiblico, Our sensacién mueva para mi fue que mi ansie- dad me levara a sentirme obligado a interesar al publico para que en ningtin momento se sintiera aburrido. Este sentimiento me impedia entregarme a Jo que estaba haciendo. Empecé a sentirme 22 apreiiado, mis pasajes favorites pasaban como postes de telégrafo visios desde un tren, La mas ligera equivocacién, y la catdstrofe do inevitable. Mas de una vez dirigi una mirada de stiplica al apuntador, pero ¢l segufa alo suyo, Sin duda, era una venganza. habria por lo de la ver, pasada. Llegué al teatro para el ensayo gencral arin mds temprano que de costumbre, ya que tenia que ocuparme del maquillaje y el vestua- rio. Me dieron un buen camerino y una suntuosa (dnica, realmen- te una pieza de muse, la del principe de Marmnecos en Fl meniader de Venwcia. Me senté ante el tocador, donde habia todo género de accesorios de maquillaje. Traté de aplicarme con un cepillo una pintura de un color pardo, pero sc endure Reemplacé el cepillo por un pincel, con el mismo resultado. Puse el color en los dedosy me lo pasé por la cara, pero ninguno queda- ba bien, Me apliqué un poco de barniz.en la cara para pegarme un ‘a tan pronto que apenas dejaba huella. poco de pelo; el barniz me causaba escozor y el pelo no se adheria. Probé una peluca después de otra, pero sin afeites resnliaban demasiado evidentes. Quise quitarme las pequehas cantidades de tmaquillaje que con tanto esfuerzo me habia colocado en la cara, pero no sabia cémo hacerlo. Fn ese instante entre en el camerino un hombre alto y delgado, con anteojos y un gran guardapolvo blanco, con mostachos puntia- gudos y una larga pcrilla. Este «Don Quijote» se inclin6 ligeramen- tey sin muchas palabras empez6 a arreglar mi cara. Primero limpié con yaselina tado To que 1 habia puesto y empezé a aplicar de nuevo los colores, humedecicndo previamente la brocha en aceite. Ahora los colores se adherian de un modo facil y uniforme sobre la piel. Cuando estuyo lista mi caracterizacién, me m en el espejo y quedé admirado del arte del maquillador y de mi apariencia gene- ral. Los angulos de mi cuerpo desaparecian bajo los plicgues de la 23 tiinica, ¥ los gests que habia ensayado para representar al salvaje iban de acuerdo con mi vestuario, Entraron en el camerino Shustv y otros alumnosy me felicitaron por mi aspecto, sin la menor som- bra de envidia. Los elogios me devolvicron mi antigua contianza. Pero cuando llegu wibucién de los muebles. Un sillén de brazos habia sido trasladade J escenario me confundis el cambio en Ia dis- incorrectamente desde la pared casi hasta la mitad de la escena; la mesa estaba demasiado préxima a la concha de cian colocados para una exposicién, en el lugar mds notable. Debido a mi nerviosismo caminaba de aqui para alld agitando los pliegues de la ttinica y golpeando con mi puiial muebles y bastido- apuntador, Pare- res. Al acercarse el momento culminante me asalté um pi samiento: «Ahora me voy a atascar». Se apoderé de mi el pdnico y me callé, confuso, ala vez que unos circulos blancos que giraban se formaron ante mis ojos... No sé qué me hizo retomar mi papel, pero una vez mds me sent salvo. Un pensamiento me dominaba: termi- nar lo antes posible, quitarmic el maquillaje ysalir del teatro. Ya estoy en casa, solo. Peto ahora estoy con mi mas terrible com- pafiia: yo mismo, Siento una angustia indecible. Afortunadamente viene el buen Pushin. Me ha visto y quiere saber qu interpretacién de Salieri; pero no puedo decirle nada: « pesar de haberle observado cuando hacia su papel, de nada me di cuenta ‘pienso de su por la ansiedad que sentia mientras esperaba mi tarno. Sobre mi mismo no hice preguntas. Temia la critica que podria destruir los tiltimos restos de confianza en mi propia persona. Pushin hablé muy amablemente de la pieza de Shakespeare y del papel de Otclo, Estuyo muy interesante al explicarme la amar- gura, la sorpresa y el choque del Moro ante la idea de que tanta maldad pudiera existir bajo la hermosa mascara de Desdémona. Esto la hace atin més terrible los ojos de Otelo. Cuando se fine mi amigo, traté de abordar algunos pasajes del papel segtin la interpretacién que él me habia expuesto, y casi lloré de compasién por el Moro. 4 Ta fimeién de prucha cs hoy. Me scnifa absolutamente indiferente hasta que entrd en el cametino. En ese momento mi corazdn emper6 a Jatir con violencia, y me parecia que me faltaba el aire. Tuve uma sensacién de ndusea y de una gran debilidad, Cref enfer- mar. Fso estaria muy bien. Con la enfermedad se pocia justificar el fracaso de la primera representacién. Lo primero que me confundis en el escenario fue la extraordi- naria solemnidad, el silencio y el orden que reinaban. La ilumina- cién era tan intensa, que parecia formar un teldn de luz entre la sala y yo, Me senti resguardado del ptiblico y respiré a mis anchas. Pero mis ojos se acostumbraron muy pronto a la luz, ¥ el miedo y la atracci6n de la sala se intensificaron. Me parecfa que el teatro esta- ba colmado de espectadores, que millares de ojos y prismaticos estaban clavados en mi, que atravesaban a su victima. El excesivo esfuerzo por apartar de mf aquella emoci6n cred en todo mi cuerpo una tension que llegé al espasmo; mis manios y imi cabeza se inmovilizaron, se petrilicaron. Todos mis movimientos se p intitil. Mi garganta se cerraba; mi voz sonaba como un grito. ‘Toda la interpretacién se tomé violenta. Ya no podia controlar Jos movimnientos de las manos y las piernas ni el habla, y la tensi6n fue en aumento. Me sentia avergonzado de cada palabra, de cada gesto. Abochomado me aferré con fuerza al respaldo de un sillén. En medio del desamparo y la confusién me domin6 la ira contra mi mismo, contra los espectadores. Por unos minutos estuve fuera de mi, y senti que me invadia un valor indecible. Al margen de mi yoluntad lancé la famosa linea: «Sangre. Yago. sangre!». Era el grito de un sufrimiento insoporiabl ‘ron ante esa tensién ralizaron. Todas mis fuerzas desapare No sé cémo Io dije. Tal ver senti en esas palabras toda la ofensa de un hombre confiadlo, y sine ecramente lo compadeci. La interpretacién de Otelo que habia hecho Pushin reaparecié en mi memoria con gran claridad y des- perté mi emocin. : Me parecié que por im segundo la sala se habia puesto en ten- 25 sion y que un rumor recorria el auditorio, como si fuera el vienta que pasa por la copa de los arboles. En cuanto senti esta aprobacién hirvié en mf una energia incontenible. No sé cémo terminé la escena. S6lo puedo recordar que las candilgjas y cl negro agujero desaparecieron de mi concien- coli Tibbs cia, y me de todo temor. En laescena habia surgido para mi una vida nueva, de sconocida, que mic fascinaba. No sé de un nario. rele: deleite mayor que esos pacos minutos que pasé Adverti que Pasha Shustéy se habia asombrado de mi cambio, y que luego, contagiado, interpretaha con profunda inspiracién. Cay el telon, y en Ia sala comenzaron los aplausos. Me sentia ale- gre y feliz, fortalecida la fe en mi talento, con una sensacién de aplomo, Cuando retomé victorioso a mi camerino, me parecié que todos me miraban con entusiasmo. Engalanado y con aires de importancia, coma corresponde aun asiro, con afectada indilerencia bajé a la sala durante el entreacto. Para mi sorpresa, no habia ambiente de Liesta, ni siquiera una buena iluminacién. En vez del inmenso gentio que habia creido ver desde el escenario, cont en Ta platea apenas unas veinte perso- nas. :Para qui¢nes mo habja afunado? Pero pronto me consolé «Los asistentes de hoy son pocos -me dije-, pero tienen conock miento del arte. No cambio sus pocos aplausos por la tempestuosa ovacién de una muchedumbre...». Después de haber elegide en la platea un lugar desde donde podia ser visto ficilmente por Tortsov y Rajmanoy, me senté con la esperanza de que me llamaran para decirme algo agradable. Se encendieron las candilejas, el telén se levanté, y en seguida la alumna Malolétkova bajé velozmente unos esealones. Cayé al suelo contraida v grité «jSocorro!» con un tono tan desgarrador, que me held la sangre. Luego empezo a musitar algo tan rapidamente que no se podfa entender una palabra, De pronto, en medio de una frase, como si hubiera olvidado su parte, se detuvo, se cubrié la cara con las manos y desaparecid velozmente entre bastidores, desde 26 donde legaban apagadas frases de elogio. Bajé el telén, pero en mis oidos atin resonaba aquel grito: «Socorro!>. ;Lo que significa el talento! Una palabra es suficiente para percibirlo. ‘Tortsov estaba, a mi parecer, electrizado: :pero no habia ocurri- do conmigo lo mismo con aquella nica frase: «;Sangre, Yago, san- gre», cuando todos los espectadores estuvieron en mi poder? Ahora, mientras escribo estas lineas, no dudo de mi futuro. Sin embargo, esa fe no me impide tener conciencia de que mi éxito no ha sido tan extraordinario como me parecis. Y, no obstante, en lo profundo del corazén, la confianza en mi mismo proclama la toria,

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