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Tal vez podría decirse que la humanidad siempre ha sabido poner en boca de los
Dioses lo más humano. Esta seria la afirmación de cualquier buen observador. Los griegos
jamás dudaron en poblar el Olimpo de todas las pasiones, las más elevadas y las más
mezquinas. Así como los católicos de nuestro tiempo, no dudan en afirmar que Dios debió
traer su palabra a la tierra a través de la piel, el sufrimiento, y la voz de un hombre. Sin
embargo una persona religiosa, haría una inversión exacta de esta proposición y nos diría
que Dios o que los Dioses son los que ponen su palabra en boca de los humanos. No de
todos ellos por supuesto, sino de quienes tienen el valor o la fe para escucharla. Tendríamos
entonces dos posibilidades: Los Dioses hablan la palabra de los humanos o los humanos
hablan la palabra de los Dioses.
Supongo que si tomamos como verdadera cualquiera de estas dos afirmaciones, tendríamos
como consecuencia surgida de la interacción entre las premisas de la lógica proposicional:
la necesidad. En el primer caso de los dioses para los humanos y en el segundo, de los
humanos para los dioses. Se trata en ambos casos de un juego de palabras en torno a lo
necesario; justamente del lugar del Otro en la palabra. Ni más ni menos, en donde la
importancia de la palabra y el más allá del que viene es lo que traduce la dimensión de lo
mítico. Lo necesario, lo que insiste, lo que habla, lo que está allí desde y para siempre, es el
Mito. Y ahora les hablo en el sentido de la verdad, ya no de la veracidad lógica sino de la
verdad humana si es que la hay o las hay y de la dimensión de lo mítico: esa de la que
siempre y nunca hemos podido situar desde donde y de que forma Nos Dice.
Hoy les hablo de lo mítico… Y también de lo que creo haber podido escuchar en un caso
que me convoca y me hace interrogarme, en torno a estas cuestiones. Me dirán que no es
nada nuevo que un sujeto traiga la dimensión mítica a su análisis, y tal vez alguno podría
preguntarme de que otra cosa se habla; sin embargo lo que me interroga en este caso tiene
que ver con lo no dicho y tal vez con lo que nunca puede ser dicho por completo.
Lacan nos dice, en el seminario de “Los nombres del padre” que si los análisis tienen por
momentos cierto “aire a verdad” esto se debe a que es la palabra la que produce efectos de
verdad, por su simple naturaleza. Sin embargo esto viene acompañado de una advertencia:
En el nombre del Síntoma el hijo y el espíritu santo
no crean que el psicoanálisis dice la verdad. No lo crean advierte Lacan y sin embargo son
“incautos”(dupé). Habla en este mismo seminario del discurso de la religión católica: ama a
tu prójimo como a ti mismo y de su relación al goce. “No le temo a cierto aroma a sotana”
nos dirá en la misma clase Lacan, dado que algún punto de coincidencia hay entre el
psicoanálisis y la religión, como ya lo había advertido Freud. Sin embargo no es lo mismo
rozar por momentos la dimensión de la verdad que decirla. El amor al prójimo como a uno
mismo elude la diferencia sexual, pero no anula la existencia del goce, sino por el contrario
se sostiene en él y lo anuda. En el punto de no existencia de la relación sexual no hay una
vacio, sino goce y todo lo que dice el Saber. En el Amor Divino, lo Imaginario (como
medio dice Lacan) y lo Simbólico soportan el goce y la muerte en lo Real.
Es en definitiva, del goce de lo que somos incautos y del inconsciente. Y a la vez cuando no
somos incautos (non dupé) es cuando descubrimos al Otro con mayúsculas. Allí lo
interpelamos creyendo dirigirnos al pequeño otro, allí encontramos al padre que duerme
mientras la mortaja y su hijo arden en la habitación contigua del sueño que relata Freud.
Allí está el padre siempre dormido sin importar quien sea el soñante. Es el momento cuando
Jesucristo increpa a su padre todopoderoso minutos antes de morir en la cruz, y le pregunta
por qué lo ha abandonado. Me cuesta imaginar un parlamento que haga mas humano a este
cristo-dios que su pregunta y su reclamo al padre, allí donde lo todopoderoso falla y erra,
allí donde el enunciado “yo soy el que soy” toma cuerpo para no responder porque como
cualquier padre, está dormido.
cuenta de que no servía para nada. En ese momento interviene por primera vez Christian
para pronunciar la única palabra que repetirá hasta el cansancio durante la primera
entrevista: -¿Quién?... le pregunta a su madre: ¿Quién? ¿Quién? (Gritando).Su madre le
dice: - Nadie Christian, nadie, no es nadie. Y sigue hablando -como lo hará hasta el último
encuentro- del padre; ese que no es nadie. Ese que no sirve para nada. Y solo porque esa
nada aparece en el discurso es que puede causarlo todo; cosa que solamente un significante
es capaz de hacer. Hay algo más que el significante padre situado como el que no sirve para
nada me hace pensar, y naturalmente es en la definición de Lacan del goce en el seminario
Aún (Encore). Si el goce es lo que no sirve para nada, y si esta madre solo puede introducir
al padre de Christian en su discurso de este modo, tal vez María es más lacaniana de lo que
sabe. Continua hablando y dice: Pensé que podía cambiar pero no…Nunca le dio nada a
Christian, él sabe quien es pero no lo nombra.”Yo intento hacerle notar entonces, que se le
habla de él, como en este momento por ejemplo; a lo cual María me responde que si
preguntase se le hablaría pero que él no pregunta. Christian sigue gritando y preguntando
¿Quién? cada vez mas fuerte. La madre me dice un poco ofuscada pero no demasiado
advertida de lo que le dije: Mirá, en casa no se habla ni bien ni mal de él; directamente no
existe. Christian Grita ahora más fuerte: - ¿Quién? Su madre, subiendo el tono también le
repite: ¡Nadie Cristian, ya te dije que no es nadie!
Le pregunto en varias ocasiones a Christian si quiere decirme algo, pero solo se limita a
esconder la cabeza entre los brazos y a golpear el escritorio.
Por cierto durante esta primera entrevista no había notado dificultad en el lenguaje en lo
poco que le había escuchado decir. De todos modos, a pesar de haberlo escuchado decir tan
solo una palabra, estuve de acuerdo con la madre y pensé: este niño no se come todas las
palabras, por lo pronto no se come todas las cosas del discurso de su madre en relación a la
inexistencia de su padre; y como ustedes comprenderán he aquí el problema por el que es
traído a la consulta.
El primer juego que me propone Christian sin emitir palabra alguna, es la escondida;
soy yo quien le pregunto si estamos jugando a la escondida después de pasar un largo rato
buscándole detrás de la silla, y del escritorio y es en ese momento cuando esconde a un
muñeco y lo señala diciendo: Azul para luego pasar a esconderlo dentro de la caja.
En otra sesión, comienza a hacer trocitos de plasticina de todos los colores, toma un
trozo de plasticina azul del cual mancha a todos los demás trozos de diferentes colores., y
dice: “Mirá son hijitos.”
¿De quien son los hijos? le pregunto; y me responde que los blancos son del blanco, los
rojos del rojo, los verdes del verde. ¿Y por que están manchados de azul, el azul no tiene
hijos?
No… Desapareció!. Y hace una gran bola con todos los trocitos de plasticina para luego
hacerla desaparecer también.
El padre aparece entonces como una coartada, como algo que todo lo marca pero del cual se
dice no solo que no está sino que nunca hubo nadie allí… Lo repite con varios personajes y
animales en el transcurso de varias sesiones y dice: “¿No, no, a quien buscás? No hay
nadie…” para luego reírse a carcajadas.
Mas adelante empieza a armar un juego en el cual siempre se repite la misma historia:
el caballo, que es un niño al cual le pasan todas las desgracias, va a pedirle cosas a su
madre, personaje para el cual elije a una vaca.
Los demás animales (compañeritos del colegio) se ríen del caballo niño porque su
madre la vaca se roba la torta de cumpleaños. La vaca tiene mucha plata, comida rica y
cosas que le da a todos menos al desdichado caballo.
Un día me propone intercambiar los personajes: “vos hacé hablar al caballo ahora.” Me
dice. En esta ocasión la madre-vaca hablada por Christian dice: “Vos no tenés padre, tu
padre no existe.” A lo cual yo, hago decir al caballo: “Eso no es cierto, yo tengo un padre,
todos los niños tienen un papá y una mamá, para poder nacer tienen que haber un papá y
una mamá.”
Christian, aunque muy incómoda porque pregunta todo el tiempo por su padre, y le ha
tenido que decir en donde vive, de que trabaja y cual es su nombre. Quien también entra en
escena es José, la pareja actual de la madre, con quien está hace más de tres años. Hasta este
momento Christian y su hermanita de un año tampoco le veían con frecuencia ni sabían
muchas cosas de él.
Y colorín colorado, aquí terminaría tal vez una historia con un final feliz. Y sin
embargo al remitir muchas de las inhibiciones de Christian y de mejorar ampliamente en la
escuela y en su lenguaje sorprendiendo nuevamente al fonoaudiólogo y a su maestra,
aparece lo más desconcertante.
decimos analistas y nos dejamos perder a condición de sostener nuestro “arte del buen oído”
hasta las últimas consecuencias.
que crece y se hace chiquito, quien un día nota que ha desaparecido su “cosita de
entre las piernas”. De hecho su madre dice que lo llevará al medico porque se masturba.
Comienzan los cortes de papeles y plasticina. Me pide ayuda para cortar. Ocurren varios
accidentes: un día paseando en bicicleta con su madre, Christian coloca un pie en una rueda.
El pié aparece vendado a la sesión siguiente. Se lleva un león con el que jugaba en ese
momento a su casa, y lo trae con una pata cortada, y también la cola. Pero los cortes siguen,
en repetidas caídas y hasta cortes con vidrios, y relatos de accidentes muy confusos. En las
últimas sesiones juega a cercar a la vaca con cadenas y rejas, y divide las áreas de uno y de
otro. Hay unos policías que le indican a la vaca que no debe salir de allí y su hijo- caballo la
mira desde el otro lado. Sin embargo la madre-vaca de tanto en tanto, logra escapar.
Le digo a Christian que deje de arrancarse las cascaras en el momento que noto que
su sangre empieza a brotar. Casi sin darme cuenta, mis manos sostienen sus muñecas y mi
boca pronuncia un “no hagas eso”, que nos sorprende a ambos… En lo que no se que clase
de intervención es; para acotar algo que aun no se muy bien como nombrar.
En el nombre del Síntoma el hijo y el espíritu santo
Les decía hace un rato que aún los silencios pueden ser significantes, y de hecho los
silencios tienen su inscripción en un pentagrama, de acuerdo a su duración. Sin embargo si
la hoja sobre la que se ha escrito la partitura, fuera atravesada por un corte transversal
desgarrándola, estaríamos frente a algo que si bien es mudo, dista mucho de ser un silencio.
Christian llega a la consulta con algunos silencios y se va de ella dejando tras de si el
enigma de sus cortes. Los invito a pensar: ¿De qué se tratan los cortes en el cuerpo de
Christian? Estos cortes no se escriben porque no cesan de ocurrir y entonces no cesan de no
escribirse como lo traumático en Freud y la relación sexual en Lacan. El amor no cesa de
escribirse, para velar lo que no cesa de no escribirse. Si el Amor Divino es la ignorancia de
la causa, pienso que tal vez el espíritu santo es su mensajero. Mensajero del Amor, ese
“primer motor” causa de todas las demás causas en el pensamiento aristotélico.
“Ama a tu prójimo como a ti mismo, pero ama a Dios por sobre todas las cosas porque
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el te ama a ti…”
Nuestro Christian es bastante fiel a este mandamiento y sus estigmas también son
marcas de su padre, causa de todos los males, causa de todas las causas como el Yhavé
impronunciable del Monte Sinaí. Solo a través de este giro, lo hace accesible el discurso de
su madre. Sin embargo el mensaje de este chico no es el de la redención y el del Amor, sino
que el único mensaje que trasmite a través de sus cortes y su sangre, es que no hay mensaje.
No se si tomar estas marcas como signo de amor o mas bien como signos del “amuro”, o tal
vez como la simple persistencia del significante desprovisto de toda construcción de un
sentido. Christian pregunta por el quien, y esta convencido de que hay alguien allí. Sin
embargo una vez que el nombre de su padre es pronunciado, pareciera que el mundo se
detiene en la marca de ese significante que una y otra vez hace estragos en lo Real de su
cuerpo. El padre real es el agente de la castración; ¿pero se trata en este caso del padre real?
El objeto de la castración es imaginario, y lo que se corta en Christian es el cuerpo en lo
Esta frase aparecía escrita en letras doradas en la cartelera de un salón de catequesis. Se trataba del mandamiento
único al cual Cristo había reducido los diez anteriores de las tablas de la ley del dios del antiguo testamento.
En el nombre del Síntoma el hijo y el espíritu santo
Real, además por cierto del falo imaginario. ¿Cómo pensamos la intervención del padre
simbólico?
Lacan nos dice en el seminario 4, que el padre simbólico solo se puede situar en el mas
allá; es decir a través de una construcción mítica. Podríamos pensar al padre simbólico
como la necesidad del significante y su carácter. 2 Algo asi como “la entrada del significante
en el mundo” eso a lo cual Lacan le llama el Espíritu Santo, eso que solo algunos filósofos
alcanzan a través de sus escritos últimos, cercanos a la muerte, en lo que seria una suerte de
experie ncia mítica. 3
Esta forma de entender al padre simbólico aparece en el análisis del caso Juanito. “Del complejo de castración. La
observación de la fobia de Juanito. “ Lacan Jaques. Seminario 4. La Relación De Objeto. 1956-1957 Texto establecido
por Jacques Alain Miller. Editorial Paidós. Bs.As. 1994.
Bibliografía
Lacan Jaques. Seminario 21. Los incautos no yerran (Los nombres del padre). 1973-74.
Formato electrónico. Archivo PDF.
Lacan Jaques. Seminario 20. Aún. 1972-73. Formato electrónico. Archivo PDF.
Landeira Ricardo. “¿La metáfora paterna es siempre fallida? Recife. Mayo de 1994.
Landeira Ricardo. Seminario: Historias de amor, locura y muerte, “La pasión por la
ignorancia de la causa”, Junio de 1997.
Safuan, M. Estudios sobre el Edipo, segunda edición. Traducida al español por editorial
Siglo XXI .S.A, México, 1981.