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¿El Diablo y el demonio son lo mismo?


----Para quienes enseñan y creen que el Diablo no existe----
(Sacerdotes y Obispos)
Horacio Bojorge S.J.
Rossell y Rius 1613
11600 Montevideo - Uruguay
Tel 00598-2-628407
Fax 00598-2-627705
Junio 1996
Pbro. Ariel Alvarez Valdez
Casilla Postal 7
4200 Santiago del Estero Argentina

De mi mayor consideración:
No tengo el gusto de conocerlo, pero le escribo a raíz de su artículo: ¿El Diablo y el Demonio son lo
mismo?, aparecido en Revista Bíblica 57, N.E. 60(1995)231-238.
No sabía, al comenzar esta carta, si compartíamos la fe católica. Cuando iba redactando la página
10, me enteré de quién es Usted, que es sacerdote y enseña en ese seminario. Mi ignorancia se la
explicará Ud. si le digo que soy un sacerdote jesuita uruguayo, que una vez al año, por junio, vengo
a dar un curso en el Colegio Máximo de San José, en San Miguel, desde donde le estoy escribiendo
esta carta. Soy biblista de formación, licenciado en el Instituto Bíblico de Roma.
Como no sabía quién era Usted, le había escrito: "Mi eco a su artículo, será el de un sacerdote
jesuita, ocupado en la pastoral y espiritualidad de los fieles católicos. Evidentemente reflejará mis
convicciones católicas. Pero mis observaciones se basan exclusivamente en los datos positivos de la
Escritura. Sólo en una segunda parte me referiré a la tradición y al magisterio católico, que por otra
parte, derivan su enseñanza de las mismas Escrituras". Ahora, puedo escribirle con toda la confianza
que me da saber que compartimos la misma fe. Y además con el afecto fraterno que me da nuestra
común condición sacerdotal. Usted disculpará si el tono que uso hasta la página 10 le suena doctoral
por explicarle cosas que Usted, como sacerdote, sin duda sabe muy bien. Pero corregir todo eso me
resulta imposible ahora. Como ve, he empleado mucho tiempo en este trabajo, porque lo
consideraba importante en bien del autor y de los lectores. Pero por eso mismo, mis ocupaciones me
urgen terminarlo ya.
Estoy de acuerdo con Usted en que hay mucha confusión acerca del tema Diablo-demonios. La
Iglesia y el Magisterio han sido siempre más bien cautelosos y reticentes ante las curiosidades
morbosas y entusiasmos indiscretos con lo demoníaco. Me llama poderosamente la atención, por
ejemplo, la cantidad de Videos, en los Video-clubs, que manejan el tema de lo demoníaco en forma
de ficción libre. También el género de terror en films de TV echa mano a la figura del demonio, o lo
demoníaco, sin distinguir ni matizar. Se puede decir que Hollywood, o como quiera llamársele a la
industria cinematográfica y del espectáculo, ejerce un verdadero "Magisterio" paralelo, que no
contribuye a aclararle las ideas al público en general, sino que, por el contrario, siembra el error y la
confusión en esta materia. El film, o mejor dicho la serie de films conocidos como "La Profecía"
son un ejemplo de ello, y de cómo se envuelve con lo demoníaco el Apocalipsis y la doctrina sobre
los novísimos, para confusión del público. A la cátedra de Hollywood se suma la proliferación de
otros "maestros": charlatanes, brujos, espiritistas y toda clase de supersticiosos. La industria
editorial también explota el morbo de la muchedumbre: periodistas en suplementos dominicales y
revistas femeninas, libros, enciclopedias del ocultismo en fascículos, etc. Estoy asombrado de lo
común que es encontrar jovencitas que a muy temprana edad han jugado ya el juego de la copa, aún
en lugares retirados de campaña. He conocido bautizados que saben más de estas cosas que de su
catecismo y sobre los que ejerce más atracción el tema del demonio que el de Dios.
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La catequesis que reciben los fieles se diluye así, muchas veces, con ese diluvio confusionista y
desorientador. Como diré más adelante, nuestras traducciones de la Biblia usualmente en curso no
contribuyen mucho, en este punto -a pesar de sus otros muy reconocibles méritos- a deshacer
algunos de los equívocos que Usted deplora.
No me es grato incursionar en este tema, pero siento que es un deber hacerlo, porque me parece que
su artículo, aunque loablemente preocupado por esta situación, no contribuye a poner las cosas en
su lugar.
Desde el comienzo de su artículo, Usted advierte que: "no es original". Pero, como no cita la
bibliografía o la fuente principal, ignoro cuál o cuáles son las fuentes a las que usted se remite,
aunque he leído afirmaciones semejantes a las suyas, por ejemplo, en el artículo de J.J. Cortes:
Exorcismos y liturgia, en el Nuevo Diccionario de Liturgia, y en otros autores más o menos
dependientes de H. Haag.
A continuación voy a exponerle mis observaciones a diversos puntos y afirmaciones de su artículo,
con el ánimo de contribuir a la sistematización de los datos sobre el tema, que usted intentó hacer.
Es obvio que trataré de los puntos en que estoy en desacuerdo. Pero no es este desacuerdo lo que me
mueve a escribirle, sino el sincero y amistoso ánimo de comentar su escrito en la búsqueda común
de la verdad (¡y cuánto más desde que sé que es sacerdote!). Desearía que esta carta influyese en
Usted y en lo que en el futuro publicara sobre algunas de sus afirmaciones que no comparto, e
incluso alguna que considero contraria a la doctrina de la fe católica. Pero desearía sobre todo -y
esto lo agrego ahora sabiendo que es un hermano en la fe y en el sacerdocio, con toda simpatía y
caridad- que mi carta lo edificase no sólo en ciencia sino también en la fe común, en la que todos
necesitamos ayudar y ser ayudados a crecer y perseverar, ayudándole a despejar obstáculos que me
parece tiene y puede poner a sus lectores creyentes en ese camino.
1.- Dice Ud. en la p.231: "Cada vez que los evangelios se refieren a un caso de posesión" Creo que
le alegrará notar que ni los evangelios ni el NT hablan de "posesión". Es este uno de los casos en
que los traductores, obviamente sin pretenderlo, suelen traicionar al texto y despistar al lector.
Cuando en el NT se habla de un "espíritu impuro" (pneuma akatharton), se dice que el hombre "está
en" el espíritu impuro ( 1); o viceversa, que el espíritu impuro "está en el hombre" ya que sale de él
( 2). En otros textos se dice que el hombre "tiene" (éjei, del verbo ejo) un espíritu impuro ( 3). La
liberación consiste en "hacer salir" al espíritu impuro del hombre. Y la fórmula de Jesús es: "cállate
y sal de éste" (4). Nunca se dice que un espíritu posea o tenga al hombre, sino viceversa. La idea
que deriva de los textos en griego es que hay una recíproca inhabitación: el hombre está en el
espíritu impuro y el espíritu impuro está en el hombre.
Cuando el Libro del Pueblo de Dios, coincidiendo con -o siguiendo el mal consejo de- la Biblia de
Jerusalén, traduce "un hombre poseído de un espíritu impuro" (5), envía al lector por una pista falsa
(6). La versión de Nácar-Colunga se suma a esta traducción desorientadora.
Otro caso: en Hech 5,16, el Libro del Pueblo de Dios, coincidente otra vez con la BJ, traduce:
"poseídos por espíritus inmundos". El texto griego dice ojloumenous, que se traduciría mejor por
"perturbados, vejados, molestados", ya que "ojloumenous", es el participio pasivo del verbo "ojléo",
derivado de ojlos (turba, multitud). En este lugar, Nácar-Colunga han traducido, mejor, por
"atormentados".
Espíritu impuro y demonio, se usan en el NT como sinónimos (7), a veces se les llama pneuma
akatharton, otras veces daimonia. Un ejemplo, es Mc. 5, donde, al hombre que estaba en espíritu
impuro, después de su liberación se le llama: daimonizomenos = el endemoniado ( 8). Esto significa
que los cristianos reinterpretaron lo que eran los demonios y los rebautizaron como espíritus
impuros, o sea, como diré enseguida, opuestos al espíritu Santo, por su acción antagónica.
El término técnico para el exorcismo en el NT es el verbo "ekballo" (9), arrojar de, sacar de, como
en el caso de "sacar la paja del ojo ajeno", donde este verbo se usa referido a cosas (Mt 7,4). Ballo y
ekballo se usan para echar, expulsar un demonio o lanzar a Satanás al abismo (Ap 20,3.10; 20,14-
15). Pero ekballo aparece preferentemente asociado a la palabra daimonion.
Resumiendo: el NT no habla en términos de posesión, sino en términos de estar en y de entrar o
salir, o de hacer salir, expulsar. La traducción corriente introyecta en el texto una sugerencia ajena a
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la visión neotestamentaria de este asunto y contribuye a desorientar al lector, o por lo menos no


contribuye a reorientarlo. Lo dicho permitirá aclarar el siguiente punto.
2.- Ud. dice en la p. 231: Jamás la posesión es atribuida al Diablo [en el Nuevo Testamento]. Si,
como hemos visto, los demonios entran en el hombre, y eso es estar endemoniado, entonces
también Satanás o el Diablo entra en el hombre, por lo menos en el caso de Judas: "después del
bocado, en el mismo instante, entró en él Satanás" (10). Por lo tanto, no es exacto afirmar que
jamás. Y si de este argumento pretende Ud. sacar una diferencia sustancial o de naturaleza, o
simplemente de operación o acciones entre el Diablo y los demonios -como parece desprenderse por
lo que dirá luego en la p. 235- parece que basta el caso de Judas para invalidar su argumento.
3.- Ud. pregunta al final de la p. 231: ¿Qué es un demonio para los evangelios? . Es una buenísima
pregunta.
Creo que la sinonimia entre daimonion y pneuma akatharton pone sobre una pista excelente para
responder la pregunta acerca de lo que es un daimonion para los autores del NT. Al interpretar la
naturaleza de los daimonia como pneumata akatharta, o sea espíritus impuros, el genio cristiano nos
quiso explicar lo que son. Se trata fundamentalmente de espíritus opuestos al Espíritu santo o puro,
o al espíritu de Dios, tal como se presenta en Jesús. Y esa oposición se manifiesta, no a nivel de
definiciones ontológicas, sino, diríamos, a nivel estrictamente operativo. Estos espíritu son opuestos
al Esp. Sto. porque obran lo contrario, porque le son antagónicos.
De hecho, como puede verse por las preguntas que formula el espíritu impuro en Mc 1,24, se trata
de un espíritu que niega la comunión con Jesús mientras que el Espíritu Santo suscita comunión con
él por la fe. Su primera pregunta es: ¿qué hay [de común] para nosotros y para ti? (11); o sea: qué
tenemos de común, qué hay entre nosotros y tú. Debajo de esta frase de fingida indiferencia -que
contradictoriamente se dice gritando y no con la atonía que debería acompañar una auténtica
indiferencia- hay miedo y aversión. La segunda frase lo pone de manifiesto: has venido a
destruirnos. Jesús es por lo tanto un destructor, no un salvador. La tercera frase, por fin caracteriza a
este espíritu impuro como opuesto al Espíritu Santo, que es un espíritu de amor, por el
reconocimiento de una ciencia sin amor, ciencia típicamente demoníaca: Sabemos (12) quién eres:
el Santo de Dios (13). Todo esto envuelto además en una mentira, porque al emplear el plural, este
espíritu impuro se presenta fingiendo ser muchos. Pero Jesucristo lo increpa en singular,
manifestando que sabe que es uno solo: "sal de éste".
En la escena del endemoniado geraseno, en Mc 5, los demonios dicen las mismas cosas que aquí:
aparente indiferencia o negación de comunión, miedo a Jesús como malo para sí, conocimiento sin
amor. Pero la mentira en que va todo envuelto es la contraria, porque los demonios en Gerasa, se
presentan como uno solo, hablan en singular, y es Jesús quien los obliga a confesar que, en este
caso, son muchos. En el primer caso, en la Sinagoga, el espíritu impuro fingía pluralidad, o falsa
representatividad. En el segundo caso, finge singularidad, oculta su ser de facción. En el primer
caso habla como un falso representante o diputado. En el segundo, como quien hablase
pretendiendo hacerlo "a título personal" pero, en realidad, para ocultar su verdadera comunión -si es
que se la puede llamar así- para ocultar a su partido, a su facción o a sus cómplices. Todo lo que
dice -y aún lo que sin afirmar sugiere o da a entender- el espíritu impuro, es mentira. O, como
vimos, verdad sin amor.
Resumiendo: a la pregunta sobre quiénes son los demonios, hay que responder examinando la
evidencia textual. El sentido literal es el que nos conduce a lo que el evangelista nos quiere
comunicar acerca de ellos. Y ni los estudios ni los comentarios modernos, para mi gusto, han
terminado de alcanzar claridad al respecto. En parte porque consultan más las opiniones populares
extrabíblicas del pasado y del presente, que al texto mismo y a su lógica interna. De este modo, los
lentes culturales y el folklore demoníaco, impiden ver la evidencia textual, que de otra manera
rompería los ojos. En otras palabras, los prejuicios no dejan entender lo que se lee. Pero nosotros,
mi querido hermano en el sacerdocio, -me permito agregar ahora sabiendo quién es Ud.- hemos sido
llamados para saber la verdad a este respecto y para recibir poder de expulsar demonios, función
inseparable de la de predicar (14).
4.- Ud. dice en la p.231-232: Esta palabra, de origen griego (=daimonion), al ser de género neutro,
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es decir, ni masculino ni femenino, indica que no se trata de una persona sino de una cosa.
Esto no es así, como puede demostrarse por un argumento de reducción al absurdo. En efecto,
también es neutra en griego la palabra Pneuma, y sin embargo designa en el NT a un Dios personal.
Para poner sólo un ejemplo: se lee en Marcos 1,8 que Jesús nos bautizará en el Espíritu Santo: en to
pneuma hagío. Y en el mismo prólogo del Evangelio de Marcos aparece dos veces más el Espíritu
Santo como to pneuma (15). To Pneuma es neutro: ¿diremos que no se trata de una persona sino de
una cosa?
Y lo que se dice de to daimonion y de to pneuma hagion, vale para to pneuma akatharton: el espíritu
impuro. También es un neutro pero no obstante eso, personal.
5.- Ud. agrega a continuación, queriendo reforzar el argumento anterior, que la palabra
"daimonion": Además no es propiamente un sustantivo sino un adjetivo sustantivado: por lo tanto
indica la personificación de una entidad abstracta. Contra esta afirmación está el hecho de que en
Mateo 8,31 se usa, como sinónimo de daimonia, el sustantivo daimones, de modo que puede decirse
que, por lo menos para Mateo, daba lo mismo usar el sustantivo que el adjetivo sustantivado, para
señalar una misma realidad concreta. Tan concreta que es capaz de meterse en una piara de cerdos y
arrojarla al mar, según parece, para cumplir la profecía de Miqueas 7,19. Y tan concreta y personal
que habla y dialoga, se enfrenta y se resiste. Tan personal que Jesús la increpa, le ordena (16),
enseñándonos, de paso, a distinguir a la persona del espíritu que está en él: "Sal de éste" (17).
Difícilmente puede atribuirse a una entidad abstracta acciones tan concretas.
Pero además, y a nivel puramente gramatical y lingüístico, no es exacto que los adjetivos
sustantivados se usen solamente para indicar personificaciones de entidades abstractas. Muy a
menudo se usan para significar la personalización por la exasperación de un rasgo característico,
pasando de epíteto a sustantivo: vino "el rubio", o más aún, para ponderar en forma superlativa, con
el neutro: "aquél hombre era lo feo", "aquella modelo era lo flaco", "mi madrastra era lo malo".
Este es particularmente el caso del Diablo, de quien, en el Padre Nuestro, se dice: líbranos del Malo
o del Mal (18). Y en otro lugar: el Maligno y los hijos de Maligno (19).
6.- Ud. dice en la p. 232: ...la medicina de la época de Jesús, aunque todavía muy primitiva,
distinguía claramente entre las enfermedades internas y externas. Aunque por supuesto la medicina
de la época puede llamarse muy primitiva por comparación con la actual, hay que precaverse de
atribuirle el primitivismo que se inclina a imaginar nuestra ignorancia. Basta un recorrido por
algunas historias de la medicina para revisar y enderezar nuestros prejuicios y para tener que
conceder que, por lo menos Lucas, un médico griego de la época, formado probablemente en Tarso,
que era junto con Atenas y Alejandría, una de las tres grandes escuelas de medicina del mundo
helénico, pudo tener el nada despreciable nivel de conocimientos médicos que revelan las obras de
Lukianos Pedanios Dioscórides, otro médico griego, contemporáneo suyo, natural también como
Lucas del Asia Menor, que se inmortalizó como autor de Materia Medica. Los trabajos hipocráticos
ayudan a acercarse con más respeto a los conocimientos y estado de la ciencia de los médicos
griegos.
Como he mostrado en un estudio que no puedo resumir aquí (20), Lucas, según se desprende del
prólogo de su evangelio, era heredero de los principios epistemológicos de la escuela empírica de la
medicina griega. Por lo tanto no era ni crédulo ni supersticioso, ni inclinado a confundir fenómenos
médicos con fenómenos espirituales. Es sabido sin embargo que es el Evangelista de la experiencia
del Espíritu Santo y el que, también por experiencia de los espíritus opuestos al Santo, prefiere
llamarlos daimonia.
No todos eran, naturalmente, mentes ilustradas - como ni ahora. Había, como aún hoy, cultos
mistéricos, creencias y supersticiones populares. Pero aún en tiempo de Jesús, los saduceos no
creían en espíritus ni nada que se le pareciese. Y sin embargo Jesús no se adhirió a ellos, sino que
compartió críticamente, como en todo, lo que le pareció compartible de la visión farisea y quizás
qumránica. Y Pablo llamaba daimonia a todas esas falsas divinidades que poblaban los cerebros de
sus contemporáneos.
7.- Al final de ese párrafo Ud, concluye: A todas estas enfermedades podemos llamarlas "externas",
pues su causa natural era percibida por los sentidos, ubicada y señalada. Y entre las enfermedades
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enumeradas pone por ejemplo la ceguera, diciendo que: Cualquiera podía comprender la dolencia
de sus ojos, sea por causa del sol, de la arena del desierto o la falta de limpieza.
Mi impresión es que en este párrafo Ud. ha reducido las causas espirituales a la del
"endemoniamiento" (21). Pero precisamente en el caso del ciego de nacimiento, los discípulos le
preguntan a Jesús acerca de la causa de su ceguera como dando por sentado que tenía que ser por el
pecado de alguien: "¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego" (22). Lo que me interesa
señalar aquí, es que la convicción corriente del medio, era que las enfermedades, aunque fueran
exteriores, no por ello estaban desvinculadas de causas interiores en la convicción corriente del
medio en que vivía Jesús. Y me interesa señalar también la independencia que muestra Jesús en este
y en tantos otros casos y aspectos, con esas convicciones de la cultura ambiente, de la que a menudo
se lo considera dependiente y tributario, con la consecuencia de relativizar luego su magisterio
como Zeitgebunden. Jesús por el contrario se muestra, siempre que es necesario, Zeitbefreit .
Y aquí quisiera adelantar mis distancias respecto de sus afirmaciones de la página 236: Jesús vino a
enseñar religión, no medicina. En este sentido Jesús permaneció dentro de los límites de la
concepción de su tiempo. Los presuntamente poseídos eran en realidad enfermos, pero como la
gente explicaba los trastornos y su curación mediante el lenguaje de la posesión y exorcismos, Jesús
no tenía por qué hablar con términos distintos de los que eran familiares en aquel tiempo. La
doctrina acerca de Satanás y los demonios no puede reducirse a un elemento cultural ligado al
tiempo y prescindible, como pretende la escuela desmitologizadora encabezada por Bultmann. Los
exorcismos de Jesús no son ornatos prescindibles en su vida. Sus exorcismos ponían y orientaban el
problema de su misión y de su persona, como prueban suficientemente las duras descalificaciones
de su acción: "expulsas los demonios con el poder de Satanás". Si Jesús se desentendiera de la
verdad de esta afirmación estaría dejando en el error acerca de su identidad y siendo infiel a su
misión que Ud. define en términos de "enseñar religión" pero yo prefiero definir como "revelar o
dar a conocer a Dios".(Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Fe Cristiana y Demonología,
este documento encargado a un experto y recomendado por la CDF puede verlo en Ecclesia
(1975)pp. 1057-1065 y en Argentina, en Didaskalia, a partir de 30 (1976/1)pp. 54-64 ( se promete
continuar la publicación, pero no sé si continuó en los tomos siguientes que no he podido consultar
por falta de tiempo).
Los evangelistas, también hay que decir esto, como es el caso de Mateo, distinguen entre los
endemoniados y los lunáticos (23), reconociendo en estos últimos, causas no diabólicas sino
naturales, cósmicas o climáticas, de sus dolencias.
La distinción entre causas interiores y exteriores de las enfermedades parece más bien una
retroproyeción anacrónica de categorías ajenas a la mente de los hagiógrafos, lo cual, hace poco
consistentes y poco convincentes, para mí, los razonamientos que siguen en las páginas 232-233.
Puesto que los daimonia están en el hombre, son considerados como causas internas al hombre.
Igualmente el pecado es algo interior al hombre. Sobre todo en la visión cristiana (24). En las pp.
232-233 hay generalizaciones que no están históricamente demostradas sino que son puras
suposiciones. Por ejemplo que: las limitaciones médicas de entonces llevaban a la gente a atribuir a
los demonios todas las enfermedades cuyas causas no eran directamente perceptibles por los
sentidos. O hay supuestos que habría que considerar mejor. Por ejemplo, si las manifestaciones
físicas de un endemoniado no podían en algunos casos coincidir con los de un epiléptico. O si un
epiléptico no podía estar a la vez endemoniado.
No se ha de dar tan fácilmente por sentado que Jesús estuviese errando el diagnóstico de un mal
espiritual. Ni tampoco se explica, con esa interpretación, la eficacia de la palabra de Jesús, quien,
aplicando el remedio equivocado, con un exorcismo que apunta a un mal, habría curado otro mal
para el cual de nada sirve un exorcismo. Tal incongruencia no escaparía a los evangelistas.
Por otra parte, pienso que, en parte debido a las anteojeras culturales a las que me referí antes, no se
suele observar y se pasa por alto el hecho, que en el caso de los endemoniados "menores de edad"
como la hija de la sirofenicia y el niño epiléptico (25), Jesús no actúa dirigiéndose al menor en
cuestión, sino que todo su diálogo es con su correlativo progenitor. Como si la entrada y
permanencia de un demonio en los niños fuese asunto de la fe o de la incredulidad de sus padres, y
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como si, por lo tanto, también fuese asunto dependiente de ellos la salida del espíritu malo de sus
hijos y su liberación.
8.- Ud. dice en la p.235: En conclusión podemos decir que en la Biblia, el Diablo o Satanás siempre
aparece en singular, en masculino, y con artículo determinado. Eso significa que se refiere a un ser
personal e individual, un poder del mal único en su especie. Por el contrario, la palabra "demonio"
al ir generalmente sin artículo y ser de género neutro, deja entrever que no se refiere a un individuo
personal.
Es verdad que Satanás aparece siempre con artículo, excepto en los casos en que está en vocativo.
Diabolos, aparece algunas veces sin artículo (26). Pero de ahí no se sigue que sea "único en su
especie". Esa es una conclusión que va más allá de lo que se deduce de las premisas.
En cuanto a las palabras demonio-os (daimon-daimonia), no es verdad que aparezcan
"generalmente" sin artículo, sino solo "algunas veces", menos de la mitad (27). Pero, además, se ha
de tener en cuenta, primero, que, en muchos casos, la ausencia de artículo sólo tiene el significado
de indeterminación, como si se dijese un demonio o unos demonios, en castellano. Y la
indeterminación no les quita entidad personal, como cuando se dice: un hombre, algún hombre,
unos hombres. De modo que la ausencia de artículo no fundamenta la afirmación de que "no se
refieren a un individuo personal". Cuando el evangelista dice que Jesús le dio a sus discípulos
"poder para expulsar demonios" y no "los demonios" es claro que se trata de los mismos seres que
en otros tantísimos pasajes son llamados "los demonios", con artículo. Como explican los
gramáticos, la omisión del artículo en griego del NT indica que el que habla está considerando la
cosa o la persona no como "ésta" sino más bien como "una tal", es decir, no como un determinado
individuo, sino en su cualidad o naturaleza. Y esto sucede especialmente cuando el objeto o la cosa
ofician de predicado. Sucede también en tres casos más: en los nombres propios, en las expresiones
preposicionales y en los sustantivos seguidos de un genitivo (28). Si Ud. estudia los 28 casos en que
se omite el artículo ante daimon-daimonia, verá que a esta palabra no se le aplica la regla de que no
lleva artículo por ser abstracto (29), sino que se omite el artículo por otros de los motivos antes
enumerados.
Querido padre, no sé si esta observación es suya o tomada de alguna fuente. Si es tomada de alguna
fuente, convendría que Ud. la compulse críticamente para ver si merece su confianza en otras
afirmaciones como ésta.
9.- Ud. dice en la p.235: Por lo tanto, las dos palabras "Diablo" y "demonio" no son sinónimas, sino
que se refieren a entidades distintas, y no deben ser consideradas como equivalentes y agrega:
Lamentablemente durante siglos a la expresión bíblica "poseídos por demonios" se la ha sustituido
por "poseídos por diablos", cosa que jamás afirman los Evangelios. Si lo que Ud. afirma es una
mera diferencia de Jerarquía, su afirmación se ajusta a la enseñanza bíblica. Si lo que desea es que
seamos más respetuosos y atentos a la nomenclatura bíblica, lo abrazo efusivamente. Pero, si, como
parece desprenderse del conjunto de su artículo, usted desea afirma que Diablo y demonios no son
seres de la misma naturaleza, es decir, angélica, en esto no logro acompañarlo. Porque en esto Ud.
estaría ignorando algunos textos bíblicos que sugieren o afirman más bien lo contrario. Jesús no
corrige el título de Príncipe de los demonios (30) que sus adversarios le dan a Satanás, cuando lo
acusan a Jesús de expulsar demonios por el poder de Satanás. Más aún, Jesús, en su alegato,
sustituye a los demonios o los engloba bajo el mismo término de Satanás: ¿Cómo puede Satanás
expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, este reino no puede subsistir. Y si una
casa está dividida contra sí misma, no se puede sostener y está arruinada. Por lo tanto, si Satanás se
dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado su fin. Pero nadie
puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así
podrá saquear su casa. (31). Resulta que el primer culpable de confundir los términos que queremos
distinguir, habría sido nuestro Señor, el cual mezcla o confunde aquí a Satanás y los demonios. Pero
aparte de esto, las imágenes del reino y de la casa, aplicados por Jesús a Satanás y los demonios,
sugieren fuertemente la semejanza de naturaleza entre el demonio y Satanás. La jefatura que ejerce
sobre ellos la sugiere.
En esta dirección parece a todas luces que debe interpretarse también un texto como Mt 25,41:
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luego dirá a los de su izquierda: aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado
para el diablo y para los ángeles suyos (32). Examinemos dos posibilidades disyuntivas: 1) Si sólo
existe Satanás, y si estos ángeles, a los que se refiere el texto, no fuesen los demonios o espíritus
impuros ¿a qué otros seres se estaría refiriendo el texto? 2) Pero si estos ángeles son, como parece
obvio, los demonios o espíritus impuros, entonces no queda más remedio que afirmar que son tan
ángeles el Diablo como los demonios, tan demonios el uno como los otros, aunque se pueda
reservar, como de hecho lo hace el Nuevo Testamento, el nombre de Diablo, Satanás o Beelzebub,
para el Angel jefe de todos los ángeles caídos. Y ésta no es una invención de la tradición eclesial,
sino que brota de las mismas Escrituras que esa tradición leyó y nos explicó.
De estos ángeles, para los que hay preparado un fuego eterno, habla la 2a. de Pedro 2,4 y aun más
explícitamente Judas 6.
No hay, por lo tanto, un solo ángel caído, un solo tentador, sino muchos, de los cuales uno es el
Príncipe. Hay por lo tanto, según los textos bíblicos, diferencia de jerarquía pero una común
naturaleza angélica.
También en el Apocalipsis aparecen Satanás y numerosos demonios. De la boca del Dragón (33)
salen tres espíritus impuros, tres espíritus demoníacos (34). En otro lugar se ve a Babilonia como un
refugio para una raza (fulaké) de espíritus inmundos (35). Este término "raza", en este caso de los
espíritus impuros, nos remite al tema de la raza de víboras o hijos de la serpiente, tema apocalíptico
que tiene sus raíces en la predicación de Jesús, quien -al igual que, antes de él, la apocalíptica judía-
lo tomó de la Escritura, elaborándolo y apropiándoselo. No estaría tan lejos por lo tanto la
"reelaboración" apocalíptica, de un tema tan sinóptico como el de la raza de víboras: gennemata
ejidnon (36).
Hay una generación espiritual por el pecado, que da lugar a una raza de ángeles pecadores y luego,
en la historia, a hombres pecadores, congéneres suyos: los incrédulos. A ellos Jesús los llama hijos
del Diablo (37).
Una buena sistematización de los datos del Nuevo Testamento no podría tampoco desentenderse de
la demonología paulina, que tiene su nomenclatura propia. Me limito a recordar un pasaje: para
resistir a la "methodéias tou diabolou" -recomienda Pablo a los efesios- hay que revestirse de la
armadura de Dios, porque nuestra lucha no es contra hombres sino contra Principados, y Potestades,
contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal (38) en el aire (Ef 6,10-
12). Tampoco aquí está Satanás solitario.
Resumiendo: Pretender que sólo existe Satanás, es ignorar claros testimonios del mensaje del
Nuevo Testamento. Los demonios no son el diablo, pero el diablo es su jefe.
A pesar de lo cual Ud. afirma al final de la p. 236: A la altura de nuestros actuales conocimientos,
tanto científicos como bíblicos, no es posible seguir creyendo en la existencia de los demonios ni en
la posesión demoníaca. Este era un término médico de los tiempos de Jesús. Querido Padre, si
Usted ha leído atenta y desprejuiciadamente mis explicaciones, y si yo he logrado expresarme bien,
creo que verá con toda claridad, que para el Nuevo Testamento, los demonios son realidades
espirituales, antagonistas del Espíritu Santo en el terreno específicamente religioso que es el de la fe
en Jesús y que designan las fuerzas espirituales que impiden a los hombres creer en Jesús. Por lo
tanto, no son un término médico, sino religioso, espiritual, del vocabulario creyente y eclesiástico.
Respecto de ellos nada puede decir la ciencia en cualquier grado que haya estado, esté hoy o pueda
llegar a estar mañana. En cuanto al estado actual de los conocimientos bíblicos, tal como los posee
la Iglesia y los he recibido y tengo yo, y tal como me lo confirma la experiencia de la vida
sacerdotal, la existencia de obstáculos que impiden a los hombres creer en Cristo, es un hecho de
experiencia. Un hecho cuya interpretación se confirma, en círculo hermenéutico, con las Sagradas
Escrituras, tal como las explica la Tradición, el Magisterio y el sensus fidelium.
Sin el conocimiento de qué y quiénes son los demonios, nadie puede expulsarlos, y nadie está
maduro para salir a predicar el evangelio so pena de ser engañado por los espíritus cuya existencia
ignora. Por algo Jesús, al enviarnos a predicar nos envía con poder de expulsar demonios, no son
dos misiones, es una sola, sin exorcismos la predicación no es recibida (39). Naturalmente, no me
refiero a los exorcismos del ritual, sino a los que el sacerdote que conoce los impedimentos para la
-8 -

fe realiza en su vida diaria en el trato con los fieles y en la predicación. Mi querido padre, no se
engañe, no se deje engañar por teólogos y exegetas "light" (40) que se avergüenzan de la fe de la
Iglesia. Ella sigue siendo una sabiduría capaz de arrasar fortalezas. No se prive de la fuerza de Dios
en su ministerio, porque será destruido. Como dice Pablo: Aunque vivimos en la carne, no
combatimos con armas carnales. No. Las armas de nuestro combate no son carnales, pero, por la
fuerza de Dios, son suficientemente poderosas para derribar fortalezas. Por eso destruimos los
sofismas y toda clase de altanería que se levanta frente al conocimiento de Dios, y sometemos toda
inteligencia humana para que obedezca a Cristo (41). Pablo se sabe heredero de la fuerza del "más
fuerte" (42) para continuar la misma lucha espiritual.
No es que los demonios no existan, sino que usted no sabe reconocerlos dónde están, ni cómo son.
Se los imagina absurdos y los declara tales.
No extienda en otros esta debilidad.
Así llego, mi querido Padre y hermano al final de esta larga, larguísima carta. Si ha llegado hasta
aquí, creo que he ganado un hermano y un amigo. Así lo espero. Con un abrazo y a sus órdenes

Horacio Bojorge S.J.

NOTAS
1- Anthropos en pneumati akatharto: Mc 1,23 ver también 5,2.
2- To akatharton pneuma exelthe apo tou anthropou: Mt 12.43.
3- Hoti élegon:pneuma akatharton ejei, Mc 3,30;anthropos ejon pneuma daimoniou akathartou: Lc
4,33; polloi gar ton ejenton pneumata akatharta:Hch 8,7.
4- fimótheti kai exelthe ex autou:Mc 1,25.
5-Mc 1,23.
6- Sin entrar a considerar el régimen preposicional castellano del verbo poseer en pasiva, que
reclamaría:
"poseído por", mejor que el "poseído de", que tiene un dejo afrancesado.
7- Para comprobar la inmediata impresión que la sola consulta de una concordancia griega produce,
véanse los diccionarios de Griego del NT. Así O.Boscher en el Art.: daimonion del Exegestische
Worterbuch zum Neuen Testament,(Hrsg.Horst Balz/gerhard Schneider,Vig.kohlhammer,Stuttgartt
1980)dice: La comparación entre los textos y sinópticos enseña que daimonion es el sinónimo-
preferido en particular por Lucas- de pneuma o la mayor parte de las veces de pneuma akatharton.
(Col 6,51)
8-daimonizomenos: Mc 5,15.16: daimonistheis 5,18.
9- Mt 7,22;Mc 1,34; Lc 11,20;cf. 1Jn 4,18,Ap 20,3.10.
10- kai meta to psomíon tote eiselthen eis ekeinon ho Satanas: Jn 13,27.
11- ti hemin kai soi?: Mc 1,24.
12- Seguimos la lectura que O'Callaghan presenta como mejor fundada y más probable para la
tercera pregunta, en el aparato de su edición crítica del nuevo Testamento: "sabemos", en lugar de
"se".
13-De ahí que Jesucristo haga callar a los demonios cuando gritan la verdad: Mc 1,34;3,11.una
verdad en el mal espíritu no sirve a la causa del Reino:los demonios creen pero tiemblan = ta
daimonía pisteuousin kai frissousin: St 2,19.
14-Mc 6,7.12
15-Mc 1,10.12
-9 -

16- epetímesen: el verbo epitimao, a diferencia de timao, expresa el juicio honroso o la apreciación
del valor de alguien,y de allí también la desaprobación de alguien, no de algo. Véanse los
diccionarios del NT.
17- Mc 1,25.
18- alla rusai hemas apo tou ponerou: Mt 6,13; Lc 11,4.
19-erjetai ho ponerós...hoy huioi tou ponerou: Mt 13,19.38.
20-San Lucas, médico griego, en Revista Bíblica 40(1978/4)Nr 170, pp217-244.
21- Quiero evitar voluntariamente la infeliz expresión posesión demoníaca.
22- Jn 9,2.
23- daimonizomenous kai seleniazomenous: Mt 4,24. No consta que todos los epilépticos fuesen
considerados
endemoniados, a pesar de que la epilepsia, en la Antigüedad, era vista como un fenómeno de prígen
religioso o divino.
24- Mc 7,14-23.
25- Mc 7,24-30 y 9,14-29.
26- Jn 6,70;Hech 13,10;Tim 3,3;Tit 2,3;1 Pe 5-8;Ap 12,9,20,2. Ocho veces en treinta y seis.
27- En 58 apariciones del término, va 28 veces sin artículo y 30 veces con él.
28- M.Zerwick, Graecitas Bíblicas,Ns.171.172 y183.
29- M.Zerwick, O.c.Ns.176,179,182.
30- Arjon ton daimonion: Mt 9,3;Mc 3,22;Lc 11,15.
31- Mc 3,22-27.
32- Tomamos la version del libro del Pueblo de Dios,excepto al final, porque traduce to diabolo kai
tois angélois autou,como: para el demonio y sus angeles, lo cual, a nuestros efectos, es atodas luces
de poco auxilio.
33- Al Diablo o Satanás se le llama en el Apocalipsis dragón y serpiente "fue arrojado el gran
dragón, la primordial serpiente=eblethe ho drakon ho megas ho ofis ho arjaios: Ap 12,9. Dragón se
lo llama en Ap 12,3.4.7.9.13.16.17; 13,2.4.11; 16,13; 20,2. Serpiente se lo llama en Ap 9,19,
12,9.14.15;20,2. En este nombre hay una alusión evidente a la tentación del Génesis.
34- Ap 16,13-14.
35 - Ap 18,2
36 - Mt 3,7; 12,34;23,33;Lc 3,7.
37 - Vosotros sois de vuestro padre, del Diablo = humeis ek tou patros tou diabolou este: Jn 8,44
38 - Ta pneumatiká tes ponerías
39 - Mc 6,7.
40 - Los reblandecidos teólogos modernistas que ya creen en el diablo y de los que se burla el
marxista Kolakowski en sus "conversaciones con el diablo" (Cfr H. U.von Balthasar, Theodramatik
II/2 p.430)
41 - 2 Cor 10,3-5
42 - Mc 1,7; 3,27
-10 -

Horacio Bojorge S.J.


Rossell y Rius 1613
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Fax 00598-2-627705
30 de agosto de 1996
Pbro. Ariel Alvarez Valdez
Casilla Postal 7
4200 Santiago del Estero
Argentina

Querido Padre Ariel:

Recién encuentro el tiempo para completar mis observaciones a tu artículo: ¿El Diablo y el demonio
son lo mismo?. En mi carta anterior, que espero que hayas recibido y no te hayas ofendido por ella,
me ocupaba de los aspectos estrictamente bíblicos de tu artículo. Por falta de tiempo, en ese
momento no pude ocuparme de lo que dices, al final, sobre "La actitud de la Iglesia" (pp. 237-238).
Quisiera ahora comunicarte algunas observaciones al respecto.
El Documento de un experto de la Sagrada Congregación para la Doctrina, que te envié adjunto a
mi anterior, adelantaba de alguna manera los elementos para determinar la posición actual de la
Iglesia acerca de estos aspectos de la Doctrina. Tenemos también, el Catecismo de la Iglesia
Católica (en adelante CIC), hecho en consulta con todas las Conferencias Episcopales, y algunas
enseñanzas de Pablo VI y Juan Pablo II.
Tú dices que: "Hoy la Iglesia continúa hablando del Diablo, pero ya no tanto del demonio" (p.237).
Lo que yo advierto releyendo todos estos documentos, es que la Iglesia se sigue remitiendo, en su
doctrina, a la enseñanza del Nuevo Testamento, y que éste no contiene una separación tan neta entre
Diablo-Satanás y demonios como tú quieres proponer, y afirma la existencia de los demonios que tú
niegas. La Iglesia no ha puesto distancia de esa doctrina neotestamentaria de la que tú te apartas,
sino que es la que sigue enseñando, sin alteraciones (43).
En los documentos de la Iglesia, se trata del Diablo y de los demonios como de realidades, que
aunque sean individualmente distinguibles, están inseparablemente unidas por naturaleza y por la
"historia" del pecado. Y eso podrás comprobarlo tú mismo si te pones a repasar los documentos.
Esta referencia del magisterio conciliar a la doctrina bíblica, no se le puede atribuir como tú pareces
querer hacer, a la intención del magisterio conciliar de apartarse de la doctrina tradicional. Tú dices,
en efecto: "El Concilio Vaticano II, en todos sus documentos, sólo lo menciona tres veces, y
siempre en pasajes bíblicos" (p.237).
En primer lugar, en cuanto al número de veces que dices que el Concilio se ocupa del tema: me ha
llevado su tiempo comprobar la inexactitud de esta afirmación. En realidad, el Concilio menciona el
tema de Satanás, los demonios, el demonio, el poder de las tinieblas ocho veces y no tres, si es que
no me quedó alguna por contar (GS 13; GS 37b; LG 5a; LG 16; LG 35a; LG 48d) . Como puedes
-11 -

ver, son: dos textos en GS, 4 en LG y 2 en Ad Gentes.


En segundo lugar: tú formulas tu pensamiento de tal manera, que se sugiere que el Concilio no
habla por sí mismo del demonio, sino que la que habla es la Biblia, y que el Concilio se limita a
citarla. Así suena tu frase: "sólo lo menciona tres veces y siempre en pasajes bíblicos". La
construcción de la frase sugiere que el Concilio no hablase del tema. Si bien es cierto que el
Concilio no dedica una atención aparte a la demonología, como lo hace el CIC, sin embargo, si
examinas desapasionadamente el asunto, verás que el Concilio incluye el misterio de Satanás y los
demonios, en su visión de la situación del mundo que ha de ser salvado (GS), del misterio de la
Iglesia (LG) y de la tarea evangelizadora y misionera (AdG). Es decir, hace suya la visión bíblica
del misterio de Satanás y el poder de las tinieblas, con una marcada preferencia por las citas de
Efesios y su visión plural de la acción demoníaca.
Al remitirse a las Escrituras, el Concilio, lejos de lavarse las manos sobre el asunto, o minimizar su
importancia, lo reconoce como parte de sus presupuestos y puntos de partida, sin los cuales no se
entendería el misterio de la salvación del mundo, ni la acción de la Iglesia en el mundo, ni cuál ha
de ser la naturaleza de la actividad de la Iglesia misionera.
En resumen: el Concilio se refiere 8 veces al tema y lo hace en sus documentos más importantes y
en lugares decisivos de los mismos. Esta importancia relativa de los documentos y del lugar en
ellos, hay que ponderarla para medir la importancia relativa del tema en la fe conciliar. El mero
número de pasajes es un argumento de poco peso. Y el hecho de que se remita a la Escritura, no
significa que le dé menos importancia, sino por el contrario, señala que considera que éste es un
asunto de fe.
Tú dices que "el Nuevo Catecismo sólo le dedica dos números" al tema: y no es así.
Si consultas el índice del CIC, encontrarás indexados en la entrada Demonio-Diablo-Satanás ¡diez y
seis! textos registrados. Varios de ellos van seguidos de ss. para indicar que el tema sigue en los
números siguientes (391ss; 538ss; 635; 1086; 1673; 1708; 1237; 2113s; 2482; 2538; 2851ss). Y si te
tomas el trabajo de contar cuál es el número real de estos textos, sumándole a los 16 registrados los
que los siguen, encontrarás que los números indexados son 23, no dos (391-395; 538-540; 2113-
2116; 2119; 2851-2854). Pero hay más, porque, como podrás notar con los ejemplos que voy a
agregarte, la indexación no es completa. En una búsqueda rápida, en los alrededores de un par de las
referencias indexadas, he podido localizar por lo menos ocho números más (397; 398; 407; 409 cfr
LG 37,2; 549-550-552; 2850), con lo que en vez de dos, estaríamos ya en treinta y uno.
En el CIC Nº 391, citando al Concilio de Letrán, se habla del "Diablo y los otros demonios". Y en el
Nº 392 se agrupa al Diablo y los demonios bajo el común denominador de "estos ángeles", "estos
espíritus creados". En este número se le reconoce al Príncipe de los demonios la primacía en la
acción de tentar a los primeros padres.
Tú afirmas: "Puebla no lo nombra ni una sola vez". ¿De veras te hace fuerza este argumento? A mí
no me parece fuerte, pero sí puede desorientar a lectores impreparados. Y por eso no lo puedo dejar
pasar aquí sin respuesta. Parece que tú vieras o quisieras sacar de aquí argumento. Te digo por qué
me parece tan débil. Por dos razones.
La Primera. Puebla, no quiere ofrecer una formulación de la fe católica. Se pone en el contexto de
los cinco siglos de evangelización y en el contexto de la Eclesiología del Vaticano II .Puebla, como
dice al comienzo de su visión histórica, se propone: "Situar nuestra evangelización en continuidad
con la realizada durante los cinco siglos pasados, cuyos pilares a{un perduran, tras haber dado
origen a un radical substrato católico en AL. Substrato que se ha vigorizado aún más, después del
CV II y de la Conferencia general del Episcopado celebrada en Medellín, con la conciencia cada
vez más clara uy más profunda, que la Iglesia tiene de su misión fundamental: La Evangelización"
(Puebla N 1). No era propósito de la Conferencia proponer el contenido del mensaje evangelizador
y no entra a exponerlo. Le basta con remitirse a lo que la Iglesia ha hecho y el Concilio le marca
como ruta. En este sentido decía en su discurso inaugural Juan Pablo II: "No hay garantía de una
acción evangelizadora seria y vigorosa sin una eclesiología bien cimentada. Primero, porque
evangelizar es la misión esencial de la Iglesia, a su vez evangelizada. Enviada por el Señor, ella
envía a su vez a los evangelizadores a predicar, "no a sí mismos", ni sus ideas personales, sino un
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Evangelio del que ni ella ni ellos son dueños y propietarios absolutos par disponer de él a su gusto
(Ev.Nun.15). Segundo, porque "evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino
profundamente un acto de Iglesia (Ev.Nunt.60)que está sujeta no al poder discrecional de criterios y
perspectivas individualistas, sino de la comunión de la Iglesia y sus Pastores (Ev.Nun 60). Por eso
una visión correcta de la Iglesia es fase indispensable para una justa visón de la evangelización.
¿Cómo podrá haber una auténtica evangelización, si faltase un acatamiento pronto y sincero al
sagrado Magisterio, con la clara conciencia de que sometiéndose a él, el Pueblo de Dios no acepta
una palabra de hombres, sino la verdadera Palabra de Dios?. "Hay que tener en cuenta la
importancia objetiva de este Magisterio y también defenderlo de las insidias que en estos tiempos,
aquí y allá, se tienen contra algunas verdades firmes de nuestra fe católica"(!, 7). Por eso, querido
Ariel, no debemos apartarnos de lo que la Iglesia siempre ha enseñado y sigue enseñando, en
ningún aspecto. Y tampoco en el de la demonología.
No tenía por qué explicitar todos los misterios de la fe y no quiso hacerlo. Pero además, Puebla
retoma la doctrina tradicional católica acerca del pecado, y ésta incluye como presupuesto
irrenunciable y por lo tanto fácilmente dable por supuesto, la doctrina tradicional acerca del origen
del mal.
Además, querido Ariel, el argumento estadístico de las veces que un documento se ocupa de un
tema, es sumamente delicado y hay que manejarlo con cuidado, si uno busca verdaderamente la
verdad de un asunto. Por ejemplo: el mismo documento de Puebla que tú mencionas, a estar a lo
que dice el índice y lo que pude encontrar, habla una sola vez de la resurrección, y creo que nunca
de la vida eterna. No creo que de ahí puedas sacar argumento para afirmar que esas verdades han
perdido importancia para la predicación de la Iglesia.
Que el actual Bendicional no lo mencione, no es de extrañar. No tenía porqué mencionarlo, por la
naturaleza misma del libro. Como tampoco lo menciona el Misal, ni se lo nombra en el Canon de la
Misa.
Pero se siguen usando en la Iglesia. Cuando el Cardenal Ballestero, arzobispo de Turín nombró seis
exorcistas en lugar de tres, el 5 de febrero de 1986, la prensa levantó una polvareda. Pero en
muchísimas diócesis se nombra exorcistas sin que, felizmente, trascienda para alimento del apetito
morboso (44).
Tú dices: "En 1969 se modificó el ritual del bautismo, donde se recitaban siete exorcismos por
considerarse el ritual una larga batalla contra el demonio que habitaba en el recién nacido, y elaboró
uno nuevo sin estas oraciones".
Aunque reducidos en número, no se han eliminado los exorcismos, como tú dices, sino que se han
mantenido los exorcismos en el ritual del bautismo. Y asimismo se mantiene la abjuración o
renuncia a Satanás, tanto en ese ritual como en la renovación de las promesas bautismales, la más
solemne de las cuales tiene lugar nada menos que en la noche pascual. Y en cuanto a la misma
reducción del número, ella no obedece a un abandono de la antigua fe, sino a la simplificación del
ritual que ha eliminado ritos como el de la sal y otros. Por fin, que el número siete de los
exorcismos fuera expresión de una larga lucha con el demonio, no es una interpretación adecuada ni
verdadera. Porque en el bautismo, el que vence al Malo es Dios. El bautismo es una obra de Gracia
y no una victoria pelagiana (45).
Veamos ahora lo que se desprende de esos dos cánones a los que aludes:
De la ubicación del Canon 1172 del Código de Derecho Canónico (en adelante CDC) bajo el título
"De los Sacramentales" se desprende que el exorcismo es un sacramental, o sea "un signo sagrado
por el que, a imitación en cierto modo de los sacramentos, se significan y obtienen por intercesión
de la Iglesia unos efectos principalmente espirituales". Y como el título sobre los Sacramentales se
encuentra a su vez situado en la parte II: De los demás actos del culto divino, que es a su vez parte
del Libro IV: "De la función de santificar de la Iglesia" hay que convenir que, también en la actual
mentalidad jurídica de la Iglesia, el exorcismo es un acto de culto divino, destinado a la
santificación.
El exorcismo en el actual Ordo bautismal, sirve para hacer comprender a los catecúmenos las
verdaderas características de la vida espiritual, la lucha entre la carne y el espíritu, el valor de la
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renuncia para alcanzar las bienaventuranzas del Reino de Dios y la necesidad permanente de la
ayuda divina. De estos fines del exorcismo deriva la actual formulación de las oraciones de
exorcismo que actualmente cierran los escrutinios (46).:. "Los exorcismos tienen una gran
importancia en la formación espiritual del catecúmeno, en cuanto apuntan a purificar la mente y el
corazón, a fortalecer contra las tentaciones, a rectificar las intenciones y a estimular la voluntad
hacia una más íntima adhesión a Cristo" (47). Triacca deduce la perennidad del exorcismo en la
Iglesia de su naturaleza: es - dice - una actualización anamnética del modo de actuar de Cristo,
victorioso sobre el mal (48). .
Hay un conjunto de certezas que forman parte del depósito de la fe y que no se pueden impugnar sin
contradecir la adorable voluntad de Cristo:
1) La necesidad de orar para ser librados del mal (Mt 6,13)
2) La convicción de estar bajo la eficacia de la oración de Cristo Mediador ante el Padre para que
seamos preservados del Maligno (Jn 17,15)
3) La convicción de que por medio de Cristo el príncipe de este mundo es lanzado fuera (Jn 12,31).
4) La exigencia imperiosa de realizar cuanto Cristo ha prometido a los que creen, esto es: expulsar
demonios en su nombre (Mc 16,17)
5) La convicción de que en razón de la Persona de Cristo y de su autoridad, en fuerza del Espíritu
Santo, los cristianos pueden mandar al Más Fuerte que ellos, pero no más que Cristo (Lc 11,21-22).
Triacca concluye su trabajo diciendo: "Con lo que hemos dicho, se ha puesto en claro la legitimidad
del exorcismo, que forma parte, en su acepción lato sensu, del modo de actuar del seguidor de
Cristo. De hecho, los discípulos de Jesús, ya durante su vida y por explícita orden suya, han
practicado el exorcismo stricto sensu, como se diría hoy. Jesús recuerda a los discípulos de toda
época las dificultades conexas con esta práctica (Mc 9,28-29 y par) y los peligros de recaída (Mt
12,43-45 y par). Sin embargo no hay que perder de vista el hecho que Jesús, también después de la
Resurrección, renueva la seguridad de que a sus discípulos les es dada toda potestad sobre las
fuerzas visibles e invisibles (Mt, 28,18; Mc 16,17).
Creo que a esta luz, puedes comprender que es inexacto lo que dices: "ya ningún sacerdote recibe
este ministerio". Porque aunque se haya eliminado el orden de los exorcistas, el sacerdote sigue
recibiendo la misión y el poder de expulsar demonios. No he podido encontrar ese Ritual Romano
de 1984 que citas y por eso no ingreso en esa afirmación tuya. Me extraña que no lo cite Triacca y
que diga: "en espera del Ordo del exorcismo que sustituya cuanto se encontraba en el precedente
Ritual romano bajo el título XII..." etc. y se refiere a la edición de Pío XII.
He ingresado algo largamente en este tópico para poner en tu conocimiento, aunque sea en forma
fragmentaria, aspectos de un estudio serio sobre el tema. Si te interesara el trabajo de Triacca, puedo
enviarte fotocopia con mucho gusto.
Vuelvo a una expresión tuya, según la cual, la Iglesia: "lentamente ha ido abandonando su creencia
en las posesiones". En mi carta anterior te mostraba cómo la expresión posesión no es de cuño
bíblico, sino una mala traducción de los textos. Ahora quiero recordarte que el Ritual Romano, no
habla de poseídos sino de obsesionados por el demonio. La Iglesia siempre combatió la obsesión
con el demonio. Esa obsesión la cultivaron siempre herejes o hechiceros. Y hoy, todavía, la siembra
más Hollywood que el Vaticano. No hablemos más de posesión en forma tan desprevenida y general
sino ciñéndonos al sentido técnico que le dan los que oran el sacramental de los exorcismos. Pero la
Iglesia no se ha bajado un ápice, como lo muestra muy bien el examen litúrgico de Triacca de sus
más profundas convicciones de fe, en las cuales se ubica como en su marco de significación, el
exorcismo, ya sea en el contexto de los sacramentos, como en forma de sacramental.
A propósito del Diablo, Demonios y Exorcismos, decía hace años H.-I. Marrou: "A menudo las
dificultades que se oponen a la aceptación de un artículo de la fe, se explican por un
desconocimiento profundo del objeto real de esa fe: las objeciones que se le oponen, perfectamente
valederas y fundadas, se dirigen en realidad no contra el verdadero objeto de fe sino contra una
imagen deformada hasta la caricatura, a un fantasma, para retomar el dicho de San Agustín" (49).
Y continúa: "Si tantos contemporáneos, y hablo de los cristianos, se niegan a creer en el Diablo, es,
la mayoría de las veces, porque se hacen de él una idea falsa y realmente contraria a la esencia de la
-14 -

Fe, de manera que es no solamente normal sino de alguna manera legítimo que su conciencia
religiosa reaccione con violencia y se indigne contra este error. Si se analiza, en efecto, se advierte
que la idea que los modernos se hacen del demonio por lo común, es más maniquea que cristiana. El
Satán en el que nuestros contemporáneos no pueden resignarse a creer o al que no aceptan sino con
dificultad, es una especie de Ahriman, un Ser personal, que se encarna en un Principio del Mal,
concebido como terriblemente real, y que responde antitéticamente al Principio del Bien, [...] y tan
poderoso que no es sólo un antagonista sino un rival de Dios: literalmente un Anti-Dios (50). El
síntoma que caracteriza este estado de espíritu, es que se habla más del Demonio que de los
demonios. Esta concepción monárquica del Poder de las Tinieblas tiene, sin duda, un cierto
fundamento en la tradición de la Iglesia: ya en el Nuevo Testamento, Satán, el Príncipe de este
mundo, el Príncipe de las Potencias del Aire, el que tiene el Imperio de la Muerte, el Diablo, se
opone a Cristo [...] Pero entre los modernos, estos textos [y sus ecos patrísticos] son mal
comprendidos [...] Tal como se los entiende hoy, estos textos "monárquicos" inclinan
peligrosamente la reflexión (si es que así puede llamarse el embrión de pensamiento teológico con
el que se satisfacen los hombres de hoy) hacia un dualismo puro y simple: hay un Dios de un lado y
del otro Satanás; la realidad de éste parece inseparable de la realidad, positiva, ontológica y
substancial, del Mal del cual es el vehículo y como el símbolo" (51).
Y nota ahora, querido Ariel, lo que concluye nuestro autor:
"Ahora bien, cualquiera sea el rol eminente que una buena teología reconozca, entre los demonios, a
Lucifer, a Satanás, su príncipe, queda en pie el hecho de que el pensamiento moderno [...] ignora
profundamente la verdadera doctrina ortodoxa acerca del Diablo, la única que puede ser aceptable
para el alma cristiana porque es la única que salvaguarda la omnipotencia divina, la unicidad de
Dios, esta joya de nuestra fe: el monoteísmo. Es a saber que Satán, como los otros demonios,
porque Satán no es más que uno de ellos, aunque sea el primero, es un ángel. Angel rebelde,
prevaricador y caído, cierto; pero un ángel, creado por Dios con y entre los otros espíritus celestes y
a quien su caída y la decadencia que ella produjo, no pudieron quitarle esta naturaleza angélica que
define su ser" (52).
Lo que tú afirmas, va en esa línea de pensamiento y lo has recibido sin duda de maestros que
piensan así, ya sea a través de la cátedra o del libro.
Con esto doy por terminada mi lectura comentada de tu artículo. Hay otras cosas con las que
disiento, pero las considero menores y son consecuencia de puntos que he tratado de aclararte.
Sin más me despido de tí, deseándote Salud, Paz y Bendición
Horacio Bojorge S.J.
43 - La mejor monografía exegética que conozco sobre la enseñanza del NT, es la de Heinrich
Schlier,Ed Herder, Freiburg im Breisgau,1958,64 pp. Existe traducción castellana: Principios y
potestades en el NT en :H Schlier, Problemas exegéticos fundamentales en el NT (Col. Actualidad
Bíblica) Ed.Fax, Madrid 1970, p{ags.183-199. Allí mismo hay un estudio sobre los ángeles en el
NT que te recomiendo (pp. 203-222).
44 - Ver Giuseppe de Rosa, Il Diavolo: Fantasie o realitá, en :La Civiltá Cattolica 173 (1986/1), pp.
573-577.
45 - Te recomiendo que leas al respecto: Achille M.Triacca, L'Esorcismo,en
:Anammesis.Introduzione storico-teologica alla Liturgia, AA.VV. , Ed. Marietti, Genova 1989, T7,
pp.167-191.
46 - ver Ordo Initiationis Christianae Adultorum (=0ICA) 113-118.164.171.178. Mientras se espera
la publicación del Ordo de los Exorcismos, sigue en vigencia los del Ritual Romano de Pio XII
(1952). Véase A.M.Triacca, o.c., p.171.
47 - A.M.Triacca, o.c., p.175.
48 - A.M.Triacca, o.c., p.178.
49 - H.-I.Marrou, Un Ange Déchu, un Ange pourtant..,en: Satán, Études Carmelitaines, Paris,
Desclée de Br. 1948 p 29. En cuanto a la frase de San Agustín, se refiere a la imagen de Dios que se
hacía Agustín antes de su conversión, durante su juventud, cuando tenía unos 23 años. En ocasión
de la muerte de un amigo, le pedía en vano a su alma que se consolara pensando en Dios. Dice que
-15 -

su alma no le obedecía y que tenía razón para eso, porque el hombre que había perdido era más real
que ese "fantasma en el que le mandaba a mi alma que creyese":"quam phantasma in quod sperare
jubebatur" (Confesiones VII, 17,23).
50 - Atenágoras, Apol. c. 24.
51 - H.-I.Marrou, o.c., pp. 30-31.
52 - H.-I.Marrou; o.c., p.31.

Textos sobre el demonio en el Concilio Vaticano II


1
Gaudium et Spes 13
Creado por Dios en la justicia, el hombre, sin embargo, por instigación del demonio [suadente
Maligno], en el propio exordio de la historia, abusó de su libertad, levantándose contra Dios y
pretendiendo alcanzar su propio fin al margen de Dios. Conocieron a Dios pero no lo glorificaron
como a Dios. Oscurecieron su estúpido corazón y prefirieron servir a la creatura, no al Creador.
[..] Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto
dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Más todavía, el hombre se nota incapaz
de domeñar con eficacia por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse aherrojado entre
cadenas. Pero el Señor vino en persona para liberar y vigorizar al hombre, renovándole
interiormente y expulsando al "príncipe de este mundo" (Jn 12,31), que le retenía en la esclavitud
del pecado (Cfr. Jn 8,34).
-16 -

A la luz de esta revelación, la sublime vocación y la miseria profunda que el hombre experimenta
hallan simultáneamente su última explicación.
2
Gaudium et Spes 37b
A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que
iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final [en nota: Mt
24,13; 13,24-30 y 36-43]. Enzarzado en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para
acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de
establecer la unidad en sí mismo.
3
Lumen Gentium 5a
El misterio de la Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues el Señor Jesús inició su Iglesia
predicando la buena nueva, es decir, la venida del Reino de Dios prometido [...] este Reino
comienza a manifestarse como luz delante de los hombres, por la palabra, por las obras y por la
presencia de Cristo [...] Los milagros, por su parte, prueban que el Reino de Jesús ya vino sobre la
tierra: Si expulso los demonios [subrayado mío] por el dedo de Dios, sin duda que el Reino de Dios
ha llegado a vosotros (Lc 11,20; Cf. Mt 12,28)
4
Lumen Gentium 16
[...] La Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero que hay entre ellos [los hombres], como
preparación evangélica (Cf. Eusebio de Cesarea Praeparatio Evangelica 1,1; PG 21,28AB), y dado
por quien ilumina a todos los hombres para que al fin tengan la vida. Pero con demasiada frecuencia
los hombres, engañados por el Maligno [a Maligno decepti], se hicieron necios en sus
razonamientos y trocaron la verdad de Dios por la mentira sirviendo a la criatura en lugar del
Criador (cf. Rm 1,21 y 25) o viviendo y muriendo sin Dios en este mundo están expuestos a una
horrible desesperación. Por lo cual la Iglesia, recordando el mandato del Señor: Predicad el
Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,16), fomenta encarecidamente las misiones para promover la
gloria de Dios y la salvación de todos.
5
Lumen Gentium 35a
(Los laicos)
[...]Ellos se muestran como hijos de la promesa cuando, fuertes en la fe y la esperanza, aprovechan
el tiempo presente (cf. Ef 5,16; Col 4,5) y esperan con paciencia la gloria futura (Cf. Rm 8,25). Pero
no escondan esta esperanza en la inerioridad del alma, sino manifiéstenla en diálogo continuo y en
un forcejeo "con los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos" [Nótese
el plural] (Ef 6,12), incluso a través de las estructuras de la vida secular.
6
Lumen Gentium 48d
(Indole escatológica de la Iglesia peregrina)
[...] Ese mismo amor nos apremia a vivir más y más para Aquél que murió y resucitó por nosotros
(cf. 2Cor 5,15). Por eso ponemos toda nuestra voluntad en agradar al Señor en todo (cf 2Cor 5,9), y
nos revestimos de la armadura de Dios para permanecer firmes contra las asechanzas del demonio y
poder resistir en el día malo (Cf. Ef. 6,1-13)
7
Ad Gentes 3a
[...] Dios, para establecer la paz o comunión con El y una fraterna sociedad entre los hombres
pecadores, dispuso entrar en la historia humana de modo nuevo y definitivo, enviando a su Hijo en
carne nuestra, a fin de arrancar por El a los hombres del poder de las tinieblas y de Satanás (cf. Col
1,14; Hch 10,38) y en El reconciliar consigo al mundo (2Cor 5,19). En este texto y en la nota que le
agregaron, los Padres conciliares prestaron atención al aspecto del texto bíblico que junto a Satanás
menciona un poder plural de las tinieblas]
8
-17 -

Ad Gentes 14
Los que han recibido a Dios, por medio de la Iglesia [...] libres luego por los sacramentos de la
iniciación cristiana del poder de las tinieblas (cf. Col 1,13)[ver nota abajo], muertos, sepultados y
resucitados con Cristo (cf. Rm 6,4-11 etc) reciben el Espíritu de hijos de adopción.
[Al texto de colosenses le pusieron los Padres esta nota:]
Sobre la liberación de la esclavitud del demonio [el demonio, en singular, ya sea como un colectivo,
ya sea como un epíteto] y de las tinieblas en el Evangelio, Cf. Mt 12,28; Jn 8,44; 12,31; cf. I Jn 3,8;
Ef 2,1-2. En la liturgia del bautismo, cf. Rit. Rom.

Pablo VI
Homilía del Sto. Padre en la misa del día de S. Pedro
29-06-1972
Ser fuertes y tener confianza en la Iglesia

[El papa comienza hablando del pueblo sacerdotal y de la diferencia del sacerdocio común y el
ministerial dentro de la Iglesia]

[Luego se refiere a la necesidad de detener la ola de secularización que quiere invadir el mundo,
incluso al pueblo cristiano: los fieles, llamados como están a la filiación divina, a la participación en
el cuerpo místico de Cristo, a la animación por parte del Espíritu Santo como templos de la
presencia de Dios, deben ejercitar este diálogo, este coloquio, esta conversación con Dios en la
religión, en el culto litúrgico, en el culto privado, y deben extender el sentido de la sacralidad
incluso, a las acciones profanas[...]

"Somos llamados a dar al pueblo cristiano, que se llama Iglesia, un sentido auténticamente sagrado.
Y sentimos el deber de contener la ola de profanidad, de desacralización, de secularización, que
aumenta y quiere confundir y anegar el sentido religioso en el secreto del corazón, en la vida
privada y también en las manifestaciones de la vida exterior. Se tiende hoy a afirmar que no hay
necesidad de distinguir un hombre de otro, que no hay nada que pueda establecer semejante
distinción. Más aún, se tiende a restituir al hombre su autenticidad, su igualdad de ser con todos los
-18 -

demás. Sin embargo, la Iglesia, y hoy San Pedro, desvelan en el pueblo cristiano la conciencia de sí
le recuerdan que es el pueblo elegido, distinto, "adquirido" por Cristo, un pueblo que debe mantener
una particular relación con Dios, ejercer un sacerdocio para Dios. Esta sacralización de la vida no
debe ser hoy borrada, desterrada de la conducta y de la realidad de cada día como algo que no
merece ya subsistir".
"Hemos perdido el estilo religioso y muchas manifestaciones externas de religiosidad. Sobre este
punto, hay mucho que discutir y mucho que conceder, pero hace falta mantener el concepto y con el
concepto también algún signo de sacralidad del pueblo cristiano, es decir, de aquellos que han sido
injertados en Cristo, sumo y Eterno Sacerdote.
"Ciertas corrientes sociológicas tienen hoy a estudiar a la humanidad prescindiendo de este contacto
con Dios. La sociología de San Pedro, en cambio, la sociología de la Iglesia, para estudiar a los
hombres, pone de manifiesto precisamente este aspecto sagrado, de conversación con lo inefable,
con Dios, con el mundo de lo divino. Es preciso afirmarlo en el estudio de todas las
diferenciaciones humanas. Por muy heterogéneo que se presente el género humano, no debemos
olvidar esta unidad fundamental que el Señor nos confiere cuando nos da la gracia; somos hermanos
en el mismo Cristo. Ya no hay judío, ni [....] Todos somos una sola cosa en Cristo. [...]

Llamada a los alejados

"Pensamos en este momento con inmensa caridad en todos aquellos hermanos nuestros que nos
dejan, en los que desertan y olvidan, en los que quizás nunca llegaron a tener conciencia de la
vocación cristiana, no obstante haber recibido el bautismo [...] ¡cómo quisiéramos hacerles
partícipes de la grande, de la inefable fortuna, de nuestra felicidad de estar en comunicación con
Dios, comunicación que de ningún modo nos impide la visión temporal y positivamente realista del
mundo exterior!

La situación de la Iglesia actual


El humo de Satanás

Refiriéndose a la situación actual de la Iglesia, el Santo Padre afirmó que tiene la sensación de que
por algún resquicio ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios. Existe la duda, la
incertidumbre, la problemática, la inquietud, la insatisfacción, el contraste. Falta la confianza en la
Iglesia; la hay, en cambio [esa confianza] en el primer profeta profano que viene a hablarnos desde
cualquier publicación, o desde cualquier movimiento social, y al cual se recurre para preguntarle si
posee la fórmula de la verdadera vida. Y no nos damos cuenta de que ya la poseemos y la
enseñamos. Ha entrado la duda en nuestras conciencias, y ha entrado, por desgracia, a través de
ventanas que debieran estar abiertas a la luz. De la ciencia, hecha para darnos verdades que, lejos de
distanciarnos de Dios, mueven a buscarlo todavía más y a honrarlo con mayor intensidad, ha
venido, en cambio, la crítica, ha venido la duda. Los científicos son los que más pensativa y
dolorosamente inclinan la frente. Y acaban por enseñar: "no sé, no sabemos, no podemos saber". La
escuela se convierte en palestra de confusión y de contradicciones incluso absurdas. Se celebra el
progreso para destruirlo luego con las revoluciones más extrañas y más radicales, para negar todo
cuanto se ha conquistado, para volver al primitivismo después de haber exaltado tanto los progresos
del mundo moderno.
"También en la Iglesia reina este estado de incertidumbre. Se esperaba que, después del Concilio,
habría llegado una jornada de sol para la historia de la Iglesia; y por el contrario ha venido una
jornada de nubes, de tormenta, de oscuridad, de búsqueda, de incertidumbre. Predicamos el
ecumenismo y nos alejamos cada vez más de los otros. Abrimos fosos en lugar de rellenarlos.
¿Cómo ha podido ocurrir esto? El Papa confió a los presentes una idea personal suya sobre la
intervención de un poder adverso. Su nombre es el "diablo" , aquel ser misterioso al que se alude
también en la Carta de San Pedro. Muchas veces, en el Evangelio, se escucha de los labios mismos
-19 -

de Cristo la mención de este enemigo de los hombres.


"Creemos - observó el Santo Padre - que algo preternatural ha venido al mundo precisamente para
turbar, para sofocar los frutos del Concilio Ecuménico, y para impedir que la Iglesia estallase en un
himno de gozo por haber recuperado en plenitud la conciencia de sí, precisamente con el Concilio.
Esta es la razón por la que quisiéramos ser capaz, más que nunca, de ejercer la función, confiada
por Dios a Pedro, de confirmar en la fe a los hermanos. Quisiéramos comunicaros la certeza que el
Señor da a aquel que le representa, aunque indignamente, sobre la tierra"

Catequesis del 15-11-1972


"Líbranos del mal"

l'Oss.Rom del 19-11-1972 pp.3-4

¿Cuáles son hoy las mayores necesidades de la Iglesia?

No os asombre como simplista o, aún más, como supersticiosa e irreal nuestra respuesta: una de las
mayores necesidades de la Iglesia es la defensa de aquel mal que llamamos demonio.
Antes de aclarar nuestro pensamiento os invitamos a que abráis el vuestro a la luz de la fe sobre la
visión de la vida humana, visión que desde tal punto de observación se extiende inmensamente y
penetra hasta singulares profundidades. A decir verdad, el cuadro que somos invitados a contemplar
con realismo global es muy hermoso. Es el cuadro de la creación, la obra de Dios, que Dios mismo,
como espejo exterior de su sabiduría y su potencia, admiró en su belleza sustancial (Cf. Gn 1,10
etc.).
La visión cristiana del cosmos es triunfalmente optimista
Es también muy interesante el cuadro de la dramática historia de la humanidad, de la que emerge la
historia de la redención, la historia de Cristo, de nuestra salvación, con sus magníficos tesoros de
revelación, de profecía, de santidad, de vida elevada a nivel sobrenatural, de promesas eternas (cf.
Ef 1,10). Si se sabe contemplar bien este cuadro, es imposible no quedar fascinados (Cf San
Agustín, Soliloquios): todo tiene un sentido, todo tiene un fin, todo tiene un orden y todo deja
entrever una Presencia-Trascendencia, un Pensamiento, una Vida y, finalmente, un Amor, de tal
modo que el universo, por lo que es y por lo que no es, se nos presenta como una preparación
entusiasmante y embriagadora de algo mucho más bello y mucho más perfecto (cf. 1Cor 2,9; 13,12;
Rm 8,19-23).
La visión cristiana del cosmos y de la vida es, pues, triunfalmente optimista; y esta visión justifica
nuestra alegría y nuestro reconocimiento de vivir; por eso, cantamos nuestra felicidad celebrando la
gloria de Dios (cf el "Gloria" de la misa).
-20 -

La realidad del mal

Pero ¿es completa esa visión? ¿Es exacta? ¿No nos importan nada las deficiencias que existen en el
mundo, los desajustes de las cosas con respecto a nuestra existencia, el dolor, la muerte, la malicia,
la crueldad, el pecado, en una palabra, el mal? ¿No vemos cuánto mal hay en el mundo?
Especialmente cuánto mal moral: un mal que es, al mismo tiempo, aunque de forma diversa, contra
el hombre y contra Dios. ¿No es quizás un triste espectáculo, un misterio inexplicable? ¿Y no
somos nosotros, nosotros precisamente, los que damos culto al Verbo, los cantores del Bien,
nosotros, los creyentes, los más sensibles, los más turbados por la observación y por la experiencia
del mal? Lo encontramos en el reino de la naturaleza, donde tantas de sus manifestaciones nos
parecen denunciar un desorden. Lo hallamos en el ámbito humano, donde encontramos la debilidad,
la fragilidad, el dolor, la muerte y algo todavía peor: una doble ley en conflicto continuo: la que
querría el bien y la que está dirigida al mal, tormento que San Pablo pone en humillante evidencia
para demostrar la necesidad y la fortuna de una gracia salvadora, esto es, de la salvación traída por
Cristo (cf. Rm 7); ya el poeta pagano había denunciado este conflicto interior en el corazón mismo
del hombre: video meliora proboque, deteriora sequor (Ovidio Mt. 7,19). Hallamos el pecado,
perversión de la libertad humana, y causa profunda de la muerte, porque es una separación de Dios,
fuente de la vida (Rm 5,12), y después, a su vez, ocasión y efecto de una intervención en nosotros y
en nuestro mundo de un agente oscuro y enemigo, el demonio. El mal no es ya sólo una deficiencia,
sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y
pavorosa.
Quien rehusa reconocer su existencia, se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica; como
se sale también quien hace de ella un principio autónomo, algo que no tiene su origen, como toda
criatura, en Dios: o quien la explica como una seudo-realidad, una personificación conceptual y
fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias.
El problema del mal, visto en toda su complejidad y su carácter absurdo respecto a nuestra
racionalidad unilateral, se hace obsesionante. Constituye la más fuerte dificultad para nuestra
inteligencia religiosa del cosmos. Con razón sufrió por ello durante años San Agustín: Quaerebam
unde malum, et non erat exitus: buscaba de dónde provenía el mal, y no encontraba explicación
(Confes. VII,5,7,11, etc. PL 32, 736,739).

La existencia del demonio

He aquí pues, la importancia que asume el tomar conciencia del mal para nuestra correcta
concepción cristiana del mundo, de la vida, de la salvación. Cristo mismo nos ha hecho advertir esta
importancia. En primer lugar, en el desarrollo de la historia evangélica al principio de su vida
pública: ¿quién no recuerda la página densísima de significados de la triple tentación de Cristo?
Más tarde, en los muchos episodios evangélicos en los que el demonio se cruza en el camino del
Señor y aparece en sus enseñanzas (p.e. Mt 12,43). Y ¿Cómo no recordar que Cristo, refiriéndose
tres veces al demonio como adversario suyo, lo califica de "príncipe de este mundo"? (Jn 12,31;
14,30; 16,11). La realidad invasora de esta nefasta presencia aparece señalada en muchísimos
pasajes del Nuevo Testamento. San Pablo lo llama "dios de este siglo" (2Cor 4,4), y nos pone sobre
aviso con relación a la lucha en la oscuridad que los cristianos debemos sostener no sólo con un
demonio, sino con una terrible pluralidad suya: "Vestíos - dice el Apóstol- de toda la armadura de
Dios, para que podáis resistir a las insidias del diablo, que no es nuestra lucha contra la sangre y la
carne (solamente), sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este
mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires" (Ef 6,11-12). Y que no se trata de un solo
demonio, sino de muchos, nos lo indican muchos pasajes evangélicos (Lc 11,21; Mc 5,9); pero el
principal es uno: Satanás, que quiere decir el adversario, el enemigo; y con él muchos, todos
criaturas de Dios, pero degradadas, pues han sido rebeldes y condenados (cf. Denz. Sch. 800-428);
todo un mundo misterioso, trastornado por un drama infeliz del que conocemos bien poco.
Sabemos, sin embargo, muchas cosas de este mundo diabólico, que atañen a nuestra vida y a toda la
-21 -

historia humana. El demonio está en el origen de la primera desgracia de la humanidad; él fue el


tentador falaz y fatal del primer pecado, el pecado original (Gn 3; Sb 1,24). Desde aquella caída de
Adán el demonio adquirió un cierto dominio sobre el hombre, del que sólo la redención de Cristo
nos puede liberar. Es historia que dura todavía: recordemos los exorcismos del bautismo y las
frecuentes referencias de la Sagrada Escritura y de la Liturgia a la agresiva y oprimente "potestad de
las tinieblas" (cf Lc 22,53; Col 1,13). Es el enemigo número uno, el tentador por excelencia.
Sabemos así que este ser oscuro y turbador existe realmente, y que actúa todavía con traicionera
astucia; es el enemigo oculto que siembra errores y desventuras en la historia humana. Debemos
recordar la reveladora parábola evangélica del trigo y la cizaña, síntesis y explicación del carácter
ilógico que parece presidir nuestras contrastantes vicisitudes: inimicus homo hoc fecit (Mt 13,28).
Es el "homicida desde el principio...y padre de la mentira" (cf. Jn 8,44-45; es el que insidia
sofísticamente el equilibrio moral del hombre. Es él el encantador pérfido y astuto que sabe
insinuarse en nosotros por medio de los sentidos, de la fantasía, de la concupiscencia, de la lógica
utópica, o de desordenados contactos sociales en el juego de nuestro obrar, para introducir en ello
desviaciones, tan nocivas como conformes en apariencia con nuestras estructuras físicas o
psíquicas, o con nuestras aspiraciones instintivas y profundas.

Amplitud de la acción diabólica

Este capítulo sobre el demonio y sobre el influjo que puede ejercer lo mismo en cada persona que
en comunidades y sociedades enteras, o en los acontecimientos, sería un capítulo muy importante de
la doctrina católica que habría que estudiar de nuevo, mientras hoy se estudia poco. Algunos
piensan que van a encontrar en los estudios sicoanalíticos y psiquiátricos o en experiencias
espiritísticas, hoy por desgracia tan difundidas en algunos países, una compensación suficiente. Se
teme recaer en viejas teorías maniqueas, o en terribles divagaciones fantásticas o supersticiosas.
Hoy se prefiere mostrarse fuertes y sin prejuicios, adoptar una actitud positivista, aunque después se
den crédito a tantas gratuitas ideas supersticiosas, mágicas o populares, o, aún peor, se abra la
propia alma -¡la propia alma bautizada, visitada tantas veces por la presencia eucarística y habitada
por el Espíritu Santo!- a las experiencias licenciosas de los sentidos, a aquellas deletéreas de los
estupefacientes o también a las seducciones ideológicas de los errores de moda, fisuras éstas la
través de las cuales el maligno puede fácilmente penetrar y alterar la mentalidad humana.
No es que todo pecado se deba directamente a la acción diabólica (S.Th. I,q.104, art 3); pero sin
embargo, es cierto que quien no vigila sobre sí mismo con cierto rigor moral (cf. Mt 12,45; Ef 6,11)
se expone al influjo del mysterium iniquitatis al que San Pablo se refiere (2Tes 2,3-12) y que hace
problemática la posibilidad de nuestra salvación.
Nuestra doctrina se vuelva incierta, oscurecida como está por las mismas tinieblas que circundan al
demonio. Pero nuestra curiosidad, excitada por la certeza de su múltiple existencia se hace legítima
con dos preguntas: ¿Existen signos, y cuáles son, de la presencia de la acción diabólica? ¿Cuáles
son los medios de defensa contra tan insidioso peligro?

La actitud del Cristiano: vigilar y mantenerse fuerte

La respuesta a la primera pregunta impone mucha cautela, aunque los signos del maligno parecen
ser a veces evidentes (cf. Tertuliano, Apol 23). Podremos suponer su siniestra acción allí donde la
negación de Dios es radical, sutil y absurda, allí donde la mentira se afirma, hipócrita y potente
contra la verdad evidente, allí donde el amor queda apagado por un egoísmo frío y cruel, allí donde
el nombre de Cristo se impugna con odio consciente y rebelde (Cf. 1Cor 16,22; 12,3), allí donde el
espíritu
del Evangelio es adulterado y desmentido, allí donde la desesperación se afirma como última
palabra, etc. Pero es un diagnóstico demasiado amplio y difícil, sobre el que no osamos ahora
profundizar y dar por auténtico, pero que sin embargo no carece de dramático interés para todas, y
al que la literatura moderna ha dedicado también páginas famosas (cf. por ejemplo las de Bernanos,
-22 -

estudiadas por Ch. Moeller, Littér. du XX siècle. I. p.397ss; P. Macchi, Il volto del male in
Bernanos; cf. además Satan, Études Carmélitaines, Desclée de Br. 1948). El problema del mal sigue
siendo uno de los más grandes y permanentes para el espíritu humano, incluso después de la
victoriosa respuesta que le da Jesucristo. "Nosotros sabemos, escribe el evangelista San Juan, que
somos (hemos nacido) de Dios, mientras que el mundo todo está bajo el maligno¿ (I Jn 5,19).
A la segunda pregunta: ¿qué defensa, qué remedio oponer a la acción del demonio?: la respuesta es
más fácil de formular, aunque sea difícil de poner en práctica. Podríamos decir: todo lo que nos
defiende del pecado nos separa, por ello mismo, del enemigo invisible. La gracia es la defensa
decisiva. La inocencia asume un aspecto de fortaleza. Y todos recordamos además en qué gran
medida la pedagogía apostólica ha simbolizado en la armadura de un soldado las virtudes que
pueden hacer invulnerable al cristiano (cf Rm 13,12; Ef 6,11.14.17.; 1Tes 5,8).
El cristiano debe ser militante; debe vigilar y ser fuerte (1Pe 5,8); y a veces debe recurrir a algún
ejercicio ascético especial para alejar determinadas incursiones diabólicas; Jesús nos lo enseña
indicando como remedio "la oración y el ayuno" (Mc 9,29). Y el Apóstol sugiere la línea maestra a
seguir: "No te dejes vencer por el mal, antes vence al mal con el bien" (Rm 12,21; Mt 13,29).
Con conciencia, pues, de las adversidades presentes en las que se encuentran hoy las almas, la
Iglesia, el mundo, nosotros intentaremos dar sentido y eficacia a la acostumbrada invocación de
nuestra principal oración: "¡Padre nuestro...líbranos del mal!".
Que a ello ayude también nuestra bendición apostólica.
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Juan Pablo II
Catequesis del Papa durante la audiencia general
La Victoria de Cristo sobre el espíritu del mal
20-08-1986

Oss.Rom. 24-08-1986 p(519)3

1.- Nuestras Catequesis sobre Dios, Creador de las cosas "invisibles", nos han llevado a iluminar y a
vigorizar nuestra fe por lo que respecta a la verdad sobre el maligno o Satanás, no ciertamente
querido por Dios, Sumo Amor y Santidad, cuya Providencia sapiente y fuerte sabe conducir nuestra
existencia a la victoria sobre el príncipe de las tinieblas. Efectivamente, la fe de la Iglesia nos
enseña que la potencia de Satanás no es infinita. El es sólo una creatura, potente en cuanto espíritu
puro, pero siempre una creatura, con los límites de la creatura, subordinada al querer y el dominio
de Dios. Si Satanás obra en el mundo por su odio contra Dios y su reino, ello es permitido por la
Divina Providencia que con potencia y bondad ("fortiter et suaviter" dirige la historia del hombre y
del mundo.
Si la acción de Satanás ciertamente causa muchos daños - de naturaleza espiritual e indirectamente
de naturaleza también física- a los individuos y a la sociedad, él no puede, sin embargo, anular la
finalidad definitiva a la que tienden el hombre y toda la creación, el bien. Él no puede obstaculizar
la edificación del Reino de Dios, en el cual se tendrá, al final, la plena actuación de la justicia y del
amor del Padre hacia las creaturas eternamente "predestinadas" en el Hijo-Verbo, Jesucristo. Más
aún, podemos decir con San Pablo que la obra del maligno concurre para el bien y sirve para
edificar la gloria de los "elegidos" (cf. 2Tim 2,10).
2.- Así toda la historia de la humanidad se puede considerar en función de la salvación total, en la
cual está inscrita la victoria de Cristo sobre "el príncipe de este mundo" (Jn 12,31; 14,30; 16,11).
"Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo servirás" (Lc 4,8), dice terminantemente Cristo a Satanás. En
un momento dramático de su ministerio, a quien lo acusaba de manera descarada de expulsar los
demonios porque estaba aliado con Belcebú, jefe de los demonios, Jesús responde con aquellas
palabras severas y confortantes a la vez: "Todo reino en sí dividido será desolado y toda ciudad o
casa en sí dividida no subsistirá. Si Satanás arroja a Satanás, está dividido contra sí; ¿Cómo, pues,
subsistirá su reino?...Mas si yo arrojo a los demonios con el poder del espíritu de Dios, entonces es
que ha llegado a vosotros el reino de Dios" (Mt 12,25-26.28). "Cuando un hombre fuerte bien
armado guarda su palacio, seguros están sus bienes; pero si llega uno más fuerte que él, le vencerá,
le quitará las armas en que confiaba y repartirá sus despojos" (Lc 11,21-22). Las palabras
pronunciadas por Cristo a propósito del tentador encuentran su cumplimiento histórico en la cruz y
en la resurrección del Redentor. Como leemos en la Carta a los Hebreos, Cristo se ha hecho
partícipe de la humanidad hasta la cruz "para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la
muerte, esto es, al diablo, y librar a aquellos que estaban toda la vida sujetos a servidumbre" (Hb
2,14-15). Esta es la gran certeza de la fe cristiana: "El príncipe de este mundo está ya juzgado" (Jn
16,11); "Y para esto apareció el Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo" (IJn 3,8), como nos
atestigua San Juan. Así, pues, Cristo crucificado y resucitado se ha revelado como el "más fuerte"
que ha vencido "al hombre fuerte", el diablo, y lo ha destronado.
De la victoria de Cristo sobre el diablo participa la Iglesia: Cristo, en efecto, ha dado a sus
discípulos el poder de arrojar los demonios (cfr. Mt 10,1 y paral.; Mc 16,17). La Iglesia ejercita tal
poder victorioso mediante la fe en Cristo y la oración (cf. Mc 9,29; Mt 17,19s), que en casos
-24 -

específicos puede asumir la forma del exorcismo.


3.- En esta fase histórica de la victoria de Cristo se inscribe el anuncio y el inicio de la victoria final,
la parusía, la segunda y definitiva venida de Cristo al final de la historia, venida hacia la cual está
proyectada la vida del cristiano. También si [bien es cierto que] es verdad que la historia terrena
continúa desarrollándose bajo el influjo de "aquel espíritu que -como dice San Pablo- ahora actúa en
los que son rebeldes" (Ef 2,2), los creyentes saben que están llamados a luchar para el definitivo
triunfo del bien: "No es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra
las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los
aires (Ef 6,12).
4.- La lucha, a medida que se avecina el final, se hace en cierto sentido siempre más violenta, como
pone de relieve especialmente el Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento (cf. Ap 12,7-9).
Pero precisamente este libro acentúa la certeza que nos es dada por toda la Revelación divina: es
decir, que la lucha se concluirá con la definitiva victoria del bien. En aquella victoria, precontenida
en el misterio pascual de Cristo, se cumplirá definitivamente el primer anuncio del libro del
Génesis, que con un término significativo es llamado proto-Evangelio, con el que Dios amonesta a
la serpiente: "Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer" (Gn 3,15). En aquella fase definitiva
Dios, completando el misterio de su paterna Providencia, "liberará del poder de las tinieblas" a
aquellos que eternamente ha "predestinado en Cristo" y les "transferirá al reino de su Hijo
predilecto" (cf. Col 1,13-14). Entonces el Hijo someterá al Padre también todo el universo, para que
"sea Dios en todas las cosas" (1Cor 15,28).
5.- Con ésta se concluyen las catequesis sobre Dios Creador de las "cosas visibles e invisibles",
unidas en nuestro planteamiento con la verdad sobre la Divina Providencia.
[...]
Hemos acogido una verdad que debe estar en el corazón de cada cristiano: cómo existen espíritus
puros, creaturas de Dios, inicialmente todos buenos, y después por una opción de pecado se
dividieron irremediablemente en ángeles de luz y en ángeles de tinieblas. Y mientras la existencia
de los ángeles malos nos pide a nosotros el sentido de la vigilancia para no caer en sus halagos,
estamos ciertos de que la victoriosa potencia de Cristo Redentor circunda nuestra vida para que
también nosotros mismos seamos vencedores. En esto estamos válidamente ayudados por los
ángeles buenos, mensajeros del amor de Dios, a los cuales, amaestrados por la tradición de la
Iglesia, dirigimos nuestra oración: "Angel de Dios que eres mi custodio, ilumíname, custódiame,
rígeme y gobiérname, ya que he sido confiado a tu piedad celeste. Amén."

TEXTOS SOBRE SATANAS Y DEMONIOS


-25 -

Del Enchiridion Symbolorum, Dentzinger-Schönmetzer


Diabolus: qua creatura C 2cb; peccatum -i D1; influxus D 1b; redintegratio L6b
C2c Bonitas Creaturarum et origo mali
C2ca Bonitas creaturarum Omnes creaturae a Deo bonae conditae sunt 285, 287, 470, 685, 1333,
1350; reprobantur tamen asserta optimistica 1044c, 1047
2cb Origo mali. Malum per se est privatio boni 3251; malum non est aliqua substantia seu natura,
sed poena substantiae a286, 1333
Reprob. errores (Manichaeorum et Priscill.) de origine mali [principium et substantia mali est
diabolus] 286, 457, 874; add, C 1ab; diabolus (daemones) a Deo creatous fuit bonus (angelus) 286,
457, 800, 1078; diabolus non per condicionem, sed per arbitrium suum factus est malus 325, 797,
800; neque tamen in contrariam substantiam transiit 286
Opera perperam tamquam mala diabolo attributa-: plasmatio corporis 462s; - opus conjugale 461,
718, 802, 1012; cuius honestas vindicatur 206, 321, 461-463, 761, 794; -: cibi carnium 464; eorum
liceitas defenditur 207, 325, 795, 1350.
D. DEUS ADMITTENS PECCATUM
D.1 Peccatum angelicum
D1a a.- Factum
Diabolus a summo bono descivit 286; diabolus et alii daemones per se ipsos (sive per arbitrium
suum) facti sunt mali 325, 794, 800
D1b b.- Mala consequentia
D1ba Malum personale. Poena diaboli fuit damnatio aaeterna (286) a411, a801; reprobatur:[in
futuro erit restitutio seu redintegratio daemonum aper crucifixionem Christi a409, 411.
D1bb Malum sociale. Diabolus occasiones nocendi quaerit, praesertim in hora mortis 1694;
suggestione diaboli homo peccavit 800
Peccatum est traditio in potestatem diaboli, seu est dominatio diaboli (super hominem) 1347, 1349,
1521, 1668: diabolus est (sensu restrictio supra dicto) auctor peccati et mortis humani generis 291;
obtinuit mortis imperium 291, 1511; Explicationes reprobatae de influxu (vel violentia) daemonum
in peccatum hominis 736, 2192, 2241-2253, 3233s (en cursiva las aserciones reprobadas
L6b.- Natura inferni
Poena inferni significatur verbis asupplicium, ccruciatus et maxime cignis (ardor) c76, c338, c342,
a
443, a485, c575, b780 (c2626);
haec poena est aeterna (aignis inextinguibilis) 72,76, 212, 342, a443, 486, 574, 596, 630, 780, 801,
839; reprobantur asserta de futura crucifixione redemptoria Christi por daemonibus et de
reintegrationes daemonum et hominum damnatorum 409, 411
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Si quis dicit, diabolum non fuisse prius [bonum] angelum a Deo factum, nec Dei opificium fuisse
naturam eius, sed dicit eum ex chao et[-!] tnebris emersisse nec aliquem sui habere auctorem, se
ipsum esse principium atque substantiam mali, sicut Manichaeus et Priscillianus dixerunt, anatema
sit.
[Concilio de Braga I (1 Mayo 561) - Anatemas contra Priscilianistas Recibe el Símbolo y los
cánones del Toledano I y agrega otros capítulos. El texto citado se encuentra en los que tratan
Acerca de la creación y gobierno del mundo]
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Definitio contra Albigenses et Catharos
Firmiter credimus et simpliciter confitemur, quod unus solus est verus Deus, aeternus immensus et
inconmutabilis, incomprehensibilis, omnipotens et ineffabilis, Pater et Filius et Spiritus Sanctus:
tres quidem personae, sed una essentia, substantia seu natura simplex omnino: Pater a nullo, Filius a
Patre solo, ac Spiritus Sanctus pariter ab utroque: absque initio, semper ac sine fine: Pater generans,
Filius nascens, et Spiritus Sanctus procedenes: consubstantiales et coaequales et coomnipotentes et
coaeterni: unum universonum principium: creator omnium visibilium et invisibilium, spiritualium et
corporalium: qui sua omnipotenti virtute simul ab initio temporis utramque de nihilo condidit
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creaturam, spiritualem et corporalem, angelicam videlicet et mundanam: ac deinde humanam,


quasi communem ex spiritu et corpore constitutam. Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem
natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali. Homo vero diaboli suggestione peccavit.
Haec sancta Trinitias, secundum
communem essentiam individua, et secundum personales proprietates discreta, primo per Moysen et
sanctos Prophetas aliosque famulos suos, iuxta ordinatissimam dispositionem temporum, doctrima
humano generi tribuit salutarem.
[Conc. Lateranense IV (Oecum. XII), 11 al 30-11-1215. Esplendidísimo Concilio Medieval.
Celebró tres sesiones el 11,20 y 30 nov. Emitió decretos para la recuperación de Tierra Santa, la
reforma de la Iglesia y contra los herejes Albigenses y Cátaros]

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