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SURCOS Jacques Le Goff Titulos publicados: 1, $.P. Huntington, E/ chaque de civilizaciones 2, K. Armstrong, Historia de ferusalén P 3M. Barden Noges Impere ensar 4- G. Ryle, El concepta de lo mental 5. W. Reich, Andlisis del cardcter l s s 6, A. Comte-Sponville, Diccionario filoss| 7 Hi Shanks Comp.) Lor manures dl Mar Maceo a I ustoria 8. KR Popper, EF mita cel marco comin 9. T. Eagleton, fdeologis ‘ 10. G, Deleuze, Logica del sentido Modernidad, presente, progreso 11, Tz, Todorov, Critica de la eritiea 2 12, H, Gardner, Arte, mente y cerebro 13. C.G. Hempel, La explicacion cemtifica 14. J. Le Goff, Peruar la historia 15. H, Arend, La condicién humana 16, H. Gardner, Inteligencias midriples v PAIDOS ‘Titulo original: corte ¢ meenori Publicado en italiano por Giulio Einaudi Editote, Sip.A., Tain ‘Traduecidn de Marta Vasalla Cubierea de Maria Eskenasi 2 edicin, 1991 ‘A reimpresion, 1997 edition fa colecetis Sarco, 2005 ‘veda sigurusamenteprobbidss, sn a aunorizacién errita de lor scares el copyrigh, bao lar smcionerextablecida en las eye, l eproduclén tonal co partial de ext obs por eualgulce medio o procedimiento, comprendides la reprogeatiay ol ratzmiemo infommticn, y la dintibucién de ejemplares 4c cla mediante alguiler © réstamo wsblics, © 1977, 1978, 1979, 1980, 1981 y 1982 by Giut © dela traduccion, Marta Vasallo © 2005 de todas las ediciones en castellano, jones Paidés Ibéries, S.A, Marino Cub¢, 92 - 08021 Barcelona lanp://wwwpaides.com Einaudi Editore, S.A. Turin ISBN: £4-493-1812-2 Depésito legal: B-39.817/2005, Impresa ent Espaa - Printed in Spain 4. La HISTORIA COMO, GIENGIA: EL OFIGIO DE HISTORIADOR La mejor prucba de que la historia es y debe ser una ciencia ta constituye el hecho de que necesita técnicas, métados, y que se en- sefia, Mis restrictivamente, Lucien Febvre dijo: «Califico a la histo- ria como estudio levado cientificamente y no como ciencia» [1941]. Los teéricos mis ortodoxos de Ia historia positivista, Langlois y Scignobos, expresaron en una férmula apremiante, que constituye la profesién de fe fundamental de historiador, lo que esta er la base de la ciencia histérica: ; pero la Edad Media no representa un hiato en la evolucién de la.ciencia de la historia; por el contrario, conocié «la continvidad del esfuerzo histéricor [Guenée, 1980, pig. 367]. Los historiadores del Renacimiento prestaron servicios eminen- tesa la ciencia hist6rica; impulsaron la critica de los documentos con ayuda de la filologfa, empezaron a elaicizare la historia y a eliminar de ella los mitos y leyendas, colocaron las bases de las ciencias auxi- liares de la historia y estrecharon la alianza de la historia con la erue dicién. El comienzo de la critica cientifica de los textos se remonta a Lo- renzo Valla, que en su De falso credita et ementita Constantini do- natione declaratio (1440), escrita a peticidn del rey aragonés de Né— poles en lucha con la Santa Sede, prueba que el texto es falso porque Fa lengua empleada na puede remontarse al siglo 1v, sino que perte- rece a cuatro o cinco siglos mas tarde: asi las pretensiones del papa sobre los Estados de la Iglesia fundadas en esta supuestadonacién de Constantino al papa Silvestre se fundaban sobre la falsificaciSn ca rolingia. «As{ nacié la historia como filologia, es decir, como con- ciencia critica de sf y de los otros» [Garin, 1951, pag. 115). Valla apli- 6 la critica de los textos a los historiadores de la antigiedad, Livio, Herodoto, Tucidides, Salustio, y también el Nuevo Testamento, en sus Adnotationes, para las cuales Erasmo escribié el prefucio de la edicién parsina de 1505. Pero sus Hlitoriae Ferdinandi reps Arago- 116 fiae, padre de su protector, levada a cabo en 1445 y publicada en Paris ex 1521, no es mas que una serie de anéedotas referidas esen- jalmente a la vida privada del soberano [véase Gaeta, 1955]. Como Biondo es entre los historiadores humanistas el primer erudito, Va- Uhiésiel primer crftico, Después de los trabajos de Bernard Guenée tal vez no se pueda MMantener una afirmacién tan radical. En sus manuales de historia Uantigua (Roma instaurata, 1446, impresa en 1471; Roma triumphans, “1459, impresa en 1472) y en su Romanorsm decades, que son una historia de la Edad Media desde 412 a 1440, Biondo fue un gran re- golector de fuentes, pero en sus obras no hay erftica de las fuentes ni Yentido de la historia: los documentos se publicaron uno junto al tro; a lo sumo en las Decades el orden es eronolégico; pero Biondo, ectetario del papa, fue el primero en insertar Ia arqueologfa en Ia ‘documentacién histérica. Enel siglo xv Jos historiadores humanistas inauguraron una cien- histérica profana libre de fabulas y de invenciones sobrenatura- . Aqui el gran nombre es Leonardo Bruni, canciller de Florencia, ras Historiae florentini poputi (hasta 1404) ignoran las leyendas re la fundacién de la ciudad y no hablan nunca de la intervenc de la providencia. «Gon él empezé el camino hacia una explicacién ‘ratural de le historia» [Fueter, 1911]. Hans Baron [1952] pudo ha- blar de la Profanisierung de la historia. El recliazo de los mitos pseudohistéricos dio lugar a una larga “polémica a propdsito de los supuestos origenes troyanos de los fran- . De vez en cuando, Etienne Pasquier en las Recherches de la France (el primer libro es de 1560; diez Libros on Ja edicién péstuma de 1621), Francois Hotman en su Franco-Gallia (1573), Claude Fau- het en las Antiguités gauloises et frangoises jusque a Clovis (1599) yo Lancelot-Voisin de La Popeliniére en el Dessein de P’bistoire nowve- le des Frangois (1599) ponen en duda el origen troyano, mientras ‘Hotman sostiene de mado convincente el origen germanico de los francos. Hay que subrayar en estos progresos del método histérico el pa- ‘pel de la Reforma, Suscitando polémicas sobre la historia del cristin- ‘nismo y libres de la tradicién eclesidstica autoritaria, los reformados “contribuyeron a la evolucion de la ciencia histérica. Por iiltimo, los histariadores del siglo xvt, sabre todo los france- es de la segunda mitad del siglo, retomaron ia antorcha de ia erudi- 7 eign de los humanistas italianos del Cuatrocientos. Guillaume Budé aporta una importante contribitcién a la numismatica con su tratado sobre las monedas romanas: De asse et partibus eius (1514). Giusep- pe Giusto Scaligero partié de la cronologia en De emendatione tem- porum (1583). El protestante Isaac Casaubon, «fénix delos eruditos», replica alos «Anales eclesidsticos» del muy catdlico cardinal Cesare Baronio (1588-1607) con sus Exercitationes (1612); también el fla- menco Justo Lipsio enriquece Ia erudicién histérica, sobre todo en el campo filolégico y numismético. Se multiplican los diccionarios, como el Thesasirus linguae latinae de Robert Estienne (1531) y el Thesaurus grecae linguae de su hijo Henri (1572). El flamenco Jan Gruter publica el primer Corpus inscriptionsem artiquarum del cual Scaligero compila el fndice. Por iltimo, no hay que olvidar que el si- glo xvr da a la periodizacién histérica la nocién de siglo (véase Le Goff, ob. cit., 2* parte, cap. II). Mientras los humanistas, imitando Ja antigiiedad, a pesar de los progtesos de Ja erudicién mantenfan a la historia en el campo de la literatura, algunos de los grandes historiadores del siglo xvt y co- mienzos del xvit se distinguen explicitamente de los hombres de le- tras. Muchos son juristas (Bodin, Vignicr, Hotman, ets.) y estos sa- vants gens de robe amincian Ia historia de los philosophes del siglo xvur [Huppert, 1970]. Donald Kelley mostré [1964] que la historia de los origenes y la naturaleza del feudalismo no se remonta a Mon- tesquieu, sino a los debates de los eruditos del siglo xvr. La historia nueva que querian promover los grandes humanistas de finales del siglo xv1 y comienzos del xvrr fue duramente combati- daen la primera parte del siglo xvi, e incluida entre las manifesta- ciones de libertingje. El resultado fue la ereciente separacién entre erudicién e historia (en el sentido de historiografia), relevada por Paull Hazard [1935] y George Huppert [1970]. La erudicion hizo progresos decisives durante el siglo de Luis XIV, mientras la histo- tia pasaba por un profundo eclipse. «Los estudiosos del siglo XVI parecen desinteresarte de los gran- des problemas de la historia general. Compilan glosarios, como ese gran leguleyo que fue Du Cange (1610-1688). Escriben vidas de san- tos como Mabillon. Publican fuentes para la historia medieval, como Baluze (1630-1718), estudian las monedas como Vaillant (1632- 1706), En suma, tienden a investigaciones propias de anticuarios an- tes que de historiadores» [ibidem, pag, 173). 118 ‘Dos empresas tuvieron una importancia particular. Se colocan en el marco de una investigacién colectiva: «La gran innovacida consiste en el hecho de que en los afios del reinado de Luis XIV, la erudicion fue conducida calectivamenten (Lefebvre, 1945-1946]. En efecto, es tuna de las condiciones que exige la erudicién. La primera es la obra de los jesuitas, cuyo iniciador fue Héribert Roswey (Rosweyde), muerto en Amberes en 1629, que habia estable- cido una suerte de repertorio de vida de santos, manuscritos conser vados en las bibliotecas belgas, Partiendo de sus documentos, Jean Bolland hizo que sus superioses aprobaran el plan de una publica cién de vidas de santos y documentos hagiograficos, presentados de acuerdo con el orden del calendario. Asi se formé un grupo de je- ‘suitas especializados en hagiograffa, a quienes se denominatia bolan- distas, y que publicaron en 1643 los dos primeros voltimenes del mes de enero de los [1941-1942]. La obra ensefia so- bre todo que la concordancia de dos fuentes independientes establece la verdad, e inspirindose ea Descartes aplica el principio de «hacer en todas partes desmontajes tan completos y revisiones tan genera- 119 less come para quedar «saguros de no omitiv nada» (Tessier, 1961, pag: 641]. Se conocen dos anéedotas que muestran hasta qué punto, al pasar del siglo xvus al xvity el divorcio entre la historia y ls erudici6n se hizo profundo, El padre Daniel, historiégrafo oficial de Luis XIV, que Pucter (1911) definié, sin embargo, como «un trabajadar con- clenzudo», cuando se disponia. escribir su Histaire de la milice fran- gatse (1721), fue llevado a la biblioteca real donde le mostraron mil doscientas obras que podian serle viriles. Durante casi una hora con- subté varias de ellas y por fin declaré que «tados esos libros eran pa- peleria intitil que no necesitalsa para escribir su historia». Elabad de ‘Vertot habia terminado una obra sobre el asedio de Rodas por parte de los turcos; le trajeron documentos nuevos. El los rechazé dicien- do: «Ya hice mi asedio» [Ehrard y Palmade, 1964, pig, 28). Este trabajo de erudicién prosiguid y se extendis en el siglo xvi. El trabajo histérico se adormilé, desperté sobre todo en acasién del debate sobre los origenes —germinicos romanos— de la sociedad y las instituciones francesas, Algunos historiadores volvieron a la bitsqueda de Jas causas, pero unicndo la erudicién atenta a esta refle- xi6n intelectual. Esta alianza justifiea —a pesar de algunas injustic para con el siglo xvi—la opinién de Collingwood: «Enel sentido es- tricto en que Gibbon y Mommsen son historiadores, no hay histo- riador antes del siglo xvitt», esto es, no hay autores de «un estudio critico © constructive cuyo campo sea todo el pasado humano to- mado en su integridad y cuyo método sea la reconstruccién del pa- sado a partir de los documentos escritos y no escritos, analizados ¢ interpretados con espiritu critico» (citado en Palmade, 1968, pag. 432), Por su parte, Henri Marrou subrayé que «lo que constituye el mérito de Gibbon [célebre autor inglés de ln History of the Decline and Fall of the Roman Empire, 1776-1788] es precisamente haber realizado la sintesis entre el aparte de la erudicion clasica, tal como se habfa formulado poco a poco entre los primeros humanistas has- t los benedictinos de Saint-Maur y sus émulos, y el sentido de los grandes problemas humanos considerados desde lo alto y amplia- mente, como podia haberlo desarrollado en él la famniliaridad con los filésofos» (1961, pag. 27], Con el racionalismo filosdfico —que como se ha visto no tuvo sino consecuencias fecundas en la historia—con el definitive recha~ zo de la Providencia y la bisqueda de causas naturales, los horizon- 120 se oxtienden a todas los aspectas de Ia sociedad y 2 ‘todas las civilizaciones. Fenelon, en un Projet d'un tvaité sur Phistoi- 2 (1714), pretende del historiador que estudie «las costumbres y el “tstado de todo cuerpo natural», que muestre su originalidad, su verdad lo que los pintores Hlaman a indumentaria— y simultineamente Hos cambios: «Toda nacién tiene sus costumbres, nay diferentes de las de los pueblos vecinos, todo pueblo cambia a menudo a través de ‘sus propias costumbres» [mencionado en Palmade, 1968, pag. 432]. Voltaire, en sus Nowvelles considérations ser Vhistoire (1744), habia ‘pretendido una «historia econdmica, demogeifica, historia de las técnica y las costumbres y no s6lo historia politica, militar, diplo- iitica. Historia de los hombres, y no sélo historia de los reyes y los grandes. Historia de las estructuras y no sélo de los acontecimien- tos. Historia en movimiento, historia de las evoluciones y transfor- maciones, y no historia estatica, historia-marco. Historia explicati~ ‘va, y no meramente historia narrativa, descriptiva, o dogmética. En fin, historia global...» [Le Goff, 1978). Al servicio de este programa —o de programas menos ambicio- s0s— el historiador pone una cuidadosa erudicién que iniciativas cada vez mas numerosas y, lo que es nuevo, las instituciones, cratan de satisfacer. En este siglo de acadermias y saciétés savantes, la histo~ ria o lo que a ella cancierne no es olvidado, En dl plano de las institticiones, la eleccién de un ejemplo puede recaer sobre la Académie des Inscriptions et Belles Lettres de Fran- cia, La epequefia academia fundada por Golbert en 1663 no com- prendia mas que cuatro miembros y su misién era puramente utili- taria: compilar las inscripciones de las medallas y los monumentos que perpetuaron la gloria del rey Sol. En 1701 sus efectivos fueron elevados a cuarenta y se convirtié en auténoma. Fue rebautizada con su nombre actual en 1716, y a partir de 1717 publicé regular- mente memorias dedieadas a la historia, la arqueologia y la linguiisti- ca, y emprendié la edicién del Recueil des ordonnances des rois de France. Bin el nivel:dé los inatrutventon de trabajo, se piieded manaionae or tna parts el Ark de -vérifier ler dates, dela que-los maucinas pu- Picci le actmera ediasbarca 1780rpak ote le sonitiensiins ares. dor de 1717-1720, de los Archivos reales de Turin, cuyos reglamentos son la mejor expresién de la archtvfrtica del tlempo, y la impresién del catélogo de la biblioteca real de Paris (1739-1753), 421 Como representante de la actividad erndita al servicio de la his- toria puede citarse a Ludovico Antonio Muratori, nacido en 1672, bibliotecario de la Ambrosiana en Mildn en 1694, bibliotecario y ar- chivista del duque de Este en Médena en 1700, muerto en 1750. De 1744 21749 publicé los Anales de Italia, precedidos (1738-1742) por las Antiguitates italicae Medii Aevi. Tuvo especial relacién con Leibniz [véase Campori, 1892]. Muratori tomé como modelo a Mabillon, pero en tanto laico li- beral, al modo de los humanistas del Renacimiento, la historia de los milagras y de los presagios. Lleva mas lejos que el maurino la critica de las fuentes, pero tampoco él es un verdadero historiador. No hay elaboracién histérica de la documentacién y la historia se reduce a la Revorfapolitica, Tio queconciecue-« las inetituctones;a: las costam- bres'y mentalidades es rechazado en las Antiquitates. «Sus Analesan debicran Ilamarse mds bien estudios de historia italiana ardenados cronolégicamente, y no una obra histérica» [Fucter, 1911]. Desde el punto de vista que aqui nos interesa, el siglo xxx es deci- sivo porque pone definitivamente en prictica el método eritico de los documentos, que interesan al historisdor desde el Renacimiento, difunde este método y sus resultados con Ja ensefianza y la publica- cidn, y une historia y erudicién, En cuanto al instrumental erudito de la historia tomemos como ejemplo a Francia, La Revolucién, y después el Imperio, constituyen los Archives Nationales, que colo- cados bajo la autoridad del ministro del Interior en 1800 pasan a la del ministro de Instruccién Publica en 1883, La Restauracién creé la Ecole des Chartes en 1821, para formar un cuerpo de archivistas es- pecializados que tenfan que ser mis historiadores que administrado- res, ¥ a quienes fue reservada a partir de 1850 la direccidn de los ar- chivos departamentales. La investigacién arqueolégica sobre los principales lugares de Ja antigiiedad fue favorecida por Ia fundacion de las Escuelas de Atenas (1846) y de Roma (1874), y el conjunto de a enudicién histérica por la fundacién de la Ecole Pratique des Hau- tes Etudes (1868). En 1804 nacié en Paris la Académie Celtique, para estudiar el pasedo nacional francés. En 1814 se transformé en Sacié- té des Antiquaires de Francia. En 1834 el historiador Guizot, que habia llegado a ministro, instituyé un comité de Trabajos Histori- cos encargado de publicar uma «Collection de Documents Inédits surl"Histoire de Frances. En 1835, la Société Frangaise d’Archéolo- giefundada en 1833 celebré su primer congreso. La Société de His- 122 toire de France nacis en 1845. Ya existe una «armaz6ns para Ia histo- ‘Tia: cdtedras de facultad, cemtros universitarios, sociétés savanites, co- lecciones de documentos, bibliotecas, revistas. Después de los mon- jes dela Edad Media, los humanistas y juristas del Renacimiento, los phitosophes del siglo xvin, los profesores burgueses introducfan la historia en el corazén de Europa y de su prolongacién, los Estados Unidos de América, donde en 1800 se fundé en Washington la Li- brary of Congress. El movimiento era curopeo y fuertemente cefiido de espiritu na- cional, si no de nacionalismo. Una sefial evidente la daba la creacién. €n poco tiempo de una revista histérica (nacional) en la mayor parte delos paises europeos, En Dinamarca, Historisk Tidsskrift (1840); en Tralia, Archivio Storico Italiano (1842), al cual siguié la Rivista Stori- ca Fraliana (1884); en Alemania, Historische Zeitschrift (1859); en Hungeia, Sedzadok (1867); en Noruega, Histovisk Tidsskrift (1870); en Francia, Revise Historique (1876), precedida desde 1839 por la Bibliotheque de UEcole des Chartes; en Suecia, Historisk Tidsskrift (1881); en Inglaterra, English Historical Review (1886); cn los Paises Bajos ‘Tidscbrife voor Geschiedenis (1886); en Polonia Kwartalaik Hisstoryceny (1887); y en Estados Unidos, The American Historical Review (1895), Pero el gran centro, el faro, ¢] modelo de la historia erudita en el siglo xxx fue Prusia, No s6lo la erudicion cred en ella instituciones y colecciones prescigiosas como «Monumenta Germaniae historicay (a partir de 1826), sino que la produccién historica unié mejor que en ningiin otro lugar ¢! pensamiento histérico, la erudicion y la en- sefianza en la forma del seminario, y aseguré la continuidad del es- fuerzo de erudicion ¢ investigacion histérica. Emergen algunos grandes nombres: el alemin-danés Niebuhr por su Historia romana (Rémische Geschichte, 1811-1832); el erudite Waitz, alumno de Ranke, autor de una Historéa de la constituciin alemana (Deutsche Verfassungsgeschichte, 1844-1878) y divector desde 1875 de los «Monumenta Germaniae historica»; Mommsen, que domind la his- toria antigua, donde utilizé la epigrafia para la historia politica y ju- ridica (Rémische Geschichte, a partir de 1849); Draysen, fundador de la escuela prusiana, especialista en historia griega y autor de un shanual de historiogratia: Resumen ded bistoricisrmo (Grundriss der Historik, escrito en 1858, publicado en 1868); la Hamada escuela nacional-liberal» de Sybel, fundador de la Historische Zeitschrift, 123 Haiisser, autor de una Historia de Alemania (Deutsche Geschichte, 1854-1857) en el siglo 11x, Treitschke, ete. El nombre mds grande de is gran escuela histérica alemana del siglo xix es Ranke, de cuyo rol ideol6gico en el historicismo ya nos ocupamos. Se le recuerda como el fundador en 1840 del primer seminario de historia donde macs- tros y alumnas se dedicaban a la critica de textos. La erudicién alemana habia ejercido una fuerte seduccién sobre los historiadores europeos del siglo xx, incluidos los franceses, que no estaban lejos de pensar que la guerra de 1870-1871 habia sido ga- nada por los maestros prusianos y los eruditos alemanes. Un Mo- nod, un Jullian, un Seignobos, por ejemplo, fueron « completar su formacién en los seminarios del otro lado del Rin, Marc Bloch habia de confrontarse también él con la erudicién alemana en Leipzig. Un alumno de Ranke, Godetroid Kurth, fundé en la Universidad de Licja un seminario donde el gran historiador belga Henri Pirenne, que en el siglo xx contribuiria a fundar la historia econémica, hizo su aprendizaje. Sin embargo, saliendo de Alemania, los peligros de la erudicién alemans aparecieron a fines del siglo xxx. Camille Jullian en 18% constataba: «La historia en Alemania se desmenuza y se deshoja», por momentos «se va perdiendo en una suerte de escolistica filolé- gica: los grandes nombres desaparecen uno después de otro; da mic- do de ver sobrevenir a los epigonos de Alejandro 0 a los nictos de Carlomagno.. [mencionado en Ehrard y Palmade, 1964, pag. 77]. El historicismo erudito aleman degeneraba en Alemania, y en otros lugares de Europa, en dos tendencias opuestas: una filosofia de la historia idealista, un ideal erudito positivista que eludis las ideas y exclufa de la historia la buisqueda de las causas. ‘A dos universitarios franceses les tocarfa dar su estatuto a esta historia positivista: In Introduction aux étuedes historiques [1898] de Langlois y Seignobos, que al definirse como «breviario de los nue- vos métadoss retomaba simulténeamente los elementos positivos de una erudicién progresista y necesaria y los gérmenes de una esterili- zacién del espiritu y de los métodos de la historia. ‘Queda por hacer el balance positivo de esta historia erudita del siglo x18, como hizo Mare Bloch en su Apologie ponr I'bistoire: «El concienzudo esfuerzo del siglo xix» permitid que elas técnicas dela eritica» dejaran de ser el monopolia «de un pufiado de eruditos, exié- getas y curiosos» y «el historiador fue llevado de muicvo a lz mesa de 124 jjo». Hay que hacer rriunfar alns preceptas mas elementales de moral de la inveligenciss y «las fuerzas de la razéns que operan “enuestras humnildes notas, en nuesteas pequefias y minuciosas re- ones, que hoy desprecian, sin comprenderlas, muchos bellos es- fritus» [1941-1942; véase también Ehrard y Palmade, 1964, pag. 78]. ‘Asi, sdlidamente establecida sobre las ciencias auziliares (la ar- jieologia, la numismatica, el estudio de los sellos, In filologia, la epi- fa, la papirologia, la diplomitica, la onomdstica, In genealogia, la Aldica), la historia se instalé en el trono de la erudicién. 5, Hrsrorra nor En cuanto a la historia hoy, por una parte vamos a esbozar su re~ Royacién en tanto prictica cientifica, y por otra recordaremos su rol en la sociedad. ‘Vamos a tratar el primer punto de modo relativamente breve, re- Mitiendo a otro estudio [Le Goff, 1978] donde quien escribe presen- Ja génesis y los principales aspectos de la renovacidn de la ciencia istdrica en el dltimo medio siglo. Esta tendencia parece sobre todo francesa, pero se manifesté fambién en otros lugares, especialmente ea Gran Bretana y en Italia, filrededor de las revistas Past and Present (después de 1952) y Qua- iderni storici (después de 1966). ‘Una de sus més antiguas manifestaciones fue el desarrollo de la historia econémica y social; hay que mencionar entonces el rol de la “ciencia teérica alemana alrededor de la revista Viertel-jabrsschrift fiir Sozial-und Wirtschaftsgeschichte, fundada cn 1903, y el del gran his« Toriador belga Henri Pirenne, tedrico del origen econémico de las ‘ciudades en Europa medieval, En la medida en que la sociologia y la antropologia desarrollaron un papel importante en el cambio. de la historia del siglo xx, la influencia de un gran espiritu como Max We- ‘ber y Ia de los socidlogos y antropdlogos anglosajones son bien co- “nocidas, El éxito de la «historia oral» fue grande y precoz entre los pue- blos anglosajones, La moda de la historia cuantitativa fue notoria en “todas partes, con Ia excepcién tal vez de los paises mediterraneos. Ruggicro Romano, cuya imagen de la Storiografia italiana oggt [1978] impresiona por su inteligencia y sus posiciones tomadas, in- 125 7 dies un grupo de paises donde la participacién de la historia y los historiadores en la vida social y politica —no solamente en Ia vida culeural— esté viva: Italia, Francia, Espatia, los paises sudamericanos, Polonia, mientras que el fenémeno no existe en los paises anglosajo- nes, rusos y germanteos. Ejemplo pioneto de una historia nacional, que integra en sf las adquisiciones y aperturas de la nuevas orientaciones historiograficas, lo constituye la Storia d'Italia del editor turinés Ei- audi (1972-1976). En la actualidad el trabajo histérico y !a reflexién sobre la histo- tin se desarrollan en un clima de critica y desencanto en cuanto a la leologia del progreso y, mnds recientemente en Occidente, de repu- dio al marxismo, en todo caso al marxismo vulgar. Toda una pro- duccién sin valor cientifico, que pudo ilusionar bajo la presién de la moda y de cierto rerrorismo politico-intelecrual, perdi6 todo crédi- to. A la inversa, y en las mismas condiciones, hay que sefialar que florece una pseudohistoria antimarxista que parece haber asumido como bandera el tema agotado de lo irracional. Dado que el marxismo, con excepcién de Max Weber, fue el ini- co pensamiento coherente de la historia em el siglo 20, es importante ver lo que se produjo a la luz del desapego de la teorfa marxista y la renovacién de las practicas histéricas de Occidente, iniciadas hace rato, no contra el marxismo sino fuera de él, aun cuando pensemos con Michel Foucault que algunos problemas capitales para el histo- riador no pueden plantearse sino a partir del marsismo, En Occi- dente hay historiadores de valor que se esfuerzan por demostrar que no sélo el marxismo podia llegar a una sbuena convivencia» con la aueva historia, sino que esta cerca de ella por su consideracién de las estructuras, por su concepcién de una historia total, y su interés por el campo de la técnica y las actividades materiales. Pierre Vilar [1973] y Guy Bois (1978) auguraron que la renova cién pasaria «a través de ciertos regresos a las fuentes». Algunas obras colectivas como Anjourd'bsui l'histoire [Hincker y Casanova, 1974] y Ethnologie et histoire [Ethnologie, 1975], publicadas en Pa- tis por Editions Sociales, manifiestan un deseo de apertura. Una in- teresante serie de textos publicados hace unos afios por historiadores marxistas italianos (Cecchi, 1974] mostré la vitalidad y la evolucién de esta investigacién-Una obra como Le féodalisme, un horizon théo- rique de Alan Guerceau [1980] manifiesta a pesar de sus excesos la existencia de un pensamiento marxista fuerte y nuevo. 126 Fin Orcidlente se conace mal la produecién histSrica de los passes 1 Este. Com excepcién de Polonia y Hungrfs, lo que se conoce no alentador. Tal vez haya corrientes y trabajos interesantes en Ale- ania del Este, Ya sefialamos a algunos historiadores del pasado como los ante- ores de la nueva historia, por su gusto por la investigacién de las ‘causas, sti curiosidad en cuanto a las civilizaciones, su interés por lo ‘material, lo cotidliano, la psicologfa. Desde La Popelinitre, a finales del siglo xv1, a Michelet, pasando por Fenelon, Montesquieu, Vol- tire, Chateaubriand y Guizor, se trata de una impresionante linea Aereditaria en la diversidad. Hay que agregar al holandés Huizinga, ‘muerto en 1945, cuya obra maestra, El otaro de la Edad Media [1919), ‘hizo ingresar en la historia la sensibilidad y la psicologfa colectivas. La fundacién, en 1929, de la revista Annales (Annales d'histoire Economique et sociale en 1929, Annales, Economies, Sociétés, Civi- Hisations en 1945), por Mare Bloch y Lucien Febvre, se considera como el acta de nacimiento de la «nueva historia» [véase Revel y Chartier, 1978; Allegra y Torre, 1977; Cedronio y otros, 1977]. Las ideas de la revista inspiraron en 1947 la fundacién por Lucien Febvre, muerto en 1956 (Mare Bloch, resistente, habfa sido fusilado por los alemanes en 1944), de un insticuto de investigacién y ense~ Fanza en el campo de las ciencias humanas y sociales, la sexta sesi6n de ciencias econémicas y sociales de In Ecole Pratique des Hautes Etudes, prevista por Victor Duruy en el momento de la fundacién dela escuela en 1868, pero que no pudo concretarse. Convertida en 1975 en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, este insti- tuto donde la historia tenia un lugar eminente junto ala geografia, la economia, Ia sociologia, 1a antropologia, la psicalogfa, la lingtistiea yila semiologia, aseguré la difusién en Francia y en el exterior de las, {ideas que habjan estado en el origen de los Annades. Estas ideas se pueden sintetizar en la critica del hecho histérico, dela historia événementielle, especialmente politica; en la biisqueda de ‘una colaboracién con las otras cieneias sociales (los inspiradores del sespiritu» de los Annales fueron el economista Frangois Simiand, quien publicé en 1903 en la Revue de Synthtse Historique, pionera dela nueva historia bajo el impulso de Henri Berr, un articulo: . Asi que estd claro lo que esta en cuestién. El rechazo de una hi toria idealista, donde las ideas se generan con una sucrte de parteno- génesis, de una historia guiada por la concepci6n de un progreso li- neal, de una historia que interpreta el pasado con los valores del presente, Por el contrario, Francois Jacob propone le historia de uns ciencia que tenga en cuenta las condiciones (materiales, sociales, mentales) de su producci6n, y que individualice en toda su comple- jidad las etapas del saber. Pero hay que ir mas lejos. Ruggiero Romano, fundindose en los sugerentes trabajos y los fundamentos indiscutibles de Jacques Ruf- fig (1976), afirma: «Donde la historia traté de imponerse a la biolo- fa sirviéndose (bajamente y mal) de ella para Ia historia demogrifi- ca, hoy la biologi quiere y puede ensefiarle algo a la historia» [1978, pag. 8). ‘Nietasche llamé ka atencién sobre el interés que tendria una cola- horacién entre historiadores y especialistas de la etologia: «Mbilti- ples instigaciones a la investigaciGn histérica provienen de una con- frontacién con la etologia de los bidlogos. Es de desear que este encuentro entre las dos disciplinas en la perspectiva de una etologia hist6rica se vuelva fructifera para una y otra» (1974, pag. 97]. Todo cambio profundo de la metodologia histérica se acompafia. deuna transformacién importante de la documentaci6n. En este sec- tor, nuestra época conoce una verdadera revolucién documental: es la irrupcién de lo cuantitativo y el recurso a la informatica, Convo- cada por el interés de la nueva historia en los grandes ntimeros, pos- tulada para el uso de decumentes que permitan alcanzar a las masas, como los registros parroquiales de Francia, base de la nueva demo- gralfa [véase por ejemplo Goubert, 1960}, convertida en necesaria por el desarrollo de la historia serial, la computadora entré en l equipo del historiador, Lo cuantitativo habia aparecido en Ia histo- ria con la historia econémica, especialmente con la historia de los precios, uno de cuyos pioneros fue Ernest Labrousse [1933], bajo la influencia de Francois Simiand; invadié la historia demogréfica y cultural. Después de un periodo de ingenuo entusiasmo, se indi dualizaron los servicios indispensables que la computadora aporta 132 algunos tipos de investigacién social y sus limites [véase Furct, 19714; Shorter, 1971; Arnold, 1974]. También en la historia ecom ica, uno de los principales partidarios de la historia cuantitativa, larczewski, eseribid; «La historia cuantitativa es s6lo uno de los \étodos de Ia investigacion histérica en cl campo de la historia eco- Ti6mica. No axchuye el recurso de la historia cuslitativa, Ella le apor- ‘aun complemento indispensable» [1965, pag. 48]. Un modelo de estigacién histérica innovadora fundado en Ia utilizacion inteli- ‘gente de la computadora es la obra de Herlihy y Klapisch-Zuber Les ‘Toscans et leurs familles [1978]. La mirada del historiador sobre la historia de su disciplina de- ‘sarrollé recientemente un sector nucvo, especialmente rico, de la istoriogeafia: a historia de la historia. Sobre la historia de la historia, el flésofo e historiador polaco yysatof Pamian lanz6 una mirada especialmente aguda. Recordd en qué condiciones histéricas nacié esta historia a fines del siglo xx, “tobre la critica del reino de la Historia: «Filésofos, socidlogos y tam- ign historiadores se pusieron a demostrar que la objetividad, los jechos dados de una vez por todas, las leyes del desarrollo, el pro- reso, tadas nociones que hasta ese momento se consideraban ob- fas y que fundaban las pretensiones cientificas de la historia, no tan mas que ilusiones (...) Los historiadores (...) fueron sefialados fn la mejor de las hipStesis como ingenuos, cegados por las ilusiones ue ellos mismos habjan generado, y en la peor, como charlatanes» [1975, pag. 936]. La historia de la historiograffa tomé como consigna las palabras le Croce: toda historia es una historia contemporinea, y el historia lor, de sabio que creia ser, se convierte en fabricante de mitos, un olitico inconsciente, Pero, aflade Pomian, esta puesta en cuestién 0 concierne slo a la historia, sino a «toda la ciencéa y especialmen- fast mticleo, la fisica» [ibidem), La historia de las ciencias se de- 4arroll6 con el mismo espiritu critico de la historia de la historiogra~ Para Pomian este tipo de historia esta hoy superado porque ‘lvida el aspecto cognitivo de la historia y de a ciencia en particular, 3 debicra llegara ser una ciencia del conjunto de las practicas del his- oriador y, més avin, una historia del conocimiento: «La historia de In historiografia cumpli6 su tiempo. Lo que hoy necesitamos es una historia de Is historia que debiera colocar en el centro de sus investi- giciones la interaceién entre el conocimiento, las idealogfas, las exi- 133 goncias de la escritura, en sums, entre los aspectos diversos y por momentos discordantes del trabajo del histariadar y que al hacerlo debiera permitir lanzar un puente entre la historia de las ciencias y la de la filosoffa, la literatura, tal vez el arte. O mejor: entre una histo- riadel conocimiento y de los diferentes usos que de él se hacen» [ibi- dem, pag. 952]. ‘Atestiguan el ensanchamiento del campo de Ia historia la crea~ cidn de ntievas revistas, en un marco tematico, mientras que el gran movimiento del nacimiento de revistas histdricas en el siglo x0 se operé sobre todo en un marco nacional, Es preciso recordar entre las nuevas revistas: 1) las que se intere- san por la historia cuantitativa, por ejemplo Computers and the Hu- ies, publicada en 1966 por el Queen’s Callege de la City Uni- de Nueva York; 2) las que se refieren a la historia oral y la etnohistaria, entre ellas Oral History. The Journal of the British Oral History Society (1973), Etnobistory, editada por la Universidad de Arizona desde 1954, los recordados History Workshop briténi- cas; 3) las que se dedican a la comparacién y la interdisciplinariedad: los Comparative Studies in Society and History nortearnericanos, desde 1959; la Information sur les Sciences Saciales, bilingiie (francés ¢ inglés) publicada por la Maison des Sciences de I"Homme (Paris) desde 1966; 4) las que se ocupan de la teoria y la historia de la his- toria, la mas importante de las cuales es la reeordada History and Theary, fundada en 1960. Hy tun ensanchamiento del horizonte histérico que debe llevar a.unaconmocién de la ciencia histérica. Es la necesidad de poner fin al ctnocentrismo, la necesidad de deseuropeizar la historia. Las manifestaciones de etnocentrismo histérico han sido releva- das por Roy Preiswerk y Dominique Perrot [1975]. Relevaron diez formas de colonizacién de la historia por parte de los oceidentales: 1) la ambigiiedad de la nocién de eivilizacion. ; Hay una o varias?; 2) el evolucionismo social, esto es, la concepeién de una evolucién dni- cay lincal de Ia historia segdn el modelo occidental. A propdsito de esto, es tipica In declaracién de un antropélogo del siglo xx: «El progreso result6 sustancialmente del mismo tipo (...) en tribus y naciones que habitan continentes diversos, a veces separados por océanos (...) Si extendemos esta afirmacién, en perspectiva culminan con la unidad de los orfgenes humanos. Al estudiar la condici6n de las tribus y las naciones que vincularon su existencia a singulares y 134 iferentes periodos étnicos, lo que se afronta en sustancia es la Moria antigua y la condici6n de nuestros mismos remotos progenito- (Morgan, 1877]; 3) el alfabetismo como eriterio de diferencia- cin entre el superior y el inferior; 4) la idea de que los contactos con ‘Occidente son el fundamente de la historicidad de las demas culeu- 3 5) la afirmacién del rol catisal de los valores de la historia, con- mado por la superioridad de los valores occidentales: la unidad, la ‘ey y el orden, el monoteismo, la democracia, el sedentarismo, la in dstrializacién; 6) la legitimacién unilateral de la historia occidental N(esclavitud, propagacién del cristianismo, necesidad de interven- “Gin, etc.); 7) la transferencia intercultural de concepros accidentales Afeudalismo, democracia, revolucién, clases, estado, etc.); 8) el uso de estereotipos, como los barbaros, el fanatismo musulmén, etc.; §) Ja seleccion autocentrada de los datos y acontecimientos «impor- tantes> de la historia, imponiendo al conjunto de Ia historia del mun- do la periodizacién elaborada por Occidentes 10) la eleccién de las ilustraciones, las referencias a la raza, la sangre, el color. Siempre 2 través del estudio de los manuales escolares, Mare Fe- ‘tro fue mas lejos en la puesta en cuestidn de la concepcion tradicio~ shal de «historia universaly. Al analizar Comment on raconte I’bistoi~ ‘eaux enfants é travers fe monde entier, a propésito de los ejemplos de Africa del Sur, el Africa negra, Antillas (Trinidad), Indias, Islam, furopa occidental (Espaiia, Alemania nazi, Francia), la URSS, Ar- anenia, Polonia, China, Japén, Estados Unidos, y con una mirada (puesta en la historia «interdicta» (mexicanos-americanos, aborige- anes de Australia), Marc Ferro declara: «Ya es tiempo de confrontar ‘hoy todas estas representaciones, dado que con el ensanchamiento del mundo, con su unificacién econdmica pero con su desintegrae i6n politica, el pasado de las sociedades es mas que nunca una de las ‘apuestas en [a confrontaciGn entre estados, naciones, culruras y gru- [Pos étnicos (...) La sorda revuclta de aquellos cuya historia esta “in terdicta"» [1981, pg, 7]. En su novedad imperfecta es un libra eapi- fal, que lamentablemente no pude utilizar desde el comienzo de la preparacion y redaccién de este articulo. No nos es dado saber qué es una historia verdaderamente uni- versal. Tal vez sea algo radicalmente diferente de lo que denomina~ mos historia. Ella ha de hacer ante todo el inventario de las diferencias y de los conflictos. Reducirla a una historia edulcorada, dulzona- mente ecuménica, para gustar a todos, no-es el camino justo. De aqui 135 el semifracaso de los cinco voltimenes de la Histoire die développe- ment scientifique et exlturel de !bumanité, publicados por la Unes- coen 1969 y llenos de buenas intenciones. ‘A partir de la Segunda Guerra Mundial, la historia se encuentra ante nuevos desafios. Vamos a considerar tres. El primero es que Ia historia tiene que responder mas que munca alademanda de los pucblos, de las naciones, los Estados, que la quie~ ren mis que maestra de vida, mas que espejo de su idiosincrasia, ele- mento esencial de la identidad individual y colectiva que buscan con angustia: viejos paises colonizadores que perdieron su imperio y s¢ encuentran en su pequefio espacio europeo (Gran Bretafia, Francia, Porcugal); viejas naciones que despiertan de la pesadilla nazi y fas- cista (Alernania, Italia); paises de Europa del Este donde la historia no esta de acuerdo con lo que el dominio soviético quisiera hacernos creer; la Unien Soviética atrapada entre la breve historia de su unifi- cacién y la larga historia de sus nacionalidades; Estados Unidos que habia creido conquistar una historia en el mundo entero y se en- cucntra vacilando entre el imperialismo y los derechos humanos; paises oprimidos que hachan por su historia como por su vida (Amé- rica Latina); pafses mevos que buscan a tientas el modo de construir su historia [por ejemplo, en el Africa negra, Asorodobraj, 1967]. {Es necesario, posible, optar entre tna historia-saber objetivo y una historia militante? zHay que adoptar los esquemas cientificos forjados por Occidente o inventarse una metodologia historica jun- to con una historia? Por su parte, Occidente se ha preguntado en ocasién de sus pruebas mas duras (la Segunda Guerra Mundial, la descolonizacién, la insurree- cidn de mayo del 68) si no es mas sabio renunciar ala historia. {No for- ma parte de los valores que levaron a Ia alicnacién y a la infelicidad? A los nostalgicos de una vida sin pasado, Jean Chesneaux les res- pondié recordando la necesidad de dominar una historia, pero pro- puso hacer de ella atmna historia para la revoluciéne. Es uno de los posibles resultados de la teoria marxista de una unificacian entre el saber y la praxis. Si, como cree quien escribe, Ia historia —con su es- ‘pecificidad y sus peligros— es una ciencia, tiene que evitar una iden- tificacién entre historia y politica, viejo suetio de la historiografi que tiene que ayudar al trabajo del historiador a dominar su can cionamiento por parte de la sociedad. Sin ello, la historia sera el peor jabersuienty da toda poder, 136 Mis sutil fue el rechazo intelectual que parecié encarnar el es- tructuralismo. Ante todo es preciso decir que el peligro parece haber venido sobre todo —y no desaparecié del todo— de cierto saciolo- gismo. Gordon Leff observé con justeza: «Los ataques de Karl Pap- per contra lo que llamaba equivocadamente el historicisimo en las " ciencias sociales paecen haber intimidado a una generacion; conju- gandose con la influencia de Talcott Parsons, abandonaron la teoria Social, seguramente al menos en Estados Unidos, a una condicién ahistérica, a un nivel tal que parece a menudo no tener relacién con {a tierra de los hombres» [1969, pag. 2]. Philip Abrams, a diez afios de distancia, parece haber definido bien las relaciones entre la sociologia y la historia (1971; 1972; 1980] al acoger Ia idea de Runciman, para quien no existe una seria distin- cidn entre historia, sociologia y antropologia, sino bajo la condicién de no reducirlas a puntos de vista limitados: ni a una suerte de psi- cologia, nia una comunidad de técnicas; las ciencias sociales como las dems— no tienen que subordinar sus problemas a las técnicas. En cambio parecerfa que sélo una deformacién del estructuralis- mo puede hacer de él un ahistoricismo. No es éste el lugar para estu- diar en detalle Los informes de Clande Lévi-Strauss. Se sabe que son complejos. Hay que relecr los grandes textos de la Antropologia es- tructural (Paidds, 1987), de Pensée sauvage [1962], de Due miel aux tendres [1966], Est claro que a menudo Lévi-Strauss pens6, tenien- do en cuenta tanto la disciplina histérica como la historia vivida: «Podemos Ilorar sobre el hecho de que haya historia» [Backés-Clé- ment, 1974, pig. 141}; pero quien escribe considera como la expre~ sin mas pertinente de su pensamiento sobre cl tema estas Iineas de la Antropologia estructural: «En un camino donde cubren, en cl mis~ “mo sentido, el mismo itinerario, sélo la orientacién es diferente: el etndlogo procede hacia adelante tratando de alcanzar, a través de una zona consciente que nunca ignora, un Ambito cada vez més amplio del inconsciente al que se dirige; mientras el historiador procede por asi decirlo como los cangrejos, con los ojos fijos sobre actividades concretas y particulares, de las que se aleja sdlo para considerarlas desde una perspectiva mis rica y compleja. Auténtico Jano bifronte, que permite dominar con la mirada la totalidad del recorrido, en todo caso es sélo el conjusto solidario de las dos disciplinas». ' En todo caso hay un estructuralismo sumamente adaprado a los historiadores: el estructuralismo genético y dindmico del epistemé- 137 Jogo y psicélogo suizo Jean Piaget, segiin el cual las estructuras son inttinsecamente evolutivas. Si la historia puede vencer estos desafios, no por eso deja de afromtar hoy serios problemas. Vamos a recordar dos de ellos, uno general y otro particular. El gran problema es el de Ia historia global, general, la tendencia secular a una historia que no sea solo universal, sintétiea antigua empresa que va del cristianismo antiguo al histo- rieismo alemén del siglo xox y a las innumerables historias universa- les dela vulgarizacion histérica del siglo xx— sino integral o perfec~ ta conto decfa La Popebnitre,-o global, total,.conio soitentan los Annales de Lucien Pebvre y Marc Bloch, Hay en la actualidad una «panhistorzacién» que Paul Veyne considera como la segunda gran muracién del pensamiento histdri- co desde la antigiiedad. Después de una primera mutacién que en la antigiiedad griega llevé a la historia desde el mito colectivo ala biis- queda de un conocimiento desinteresado de la verdad pura, se opera en la época actual una segunda mutacién, porque los historiadores stomaron gradualmente conciencia del hecho de que todo era digro de bistoria: ninguna tribu, por mindscula que sea, ningiin gesto hu- mano, por insignificante que sea en apariencia, es indigno de la cu- riosidad histéricar [1968, pig, 424]. {Pero es capaz esta historia bulimica de pensar y estructurar esta totalidad? Algunos piensan que ha llegado el tiempo de la historia en articulas: «Vivimos la desinregracién de la historian, escribié Pierre Nora, fundando en 1971 la coleccién «Bibliotheque des Histoires», Habria que hacer historias, no una historia. Lo que piensa quien ¢s- cribe de la egitimicad y los limites de las «multiples aproximaciones als historia» y del interés de tomar como temas de investigacién y de reflexién historica a objetos globalizantes, faltando la globalidad, fue expuesto antes [véase Le Goff y Toubert, 1975]. El problema particular es el de'la necesidad, sentida por muchos —productores o consumidores de historia—, de un regreso a la his- toria politica. Quien escribe cree en esta necesidad, con la condicién de que esta nueva historia politica se enriquezca con la nueva pro- blemética de a historia, de que sea una antropologia historica [Le Goff, 19714]. ; Alain Dufour, romando como modelo los trabajos de Federico Chabod sobre el Estado milanés en tiempos de Carlos V, auspicia ‘ina historia politica mas moderna», cuyo programa seria:

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