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LA “ROLAND GARROS”
DEL JUDAISMO
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Craso error, no fue ni es un metafísico partido de tenis: lo que se
disputa –por ejemplo, normas de conversión e incorporación a la
grey-afecta al conjunto de los judíos, por lo menos de aquellos que
permanecen todavía en el circuito institucional.
Posiblemente haya sido un error irreparable: el movimiento sionista
no reclamó una autocrítica de ortodoxos desde su reunión Katowice
ni de reformistas en América del Norte por aquella acérrima
oposición a la propuesta de liberación nacional.
El movimiento sionista, tal vez por espíritu conciliador y para
cicatrizar heridas, no presentó, al terminar la Segunda Guerra
Mundial, exigencias de replanteo a sus contendientes reformistas y
ortodoxos que llamaron a desoirlo cuando advertía –antes del
Holocausto- sobre los riesgos del antisemitismo y la debilidad
concreta de la plataforma religiosa para asegurar la existencia del
colectivo judío en el exilio.
El sionismo, en sus diversas corrientes, en definitiva, tampoco
percibió que algún día, muy lejos de la ciudad polaca de Katowice,
se formalizaría una alianza entre antípodas, entre reformistas y
ortodoxos.
Esta falta de percepción es algo más que una pérdida de
reflejos políticos: obliga a una seria autocrítica y a un
replanteo de la visión y la misión del sionismo
contemporáneo.
Posiblemente el movimiento sionista no supo confrontar con sus
opositores pero ya no puede eludir enfrentarse consigo mismo:
ahora, su acción política ha de ser primordialmente, de
introspección.