You are on page 1of 2

DESDE UNA MIRADA ISRAELI

LA “ROLAND GARROS”
DEL JUDAISMO

por Moshé (Moty) Rozén


Buenos Aires, Junio de 2008

Hace un siglo, en el sur de Polonia, judíos religiosos-


ortodoxos consolidan una corriente política denominada
Agudat Israel, para hacer frente a dos tendencias que ya
entonces se perfilan como posibles convocatorias
hegemónicas para la juventud judía de Europa.

Agudat Israel es -en aquel histórico momento- la respuesta a la


opción emancipadora propuesta por el sionismo en Basilea en
1897. Pero hay otro eje de confrontación: la Ortodoxia visualiza un
grave peligro en la Reforma, movimiento religioso que se inicia en
Alemania y se propaga a los Estados Unidos a medida que crece la
inmigración judía al “nuevo mundo”.
Ortodoxos proponen allí atenerse firmemente a la legislación
rabínica tradicional. Reformistas pregonan la modificación
de los preceptos acorde con la “Zeitgeist” de su entorno
social y cultural.
Tanto ortodoxos como reformistas se oponen, en ese entonces, al
rumbo nacional, al sionismo. Ambos sectores desarrollan agresivas
políticas propagandísticas para detener la influencia del
pensamiento sionista –mayoritariamente laico y contestatario- en el
seno de las comunidades judías de América y Europa.
Pero el movimiento sionista en su conjunto, ocupado en avanzar
en la promoción del retorno del pueblo a Sión, se abstuvo de
tomar parte en la puja entre sus adversarios ideológicos.
El sionismo sería, en este sentido, como un espectador en el
torneo de tenis teológico que durante más de una centuria
tuvo como escenario a Europa y –despues del Holocausto- se
juega en otras colectividades occidentales.

1
Craso error, no fue ni es un metafísico partido de tenis: lo que se
disputa –por ejemplo, normas de conversión e incorporación a la
grey-afecta al conjunto de los judíos, por lo menos de aquellos que
permanecen todavía en el circuito institucional.
Posiblemente haya sido un error irreparable: el movimiento sionista
no reclamó una autocrítica de ortodoxos desde su reunión Katowice
ni de reformistas en América del Norte por aquella acérrima
oposición a la propuesta de liberación nacional.
El movimiento sionista, tal vez por espíritu conciliador y para
cicatrizar heridas, no presentó, al terminar la Segunda Guerra
Mundial, exigencias de replanteo a sus contendientes reformistas y
ortodoxos que llamaron a desoirlo cuando advertía –antes del
Holocausto- sobre los riesgos del antisemitismo y la debilidad
concreta de la plataforma religiosa para asegurar la existencia del
colectivo judío en el exilio.
El sionismo, en sus diversas corrientes, en definitiva, tampoco
percibió que algún día, muy lejos de la ciudad polaca de Katowice,
se formalizaría una alianza entre antípodas, entre reformistas y
ortodoxos.
Esta falta de percepción es algo más que una pérdida de
reflejos políticos: obliga a una seria autocrítica y a un
replanteo de la visión y la misión del sionismo
contemporáneo.
Posiblemente el movimiento sionista no supo confrontar con sus
opositores pero ya no puede eludir enfrentarse consigo mismo:
ahora, su acción política ha de ser primordialmente, de
introspección.

You might also like