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CUATRO
LOS MRTIRES DE LYON - 177 d.C.
A todo lo que se le preguntaba responda en Latn: 'Soy
cristiano'. En lugar de su nombre, de su ciudad, de su familia
y de todo, esto es lo que sucesivamente iba confesando , y
ninguna otra palabra escucharon los paganos. () Por ltimo,
le aplicaron planchas de cobre candente a los miembros ms
delicados de su cuerpo.
Estos, ciertamente, se quemaban, pero l se mantuvo
inflexible y firme, constante en la confesin, rociado y
fortalecido por la fuente eclesial del agua viva que brota de la
entraa de Cristo.
Su cuerpo atestiguaba lo ocurrido, todo l era una llaga, todo
confusin, encogido y perdida toda forma humana; pero
Cristo padeca en l y realizaba grandes glorias anulando al
adversario y mostrando, para ejemplo de los dems, que nada
hay temible all donde est el amor del Padre, ni doloroso all
donde est la gloria de Cristo ()
El bienaventurado Potino, a quien se tena confiado el
ministerio del episcopado de Lyon, sobrepasaba la edad de 90
aos y su cuerpo estaba dbil. Por causa de esta debilidad
corporal, apenas si poda respirar, pero su gran deseo del
martirio y el ardor de su espritu le devolvan las fuerzas.
Tambin l fue arrastrado al tribunal con el cuerpo
deshacindose por la vejez y la enfermedad, pero con el alma
adentro, conservada para que por ella triunfara Cristo.
Llevado
por
los
soldados
ante
el
tribunal
con
acompaamiento de las autoridades de la ciudad y de toda la
plebe gritndole toda clase de injurias, como si l mismo
fuera Cristo, dio hermoso testimonio.
Al interrogarlo el gobernador quin era el Dios de los
cristianos, dijo: 'Si eres digno, lo vas a conocer' ()
A Blandina, en cambio, la colgaron de un madero y qued
expuesta para pasto de las fieras que se arrojaban a ella. Con
slo verla colgando en forma de cruz y con su oracin
continua, infunda muchos nimos a los otros combatientes,
que en este combate vean con sus ojos corporales, a travs
de su hermana, al que por ellos mismos haba sido