Revista Catolica
Internacional
Afio 2 Mayo/Junio 1980 III/80
Muette y promesa de vida
Estudios: Petet Hentici, Promesa escatolégica y futuro humano; Pedro Tena, «En
fas manos de Dios» La oracion de la Iglesia por los difuntos; A. Rodriguez Car-
mona, La esperanza escatologica en Ja escritura; Juan Alfaro, «Y de nuevo
vendré, con gloria, a juzgar alos vivos y a los muertos; Jean-Guy Pagé, La vida
solo nace de la muerte / Confrontaci6n: Joseph Ratzinger, Entre muerte y resu-
rreccton (Una aclaracion de la Congregact6n de la Fe a cuestiones de escatologiz
Juan Luis Ruiz de la Petia, ;Resurreccion 0 reencarnacién?; José Ramon Flecha,
iVida después de la vida? / Testimonio: Jean M. Lustiget, Homilia con ocasion
de una muerte.
—
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Communio
Afio 2 Mayo/Junio 1980 II/80
Muerte y promesa de vida
PresentaciOn ..... 6.6.6... ee
estudios
Peter Hentici, Promesa escatolégica y futuro humano. . ..
Pedro Tena, «En las manos de Dios» La oraci6n de la Iglesia
por los difuntos................-
A. Rodriguez Carmona, La esperanza es
Cite
Juan Alfaro, «Y de nuevo vendra, con storia a jugar: a los
vivos y a los muertos»............
Jean-Guy Pagé, La vida solo nace de la muerte.
ropa cn la es-
confrontacion
Joseph Ratzinger, Entre muerte y resurreecién (Una aclara-
cién de la Congregacion de la Fe a cuestiones de escato-
logia) .
Juan Luis Ruiz de la Pefia, ¢Resutrecci6n 0 reencatnacion?
José Ramoén Flecha, Vida después de la vida?. . .
testimonio
Jean M. Lustiger, Obispo ¢ de Orleans, Homilia con
nde una muerte.
Mons
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306Presentacion
Durante siglos, las cuestiones filos6ficas por excelencia han girado en torno
a las preguntas a cerca del de donde y el porqué de la realidad; la filosofia ha
sido mediatizada por una perspectiva arquel6gica que orientaba su indagaci6n
hacia los problemas del principio. Hoy las cosas parecen estar cambiando. El
pensamiento occidental yuelve su atencién mas al dénde que al de donde;
reflexiona preferentemente sobre el para.qué, y no sobre el porgué. Si existe
hoy una pregunta acuciante, ésta es sin duda la pregunta por el sentido o (lo
que es equivalente) la pregunta por el futuro.
EI futuro se ha erigido siempre ante ¢l hombre como un polo de atracci6n
irresistible. Pero en nuestros dias su poder de sugestién experimenta un alza
espectacular. No es dificil dar con la raz6n de este fenémeno: tanto en el ciuda-
dano de a pie como en los centros de poder 0 en las élites intelectuales se va
gencralizando la sensacién de vivir en un momento de ctisis. Crisis del creci-
miento econémico, crisis de los modelos politicos vigentes; pero también —y
sobre todo— crisis de creencias, de valores, de pautas de comportamiento, de
ideas recibidas.
Estamos indudablemente ante un giro de la historia. El ingenuo optimismo
de la fe en progreso se ha volatilizado hace afios; Auschwitz, Hiroshima y el
archipiélago Gulag dieron ya buena cuenta de él. La jactanciosa euforia desa-
rrollista de In postguerra se ha colapsado al certarse el grifo de las fuentes de
energia. El prestigio cuasi mitico de los mesianismos revolucionarios se desangra
desgarrado por penosas querellas intestinas. En este clima de escepticismo
desencadenado, cuando no de hicido y crudo pesimismo, se explica el boom
editorial de los «nuevos filsofos», de los que ha podido decitse con razén que
no tienen de nucvo sino ¢! nombre, puesto que el nihilismo consecuente es tan
viejo como la filosofia
208Presentacion
Pues bien, es justamente en momentos como éste, en umbrales criticos del
proceso histérico, donde se incuba y se impone la pregunta por el sentido:
gpara qué todo esto; ad6nde nos conduce Ia aventura en que estamos embar-
cados?
La escatologfa es la respuesta ctistiana a esta pregunta por el sentido, Mas
que una leccién de cosas diltimas, es preciso comprenderla como la ostensién de
un horizonte diltimo de todas las cosas. La esperanza escatolégica apuesta por la
desembocadura del proceso en esa consecucién de set y de sentido que los eri
tianos Hlamamos salvacién. La realidad sera salvada en todos sus estratos; la
realidad petsonal del hombre singular, Ja realidad social del hombre-humani
dad, la realidad material del mundo humanizado por el hombre, estin consa-
gradas a un destino de plenitud, y no a un desenlace insensato de destruccién 0
de sinsentido
El trabajo de P. Hentici sobre las expectativas hist6ricas y la esperanza en el
Reino sirve de introduccién al entero nimero. Un articulo de A, Rodriguez
Carmona sintetiza el secular y atormentado itinerario de la escatologia biblica,
del Antiguo al Nuevo Testamento. En éste, las ideas de la parusia y del juicio
escatol6gico cobran una importancia de primerisimo plano; acerca de ellas
reflexiona J. Alfaro, al hilo del enunciado del Credo que las ha plasmado en
confesion de fe. La dialéctica muerte-vida, de tan hondo atraigo biblico y filo-
s6fico, ¢s abordada por J. G. Pagé. La seccién de estudios se cierra con el que
P. Tena dedica al debatido problema de la oraci6n eclesial para los difuntos. En
el apartado de confrontaci6n, J. Ratzinger comenta el reciente documento
romano sobre cuestiones escatolégicas actuales. El inesperado retorno, en
amplios citculos occidentales, de Ia vieja creencia en la reencarnacién da pie a
J. L. Ruiz de la Pefia para confrontarla con la fe cristiana en la resurreccién. J. R.
Flecha pondera, por su parte, ciertas expetiencias lindantes con la muerte que
han sido recogidas recientemente en un libro de actualidad. Nuestro nimero
concluye, en fin, con el testimonio de un obispo que predica sobre la espe-
ranza
Como ocurre con todos los temas monograficos, la extensién limitada de
una revista no puede dar cabal raz6n de cada uno de sus aspectos, y ha de limi-
tarse a tocar aquéllos que parezcan mas relevantes, bien por su importancia
intrinseca, bien por su actualidad. Eso es lo que, una vez mis, hemos pretendi-
do hacer en Communio con estas paginas. Los lectores advertirin, con todo, la
ausencia de un estudio en el que se explorase a incidencia de la esperanza
escatolégica en Ia praxis hist6rica; en el que, con otras palabras, se pusiera a
prueba la operatividad retroactiva del Reino y se cotejasen lealmente las futuro-
logias seculares hoy vigentes y la escatologia cristiana, Habrian de ser paginas
que mostrasen cual es ta alternativa cristiana a las pulsiones de desesperanza
que hoy recorren y sacuden nuestra vieja cultura, y de qué modo esta utopia de
209Presentacion
la fe puede cooperar validamente con los proyectos ut6picos de la increencia
para devolver a nuestros contemporaneos la cuota de confianza necesaria para la
empresa comiin de edificar un mundo Aumano. El estudio estaba programado,
encargado y aceptado; desgraciadamente, y en cl Gltimo momento, se nos
comunicé que no podiamos contar con él
Aan con esta laguna, esperamos ofrecer en cuanto sigue un material de
reflexién Geil, que nos ayude a comprendet mejor cusles son las reales dimen-
siones de la salvacién cristiana en su figura definitiva
210estudtos
Promesa escatolégica
y futuro humano
por
Peter Henrici
En la perspectiva de la cetcana parusia, S. Pablo da dos normas de conducta
aparentemente contradictorias. Por una parte, en la Carta a los Corintios, reco-
mienda una desyinculacién del mundo: «El plazo se ha acortado; cn adelante,
los que tienen mujer, pértense como si no la tuvieran; los que sufren, como si
no suftieran; los que gozan, como si no gozaran; los que adquieren, como si no
poseyeran; los que sacan partido de este mundo, como si no disfrutaran,
porque el papel de este mundo esta para terminars (1 Cor. 7, 29-31). Sin
embargo por otra parte, y cronolégicamente antes, Pablo exhorta en Ia carta a
los Tesalonicenses al compromiso activo en la vida cotidiana: «Poned todo
ahinco en conservar la calma, en ocuparos de vuestros asuntos y trabajar con
Vuestras manos segtin nuestras instrucciones; asi vuestto proceder sera correcto
ante los de fuera y no tendréis necesidad de nadie» (1 Tes. 4, 11-12). Y otra vez.
«Cuando estébamos ahi, os dimos esta norma: el que no quiera trabajar, que no
coma» (2 Tes. 3,10)
La tensién que por primera vez aparece en estos textos, entre el distancia
miento escatolégico del mundo y Ja insercién en él, fundamentada también
escatolégicamente, sigue traspasando hoy la vida cti
teologica de las Gltimas décadas afloré Ja tension entre una escatologia exis-
tencial, individualista, que recalcaba el juicio, y una escatologia histrico-salvi-
fica, que subrayaba el elemento politico de la salvacién que ha irrumpido ya en
este mundo, Nuestra tarea aqui no puede ser mediat o decidir entre estas ten-
dencias teolégicas. Mas bien nos proponemos preguntar, en la linea de los
textos paulinos citados, por la influencia de la promesa escatolégica en la actua-
cién concreta del cristiano, a quien, como a cualquier persona, le sirve para
tomar parte en este mundo y para contribuir a configurar su futuro. Este futuro
suyo no es su salvacién personal ultramundana; tiene vigencia en este tiempo, y
‘iana. En la discusién
auPeter Henrict
en él el ctistiano es solidario con el futuro de suis semejantes y de la sociedad en
que vive y colabora a darle forma. Pero gc6mo configura una persona su futuro?
{iene algo que decir la promesa escatol6gica cristiana en ofden a ese futuro?
{Cémo repercute esa promesa en la configuracién que cl cristiano hace del
futuro? Estas son las preguntas que pueden Ilevarnos a la respuesta buscada
El futuro no es algo ya dado. El futuro es para nosotros un abanico de posi-
bilidades abiertas, una de las cuales es (co-)realizada mediante nuestros actos y
decisiones. El futuro «nos sobrevienes, lo mismo que la curva viene al encuentro
del conductor; es decir, estamos en movimiento incesante e ineludible hacia él
Pero mientras que en muchos trayectos s6lo una pista aparece ante el conductor,
el futuro abre en cada momento multitud de salidas. De aqui que «configurar>
el futuro significa ante todo escoger entre muchas posibilidades patentes. La
cleccién tomada franqueara a su vez nuevas posibilidades y dejar’ otras sin
realizar, quiza para siempre. La eleccién y opci6n entre las diversas posibilida-
des (y por tanto la configuraci6n del futuro) puede ocurtir segin diferentes
«métodos»
El emétodo» mas importante, 0 al menos el mas frecuente, para configurar
cl futuro, es el «vivir al dia», el «ir trampeando». Dia a dia, afto tras aio se procura
salir airoso de los problemas y decisiones que van surgiendo, sin hacer planes 0
proyectos a largo plazo. Las decisiones tomadas a la inmediata producen inevi-
tablemente nuevos problemas imprevistos, 2 los que, cuando surgen, se les
busca de nuevo soluciones pragmaticas momentaneas («parches»). Esta forma
de comportarse ante el futuro parece ser la més frecuente, no s6lo en la vida
privada, sino también en la economia, en la sociedad y (quiza sobre todo) en la
politica; ello no se debe atribuir tan sélo a una especie de pereza mental innata,
sino sobre todo a la dificultad, o mejor imposibilidad, de abarcar en perspectiva
las posibilidades de faturo en su probabilidad y mutua intertelaci6n, para
prever de ese modo las consecuencias de una decisi6n. Uno hace, pues, de la
necesidad vircud y se abandona a un cierto fatalismo despreocupado. Parece
que este método pragmitico de dominar el futuro no tenga una linea macstra
ante sus ojos; sin embargo sigue toda u
serie de directrices implicitas: hay que
eset realistase, «no crear problemas attificiales», «guieta non moverer, etc. No
puede disimular su tendencia al anquilosamiento; contra ella se dirigi6 en los
avios sesenta Ja protesta revolucionaria, y hoy, en vista de los nuevos problemas
acumulados, el movimiento ecologista
Esa protesta se sitve de un segundo método de configuracion del fucuro, la
politica de los intereses. La linea maestra para la decisién es el imponet losPromesa escatoldgica y futuro human
intereses de un grupo determinado, Tampoco aqui se intenta prever a largo
plazo las posibilidades de futuro, sino que lo que se ha de hacer en el préximo
futuro, viene determisado por el interés del grupo en cada momento, Més
exactamente, no se trata en absoluto de escoger entre diversas posibilidades de
futuro. La decisién es de orden politico; concierne a la efectividad de los
diversos medios que se oftecen. La marcha hacia el futuro se convierte ast en un
juego de fuerzas, en hacer equilibrios entre diversos grupos de interés; la recti-
tud del interés del propio grupo no se cuestiona, Pero de este modo queda el
futuro en definitiva amarrado al presente, y pronto ese presente sera ya pasado
Por muy portador de futuro que pueda parecer un interés, su impulso de reali-
zacién y de afirmacién no da lugar a algo radicalmente nuevo. Este conserva-
durismo incluso del interés revolucionario viene evidenciado, de forma cierta-
mente trdgica, por marxismo y neomarxismo.
Por el contrario, el tercer método de configuracién del futuro, la planifi-
cacién orientada, trata de descubrir 0 desarrollar en el futuro nuevas posibili-
dades. Confronta ef futuro posible y probable con lo deseable (0 lo no deseado
en modo alguno), y se plantea luego los medios apropiados para promover lo
deseable y ahuyentar lo no deseado. El trazado de una politica esta aqui depen-
diendo de una eleccién previa entre las (nucvas) posibilidades de futuro; la
utopia presta una ayuda importante para conocerlas, pues sin el lastre de una
mirada a lo realmente posible, proyecta la imagen de un mundo ideal deseable
y la concreta en la fantasia. La utopia ¢s absolutamente irrealizable en su ideali-
dad, y en consecuencia no puede proporcionar un patron para la auténtica
configuracién del futuro; pero excita continuamente la fantasia proyectiva para
descubrir y plasmar posibilidades de futuro nuevas y alternativas. Para realizar
los objetivos avizorados habra que escoger luego la politica correcta, y en vista
de los factores perturbadores del futuro tendré que estar uno continuamente
atrampeando. Solo Ia interrelacién de los tres métodos describe con cierto
realismo nuestro modo humano factico de caminar hacia el futuro; sin embargo
el que ese futuro sea un «futuro mejor», parece depender predominantemente
de los modelos proyectivos del tercer método.
I
La promesa escatol6gica cristiana gproporciona esos modelos proyectivos, 0
puede juzgar quiza el papel de una utopia para nuestra planificacién del futu-
ro? Aunque el mensaje de Jestis y la predicaci6n de Ja Iglesia primitiva estaban
penetrados de escatologia, el Nuevo Testamento nos oftece poca informacién
sobre el aspecto que tendri el fin de los tiempos anunciado y lo que ello signifi-
ca de cara a nuestro futuro humano. Lo prometido es el ereino de Dios» (0 en
213Peter Hentici
lenguaje de Juan, la «ida etetnas); pero en qué consista, queda en gran
medida en la oscuridad 0 se presupone conocido. Y sin embargo, pese a la
creencia de concrecién en cuanto al contenido de la promesa del reino de Dios,
se dejan traslucir algunos rasgos formales constantes de la escatologia cristiana,
que nos permiten aproximarnos a una tespuesta. Vamos a recapitularlos aqui
brevemente en forma de tesis
i. La promesa escatol6gica cristiana no es individualista. En contraste con la
predicaci6n cristiana habitual, las promesas biblicas y su progresivo cumpli-
miento ya en el Antiguo Testamento, no conciernen a la salvaci6n personal en
i mis alld, sino a Ja historia de la salvaci6n de un pueblo: comenzando pot Ja
formacién del pueblo con Abrahan y la alianza en el Sinai y a través de toda la
historia de dichas y desgracias de ese pueblo. Un pueblo que se va haciendo
cada vex mas portador de las promesas en su estructura institucional, precisa-
mente en cuanto «reino». El Nuevo Testamento no prosigue esa serie de prome-
sas, sino que mas bien proclama su cumplimiento definitivo: «Ya llega el
reinado de Dios» (Mc. 1,15). Por otro lado el cumplimiento cortige también la
promesa: el , es posibilitar la segunda, «trabajar con las propias manos», para,
como completa la Carta a los Hfesios, «poder repartir con el que lo necesita»
(Ef. 4,28). El reino de Dios prometido no puede conseguirse con el trabajo
humano, pero precisamente por ello no dispensa tampoco de ninguna tarea
humana: toda tarea se convierte, con un nuevo titulo, en un deber del amor
a dedicacién activa al
del futuro, y el coraz6n y las manos se liberan para