You are on page 1of 164
Tradicionalmente considerado sinénimo de frivolidad por ser une actividad gratuita, el juego comenz6 a ser reconocido como factor decisive ei desarrollo de la civilizaci6n a partir de log” trabajos publicades por Huizinga en los aneg treinta, especialmente el Homo ludens. Desde entonces, psicélogos ¢ historiadores ao han cesad; de descubrir aspects insospechados en eet’? actividad de apariencia inocente. En Los Juegos Jos sombres, Roger Caillo's intenta una empresa audaz: proponer una sociologia a partir de los juegos. En efecto, fos juegos disciplinan los instintos, pues son, pox un lado, espacio para el 3 placer y la invencién, y prt otro, acatamiento de 2 una serie de restricciones. Al proporcionar un 3 g modelo controlado de la realidad, permiten el aprendizaje, no de un oficiv o de una actividad“) § especifica, sino de las virtudes necesarias para = afrontar pyzebas posteriores. Cada uno de ellos = estimula el cesarrollo de una facultad distinta: hay Juegos de azar, de competencia, de simulacro y de vértigo. Lac sociedades fascinadas por juegos de simulacro y vértigo juegan en realidad a la enajenacién de Ja personalidad y permanecen estarcadas, pero los juegos de competencia y azar § acompafian al establecimiento de Ia civiliza ois Roger Cail es aa ‘COLECCION POPULAR FONDO DE CULTURA ECO? MEXICO. COLECCION POPULAR 344 LOS JUEGOS Y LOS HOMBRES NALLADOWLD ROGER CAILLOIS Traduccin de Jorce FERRERO _LOS JUEGOS Y LOS HOMBRES La mascara y el vértigo COLECCION re POPULAR FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO. Primera edicién en francés, 1967 Primera edicién en espafiol, 1986 ‘Titulo original: F Les Jeux et les Hommes. Le masque et le vertige © 1967, Editions Gallimard, Paris D. R. © 1986, Fonpo pe Cutura Economica, S. A. ve C. V. Avenida de la Universidad, 975; 03100 México, D. F. ISBN 968-16-2481-5 Impreso en México INTRODUCCION Los juegos son innumerables y de multiples es- pecies: juegos de sociedad, de habilidad, de azar, juegos al aire libre, juegos de paciencia, de cons. truccién, etc. Pese a esa diversidad casi infinita y con una constancia sorprendente, la palabra juego evoca las mismas ideas de holgura, de ries- go o de habilidad. Sobre todo, infaliblemente trae consigo una atmésfera de solaz o de diversion. Descansa y divierte. Evoca una actividad sin apremios, pero también sin consecuencias para Ia vida real. Se opone a Ia seriedad de ésta y de ese modo se ve tachada de frivola. Por otra par- te, se opone al trabajo como el tiempo perdido al tiempo bien empleado. En efecto, el juego no produce nada: ni bienes ni obras. Es esencial- mente estéril. A cada nueva partida, y aunque jugaran toda su vida, los jugadores vuelven a encontrarse en cero y en las mismas condiciones que en el propio principio. Los juegos de dinero, de apuesta o de loterias no son Ia excepcién: no crean riquezas, sino que sdlo las desplazan. Esa gratuidad fundamental del juego es cla- ramente la caracteristica que mas lo desacredi- ta. Es también la que permite entregarse a él despreocupadamente y lo mantiene aislado de las actividades fecundas. Desde wn principio, cada cual se convence asi de que el juego no es 7 mas que fantasia agradable y distraccion vana, sean cuales fueren el cuidado que se le ponga, Jas facultades que movilice y el rigor que se exija, lo cual se siente claramente en esta frase de Chateaubriand: “La geometria especulativa tiene sus juegos y sus inutilidades, como las otras ciencias.” En esas condiciones, parece tanto mas signifi- cativo que historiadores éminentes luego de es- tudios profundos, y psicélogos escrupulosos lue- go de observaciones repetidas y sistematicas, se hhayan crefdo obligados a hacer del espiritu de juego uno de los resortes principales, para las sociedades, del desarrollo de las manifestacio- nes més elevadas de su cultura, y para el indi- viduo, de su educacién moral y de su progreso intelectual. El contraste entre una actividad me- nor, considerada i: esenciales que de pronto se inscriben en bene- ficio suyo, se opone lo suficiente a la verosimi- litud para que nos preguntemos si no Se trata de alguna paradoja més ingeniosa que bien fun- dada. Antes de examinar las tesis 0 las conjeturas de los panegiristas del juego, me parece conve- niente analizar las ideas implicitas que se repi- ten en Ia idea de jucgo, tal como aparecen en los diferentes empleos de la palabra fuera de su sentido propio, cuando se utiliza como me- tafora. Si verdaderamente el juego es un resorte principal de la civilizacién, no puede ser que sus significados secundarios no resulten instructivos. ‘En primer lugar, en una de sus acepciones mas corrientesy. también. mas cercanas al sentido 8 mificanté, y los TéSultads * propio, la palabra juégo de tividad especifica que nombra, sino tam “totalidad de Jas figuras, de los simbolos o de los instrumentos necesarios a esa actividad o al fun- cionamiento de un conjunto complejo. Asf, se habla de un juego de naipes: conjunto de car- tas; de un juego de ajedrez: conjunto de piezas indispensables para jugar a ese juego. Conjun- tos completos y enumerables: un elemento de ‘m4s o' de menos y el juego es imposible o fal- s0,’a menos que el retiro o el aumento de uno © de varios elementos se anuncie de antemano y responda a una intencién precisa: asi ocurre con el joker en la baraja o con la ventaja de una pieza en el ajedrez para establecer un equilibrio entre dos jugadores de fuerza desigual. De la misma manera, se hablaré de un juego de 6r- gano: conjunto..de tubos y de: teclas;-o-de un juego de velas: conjunto completo de las dife- rentes velas de un navio. Esa idea de totalidad cerrada, completa en un principio e inmutable, “€oncebida para funcionar sin otra intervencién ~éxterior que la energia que lo muéve, ciertamen- “te constituye una imnovacién preciosa en un “mundo esencialmente en movimiento, cuyos ele- mentos son practicamente infinitos y, por otra “parte, se transforman sin cesar. La palabra jew [juego] designa ademas el estilo, Ia manera de un intérprete, mtisico 0 comediante, es decir las ca- ‘racteristicas originales que distinguen de los dem4s su manera de tocar un instrumento o de interpretar un papel. Vinculado por el texto 0 por la partitura, no por éllo es menos libre (den- tro de ciertos limites) de manifestar su perso- 9 nalidad mediante inimitables matices o -varia- palabra juego. combina entonces. las ideas ie limites, de libertad y de invencién. En un “ “registro vecino, expresa una mezcla notable en que se leen conjuntamente las ideas complemen- tarias de suerte y de habilidad, de recursos re-. cibidos del azar o de la fortuna y de la inteli- “gencia mds o menos rapida que los pone en acéién y trata de obtener de ellos el mayor pro- “yecho, Una expresién como avoir beau jeu {ser fAcil algo a alguien] corresponde al primer senti- do, y otras como jouer serré [jugar con cautela] y jouer au plus fin [darselas de listo] remiten al segundo; otras mds, como mostrar su juego o, a la inversa, ocultar su juego se refieren inextricablemente a ambos: ventajas al princi- pio-y‘despliegue“*habil de-una estrategia maestra: - La idea de riesgo viene, al punto, a complicar elementos de suyo enredados: la evaluacién de los recursos disponibles, el calculo de las even- tualidades previsibles se acompafian rapidamen- te de otra especulacién, una especie de apuesta que supone una comparacién entre el riesgo aceptado y el resultado esperado. De allf las lo- cuciones como poner en juego, jugar en grande, jugarse el resto, la carrera, la vida, 0 incluso la comprobacién de que el juego no vale la cande- Ia, es decir, que el mayor provecho que puede sacarse de la partida es inferior al costo de la luz que lo alumbra. Una vez mas, el juego aparece como una idea singularmente compleja que asocia un estado de hecho, un elemento favorable o miserable, en 10 , e azar é8 rey y que el jugador hereda para >:para mal, sin poder hacer nada al res- ana aptitud para sacar el mejor partido de esos recursos desiguales, que un calculo sagaz hace fructificar y que la negligencia dilapida y, en fin, una eleccién entre Ja prudencia y la auda- cia que aporta una ultima coordenada: la me- dida en que el jugador esta dispuesto a apostar por aquello que se le escapa m4s que por aque- flo que domina. = ‘Todo juego es un sistema de reglas. Estas de-’ finen lo que es o no es juego, es decir lo perm tido y lo prohibido. A la vez, esas convenciones _ son arbitrarias, imperativas e inapelables. No pueden violarse con ningién pretexto, so pena de que el juego acabe al punto y se estropee por este hecho.. Pues nada mantiene la regla salvo el'deseo de jugarses-decir, la voluntad de tespe- tarla. Es preciso. jugar.al juego o no jugar en absoluto. Ahora bien, “jugar al juégo” se dice para actividades alejadas del juego e incluso fundamentalmente fuera de él, en las diversas ac- ciones o los diversos intercambios a los cuales se trata de hacer extensivas algunas convenciones implicitas semejantes a las de los juegos. Tan- to m4s conveniente es someterse a ellas cuanto que ninguna sancién oficial castiga al compa- fiero desleal. Dejando simplemente de jugar al juego, éste ha vuelto a abrir el estado natural y ha permitido nuevamente toda exaccién, toda treta 0 respuesta prohibida, que las convencio- ‘yiés precisamente tenfan por objeto suprimir, de gu be pe ‘comtin acuerdo. Esta vez, lo que Hamamos jue- go aparece como un conjunto de restricciones | it voluntarias y aceptadas de buen grado, que ins- “fauran Un orden estable, a veces una legislacién tdcita en un universo sin ley. La palabra juego evoca en fin una idea de am- litud, de facilidad de movimiento, una libertad itil, pero no excesiva, cuando se habla del jue- go de un engranaje o cuando se dice que un “navio juega sobre su ancla. Esa amplitud hace posible una indispensable movilidad. El juego que subsiste entre los diversos elementos per- mite el funcionamiento de un mecanismo. Por otra parte, ese juego no debe ser exagerado, pues la maquina pareceria desbocada. Asf, ese espacio cuidadosamente calculado impide que se atasque o se desajuste. Juego significa enton- ces libertad, que debe mantenerse en el seno del ‘tigor mismo para que éste adquiera o conser- _-ve-sueficacia: ‘Por-lo- demas, el‘ mecanismio en " tero se puede Considerar como una especie de juego en otro sentido de la palabra que un dic- cionario precisa de la manera siguiente: “Ac- cién regular y combinada de las diversas partes de una maquina.” En efecto, una maquina es un puzzle de piezas concebidas para adaptarse unas a otras y funcionar concertadamente. Pero, en el interior de ese juego, enteramente exacto, in- terviene un juego de otra especie, que le da vida. El primero es ensamble estricto y perfecta relo- jeria, el segundo es elasticidad y margen de movimiento. Los anteriores son’ significados variados y ricos que muestran cémo, no el juego mismo, sino las disposiciones psicolégicas que manifiesta y des- 12 arrolla pueden en efecto constituir importantes’ factores de civilizacién. En general, esos distin- ‘tos sentidos implican ideas de totalidad, de re- gla y de libertad. Uno de ellos asocia la presencia de limites con la facultad de inventar dentro de esos limites. Otro separa entre los recursos he- redados de la suerte y el arte de lograr la victo- ria_con el solo concurso de recursos intimos e inalienables, que no dependen sino de la apli- cacién del celo y de la obstinacién personal. Un tercero opone el cdlculo y el riesgo. Otro mas invita a concebir leyes.a la vez imperiosas y sin otra sancién que no sea su propia destruccién 0 indica que es conveniente contar con cierto va- cio 0 cierta disponibilidad en el centro de la mas éxacta economia. _ Hay, ciertos casos en. que los. limites.se.borran. y la regla se disuelve, otros en cambio en que la libertad y la invencién estén a punto de des- aparecer. Sin embargo el juego significa que ambos polos subsisten y que entre uno y otro se mantiene' cierta relacion. El juego propone y propaga estructuras abstractas, imagenes de am- bientes cerrados y protegidos, en que pueden ejercitarse competencias ideales. Esas. estructu- ras y esas competencias son otros tantos. mode-. “Tos de instituciones y de conductas. Con toda se- ridad no son aplicables de manera directa a la realidad siempre confusa y equivoca, compleja e innombrable. Intereses_y pasiones no se dejan “dominar facilmente en ellas. Alli son moneda corriente la violencia y Ja traicién. Pero los mo- delos que los. juegos ofrecen constituyén otras ‘fantas anticipaciones del universo reglamenta- 13 do por el que es conveniente sustituir la _anar- “Esa cién de un Huizinga, cuando deriva del espiritu de juego la mayoria de las instituciones que or- denan a las sociedades o las disciplinas que contribuyen a su gloria. El derecho entra sin discusién en esta Categorfa: el cédigo enuncia la regla del juego social, la jurisprudencia lo ex- tiende a los casos de litigio y el procedimiento define la sucesién y la regularidad de las juga- das. Se toman precauciones para que todo ocu- rra con la claridad, la precisién, la pureza y la imparcialidad de un juego. Los debates se reali- zan y el fallo se pronuncia en un recinto de justicia, de acuerdo con un ceremonial invaria- ble, que evocan respectivamente el aspecto de- dicado al juego (campo cerrado, pista o arena, tablero para damas o tablero de ajedrez), la separacién absoluta que debe aislarlo del resto del espacio mientras dure la partida o la audi- cién y, por fin, el cardcter inflexible y original- mente formal de las reglas en vigor. En el intervalo de los actos de fuerza (en los que el juego ya no se juega), también existe en la politica una regla de alternancia que Ieva uno a uno al poder, y en las mismas condicio- nes, a los partidos opuestos. El equipo gober- nante, que juega correctamente el juego, es de- cir, de acuerdo con las disposiciones establecidas y sin abusar de las ventajas que le da el usu- fructo momentdneo de la fuerza, ejerce ésta sin aprovecharla para aniquilar al adversario o pri- varlo de toda oportunidad de sucederlo en las. 14 cabinet formas legales. A falta de lo cual, se abre'la puer- ta a la conspiracién o-al motin. En lo sucesivo, todo se resumirfia en un brutal enfrentamiento de fuerzas que ya no serian atemperadas por fragiles convenciones: aquellas que tenian como consecuencia hacer extensivas a la lucha politi- ca las leyes claras, distantes e indiscutibles de Jas rivalidades contenidas. No gcurre otra cosa en el terreno estético. En pintura, las leyes de la perspectiva son en gran parte convenciones. Engendran hdbitos que, al final, las hacen parecer naturales. En musica, las leyes de la armonia, en el arte de los ver- sos las de la prosodia y de la métrica, y cualquier otra imposicién, unidad o canon en la escultu- ra, la coreografia 0 el teatro, componen igual- mente diversas legislaciones, m4s o menos e: plicitas y detalladas; que a la vez gufan y limitan al creador. Son como las reglas del juego al que él juega. Por otra parte, engendran un es- tilo comtin y reconocible en que se concilian y se compensan la disparidad de gusto, la prueba de la dificultad técnica y los caprichos del ge- nio. Esas reglas tienen algo de arbitrario y, de encontrarlas extrafias o molestas, cualquiera est4 autorizado para rechazarlas y pintar sin pers- pectiva, escribir sin rima ni cadencia 0 compo- ner fuera de los acordes permitidos. Al hacerlo, ya no juega al juego sino que contribuye a destruirlo pues, igual que en el juego, esas reglas s6lo existen por el respeto que se les tiene. Sin embargo, negarlas es al mismo tiempo esbozar Jas normas futuras de una nueva excelencia, de otro juego cuyo.cédigo atin vago sera a. su vez 15 tiranico, domesticaré la audacia y prohibira nue- vamente la fantasia sacrilega. Toda ruptura que quiebre una prohibicién acreditada esbozar4 ya otro sistema, no menos estricto y no menos gra- tuito. La propia guerra no es terreno de la viole! cia pura, sino que suele serlo de la violencia regulada. Las convenciones limitan las hostili- dades en el tiempo y en el espacio. Empiezan por una declaraci6n que precisa solemnemente el dia y la hora en que entra en vigor el nuevo estado de cosas. Termina mediante la firma de un armisticio o de un acta de rendicién que precisa igualmente su fin. Otras restricciones excluyen de las operaciones a las poblaciones ci- viles, a las ciudades abiertas, se esfuerzan por prohibir el empleo de ciertas armas i el trato'a los heridos y a los prisioneros. En épocas de guerra Iamada cortés, hasta la es- trategia es convencional. Las marchas y contra- marchas se deducen y se articulan ‘como com- binaciones de ajedrez y llega a suceder que los teéricos estimen que el combate no es necesario para la victoria. Las guerras de ese tipo se em- parientan claramente con una especie de juego: mortifero y destructor, pero regulado. Mediante esos pocos ejemplos, se aprecia una especie de huella o de influencia del principio del juego, o cuando menos una convergencia con sus ambiciones propias. Con ella se puede seguir el progreso mismo de la civilizacién, en la me- dida en que ésta consisté én-pasar de-un universo tosco a un universo administrado, que se apoya 16 antizan — en un sistema coherente y equilibrado, tanto dé derechos y de deberes como de privilegios y de “responsabilidades. El juego inspira o confirma ese equilibrio. Continuamente procura Ia ima- gen de un medio puro y auténomo, en que, res- petada voluntariamente por todos, la regla no favorece ni lesiona a nadie. Constituye una isla de claridad y de perfeccién, cierto que siempre infinitesimal y precaria, y siempre revocable, que se borra por s{ misma. Pero esa duracién fugitiva y esa rara extensién, que dejan fuera de si las cosas importantes, tienen al menos valor de modelo. Los juegos de competencia desembocan en los deportes; los juegos de imitacién y de ilusién prefiguran los actos del espectaculo. Los juegos de azar y de combinacién han dado origen a numerosos desarrollos de las matematicas, des- de el calculo de probabilidades hasta la topo- logia. Es claro: el panorama de la fecundidad cultural de los juegos no deja de ser impresio- nante. Su contribucidn en el nivel del individuo no es menor. Los psicélogos les reconocen un papel capital en Ja historia de la afirmacién de si en el nifio y en la formacién de su cardcter. Los juegos de fuerza, de habilidad, de cAlculo, son ejercicio y entrenamiento. Hacen el cuerpo mas vigoroso, mas flexible y mas resistente, la vista mas penetrante, el tacto mas sutil, el espi- ritu mds metédico o mas ingenioso. Cada juego refuerza y agudiza determinada capacidad fisica © intelectual. Por el camino del placer o de la obstinacién, hace facil lo que en un principio fue dificil o agotador, 17 Contra I6°que se afirma con frecuencia, el jue- go no es aprendizaje de trabajo. Sélo en apa- riencia anticipa las actividades del adulto. El chico que juega al caballo o a la locomotora no = se prepara en absoluto para ser jinete o mecé- — nico, ni para ser cocinera la chiquilla que en platos supuestos prepara alimentos ficticios con- dimentados con especias ilusorias. El juego no prepara para ningtin oficio definido; de una ma- nera general introduce en la vida, acrecentando toda capatidad de salvar obstdculos o de hacer frente a las dificultades. Es absurdo y no sirve en absoluto para salir adelante en la realidad lanzar lo mds lejos posible un martillo o un disco metélico, o bien atrapar y lanzar intermi- nablemente una pelota con una raqueta. Pero es ventajoso tener musculos fuertes y reflejos ra- pid B SE | El juego ciertamente supone la voluntad de ganar utilizando al mAximo esos recursos y pro- hibiéndose las jugadas no permitidas. Pero exige atin més: es preciso superar en cortesia al ad- versario, tenerle confianza por principio y com- batirlo sin animosidad. Ademads es necesario aceptar de antemano el posible fracaso, la mala suerte o la fatalidad, consentir en la derrota sin célera ni desesperacién. Quien se enoja o | se queja se desacredita. En efecto, alli donde | toda nueva partida aparece como un principio _ absoluto, nada esta perdido y, antes que recri- © minar o desalentarse, el jugador tiene la posibi lidad de redoblar su esfuerzo. El juego invita y acostumbra a escuchar esa leccién del dominio. de si y a hacer extensiva 18 rien-ne-va-plus, anuncio éste que pone fin a la | su préctica al. conjunté de las relaciones y de Jas vicisitudes humanas en que la competencia ya no es desinteresada ni esta circunscrita la fatalidad. Aun siendo evidente y estando toda- via por garantizar, esa frialdad'en el momento de los resultados de la accién no es poca vir- tud: Sin duda, tal dominio es més facil en el juego, donde en cierto modo es de rigor y don- de pareceria que el amor propio se hubiera com- prometido de antemano a cumplir con las obli- gaciones. No obstante, el juego moviliza las diversas ventajas que cada cual puede haber recibido del destino, su mejor afan, la suerte im- placable e imprescriptible, la audacia de arries- gar y la prudencia de calcular, la capacidad de conjugar esas diferentes clases de juego, que a su vez es juego y juego superior, de mayor com- plejidad en‘el sentido de que es el arte de aso- ciar titilmente fuerzas dificilmente conciliables. En cierto sentido, nada como el juego exige tanta atenci6n, tanta inteligencia y resistencia nerviosa. Esta demostrado que el juego pone al ser en un estado por decirlo asf de incandescen- cia, que lo deja sin energia ni resorte, una vez rebasada la cima, consumada la hazajia, una vez alcanzado el] extremo como de milagro en Ja proeza o la resistencia. En lo cual también es meritorio el desapego. Como lo es aceptar perderlo todo sonriendo, al echar los dados o al voltear un naipe. Por otra parte, es preciso considetar los jue- | gos de vértigo y el voluptuoso estremecimiento | que se apodera del jugador al cantarse el fatal | a 19 ” discrecién de su libre:arbitrio y hace inapelable un veredicto que sdlo de él dependia evitar de- jando de jugar. Tal vez de manera paradéjica, algunas personas atribuyen un valor de forma- cicn moral a ese desasosiego profundo aceptado deliberadamente. Experimentar placer con el pa- nico, exponerse a él por voluntad propia para tratar de no sucumbir ante él, tener a la vista la imagen de la pérdida, saberla inevitable y no_ preparar otra salida que la posibilidad de afec- tar indiferencia es, como dice Platén hablando de otra apuesta, un hermoso riesgo que vale la pena correr. Ignacio de Loyola profesaba que era necesa- rio actuar contando séle consigo mismo, como si Dios no existiera, pero recordando constan- temente que todo dependia de Su voluntad. E} juego..no. esiuna-escuela menos ruda:° Ordena al jugador no descuidar nada para el triunfo y al mismo tiempo guardar distancias respecto a él. Lo:que ya se ha ganado puede pérderse e in- cluso se encuentra destinado a ser perdido. La manera de vencer es mas importante que la pro- pia victoria y, en cualquier caso, mds impor- tante que lo que esta en juego. Aceptar el fracaso como simple contratiempo, aceptar la, victoria sin embriaguez ni vanidad, con ese desapego, con esa ultima reserva respecto de la propia ac- cién, es la ley del juego. Considerar la realidad como un juego, ganar mas terreno con esos be- “Hos ‘modales, que hacen retroceder la tacaiieria, “la codicia y el odio, es Ilevar a cabo obra de civilizacién. "Este alegato en favor del espiritu de juego 20 ue traé a la mente una palinodia que séfiala bre- vemente sus debilidades y sus peligros. El juego constituye una actividad de lujo y presupone tiempo para el ocio. Quien tiene hambre no juega. En segundo lugar, como no se est4 obli- gado a él y como sélo se mantiene mediante ‘el placer de jugar, el juego queda a merced del aburrimiento, de la saciedad o de un simple cam- bio de humor. Por otra parte, el juego est4 con- denado a no fundar ni a producir nada, pues en su propia esencia esté anular sus resultados, a diferencia del trabajo y la ciencia que capitalizan ~Joés suyos y, en mayor o menor medida, transfor- ~ man el mundo. Ademés, a expensas del conte! ~ do, el juego desarrolla un respeto supersticioso a la forma, respeto que puede volverse maniaco si simplemente se mezcla con el gusto por la eti- quet#por' cl pundonor o per la’ castistica, por los refinamientos de la buracracia o de los pro- cedimientos. Finalmente, el juego escoge sus di- ficultades, las aisla de su context6 y, por decirlo asi, las irrealiza. Que sean o no resucltas no tiene mas consecuencia que cierta satisfaccién 0 cierta decepcién igualmente ideales. De habi- tuarse a ella, esa benignidad engafia respecto a Ja rudeza de las pruebas verdaderas. Acostum- bra considerar sélo elementos examinados y resueltos, entre los cuales la eleccién es nece- sariamente abstracta. En pocas palabras, el jue- go descansa sin duda en el placer de vericér el ‘obstdculo, pero un obstdculo arbitrario, casi fic- ticio, hecho a la medida del jugador y acéeptado ‘por él. En cambio, la realidad no tiene esas de- licadezas. _ 21 En este ultimo punto reside la debilidad prin- cipal del juego. Pero esa debilidad obedece en altima instancia a su propia naturaleza y, sin ella, el juego estaria igualmente desprovisto de su ‘idad. hens Seca ci Secundum Secundatum PRIMERA PARTE I. DEFINICION DEL JUEGO En 1933, Johan Huizinga, rector de la Universi- de Leiden, eligié como tema de su discurso inicial Los limites del juego y de la seriedad en la cultura. En Homo ludens, trabajo original y vi- goroso publicado en 1938, retomé y desarrollé sus tesis. Discutible en la mayorfa de sus afir- maciones, esta obra, por su naturaleza, no deja de abrir caminos sumamente fecundos a la in- vestigacién y a la reflexion. En todo caso, el mérito de Huizinga consiste en haber analiza- do magistralmente varias de las caracteristicas fundamentales del juego y en haber demostrado la importancia de su funcién’ en el desarrollo mismo de la civilizacién. Por una parte, inten- taba procurar una definicién exacta de la natu- raleza esencial del juego; por otra, se esforzaba por arrojar luz sobre esa parte del juego que obsesiona o vivifica las manifestaciones esencia- les de toda cultura: las artes y la filosoffa, Ja poesia y las instituciones juridicas e incluso cier- tos aspectos de la guerra cortés. Huizinga cumplié brillantemente con esa de- mostracién pero, aunque descubre el juego alli donde antes que é] nadie se habia atrevido a reconocer su presencia o su influencia, descuida deliberadamente la descripcién y la clasificacién - de los propios juegos, dandolas por sentadas, 27 como si todos los juegos respondieran a las mis- mas necesidades y manifestaran indiferentemen- te la misma actitud psicolégica. Su obra no es un estudio de los juegos, sino una investigacion sobre la fecundidad del espiritu de juego en el terreno de la cultura y mds precisamente del espiritu que preside cierta especie de juegos: Jos juegos de competencia reglamentada. El exa- men de las formulas iniciales de que se vale Huizinga para circunscribir el campo de sus andlisis ayuda a comprender extrafias lagunas de un estudio por lo demas notable en todos aspectos. Huizinga define el juego ast: Resumiendo, podemos decir, por tanto, que el juego, en su aspecto formal, es una accién libre ejecutada “como si” y sentido como situada fue- ra. de la. vida corriente, perozquemapesar de todo, puede absorber por completo al jugador, sin que haya en ella ningdn interés material ni se obtenga en ella provecho alguno, que se eje- citta dentro de un’ determinado tiempo y de un determinado espacio, que se desarrolla en un or- den sometido a reglas y que origina asociaciones que propenden a rodearse de misterio o a disfra- zarse para destacarse del mundo habitual.t + Homo tudens, trad. del FCE, México, 1943, pp. 3132, En la pagina 53 se encuentra otra definicién, menos rica pero también menos limitativa: “El juego es una accién u ocupacién libre, que se desarrolla dentro de unos limites temporales y espa- ciales determinados, segtm reglas absolutamente obli- gatorias, aunque libremente aceptadas, accién que tiene su fin en sf misma y va acompafiada de un sentimien- to de tensién y alegria y de la conciencia de ‘ser de otro. modo’ queen, la vida corriente.” - 28 Esta definicién, en que sin embargo todas Jas palabras tienen gran valor y estan Ienas de sen. tido, es a la vez demasiado amplia y demasiado limitada. Es meritorio y fecundo haber captado la afinidad que existe entre el juego y el secreto o el misterio, a pesar de lo cual esa connivencia no podria intervenir en una definicién del jue- go, el cual casi siempre resulta espectacular si no es que ostentoso. Sin duda el secreto, el misterio y, en fin, el disfraz, se prestan a una actividad de juego, aunque al punto es conve- niente agregar que esa actividad necesariamente se ejerce en detrimento de todo secreto. La ac- tividad de juego lo expone, lo publica y, en cier- to modo, Io gasta. En pocas palabras, tiende a desviarlo de su naturaleza misma. En. cambio, cuando el secreto, la mascara y ¢l.traje desem. péfian una fiincién sacramental, -se“puede estar seguro de que no hay un juego, sirio una insti- tucién. Todo lo que es misterio o simulacro por na- turaleza estd préximo al juego: y aun es ne- cesario que se imponga la parte de la ficcién y de la diversi6n, es decir, que el misterio no sea reverenciado y que el simulacro no sea ni prin- cipio ni signo de metamorfosis y de posesién. En segundo lugar, la parte de la definicién de Huizinga que considera al juego como una ac- cién desprovista de todo interés material exclu- ye simplemente las apuestas y los juegos de azar, es decir, por ejemplo, los garitos, los casi- nos, las pistas de carreras y las loterias que, para bien o para mal, ocupan precisamente un 29 lugar importante en la economia y en Ja vida cotidiana de los diferentes pueblos, cierto que en formas infinitamente variables, pero en las cuales la constancia de la relacién entre azar y ganancia es atm mas impresionante. Los juegos de azar, que son también juegos de dinero, prac- ticamente no tienen cabida en la obra de Hui- zinga. Y ése es un prejuicio que no carece de consecuencias. Pero tampoco es inexplicable. Ciertamente re- sulta mucho més dificil establecer la fecundi- dad cultural de los juegos de azar que la de los juegos de competencia. Sin embargo, la influen- cia de los juegos de azar no es menos aprecia- ble, aunque se considere desdichada. Ademés, no tomarlos en consideracién conduce a dar del juego una definicién que afirma_o sobreentien- de que ‘el juego’ no ‘Heva corisigo ningtin inte- rés de orden econémico. Pues bien, es preciso distinguir. En: algunas de sus manifestaciones, el juego es por el contrario lucrativo o ruinoso a un grado extremo y est destinado a serlo, lo cual no impide que ésa caracteristica se avenga con el hecho de que, incluso en su forma de juego por dinero, el juego siga siendo rigurosa- mente improductivo. En el mejor de los casos, la suma de ganancias no podria sino igualar la suma de las pérdidas de los demas jugadores. Aunque casi siempre es inferior, a causa’de los gastos generales, de los impuestos o de los be- neficios del empresario, unico que no juega o cuyo juego estA protegido contra el azar por Ja ley de los grandes nimeros, es decir, el unico que no- puede tomar placer en el juego. Hay 30 desplazamiento de propiedad, pero no produc- cién de bienes. Atm mds, ese desplazamiento no afecta sino a los jugadores y sdlo lo hace en la medida en que ellos aceptan, por efecto de una libre decisién renovada en cada partida, la even- tualidad de esa transferencia. En efecto, es ca- racteristico del juego no crear ninguna riqueza, ninguna obra, en lo cual se distingue del trabajo © del arte. Al final de la partida, todo puede y debe volver a empezar en el mismo punto, sin que nada nuevo haya surgido: ni cosechas, ni objeto manufacturado, ni obra maestra, ni tam- poco ampliacién de capital. El juego es ocasién de gasto puro: de tiempo, de energia, de inge- nio, de habilidad y con frecuencia de dinero, para la compra de los accesorios del juego o posible- mente para pagar el alquiler del local. En cuan- to a‘los préfesionales, ‘los BOXeadores, los ‘Ciclis- tas, los jockeys o los actores que se ganan la vida en el cuadrilatero, en la pista, en el hipd- dromo o en las tablas, y deben pensar en la prima, en el salario o en la remuneraci6n, est4 claro que en ello no son jugadores, sino hombres de oficio. Cuando juegan, es a algtin otro juego. Por otra parte, no cabe duda de que el juego se debe definir como una actividad libre y volun- taria, como fuente de alegria y de diversion. Un juego en que se estuviera obligado a participar dejaria al punto de ser un juego: se constituiria en coercién, en una carga de la que habria prisa por desembarazarse. Obligatorio o simplemente recomendado, perderia una de sus caracteristi- cas fundamentales: el hecho de que el jugador 31 se entrega a él espontdneamente, de buen grado y por su gusto, teniendo cada vez la total liber- tad de preferir el retiro, el silencio, el recogi- miento, la soledad ociosa o una actividad fecun- da. De alli la definicion que Valéry propone del juego: es aquello donde “el hastio puede desli- gar lo que habia ligado el entusiasmo”? El jue- go sdlo existe cuando los jugadores tienen ganas. de jugar y juegan, asi fuera el juego mds absor- bente y mas agotador, con intencién de divertir- se y de escapar de sus preocupaciones, es decir, para apartarse de la vida corriente. Por lo demas y sobre todo, es preciso que estén en libertad de irse cuando les plazca, diciendo: “Ya no jue- go més.” En efecto, el juego_es esencialmente.una_ocu- pacién Separada, cuidadosamente aislada del res- to de la existencia y realizada por lo general dentro de Ifmites precisos de tiempo y de lugar. Hay un espacio para el juego: segiin los casos, Ja rayuela, el tablero de ajedrez o el tablero de damas, el estadio, la pista, la liza, el cuadrila- tero, la escena, la arena, etc. Nada de lo que ocurre en el exterior de la frontera ideal se toma en cuenta. Salir del recinto por error, por acci- dente 0 por necesidad, enviar la pelota mas alla del terreno, ora descalifica, ora da lugar a un castigo. Hay que retomar el juego en la frontera con- venida. Lo mismo ocurre con el tiempo: Ia par- tida empieza y termina a una sefial. Con fre- *Paul Valéry: Tel quel, 1, Paris, 1943, p. 21, 32 cuencia, su duracién se fija de antemano. Es deshonroso abandonarla o interrumpirla sin cau- sa mayor (gritando, por ejemplo, “tiempo”, como en los juegos de nifios): Si es posible, se pro- longa, tras acuerdo de los adversarios o decisién de un Arbitro. En cualquier caso, el terreno del juego es asi un universo reservado, cerrado y protegido: un espacio puro. Las leyes confusas y complicadas de la vida or- dinaria se sustituyen, en ese espacio definido y durante ese tiempo determinado, por reglas pre- cisas, arbitrarias e irrecusables, que es preciso aceptar como tales y que presiden el desarrollo correcto de la partida. Si las viola, el tramposo cuando menos finge respetarlas. No las discu- te: abusa de la lealtad de los dems, jugadores. Desde ese punto de vista, se debe apoyar a los autores segtin los cuales la deshonestidad del tramposo no destruye el juego. El. que lo es- tropea es el negador que denuncia lo absurdo de las reglas, su naturaleza puramente conven- cional, y se niega a jugar porque el juego no tiene ningtin sentido. Sus argumentos son irre- futables. El juego no tiene mas sentido que el juego mismo. Ademas, ésta es la razén de que sus reglas sean imperiosas y absolutas: se en- cuentran por encima de toda discusién. No hay ninguna razén para que sean como son y no de otra manera. Quien no las acepta con ese cardc- ter, necesariamente debe considerarlas extrava- gancia manifiesta. 33 ee Sélo se juega si se quiere, cuando se quiere y el tiempo que se quiere. En ese sentido, el juego es una actividad libre. Es ademas una actividad incierta. La duda sobre el resultado debe prolon- garse hasta el fin. Cuando, en una partida de nai- pes, el resultado ya no es dudoso, se deja de jugar y todos muestran su juego. En Ia loteria, en la ruleta, se apuesta a un nimero que puede salir o no. En una prueba deportiva, las fuerzas de los campeones deben esiar equilibradas, a fin de que cada cual pueda defender su suerte hasta el fin. Todo juego de habilidad implica por definicion y para el jugador el riesgo de fallar la jugada, una amenaza de fracaso sin la cual el juego dejaria de divertir. A decir verdad, ya no divierte a quien, demasiado entrenado o demasiado habil, gana sin esfuerzo e. infalible- mente. 9: ae Un desarrollo conocido de antemano, sin po- sibilidad de.error ni de sorpresa, que conduzca claramente a un resultado ineluctable, es incom- patible con'la naturaleza del juego. Se necesita una renovacién constante e imprevisible de la situacion, tal como la que se produce a cada ataque o a cada respuesta en esgrima o en fut- bol, en cada cambio de pelota en el tenis o incluso, en el ajedrez, en cada ocasién que uno de los adversarios mueve una pieza. El juego consiste en la necesidad de encontrar, de inven- tar inmediatamente una respuesta que es libre dentro de los limites de las reglas. Esa libertad del jugador, ese margen concedido a su accién es esencial para el juego y explica en parte el placer que suscita. Igualmente es la que da ra- 34 z6n de empleos tan sorprendentes y significati- vos de Ja palabra “juego” como los que se apre- cian en las expresiones juego escénico de un artista 0 juego de un engranaje, para designar en un caso el estilo personal de un intérprete y en el otro la falta de ajuste de un mecanismo. Muchos juegos no implican reglas. De ese modo, no las hay, o cuando menos no fijas y rigidas, para jugar a las mufie¢as, al soldado, a policias y ladrones, al caballo, a la locomotora, al avidn y, en general, a los juegos que suponen una libre improvisacién y cuyo principal atractivo se deri- va del placer de representar un papel, de compor- tarse como si se fuera alguien distinto o incluso una cosa distinta, por ejemplo una méquina. Pese al caracter parad6jico de la afirmacion, debo decir aqui que la ficcién,~el “Sentimiento © del como si sustituye a la regla y cumple exac- tamente Ja misma funcién. Por sf misma, la regla crea una ficcién. Quien juega al ajedrez, al marro, al polo, al bacar4, por el propio he- cho de plegarse a sus reglas respectivas, se ve separado de la vida corriente, que no conoce ninguna actividad que esos juegos pudieran tra- tar de reproducir fielmente. Por eso se juega en serio al ajedrez, a las barras, al polo o al bacara. No se hace como si. Por el contrario, cada vez que el juego consiste en imitar a la vida, por una parte el jugador evidentemente no sabra inven- tar y seguir reglas que no existen en la realidad y, por la otra, el juego sé acompaiia de la con- ciencia de que la conducta seguida es fingimien- to, simple mimica. Esa conciencia de la irreali- 35 dad findamental del comportamiento“adoptado separa de la vida corriente y ocupa el lugar de la legislacion arbitraria que define otros jue- gos. La equivalencia es tan precisa que el sabo- teador de juegos, que denunciaba lo absurdo de las reglas, se constituye ahora en aquel que rom- pe el encantamiento, en aquel que se niega bru- talmente a acceder a la ilusion propuesta, en aquel que recuerda al muchacho que no es un verdadero detective, un verdadero pirata, un ver- dadero caballo, un verdadero: submarino, 0, a la chiquilla, que no arrulla a un nifio verdadero 0 que no sirve una verdadera comida a verdaderas damas en su vajilla en miniatura. Asi, los juegos no son reglamentados y ficticios. Antes bien, o estan reglamentados o son ficti- scios. Al grado de’ que’ si~un: Juegsveghittietitade aparece en ciertas circunstancias como una ac- tividad seria y fuera de alcance a quien ignora las reglas, es ‘decir, si le parece parte de fa vida corriente, ese juego al punto puede servir al pro- fano desconcertado y curioso de cafiamazo para un simulacro divertido. Podemos concebir facil- mente que, a fin de imitar a las personas ma- yores, algunos nifios muevan a tontas y a locas piezas reales o supuestas sobre un tablero de ajedrez ficticio, y encuentren divertido, por ejem- plo, jugar a “jugar al ajedrez”. Destinada a precisar la naturaleza, el maximo comtin denominador de todos los juegos, la ex- posicién anterior posee al mismo tiempo la ven- taja de poner en relieve su diversidad y de am- 36 pliar muy considerablemiente el universo que por jo comin se explora cuando se los estudia. En particular, estas observaciones intentan anexar a ese universo dos nuevos campos: el de las apuestas y los juegos de azar, y el de la mimica y la interpretacién. No obstante, quedan nume- rosos juegos y diversiones a los que todavia dejan de lado o a los cuales se adaptan imper- fectamente: ellos son, por ejemplo, el cometa y el trompo, los acertijos, los solitarios y los cru- cigramas, el tiovivo, el columpio y algunas atrac- ciones de las ferias ambulantes. A ellos habra que volver. Por el momento, los andlisis ante- riores permiten ya definir esencialmente el jue- go como una actividad: 1° Libre: a Ja cual el jugador no fodria estar obligado sin-que el juego perdierasal-punto "su. naturaleza de diversion atractiva yilegre; 2° Separada: circunscrita en limites de espa- cio y de tiempo precisos y determiriados por an- ticipado; 3° Incierta: cuyo desarrollo no podria estar predeterminado ni el resultado dado de antema- no, por dejarse obligatoriamente a la iniciativa del jugador cierta libertad en’ la necesidad de inventar; 4° Improductiva: por no crear ni bienes, ni riqueza, ni tampoco elemento nuevo de ningu- na especie; y, salvo desplazamiento de propie- dad en el seno del circulo de los jugadores, por- que se Iega a una situacién idéntica a la del principio de la partida; 5° Reglamentada: sometida a convenciones que 37 suspenden ‘las leyes ordinarias é instauran mo- mentdneamente una nueva legislacién, que es la unica que cuenta; 6° Ficticia: acompafiada de una conciencia es- pecifica de realidad secundaria o de franca irrea- lidad en comparacién con la vida corriente. Esas diversas cualidades son puramente for- males. No prejuzgan sobre el contenido de los juegos. Sin embargo, el hecho de que las dos ultimas —Ia regla y la ficcién— hayan parecido casi exclusivas la una con respecto a la otra de- muestra que la naturaleza intima de los elemen- tos que ambas tratan de definir implica y tal vez exige que éstos sean a su vez objeto de una reparticién que, esta vez, se esforzaré por tener en cuenta, no caracteristicas que los oponen en su conjunto al resto de la realidad, sino las que Jos distribuyen*en“grupos: de--una ‘originalidad: decididamente irreductible. 38 II, CLASIFICACION DE LOS JUEGOS LA MULTITUD y la variedad infinitas de los jue- gos hacen perder, al comienzo, la esperanza de descubrir un principio de clasificacién que per- mita distribuirlos a todos en un ntimero redu- cido de categorias bien definidas. Ademds, los juegos presentan tantos aspectos diferentes que hay la posibilidad de multiples puntos de vista. El vocabulario comun muestra a las claras hasta qué punto permanece vacilante e incierta la men- te; a decir verdad, emplea diversas clasificacio- nes opuestas=No tiene ‘sentido enfrentar los-jue- gos de naipes a los juegos de habilidad, como tampoco oponer los juegos de sociedad a los jue- gos de estadio. En efecto, en un caso se escoge como criterio de distribucién el instrumento de juego; en otro, la cualidad principal que exige; en un tercero, el ntimero de jugadores y el am- biente de Ja partida; finalmente, en el ultimo, el jugar en que se disputa la prueba. Ademés, lo que viene a complicarlo todo es el hecho de que se puede jugar a un mismo juego solo o en gru- po. Un juego determinado puede movilizar di- versas cualidades a la vez o bien no necesitar ninguna. En un mismo lugar, se puede jugar a juegos marcadamente distintos: los caballos de madera 39 y. el diébolo“son~diversiones ‘al aire-libre; pero~~ el nifio que juega pasivamente por el placer de verse arrastrado por la rotacién del tiovivo no lo hace con el mismo espiritu que quien realiza su mejor esfuerzo para atrapar correctamente su diabolo. Por otra parte, muchos juegos se jue- gan sin instrumentos ni accesorios. A lo cual se agrega que un mismo accesorio puede tener fun- ciones diversas segtin el juego considerado. Por lo general, las canicas son el instrumento en un juego de habilidad, pero uno de los jugadores puede tratar de adivinar si el ntimero que su adversario tiene en la mano cerrada es par 0 impar: y entonces las canicas son instrumento en un juego de azar. Sin embargo, quiero detenerme en esta Ulti- ma expresién. Por una vez, hace alusién al ca- ~: oe samketegsfundamentab-de ana: especiesbiengdeter- minada de juegos. Sea al hacer una apuesta o en la Joteria, sea en la ruleta ‘o el bacard, es claro que el jugador adopta la misma ‘actitud. No hace nada, solo espera la decision de la suerte. En cambio el boxeador, el corredor, el jugador de ajedrez o de rayuela ponen todo en prac- tica para ganar. Poco importa que esos juegos sean ora atléticos, ora intelectuales. La actitud del jugador es la misma: el esfuerzo por vencer a un rival colocado en.las mismas condiciones que él. Asi, al parecer esté justificado oponer Jos juegos de azar y los juegos de competencia. Sobre todo, resulta tentador ver si es posible descubrir otras actitudes no menos fundamen- tales, que posiblemente ofrecerian los titulos de una clasificacién razonada de los juegos. 40 | | i be b # Luego- del examen -de las diferentes posibilida- des, propongo con ese fin una divisién en cuatro secciones principales segin que, en los juegos considerados, predomine el papel de la compe- tencia, del azar, del simulacro o del vértigo. Las llamo respectivamente Agon, Alea, Mimicry e dlinx. Las cuatro pertenecen claramente al te- rreno de los juegos: se juega al futbol, a las canicas 0 al ajedrez (agon), se juega a la ruleta o a la loteria (alea), se juega al pirata como se interpreta [francés: on joue] a Neron o a Ham- let (mimicry) y, mediante un movimiento rapido de rotacién o de caida, se juega a provocar en si mismo un estado organico de confusion y de desconcierto (iinx). Sin embargo, esas desig- naciones atin no.cubren enteramente el universo del juego. Lo eeestasaee tt en-€uddrantes, cada uno-de-lo: por-unprineipio-origi- nal. Delimitan sectores que redinen juegos de la misma especie. Pero, dentro de esos. sectores, los distintos juegos se escalonan eriel mismo or- den, de acuerdo con una progresién compara- ble. Asi, al mismo tiempo se les puede situar entre dos polos opuestos. Casi por completo, en. uno de los extremos reina un principio comin de diversién, de turbulencia, de libre improvi- sacién y de despreocupada plenitud, mediante Ja cual se.manifiesta cierta fantasia desbocada gue podemos designar mediante el nombre de paidia. En el extremo opuesto, esa exuberancia traviesa y espontdnea casi es absorbida o, en todo caso, disciplinada por una tendencia com- plementaria, opuesta por algunos conceptos, pero no por todos, de su naturaleza andrquica y ca- re 41 ~ prichosa: una ‘necesidad: creciente de plegarlava _-convencionalismos-arbitrarios, imperativos y mo- = Jestos a propésito, de contrariarla cada vez mas- tisando ante ella tretas indefinidamente cada vez jas estorbosas, con el fin de hacerle mas dificil Hegar al resultado deseado Este sigue siendo perfectamente inttil, aunque exija una suma cada vez mayor de esfuerzos, de paciencia, de habilidad o de ingenio. A este segundo compo- nente lo llamo Iudus. Recurriendo a estas extrafias denominaciones, no es mi intencién constituir quién sabe qué mi- tologia pedante, enteramente desprovista de sen- tido. Pero, ante la obligacién de reunir bajo una misma etiqueta manifestaciones diversas, me ha parecido que el medio mas econémico de lograr- Jo.consistia-én:tomar de-tal-o:- cuakotra lenguael--~ vocablo a la ‘vez’ mas significativo-y més amplio posible, con ‘él fin de evitar que cada conjunto que examinéiiios se vea marcado de manera uni- forme por Ia cualidad particular de uno de los elementos que retine, lo que no dejaria de ocu- rrir si el nombre de éste sirviera para designar a todo el grupo. Por lo demas, a medida que tra- te-yo de establecer Ja clasificacién en la que me he empefiado, cada cual tendrd la ocasién de darse cuenta por si mismo de la necesidad en que me vi de utilizar una nomenclatura que no remita demasiado directamente a la expe- riencia concreta, a la que en parte esta desti- nada a distribuir de acuerdo con un principio inédito. Con Ia misma intencién, me he esforzado por 42 Henar cada ‘seccién con los’ juegés “al “parééer més diferentes, a-fin de hacer resaltar mejor su parentesco fundamental. Mezclé los juegos corporales y los juegos intelectuales, los que se apoyan en la fuerza y los que recurren a la ha- bilidad 0 al cAlculo. En el interior de cada cla- se, tampoco distinguf entre Jos juegos infantiles y los juegos para adultos; ademas, cada vez que pude, busqué en el mundo animal conductas homélogas. Al hacerlo, se trataba de subrayar el principio mismo de Ja clasificacién propues- ta: ésta tendria menos alcance si no nos diéra- mos cuenta de que las divisiones que establece corresponden a impulsos esenciales e irreduc- tibles. a) CATEGORIAS FUNDAMENTALES MRS EES SA ESE SRE TR Agon. Todo un grupo de juegos aparece como competencia, es decir, como una lucha en que la igualdad de oportunidades se crea artificial- mente para que los antagonistas se enfrenten en condiciones ideales, con posibilidad de dar un valor preciso e indiscutible al triunfo del vence- dor. Por tanto, siempre se trata de una rivalidad en torno de una sola cualidad (rapidez, resis- tencia, vigor, memoria, habilidad, ingenio, etc.), que se ejerce dentro de limites definidos y sin ninguna ayuda exterior, de tal suerte que el ga- nador aparezca como el mejor en cierta catego- rfa de proezas. Esa es la regla de las competen- cias deportivas y la razon de ser de sus multiples subdivisiones, ya opongan a dos individuos 0 a dos equipos’ (polo, tenis, futbol, box, esgri- 43 ma, etc.), ya ‘se disputen entre un nimero in- determinado de concursantes (carreras de toda especie, competencias de tiro, de golf, de atle- tismo, etc.). A la misma clase pertenecen ade- mas los juegos en que los adversarios disponen al principio de elementos exactamente del mis- mo valor y en el mismo ntimero. El juego de damas, el ajedrez, el billar, son ejemplos per- fectos. La busqueda de la igualdad de oportu- nidades al principiar constituye de manera tan manifiesta el principio esencial de la rivalidad que se la restablece por medio de una ventaja entre dos jugadores de fuerzas diferentes, es de- cir, que dentro de la igualdad de oportunidades establecida en un principio, se prepara una des- igualdad secundaria, proporcional a la fuerza relativa supuesta en los participantes. Es signi- SaCRTIVO Gi sta tam si cardcter muscular (los encuentras deportivos) como para el agon de tipo mas cerebral (las.par- tidas.dé:ajedrez, por ejemplo, ent las que se da al jugador mds débil la ventaja de un pedn, de un caballo 0 de una-torre) . Por cuidadosamente que se trate de conser- varla, una igualdad absoluta no parece sin em- bargo del todo alcanzable. En ocasiones, como en las damas o el ajedrez, el hecho de jugar primero da cierta ventaja, pues esa prioridad permite al jugador favorecido ocupar posicio- nes clave o imponer su estrategia. Por el con- trario, en los juegos de puja, quien ofrece al ultimo aprovecha las indicaciones que le dan los anuncios de sus adversarios. Asimismo, en el croquet, salir_en ultimo término_multiplica 44 =..por-ello.m los recursos del jugador. En los encuentros de- portivos, la exposicién, el hecho de tener el sol de frente o a la espalda; el viento que ayuda o que estorba a uno de los dos campos; en las carreras disputadas sobre una pista cerrada, el hecho de encontrarse en el interior o en el exte- rior de la curva, constituyen, dado el caso, otras tantas -ventajas o inconvenientes cuya influencia no necesariamente es infima. Esos inevitables desequilibrios se anulan o se moderan mediante el sorteo de la situaci6n inicial, y luego median- te una estricta alternancia de la situacién privi- legiada. Para cada competidor, el resorte del juego es el deseo de ver reconocida su excelencia en un te- rreno determinado. La practica del-agon supone en to apropiado, “esfuerzos voluntad de vencer. Implica disciplina y“pérseverancia. Deja al competidor solo con sus rectirsos, lo in- vita a sacar de ellos el mejor partido posible, lo obliga en fin a usarlos lealmente y dentro de los limites determinados que, siendo iguales para todos, conducen sin embargo a hacer indiscuti- ble la superioridad del vencedor. El agon se pre- senta como la forma pura del mérito personal y sirve para manifestarlo. Fuera, o en los limites del juego, se encuentra el espiritu del agon en otros fenédmenos cultu- rales que obedecen al mismo cédigo: el duelo, el torneo, ciertos aspectos constantes y sorpren- dentes de la llamada guerra cortés. se 45 En principio; puésto que nd conciben limites ni reglas y buscan sélo en una lucha implacable una victoria brutal, parecerfa que los animales tuvieran que desconocer el agon. Bs claro que no podrian invocarse ni las carreras de caba- los ni las peleas de gallos: unas y otras son luchas en que los hombres hacen enfrentarse a animales adiestrados, de acuerdo con normas que sélo ellos han fijado. No obstante, conside- rando ciertos hechos, los animales al parecer tienen ya el gusto de oponerse en encuentros en que, si bien estA ausente la regla, como es de esperar, al menos hay un limite implicitamente convenido y respetado espontaneamente. Asi ocu- rre sobre todo con Ios gatos pequefios, los ca- chorros de perro, las focas jévenes y. los oseznos, dandose bien de Mas convineente atin es la costumbre de los bévidos que,:con la cabeza gacha, testuz contra testuz, tratan de hacerse recular el uno al otro. Los caballos practican el mismo tipo de duelo amistoso y ademas conocen otro: para medir sus fuerzas, se yerguen sobre las patas traseras y se dejan caer uno sobre otro con un vigoroso impulso oblicuo y con todo su peso, a fin de hacer perder el equilibrio al adversario. Asimis- mo, los observadores han sefialado numerosos juegos de persecucién, que tienen lugar median- te desafio o invitacién. El animal alcanzado no tiene nada que temer de su vencedor. El caso més elocuente es sin duda el de los pequefios pavos reales silvestres Ilamados “combatientes”. Escogen un campo de batalla, “un lugar un tanto 46 elevado”, dice Kat] Groos,’ “‘siempre htimedo y cubierto de pasto raso, de un diametro de me- tro y medio a dos metros”. All{ se retinen coti- dianamente algunos machos. El que Hega prime- ro espera a un adversario y empieza la lucha. Los campeones tiemblan e inclinan la cabeza en rei- teradas ocasiones. Sus plumas se erizan. Se lan- zan uno contra otro, con el pico al frente, y golpean. Nunca hay persecucién ni lucha fuera del espacio delimitado para el torneo. Por ello, en cuanto a los ejemplos anteriores, me parece legitimo pronunciar aqui la palabra agon: hasta ese grado es claro que la finalidad de los en- cuentros no es para los antagonistas infligir un dafio grave a su rival, sino demostrar su propia superioridad. Los hombres sélo agregan los re- finamientos y la precisién de la ee En cuanto se afirma su personalidad y antes de la aparicion de las competencias reglamentadas, entre los nifios se aprecia la frecuencia de ex. trafios desafios, en que los adversarios se esfuer- zan por demostrar su mayor resistencia. Se les ve competir por quién mirard fijamente el sol durante mas tiempo, resistird las cosquillas, de- jara de respirar, de parpadear, etc. En ocasiones, lo que est4 en juego es més serio, pues se trata de resistir el hambre o el dolor, en forma de azotes, de pellizcos, de piquetes y de quemadu- ras. Entonces, esos juegos de ascetismo, como se les ha dado en Tamar, inauguran pruebas severas. Son anticipo de los malos tratos y las 1K. Groos, Les jeux des animaux, trad. francesa, Pa- ris, 1902, pp. 150-151. ae 47 oer eae! turales 0 adquiridas de los individuos a fin de poner a cada cual en igualdad absoluta de con- diciones ante ¢l-ciego veredicto de la suerte. Como el resultado del agon es incierto por necesidad, y paradéjicamente debe parecerse al efecto del azar puro, dado que las oportunida- des de los competidores en principio son lo mas equilibradas posible, de alli se sigue que todo encuentro que posea las caracteristicas dé una competencia reglamentada ideal puede ser ob- jeto de apuestas, es decir, de aleas: as{ ocurre en las carreras de caballos o de lebreles, en los encuentros de futbol o de pelota vasca, en las peleas de gallos. Incluso sucede que la tasa de apuestas varie sin cesar durante la partida, de acuerdo con las peripecias del agon.* Los juegos de azar parecer fuegos de-competencia, de simulacro+o=de vér- tigo. K..Groos, principalmente, ofrece ejemplos sorprendéntes ‘para cada“una‘dé’esas categorias. En cambio, demasiado metidos en lo inmediato y demasiado esclavos de sus impulsos, los ani- ?Por ejemplo, en las Islas Baleares para el juego de pelota, en Colombia y las Antillas para las peleas de gallos. Huelga decir que no es conveniente.tener en cuenta los montos en especie que pueden cobrar joc keys © propietarios, corredores, boxeadores, jugadores de futbol o el tipo de atletas que sea. Por considerables que se supongan, esos precios no entran en la catego- ria del alea, Recompensan una victoria disputada con pasién. Esa recompensa, otorgada al mérito, nada tiene que ver con el favor de Ia suerte, resultado de la for. tuna que sigue siendo monopolio incierto de los apos- tadores, Incluso es.lo.contrario.. ..- 7 50 males no*podrian imaginar una fuerza abstracta e insensible, a cuyo veredicto se sometieran de antemano por juego y sin reaccién. Esperar pa- siva y deliberadamente la decisién de una fata- lidad, arriesgar en ella un bien para multipli- carlo en proporcién a las probabilidades de perderlo es una actitud que exige una posibilidad de previsién, de representacién y de especula- cién de la que sdlo es capaz una reflexion obje- ‘tiva y calculadora. Tal vez en la medida en que el nifio atin esta préximo al animal, los juegos de azar no tienen para él la importancia que cobran para el adulto. Para él, jugar es actuar. Por otra parte, privado de independencia econo- mica y sin dinero que le pertenezca, no encuen- tra en los juegos de azar aquello que constituye su_atractivo principal. 1 Estos no a hacerle @ una moneds#-Sirfembargo, para ganarlas cuen- ta mas con sf habilidad que con la suerte. El agon y el alea manifiestan actitudes opuestas y en cierto modo simétricas, pero ambos obe- decen a una misma ley: la creacién artificial en- tre los jugadores de las condiciones de igualdad pura que la realidad niega a los hombres, pues nada en la vida es claro sino que, precisamente, todo en ella es confuso en un principio, tanto las oportunidades como los méritos. Sea agon, sea alea, el juego es entonces una tentativa de sustituir la confusién normal de la existencia comin por situaciones perfectas. Estas son tales que el papel del mérito o del azar se muestra en ellas de manera clara e indiscutible. También 51 seal: iets nation Sinoweneser Ya misine WD-PEEs ‘Sonajé ilusério’ y conducirse en consecuencia. implican que todos deben gozar exactamente de las mismas posibilidades de demostrar su valer ©, én Ia otra escala, exactamente de las mismas oportunidades de recibir un favor. De uno u otro modo, el jugador escapa del mundo haciéndolo otro. Pero también es posible evadirse de é1 ha- ciéndose otro. Que es a lo que responde la mi- micry. Mimicry. Todo juego supone la aceptacién tem- poral, si no de una ilusién (aunque esta ultima palabra no signifique otra cosa que entrada en juego: in-lusio), cuando menos de un universo cerrado, convencional y, en ciertos aspectos, fic- ticio. El juego puede consistir, no en desplegar una actividad o en soportar un destino en un Nos encontramos entonces frente a una serie .variada de manifestaciones que.tienen como ca- racteristica comun apoyarse en el hecho de que el sujeto juega a creer, a hacerse creer o a hacer creer a los demas que es distinto de si mismo. El sujeto olvida, disfraza, despoja pasajeramen- te su personalidad para fingir otra. He decidido designar esas manifestaciones mediante el tér- mino mimicry, que da nombre en inglés al mi- metismo, sobre todo de los insectos, a fin de subrayar la naturaleza fundamental y elemental, casi organica, del impulso que las suscita. El mundo de los insectos aparece frente al mundo humano como la solucién mas divergen- te que ofrece Ia naturaleza. Ese mundo se opone punto por punto al del hombre, pero no es me- 52 nos elaborado, complejo y sorprendente. Asi, me parece legitimo tomar aqui en consideracién los fenémenos de mimetismo cuyos ejemplos mas perturbadores presentan los insectos. En efec- to, a una conducta libre del hombre, versatil, arbitraria e imperfecta, que sobre todo acaba en una obra exterior, corresponde en el animal y, de manera més particular en el insecto, una modificacion organica, fija y absoluta que carac- teriza a la especie y se ve reproducida infinita y exactamente de generacién en generacién en- tre miles de millones de individuos: por ejem- plo, las castas de las hormigas y de los termes frente a la lucha de clases, los dibujos de las alas de las mariposas frente a la historia de la mexplicab de pronto una réplica extraordinaria al gusto que el hombre encuentra en disfrazar- se, en disimularse, en ponerse una mascara, en representar [jouer] a un personaje. Sdlo que, en esta ocasién, la mascara y el disfraz forman parte del cuerpo, en vez de ser un_accesorio fabricado. Pero en ambos casos sirve exacta- mente a los mismos fines: cambiar la apariencia del portador y dar miedo a los demas.* *Se encontrarén ejemplos de mfmicas aterradoras de los insectos (actitud espectral de la mantis, trance de la Smerinthus ocellata) 0 de morfologias disimulado- ras en mi estudio titulado: “Mimétisme et psychasténie légendaire”, Le Mythe et 'Homme, Paris, 1938, pp. 101- 143. Por desgracia, ese estudio aborda el problema des- de una perspectiva que en la actualidad me parece de_ 53 i | Entie los vertebrados, ja" tendéncia a’ imitar ‘se manifiesta en primer lugar por medio de un contagio enteramente fisico, casi irresistible, se- mejante al contagio del bostezo, de la carrera, de Ja claudicacién, de la sonrisa y sobre todo del movimiento. Hudson creyé poder afirmar que, esporddicamente, un animal joven “sigue a todo objeto que sé aleja, y huye de todo objeto que se acerca”. Al grado de que un cordero se sobresalta y escapa si su madre se vuelve y se di- rige hacia él, sin reconocerla, y en cambio, sigue el paso del hombre, del perro © del caballo que ve alejarse. E] contagio y la simulacion todavia no son simulacro, pero lo hacen posible y dan lugar a la idea y al gusto por la mimica. Entre las aves, esa tendencia culmina en los pavoneos les, en las ceremonias y. las exhibiciones v2 2 ti os ¥ 7 tacién teatral “tregan. mach’ hembras con.una rara, i on : ¥ 7 |B 2nb one) uo ‘auaurayueisuos vozaroap yipind ojwoutaye fe anb [et wapso un ua ey ‘eurxosde nur exouemt ap ueoy[selo 28 Sofanf soy ‘[eop1eA euUMIoD Epes UG VION Teroual wo oar afoy wprons| —onoyjoadsa| -ezejde oho Texouas ua sacry 4 ousrandye ep sore | -seisondutoo seansodap | bso corjeay| sojduns sefraoj|. sefouaieduroo seures8jonao| vyiay ap hs |uaxpate foainy | | sorresqos | |, souopoesie eins] sewep —etugidsa | | ofzenrjos Topeyon wasonde | soy oaxoq) | vjautoo | zeaysip I | eqeoseut | | eof ests syea seydoued fi | efeg & agns | ‘eoaymut : opuaniisa oataon | uoisnit ap so8an{ md © 2289) somo) 2 | | | | inueyar sarpueyur | ear om 4 “seu0nt | | jooreur,| —_sauoe}furr | sojnueyay sepuos sures |¥ viatve (oBttigay | (ouonjmnus) (wyouaradioo) XNITT ‘ROTA Nooy Fr so3an{ so] ap upiongiisiq "| oxavag OOS ks A ggsesaga or Rye OE s§ 8303 7 eee tas as BELLS ao 883s ESescRE i creek gave gee Eoged esas weeges BEC bs aes se Song sae Sg. Fak os 28 Rages 82 plas beets aad gobs os gS peek etd es giesgas3* gael §etey debugged SEgn 67338 o ae hod ‘ PS. F EV AE : Boh oF yese BEC eT ES m Boy fest ae B48> S203 Sess .egta org DEG 5 aw OSE ee SS HosZiSigee : nar ventaja. Al tiempo que lanza ‘y-atrapa‘él balero, el jugador mima una aventura o analiza una accién. Cuenta un viaje, alguna cacerfa o un combate, enumera las diferentes fases del desta- zado de la presa, operacién que es monopolio de Jas mujeres. A cada nuevo hoyo, anuncia triun- fante: Ella toma su cuchillo Corta la foca Le quita la piel Saca los intestinos Abre el pecho Saca las entraiias Saca las costillas Saca Ja columna vertebral Quita la pelvis _.Quita los miembros posterior “="Quita fa cabeza SEER Quita Ja grasa Dobla. la piel en dos - La emipapa en la orina La pone a secar al sol, etcétera. En ocasiones, el jugador Ja emprende con su rival y en la imaginacién emprende la tarea de cortarlo en pedazos: Te asesto un golpe Te mato Te corto la cabeza Te corto un brazo Y luego el otro Te corto una pierna Luego la otra 82 seo" sLos.pedazos a los perros * Los perros comen... ¥ no sélo los perros; sino también los zorros, Jos cuervos, los cangrejos y todo lo que se le ocurre. Antes de volver a la lucha, el otro pre- viamente tendré que reconstruir su cuerpo en el orden inverso. Esa persecucién ideal va subra- yada por los clamores de los asistentes, que si- guen con pasién los episodios del duelo. En ese estadio, el juego de destreza evidente- mente es fenémeno de cultura: apoyo de la co- municacién y de alegria colectiva en el frio y la larga oscuridad de la noche drtica. Y ese caso extremo no es ninguna excepcién, aunque ofre- ce la ventaja de sugerir hasta qué punto el juego més individual por su naturaleza o su destino se“presta=Facilmente-a--toda’ clase-de:desarrollos**~" y de enriquecimientos que, dado el caso, no se hallan lejos de hacer de él una especie de insti- tucién. Se diria que algo le falta a la actividad del juego cuando queda reducida a un simple ejercicio solitario. Por lo general, los juegos no alcanzan su ple- nitud sino en el momento en que suscitan una resonancia cémplice. Incluso cuando, en prin- cipio, los jugadores podrian sin ningtin incon- veniente entregarse a ellos aisladamente y cada cual por su lado, los juegos pronto se constitu- yen en pretextos de concurso o de espectaculos, como acabamos de comprobarlo en el caso de Ja cometa y del balero. En efecto, la mayor parte de ellos aparecen como pregunta y respuesta, como desafio y réplica, provocacién y conta. 83 I gio, efervescencia 0. tension. compartida.. Tienen necesidad de presencias atentas y simpatizantes. Es posible que ninguna de las categorias de juegos se libre de esa ley. Incluso los juegos de azar parecen ser mas atractivos en la mul- titud, si no es que en el barullo. Nada impide a los jugadores comunicar sus apuestas por telé- fono 0 arriesgarlas cémodamente en casa de uno de ellos, en algtin salén discreto. Pero no, pre- fieren estar all{, apretujados por la afluencia que atesta el hipédromo o el casino, ya que su placer y su excitacién aumentan con el estre- mecimiento fraterno de una multitud de desco- nocidos. Asimismo, es penoso encontrarse solo en una sala de espectaculos, incluso en el cine, pese a ja ausencia de actores que sufran por ese vacio. : Por otra parte, es clay us s_di: “mos enmascaramos para los demas. En fin, los «juegos de vértigo caben ‘bajo ‘el niismo. aparta- +. do: el sube y baja, el tiovivo y el tobogan exigen por su parte una efervescencia y una fiebre colectivas que sostienen y alientan el aturdi- miento que provocan. Asi, las diferentes categorias de juegos, el agon (por definicién), el alea, la mimicry, el ilinx su- sl ponen, no la soledad sino la compajifa. Sin em- 4 bargo, las mas de las veces se trata de un circu- lo necesariamente restringido. Como cada cual debe jugar cuando le toca, Hlevar su juego a la vez segtin su entender y como lo ordenan las re- glas, el mamero de jugadores no podria multi- ; plicarse al infinito, por poco que todos inter- vengan activamente. Una partida no soporta sino un ‘grupo limitado de ‘compaiieros, asociados © no. Entonces, el juego aparece gustosamente como una ocupacién de pequeiios grupos de ini- ciados 0 de aficionados, que se entregan aparte y por unos instantes a su diversién favorita. Sin embargo, una multitud de espectadores favore- ce la mimicry, exactamente como una turbulen- cia colectiva estimula el ilinx y a su vez se ali- menta de él. En determinadas circunstancias, incluso los juegos cuya naturaleza parecia destinarlos a ser jugados entre pocos jugadores rebasan ese lmi- te y se manifiestan en formas que, a pesar de seguir perteneciendo sin duda alguna al terreno del juego, no dejan de reclamar de él una or- ganizacién desarrollada, un aparato complejo y un personal especializado y jerarquizado,. En “uma palabra, Suscitan~estructuras permanentes y delicadas, que hacen del juego una-institucién de cardcter oficioso, privado y marginal, a ve- ces clandestino, pero cuyo status aparece nota- blemente seguro y durable. Cada una de esas categorfas fundamentales del juego presenta de ese modo aspectos socia- lizados que, por su amplitud y su estabilidad, han adquirido carta de naturalizacién en la vida colectiva. Para el agon, esa forma socializada es t en esencia el deporte, al cual se agregan pruebas impuras que mezclan insidiosamente el mérito y Ia suerte, como los juegos radiofénicos y los concursos que dependen de la publicidad co- mercial; para el alea, son los casinos, los campos de carreras, las loterias de Estado y la varie- dad de juegos administrados por grandes. so- 85 - Giedades de apucstas; para la mimicry, las artes Gelvespectaculo, desde la épera hasta las mario- hnetas_y el guifiol y, de una manera més equivo- ea, orientada ya hacia el vértigo, el carnaval y el baile de disfraces; finalmente, para el ilinx, la feria ambulante y las ocasiones anuales ciclicas, de francachela y. dé jabilo populares. Todo un capitulo del estudio de los juegos debe examinar esas manifestaciones mediante las cuales los juegos encajan directamente en las cos- tumbres cotidianas. Esas manifestaciones con- tribuyen en efecto a dar a las diferentes culturas algunos de sus usos y de sus instituciones mas facilmente identificables. IV. LA CORRUPCION DE LOS JUEGOS CUANDO se trat6 de enumerar las caracteristicas que definen el juego, éste aparecié como una actividad: 1°, libre; 2°, separada; 3°, incierta; 4°, improductiva; 5°, reglamentada; 6°, ficticia, quedando entendido que las dos tltimas carac- teristicas suelen excluirse una a otra. Puramente formales, esas seis cualidades re- velan bastante poco sobre las diferentes actitu- des psicolégicas que rigen los juegos. Oponien- do fuertemente el mundo del juego al mundo de la realidad, y subrayando que el juego es en ~esencia=una~actividad “aparte;spermiterr=prever: que toda contaminacion con Ja vida corriente amenaza con corromper y arruinar su propia naturaleza. Desde ese momento, puede ser interesante pre- guntarse qué ocurre con los juegos cuando la division rigurosa que separa sus reglas ideales de las leyes difusas e insidiosas de la existencia cotidiana pierde su claridad necesaria. Cierta- mente, no podrian extenderse tal cual mas alla del terreno (tablero de ajedrez 0 de damas, liza, pista, estadio 0 escenario) que les esta reserva- do, o del tiempo que se les ha concedido y cuyo fin significa de manera inexorable el cierre de un paréntesis. Por necesidad, los juegos adopta- ran formas bastante distintas y sin duda a veces inesperadas. Ademéas,.en: el. juego, un-cédigo estricto .yeab-. soluto gobierna por si solo a aficionados cuya aceptacién previa aparece como la condicién misma de su participacién.en una actividad ais- lada y enteramente convencional. Pero, ¢y si de pronto la convencién ya no se acepta 0 no se siente como tal? ¢¥ si el aislamiento ya no se res- peta? Con toda seguridad, ni las formas ni la libertad del jucgo pueden subsistir. Tiranica y apremiante, sdlo queda la actitud psicolégica que impulsaba a adoptar tal juego tal especie de juego de preferencia sobre algtin otro. Se recordaré que esas actitudes distintivas son cua- tro: la ambicién de triunfar gracias al solo mé- rito en una competencia reglamentada (agon), Ja renuncia de la voluntad en beneficio de una espera ansiosa y pasiva del fallo del destino (alea), el_gusto por adoptar_una_personalidad ajeha” Gaimicry) ¥, finalmente, la busqueda del vértigo (ilinx). En el agorg-el jugador sélo-cuen- ta consigo mismo, se esfuerza y se empefia;‘en el alea;“cuenta con todo salvo consigo mismo y se abandona a fuerzas que se le escapan; en la mimicry, imagina que es otro distinto de si e inventa un universo ficticio; en el ilinx, satisface el deseo de ver estropeados pasajeramente la es- tabilidad y el equilibrio de su cuerpo, de escapar de Ja tirania de su percepcién y de provocar la derrota de su conciencia. Si el juego consiste en ofrecer a esos pode- rosos instintos una satisfaccién formal, ideal, limitada y mantenida al margen de la vida co- rriente, ¢qué ocurre con él cuando se recusa toda convencién? ¢Cuando el universo del juego 88 fl : < ya-no es estanco?. ¢Cuando. hay contaminacién con el mundo real, en donde cada movimiento trae consigo consecuencias ineluctables? A cada una de las ribricas fundamentales responde en- tonces una perversion especifica que es resul- tado de la ausencia a la vez de freno y de pro- teccién. Al volverse en absoluto el dominio del instinto, la tendencia que lograba engajiar a la actividad aislada, protegida y en cierto modo neutralizada del juego se extiende a la vida co- rriente y es proclive a subordinarla hasta donde puede a sus exigencias propias. Lo que era pla- cer se constituye en idea fija; lo que era evasién en obligacién; lo que era diversién en pasién, en obsesién y en causa de angustia. El principio del juego se ha corrompido. Es preciso saber aqui que no lo esta por la exis- tencia.de..tramposos..o..de._jugadores -profesio-. nales, sino tinicamente por el contagio con la realidad. En el fondo, no hay perversion del jue- go, hay extravio y desviacién de unoide tos cua- tro impulsos primarios que rigen los juegos. El caso no es excepcional en absoluto. Se produce cada vez que el instinto considerado no encuen- tra en la categoria de juegos que le corresponde la disciplina y el refugio que lo fija, o cada vez que se niega a contentarse con ese engafio. Por su parte, el tramposo permanece en el universo del juego. Si bien infringe las reglas, cuando menos lo hace fingiendo respetarlas. Tra- ta de engafiar. Es deshonesto, pero hipécrita. De suerte que cuida y proclama mediante su acti- tud la validez de las convenciones que viola, pues al menos tiene necesidad de que los demas las obedezcan. Si lo descubren, Jo echan. ¥.el. uni. verso’ ‘del jie go" se: conserva intacto. Asimismo, quien de una actividad de juego hace su oficie no cambia en modo alguno la naturaleza de aquélla. Certo es que él mismo no juega: ejerce esion. La naturaleza de la competenci: @ ta del especticulo dificilmente se. modifica i as © los comediantes son profesiona- que actian por un salario y no aficionados que sélo pretenden darse gusto, La diferenci, solo los afecta a ellos. ; Ui Para los boxeadores, los ciclistas 0 Jos actores profesionales, el agon, 0 la mimicry, ha dejad de ser una distraccin destinada a descansar de aj atigas o @ cambiar la monotonia de un tra: pajo que pesa y desgasta. Son su propio traba. Jo, necesarios para su subsistencia, una activi. dad constante y absorbenie, lena -de.obstéculos r oe Poss ‘de la que se distraen precisa- mente jugando-a-un juego que no los puede com- También ‘para el actor, Ia rej id p " presentacién tea- tral es un simulacro. Hace gestos, se viste, ac- {us Tecita. Pero, cuando cae el telén y se apagan los reflectores, es devuelto a la realidad. La se- Paracién de los dos universos permanece abso- Inta, Asimismo, para el profesional del ciclismo, boxeo, del tenis o del futbol, la prueba, el partido o la carrera siguen siendo competencias reglamentadas y formales. En cuanto se termi- nan, el ptiblico se precipita a la salida. El cam- Peén es devuelto a sus preocupaciones cotidia- nas, debe defender sus intereses, concebir Poner en marcha la politica que le asegure el 90 mejor-porvenir. Las:rivalidades perfectas.y pre. cisas en las que acaba de medir su valor en las condiciones més artificiales que existan dan paso a competencias temibles por otros concep- tos, en cuanto abandona el estadio, el vel6dromo o el cuadrilatero. Hipécritas, incesantes e im- placables, éstas impregnan toda su vida. Como el comediante fuera de escena, se encuentra en- tonces devuelto al destino comin, fuera del es- pacio cerrado y del tiempo privilegiado en que reinan las leyes estrictas, gratuitas e¢ indiscuti- bles del juego. Fuera de la arena, luego que suena la campa- na, empieza la verdadera perversién del agon, la més difundida de todas. Aparece en cada anta- gonismo que ya no atempera el rigor del espi- fini de -juego.--Ahorabien,-la:-competencia abe ecu. 5 soluta nunca es sélo ley de la naturaleza. En Ja sociedad encuentra su brutalidad original, en cuanto ve una via libre en la red de presiones morales, sociales 'o legales que, como las del jue- go, son limites y convenciones. Por eso, en cual- quier terreno que se ejerza y siempre que sea sin respetar las reglas del juego y del juego franco, la ambicién desbocada y obsesiva debe denunciarse como desviacién decisiva que, en el caso particular, vuelve asi'a la situacién de partida. Por lo demds, nada muestra mejor el papel civilizador del juego que los frenos que acostumbra oponer a la avidez natural. Se da por sentado que el buen jugador es aquel que sabe considerar con cierto alejamiento, con des- apego y cuando menos con cierta apariencia de o1 .. Sangre fria Jos: resultados: adversos' del'esfuerzg* mas sostenido o la pérdida de una aj mat serie oa phe de un spumra dee 4rbitro se aprueba por principio. La corrupcién del agon empieza alli donde no se reconoce ni gin arbitro ni ningun arbitraje, ea En cuanto a Ios juegos de azar, también s ju , aj Tupeion del principio en cuanto el jugador deja dc respetar el azar, es decir, cuando deja de Considerarlo un resorte impersonal y neutro, sin forazén ni memoria, como un efecto puro de Hides, We Figen la distribucion de las proba. Bilidades. Con Ja supersticién nace la corrupcién alea. En efecto, para quien se pone en ma oe arr resulta tentador tratar de prever water ra seal a ta su on el jugador concede | TOS "Y prodigios que en su imaginacion prefieu. [an ou buena o su mala fortuna, Busca foe ‘ix ismanes que lo protegen con mayor eficacia. Se abstiene a la menor advertencia de la suerte, que Sonoce en suefios, mediante presagios o por pre- nefacr e a fin, para apartar las influencias Repstas, procede © hace proceder a los conju- Por lo demés, esa actitud n, i perarse con la préctica de los juegos de seagt ne ie cpcuentra sumamente difundida en estado de trasfondo psicologico. Se halla lejos de afectar ee a quienes frecuentan los casinos y Tieree Stas de carreras 0 a quienes compran bi Ustes de loteria. La publicacion regular de horés. POs en los diarios y los hebdomadarios trans. 92. © forma, para ‘la multitud~de~sus™lectores; cada dia y cada semana en una especie de promesa © de amenaza que el cielo y el oscuro poder de Jos astros mantienen en suspenso. Las més de las veces, esos horéscopos indican sobre todo el mtimero favorable del dia para los lectores naci- dos bajo los diferentes signos del zodiaco. Cada cual puede hacer entonces la compra de billetes correspondientes: de loteria aquellos termina- dos en ese numero, aquellos que lo contienen una © varias veces o aquellos cuyo mimero re- ducido a la unidad por adiciones sucesivas coin- cide con él, es decir, practicamente todos. Es significativo que, en esa forma més popular y mas candida, la supersticién se muestre tan directamente vinculada a los juegos de azar. Sin embargo, fuerza es confesar que los supera. Al-salir-de-lacama,-se-supone-que:cada=cuaL. gana o pierde en una gigantesca loteria ince- sante, gratuita e inevitable que duranté veinti- cuatro horas determina ‘su coeficietité general de éxito o de fracaso. Este afecta también las gestiones, las nuevas empresas y Jas cuestiones sentimentales. E] cronista tiene la precaucién de advertir que la influencia de los astros se ejerce dentro de limites sumamente variables, de suerte que la profecia simplista no podria resultar enteramente falsa. Cierto es que la ma- yor parte del puiblico se entera de esas predic- ciones pueriles con una sonrisa. Pero al fin y al cabo las lee, Mas todavia, insiste en leerlas. Y ello al grado de que muchos que se dicen escép- 2 Véase el “Expediente” (p. 310). 93 cion de astrologia. Al parecer, las publicaciones de gran tiraje no se arriesgan con gusto a pri- var a su clientela de esa satisfaccién, cuya im- portancia y cuya difusién no es conveniente subestimar. _Los més crédulos no se contentan con las in- dicaciones sumarias de las gacetas y de Jas re- vistas. Ellos recurren a las publicaciones espe- cializadas. En Paris, una de ellas tira mas de cien mil ejemplares. Con frecuencia, el adepto visita de manera mds o menos regular a un exegeta patentado. Algunas cifras son aqui reve- Jadoras: cien mil parisienses consultan dia tras dia a seis mil adivinos, videntes o cartoménti- cas; segtin el Instituto Nacional de Estadistica, en Francia se gastan anualmente treinta y cua. >> tre—mil--miliones .-de--francos:-fantiguos |? en astrélogos, magos y otros “fakires”. Tan sdlo para la aétrologia, una encuesta hecha en 1953 ha encontrado en los Estados Unidos treinta mil profesionales establecidos, veinte revistas espe- cializadas, una de las cuales tira quinientos mil ejemplares, ademas de dos mil periédicos que publican una seccién de horéscopos. En la mi: ma encuesta se ha evaluado en doscientos mi- Hones de délares las sumas gastadas anualmente tan Sélo para interrogar a los astros, sin pre- Juicio de los demas métodos de adivinacién. No seria dificil. descubrir numerosos indicios de la connivencia de los juegos de azar y de ? Todas las cantidades que fi s figuran en Ja obra corres- ponden al tipo de cambio del afio de 1958, fecha de aparicién de la primera edicién. 94 cos empiézan Ja lectura. del: diario: por-la sce « la adivitiacion: ‘uno de los mas-visibles y-de-los. mas inmediatos tal vez sea que las mismas ba- rajas sirven tanto a los jugadores para probar suerte como a las videntes para predecir el por- venir. Estas sdlo utilizan juegos especializados para mayor prestigio. Y aun asi, sélo se trata de laminas comunes, complementadas tardia- mente por medio de leyendas ingenuas, ilustra- ciones parlantes o alegorias tradicionales. Los propios tarots fueron y son empleados con am- bos fines. Por todos conceptos, existe cierto des- lizamiento como natural entre el riesgo y la su- persticién. En cuanto a la avidez en la busqueda del fa- vor de la suerte que se aprecia en la actualidad, al parecer compensa la tensién continua exigida por la competencia en la vida moderna. Quien desespera:de. sus. propios recursos. se. ve. llevado a contar con el destino. Un rigor excesivo de la competencia desalienta al pusilénime y lo invita a ponerse en manos de las potencias exteriores. Mediante el conocimiento y la utilizacién de las ocasiones que le prepara el cielo, trata de obte- ner la recompensa que duda conquistar por sus cualidades, gracias a un esfuerzo empefioso y una aplicacién paciente. Antes que obstinarse en una labor ingrata, pide a las cartas o a las estrellas sefialarle el momento propicio para el éxito de su empresa. La supersticion aparece asi como la perversién, es decir, la aplicacién a la realidad de aquel principio del juego, el alea, que hace no esperar nada de si y esperarlo todo del azar. La corrup- 95, cién:de-lasnimicry-sigue“un camino~paralelo: sé produce cuando el simulacro ya no se considera tal y cuando el que se disfraza cree en la rea. lidad del papel, del disfraz y de la mAscara. Ya no interpreta [joue] a ese otro que representa. Convencido de que és el otro, se conduce en com, secuencia y olvida el ser que es. La pérdida de su identidad profunda representa el castigo de quien no sabe limitar al juego el gusto que tiene por adoptar una personalidad ajena. Seria co. a hablar de enajenacién. na vez més, aqui el juego protege del peli- gro. El papel del actor est delimitado taigate. mente por el espacio escénico y por la duracién del espectaculo. Una vez abandonado el espacio magico, terminada Ja fantasmagoria, el histrién més vanidoso y el intérprete mds fervi Obligados_brufalmento. por las -propieseosae ciones del teatro a pasar por el vestidor para recobrar en él su personalidad. Los aplausos no sélo son una aprobacién y una recompensa. Mar- can el fin de la ilusién y del juego. Asimismo, el baile de mascaras termina al alba y el catnaval tiene una fecha. El traje vuelve al almacén o al armario. Cada cual reencuentra al hombre de antes. La precisién de los limites impide la enajenacién. Esta sobreviene al término de un trabajo subterranco y continuo. Se produce cuan- do no ha habido divisién franca entre la magia y la realidad, cuando, lentamente, el sujeto ha podido adoptar a sus propios ojos una perso- nalidad segunda, quimérica y apremiante que reivindica derechos exorbitantes respecto de una realidad necesariamente incompatible con ella. ag a Llega él midmento en qué ef viajevindo el coiis- tituido en otro--- se empefia desesperadamente en negar, en someter o en destruir esa decora- cién demasiado resistente y para él inconcebible y provocadora. Es sorprendenté que, en cuanto al agon, al alea oa la mimicry, en ningan caso la intensidad del juego, sea causa de la desviacién funesta. Esta surge siempre de una contaminacién con la vida ordinaria. Se produce cuando el instinto que rige el juego se despliega fuera de los limi- tes estrictos de tiempo y de lugar, sin conven- ciones previas e imperiosas. Es licito jugar tan seriamente como se pueda, desgastarse en ello al extremo y arriesgar toda la fortuna y la vida misma, pero es preciso poder detenerse al tér- mino-fijado’ dé“antemano-y poder-régresar “a “ta condicién ordinaria, alli donde las*reglas del juego, a la vez liberadoras y aislantes, ya no tie- nen vigencia. 7 ‘La competencia es una ley de la vida corrien- te. El azar tampoco es contrario a la realidad. El simulacro desempefia un papel en ella, como se ve con los estafadores, los espias y los fugitivos En cambio, el vértigo est4 practicamente elimi- nado de ella, a menos que se trate de algunas raras profesiones, en que todo el valor del hom- bre de este oficio consiste por lo demas en do- minarlo. Ademas, casi al punto implica un pe- ligro de muerte. En los terrenos de ferias, en los aparatos que sirven para provocarlo artificial- mente, se toman severas precauciones para eli- minar todo riesgo de accidente. Pero aun asi 97 zan a producirse, incluso.en mdquinas .conce» bidas y construidas para brindar seguridad per. fecta a quienes las alquilan, maquinas que tam- bién son sometidas a minuciosas revisiones periddicas. El vértigo fisico, estado extremo que priva al paciente de todo medio de defensa, es tan dificil de obtener como peligroso de sentir. Por eso la busqueda del extravio de la concien. cia o de la desorientacién de la percepcién para esparcirse en la vida cotidiana debe adoptar for- mas muy distintas de aquellas que se le ven adoptar en los aparatos giratorios, de velocidad, de caida y de propulsion inventados para prove. car el vertigo en el universo cerrado y protegido del juego. Costosas, complejas y estorbosas, esas insta- laciones no existen sino en los parques de di- . versiones.de.las.capitales 0 sélo: -se-montan.pe- riédicamente en“ ocasién de las ferias. Por su atmésfera, pertenecen ya al universo del juego. Ademés; la naturaleza de Jos sacudimientos que procuran corresponde punto por punto a la definicién de -éste: son breves, intermitentes, calculadas y discontinuas como partidas o en- cuentros sucesivos. Por ultimo, permanecen in- dependientes del mundo real. Su accién se limita a su propia duracién. Cesa en cuanto la maqui- na se detiene y no dejan en el aficionado mas huella_que cierto aturdimiento fugaz, antes de restituirlo a su equilibrio acostumbrado. Para aclimatar el vértigo a la vida cotidiana, es necesario pasar de los prontos efectos de la fisica a los poderes sospechosos y confusos de Ja quimica. Entonces se pide a las drogas 0 al 98 alcohol. laxexcitacién deseada~o el. panico-volup-- tuoso que dispensan de manera brutal y brusca Jos artefactos de la feria. Pero, esta vez, el tor- bellino ya no est4 fuera de la realidad ni tampo- co separado de ella: esta instalado alli y alli se desarrolla. Aunque como el vértigo fisico, esas embriagueces y esas euforias también pueden destruir durante algin tiempo la estabilidad de la vision y la coordinacién de los movimientos, li- berar del peso del recuerdo, de las angustias de Ja responsabilidad y de la presién del mundo, no por ello su influencia termina con el acceso. Len- ta pero duraderamente alteran el organismo. Sue- len crear, con cierta necesidad permanente, una ansiedad insoportable. Entonces nos encontra- mos en las antipodas del juego, actividad siem- pre contingente y gratuita. Mediante la embria- guez y.la-intoxicacion, la biisqueda.de-un.vértigo. hace irrupcién creciente en la realidad, y es tan- to mds extensa y perniciosa cuanto que suscita un hébito que constantemente aleja el umbral a partir del cual se experimenta el desconcierto buscado. Una vez mas, el caso de los insectos resulta instructivo al respecto. Hay algunos que gustan de los juegos de vértigo como lo demuestran, si no las mariposas que danzan alrededor de la Hama, cuando menos la mania giratoria de los girinos, que transforman la superficie de la mas infima charca en un carrusel plateado. Ahora bien, los insectos sociales también conocen la “corrupcién del vértigo” en forma de una em- briaguez de .consecuencias desastrosas. ‘Asi, una hormiga de las mds comunes, la jor- 99 H mica~sanguinea,, lame--con.avidez.los exudados odorantes formados de éteres grasos que segre- gan las glandulas abdominales de un pequefio co- Ieoptero Mamado lochemusa strumosa. Las hor- migas introducen en sus nidos las larvas de éste y las alimentan con tanto cuidado que descui- dan las suyas. Pronto las larvas de la lochemu- sa devoran a las crias de las hormigas. Mal aten- didas, las reinas de éstas ya no engendran sino . seuddginos estériles. El hormiguero decae y des- aparece. La formica fusca que, en libertad, mata a la lochemusa, la deja vivir cuando es esclava de la formica sanguinea. Por ese mismo gusto de una grasa perfumada, mantiene con ella al ate- meles e marginatus que también la arrastra a su pérdida. No obstante, destruye a este para- sito cuando es esclava de la formica rufa, que influencia “irresistible, “sino de una especie de vicio que. puede desaparecer ‘en determinadas circunstancias: en. particular, la servidumbre tanto Jo suscita como permite resistir a él. Los amos imponen sus costumbres a sus prisioneros.* Esos casos de intoxicacién voluntaria no son aislados. Otra especie de hormiga, la iridomyr- mex sariguineus de Queensland, busca las orugas de una pequefia falena gris para beber el Iiquido embriagador que emiten. Presiona con sus man- dibulas la carne jugosa de esas larvas para ha- cerle soltar el liquido que contiene. Cuando ha agotado una oruga, pasa a otra. La desgracia *Henri Piéron, “Les instincts nuisibles a Vespéce devant les théories tranformistes", Scientia, t. IX, 1911, pp. 199-203, i eae 100 : no lo tolera. No se trata entonces de ninguna |. es Que las orugas de la faléna”déVoran tos “hue: vecillos de la iridomyrmex. En ocasiones, el in- secto que produce el exudado odorante “conoce” su poder e incita a la hormiga al vicio. La oruga del Lycaena arion, estadiado por Chapman y por Frohawk, esta provista de una bolsa de miel. Cuando encuentra una obrera de la especie myr- mica laevinodis, levanta los segmenitos antericres de su. cuerpo, invitando a la hormiga a trans- portarla a su nido. Pues bien, el lycaena se ali- menta de las larvas de la myrmica. Esta ultima no se interesa por la oruga durante los periodos en que no produce miel. Finalmente, un hemip- tero de Java, el ptilocerus ochraceus, descrito por Kirkaldy y Jacobson, Ileva en medio de su cara ventral una glandula con un liquido téxico que ofrece a las hormigas, a las cuales les gusta mucho: De-inmediato-acuden-arlamerlo:- Et liqui- do las paraliza y entonces son presa facil del pti- lécero.* a ‘Los comportamientos aberraities de las hor- migas tal vez no demuestren, como se ha dicho, la existencia de instintos nocivos a la especie. Antes bien, prueban que la atraccién irresistible por un producto paralizante logra neutralizar Jos instintos mas fuertes, en particular el instin- to de conservacién que impele al individuo a ve- lar por su propia seguridad y le ordena proteger y alimentar a su descendencia. Podria decirse que las hormigas lo “olvidan” todo por la dro- ga. Adoptan las conductas mds funestas, ellas 4W. Morton-Weeler, Les Sociétés d’Insectes, trad, fran cesa, 1926, pp. 312317. En el “Expediente” (p. 311) cito el proceder caracteristico del ptilécero. 101 mismas se entregan al enemigo o le abandonan sus huevecillos y sus: larvas. De manera extrafiamente andloga, el embota- miento, la ebriedad y la intoxicacién provoca- dos por el alcohol lievan al hombre por un ca- mino en que se destruye a si mismo de una manera solapada e irremediable. Al final, pri- vado de la libertad de querer otra cosa que su veneno, se ve presa de una perturbacién orgé- nica continua, singularmente mds peligrosa que el vértigo fisico, pues éste al menos no com- promete sino momentdneamente en él Ja capa- cidad de resistir la fascinacién del vacio. En cuanto al Iudus y a la paidia, que no son ca- tegorias del juego sino maneras de jugar, pasan c7a lavexistencia: ordinaria. con-su=contraste: in- mutable: el que opone el barullo a.una sinfo- nia, el garabato a la sabia aplicacién de las leyes de la perspéctiva. Esta oposicién sigue exis- tiendo por el. hecho de que una empresa con- certada, en la que los diversos recursos dispo- nibles reciben’su mejor empleo, no tiene nada en comin con una agitacién pura y desorde- nada, que sélo busca su propio paroxismo. Lo que se trataba de examinar era la corrup- cién de los principios de los juegos 0, si se pre- fiere, su libre expansion sin limite ni conven- cin. Se ha visto que se produce de modo idéntico. Trae consigo consecuencias que tal vez sélo en apariencia sean de desigual gravedad. La locura o la intoxicacién parecen sanciones desproporcionadas al simple desahogo de uno de los instintos del juego fuera del terreno en 102 que podria alcanzar su plenitud’ sin désgracia irreparable. En cambio, la supersticién ocasio- nada por la desviacién del alea parece benigna. ‘Aun mas, la ambicién sin freno en que acaba el espiritu de competencia libre de las reglas de equilibrio y de lealtad con frecuencia parece superar al audaz que se abandona a ella. Sin embargo, la ientacién de someterse para la con- ducta de la vida a las potencias inaccesibles y al prestigio de los signos, aplicando mecdnica- mente un sistema de correspondencias ficticias, no alienta al hombre a obtener el mejor par- tido de sus privilegios esenciales. Lo empuja al fatalismo. Lo hace incapaz de una apreciacién perspicaz de las relaciones entre los fenémenos. Lo desalienta de perseverar y de esforzarse para el triunfo pese a las circunstancias adversas. Traspuesto a la’ realidad, él agon ya io tient més finalidad que el éxito. Se olvidan y se des- precian las reglas de una rivalidad cortés. Apa- recen como: simples convenciones molestas ¢€ hipécritas. Se establece una competencia impla- cable. El triunfo justifica los golpes bajos. Si el individuo aun se contiene a causa de los tri- bunales o de la opinidn, para las naciones pare- ceria permitido, si no meritorio, hacer Ja guerra de manera ilimitada e implacable. Las diversas restricciones impuestas a Ja violencia caen en desuso. Las operaciones ya no se limitan a las provincias limitrofes, a las plazas fuertes y a los militares. Ya no se conducen de acuerdo con una estrategia que en ocasiones ha hecho que la propia guerra parezca un juego. Esta se ale- ja entonces del torneo y del duelo, en pocas 103 palabras, dela lucha teglamentada en’ campo 2 |e |38 |& cerrado, para encontrar su forma total en las 3 2 38 g destrucciones masivas y las matanzas de las po- eS 2 BB eer blaciones. 3 - a 7 = “3 18 $3 5 Toda corrupcién de los principios del juego se 3 $2 \8s | 83 3 manifiesta en un abandono de esas convencio. = 5. |) 8° | 252 16 nes precarias y dudosas que siempre seguira g 2s | fa | S28 [8 siendo posible, si no es que provechoso, negar, S- se 7 ae pero cuya dificil adopcién ha dejado sin embar, ge #3) 2138. Be go marcas en el desarrollo de la civilizacion, Si So pei 2 jay of los principios de los juegos corresponden en S28 Bel 2 | 88. | 33 efecto a instintos poderosos (competencias, bie ess | 288|. B32 | oSc queda de la suerte, simulacro, vértigo), facil Sa, 14 “18 sai | #32 mente se comprende que no pueden recibir una ge [5 818 RES | 285 satisfaccién positiva y creadora sino en condi- fo g 2 3 Sek | oer ' ciones ideales y circunscritas, las que proponen LB Seale a SE ba BER SBS S ci : ; seh a 5 2 iu nados a si mismos, frenéticos. y ruinosos, como Zko 3 a todos los’ instintos,*esos impulsés elementales See - : s 3 & dificilmente “podrian terie¥ Sino’ funestas’ conse- 8? é EB] E cuencias. Los juegos disciplinan los instintos y S883 Be el 3 Eg tt les imponen una existencia’ institucional. En él Sges 88 ale BES fi momento en que les conceden una satisfaccion S85" ] 4 g82| 8, =| 8288 H formal y limitada, los educan, los fertilizan y get 1g $32| 28.3| B22? i vacunan el alma contra su virulencia. Al mismo EER | 8 | BEE) 323) 872. i tiempo, los hacen apropiados para contribuir £8 3 fata : titilmente al enriquecimiento y a la fijacién de : los estilos de las culturas. Ss ab 3 | &2 |ga je | EE |

Finalmente; el embotamiento i inte; el ¢ y la-embriaguez; Ta nostalgia del éxtasis y el deseo de un panico voluptuoso. i Dificilmente habra alguna de esas actitudes © alguno de esos impulsos, por lo demas con frecuencia incompatibles entre si, que no se en- cuentre tanto en el mundo marginal y abstracto del juego como en el mundo no protegido de la existencia social, en que los actos por lo general tienen su pleno efecto. Pero en ellos no son de igual necesidad, no desempefian el mismo papel ni gozan del mismo crédito. Ademés, es imposible mantener entre cllos el equilibrio de la balanza. En gran parte, se ex- cluyen el uno al otro. Alli donde se favorece a algunos, se descalifica obligatoriamente a los - Seguin lo seh! Hl, lesis — ose escucha al furioso; se confia en el calculo o oo la inspiretijtaeserestima Jawivlendia’ o-la di- periencia, a la sabiduria o a cierto saber no verificable (y. por tanto indiscutible) que su- puestamente procede de los dioses. Asi, en cada cultura se efecttia un reparto implicito, inexacto e incompleto entre aquellos valores a los que se reconoce una eficacia social y los demas va- lores. Estos alcanzan entonces su plenitud en los te- rrenos secundarios que les son abandonados y en que el juego ocupa un lugar importante. Asi, cabe preguntarse si la diversidad de las cultu- ras, los rasgos particulares que dan a cada cual su fisionomia particular, no tienen relacién con cix-ak-mérito o ala -ex- - | | i | i : To, es claro que, en Ia Grecia clasica, los juegos =. SH eetadio..cjem jlifican_¢l ideal de la ciudad _y oe Trarle: or pio aralganos == -4Ja-naturaleza de algunos. de. los. juegos. que se. ven prosperar en ellas y que no gozan en otras ~ partes de la misma popularidad. Es evidente que pretender definir una cultura ‘inicamente a partir de sus juegos serfa una ope- racion temeraria y probablemente falaz. En efec- to, cada cultura conoce y practica simultanea- mente un gran ntimero de juegos de especies distintas. Sobre todo, no es posible determinar Sin un andlisis previo cuales concuerdan con los valores institucionales, cudles los confirman y Tos fortalecen y, por el contrario, cudles los con- tradicen, los ridiculizan y representan de ese modo, en la sociedad considerada, compensacio- nes o valvulas de escape. Para tomar un ejem- ~contribuyen a réalizarlo; “en C: tomo +Estado: Jasoterias nacionales o las quifticlae-enclasmsarreras de caballos se oponen ..... 2) ideal proclamado: pero no por ello dejan de tetier un papel significativo, y tal vez indispen- sable, en la medida en que, precisamente, ofre- cen una contrapartida de naturaleza aleatoria ‘a las recompensas que, en principio, sélo debe- rian brindar el trabajo y el mérito. De todos modos, puesto que el juego ocupa un terreno propio cuyo contenido es variable y a veces incluso intercambiable con. el de la vida corriente, antes que nada era importante deter- tninar lo mejor posible las caracteristicas espe- Gficas de esa ocupacion que se considera propia del nifio, pero que no deja de seducir al adulto # o 121 con otras formas. Lo cual constituye mi.preocu- -_ ‘pacion primordial. Al mismo tiempo, he debido comprobar que, en el momento en que el adulto se entrega a él, ese supuesto solaz no es menos absorbente que su actividad profesional. Con frecuencia le inte- resa mds. A veces exige de él mayor gasto de energia, de destreza, de inteligencia o de aten- E cién. Esa libertad, esa intensidad y el hecho de que la conducta se vea exaltada por éllas y se desarrolle en un mundo separado e ideal. al abrigo de toda consecuencia fatal, explican, se- gtin creo, la fertilidad cultural de los juegos y permiten comprender cémo la eleccién de que dan testimonio revela por su parte el rostro, el * { estilo y los valores de cada sociedad. ‘ Asi, convencido de que necesariamente existen clones estrechas rélaciones de compensacién o a de- connivencia, no.mé paréte’ por~éncima de ~etetoda conjetura- razonableaverisarsiel destino mismo de las culturas, su posibilidad de éxito, su peligro dé estancamiento sao se encuentran inscritos también en la preferencia que conceden a una u otra de Jas categorias elementales entre las cuales crei poder repartir los juegos y que no tienen por igual la misma fecundidad. En otras palabras, no s6lo emprendo una sociologia de los juegos. Tengo la idea de establecer las bases de una sociologia a partir de los juegos, SEGUNDA PARTE tt Sarasa i | _fgPeedes-fundame 1m ia ws junclones postoles y Sol6-Séis-“Una=a> maeadeesonte sgn..u — — | i i | ' L | | | i | { VI. LA TEOR{A AMPLIADA DE LOS JUEGOS Las acritupes elementales que rigen los juegos —competencia, suerte, simulacro, vértigo— no siempre se encuentran aisladas. En repetidas ocastones s¢ ha podido comprobar que eran ap- tas para conjugar sus seducciones. Numerosos juegos se basan incluso en su capacidad de aso- Giacién. Sin embargo, atin falta que principios tan marcados concuerden indistintamente. To- mandolas sélo de dos en dos, las cuatro actitu- i fitales .permiteri en teoria seis con- ~coalesetQpiyea con.una.d lag otras. tres: Competencia-suerte (agorcalea) ; Competencia-simulacro (agon-mimicry) ; Competencia-vértigo (agon-ilinx) ; Suerte-simulacro (alea-mimicry); Suerte-vértigo (alea-ilinx) ; Simulacro-vértigo (mimicry-ilinx) . Cierto es que sc podrian prever combinacio- nes ternarias, pero es visible que casi siempre constituyen sdlo yuxtaposiciones ocasionales que no influyen en el caracter de los juegos en que se les observa: asi, una carrera de caballos, agon tipico para los jockeys, es al mismo tiempo un Fi AAAS TES espectaculo que como tal. se,vincula a.la-mimi- ery y 7 pretexto para las apuestas, mediante las cuales la competencia es base del alea. Sin embargo, no por ello los tres campos dejan de ser relativamente auténomos. El principio de Ja Sra ae se modifica porque se apueste a los ae los. No hay alianza, sino simplemente coin- ae aren que, por lo demas, no obedece en abso- Into al azar sino que se explica por Ja naturaleza Lies los principios de los juegos. en tstes no pueden conjugarse siquiera de dos s facilidad. Su contenido da 7 5 bs ree conjumciones teoricamente posibles un abilidad y de eficaci isti En ciertos casos, |. Se ioe coher c , Ja naturaleza d i fn s it le esos_conteni- ialenae ott su alianza inconcebible desde i © bien Ja suprime.del universo del “tan prohibidas: za de las a B ‘prot Ta “naturaleza . £03 BS Seeterisiendo-pudttracnte accidetital moNG Bate: phe Fnclineras pmtades tmipertosis. Ptied& steeaer h e entre las grandes tendenciz manifiesten. ‘solidari rales que ‘idades Cconstitucionales n. sc ce ales oponen las diversas especies de juegos. Brus, i ori 0 Hee de un examen, de las seis con i revisibles entre los princi : Janciones previsibles principios de los antinaturales, dos mas, si : parecen 2 dos mas, sim, Plemente viables, mientras que ias dos ultimas moan connivencias esenciales. 's importante aprec 1 s e ‘iar con mayor detenimi: to como se articula esa sintaxis. camente s ente sale a la luz una complicidad decisiva. - tere ~paneremadecngdos pi. pera la_menor scia, En, stecto, 16da alticssaeye ‘SHTbyeto la 1. CONJUNCIONES PROHTBIDAS ro que el vértigo no po- dria llegar a asociarse con la rivalidad reglamen- tada, sin desnaturalizarla al punto. Tanto la pardlisis que provoca como la furia ciega que Nesarrolla en otros casos constituyen la negacién estricta de un esfuerzo controlado. Ambas des. truyen las condiciones que definen el agon: el recurso eficaz a la destreza, a la fuerza y al calcu Jo; e) dominio de si; el respeto a la regla; el deseo de medirse con armas iguales; la sumisi6n previa al veredicto de un arbitro; la obligacién reconocida de antemano de circunscribir la lu- cha a los limites convenidos, etc. De ello no sub- siste nada. Decididamgnte, la regla y ps psimulacrony. En primer lugar, es cla el vértigo son in, -subrte ies SMe la Suerte Tratar-ae iiganar al azar «~ consulta no tiene sentido. El ju: asegure el favor incon: gador pide un fallo que le dicional del destino. En el momento en que lo solicita, no podria imitar a um personaje extrafio ni tampoco creer 0 ha- ter creer que es alguien distinto de si mismo. Por lo demas, ningtin simulacro puede por defi- nicién engafiar a la fatalidad. El alea supone un abandono pleno y entero al capricho de la suer- fe, renuncia ésta que se opone al disfraz o al subterfugio. De otro modo, se entra en el terreno de la magia: de lo que se trata cs de forzar al destino, Como hace un. momento lo fue el prin- cipio del agon por el vértigo, ahora es destruido Sp el principio del alea y deja de. haber. juego. pro- “piamente dicho. pectaculo:,Se desarrella segtn. reglas..idénticas y en la misma espera’ del desenlace. Pide la Bre- sencia de un publico que se precipita a las ta- quillas del estadio ‘0 del velédromo, como lo hace a las del teatro o del cine. Los antagonistas son aplatididos a cada tanto que se apuntan. Su lucha tiene peripecias que corresponden a los distintos actos 0 a Jos epi- sodios de un drama. En. fin, éste es el momen- to de recordar hasta qué grado son personajes jntercambiables el campedn y la estrella. Una vez mas, hay aqui tina combinacién de dos ten- lo que ocu dencias, pues la niimicry no sélo no es nociva aedne eerie alrededor. Estin como aluci- para el principio del agon, sino que lo refuerza carta que van a descubrir. Pie Senin © por la por la necesidad en que esta cada competidor y en ocasiones arriesgan por cncina ere de no defraudar a un publico que lo aclama y ber. EI folclor de los casinos abund de su_ha- Jo domina a la vez. Se siente en,una represen- -~-dotas-Sigmineatvas f See tee abunda. ep.anée: __-tacion,est4-obligado.a-jugar lo mejor posiblé#és* portante seal caw oie qespecto. Pero es im- decir, por un lado, con perfecta correccion Vp a ilinx, que destruia al el ottaiesforzandése“al iitiximno: porsdbtencr-la: 2. CONJUNCIONES CONTINGENTES ue el alea se asocia sin menoscabo con al vertigo y Ta competencia con la mimicry. En , €8 de sobra conocido jue ¢ sob ido que, en los juegos a oo pertigo. Particular hace areent oe ‘avorecido por la bu Gel Jagador fae 0 ena suerte como . s perseguido por la mal i s I ala. Ya no ienten Ia fatiga y apenas tienen conciencia de t on, “ I cee Bogs al ale jinposible en absoluto. Pa- victoria. i a al , lo fascina, lo enloquece, i de ningin modo Jo hace vi loquece, pero [ : ace viol ' juego. Incluso se puede preted id ee 3, CONJUNCIONES FUNDAMENTALES | 925 : més a las decisione: aa 4 detabandonarse' a! ae uct y lo convence Quedan por examiitiar los casos en que se com- manera mds com- prueba una connivericia esencial entre Jos prin- / Pleta. E] alea supone una renuncia a la voluntad y s comprensible que esta produzca 0 desarro- l le trance, de posesién o de hi sis. En ese aspecto hi : combi. 7 lay una verdadera ci i= Re de las dos tendencias. aa : i combinactén andloga existe entre el agon . Ya antes he tenido Ja ocasiéy c n subrayarlo: toda competencia es en s{ un = cipios de los juegos. A ese respecto, nada mas sorprendente que ‘la exacta simetria que aparece entre la naturaleza del agon y la del alea: éstas son paralelas y complementatias. Una y otra exi- gen una equidad absoluta, una igualdad de opor- tunidades matemdiica que, al menos, se acer- que en lo posible'a un rigor impecable. Reglas de una precisién admirable, medidas minucio- wean ygeeearerrges a ait 128% sas y sapientes cAlculos. por dondequiera.Dicho. lo cual, “el modo ‘de designacién del vencedor es estrictamente opuesto en los dos tipos de jue- gos: ya hemos visto que, en uno, el jugador sélo cuenta consigo mismo y, en el otro, con todo salvo consigo. Una aplicacién de todos los recursos personales contrasta con la deliberada negativa a emplearlos. Pero, entre ambos extre. mos que representan por ejemplo el ajedrez y los dados, el futbol y la loteria, se despliega la gama de una multitud de juegos que combinan en proporcién variable ambas actitudes: los jue- gos de cartas que no son puro azar, el dominé, el golf y tantos otros en que el placer para el ju- gador nace de tener que sacar el mejor partido posible de una situacién que él no ha creado o de peripecias que sélo puede dirigir parcialmen. te: La suerte representa la _resistencia-epuesta ‘por ‘la naturaleza; por el mundo exterior 0 por la-voluntad*déJos"dioses a la fuerza, Ja’ des- trea “6'al-saber: del jugador. Bl juego aparece comié la imagen misma de la vida, pero como una imagen ficticia, ideal, ordenada, separada y limitada. ¥ no podrfa ser'de otro modo, puesto que esas son las caracteristicas inmutables del juego. En ese universo, el agon y el alea ocupan el terreno de Ja regla. Sin regla, no hay ni com- petencias ni juegos de azar. En el otro polo, la mimicry y el ilinx también suponen un mundo desordenado en que el jugador improvisa cons. tantemente, fiandose en una fantasia desbor- dante o en una inspiracién soberana y ni una ni otra reconocen ningin cédigo. Hace un mo- 130-8 oe (eiit;-el juugador recurtia en” el agon-a aed: one que renunciaba a ella en el alea. Ahora, la mimicry supone por parte de quien se entrega a ella la conciencia del fingimiento y del sirnulacro, mientras que lo propio del vér- tigo y del éxtasis es abolir toda conciencia. 7 En otras palabras, con la simulacién se ob- serva una especie de desdoblamiento de la con; ciencia del actor entre su propia persona y el papel que representa; en cambio, con el vértig hay desconcierto y panico, si no es que eclipse absoluto de la conciencia. Mas por el hecho de que, de suyo, el simulacro sea generador de vér- figo y el desdoblamiento fuente de panico se crea una situaci6n fatal. Fingir que se es o} enajena y transporta. Lievar una mAscara em- briaga y libera. De suerte que, en ese terreno peligroso.-donde. la. percepcion...se: eee conjuncién de Ja mascara y del trance resulta de lo més temible. Provoca tales accesos, alcan- za tales paroxismos que el mundo real resulta aniquilado pasajeramente en la conciencia alu- cinada del poseido. Las combinaciones del alea y del agon son un libre juego de la voluntad a partir de Ja sats faccién que se siente al vencer una dificulta concebida de manera arbitraria y aceptada por voluntad propia. La alianza de la mimicry y de ilinx da lugar a un desencadenamiento irremi- sible y total que, en sus formas més claras, apa- eve Como lo contrario del, juego, quiero decir como una metamorfosis indecible de las condi- ciones de la vida: por carecer de orientacién imaginable, la epilepsia. provocada-de- ese modo parece imponerse por tan amplio margen en autoridad, en valor y en intensidad al mundo real como el mundo real se impone a las acti vidades formales y juridicas, protegidas de an- temano, que constituyen los juegos sometidos a las reglas complementarias del agon y del alea Y que estén, por su parte, enteramente orienta- dos. La alianza del simulacro y del vértigo es tan fuerte y tan irremediable que pertenece na. turalmente’a Ja esfera de lo sagrado y tal vez constituya uno de los resortes principales de la mezcla de horror y de fascinacién que lo de- termina. La virtud de ese sortilegio me parece inven- cible, al grado de que no me asombra que el hombre haya necesitado milenios para librarse ow flel_espeiismo.._Algo.,se.gana-alcanzandoJe-que- comunmente se Ilama civilizacién. Considero al advenimiento de ésta como Ja consecuencia de una apuesta mds o menos andloga en todas par- tes, pero que no por ello dejé de hacerse en condiciones siempre distintas. En esta segunda parte trataré de conjeturar las grandes lineas de esa revolucién decisiva. Al final, y por un camino imprevisto, trataré de determinar cémo se produjo el divorcio, la fisura que condend en secreto la conjura del vértigo y del simula: cro, que casi todo hacia imaginar de una per- manencia inquebrantable. Sin embargo, antes de empezar el examen de la sustitucién capital que remplaza el mundo de la méscara y del. éxtasis por el del mérito 133 = 7 wes = Pare y ‘de la'Suérié, én estas paginas preliminares me falta indicar brevemente una _simetria. Acaba- mos de ver que el alea se combina eminentemen- te con el agon y la mimicry con el ilinx. Pero al mismo tiempo y en el interior de Ja alianza, es sorprendente que uno de los componentes re- presente siempre un factor activo y fecundo y el otro un elemento pasivo y ruinoso. La competencia y el simulacro pueden crear, y efectivamente crean, formas de cultura a las que de buen grado se reconoce un valor ya edu- cativo, ya estético. De ellas surgen instituciones estables, prestigiosas, frecuentes y casi inevita- bles. En efecto, la competencia reglamentada no es otra cosa que el deporte; y el simulacro con- cebido como juego, no otra que el teatro. En cambio, salvo raras excepciones la busqueda de Ja-suerte y- la persecucién«del-vértigo no condu: cen a nada, no crean nada, cépaz de desarrollarse o de establecersc. Con mayor frecuencia ocurre que engendren pasiones que paralizan, que in- terrumpen o devastan. La raiz de semejante desigualdad no parece dificil de descubrir. En la primera coalicién, la que rige el mundo de la regla, el alea y el agon expresan actitudes diametralmente opuestas res- pecto de la voluntad. El agon, deseo de victoria y esfuerzo para obtenerla, implica que el com- petidor cuente con sus propios recursos. Quiere triunfar, dar prueba de su excelencia. Nada mAs fértil que esa ambicién. En cambio, el alea apa- rece como una aceptacion previa ¢ incondicional del veredicto del destino. Ese desistimiento sig- nifica que el jugador se abandona a una jugada . 133,

You might also like