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NSSM 200 - El Plan por el Control

El Informe Kissinger - NSSM 200


Proyectos a largo plazo
El plan que Kissinger presentó a principios de los ’70 a Richad Nixon y hoy sigue vigente. Los
recursos estratégicos, el control de natalidad y la producción de alimentos como arma de
control. Las consecuencias del National Security Study Memo 200 desclasificado en julio de
1989.

El estado del mundo y el estado de la Unión

En 1974, los Estados Unidos atravesaban internamente un grave conflicto institucional desatado por
el escándalo del Watergate, de espionaje al bunker electoral del Partido Demócrata, que terminaría
con la renuncia del presidente Richard Nixon el 8 de agosto de ese año. El poder presidencial ya
venía debilitado por los movimientos contestatarios de la segunda mitad de los ’60, el país vivía una
recesión económica y la derrota militar de los Estados Unidos en Vietnam implicó tanto tensiones
internas como externas.
El contexto internacional se vio alterado por la derrota en Vietnam, ya que la retirada de los efectivos
militares estadounidenses fue al mismo tiempo un avance de la Unión Soviética en Indochina, y
contra las políticas con que la Casa Blanca buscaba aproximarse a China. Al mismo tiempo, la
guerra de Yom Kippur de 1973 entre Israel enfrentado a Egipto y Siria: la supuesta invencibilidad del
ejército israelí había terminado, dependiendo Israel más que nunca del apoyo de EE.UU., y los
países árabes se aproximaron a la URSS.
Este hecho está relacionado con el golpe de la OPEP (Organización de Países Exportadores de
Petróleo)(1), cuando entre 1973 y 1974 aumenta el precio del crudo en un 400 por ciento,
impactando principalmente en los países industrializados. En la primer mitad de los ’70, la
participación de la URSS en el PBI Mundial era del 12 por ciento, había descendido un 0.5 por
ciento, mientras que Estados Unidos participaba en 1970 con el 23 por ciento pero para 1975
retrocedió casi 2 puntos, siendo Japón el único que mantenía un crecimiento en su participación de
la economía mundial, a un rito del 3 por ciento por década.
Al mismo tiempo, la expansión soviética sobre Africa sería otra alarma prendida en los pasillos de la
Casa Blanca, la Secretaría de Estado y el Pentágono. En Angola y Mozambique se instauran
gobierno revolucionarios que se definen pro-soviéticos y lo mismo acontecería tres años más tarde
con el gobierno de Baharu Mengitsu en Etiopía, quien había iniciado una revolución en 1974.
En América Latina los movimientos nacionales atentaban contra los intereses de Washington. En
Chile aconteció la inusitada llegada por la vía electoral de la izquierda al poder, con la asunción a la
presidencia de Salvador Allende el 24 de octubre de 1970, quien dos años más tarde visitaría Cuba
y la URSS, y en 1973 es derrocado y asesinado en el palacio presidencial. Las guerrillas urbanas
actuaban en Argentina, Uruguay, Brasil y Perú, mientras que en el FSLN (2) (Frente Sandinista de
Liberación Nacional) encabezaba el foco insurreccional en Centroamérica.

El avance por el control

El historiador y senador estadounidense, Henry Brooks Adams 3) , señaló en agosto de 1901 que a
fines del s. XIX, los costos elevados de producción de Estados Unidos impedían la exportación de
sus manufacturas, que fue subsanado en aquel momento con una fuerte inversión en infraestructura.
De todos modos, a medida que se industrializaban las potencias y se ensanchaba la brecha entre
aquellos y los desindustrializados, el centro industrial requería un constante suministro de materias
primas para sostener su nivel de producción.
Adams, previendo la competencia industrial con Europa, proclamaba la necesidad estadounidense
de transformarse en una potencia militar que asegure su crecimiento inexorable, “situado como un
coloso en el continente occidental, con sus puertos en ambos océanos, con China del otro lado y
América del sur a sus pies, los Estados Unidos bloquean la expansión europea”, para remarcar que
“se cree que América del Sur y China son las únicas regiones accesibles que contienen con
seguridad el hierro, el carbón y el cobre que busca Europa”.
Durante las siguientes décadas, Estados Unidos incrementaría sus inversiones en América Latina y
se transformaría en la potencia industrial más importante del planeta. Las observaciones de Adams
sobre la necesidad de controlar los recursos naturales renovables y no renovables no quedaron en el
olvido: la crisis del petróleo evidenció las necesidades estratégicas estadounidenses sobre estos
recursos en un marco de un mundo en constante crecimiento demográfico.
Si bien Estados Unidos respecto al petróleo avanzó sobre este recurso en todas las latitudes, la
respuesta general a esta problemática de la dependencia de recursos naturales la daría el secretario
de Estado, Henry Kissinger, en abril de 1974.

NSSM 200: El informe Kissinger

Pocos meses antes de la renuncia de Richard Nixon a la presidencia, el 9 de agosto de 1974 tras el
escándalo Watergate, la Secretaría de Estado comandada por Henry Kissinger entregó a la Casa
Blanca el National Security Study Memo 200, un extenso análisis de la situación demográfica
mundial y soluciones para la estabilidad de los intereses de Estados Unidos relacionados con los
recursos naturales que alimentaban las industrias norteamericanas.
También se entregaron copias simultáneas a los organismos involucrados en los postulados del
informe, como las secretarías de Defensa, de Agricultura, a la Agencia para le Desarrollo
Internacional y la CIA.
Kissinger, identificó el crecimiento de la población en los países del tercer mundo (Lesser Developed
Countries - LDCs) como "un asunto de máxima importancia" y alegó que tal situación ponía en
peligro el acceso a minerales y a otras materias primas que los EE.UU. necesitaban y que, por lo
tanto, constituía una amenaza para su seguridad económica y política.
La solución propuesta por Kissinger era un “extenso control de la población. Tal política aún sigue
siendo aplicada por la “ayuda” internacional de Estados Unidos articulada principalmente por el
Banco Mundial, hacia países que estén dispuestos a tomar medidas para control de natalidad. La
apertura económica forzada desde el Consenso de Washington, profundizaría la avalancha del
capital estadounidense sobre los recursos naturales no renovables.
El documento, titulado como “Implicancias del Crecimiento Poblacional Mundial para la Seguridad de
Estados Unidos e Intereses de Ultramar”, evalúa proyecciones desde 1970 al año 2000 sobre:
a.La velocidad de desarrollo, particularmente en países más pobres;
b.La demanda de productos exportados por EEUU, especialmente de alimentación, y los problemas
de comercio para EEUU que pueden surgir de competición de fuentes alternativas;
c.La probabilidad de que el crecimiento o desequilibrio poblacional producirá políticas extranjeras
perturbadoras e inestabilidad internacional.
Asimismo, Kissinger busca focalizar las consecuencias económicas y políticas internacionales del
crecimiento poblacional para que el informe ofrezca planes de acción para los Estados Unidos “en su
manejo de asuntos poblacionales en el extranjero”, particularmente en países en vías de desarrollo,
y con énfasis especial en las siguientes preguntas:
a.¿Cuáles nuevas iniciativas por parte de los EEUU son requeridas para enfocar la atención
internacional al problema poblacional?
b. ¿Pueden nuevas innovaciones o desarrollos tecnológicos reducir el crecimiento o disminuir sus
efectos?
c. ¿Podrían los EEUU mejorar su asistencia en el área poblacional, y de ser así, de qué manera y a
través de cuáles Agencias: bilaterales, multilaterales, o privadas?

The will of us

Para el momento en que Kissinger elaboró su plan de acción, la caída del Estado de Bienestar y el
techo al que había llegado el expansionismo keynesiano había producido un excedente de capital,
que en vez de ser reinvertido en la industria nacional, encontraba mejores tasas de ganancias
colocándolos en el extranjero.
Esta política prestamista, que claramente se vislumbró en los siguientes años, demuestra
claramente que fue una política de Estado y que el NSSM 200, estudió variables donde la asistencia
financiera multilateral o bilateral sirva a los intereses estratégicos de los Estados Unidos, y “será
dada a otros países, considerando factores como crecimiento poblacional, la necesidad de ayuda
externa, intereses a largo plazo de los EEUU, y su voluntad de autoayudarse". Dejando de lado el
glamouroso lenguaje que desliza sobre la “dignidad del individuo”, y que el papel de Estados Unidos
es “trabajar estrechamente con otros (países) sin imponer nuestra posición”, la voluntad de
“autoayuda” de los LDCs, fue y es la de acatar “the will of U.S.”.

Demografía

El eje del estudio sobre el crecimiento de la natalidad y la expectativa de vida en los países menos
desarrollados, y las medidas a adoptar para reducir esa tendencia no es producto de un súbito
humanismo de Henry Kissinger: en los países pobres, la creciente población acarrea un aumento en
la conflictividad social y reacciones adversas para los negocios (asuntos de seguridad nacional) de
Estados Unidos.
En el apartado sobre las “Tendencias Demográficas Mundiales”, el NSSM 200 da cuenta que “desde
la Segunda Guerra Mundial la población mundial creció cuantitativamente y cualitativamente como
en ninguna época previa”: los índices mostraban un alza del 2% anual, el doble que antes de la
guerra, cuando entre 1750 y 1900 el ritmo era de apenas el 0.5% cada año. “El efecto será la
duplicación de la población mundial entre los próximos 35 a 100 años”, indica el informe, agregando:
la población estaba creciendo en 80 millones de personas al año, cuando a principios del s. XX era
de 10 millones.
“Es urgente que las medidas para reducir la fertilidad mundial se inicien inmediatamente y sean
efectivizadas en los ‟70 y „80”, recomendaba el secretario de Estado. La ONU había proyectado en
1970 que la población mundial para el año 2000 podría ser entre 7 y 8 mil millones: a fines de junio
de 2004, la población mundial es de 6.377.404.492.
Las distintas medidas y planes adoptados para el control poblacional resultaron de enorme éxito: en
el 2000 la población mundial apenas superaba los 6.000 millones, y comparada con la población
mundial de 1970, en vez de duplicarse había crecido el 60.76%, y la tasa de natalidad comenzó a
descender del 2.07% a un actual 1.13%, decreciendo el número; y del crecimiento de 87.8 millones
de 1989, comenzó a descender y se calcula que pese a la mayor población, en 2004 la población
mundial crecerá en 72.5 millones y una tasa proyectada al 2030 descendiendo hasta el 0.6% anual
(4).
Kissinger informaba a la presidencia que los países más problemáticos en cuanto a la creciente tasa
de natalidad eran India, Bangladesh, Pakistán, Nigeria, México, Indonesia, Brasil, Filipinas,
Tailandia, Egipto, Turquía, Etiopía, y Colombia. En al menos cinco de estos países, Estados Unidos
asentó bases militares(5).
En mayo de 1997, Hillary Clinton felicitó al gobierno mexicano por su liderazgo en materia de control
poblacional, y por reducir la tasa de crecimiento de la población e indicó que está orgullosa de la
Agencia para el Desarrollo Internacional, de origen estadounidense, la cual apoya a las instituciones
de salud pública mexicanas para promover la planificación (6).
El caso de México sirve como caso testigo de la inversión estadounidense en las últimas décadas
sobre planificación familiar en los LDCs: de forma directa o indirecta (por organismos oficiales o
fundaciones) Estados Unidos financió por lo menos 64 planes de anticoncepción en México en los
últimos once años, y más de la mitad de ellos eran auspiciados directamente por las fundaciones
Ford, Rockefeller, MacArthur y Hewlett. Estados Unidos exige por ley, como condición para las
ayudas al desarrollo, que los países receptores de ayuda internacional, tomen medidas para reducir
el crecimiento demográfico (7).
En el NSSM 200, Kissinger sugería a la presidencia el método que debería aplicarse de ahí al futuro
sobre México:

“(...) La asistencia financiera (si es deseada por los países) deben llegar de otros donantes y/o desde
el sector privado y organizaciones internacionales, muchas de las cuales reciben contribución de la
AID (...) Por ejemplo, en México nuestra estrategia debe enfocarse en un trabajo primariamente a
través de agencias privadas y organizaciones multilaterales para alentar al gobierno a que ponga
más atención en la necesidad del control del crecimiento demográfico”.

En Perú también se han denunciado las campañas de esterilización en las que se emplean
presiones, promesas de dinero o alimentos y engaños (8) . En la IV Conferencia Sobre la Mujer,
realizada en Pekín en 1995, Hilaria Supa Huamán, de la Federación de la Mujer Campesina de Anta,
tuvo una curiosa charlaron el entonces presidente peruano, el hoy prófugo Alberto Fujimori: “Me
habló de un programa sanitario de planificación familiar”. Luego, en las localidades de Mollepata,
Limatambo y Ancahuasi, las mujeres fueron convocadas a un control sanitario y vacunación: en la
sala eran encerradas en grupos de 10 a 20 mujeres y eran inmediatamente anestesiadas.
Luego del escape de Fujimori a Japón, el Ministerio de Salud dio a conocer en julio de 2002, un
informe de 137 páginas, denunciando que por medio de presiones, extorsión y amenazas y sin
brindar información, entre 1995-2000 fueron esterilizadas 331.600 mujeres y a 25.590 se les
realizaron vasectomías. Fujimori recibía reportes mensuales por los ministros de Salud Eduardo
Motta, Mariano C. Bauer y Alejandro Aguinaga (9) .
La “planificación forzada” se aplicó primordialmente entre las comunidades indígenas y zonas
pobres. El propio Mariano Bauer justificó: “Un 90% de las mujeres en edad fértil están totalmente
satisfechas con los métodos aplicados” (10) .
El ex rector de la Universidad de Arequipa señaló que en las negociaciones por la deuda externa, “el
FMI y el Banco Mundial exigieron privatizaciones, apertura al capital extranjero y un plan de control
de crecimiento demográfico, especialmente sobre pobres considerados potencialmente peligrosos”
(11) , el cual fue financiada por la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID),
del que curiosamente participaron las FF.AA. y la Policía Nacional bajo la tutela de la OMS.
La campaña publicitaria del plan presentado por Fujimori el 28 de julio de 1995, tiene curiosas
coincidencias con lo comulgado por Henry Kissinger: los carteles de vía pública mostraba una familia
“antigua” con cuatro hijos, junto a una “moderna” con uno o dos hijos. El NSSM 200 exhortaba:
“Two-child family should become the norm in the future, (and) two-child average could be reached by
1990-95” (Una familia con dos hijos deberá ser la norma en el futuro, y el promedio de dos hijos por
familia puede alcanzarse hacia 1990-1995).
Kissinger no sólo trataría en el documento las prácticas anticonceptivas que debían ser impulsadas
hacia la mujer, en búsqueda de reducir la tasa de natalidad. En un pasaje referido los métodos
aplicables a los hombres, el secretario de Estado destacaba:

"En la India se llevaron a cabo algunos experimentos controversiales pero extraordinariamente


exitosos, en los cuales los incentivos económicos, junto con otros mecanismos de motivación, se
utilizaron para lograr que un gran número de hombres aceptaran las vasectomías".
El NSSM 200, si bien no es un documento ampliamente difundido, o al menos tan conocidos como
los Documentos Santa Fe I., II y IV, pero sigue impactando en la actualidad, e incluso llegó a ser
tomado en cuenta en las elecciones primarias por el pre-candidato presidencial del Partido
Demócrata, Lyndon LaRouche, en el Capítulo III de su propuesta de gobierno:

“El desarrollo racional del continente africano requiere desarraigar las medidas deliberadamente
genocidas impuestas sobre el África, desde los Estados Unidos y otras partes, con
tales políticas de control poblacional como el Memorando de Seguridad Nacional 200 (NSSM-
200), del entonces asesor de seguridad nacional Henry A. Kissinger, adoptado en los 1970” (12).

También, Kissinger no deja de lado al aborto como una solución para el control poblacional en los
países subdesarrollados:
“Mientras las agencies que participantes en este estudio no tengan recomendaciones específicas
para proponer sobre el aborto, en las discusiones siguientes serán importantes y deberán
considerarla en el contexto de una estrategia global poblacional”.
La respuesta inmediata del secretario de Estado es contundente: “Ningún país ha reducido su
población sin recurrir al aborto”, agregando:
“De hecho, el aborto, legal e ilegal, se ha convertido ahora en el método de control de fertilidad más
difundido en uso en el mundo de hoy”.

Los conflictos políticos

El documento analiza extensamente los problemas que acarrea la sobrepoblación mundial,


particularmente en las zonas de bajos recursos de autosustentación, pero se focaliza en aquellas
regiones donde los intereses económicos y de national security de los Estados Unidos puedan verse
afectados.
En el inciso Political Effects of Population Factors , comienza versando:

“Las consecuencias políticas de los factores más comúnes en los Países Menos Desarrollados
(LDCs- Lesser Developed Countries)-crecimiento rápido, migración interna, altos porcentajes de
población joven, bajo desarrollo en los estándares de vida, concentración urbana, y presión de
migración de países extranjeros-, están dañando la estabilidad interna y las relaciones
internacionales de países en donde los intereses de Estados Unidos están más avanzados, creando
esto problemas políticos e inclusive de Seguridad Nacional para los Estados Unidos. En un
sentido más amplio, radica aquí el riesgo de daños severos para los sistemas económicos, políticos
y ecológicos del mundo”.

El contexto histórico que enmarca al documento da luz sobre los móviles que pudieron llevar a
realizar tal estudio sobre la situación mundial, especialmente en el mundo subdesarrollado. A
principios de los ’70 la República del Congo había nacionalizado sus recursos naturales; Venezuela
efectivizó en 1975 la nacionalización del petróleo luego de más de una década de intentos; el
general Ovando expropió en Bolivia el gas en manos de las estadounidenses Gulf Oil y Standard Oil;
y México nacionalizó el petróleo en 1970.
El gobierno de Allende consideraba que el primer paso para la independencia económica con el
exterior debía ser la nacionalización del cobre, ya que éste sería el "sueldo de Chile". El proceso se
realizó mediante reforma constitucional aprobada unánimemente por el congreso nacional con la ley
del 16 de julio de 1971, que fijaba la expropiación de los derechos de las empresas Anaconda
Company y Kennecott Koper Corporation, así como las minas de Chuquicamata, El Salvador y El
Teniente.
Es conocida la participación de Kissinger y Nixon en el derrocamiento del presidente chileno el 11 de
septiembre de 1973, celebrado por la prensa liberal en el mundo: “El Presidente Allende no se
convirtió en mártir, aun cuando fuera cierto que se suicidó el martes. El bombardeo y asalto de su
palacio presidencial y la toma del poder por los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas de
Chile pusieron un fin amargo al primer gobierno marxista libremente elegido en Occidente” (13) .
Latinoamérica vivía en esos años una gran convulsión de procesos revolucionarios de carácter
nacionalista o marxista, y la Casa Blanca actuaría al respecto. En el memo del Consejo de
Seguridad, Kissinger señala que la preeminencia de la población joven en países pobres y/o
sobrepoblados podía generar “movimientos separatistas y acciones revolucionarias”, concluyendo
que:

“(...)Si de estas condiciones resultan las expropiaciones de intereses extranjeros, desde un


punto de vista económico, no está dentro de ningún tipo de interés para los países inversores (...)”

Esto llevó a Kissinger a advertir que “en las relaciones internacionales, los factores componentes de
la población son cruciales y, a menudo, determinante de conflictos violentos en las regiones en vías
de desarrollo”. Además, el secretario de Estado, señalaba que había que tomar precauciones
políticas y diplomáticas para evitar las apariencias de un accionar coercitivo, porque:

“Hay allí tambien un peligro de que algunos líderes de los PMDs (Países Menos Desarrollados) vean
las presiones de los países desarrollados como una forma de imperialismo racial o
económico”.

Recursos Naturales

“¿Debe ser el alimento considerado como un instrumento de poder nacional?”, se pregunta


Kissinger, a lo que no responde directamente, aunque sugiere que todo tipo de ayuda debe ajustarse
a aquellos países que acepten las condiciones de reducir la tasa de natalidad y busquen la
estabilidad política.
Según consta en memo escrito por Kissinger "la despoblación debería ser la más alta prioridad en la
política de EE.UU. hacía el Tercer Mundo"; se trataría de un "asunto trascendental para la seguridad
nacional de este país", ya que la economía de los países industrializados "requerirá grandes y
crecientes cantidades de minerales del exterior, especialmente de los países menos desarrollados",
especialmente:

“(...) los Estados Unidos, con el 6% de la población mundial consume al menos un tercio de los
recursos mundiales (...)”

A lo largo del análisis, si bien el eje planteado por Kissinger es el control poblacional en un mundo
proyectado a treinta años, que de sobrepasar los 13.000 millones de habitantes “sería inestable y se
desatarían hambrunas endémicas y luchas (guerras) por alimentos”, analiza los elementos cruciales
para evitar que las condiciones demográficas y políticas impida a los Estados Unidos el acceso a
recursos naturales no renovables:

“Los Estados Unidos se ha convertido de forma progresiva dependiente de la importación de


minerales provenientes de países en vías desarrollo en las décadas recientes, y esta tendencia
tenderá a profundizarse. La ubicación de las reservas exploradas de minerales de mayor grado (de
pureza) favorece la dependencia de todas las regiones industrializadas de la importación de países
menos desarrollados. El verdadero problema del abastecimiento de minerales, no yace en una base
física sino en modos de acceso en lo político-económico”.
Los países menos desarrollados con abundantes recursos naturales deviene en bajos costos y el
peligro se encuentra en la posibilidad de consumo masivo, o explotación intensiva, por parte de una
extensa población. De allí que la estabilidad política regional, especialmente en los países sobre los
cuales Estados Unidos tiene intereses, es crucial para la inversión (concesión o privatización) de
esos recursos tengan un contexto controlado, mejor si este es un cuadro de una mínima presión
demográfica:

“Asimismo, la presión demográfica es obvia pero no es el único factor involucrado, pero los tipos de
frustraciones son mucho menos, como en condiciones de baja o nula presión demográfica”

Como los casos señalados anteriormente sobre la implementación de planes de control de natalidad,
es tangible en el Informe Kissinger, la relación con los países proveedores de recursos no
renovables, que adoptó Estados Unidos, ya sea con golpes de Estado en Chile, motivado por
cuestiones económicas, o la importancia del NAFTA.
Uno de los cuadros del NSSM 200 señala que Estados Unidos importaba anualmente, para el año
1972, de países conflictivos y/o sobrepoblados:
•Cobre: 27% de Perú y 22% de Chile.
•Hierro: 31% de Venezuela.
•Plomo: 21% de Perú.
•Petróleo (crudo): 17% de Venezuela.
•Zinc: 24% de México.
•Titanio: 73% de Japón.
•Estaño: 64% de Malasia y 27% de Tailandia.
En el casó de Japón, es testigo que un gobierno “amigable” permite una explotación más intensiva,
pese a la sobrepoblación del país asiático. Asimismo, puede verse una tendencia de mayor
extracción, en el mismo cuadro, en países donde las condiciones políticas y económicas son más
estables, y subpoblados:
Canadá proveía en 1972: 76% de aluminio, 31% de cobre, 50% de hierro, 29% de plomo, 82% de
níquel, 60% de zinc y 48% de derivados y el 42% de petróleo crudo.
•Australia: 21% de plomo y 10% de zinc.
•Noruega: 8% de níquel.
Kissinger señaló como de vital importancia que el gobierno de los Estados Unidos, en pos de lo
planeado en el estudio, que:

“Es vital que el esfuerzo en desarrollar y fortalecer un compromise mayor por parte de los líderes de
los PMDsno sean percibidos por ellos como políticas de un país industrializados para
mantenerlos subsumidos o para que los recursos sean usados por los „países ricos‟. El desarrollo
de tal percepción puede generar una reacción fuertemente adversa para la estabilidad de la
población. Por ello, los Estados Unidos y otros países “ricos” deben tener cuidado en las políticas
que aplicarán para los PMDs sean aceptables en esos países”.

Además, el secretario de Estado indicaba que el gobierno de Estados Unidos, para “minimizar los
cargos de motivaciones imperialistas”, debe repetir constantemente dichas inversiones son para:

“...el desarrollo social y económico fundamental de los países pobres donde el crecimiento
demográfico es acelerado, es tanto causa y consecuencia del crecimiento de la pobreza”.

A partir de la promulgación de la Ley de Inversión Minera 24.196, y de Reordenamiento Minero


24.226, en mayo de 1993, Argentina es un caso testigo de la toma de recursos no renovables por las
corporaciones estadounidenses: Barrick Gold explota el mayor yacimiento de oro y plata del mundo
en la mina de Valadero, San Juan; la tercer mina de oro más grande del continente, Bajo de la
Alumbrera LTD, en Catamarca (el paquete accionario está integrado por capitales estadounidenses);
Bethlehem Steel (hoy fusionada con USX-US Steel con el nombre de Internacional Steel Group),
productora de armamento y proveedora de la US Navy, está por hacerse con la concesión de la
reserva de hierro más grande de Latinoamérica, el complejo minero de Sierra Grande, con reservas
sin explotar de fósforo y cobalto (14) . En Argentina la minería está exenta de casi todos los
impuestos gracias al decreto 417/03, por se empresas “promotoras de empleo”, o a decir de
Kissinger hace tres décadas, contribuir al crecimiento de la pobreza”.

30 años más tarde

A lo largo del extenso reporte, Kissinger recorre la situación mundial, especialmente en los focos de
interés para la “seguridad nacional”, el llamamiento a la participación de organismos multilaterales
(Banco Mundial, Unicef, etc.) como “aportes privados”, para el control de la situación demográfica
como factor clave para la preservación de la estabilidad, tanto política como económica,
especialmente sobres las necesidades de los países desarrollados y particularmente los Estados
Unidos. Queda a libre interpretación si el control de natalidad que impulsa el memorando, y visto los
ejemplos citados de México y Perú, si la idea de Kissinger es eliminar la pobreza o eliminar los
pobres.
El NSSM 200 no es un documento único en su tipo, pero sí premonitorio en cuanto a los resultados
obtenidos, como se ha detallado desde sus postulados, o “consejos”, como ser el haber logrado una
población por debajo a la calculada por las Naciones Unidas, y visto el contexto en qué fue
redactado, Estados Unidos ha logrado imponer las condiciones políticas (gobiernos dóciles) y
económicas (apertura forzada, endeudamiento) para no depender de las decisiones coyunturales
que pueda tomar un gobierno en cuanto a los recursos naturales no renovables de los que Estados
Unidos había “incrementado su dependencia de los países subdesarrollados”.
El documento fue deslasificado el 7 de julio de 1989, nueve años más tarde de su apertura
estipulada, sale a la luz mostrando que no había perdido vigencia ni alterado el rumbo de
funcionarios clave, en el inicio del plan, en medio de la crisis política que implicó la renuncia de
Richard Nixon: Kissinger y George Bush (padre) siguieron con Gerald Ford al frente de la secretaría
de Estado y la CIA, respectivamente, así como el resto de los involucrados.
Y pese a las administraciones que lo sucedieron, en poco o nada varió la estrategia. En 1974, el
Informe Kissinger decía: "Ya sea a través de la acción gubernamental, de los conflictos laborales, del
sabotaje o de los disturbios civiles, el flujo continuo de materiales necesarios se verá en peligro”. La
resolución de Estados Unidos de seguir ostentando su fuerza cuando su hegemonía, es clara hoy en
día, no sólo ante la invasión a Afganistán e Irak por el control de los recursos petroleros, sino la vital
importancia que Washington le da al conflicto venezolano, o la súbita “tranquilidad” impuesta en
Bolivia tras la crisis del gas que derivó en la renuncia de Sánchez de Lozada, pero que en vez de
estabilizarse llega a discutirse en todos los círculos de poder la secesión de una Bolivia
implosionada en regiones.
La situación del cambio correlación de fuerzas habla por sí solas, cuando Kissinger relata en el
memo, el desarrollo de la Conferencia Mundial sobre la Población, realizada en agosto de 1974
(agregado al documento posterior a su presentación), en Bucarest, Rumania: “Habíamos enfatizado
en la incorporación del factor del control poblacional para los países en vías de desarrollo para la
reducción de la tasa de natalidad (...) Hubo una consternación general y luego el Plan fue vapuleado,
liderados por Argelia, con el respaldo de otros países africanos, y Argentina, apoyado por
Uruguay, Brasil, Perú e inmediatamente otros países latinoamericanos”.
Kissinger y el Plan Cóndor

Henry Alfred Kissinger


Nació en Fürth, Alemania, 27 de mayo de 1923. Es un político de Estados Unidosde origen
judío nacido en Alemania. Su nombre original era Heinz Alfred Kissinger (su nombre judío es
Avraham Ben Elazar) y es considerado uno de los más influyentes analistas en política
exterior del mundo. Sus críticos le consideran como instigador de genocidios sistemáticos de
grupos políticos. Es autor de obras como "La necesidad de una elección"

Nació en Alemania en 1923. En 1938 emigró a los Estados Unidos. Entró al servicio
gubernamental durante la administración Kennedy, pero comenzó a ganar prominencia al
lado de Lyndon B. Johnson, cuando este lo nombra consejero para asuntos exteriores.
Ocupó la Secretaría de Estado en 1973, formando con Richard Nixon un dúo siniestro.

Se indica en la Agencia Periodística del Mercosur que a mediados del ´90’, los “think tanks” que
asesoran a la Casa Blanca elaboraron un documento denominado “Proyecciones hacia el 2015”,
donde se indica que para conservar y consolidar la hegemonía de Estados Unidos durante el siglo
XXI, se debe asegurar el control territorial deben asegurarse el control territorial de las grandes
reservas estratégicas de la economía real: energía y sus redes de distribución, agua potable y
biodiversidad.

¿Cuál es el real interés de los EEUU de América en “ocupar”, por cualesquiera medios, los espacios
suramericanos, centroamericanos y caribeños aparte de los mencionados? La pregunta no tiene la
tradicional respuesta por las realidades actuales, por los tiempos históricos y las consecuencias de
la concientización de los pueblos americanos frente a la alienación de las burguesías y pequeñas-
burguesías. Ello significaría que el diseño político del Poder norteamericano se tendría que
manifestar en la Región americana, inclusive a lo interno del propio país norteamericano, bajo
diferentes premisas, más elaboradas, más sutiles, mas ideológicas y, aunque parezca contradictorio,
más agresivas pero utilizando a los estamentos armados nacionales como “perros de caza”. La
respuesta nos la entrega quien es un ideólogo de la Política Exterior del Poder norteamericano:
Henry Kissinger.

La Operación Cóndor o Plan Cóndor es el nombre con el que es conocido el plan de coordinación
de operaciones de las cúpulas de los gobiernos dictatoriales del Cono Sur de América -
Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia- entre sí y con la CIA de los EE.UU.,1 llevada a
cabo en las décadas de 1970 y 1980.

Enmarcada en la Doctrina Truman, esta coordinación se tradujo en "el


seguimiento, vigilancia, detención, interrogatorios con apremios psico-físicos, traslados entre países
y desaparición o muerte de personas consideradas por dichos regímenes como 'subversivas del
orden instaurado o contrarias al pensamiento político o ideológico opuesto, o no compatible con las
dictaduras militares de la región'".1 El Plan Cóndor se constituiría en una organización clandestina
internacional para la práctica del terrorismo de Estado y tuvo como resultado el asesinato y
desaparición de decenas de miles de opositores a las mencionadas dictaduras, la mayoría de ellos
pertenecientes a movimientos de la izquierda política.

Recientemente, el Departamento de Estado de EEUU ha desclasificado documentos que implican


directamente al antiguo secretario de Estado Henry Kissinger y otros altos responsables
norteamericanos en los crímenes cometidos por la dictadura argentina, que puso en marcha una
campaña de asesinatos, torturas y "desapariciones" tras asumir el poder en marzo de 1976.

Los 4.677 documentos desclasificados muestran la estrecha colaboración y el apoyo otorgado desde
los más altos niveles del poder en Washington a los militares argentinos, responsables de la muerte
de al menos 30.000 argentinos, una gran parte de ellos jóvenes estudiantes.

Una gran parte de esta documentación está compuesta por los telegramas, memorándums y cables
que fueron intercambiados entre la Embajada de EEUU en Buenos Aires y el Departamento de
Estado en Washington. Estos escritos ponen en evidencia que tres Administraciones
estadounidenses consecutivas -las de Ford, Carter y Reagan- colaboraron con la junta militar, pese
a ser plenamente conscientes de los crímenes y atrocidades que se estaban cometiendo en
Argentina en el nombre de la "lucha contra el terrorismo". Los gobiernos norteamericanos estaban
bien informados de lo que sucedía gracias a la estrecha relación de los funcionarios de la Embajada
con los militares que dirigían los "escuadrones de la muerte" y los centros de tortura.

Sin embargo, Washington veía estas acciones criminales como algo necesario para salvaguardar los
intereses de EEUU y los de la élite gobernante argentina.

Los documentos fueron desclasificados en base a una petición de varias organizaciones argentinas
de defensa de los derechos humanos, incluyendo la de las Madres de Plaza de Mayo, formulada a la
entonces secretaria de Estado, Madeleine Albright, durante una visita de ésta a Buenos Aires en el
año 2000. Sin embargo, los documentos hechos públicos pertenecen sólo al Departamento de
Estado. Los de la CIA y el Pentágono, que podrían aportar informaciones incluso más relevantes, en
especial acerca de los responsables militares y de inteligencia de EEUU involucrados más
directamente en los crímenes de la dictadura argentina, continúan clasificados.

El lenguaje diplomático utilizado en los documentos del Departamento de Estado oculta en buena
medida el papel jugado por EEUU en la represión de Argentina. El nivel real de la implicación
norteamericana queda reflejado en algunos documentos en los que se detallan fricciones entre los
diplomáticos de carrera estadounidenses destinados en Argentina, que sermoneaban en diversas
ocasiones a los militares argentinos por sus violaciones de los derechos humanos, y algunos
responsables políticos y militares de Washington que pedían a aquéllos que continuaran con su
represión.

Entre los documentos más relevantes puede citarse un cable enviado por el embajador
norteamericano, Richard Hill, al Departamento de Estado en octubre de 1976. En él se describe la
reacción "eufórica" del ministro de Exteriores de Argentina, Almirante César Guzzetti, tras una visita
a Washington donde mantuvo conversaciones con el entonces secretario de Estado, Henry
Kissinger; el vicepresidente, Nelson Rockefeller, y otros altos responsables.

Según el cable, en sus conversaciones con Guzzetti, Kissinger y Rockefeller manifestaron que
"comprendían" que la dictadura argentina "se viera obligada" a emplear métodos represivos y
pidieron únicamente a la junta militar que "acabara con el problema del terrorismo tan rápidamente
como fuera posible". Otros responsables norteamericanos aconsejaron amistosamente a Guzzetti
que evitara tomar medidas represivas contra los clérigos de la Iglesia Católica y controlara a una
facción radical del Ejército que utilizaba esvásticas nazis y otros símbolos fascistas en las prisiones y
las cámaras de tortura.

"Guzzetti fue a EEUU temiendo que recibiría allí reproches o advertencias por parte de las
autoridades norteamericanas por las atrocidades cometidas por la junta militar". Sin embargo,
escribe el embajador Hill, "él volvió a Argentina en un estado de euforia, convencido de que el
gobierno de EEUU no pondría ningún reparo al proceder de las autoridades argentinas en este tema
(de la represión contra la oposición)".

En la víspera de la visita de Guzzetti, el embajador Hill envió otro mensaje al Departamento de


Estado en el que manifestaba que había advertido al almirante argentino que "el asesinato de
sacerdotes y el arrojar 47 cuerpos en la calle en un solo día no va a ser considerado por la opinión
pública como una medida apropiada para una victoria rápida frente a los terroristas; por el contrario,
estas acciones serán con toda probabilidad contraproducentes".

Durante las conversaciones celebradas en Washington, Kissinger repitió el mismo mensaje que
había transmitido a Guzzetti en un encuentro de la Organización de Estados Americanos, celebrado
en Santiago de Chile cuatro meses antes. En aquella cumbre, según desvela un cable anteriormente
desclasificado, Guzzetti se entrevistó con Kissinger y sacó a relucir el tema de la guerra sucia en
Argentina con el propósito de tantear la opinión del secretario de Estado. Hay que recordar que, en
aquella época, gran número de estudiantes, intelectuales, trabajadores, profesionales y otras
personas a las que la dictadura tildaba de "subversivas" eran arrestadas y conducidas por comandos
del Ejército a campos de concentración. Allí, dichas personas eran sometidas a atroces torturas y,
posteriormente, asesinadas.

Según el cable, Kissinger preguntó a Guzzetti cuánto tiempo más duraría el reinado del terror en
Argentina. Cuando Guzzetti prometió que "el problema terrorista" sería eliminado en seis meses,
Kissinger dio su aprobación expresa al almirante para que la junta siguiera adelante con su política.

Así pues, los documentos desclasificados muestran que Kissinger y otros altos responsables
norteamericanos dieron luz verde a los jefes de la junta militar para que llevaran a cabo sus
crímenes y estuvieron en todo momento bien informados acerca de ellos.

Muchos de los documentos desclasificados incluyen descripciones detalladas de los métodos de


tortura empleados por los militares contra los opositores detenidos. Un memorándum de la
Embajada de EEUU de 1979 da los siguientes detalles: ".... quemaduras de cigarrillos, violaciones,
abusos sexuales, extracción de los dientes, uñas y ojos, derramamiento de agua, aceite hirviendo o
ácido sobre los cuerpos de los detenidos, o incluso la castración".

Entre los papeles se encuentra también una declaración de la Embajada de 1977, en la que se relata
cómo las mujeres detenidas eran torturadas por medio de corrientes eléctricas, introducción de sus
cabezas en cubos de agua hasta casi ahogarse, violación física por parte de sus torturadores o por
medios mecánicos, introducción de ratas y arañas en sus vaginas, mordeduras de perros, torturas
de sus parientes o compañeros delante de ellas, golpes en sus vientres para que abortaran, etc.".

Otros informes hablan de mujeres golpeadas con las culatas de los rifles hasta perder el
conocimiento, madres obligadas a ver cómo sus hijos eran torturados y bebés separados de sus
madres, que luego eran ejecutadas. Todo esto es lo que Kissinger y otros miembros de la clase
dirigente norteamericana aprobaron, con tal de que todo transcurriera "de la forma más rápida
posible".

Los responsables norteamericanos escribieron también memorándums que dejan claro que, bajo la
cobertura de la "guerra contra la subversión", la junta pretendía en realidad destruir todos los
movimientos sociales de oposición. Un documento elaborado por Harry Shlaudeman -un alto
responsable para América Latina del Departamento de Estado- para la atención de Kissinger en
agosto de 1976 comparaba los objetivos del plan de "desarrollo nacional" de la junta militar argentina
con los del régimen nazi.

"La ideología del desarrollo nacional tiene obvios paralelismos con el nacionalsocialismo. Los
opositores al régimen militar llaman a éste fascista. Aunque este término se emplea normalmente
con una finalidad peyorativa, hay que decir que él puede ser en este caso adecuado técnicamente....
Para que su plan económico funcione, ellos tienen que destruir el poder de las estructuras
tradicionales y, especialmente, el movimiento sindical".
Así, mientras que los responsables norteamericanos se molestaron en advertir a los militares
argentinos en contra de la tortura de sacerdotes, no tuvieron palabra alguna que decir acerca de la
represión dirigida contra el movimiento sindical o asociativo. Un mes después de que fuera
elaborado el memorándum de Shlaudeman, los militares intervinieron con brutalidad para eliminar
una huelga en el sector automovilístico que afectaba a varias fábricas, incluyendo una de la
multinacional Ford -situada en General Pacheco, cerca de Buenos Aires- que más tarde se
convertiría en uno de los centros de tortura del régimen militar. Pese a haber dictado largas
condenas de prisión para los líderes de la huelga, las autoridades hicieron poco uso del sistema
legal. En su lugar, la Junta emprendió una campaña de terror, con secuestros, torturas y ejecuciones
sumarias, con el fin de acabar con el conflicto.

En marzo de 1978, un informe de la Embajada estadounidense en Buenos Aires estimó que el


número de desaparecidos alcanzaba entonces una cifra situada entre los 12.000 y los 17.000.
Según el informe, una parte importante de los desaparecidos eran trabajadores y activistas
sindicales acusados de promover huelgas. En muchos casos, los familiares de los trabajadores eran
también secuestrados. En total, el documento menciona la cifra de unos 3.000 familiares
desaparecidos.

El memorándum elaborado por Shlaudeman también detalla el lanzamiento de la así


llamada Operación Cóndor, una red de cooperación organizada entre las policías secretas
deArgentina, Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia que permitía la captura y ejecución de
opositores políticos por parte de la policía de cualquiera de tales estados más allá de sus fronteras
nacionales. Los regímenes militares que gobernaban todos estos países alcanzaron el poder tras
derrocar a gobiernos elegidos democráticamente, para lo cual contaron con la colaboración de la
CIA y el Departamento de Estado de EEUU. La Operación Cóndor permitió secuestrar y hacer
"desaparecer" a los opositores políticos mediante operaciones transnacionales, que incluyeron la
utilización de "escuadrones de la muerte" para asesinar a aquéllos en cualquier lugar del mundo. El
crimen más infame a este respecto tuvo lugar en las calles de Washington, donde un coche bomba
mató al antiguo ministro de Exteriores de Chile, Orlando Letelier, en septiembre de 1976.

Los documentos muestran que la Administración Carter (1977-80) expresó su impaciencia hacia las
políticas de la Junta Militar argentina, por sus abiertas violaciones de los derechos humanos. Sin
embargo, como dejan claro dos informes de1978, lo que realmente temía el gobierno de EEUU es
que una represión indiscriminada acabara provocando revueltas y la desestabilización de Argentina.

Uno de estos documentos, fechado el 1 de marzo de 1978, reconoce que varios cuerpos desnudos,
decapitados y con las manos esposadas habían aparecido en las playas de Río de la Plata. Un
memorándum enviado dos semanas más tarde por la Embajada a Washington contiene una
advertencia del embajador norteamericano en el sentido de que la represión continuada podía
producir la radicalización de diversos sectores de la sociedad argentina, que estaban demandando
ya que se diera a conocer una lista con los nombres de los desaparecidos. Sin embargo, el
embajador recomendaba que EEUU continuara prestando su apoyo a la dictadura argentina
basándose en la ridícula afirmación de que la actuación de la Junta Militar en el terreno de los
derechos humanos "estaba mejorando".
Como otros documentos señalan, el descenso en el número de desaparecidos en 1978 se limitaba a
reflejar la extrema dureza de la represión durante los dos primeros años de la dictadura (1976-77).
Un informe de febrero de 1979 que trata acerca de los acontecimientos que tuvieron lugar en el año
anterior refleja que el número de desapariciones en 1978 disminuyó a causa de "la escasez de
objetivos tras dos años de una represión a gran escala".

En el verano de 1977, el Senado de EEUU aprobó una legislación que prohibía la ayuda militar a
Argentina si en un plazo de dos años el régimen no mejoraba su actuación en el terreno de los
derechos humanos. Uno de los documentos desclasificados -una carta del senador Edward Kennedy
al secretario de Estado Cyrus Vance- sugiere que la Administración Carter intentaba burlar la
legislación al apresurar los envíos de material militar a Argentina antes de que concluyera el plazo
límite marcado por el Senado.

Otro memorándum de la Embajada de EEUU, fechado en julio de 1977 y dirigido al secretario de


Estado adjunto Terence Todman, en la víspera de su visita a Argentina, muestra a las claras la
actitud de la Administración Carter. El memorándum aconsejaba a Todman que manifestara a los
dictadores argentinos que EEUU "celebraba la declaración oficial argentina de que la guerra contra
el terrorismo estaba a punto de ganarse".

El documento aconsejaba, sin embargo, a Todman que transmitiera a la Junta que "lo que más
inquieta a muchos de los amigos de Argentina son las dramáticas desapariciones", citando el caso
concreto del secuestro de un antiguo embajador. No obstante, el documento no refleja ninguna
inquietud por la suerte de los miles de estudiantes o trabajadores desaparecidos. Finalmente,
contenía un elogio a la política económica de la Junta: "Deseamos mostrar nuestra satisfacción por
el proceso de estabilización que está teniendo lugar en Argentina. Estamos complacidos por el
hecho de que los inversores extranjeros estén hallando ahora un clima mucho más favorable en el
país".

Con la llegada al poder de la Administración Reagan en 1981, EEUU estrechó sus relaciones con la
Junta Militar argentina sin preocuparse ya de ninguna consideración acerca de la situación de los
derechos humanos. El régimen argentino proporcionó entrenamiento y ayudas a los mercenarios de
la contra de Nicaragua en su campaña en contra del gobierno sandinista en los años ochenta y
participó también, de diversas formas, en las operaciones contrainsurgencia conjuntas que tuvieron
lugar en El Salvador y otros países de América Central. Un cable del Departamento de Estado,
fechado el 24 de marzo de 1981, informa de las negociaciones iniciales que condujeron a la
participación argentina en tales operaciones. Aunque la Embajada norteamericana continuó
enviando informes acerca de desapariciones y violaciones de los derechos humanos, Washington
sencillamente las ignoró. La creciente oposición a la dictadura acabó cristalizando en masivas
manifestaciones de protesta en los últimos días de marzo de 1982 y en diversos disturbios en las
calles de Buenos Aires. Los documentos enviados por la Embajada de EEUU en aquella época
muestran una creciente preocupación por la estabilidad del régimen.

En abril de 1982, en un intento de ganar apoyo popular y neutralizar a la oposición mediante la


elevación del sentimiento nacionalista, el jefe de la Junta, general Leopoldo Galtieri, lanzó una
invasión mal planificada contra las Islas Malvinas, una posesión colonial británica. La Junta Militar
argentina creyó ingenuamente que los servicios prestados a EEUU en América Central harían que
Washington presionara a Londres para que aceptara el hecho consumado y abandonara las islas en
manos argentinas. Sin embargo, la Administración Reagan respaldó al Reino Unido y le ayudó a
montar una ofensiva aeronaval que terminó con la recuperación británica de las islas y una masacre
de reclutas argentinos, que se hallaban en ellas en una situación deplorable. La derrota humillante
supuso la sentencia de muerte para el régimen militar.

Entre los documentos de esa época figuran varios informes de oficiales de la inteligencia
norteamericana que podrían ser utilizados en el previsto juicio a Galtieri por su implicación en el
secuestro y ejecución de varios exiliados argentinos capturados en Brasil en los años 1979-80. El
antiguo general se haya actualmente en una situación de arresto domiciliario.

Aunque muchos de los documentos desclasificados tienen una antigüedad de al menos 25 años, sus
repetidas justificaciones de los asesinatos y torturas llevadas a cabo por los militares, no sólo en
Argentina sino en toda América Latina, en el nombre de la "guerra contra el terrorismo" suenan
demasiado familiares en la actualidad.

Esto no es una mera coincidencia histórica. Henry Kissinger continúa siendo una figura muy
influyente en los sectores que dirigen la política exterior norteamericana. Además, muchos de los
que dirigen hoy en Washington la política que combina el asalto contra los derechos democráticos
dentro de EEUU y la ola de militarismo desenfrenado en el extranjero, son los mismos que en su día
jugaron un papel clave a la hora de consolidar el apoyo norteamericano a la Junta Militar argentina
en los años setenta.

En el momento en que tuvo lugar el golpe de estado de 1976 en Argentina, el actual vicepresidente
Dick Cheney era el jefe de personal de la Casa Blanca. Él había servido anteriormente en el seno de
la Administración Nixon y, más tarde, en el equipo de transición que dispuso la transferencia de
poderes a la Administración Ford tras el estallido del escándalo Watergate y la dimisión de Nixon.
Por su parte, el actual secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, ocupaba entonces la misma
posición que en la actualidad. Desde ésta posición, Rumsfeld supervisó la coordinación de la ayuda
militar a la junta militar argentina y a otros regímenes dictatoriales que estaban utilizando sus
ejércitos para reprimir y masacrar a sus propios pueblos. Así pues, junto con Kissinger, Cheney y
Rumsfeld formaban parte del equipo que dirigió la política exterior de EEUU en aquel período.

Henry Kissinger está siendo hoy reclamado por diversos tribunales en España, Argentina, Chile,
Francia y otros países para que conteste a las preguntas acerca de su implicación en el diseño de
los golpes de estado que derribaron a varios gobiernos latinoamericanos democráticamente elegidos
y en la concesión de la ayuda militar a regímenes que llevaron a cabo innumerables y masivos
crímenes. En la actualidad, Kissinger ya no viaja al extranjero sin recibir antes garantías de que no
será detenido.
La realidad es que existen sólidos fundamentos para enjuiciar por el cargo de crímenes contra la
humanidad no sólo a Henry Kissinger, sino a varios de los principales dirigentes norteamericanos de
la actualidad. Algunos de estos dirigentes, como Cheney y Rumsfeld, que están en la actualidad
presionando a Bush para que lance una guerra de agresión contra Iraq, tienen también muchas
preguntas que responder acerca de su papel en los crímenes cometidos hace ahora un cuarto de
siglo en Argentina bajo el mismo eslogan de la "lucha contra el terrorismo" que se utiliza hoy. Ellos
proporcionaron el apoyo indispensable que diversos regímenes dictatoriales, como el de Argentina y
otros, necesitaban para matar y torturar a decenas de miles de personas y encarcelar a varios
cientos de miles más.

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