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Prohibir el celular, otro anacronismo

de la escuela
Arturo Domínguez Vargas*

(… ) Este estudio verifica de nuevo que la tecnología no determina la sociedad,


sino que es la propia sociedad la que lo hace,
y sólo se puede entender en términos sociales como práctica social.
Esto significa que son las personas y las organizaciones
quienes modelan y modifican los usos de la comunicación inalámbrica
en función de sus intereses, valores, hábitos y proyectos.
Pero, al mismo tiempo, (…) la comunicación móvil digital basada en la microelectrónica,
permite, refuerza e innova el territorio y los contenidos de la comunicación
mediante la extensión del dominio de lo posible.

Manuel Castells1

Desde la década de los noventa del siglo XX distintos estudiosos habían advertido sobre los cambios que se preveían
para el presente milenio. Juan Luis Cebrián, por ejemplo, preconizaba importantes transformaciones y
configuraciones sociales entre “enchufados-desenchufados a la red”.2 El informe de la UNESCO sobre Cultura y
Desarrollo también hizo importantes señalamientos sobre la posible realidad para el siglo XXI. Dentro de estas
realidades, entre muchas, mostraba preocupación por los nuevos problemas y las soluciones que en materia de
infraestructura tecnológica se estaban produciendo en las grandes ciudades. Escenarios privilegiados de desarrollo y
aplicación de nuevas tecnologías −especialmente las de comunicación e información−, pero en donde las nuevas
tecnologías no estaban siendo incorporadas a la reflexión y la planeación urbanística, a pesar de su fuerte impacto
cultural e ideológico sobre las sociedades. Se confirmaba que el Estado debería tener un papel decisivo en la
producción, provisión, gestión y financiamiento de los servicios públicos y la infraestructura colectiva y que por eso
era necesario recuperar la visión de Estado en el tema del desarrollo de la infraestructura tecnológica.3

Para la mitad de la primera década del milenio, la misma UNESCO recoge, en la metáfora de la Sociedad del
Conocimiento, una fotografía en donde tanto en los escenarios de África como de América Latina, los contrastes son
una imagen duplicada al infinito. Para el caso que nos ocupa, en el 2005, en Finlandia, por ejemplo, el promedio de
teléfonos fijos era de 4.8 por cada diez habitantes; en Marruecos, aproximadamente 0.3 por cada diez. El teléfono
móvil era para los mismos países 8.5 y 2.5 por cada diez habitantes. La tendencia de los datos no sorprende, más
bien confirma el perfil que viene adquiriendo la brecha tecnológica: formas de exclusión acentuadas por la velocidad
de los cambios. Sin embargo, mirados con mayor detenimiento los datos, la polarización en el desarrollo de la
infraestructura tecnológica, ha generado un singular fenómeno de sustitución de tecnologías ligeras y portátiles, por
fijas y de mayor infraestructura para su operación.

En efecto, el teléfono celular ha logrado una penetración tanto en los países desarrollados como en subdesarrollo que
la sustitución de la telefonía fija por la telefonía móvil, podría no sólo estar cubriendo necesidades de una vida
cotidiana desterritorializada y destemporalizada; los hábitos de consumo culturales como el de escuchar la radio o ver
la televisión, podrían estar creando nuevas formas de audiencia móvil, distintas a las generadas en los ámbitos de
recepción fijos, como la recámara en el hogar o la oficina en el lugar de trabajo.

Cuando Cebrián diagnosticaba hace poco más de una década un crecimiento continuo y casi ilimitado de las
tecnologías de comunicación, el empuje de la telefonía parecía sólo un dato presuroso para mostrar el impacto de la
convergencia digital. Con datos del periodo 1985-1995, pronosticó que para el año dos mil habría más de 250
millones de abonados a los teléfonos inalámbricos, analógicos y digitales.4 En la actualidad, predominan los teléfonos
digitales y la tecnología inalámbrica ha generado una explosión de la “comunicación móvil”, en palabras de M.
Castells. Con diferencias en cada región y país, el fenómeno dibuja un crecimiento sostenido que permite, en cierto
modo, atenuar el pesimismo sobre la posibilidad de un acceso universal a los servicios de intercomunicación. Bajo
esta tendencia no es sorprendente que China sea el país con mayor número de usuarios de teléfono celular, con más
de 600 millones de usuarios para el cuarto trimestre de 2009.5

Ahora bien, mientras se encuentra un modelo para acortar el abismo provocado por las desigualdades del acceso
tecnológico, lo que es interesante observar son las manifestaciones de semejanza, tanto en los países ricos como en
los subdesarrollados. La intensiva expansión del celular muestra prácticas socioculturales de apropiación,
significativas por su proximidad.

En el ámbito del trabajo se han facilitado y ampliado las maneras de emplearse y de hacer eficiente la prestación de
servicios. La coordinación a distancia o las actividades profesionales han encontrado, en el celular, una interesante
forma de organización para el trabajo “sobre el terreno”. Se ha convertido en un instrumento de supervisión y
agilizado la organización de las tareas. Por ejemplo, en el interior de un vehículo “(…) se comprueban los mensajes
de voz y se reconsidera el tiempo de los trayectos”.6 Es decir, señala Castells, se están flexibilizando los procesos del
trabajo y se está en condiciones de responder en todo momento a un cambio de circunstancias. Lo importante del
“trabajo móvil” es mostrar cómo se han trastocado las formas de realizar las actividades productivas, aunque
tendríamos que cuestionar al estudioso europeo ¿cuál es la percepción de los empleados, al vivir en un ambiente
laboral en permanente estado de vigilancia y monitoreo?

Asimismo, los microempresarios y las personas del sector informal han encontrado un medio de comunicación que
amplía sus oportunidades de trabajo. Los ambulantes pueden, ahora, atender sus negocios las veinticuatro horas del
día, bajo el supuesto de que siempre habrá un cliente que demande sus servicios. Los productores agrícolas tienen
mayores accesos a la información y esto les pone en condiciones más equitativas para negociar y conocer los detalles
de su universo de mercado. Del mismo modo los trabajadores inmigrantes están resolviendo sus necesidades de
comunicación con sus familiares, amigos y empleadores, pues las distancias ya no son un problema. La posibilidad
de estar informado crea la sensación de cercanía, aunque los costos no sean tan reducidos como se afirma.

Independientemente de su condición económica, la familia coordina sus actividades diarias de tal modo que el
resultado es una interconexión a todas horas. Así, por ejemplo, la madre trabajadora puede cuidar a distancia a los
niños, sea que ella esté fuera de casa o a la inversa, que los niños, estando en distintos lugares, puedan ser vigilados
desde casa.7 Es decir, las familias han encontrado en la red micro-distributiva y en el contacto perpetuo, dos formas
de organización que favorece la unidad familiar según los estudios sobre las formas de uso del celular.

Nuevas formas de consumo simbólico, cambio en la gestión de los servicios gubernamentales (m-gobierno),
instrumentación de nuevas formas para la seguridad personal y pública, así como ofrecer nuevas opciones para
ocupar el tiempo libre, son posibilidades agregadas en la configuración multifuncional contenida en el teléfono
móvil. Podríamos aventurarnos a concluir que no hay actividad de la vida ordinaria que no esté siendo trastocada por
el teléfono celular.

El celular en la escuela ¿regular o prohibir?

¿Qué usos y situaciones se han generado en la cotidianidad de la escuela?, ¿cómo han respondido los docentes y la
institución ante la “invasión” del teléfono celular en los espacios formales e informales?, ¿cuáles cambios ha
provocado la incorporación del celular en el tejido fino de los procesos de aprendizaje?, ¿qué conductas han
“sembrado” los jóvenes en el ambiente cultural de la comunidad escolar? La acuciosa exploración que han hecho M.
Castells y colaboradores sobre las tecnologías inalámbricas para la comunicación móvil, no abunda sobre las
descripciones del uso del teléfono celular en la escuela, aunque los distintos señalamientos hechos sobre los jóvenes,
los esgrime como elementos para sostener que existe “(…) una cultura juvenil que halla en la comunicación móvil
una forma adecuada de expresión y reafirmación”. Con datos de la realidad europea se muestra una fotografía de la
cultura juvenil de la sociedad red, desde la cual se anticipan algunas situaciones y problemáticas observadas en un
reciente sondeo con estudiantes de educación básica, media-superior y superior, realizado en el contexto de la fase
exploratoria de la investigación Los usos educativos del teléfono celular en los procesos de E/A de la educación
media-superior.8

Cuando Castells analiza las consecuencias de la movilidad y la comunicación en la vida cotidiana y las variadas
aplicaciones que ha generado el uso del teléfono móvil, muestra los efectos benéficos de su incorporación; sin
embargo, estos procesos de apropiación no han estado exentos de conflicto. En distintas situaciones y espacios, el uso
y sus efectos secundarios han creado tensiones con la organización social de una comunidad, alterado los rituales en
un contexto altamente formalizado o confrontado las dinámicas de interacción a partir de afectarse las normas
socialmente aceptadas.

Se afirma que las nuevas tecnologías como la Internet (inalámbrico) y el teléfono móvil, son determinantes en la
integración/desintegración de comunidades; de ahí que, su inserción, no siempre esté siendo armoniosa en el
conjunto de las prácticas y las situaciones colectivas. En tanto las nuevas formas del uso social adquieren
reconocimiento y se formalizan, en ocasiones pueden entrar en conflicto con las costumbres ya existentes. En otros
casos las normas sociales toman cuerpo de forma espontánea y con el tiempo entran en el marco de las costumbres
aceptadas. A este proceso se le denomina m-etiqueta o etiqueta móvil, y se refiere al “…conjunto de leyes que
regulan el uso público de la telefonía móvil”.9 Desde este ángulo, el aprendizaje social implica dos aspectos: uno
conductual, pues la gente aprende cómo y cuándo debe utilizar el artefacto. El segundo tiene que ver con la
costumbre y consiste en dejar que el artefacto, por efecto del tiempo, anide en los ambientes culturales. La
consecuencia de estas circunstancias es que mientras en un marco cultural es considerada una mala costumbre, en
otro, no lo es.

Así, mientras en el ámbito de la familia o el laboral el acostumbramiento ha sido el modo de incorporación del
teléfono celular, en el espacio educativo, su inserción ha generado tensiones singulares, sea porque los jóvenes
parecen no entender el sentido de la pertinencia en el uso social sea porque se asume que toda innovación tecnológica
debe transitar siguiendo una trayectoria de embudo y siempre bajo la supervisión institucional. En el ámbito escolar
hay una tendencia generalizada a prohibir su uso, a sancionar a los estudiantes y a descalificar anticipadamente al
celular como un recurso para la actividad educativa.

La m-etiqueta podría traducirse como la condensación de la respuesta institucional a la influencia externa que
podrían provocar alteraciones en el esquema de costumbres compartidas y formalizadas en el ámbito escolar. No
obstante, es pertinente preguntarnos ¿qué está debajo de las reglas que pretenden regular el uso del artefacto dentro
de la escuela y en el interior del salón de clases?

Desde nuestra perspectiva, la regulación del uso parece más inclinada a prohibir que a regular el uso en situaciones o
para fines determinados. La advertencia, el sentido imperativo del deber y la explícita consigna de las reglas de uso
no hacen más que insistir en la prohibición. Tal es lo que se infiere en el cuadro sinóptico:

Pautas para utilizar los teléfonos celulares en la escuela

El Condado de Clark les recuerda a los padres las siguientes pautas para utilizar teléfonos celulares en la escuela:

1) Los teléfonos deben mantenerse apagados durante el día educacional y los periodos de pasar de acuerdo con la
regulación 5136 de CCSD. Los teléfonos que puedan oírse o queden en espera o vibración pueden ser confiscados.

2) Los teléfonos celulares se pueden utilizar solamente antes de la primera campana, después de la campana final, o
durante el tiempo de nutrición o del almuerzo.

3) Los teléfonos celulares se deben mantener fuera de la vista (petates, monederos, bolsillos).

4) Los teléfonos confiscados por violación de estas pautas serán devueltos solamente a los padres durante horas no
educacionales.

5) Los teléfonos celulares deben permanecer apagados durante una evacuación, un aviso de queda. O un ejercicio de
prueba. Durante estas situaciones dígale a su niño no intente usar el teléfono celular hasta que se le haya dado
autorización por el personal de la escuela, para permitir que los canales de comunicación de emergencia se
mantengan abiertos. El sistema de comunicación del acoplamiento del padre (ParntLink) tiene la capacidad de
ponerse en contacto con los padres en caso de una emergencia.

6. Como condición de tener teléfono en la escuela, el estudiante tiene que acceder a una búsqueda del contenido del
teléfono si existe alguna sospecha de violación a la política del uso del teléfono celular.

NOTA: La convocatoria es más amplia, pero se ha citado el fragmento que enlista los puntos centrales de este
protocolo.

FUENTE: Distrito del Condado de Colorado de Clark


Si se observa el propósito de la aplicación de la regla a lo largo de la jornada escolar, la tendencia no es sólo a
restringir el uso sino a desaparecerlo dentro del conjunto de los enseres ordinarios para la escuela y el alumno. Las
excepciones son mínimas y las condiciones para permitir su posesión dentro de la escuela, revisten un franco
autoritarismo porque atenta contra la privacidad que, de suyo, caracteriza a este artefacto. La confiscación del aparato
nos habla de una autoridad que no confía ni en la responsabilidad ni en el sentido de pertinencia del alumno.

El tono alarmista con el publicitado impacto del teléfono móvil en la escuela, magnifica un hecho que no
necesariamente es verdad. El teléfono parece resultar un artefacto peligroso para la escuela y dañino para los
estudiantes menores de edad. Por ejemplo, en México, un periódico local ha informado que funcionarios educativos
determinaron prohibir el uso de los celulares en el interior de las escuelas, porque los niños intercambian fotografías
y videos pornográficos o bien, porque difundían las riñas entre compañeros en internet. En Orizaba, Veracruz, se
advierte que la “Operación mochila” es una medida necesaria para detectar los casos de pornografía en los celulares
de los niños de escuelas secundarias.10

Castells reporta también en el estudio que hemos venido citando, que en Finlandia, en el año de 2003, se prohibió
totalmente el uso del teléfono celular. La restricción duró poco tiempo. En algunas escuelas existen zonas específicas
para el uso del teléfono, pero a final de cuentas, la regulación acordada o implícita aparece como una respuesta que la
escuela ha creado para aminorar las tensiones motivadas por los usos sociales de los alumnos. Hay casos que
muestran el lado conciliador y de adopción, como en Japón, en donde los estudiantes saben que tienen que poner en
“modo educado” (con silenciador) sus teléfonos dentro del salón de clases. Pero el listado “Usos prohibidos del
celular en la escuela” es un ejemplo común sobre la tensión provocada por la inserción del celular en la escuela, pero
también, en nuestra opinión, de cómo se disparan en varias direcciones las manifestaciones de apropiación de los
alumnos como agentes activos.

En un intento por ubicar la naturaleza de las tensiones, identificamos tres necesidades latentes, propias de los
jóvenes, pero también reconocemos problemáticas que sólo en apariencia son de los estudiantes. Lo que vemos en el
fondo de estas problemáticas sociales son necesidades proclamadas, pero no atendidas, y aún las que parecen ofrecer
una respuesta, han provocado formas de resistencia. Así, la prohibición hace manifiestas algunas necesidades del tipo
expresivo-comunicativas (A), de resistencia frente a los dispositivos autoritarios de la escuela como los exámenes o
asignaturas no deseadas (B), para cambiar el espacio escolar, pues frente a otras formas de ocupar el tiempo libre, la
escuela no parece ocuparse de modificar su oferta (C); asimismo las formas agresivas de la convivencia, muestran
una pobre cultura del diálogo (D) y por último, la lógica de neutralidad de los artefactos, parece imponer una visión
de pureza técnica desde donde se olvida que las relaciones sociales también se juegan en los usos, en particular el
poder desde los medios tecnológicos (E). Es decir, nos parece conveniente observar que los efectos colaterales de los
medios de comunicación móvil, no ocurren circunstancialmente si no que se generan por la dinámica social.

Usos prohibidos del celular en la escuela

1. Hacer trampas en las pruebas y trabajos en clase (mensajería y cámaras fotográficas) (B)
Circular fotos inadecuadas tomadas en los baños y cuartos de vestuario (A)

2. Usar juegos de video (C)

3. Usar mensajería de sonido y/o texto durante el horario de clases (A)

4. Hacer señales para abandonar la clase o irse de pinta de la escuela (B)

5. Hacer perder el tiempo de clase con llamadas externas (A)

6. Dedicar tiempo de clase para esclarecer robos de aparatos (E)


7. Planear peleas y lugares de riña (D)

8. Enviar mensajes de hostigamiento o amenazas (D)

9. Distribución de droga (E)

10. Difundir rumores o falsas informaciones (B)

11. Obstaculizar las comunicaciones de emergencia (E)

Las tensiones vividas en la escuela no son monolíticas. Es decir, el uso educativo del teléfono celular, aunque
marginal, constituye una forma de avistar cambios en la visión de quienes, demuestran una apertura frente a la
innovación tecnológica. De ello, da testimonio la siguiente expresión “El celular llegó al aula para quedarse y (…) se
deben encontrar formas creativas para incluirlo (…) y no prohibirlo”, concluye una maestra argentina en su blog y
desde el cual reflexiona ante el advenimiento de más funciones y aplicaciones futuras del celular.11 En el portal del
Ministerio de Educación de Argentina, otros maestros han discutido sobre los beneficios y riegos de incorporar el
celular en el aula. Deliberan sobre los efectos del celular en los exámenes de álgebra en el caso de alumnos de bajos
recursos en Carolina del Norte (EE. UU.). A partir del caso en el que los estudiantes filman la resolución de
problemas matemáticos y luego difunden el video en su red social, un 25 % de los estudiantes mejoraron en sus
exámenes. Se debate sobre la conveniencia del uso de la cámara fotográfica (incorporada al celular) para explicar
trabajos en grupo o bien su utilidad en las exposiciones orales, que una vez fotografiadas son enviadas al archivo del
profesor para su calificación.12

Por lo expuesto hasta ahora, parece ser claro que la incorporación del teléfono celular no ha estado exenta de
tensiones; pero también es significativo conocer que es en la actitud de una parte de los docentes en donde se anida la
posibilidad de pensar en distintas formas de regulación del uso más que imponer la prohibición. Conviene ahora
preguntarnos ¿por qué y qué alimenta los conflictos entre uso social e institución escolar?

¿La infraestructura tecnológica responde a un patrón de uso anacrónico de la institución?

Lo que se muestra en la m-etiqueta, en tanto recurso de negociación o dispositivo de regulación de los usos sociales
emergentes desde los estudiantes, es que, en el conflicto, se expresa un choque entre estructuras socio-técnicas, las
cuales han sido adoptadas funcionalmente y regulan la organización y mediación técnica del trabajo educativo. Estas
estructuras pautan los patrones de uso de los docentes, de los estudiantes y en general del “ecosistema tecnológico”
que sostiene la dinámica ordinaria del educativo institucionalizado. Una forma sencilla de identificarla sería
aludiendo a la infraestructura tecnológica incorporada de la escuela, en la que descansa la operación del plan
curricular en sus distintas dimensiones. En la estructura sociotécnica se palpa el modelo de interactividad entre
usuario-equipo-institución, y desde este cruce de figuras, se dinamizan los patrones de uso, los procedimientos de
acceso a los equipos tecnológicos y los modelos que regulan la dinámica de mediación técnica dentro de la escuela.
De este modo, se incluyen los modos de obrar sobre los equipos, los procedimientos de acceso a éste; y los esquemas
que dinamizan los contenidos del plan curricular.

Compartimos la oposición al determinismo tecnológico que parece inducir las formas de apropiación tecnológica en
la comunidad escolar y por esto, reconocemos como muy útiles los planteamientos del enfoque socio-antropológico
de la tecnología, impulsados por Wiebe E. Bijker, T. P. Hughes y Trevor F. Pinch,13 y quienes afirman que las
tecnologías son construidas y formadas socialmente. No abundaremos sobre este planteamiento, sin embargo, si
quisiéramos advertir que esta forma de acercarnos al estudio de la tecnología dentro de la escuela, propone historizar
el proceso de equipamiento institucional, analizar las unidades estratégicas de funcionamiento (centro de
fotocopiado, áreas de producción audiovisual, etc.) e identificar, desde las experiencias del usuario, los patrones de
uso social que podrían ofrecernos datos sobre el modelo informacional y comunicativo que subyace en los procesos
de aprendizaje del trabajo docente en el aula. El origen de esta preocupación, resultó de las tensiones que parecen
haberse provocado por la inserción del teléfono celular en la dinámica escolar, pero en lo específico, por los datos
que obtuvimos en el sondeo entre estudiantes de diversos niveles educativos, y cuyo propósito era perfilar los usos
educativos del teléfono celular.14

Para construir un cuadro de características del uso educativo del celular en la escuela, como ámbito global, y en el
salón de clases, como espacio específico del trabajo de enseñanza/aprendizaje, planeamos una fase de inmersión en
campo del estudio y con un fin exploratorio, organizamos un trabajo de campo que nos aproximara a identificar usos
educativos del teléfono celular entre los estudiantes, pero también, para ubicar de dónde se alimentaba el rechazo de
la escuela a esta tecnología de comunicación móvil.

Varios fueron los aspectos que resultaron del sondeo. De modo general, por ejemplo, las tendencias de uso nos
sugirieron profundizar en la experiencia del usuario, y también obligaron a preguntarnos ¿si los dominios sobre las
funciones de los artefactos, son exclusivas de los jóvenes? Igualmente si los usos sociales son, digamos,
generacionales; y en caso de ampliar la caracterización −a partir de los ciclos de vida del uso−, confirmar si el
subempleo de las aplicaciones del teléfono celular, está más relacionado con los patrones de uso heredados
generacionalmente y menos con los miedos a la tecnología.

Cuando la escuela prohíbe el uso del celular, al estudiante genera los usos educativos

La paradoja del subtítulo de este apartado, parece derivarse de la pregunta ¿qué hacen los estudiantes con el teléfono
celular cuando están en la escuela? Las respuestas son contrastantes: no se utiliza el teléfono en el salón de clase
(30%) por una condición establecida desde la escuela y observada por los maestros. Sin embargo, también es una
situación evidente que los estudiantes (secundaria y bachillerato) no renuncian a su derecho de uso. De tal forma que
un significativo 30% de los encuestados confirma que además de llevar el celular a la escuela −pese a correr el riesgo
de la “incautación” y de la queja ante los papás−, el teléfono lo usan a escondidas en el salón de clases o cuando el
maestro sale temporalmente.

¿Para qué se usa el celular cuando se está en el espacio prohibido? Lo que conviene resaltar aquí no son los altos
porcentajes obtenidos, sino los usos singulares que se despliegan. Entre ellos: “ver la hora”, comunicarse con amigos
y compañeros dentro del mismo salón, atender llamadas urgentes y apoyarse en la realización de tareas. Esta última
situación, nos permite señalar dos situaciones. La primera es que la prohibición dentro del salón de clases tiene que
ver con el tipo de usos que despliega el alumno y no con todos los usos indiscriminadamente. La segunda, que hay
excepciones. En efecto, los alumnos que estando en la escuela llevan su celular pero no lo utilizan dentro del salón de
clases, cuando lo usan −puesto que lo usan poco−, lo emplean para hacer las tareas. Tomar fotografías (38%) cuando
se asiste a museos o realizar actividades fuera del aula, pero que son por encargo o para cubrir necesidades del
estudiante (23%), como por ejemplo, guardar información (fórmulas, copiar las tareas, enviar las tareas por correo a
los compañeros, hacer acordeones para preparar un examen).

Otra situación de excepción es que cuando el docente lo autoriza, el celular se usa para apoyar el trabajo de
contenidos en las asignaturas de matemáticas, español, física y otras relacionadas con contenidos abstractos y
complejos (69%). De esto, podemos decir que cuando lo autoriza el docente, el uso se intensifica y el celular se
convierte en una ayuda importante para el alumno. Cuando se utiliza para apoyar la realización de las tareas fuera de
clase o en otros espacios no escolares, el celular se vuelve también un recurso (23%).

Un 38% de los estudiantes utiliza de varias maneras el celular y la mayoría señala al menos un uso educativo posible.
Una tendencia visible es que el uso del teléfono está predominantemente fuera de la escuela. No obstante, dentro del
salón de clases y en la dinámica de aprendizaje aparece definido como de apoyo y se le utiliza si estudiantes y
maestros comparten necesidades.

Los exámenes: el caso paradigmático de la prohibición. No se usa si se lleva el aparato (53%) o de plano se queda en
casa bajo estas circunstancias (30%). El uso es limitado, pero significativo, pues lo que se observa es una tendencia
organizativa (recordar fecha de examen, acordeón para repasar materias). El uso para “socializar” las respuestas del
examen, siempre parece estar presente entre los alumnos.

La mayoría de los estudiantes no conoce experiencias de uso educativo del celular (61%), y quienes refieren a alguna
situación (23%), tienen una buena impresión, por ejemplo: acceder a la Internet desde el celular, hacer entrevistas y,
colectivamente, darle un tratamiento a la información o bien mediante textos breves y palabras clave, elaborar la
versión electrónica del “acordeón”.

Hay una predisposición significativa de parte de los estudiantes: aceptan el celular para sus clases (53%). Hay un
30% de estudiantes que no lo aceptarían y un 15 % que sólo lo emplearían en las emergencias.

Respecto de las formas de uso educativo sugeridas desde la condición de estudiante, se distinguen dos tendencias.
Una propone un uso tradicional sobre los recursos didácticos (“que los maestros envíen por correo las tareas para que
no las escribamos nosotros”) y representa un 30%; y otra propone un uso de participación e involucramiento activo
(30%), como por ejemplo: grabar entrevistas, tomar fotografías, grabar la clase del maestro y usar la grabación para
estudiar).

Aunque el 30% de los estudiantes declaran no saber si han aprendido algo con el celular, los señalamientos
acumulados nos permiten afirmar que la mayoría de los encuestados (53%) han aprendido distintas habilidades
técnicas y desarrollado aptitudes sociales: llamar por teléfono, enviar mensajes y escribir rápido; igualmente conocer
y manipular sus funciones sin miedo, como: “bajar música”, videograbar o saber que se puede guardar información
de todo tipo.
El uso educativo, muestra una doble realidad

La centralidad del maestro en el proceso educativo parece ser la causa de que el celular sea sancionado en la escuela.
En efecto, el 61% de los encuestados, señala que, las principales razones del rechazo al celular por los maestros, es
que son distractores en la clase. Podría ser mayor este porcentaje si se considera que enviar mensajes o escuchar
música, son actividades “distractoras” en la lógica del magíster-centrismo.

Respecto de la m-etiqueta en la escuela, aunque no hay reglas explícitas, es claro que se asumen porque lo mismo
que la sanción, se sobreentienden. El 81% de los estudiantes sabe de la existencia de reglas, aunque 61% no estén de
acuerdo con ellas. Hay un 46 % de los estudiantes que están de acuerdo en que los celulares deben tener reglas de
uso, porque ayudan a realizar el trabajo de los maestros y no interrumpen la clase.

Los usos autorizados en los espacios prohibidos, pudiera ser una manera de resumir los datos que logramos ver con
los resultado del Testimonio de usuario. Veamos. En la condición de usuario, el estudiante está siempre actuando en
dos espacios, o mejor dicho, vive la sensación de un momento contradictorio: “estar adentro/estar afuera”. Los
estudiantes universitarios coinciden en asumir que el teléfono no puede usarse cuando se está en clase, y por esto,
están claros de que cuando lo utilizan dentro de la actividad escolar es porque no deben usarlo y entonces reparan de
que el teléfono los ubica en un “afuera” que no es armónico con lo que sucede en el “adentro” escolar. Veamos la
siguiente frase “La radio (…) sólo la escucho cuando no tenemos clase o cuando llego temprano (… ) fuera de la
universidad, escucho noticias o algo de música”.15

En este ambiente de rechazo no es extraño que sólo utilicemos el celular como sustituto del reloj o como organizador
de actividades.
De lo expuesto, identificamos tres situaciones. Una, donde el celular no puede utilizarse en la actividad escolar; otra,
donde con “permiso” el teléfono ha mostrado utilidad en tareas que son valiosa ayuda tanto para docentes como para
estudiantes, y una tercera, donde los usuarios utilizan el celular como parte de sus estrategias de aprendizaje,
resultado de su experiencia y que no entra a la valoración del docente ni es prohibida por la escuela, porque es un uso
personalizado por el estudiante (el caso del acordeón, resulta un ejemplo claro).

En el primer caso, la prohibición ha generado conductas de autorregulación como una salida menos difícil para evitar
la tensión entre uso-usuario y escuela. Aunque no siempre las reglas son explícitas, parece que después de un tiempo
de tensión, se ha comenzado una relación de convivencia.

Respecto de lo segundo se han encontrado formas singulares de utilizar el celular en la actividad de E/A. y siguiendo
una ruta centrada en contenidos, la cámara fotográfica y de vídeo, así como la memoria para guardar materiales
grabados en audio, muestran que el artefacto puede ofrecer opciones de uso para el trabajo educativo. No obstante, lo
que habrá que mirar con atención es qué modelo educativo promueve los celulares. Cuando se insiste en tomar fotos
y grabar una clase o una conferencia, nos preguntamos si, por ejemplo, ¿los registros en audio de una clase no están
reforzando un modelo que actualiza la memorización de contenido en vez de promover el pensar desde los
contenidos?

En la tercera situación, el bluetooth nos propone un reto: ¿cuál es el efecto de transferir a gran velocidad datos,
imágenes y audio? O dicho de otro modo ¿cuál es el sentido de tanta velocidad en la circulación de archivos? Con
este dispositivo ¿no estamos cuestionando a la escuela centrada en la transmisión de contenidos? La función está
integrada al artefacto, ¿qué necesidades tendría que resolver o cómo aprovechar esta función sin encajonarnos en el
intercambio de canciones? ¿Cómo trabajar con imágenes en sentido expresivo, evadiendo la tendencia al uso
estereotipado de representar la realidad?

El espacio libre entre actividades escolares ahora parece tener, en el celular, contenido. En el afuera/adentro de la
escuela, como lo señalábamos líneas arriba, el celular ofrece un menú de opciones importante. De la escuela a la casa
y viceversa, el celular oferta un conjunto de alternativas que dentro de la escuela compiten con los tiempos libres de
la biblioteca, el espacio para tareas, la simple conversación con los compañeros de grupo sobre los temas de la clase,
cuando no viene el maestro. Aunque lo común es hacer llamadas y enviar mensajes, escuchar música y jugar con el
celular son actividades que compiten con las opciones de comunicar y dentro de la escuela, con el convivir o el
estudiar.

De lo anterior podemos madurar el planteamiento respecto a derivar de la noción de uso social, el de uso educativo, a
partir de tener clara la diferencia de que de un uso educativo se puede originar del uso social pero, las circunstancias
del contexto, podría anidar los elementos que le den consistencia conceptual.

Como verá el lector, seguimos moviéndonos en el marco del planteamiento sociotécnico. En este sentido el teléfono
no sólo es un artefacto de uso personal, es una tecnología que en su “genética” está asociada la función de estructuras
en red y comparte con otros dispositivos inalámbricos, características que en conjunto, parecen estar trastocando las
formas de organización social. “La posibilidad de estar conectado permanentemente, permite organizar las prácticas
que constituyen la experiencia cotidiana, siguiendo un modelo distinto, caracterizado por un sistema en red ubicuo en
la familia, en las relaciones sociales en el trabajo en los servicios sociales, en el ocio…”, dice Castells.16 En este
sentido, nos parece pertinente pulsar el despliegue de los usos del celular en las instituciones educativas, en tanto
agencias de socialización, espacios de prácticas sociales, escenarios de vida cotidiana y de encuentros y
desencuentros. Pero fundamentalmente, en tanto espacio de transformación.

La comunicación medida por el celular es una comunicación fáctica

Hay una dimensión del objeto tecnológico que nos invita a repensar los usos, generacionalmente, pues quienes
usufructúan el artefacto no lo hacen de modo espontáneo ni arbitrario: sus formas de apropiación son históricas,
sociales y culturales. Castells advierte que las tecnologías interactivas han generado un cambio importante en la
identidad del adolescente y que hasta ahora, pocos son los estudios hechos sobre la cultura juvenil móvil y la
influencia de la adopción del móvil en las relaciones sociales existentes en los grupos de iguales en casa y en la
escuela.

Abordar el uso social del celular entre los jóvenes así como el uso educativo del celular en los espacios educativos de
la escuela y en la relaciones de enseñanza/aprendizaje en la dinámica del aula, son dos formas interesantes en los
estudios encaminados a comprender cómo desde las nuevas formas de comunicación móvil, podemos intentar una
modificación en las formas de enseñar/aprender, reconociendo que las prácticas de comunicación son procesos de
aprendizaje y que, ambos, no son ahistóricos.

No estamos muy seguros aún de si estamos haciendo referencia a los entrecruces que pueden existir entre el modelo
de comunicación que propone la telefonía móvil (la interactividad y la comunicación interpersonal) y el modelo de
comunicación que subyace a las prácticas comunicativas de los docentes y de la institución en las dinámicas de
aprendizaje (interacciones cotidianas del aula escolar). Lo que en lo inmediato quisiéramos mostrar es que nuestro
sondeo, tuvo coincidencias singulares con los planteamientos que hiciera M. Castells en su trabajo sobre la
comunicación móvil. En efecto, la interacción comunicativa cara a cara y la comunicación interpersonal mediada por
el teléfono celular, parecen estar cambiando los esquemas de comunicación conocidos.

Veamos qué encontramos en nuestro sondeo con los estudiantes. De un total de ocho usos señalados en el sondeo
entre estudiantes de secundaria y bachillerato, el uso comunicativo entre pares comparte importancia con el de
ocupar el tiempo libre.

En un intento por correlacionar los datos, podríamos decir que la necesidad de comunicarse con sus compañeros y
ocupar el tiempo libre constituyen (escuchando música e intercambiando fotos y canciones) usos definidos. En el
caso de la mensajería de texto, en realidad podríamos sumarla a la función comunicativa, por la necesidad que
cumplen los intercambios de mensajes. Pues en efecto, la función dominante es la de comunicarse o mantener el
contacto con las figuras familiares y atender asuntos que ameritan atención inmediata, por ser de urgencia. En
segundo lugar se mantiene la necesidad de usar el celular para establecer contacto con sus amigos y compañeros de
escuela, y aunque también responde a una necesidad comunicativa, se distingue del anterior porque el contacto con la
familia es mayor.

Es interesante lo que resulta de observar los tipos de uso por estudiante. Se corrobora que predomina el uso
comunicativo y dentro de éste, atender asuntos definidos como de emergencia. Sin embargo hay una tendencia que
parece acentuar el uso instrumental, pues el teléfono es ocupado mayormente como organizador de las actividades y
como contenido del tiempo libre y no tanto como instrumento de comunicación. Es decir, a partir del dimensionar el
aspecto sobre la urgencia en la comunicación, advertimos que la comunicación cara-a cara se pierde para dar relieve
a la “comunicación de contacto” (por ejemplo, “avisar que se llega tarde a casa”). De algún modo, cuando se
pregunta sobre el nivel de autonomía desde que se tiene celular, las respuestas van en este sentido. Los adolescentes
viven la experiencia de contacto con sus padres, como de vigilancia y control. El (85%) de los encuestados confirma
que no se siente más independiente o libre de la atención de los papás. De hecho, la conclusión es que se viven “más
checaditos” o hay una permanente necesidad del “contacto comunicativo” con los hijos. En síntesis, las respuestas
señalan que el celular es útil porque permite tener comunicación con amigos y con la gente cercana (69%) y con los
familiares (46%).

Los datos que recopilamos con el Testimonio de usuario, nos lleva a ver la comunicación mediada por el celular,
como un acto fáctico. Esto ya se insinuaba con los datos porcentuales. La necesidad que se resuelve desde el celular,
cuando la gente se comunica es “mantenerme comunicada con…”. No se alude al acto de intercambio de palabras
sino a una necesidad de mantener un contacto permanente con los otros sean familiares, amigos o conocidos. No se
alude al diálogo pero sí sugiere responder a una necesidad fáctica en el sentido de tener abierto un canal para
corroborar la presencia de los otros, sin la necesidad de decirse nada. Observemos la siguiente expresión que
confirma lo que se percibe: “Yo veo al teléfono móvil como una forma de contacto con…”. En nuestro sondeo, y con
este instrumento, lo que nos interesaba no era ver la frecuencia con la que aparecían los señalamientos, sino la forma
de cómo se alude a la función del celular para mantener y “ponernos” en contacto.

De lo anterior, resulta que habrá que diferenciar entre la función comunicativa y la función fáctica. Un poco como lo
plantea el modelo lingüístico clásico de R. Jackobson. Este fragmento es un relato ejemplificador: “Me conformo con
conocer dónde están, a qué hora van a llegar mis hijos y mi esposo…cuando van a cambiar de actividades me gusta
que me avisen para no esperarlos como siempre…”. En este marco es conveniente agregar que la familia es la
prioridad en la función de contacto, después vendrán los amigos y compañeros.

La comunicación de contacto es permanente, sugiere un flujo abierto y continuo de interacciones que se despliegan
en fases e intensidades distintas, según se trate de un familiar o un amigo, un compañero de escuela o un
desconocido. Esto es claro cuando se plantea el caso de situaciones. Por ejemplo, las llamadas de voz son para
responder a situaciones de urgencia en contraposición con el envío de mensajes de texto, que es para considerado
como un modo informal de comunicación y que por esta razón se emplea con personas de mucha confianza o para
asuntos de poca relevancia entre amigos.

Los mensajes de texto también parecen exponer un uso y función doble del celular. Sirven para intercambiar
mensajes, pero en el fondo, algunos usuarios proponen dos situaciones. Una endosa al mensaje la intención que
interrogar ¿dónde estás ahora…?; y la otra, consiste en proponer un turno estirado en el tiempo que espera una
respuesta. Cómo advirtiendo disponibilidad para responder la llamada o el mensaje, pero al mismo tiempo,
dependiendo del tiempo, evaluando la consideración que se tiene respecto del primer interlocutor.

Así, la llamada de voz es un mensaje directo, formal y que responde a la condición de una urgencia; el mensaje de
texto propone una interacción más relajada, de mucha confianza, menos lineal y protocolizada. Al celular se le
aprecia por estas funciones de comunicación, sin embargo, el costo imprime cierta relevancia a la modalidad
empleada. Voz para lo importante, mensaje escrito para lo no formal, pues es más barato escribir que hablar.
También el mensaje escrito parece sustituir a la conversación al oído, cuando se está en presencia de otras personas y
nuestro comentario es confidencial. Eso sucede con el mensaje intercambiado en el transporte público o en plena
clase. Hay quien disfruta la comunicación escrita del mensaje corto, sin embargo, qué es realmente lo disfrutable: el
modo de escribir, las características escritas del texto o experimentar el contacto, aunque no se diga mucho (T6M21,
p6).
A modo de conclusión

Cuando M. Castells alude a la comunicación móvil en el celular no sólo está planteando un concepto, sino un
fenómeno que desde nuestras observaciones hechas en el trabajo de campo, hace preguntarnos ¿qué está sucediendo
con la comunicación interpersonal, si lo que más parece gratificar al usuario es la función fáctica que se instala con el
celular? ¿Monitoreo, contacto permanente o vigilancia? También podríamos pensar ¿economía de la ubicuidad o
actualización del vínculo? ¿Qué transformación se están viviendo en los grupos que conviven en la escuela? Como en
la familia, las estructuras de relación están basada en la condición funcional de los roles individuales en el grupo o en
configuraciones heterogéneas, obedeciendo a sus componentes culturales. Es decir, la organización micro-coordinada
de la familia, no sería un fenómeno universal de la familia, sino una muestra de sus formas de cohesionarse según los
patrones culturales dominantes de las figuras de autoridad (masculina-femenina).

Es el plano de la función comunicativa del teléfono celular lo que trae a la discusión sobre qué fenómeno se está
generando en la era digital. La comunicación móvil “… no es tanto una nueva posibilidad tecnológica o libertad de
movimiento, sino más bien confortable e íntima correa tecnosocial, un dispositivo personal y comunicativo que se
erige como una presencia constante, ligera de peso y mundana de la vida cotidiana”, según los estudiosos japoneses
Ito y Okabe, referidos por Castells, cuando intenta caracterizar a este fenómeno que crea “comunidades íntimas a
tiempo completo”.17

Cuando exploramos las formas que existen para conocer las dimensiones funcionales del celular, el trabajo de M.
Carmen García y J. Monferrer,18 nos resultaron un punto de partida útil para reconocer en este artefacto, dos
características que son comunes a los medios digitales de comunicación. Son medios que median la interacción social
y por tanto la comunicación interpersonal; pero también son medios que colocan en primer plano la dimensión
interactiva, desde la cual se habilita y se “programa” una configuración para la comunicación que es la que despliega
en los ámbitos de los escenarios socio-culturales. ¿Cómo se están jugando estos dos planos de realidad, uno
esencialmente humano y otro tecnosocial, en las dinámicas de las instituciones educativas? En otros términos, ¿será
posible generar las convergencias necesarias como para que las funciones para la comunicación del celular,
respondan a las necesidades de comunicación que demandan los jóvenes estudiantes y las formas de comunicación
que requiere la escuela? Es casi seguro que los diseños de las funciones instrumentales del celular no se cambien
fácilmente, pero ¿qué puede hacerse para que desde el plano de los usos educativos, se generen formas de comunicar
que promuevan aprendizajes menos autoritarios y dependientes y más participativos y creativos? Estos y otras
interrogantes serán interesantes cuestionamientos para seguir de cerca la evolución o trayectorias del teléfono celular
en los próximos años.

México, D. F., Febrero-marzo de 2010.

____________________

Notas y referencias

[1] M. Castells et. al, 2006, Comunicación móvil y sociedad, una perspectiva global, Ariel/Fundación Telefónica,
Barcelona, p.2.
[2] Cfr. J. L. Cebrián, La red, como cambiarán nuestras vidas los nuevos medios de comunicación, Taurus, Madrid,
1998, pp. 43 y ss.
[3] Nuestra diversidad creativa, Informe de la comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, UNESCO, México, 1997,
pp. 265 y ss.
[4] Op. cit., p. 179 y ss.
[5] Once noticias, noticiario matutino de Canal Once, IPN, México (octubre de 2009).
[6] El autor inesperadamente comenta que la ubicuidad de la comunicación móvil favorece el control de los
trabajadores móviles no sólo durante las horas de trabajo sino un control durante las veinticuatros horas del día, los
siete días de la semana. Op. cit. M. Castells, p.130 y ss.
[7] Cfr., pp.145ss. Es interesante la descripción de S. Kim en su estudio de 2002 sobre este aspecto. Muestra que las
relaciones móviles de la familia parecen ser dirigidas por la madre mientras el padre, aún representando la figura
controladora, frecuentemente llama a la madre para preguntar en dónde están los hijos, cuando él podría hacerlo
directamente.
[8] Arturo Domínguez V., Reporte del trabajo de campo (fase exploratoria) de la investigación: Los usos educativos
del teléfono celular en los procesos de E/A de la educación media-superior. (documento de trabajo), Programa del
Doctorado en Educación, UPN-Ajusco, México, 2009, hh. 32.
[9] Op. cit., Castells, pp. 153-154.
[10] Cfr. “Prohíben uso de celular en escuelas de Madero”, Torreón, Coah., México, 15/03/2009 (consulta:
http://elsiglodetorreon.com.mx, 02/06/09); “Restringido el uso de celulares en escuelas…”, ver., México, 27/07/07
(Consulta: http://www.orizabaenred.com.mx).
[11] Es interesante la experiencia del adolescente de la Escuela Provincial de Educación Técnica de Neuquén, en la
Patagonia que motivado por un trabajo final para la materia de Laboratorio III (diciembre de 2008), ideó cómo: con
solo un mensaje de texto, dos celulares, una PC y sesenta pesos, operar un sistema de telecontrol que le permitió
encender las luces de su casa, bajar la persiana, correr el portón y asegurar el auto.
[12] Cfr.. (Consulta: http://marisaeconde.blogspot.com; 02/06,09); Blog de Directorio Maratónico, 05/12/08
(consulta: http://www.caleta.com.ar/blog/usos-alternativos-del-celular/, 02/06/09); “educar”, Ministerio de
Educación, Portal educativo del Estado Argentino (Consulta: http://portal.educ.ar./noticias/ciencias-y-tecnologia/el-
telefono-celular (05/03/09).
[13] Ver The social construction of technological systems, MIT, USA, 1989, 404 p.
[14] La composición de la muestra fue la siguiente: de 35 estudiantes 17% fueron de educación básica, 20% de
bachillerato y 62% de nivel superior. Se aplicaron dos instrumentos a) cuestionario-entrevista (37 %) y b)
testimonios de usuario (62%).
[15] Las notas en clave y entre paréntesis corresponden a los datos de identificación de los estudiantes.
[16] Op. cit., Castells, p. 203.
[17] Op. cit., Castells, p. 150.
[18] Cfr. Propuesta de análisis teórico sobre el uso del teléfono móvil en adolescentes, Comunicar (Núm 33, XVII,
2009), Revista científica de educomunicación, España, 2009, (disponible en versión electrónica).
Bibliografía

Asociación para el Progreso de las Comunicaciones, Manual para principiantes. (http://derechos.apc.org/handbook;


consulta: 08/12/2008).
Bijker, Wiebe E., Hughes, P. T. y Pinch, F. Trevor, The social construction of technological systems, MIT, USA,
1989.
Castells, M., et. al., Comunicación móvil y sociedad, una perspectiva global, Ariel/Fundación Telefónica, Barcelona
2006.
Cebrián, J. L., La red, como cambiarán nuestras vidas los nuevos medios de comunicación, Taurus, Madrid, 1998.
Domínguez V., A.. Reporte del trabajo de campo (fase exploratoria) de la investigación Los usos educativos del
teléfono celular en los procesos de E/A de la educación media-superior. (documento de trabajo), UPN-Ajusco,
México, 2009.
García, M. Carmen y J. Monferrer., “Propuesta de análisis teórico sobre el uso del teléfono móvil en adolescentes”,
Comunicar Núm 33 (v. XVII, 2009), Revista científica de educomunicación, España, 2009.
Nuestra diversidad creativa, Informe de la comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, UNESCO, México, 1997.

* Docente en la Universidad Pedagógica Nacional y participante en el Doctorado en Educación, línea Tecnologías de


la información y la comunicación en Educación.
Fuente:
http://educa.upn.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=243:prohibir-el-
celular-otro-anacronismo-de-la-escuela-&catid=67:num-03&Itemid=30

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