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Introducción.
Los medios de comunicación y en particular la Televisión abierta en el Uruguay, constituyen
superficies de inscripción de las diversas representaciones sociales sobre las singularidades
culturales que habitan y tensionalmente constituyen el espacio de la Nación.
Las narrativas, las presencias y ausencias, los estigmas y las representaciones emblemáticas
(Bourdieu, 1985) juegan, en el plural discurso televisivo uruguayo, un papel fundamental en
el tratamiento mediático de la diversidad cultural. En este artículo, nos interesa indagar las
representaciones sociales y las narrativas que circulan y se gestan en el ámbito televisivo del
circuito público y privado – de carácter abierto- , y que tienen como objeto fantasmático a
grupos sociales subordinados, vulnerables y por veces, fuertemente estigmatizados.
Indagaremos este ordenamiento cultural de la diferencia, tomando como eje central la
producción televisiva de un Otro-enemigo, contrario en todos sus sentidos a un nosotros-
ciudadanos. Imagen liminal y fronteriza, el Otro-enemigo es presentado cuasi como un sub-
humano, un Otro imposible en su humanidad, que afecta por cierto a la nuestra, volviéndola
insegura, privándonos de nuestros derechos ciudadanos básicos. De allí que la tematización
sobre la seguridad pública y ciudadana –espacio discursivo en el que anclará nuestra
indagación- , requiera a ese Otro-enemigo, siempre informe, inclasificable y dispuesto a
atacar.
Los quehaceres mediáticos.
Nos proponemos pues, estudiar los contenidos emblemáticos que estructuran diferentes
niveles narrativos televisivos sobre la Seguridad Pública, considerando asimismo las
condiciones de ausencia, subalternidad y estigmatización, que gesta a este problemático Otro-
enemigo. Desde el tópico “Seguridad Pública” se abre una geopolítica del conocimiento
(Mignolo, 2007, 2008) en la producción de otredades, en la cual la ausencia de las mismas
vuelve como objeto fantasmático, semánticamente ordenado por la propia tematización de la
Seguridad.
Mirar la Televisión.
¿Es posible mirar la televisión? ¿Es la televisión un objeto que pueda ser mirado?
En el inicio, esta pregunta parece baladí. La televisión ha desarrollado –ya por generaciones-
diferentes estilos de la mirada, de un ver/decir que por veces se ha diagnosticado como pura
exterioridad y objeto a distancia. En el mundo de los objetos y sujetos, en el otrora mundo de
la alienación, la televisión era diagnosticada como objeto impositivo, frente a un sujeto que
pasivamente era moldeado, sujetado precisamente, por esa centelleante pantalla y sin
posibilidad alguna de reacción. A ese sujeto en exceso diagnosticado, le correspondió el lugar
de la pasividad, y la distancia – o mejor dicho, la ausencia de la misma-, frente al objeto
ondulante televisivo. Evidentemente, y dado que ese espacio teórico encerraba al televisor y al
televidente en un encapsulamiento imposible, las teorías de la resignificación comenzaron a
surgir, tomando particular coraje durante las décadas de los 80’ y 90’. No se trataba
únicamente de suponer un nuevo horizonte de subjetividad al estilo de Michel de Certeau
buscando las tácticas y prácticas de los sujetos emergentes – y resistentes- en el tecno-mundo
(Certeau, 2003; Guigou, 2004). La resignificación –en el sentido lato del término- resulta
parte constitutiva de las prácticas culturales como tales, pero su relevancia teórica en el
campo de la díada televidente-televisor supo acentuar la imagen del televidente en tanto
recreador del discurso televisivo a través de las diferentes tramas de su propia reflexividad.
Una vez más, la clásica discusión entre apocalípticos e integrados, logró tomar un nuevo
impulso, colocando al discurso televisivo en el campo de los sujetos entendidos como
interactuantes y reflexivos.
El anclaje teórico de la resignificación y de la reflexividad, mantuvo con todo – y mantiene-
un desvío en el análisis comunicacional que desconoce los nuevos imperativos de
reapropiación de la televisión, justamente, de las dimensiones de la resignificación de los
sujetos televidentes en cuestión.
Las modalidades de reapropiación de los estilos del imaginario discurso de la televisión
– imaginario en el sentido de carecer éste de una centralidad homogénea cuando por lo
contrario, la heterogeneidad le es constitutiva-, se encuentran en ese borde de recreación de
las consignas televisivas y su reconfiguración desde esquemas y prácticas sociales plurales,
con su consabido ingreso al entramado y mezcla con discursos sociales de diferente calibre.
La reapropiación y el ingreso de estas resignificaciones dispersas mediante los diversos
testeos televisivos con los sujetos televidentes, permite establecer un campo tensional en la
cual la díada televidente-televisor opera entre la resignificación múltiple y la reapropiación
televisiva inmediata. Este círculo de producción de sentido, puede ser interpelado desde el
terreno de las representaciones, y particularmente de las propias representaciones
emblemáticas (con los efectos de realidad que las mismas poseen), para dar cuenta del
entrecruzamiento entre las reapropiaciones y resignificaciones que los televidentes llevan
adelante, y asimismo, el efecto impositivo del discurso televisivo.
En ese sentido, deviene en esclarecedor el concepto de fantasía (Zizek, 2009) y la
consideración de la televisión en tanto superficie de inscripción de la fantasía de los
televidentes. No se trata pues de considerar al televidente en tanto mera “víctima” de un
discurso televisivo, sino como parte constitutiva de la escena televisiva, en el ya citado círculo
de producción de sentido. En ese círculo, la producción de otredades es fundamental para la
existencia del mismo, y la creación de Otros que afecten a mi mismidad – destruyéndola
inclusive- resumen la fascinación tanática del límite de ese frágil “nosotros” tan arduamente
construido.
Narrando la (in) seguridad.
“La figura del guardaespaldas, llamado para algunos guardaespaldas, para otros que meten
incluso en la misma bolsa, patobica…Esa figura del grandote que acompaña ¿a quién? …”
Después de una numeración de eventuales contratantes de guardaespaldas, la presentadora
pregunta a los integrantes del panel de “Esta boca es mía”:
El viejo periodista es un narrador: recupera varias temporalidades. Nos recuerda que antes se
decía capanga, no guardaespaldas. Nos reenvía a un antiguo país democrático en el cual los
presidentes y políticos andaban en la calle “sin capanga”.
También recupera temporalidades contemporáneas, describiendo los ex-presidentes que
transitan usualmente por la ciudad caminando sin seguridad alguna.
Una militante social ingresa a esta polifonía generada. Aquí el guardaespaldas se disuelve, y
surge un incipiente contra-discurso, colectivizando a la seguridad. Se pasa así de una
seguridad individualizada – y para individuos- a formas de seguridad colectiva y
eventualmente preventiva de actos violentos. El PIT-CNT surge como ejemplo de control y
autocontrol colectivo a la hora de organizar manifestaciones y actos públicos.
El discurso político ingresa a través de una representante -el discurso político es re-presentado
y no al revés- saliéndose de la temáticas de las multitudes y los colectivos, para redefinir el
concepto de guardaespaldas enviando esta palabra al pasado, ya que en la actualidad se habla
de custodia, en vez de guardaespaldas. Nos dice que los políticos –sus pares- caminan por 18
de Julio tranquilamente, sin custodias.
En relación a los empresarios ricos, la política señalas que sus valores y sus casas pueden
precisar custodia. Ellos personalmente no la precisan.
Una actriz interpela a la política, comentando el tema de los secuestros. Los empresarios
adinerados podrían ser secuestrados. La política retruca: -¿Acá en Uruguay?
La actriz indica - Estamos hablando en general..
El ¿Acá en Uruguay? actualiza una vieja mito-praxis de considerar al país en cuanto
excepción civilizatoria (Guigou, 2003) – por veces en relación a Latinoamérica, por veces en
relación al mundo- y no en vano surge en el discurso de una representante de la polis. La
generalización de la actriz – en inicio más cosmopolita y mundana- remite a esa información
que impide toda narración. La actriz trata de las noticias llegadas desde la lejanía sobre la
inseguridad en general, y se enfrenta a la singularidad política de redefinición de la Nación:
en Uruguay eso no pasa. El breve intercambio es suspendido por la única porta-voz
debidamente autorizada en esta escena: la presentadora:
“Sin embargo, permítanme contarles algo señores. En este país hay una empresa que se
dedica a la custodia personal que está creciendo. Por algo será y ya los vamos a introducir.”
El barrio Marconi.
Estamos en el barrio Marconi, hoy zona más peligrosa que Cuarenta Semanas o el barrio
Borro. O por lo menos así se esparce la imagen de este lugar por la televisión.
El periodista está sentado junto a una barra de de muchachos jóvenes. No hay distancias, ni
micrófono en mano. Una cámara cruda trata de producir “realidad objetiva” fijándose en el
grupo de muchachos. Los muchachos cumplen a rajatabla con todos los estereotipos y
estigmas (Goffman, 1986) con que parte de la ciudadanía los define y detesta: son
“planchas”, son pobres, son posible o realmente delincuentes.
Comienza el periodista:
“En el informativo de la radio decía, que bueno, que había habido incidentes acá como el
que vos me decís…
-Eso fue porque…un botija chico, ni ocho años tendría el botija (le) dieron un susto…A mí
por caminar en el en la calle me dieron tremenda paliza.
Otro muchacho: - No te preguntan nada.
Periodista: -¿Hay gente en el barrio que esté contenta con la presencia de la cana?
Todos: -No. Nadie (a coro).
Periodista -¿Nadie? ¿Tienen algún barrio con el que tengan alguna pica ustedes?
- Barrio, no
Periodista-¿No?
- Con los únicos que sí es fue donde mataron al pibe éste.
Periodista -Tiene que haber alguna, alguna historia, con…
- Sí, pero no con toda la gente, ¿eh?
Periodista- Porque ustedes saben quienes fueron.
-Obviamente, pero no con toda la gente.
Otro muchacho- Es una cosa que no va a quedar así.
Periodista- Esto no terminó, como quien dice.
-Capaz que termina.
-Obvio, capaz que termina.
(…)
Periodista- El que mató al Maca está preso. ¿A ustedes les alcanza con eso?
- No, mataron a un compañero. Para los gurises tiene que estar muerto. Porque aparte el
pibe tenía 16 años.
Periodista: “- ¿Habían vivido antes una situación como ésta, gurises? ¿Es la primera vez?
- La primera vez. ”
En otro bloque, de nuevo con la barra de muchachos:
Periodista: “-¿Hay códigos dentro de la banda? Lo que vos decís: bueno, esto está bien y esto
está mal.
- En sí las reglas te las dicen cuando te mandás algo que te dicen: no, esto no va y esto no va
(…) No rastrillar… Si sos compañero , sos en la buenas y en las malas. Un grupo de amistad
que va pa` adelante...
Periodista- ¿Qué es lo que protege esta banda?
- El barrio. Nos protegemos unos a otros, estamos acá parados, yo estoy fumando una pipa te
supongo… Viene un compañero nuestro, te tira la pipa y te pega, pero no te pega por mal.”
Los “irrecuperables” aparecen como un elemento dado, aunque bajo la camaradería de Omar
Gutiérrez, en su novel programa “Hola Vecinos” (Canal 10). Este programa anuncia que la
idea es que la vecina, el vecino, hable de lo bueno, lo malo y lo regular. Va a andar por los
barrios (Omar Gutiérrez). Omar Gutiérrez quiere mostrar todo, nos dice: los que son
irrecuperables y la mayoría, que son trabajadores. Emerge el tema de la convivencia, lo típico
barrial, y la inseguridad. Otra presentadora, nos anuncia que estará presente el tema de la
Seguridad (¿acaso podía faltar?). Un móvil entrevista a los vecinos. Aparecen imágenes
barriales. El móvil está ahora en el barrio de la Unión. Un periodista de “Hola Vecinos” habla
con dos vecinos del barrio sobre la inseguridad. Los vecinos atribuyen la inseguridad en el
barrio a la falta de iluminación, la oscuridad, la pasta base. El periodista pregunta:
El vecino le responde: -Sí, hay. Pero ha mejorado. Hay muchos policías, sobre todo en el
horario comercial.
Bibliografía.