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Las crisis: De la Gran Depresión a la primera gran crisis mundial del siglo XXI
Las crisis: De la Gran Depresión a la primera gran crisis mundial del siglo XXI
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Las crisis: De la Gran Depresión a la primera gran crisis mundial del siglo XXI

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En la primera parte de este estudio se examinan, probándolas en el terreno real del proceso económico, las formulaciones neokeynesiana, neoclásica y cepalina que han inspirado los diferentes modelos de política económica de México desde 1940, así como los avances logrados por la línea monetarista desde 1971 y el impacto de los compromisos firmados
LanguageEspañol
PublisherEdiciones Era
Release dateJun 20, 2020
ISBN9786074453096
Las crisis: De la Gran Depresión a la primera gran crisis mundial del siglo XXI
Author

Héctor Guillén Romo

Héctor Guillén Romo estudió economía en la UNAM, El Colegio de México y la Universidad de París I y un posdoctorado en la Universidad de Picardie (Amiens, Francia). Fue profesor de tiempo completo en la UAM-Iztapalapa e impartió cátedra en El Colegio de México y en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Ha sido profesor visitante en las universidades de Reims y Lille, en Francia; en la Universidad Federal de Paraíba, en Brasil; en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras; la Universidad de Cádiz y la Complutense de Madrid. Desde 1990 es docente-investigador de tiempo completo en el Departamento de Economía y Gestión de la Universidad de París VIII. Entre sus numerosos trabajos publicados destacan: Orígenes de la crisis en México, 1984; Lecciones de economía marxista, 1988; El sexenio de crecimiento cero; 1990; La contrarrevolución neoliberal en México, México, 1997, y México frente a la mundialización neoliberal, 2005.

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    Las crisis - Héctor Guillén Romo

    HÉCTOR GUILLÉN ROMO


    LAS CRISIS

    De la Gran Depresión a la primera

    gran crisis mundial del siglo XXI

    Ediciones Era

    Primera edición: 2013

    ISBN: 978-607-445-308-9

    Edición digital: 2014

    eISBN: 978-607-445-309-6

    DR © 2014, Ediciones Era, S. A. de C. V.

    Calle del Trabajo 31, 14269 México, D. F.

    Portada: Caricatura de © Lalo Alcaraz

    Ninguna parte de esta publicación incluido el diseño de portada, puede ser reproducido, almacenado o transmitido en manera alguna ni por ningún medio, sin el previo permiso por escrito del editor. Todos los derechos reservados.

    This book may not be reproduced, in whole or in part, in any form, without written permission from the publishers.

    www.edicionesera.com.mx

    Índice

    Introducción

    I. El capitalismo: teoría, historia y modalidades

    1. Los grandes teóricos del capitalismo

    2. Historia y diversidad del capitalismo

    Bibliografía

    II. Los historiadores de la crisis: Kindleberger y Galbraith

    1. Un modelo económico de las crisis financieras

    2. Las grandes burbujas de la historia

    3. Algunas lecciones de la historia

    Bibliografía

    III. Los teóricos de la crisis y la crisis actual

    1. Marx: una sobreproducción generalizada de mercancías

    2. Keynes: la crisis como resultado de un excedente del ahorro sobre la inversión (1931) y de una caída repentina en la eficacia marginal del capital (1936)

    3. Schumpeter: el empresario, la innovación y los ciclos

    4. Fisher: el sobreendeudamiento debido a la baja de precios

    5. Minsky: el sobreendeudamiento debido a un aumento de las tasas de interés

    6. Los teóricos de la crisis frente a la crisis contemporánea

    7. Principales enseñanzas de los teóricos de la crisis

    Bibliografía

    IV. La crisis de 1929 y la Gran Depresión

    1. Cambio de hegemonía en la economía mundial entre 1914 y 1929

    2. Situación estructural de la economía mundial antes de la crisis de 1929

    3. El crac de 1929

    4. La Gran Depresión estadounidense

    5. La crisis alemana

    6. La crisis de la libra y la crisis económica inglesa

    7. Las interpretaciones de la crisis

    8. Una interpretación ecléctica de la crisis

    Bibliografía

    V. La gran crisis de los años treinta en América Latina

    1. Un modelo de crecimiento impulsado por las exportaciones

    2. Efectos de la crisis mundial sobre América Latina

    3. Consecuencias de la crisis mundial sobre América Latina

    4. El contexto en que surge la crisis se ha modificado

    Bibliografía

    VI. El sistema monetario internacional

    Introducción

    1. El patrón oro: reglas de cambio estrictas y fuerte movilidad de capitales (1870-1914)

    2. El Gold Exchange Standard y la inestabilidad entre las guerras

    3. Los acuerdos de Bretton Woods

    4. Del sistema de Bretton Woods a la crisis del dólar

    5. El SMI después de Bretton Woods: los tipos de cambios flotantes más o menos administrados y una fuerte movilidad de capitales

    6. El fracaso de los tipos de cambio flotantes

    7. Hacia un mundo donde coexisten varias monedas internacionales

    8. El deal competitividad contra financiamiento: cómo China se volvió el banquero del Tío Sam

    9. Hacia la privatización del SMI

    Bibliografía

    VII. La crisis de los mercados emergentes

    1. Tailandia: crisis de cambio y crisis bancaria

    2. Corea: una crisis de liquidez internacional

    3. Indonesia: de la crisis financiera a la crisis monetaria

    4. Malasia: el rechazo al Fondo Monetario internacional

    5. Rusia: una economía de mercado sin las instituciones que la sostienen

    6. El desastre de la crisis Argentina

    Bibliografía

    VIII. La primera gran crisis económica del siglo XXI

    1. De la finanza indirecta a la finanza directa

    2. La titularización

    3. Orígenes de la crisis de los subprime

    4. El desarrollo de la crisis de los subprime

    5. Nuevas formas de regulación del capitalismo financiero

    6. El viraje de la austeridad

    Bibliografía

    IX. Los efectos de la crisis de los subprimes en América Latina

    1. De la bonanza a la crisis

    2. Vulnerabilidad de los países latinoamericanos frente a la crisis internacional

    3. Las políticas anticrisis

    4. Recuperación alentada por las economías emergentes

    5. El regreso del Estado: una reflexión postcrisis de la CEPAL

    Bibliografía

    X. Crisis y austeridad en Europa

    1. Una construcción neoliberal de la Europa Monetaria

    2. La crisis europea

    3. Hayek en Europa

    4. La inepcia de la deuda pública como carga y símbolo de desorden social

    5. Lecciones de la experiencia latinoamericana

    6. El desmantelamiento del modelo social europeo

    Bibliografía

    A la memoria de Nicol Albertin

    Introducción

    En 2003 Robert Lucas, premio Nobel de Economía, en su discurso como presidente de la American Economic Association señaló:

    Fue en los años cuarenta cuando nació la macroeconomía como campo de estudio de pleno derecho en el marco de la reacción intelectual a la Gran Depresión. El término designaba el cuerpo de conocimiento y de peritaje que impediría el resurgimiento de una catástrofe económica de esta amplitud. La tesis que quiero sostener aquí señala que la macroeconomía en su sentido original ha llegado a sus fines: prácticamente, lo que constituía su problema central, la prevención de las depresiones, está resuelto, y además por numerosas décadas.

    Durante más de veinte años la mayoría de los expertos calificados (varios premios Nobel de Economía, diplomados de las mejores universidades del mundo, banqueros, eminentes reguladores de la finanza) no habían dejado de repetir que todo funcionaba maravillosamente en la economía mundial. Nos explicaban que la ciencia económica había encontrado la fórmula mágica que permitía a las economías conciliar crecimiento rápido con inflación débil. Así, por ejemplo, Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal estadounidense, llegó a hablar de una Gran Moderación que inauguraba la victoria sobre la inflación y la desaparición de los ciclos económicos y sus virajes violentos.

    Unos años después de la optimista declaración de Lucas estalló en Estados Unidos, el país más poderoso y rico del orbe, la peor crisis financiera y económica de los últimos ochenta años, únicamente superada por la Gran Depresión de la década de 1930. Se trató de una auténtica sacudida financiera que partiendo de su epicentro, Estados Unidos se expandió lentamente a Europa y finalmente afectó a las economías emergentes que, en un primer momento, se pensó que no serían afectadas por una situación que, se consideraba, concernía únicamente al mundo desarrollado. En pocos días el desastre se volvió planetario. Se dejó de hablar de desaceleración económica y comenzó a hablarse de recesión. Posteriormente el fantasma de la depresión y de la deflación de los años 1930 comenzó a recorrer no sólo Estados Unidos sino varios países europeos donde aparece el desempleo masivo como gran actor de la crisis, se recortan los salarios directos, indirectos (gasto social) y diferidos (pensiones), quiebran miles de empresas, miles de ciudadanos pierden sus viviendas y los gobiernos se endeudan simplemente para pagar sus deudas pasadas.

    En 2008 se consideraba que la crisis de los subprime surgida en Estados Unidos no debería haber tenido ningún efecto de contagio, ni hacia los otros países, ni hacia Europa protegida por el euro, ni hacia la economía real, ya que se trataba de un problema puramente financiero. Tras el crac del otoño 2008 se escuchaba la misma cantaleta de siempre: los fundamentales están sanos, aparecen signos alentadores y la crisis se aproxima a su fin.

    Nuestro propósito es establecer un diagnóstico de la naturaleza y los orígenes de las crisis del capitalismo en general, de la crisis financiera mundial y de la crisis de la deuda soberana en la zona euro. La crisis de la zona euro no es más que un avatar de la crisis financiera provocada por la liberalización financiera y los poderes exorbitantes otorgados al capital financiero. La crisis de la zona euro, indisociable de la crisis financiera internacional abierta en 2008, es un subproducto del desarrollo del capitalismo financiarizado, es decir, del poder total otorgado a los administradores de capitales para imponer su voluntad a las empresas y a los asalariados, para desarrollar la especulación, para orientar la distribución del ingreso en favor de las capas privilegiadas y en particular del 1% de la población que está en la cima. La exposición de los bancos europeos a los productos financieros tóxicos estadounidenses no provino del euro sino de una reglamentación bancaria deficiente y de la libre circulación de los capitales (la existencia de una moneda nacional en el Reino Unido no inmunizó los bancos ingleses contra la exposición a la crisis de los subprimes). La finanza tomó un peso desmesurado y su derrape tuvo consecuencias terribles sobre el crecimiento, el empleo y el bienestar de las poblaciones del mundo entero. Muchos individuos perdieron su empleo, su vivienda, su ahorro o los tres sobre el tapis verde del casino financiero mundial sin haber deseado jugar. Con el cambio climático y el ascenso de las desigualdades, la inestabilidad financiera representa uno de los tres grandes males del capitalismo contemporáneo.

    En las últimas tres décadas los economistas neoliberales, con su ideología del mercado libre, contribuyeron a crear las condiciones de la crisis de 2008 (y de muchas crisis financieras precedentes como la crisis mexicana de 1995, la crisis asiática de 1997, la crisis rusa de 1998 y la crisis argentina de 2001) apoyando con argumentos teóricos la desregulación financiera y la búsqueda desenfrenada del beneficio a corto plazo. Más ampliamente, justificaron teóricamente las políticas que condujeron al freno del crecimiento, al ascenso de la desigualdad, a la inseguridad del empleo y a la multiplicación de crisis financieras que no han dejado de sacudir al mundo desde hace tres décadas.

    En la situación de estancamiento o de recesión en que se encuentran un gran número de países europeos, la lógica de la austeridad sólo puede generar en el mejor de los casos el estancamiento durable de la economía europea y en el peor provocar una gran depresión, es decir, un fuerte desplome de la actividad, del empleo y de los ingresos en el conjunto de la Unión Europea. La austeridad sólo puede mantener el déficit de los ingresos públicos y el aumento consecutivo del endeudamiento: la austeridad no combate la crisis financiera sino, por lo contrario, la alimenta.

    La crisis económica actual que tuvo su punto desencadenador durante el verano de 2007, tomó una dimensión más dramática tras la quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008, llegando a afectar a las economías europeas e incluso a las emergentes. Esta situación inédita desde la Segunda Guerra Mundial interpela a los economistas que disponen de los útiles necesarios para la comprensión de las crisis. Ahora bien, los que las analizan lo hacen desde tres perspectivas. En primer lugar se puede recurrir a los enfoques teóricos, abstractos por definición, que articulando conceptos a través de una problemática coherente aprehenden los disfuncionamientos de la economía. En segundo lugar, los historiadores de la economía desentrañan las circunstancias históricas del desencadenamiento y desarrollo de las crisis económicas, algunas veces buscando en el pasado una explicación de los fenómenos actuales. En tercer lugar, los especialistas de la economía y de las finanzas desmenuzan día tras día el desarrollo de la crisis tomando en cuenta elementos concretos, inmediatos, contables y específicos de la situación. Nuestro trabajo pretende abarcar estos tres niveles de análisis. Más allá de la descripción de los mecanismos económicos de la crisis actual se trata de recuperar la memoria histórica: no olvidar que los derrapes extremos de la finanza son tan viejos como el capitalismo moderno y demostrar que el sistema de mercado produce ciclos de auge y depresión que la intervención del Estado sólo suaviza y humaniza.

    En la primera parte del capítulo 1 se analizan brevemente las grandes teorías del capitalismo desde Marx hasta los teóricos del capital monopolista, pasando por Schumpeter, Perroux y el institucionalismo crítico. Se presenta cómo el centro del análisis se desplazó de la dinámica de la acumulación al papel de los empresarios, para terminar centrándose en el papel de las reglas y las instituciones. En la segunda parte se hace una lectura histórica del capitalismo y se presentan sus diversas modalidades en la era de la informática y las telecomunicaciones. Se demuestra que los sistemas económicos y sociales son muy diferentes en cada país. El sistema fiscal, la protección social, las desigualdades salariales y todos los rasgos distintivos de un modelo social son muy variados, y están determinados por la correlación de fuerzas y culturas locales.

    En el capítulo 2 se presentan algunas de las principales tesis desarrolladas por Charles Kindleberger en su libro clásico Manias, Panics and Crashes: A History of Financial Crises y por John Kenneth Galbraith en su importante libro A Short History of Financial Euphoria. En el caso de Kindleberger, nos centramos en su modelo económico de las crisis financieras que describe el paso de la euforia especulativa a la depresión y en el rol fundamental que desempeña el prestamista en última instancia para la superación de las crisis. En el caso de Galbraith, se hace una revisión de los rasgos comunes que caracterizan los episodios especulativos de los últimos tres siglos: desde la crisis de los tulipanes en Holanda a comienzos del siglo XVII hasta el desastre financiero de octubre de 1987 en Estados Unidos. Se trata de dos libros escritos por dos grandes economistas heterodoxos estadounidenses que pueden servir de base para la comprensión de la primera gran crisis financiera del siglo XXI: la crisis de los subprime.

    Partiendo de una diferenciación entre las crisis preindustriales, mixtas e industriales, en el capítulo 3 se presentan las teorías más pertinentes para el estudio de las crisis: Marx (una sobreproducción generalizada de mercancías), Keynes –la crisis como resultado de un excedente del ahorro sobre la inversión, (1931), y de una caída repentina en la eficacia marginal del capital (1936)–, Schumpeter (el empresario, la innovación y los ciclos), Fisher (el sobreendeudamiento debido a la baja de precios) y Minsky (el sobreendeudamiento debido a un ascenso de las tasas de interés). Finalmente, se considera cómo estos diversos enfoques teóricos pueden ser de utilidad para la comprensión de la crisis contemporánea. Los sucesos que se desarrollan desde hace tres décadas han demostrado que tenemos en realidad mucho más ideas positivas que aprender de los economistas analizados en este capítulo que de los economistas apologistas del mercado libre que son los que se estudian en la mayoría de las universidades del mundo.

    El punto de partida del capítulo 4 es el análisis del cambio de hegemonía en la economía mundial entre 1914 y 1929 y de la situación estructural de dicha economía antes de la crisis de 1929. Tras presentar el crac de 1929 y la Gran Depresión estadounidense se analizan la crisis alemana, la crisis de la libra y la crisis económica inglesa. Sigue la presentación de diversas interpretaciones teóricas de la crisis de los años treinta comenzando con las contemporáneas (la interpretación neoliberal de Lionel Robbins y la interpretación estalinista de Eugène Varga) y termina con las interpretaciones de dicha crisis formuladas en la segunda mitad del siglo XX: la interpretación monetarista (Milton Friedman y Anna Schwartz), la hipótesis keynesiana del gasto (Peter Temin) y las interpretaciones francesas (la teoría regulacionista del subconsumo, la teoría de la rapidez del cambio técnico en Estados Unidos y la de la gran crisis estadounidense provocada por el auge brutal del capitalismo moderno a costa de la pequeña producción).

    En el capítulo 5 se analizan los efectos y las consecuencias de la crisis económica mundial de la década de 1930 sobre América Latina. Tras el desplome sufrido por el precio de los productos primarios el centro dinámico de la mayoría de las economías latinoamericanas se interioriza, aprovechando el debilitamiento del centro capitalista, para definir una estrategia nacional de desarrollo. América Latina reaccionó a la Gran Depresión mundial de los años treinta, de la que escapó más rápidamente que Estados Unidos, con una serie de innovaciones institucionales mayores que extendieron considerablemente el papel del Estado en la economía. Los cambios ocurridos durante los treinta fueron muy importantes, ya que no sólo permitieron avanzar en dirección opuesta a la exportación de productos primarios, sino que sentaron las bases para poner en marcha el modelo de industrialización por substitución de importaciones que alcanzó su forma más extrema durante las décadas de 1950 y 1960. En estas condiciones, se puede señalar que la crisis del Centro en los años treinta tuvo consecuencias importantes y benéficas para América Latina induciendo la experimentación de políticas económicas en la periferia hasta el punto de suscitar la emergencia de una escuela de economía original denominada estructuralista cuya reflexión partía de los problemas específicos del subcontinente.

    En el capítulo 6 se analiza el funcionamiento del Sistema Monetario Internacional (SMI) desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. Se examinan las experiencias del patrón oro, de Bretton Woods y de los cambios flotantes en materia de convertibilidad (grado de rigor de las reglas de cambio), liquidez (grado de corresponsabilidad de las políticas económicas) y movilidad de capitales (grado de substitución de los activos en divisas). En el patrón oro, el SMI se encuentra bajo la preponderancia de reglas de cambio estrictas (márgenes de fluctuación estrechos) y de una fuerte movilidad de capitales. El SMI de Bretton Woods se encuentra bajo la preponderancia del control de capitales. Puede conciliar tipos de cambio con márgenes de fluctuación estrechos y políticas económicas dotadas de una autonomía bastante grande. El SMI actual se encuentra bajo la preponderancia de cambios flexibles (más o menos administrados) y de una fuerte movilidad de capitales. De un sistema monetario de tres polos nos dirigimos cada vez más a un mundo donde coexisten varias monedas internacionales, opera un deal entre competitividad y financiamiento entre Estados Unidos y Asia que hace de China el banquero del Tío Sam y se privatiza el SMI.

    En el capítulo 7 se abordan las crisis de los mercados emergentes en la década de 1990: la crisis tailandesa caracterizada como una crisis cambiaria y bancaria; la crisis coreana considerada como una crisis de liquidez internacional; la crisis indonesia ejemplificando el paso de una crisis financiera a una crisis monetaria; la crisis en Malasia resuelta tras un rechazo a las políticas del Fondo Monetario Internacional; la crisis rusa cuyo escenario fue una economía de mercado en ausencia de las instituciones que la sostienen y la crisis argentina superada gracias al abandono de la caja de convertibilidad y de las políticas neoliberales y a la renacionalización de la política económica.

    El punto de partida del capítulo 8 es el paso de un régimen de crecimiento fordista a un régimen de creación de valor para los accionistas acompañado de una pérdida de importancia relativa de la finanza indirecta en beneficio de la finanza directa. Es en el seno de esta finanza directa de mercado donde aparecen los productos derivados, los derivados del crédito y los productos estructurados, así como los mecanismos de la titularización que están en el corazón de la crisis financiera de los préstamos subprime, crisis de un capitalismo desregulado con dominio financiero. En este capítulo, se analizan el origen de la crisis de los subprime (desequilibrios macroeconómicos, disfunciones microeconómicas y prácticas financieras riesgosas) y su desarrollo y conversión en crisis sistémica que golpea la economía real de casi todos los países del mundo. Finalmente, tras examinar algunas propuestas para regular el capitalismo financiero, se extraen algunas lecciones importantes entre las cuales destacan el carácter estructural de la crisis y el ocaso de un modelo de crecimiento fundamentado en el ascenso inexorable del endeudamiento que se observó particularmente en Estados Unidos al final de la década de 1920. En este capítulo se demuestra también cómo lo que salvó a la economía mundial del desplome en el otoño de 2008 fue la economía de John Maynard Keynes y de Hyman Minsky (el especialista estadounidense de las crisis financieras demasiado subestimado). La economía mundial no repitió la Gran Depresión de 1929 porque se asimilaron las aportaciones teóricas de los autores antes mencionados y se sacaron a flote los establecimientos financieros (incluso si no se sancionó convenientemente a los banqueros responsables del caos ni se reformó el sector), se aumentó el gasto público, se reforzó la garantía de los depósitos, siguió funcionando aunque muy debilitado el Estado del Bienestar que mantiene el ingreso de los desempleados y se irrigó el mercado financiero de liquidez en una escala sin precedente.

    En el capítulo 9 se analizan los efectos de la crisis de los subprimes en América Latina. En particular nos interesamos en los mecanismos reales o financieros a través de los cuales se propagó a la periferia latinoamericana la crisis financiera internacional de 2007-2008. Se presentan también algunos indicadores para medir la vulnerabilidad de los países latinoamericanos para hacer frente a la crisis financiera internacional y las políticas anti-crisis implementadas por estos países. Después de evocar la recuperación alentada por las economías emergentes, presentamos una reflexión post-crisis de la CEPAL en materia de intervención Estatal.

    Partiendo de un análisis de la construcción neoliberal de la integración monetaria europea se analizan en el capítulo 10 la crisis económica europea y las políticas de austeridad de corte hayekiano que se están utilizando para enfrentarla. Frente a la crisis, el euro desempeñó, en un primer momento, un papel de escudo que impidió que a la crisis financiera se agregara una crisis monetaria. La inyección masiva de liquidez y los planes de reactivación implementados parecieron ser una reacción coordinada en virtud de la urgencia de la situación. Pero la crisis europea reapareció con la especulación contra las deudas soberanas de los países más frágiles, lo que sacó a luz las insuficiencias de la construcción europea. Nada se previó para hacer frente de manera coordinada a tal situación. La crisis de la zona euro ha tomado numerosas formas diferentes: crisis de las deudas públicas, crisis bancaria, crisis de balanzas de pagos, crisis de solvencia, crisis especulativa, crisis de aversión al riesgo por parte de los inversionistas, crisis institucional, crisis política y del principio de soberanía. Sin embargo, demostraremos que la crisis fundamental es una crisis de la balanza de pagos en la zona euro, ya que el capital deja de fluir de los países con excedentes (de ahorro y comercio exterior) del Norte de la zona euro (esencialmente Alemania) hacia los países del Sur (España, Italia, Grecia, Irlanda). Tras caracterizar teóricamente las políticas de austeridad, se analiza cómo su generalización en Europa contribuye a profundizar la crisis europea comprometiendo la reactivación de la economía mundial y el Modelo Social Europeo. Las políticas de austeridad constituyen un ataque, sin precedente en el mundo desarrollado contra los salarios directos, indirectos (gasto social) y diferidos (pensiones) de la clase trabajadora. La actual crisis es utilizada por los economistas neoliberales como pretexto para atacar al Estado y recortar el gasto público, sobre todo el destinado a conservar los servicios sociales y las infraestructuras de bienestar social. Los neoliberales consideran que hay que aplicar políticas de austeridad para que las cosas vayan bien aunque cuando van bien consideran también que hay que aplicarlas para que no se deterioren.

    Para finalizar esta introducción quisiera señalar que nuestro principal objetivo es que este libro resulte de utilidad como instrumento de análisis y reflexión para todas las personas que más sufren por las políticas de austeridad (desempleados, trabajadores precarios, personas que perdieron sus viviendas y/o han visto reducidas sus pensiones, etcétera) sobre todo para los jóvenes indignados del mundo entero que se han lanzado a las calles rechazando las políticas de austeridad reclamando medidas alternativas más justas para superar la crisis.

    Universidad de París 8, enero de 2013

    I. El capitalismo: teoría, historia y modalidades

    1. Los grandes teóricos del capitalismo

    El capitalismo fue objeto de análisis profundos por parte de economistas, sociólogos e historiadores. En el caso de los economistas el centro del análisis se desplazó de la dinámica de la acumulación al papel de los empresarios, para terminar orientándose al examen de las reglas y las instituciones.

    Karl Marx (1818-1883) no es sólo el primer teórico del capitalismo sino el más conocido y más criticado.¹ Sin embargo, curiosamente, no utiliza nunca el término capitalismo. Prefiere hablar de modo de producción capitalista ya que para él la superioridad del capitalismo radica en su dinámica productiva. Para Marx, lo que distingue la época burguesa de las precedentes es el trastorno incesante de la producción, el sacudimiento continuo de todas las instituciones sociales, en pocas palabras, la permanencia de la inestabilidad y del movimiento.²

    Emancipando a los trabajadores de todos los vínculos de servidumbre que los ataban a la tierra, a un hombre o a una familia, este modo de producción los liberó jurídicamente. Pero privados, a menudo, de los medios de producción necesarios para producir eficazmente, los trabajadores no tienen otra solución para vivir que volverse asalariados de los poseedores de medios de producción. Es el capital quien alquila la fuerza de trabajo y no la fuerza de trabajo quien alquila al capital como a veces lo sugiere la ciencia económica hegemónica. El capitalista compra la capacidad de los obreros para realizar trabajo, ya que es el medio para realizar su único objetivo: la obtención de beneficios. Los obreros no tienen derecho de propiedad sobre el producto resultante de su actividad. Le han vendido al capitalista la única cosa que les podría otorgar un derecho sobre el producto, su capacidad de trabajar.³

    El rasgo genial de Marx es haber analizado la dinámica de la acumulación de capital antes de que ésta se desarrolle plenamente. Sólo cuarenta años después de que Marx escribió sus principales textos nacerán las primeras grandes empresas en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. Fue el primero que vio que la lógica del capitalismo era el crecimiento sin límite, lo que le valió la admiración de Weber y Schumpeter.

    El segundo gran teórico del capitalismo del que nos ocuparemos fue Thorstein Veblen (1857-1929) auténtico perturbador de la paz intelectual.⁴ Su obra escrita durante las cuatro décadas que precedieron su muerte se centró explícitamente en la ciencia económica.⁵ Sin embargo, sus análisis siempre fueron más allá de lo puramente económico abarcando las cuestiones sociopolíticas, antropológicas y psicológicas dentro de un marco evolutivo. Entre los fenómenos que llamaron la atención del padre del institucionalismo estadounidense se cuentan 1) la naturaleza y evolución del sistema empresarial estadounidense; 2) las raíces y consecuencias del imperialismo; 3) el creciente rol de los medios de comunicación en la política económica; 4) los orígenes, naturaleza y significación del consumismo y 5) un persistente énfasis en el enorme derroche asociado con cada uno de estos aspectos del proceso social.

    Si Veblen insiste en la acumulación, no es como en Marx para hacer de ella el soporte de la dinámica del capitalismo como máquina para producir sino como modo de vida. La acumulación de que habla no es la del capital sino la de los objetos o servicios de consumo: mientras que en las sociedades tradicionales se trata de mostrar su poder, en las sociedades capitalistas se trata de mostrar el éxito. Veblen insiste sobre el hecho de que el consumo sirve para afirmar su pertenencia a un grupo social y traduce al mismo tiempo el deseo de agregarse a un grupo social superior. Para Veblen, todas las clases están movidas por el deseo y rivalizan con la clase que les es inmediatamente superior en la escala social. Esta tendencia a la emulación es el más poderoso y el más infatigable de los motores de la vida económica. Para las clases dominantes se trata de demostrar de manera ostensible que se ha tenido éxito; para las otras clases se trata de trepar en la jerarquía social. Es en esta actitud de consumo ostensible que Veblen encuentra la causa profunda de la dinámica productiva.

    La originalidad de Veblen no es criticar el universo de la mercancía sino demostrar que este universo engendra una demanda ilimitada, fuente de un crecimiento ilimitado. El capitalismo abre las válvulas de una producción sin límite ya que se sitúa en el terreno del deseo y no de la necesidad. La ostentación reemplaza la satisfacción que se obtiene del objeto. Esto permite de alguna manera modificar la ley banal de la escasez de Walras. En lugar de decir como este último lo que es raro es caro, Veblen sostiene que lo que no es caro no vale nada para los que buscan distinción y goce onírico y no la satisfacción de sus necesidades humanas.

    Así, el capitalismo es antes que nada una fuerza de acumulación que no soporta límites debido a la producción, requisito necesario para la producción de plusvalía según lo consideraba Marx, y al consumo ostensible que transforma el deseo en demanda creciente, según lo afirmaba Veblen. Debido también a una cierta ética religiosa que permitió un clima favorable a la acumulación capitalista, según lo explicó Weber.⁶ Pero, para los tres autores el capitalismo es antes que nada un sistema, una lógica, una mecánica cuyo motor es la prosecución de la acumulación.

    El tercer gran teórico del capitalismo al que nos referiremos fue Joseph Schumpeter (1883-1950), de origen austriaco, profesor de economía de Harvard. Su obra Capitalismo, socialismo y democracia en la que se pronuncia sobre los dos grandes sistemas económicos fue escrita en los años treinta pero publicada hasta 1942.⁷ En esa obra Schumpeter señala que el capitalismo constituye por naturaleza un tipo o un método de transformación económica que nunca ha sido estacionario ni podrá serlo. De hecho, el impulso que pone y mantiene en movimiento la máquina capitalista proviene de los nuevos objetos de consumo, de los nuevos métodos de producción y de transporte, de los nuevos mercados y de los nuevos tipos de organización industrial. Todos estos elementos tienen en común el haber sido creados por la iniciativa capitalista. El proceso de mutación industrial revoluciona incesantemente del interior la estructura económica, destruyendo sus elementos viejos y creando continuamente elementos nuevos.⁸ Si el progreso técnico se paga con una destrucción, a menudo brutal, del capital (máquinas que se vuelven obsoletas, etcétera) esta destrucción es siempre más que compensada con un aumento de la producción a menor costo unitario. Para Schumpeter, este proceso de destrucción creadora constituye el dato fundamental o la esencia del capitalismo y todas las empresas capitalistas, quiéranlo o no, deberán adaptarse al huracán perpetuo de la destrucción creadora. Mientras que el problema generalmente considerado es el de cómo el capitalismo administra las estructuras existentes, para Schumpeter lo importante es descubrir cómo el capitalismo crea y destruye sus estructuras y haciendo esto produce el espíritu de donde nace la ciencia moderna.

    Cuando la competencia a través de la calidad y el esfuerzo de venta se admiten en el cuerpo teórico, la variable precio cesa de ocupar una posición dominante. Lejos de la imagen que transmiten los manuales de economía, para Schumpeter no es la competencia de precios la que cuenta sino la inherente a la aparición de un producto, de una técnica, de una fuente de aprovisionamiento o de un nuevo tipo de organización. Se trata de la competencia que se apoya en una superioridad decisiva desde el punto de vista del costo o de la calidad y pone en peligro no solamente los márgenes de beneficio y las producciones marginales de las firmas existentes, sino sus fundamentos y su existencia misma. La competencia considerada por Schumpeter no actúa sólo cuando se concretiza sino cuando existe únicamente como una amenaza latente, ya que su presión se ejerce antes de pasar a la ofensiva. En efecto, la presión impone un comportamiento análogo al que provocaría un sistema de competencia perfecta. Particularmente en la industria de la transformación, una situación creada de monopolio no constituye, por regla general, una almohada para dormirse, dado que la vigilancia y la energía son indispensables tanto para conquistarla como para conservarla.

    Para Schumpeter, el hombre precapitalista no era menos ávido que el hombre capitalista. Los siervos campesinos o los señores guerreros manifestaban sus intereses egoístas con una energía brutal. Sin embargo, el capitalismo desarrolla la racionalidad del comportamiento gracias a dos medios conexos. En primer lugar, el capitalismo exalta la moneda. Esto lo logra elevando la unidad monetaria que no fue creada por él, al rango de unidad de cuenta. En otras palabras, la práctica capitalista convierte la unidad monetaria en un instrumento de cálculo racional de los costos y los beneficios construyendo el monumento grandioso de la contabilidad en partida doble. Esta última imprimió un impulso vigoroso a la lógica de la empresa. En segundo lugar, el capitalismo ascendente rompe el cuadro feudal y perturba la paz intelectual abriendo un espacio social a una nueva clase que se apoya en sus realizaciones individuales en el terreno económico. La vida económica precapitalista no comportaba ninguna posibilidad de éxito excepcional que permitiera franquear las barreras de clase. Cierto, el feudalismo no inhibía el ascenso social pero la actividad económica permanecía esencialmente subalterna incluso en el caso de los artesanos que progresaban en las corporaciones, ya que no lograban nunca salir de este cuadro. Las principales avenidas de la promoción social eran la Iglesia y el ejército. Sin embargo, gracias al capitalismo las capacidades y las ambiciones fuera de serie comenzaron a dirigirse hacia una tercera vía, los negocios en el cuadro de las empresas capitalistas. El papel del empresario consiste en reformar o revolucionar la rutina de producción explotando una invención o, de una manera más general, una posibilidad técnica inédita: producción de una nueva mercancía, un nuevo método de producción de una mercancía existente, explotación de una nueva fuente de materias primas, de un nuevo mercado, reorganización de una rama industrial, etcétera. Es a este tipo de actividades que Schumpeter atribuye la responsabilidad de las prosperidades recurrentes que revolucionan el organismo económico, así como las recesiones no menos recurrentes debido al desequilibrio causado por el choque de los nuevos métodos de producción o de los nuevos productos. La implementación de tales innovaciones es difícil y constituye una función económica distinta por dos razones. En primer lugar, porque tal implementación se diferencia de la actividad económica rutinaria. En segundo lugar, porque el medio de los negocios resiste de diversas maneras que pueden ir desde el rechazo puro y simple de adquirir o financiar un nuevo objeto, hasta la agresión física contra el hombre que intenta producirlo. Para actuar con confianza más allá de la zona delimitada por las rutinas bien conocidas y para superar las resistencias del medio se necesitan aptitudes especiales que sólo existen en una pequeña fracción de la población, calificada de empresarios. Para Schumpeter, el principal motor de la evolución económica es el espíritu de iniciativa de este grupo de empresarios.

    Las innovaciones no deben confundirse con las invenciones que no tienen de entrada significación económica. Ellas se manifiestan, como ya señalamos, en nuevas combinaciones de los métodos de producción, nuevos bienes, nuevos mercados, nuevas fuentes de materias primas y nuevas maneras de organizar la producción. En este último punto, por ejemplo, Schumpeter considera la extensión de las diversas formas de monopolio como una de las innovaciones principales y productivas del capitalismo contemporáneo.

    Para Schumpeter, las innovaciones no suscitan automáticamente crecimiento. Dos personajes son necesarios para que se transformen en inversión real: el empresario y el banquero. El empresario desempeña el papel principal en este asunto. El empresario no es un agente racional que calcula costos y beneficios. Es un personaje ambicioso, enérgico, inteligente, egocéntrico y no conformista. Todas estas características le permiten captar las oportunidades, administrar las innovaciones y transformarlas en inversión, con ayuda del banquero que crea la moneda ex nihilo. Así, para Schumpeter el capitalismo es ante todo un asunto de un grupo de hombres particulares, llamados empresarios, auténticos héroes de la evolución económica.

    Las innovaciones no aparecen de manera regular y continua. En cierto momento, los empresarios más dinámicos lanzan un movimiento que otros imitan. Las innovaciones se expanden en racimos discontinuos provocando oleadas de inversiones financiadas con crédito bancario, lo que origina expansión y crecimiento acumulativo. Gradualmente los efectos se atenúan y las innovaciones se vuelven menos eficientes. Los beneficios disminuyen y los bancos comienzan a restringir el crédito a empresas menos rentables. Inevitablemente este proceso conduce a crisis y depresiones. Estas últimas no solamente constituyen momentos necesarios para el desarrollo del capitalismo, sino el terreno sobre el cual se desarrollaran nuevas oleadas de innovaciones e inversiones.

    Como vemos, Joseph Schumpeter tiene una visión del espíritu de empresa demasiado marcada de individualismo en la que la actividad de emprender es el hecho de individuos heroicos con una visión y una determinación excepcionales.⁹ Olvida que estos seres heroicos y excepcionales lo son gracias a un conjunto de instituciones colectivas: la infraestructura científica que les permitió adquirir el saber y experimentarlo; la legislación sobre las sociedades y otras leyes comerciales que les otorgó la posibilidad de edificar empresas con estructuras extendidas y complejas; el sistema de enseñanza que les proveyó sabios, ingenieros, dirigentes y trabajadores muy bien formados; el sistema financiero que les permitió obtener capitales considerables cuando quisieron agrandarse; leyes sobre marcas y derechos de autor; el mercado de acceso fácil para sus productos, etcétera.

    Para François Perroux (1903-1987) capitalismo es una palabra de combate. Con esta frase comienza el célebre economista francés su pequeño gran libro dedicado al capitalismo.¹⁰ Esto es porque –según Perroux– Karl Marx y los marxistas lanzaron el término a la arena política cargándolo de explosivos de los cuales nunca ha podido deshacerse completamente.¹¹ De ahí que durante mucho tiempo haya sido rechazado en los medios universitarios y científicos. Perroux va a contribuir a que este estado de cosas cambie empleando el término sin una intención previa de ataque o de defensa.

    El análisis perrouxiano del capitalismo se sitúa en la línea de Schumpeter, autor que el primer economista francés admitido en El Colegio de Francia conoce con profundidad.¹² Para Perroux el capitalismo es ante todo "una economía de empresa.¹³ La empresa, institución cardinal del capitalismo, no es una unidad de producción cualquiera. Se trata de una unidad de producción que combina factores de producción evaluados a sus precios y tiende a obtener un producto evaluado también a su precio. La combinación técnica sólo es un medio de la combinación económica. Los coeficientes técnicos de producción tienen una importancia que se desvanece a favor de los coeficientes económicos de producción. Lo que importa no es la maximización técnica sino el óptimo económico. La empresa combina factores de producción con el propósito de obtener un producto que se coloca en el mercado. No tiende inmediata y principalmente a satisfacer las necesidades de sus miembros. Lo que le interesa es vender su producto al costo o, aún mejor, por encima del costo. La empresa responde a las necesidades solventes del mercado y se conforma a la jerarquía de dicha solvencia y no a la urgencia apreciada en términos de laboratorio o por referencia a la moral de un grupo.¹⁴ La empresa se esfuerza por maximizar su ingreso monetario neto o beneficio, la quinta esencia de la motivación capitalista".¹⁵ Para subsistir debe al menos cubrir todos sus costos incluyendo el beneficio normal del empresario sin el cual no podría continuar su actividad.

    Según Perroux, los empresarios pueden dividirse en estáticos o dinámicos. El empresario estático es siervo de las contabilidades pasadas, el empresario dinámico las transforma. El primero mintiendo a su función tiene una mentalidad de rentista y considera su negocio como una colocación segura. El segundo se embarca y acepta grandes pérdidas en su carrera incesante hacia el beneficio excepcional. El empresario estático se conforma con el beneficio normal en tanto que el empresario dinámico busca el beneficio excepcional gracias a la introducción de innovaciones que trastornan los hábitos provocando cambios. El empresario dinámico innova económicamente haciendo pasar a la realidad del mercado la invención técnica o, de manera más general, la nueva combinación. El capitalismo está marcado en su funcionamiento, como en el curso de su historia por el espíritu de la innovación y por la realidad de la innovación, individual o colectiva. El capitalismo es dinámico o cesa de existir. Las condiciones generales de su éxito sólo pueden obtenerse cuando se ha comprendido bien que en condiciones de estado estacionario el capitalismo perece.

    Para Perroux, la economía de empresa es una economía descentralizada. La empresa y el mercado están inexorablemente vinculados. No hay empresa sin mercado, ni mercado sin empresa. "Por más imperfecto que pueda ser, el mercado tiene el mérito de mantener algún contacto entre los productos y los gustos de compradores y consumidores. Por más desviado y orientado que esté, el compromiso de los precios salvaguarda de alguna manera la libertad de las partes. Por más criticable que sea económica y moralmente en casos particulares, el beneficio es aún la incitación y la sanción más práctica y menos costosa que haya podido implementarse en una economía realizada. En pocas palabras para el profesor de El Colegio de Francia: el mercado, aunque muy imperfecto, vale más que una planificación perfecta; un compromiso en el cual todos los participantes tienen derechos limitados de expresión y de acción vale más que un régimen donde, por definición, el Estado tiene sobre los ciudadanos poderes de disposición ilimitados".¹⁶

    Aunque tanto Schumpeter como Perroux les dan a los empresarios innovadores un papel central en la dinámica del capitalismo, Perroux considera que el Estado juega un papel primordial como coordinador y árbitro en dicha dinámica. El estado da cuerpo y sentido al conjunto nacional en el cual se apoya cada capitalismo nacional cuando se trata de partir a la conquista del mundo enfrentando a otros capitalismos. Para el maestro lionés el capitalismo es por naturaleza un sistema mixto: Ni el capitalismo atomístico, ni el capitalismo de grandes unidades han funcionado nunca independientemente del Estado. Las iniciativas y la influencia de éste se revelan en su nacimiento, durante su crecimiento y en sus resultados. La historia nunca ha conocido un capitalismo entera y exclusivamente privado. La observación presente no nos revela ninguno.¹⁷ La economía de doble sector (sector nacionalizado y sector privado) es un hecho en muchos países del mundo.

    Perroux está por una intervención liberal del Estado que respete la lógica interna de la economía de la empresa y el mercado. Se trata de intervenciones correctivas no destructoras de la economía que pueden clasificarse en dos tipos: 1) Los marcos institucionales y las reglas del juego son determinadas por el Estado cuyo deber e interés son restaurar las condiciones de una competencia practicable, de una empresa dinámica y de una inversión privada vigorosa. En este caso, el Estado no destruye los resortes del mercado, los protege o los refuerza mejorando las condiciones de distribución sin poner en peligro la productividad. El objetivo es influenciar la formación de los ingresos monetarios dejando al perceptor del ingreso la disposición de sus medios. 2) En el más liberal de los regímenes la producción y la inversión se establecen a partir de planes privados que contienen una dosis apreciable de apuestas a favor de estructuras nuevas. En un régimen sometido al intervencionismo liberal, el Estado expresará sus propias apuestas y corregirá eventualmente las de los grandes empresarios, gracias a un plan financiero y fiscal flexible que actué a través del impuesto y la moneda en el consumo, la inversión y el ahorro globales.

    Aunque la lógica del capitalismo es la de la más grande ganancia monetaria gracias a la innovación, para Perroux no hay ninguna sociedad que pueda construirse o mantenerse en pie gracias únicamente al espíritu de lucro. "Cualquier sociedad capitalista funciona regularmente gracias a sectores sociales que no están impregnados ni animados por el espíritu de ganancia y la búsqueda de la mayor ganancia. Cuando los altos funcionarios, el soldado, el magistrado, el cura, el artista, el sabio están dominados por este espíritu, la sociedad se desploma y toda forma de economía se encuentra amenazada. Los bienes más preciosos y más nobles en la vida de los hombres, como el honor, la alegría, el afecto, el respeto de los otros no deben llegar a ningún mercado…"¹⁸

    Perroux termina su reflexión sobre el capitalismo estableciendo una diferencia entre lo que él considera un capitalismo que marcha bien y un capitalismo que termina bien: "El capitalismo marcha bien si lleva al máximo y de manera continua el producto real disponible, y si, además, disminuye continuamente las tensiones sociales. Estas tensiones son definidas (y pueden ser a menudo medidas) como diferencias entre las cantidades deseadas y las estructuras deseadas por los individuos, los grupos sociales, las clases sociales y las cantidades y estructuras realizadas efectivamente. La maximización del producto real disponible supone que el máximo de innovación eficaz se realiza y se propaga al conjunto de la economía a una velocidad óptima. La reducción de las tensiones implica la de los costos humanos del progreso y supone que la economía adquiere un sentido, un significado inteligible para todos, especialmente para los más desfavorecidos".¹⁹ Sin embargo, según Perroux para que el capitalismo que marcha bien se convierta en un capitalismo que termina bien la especificidad de las instituciones y de la lógica capitalista debe cambiarse a varios niveles:

    En la propiedad privada de los medios de producción: esta es corregida, ciertamente, de manera vigorosa en las economías actuales gracias al control público.

    En la empresa privada y sus innovaciones: esta institución, sin duda alguna, está inserta actualmente en un aparato complejo de creación colectiva.

    En la de la ganancia monetaria más grande: este principio de la economía mercantil cede cada día más visiblemente a favor de la economía humana.

    En la explotación según el estilo capitalista del ‘trabajo libre’: esta explotación es contraatacada con la organización de las fuerzas de trabajo y con una conversión de las instituciones.²⁰

    Para Perroux solo un conocimiento científico desmitificado gracias a las luchas sociales permitirá que el capitalismo que marcha bien se convierta en un capitalismo que termina bien, es decir, "en una economía completamente nueva en sus principios y reglas del juego, que tienda a realizar la plenitud de todos los hombres y de todo hombre".²¹

    Así como vemos en los enfoques de Schumpeter y Perroux nos encontramos muy lejos del mercado y de su mano invisible. No es la competencia la que explica la dinámica del sistema, sino las firmas dominantes, gracias a la innovación (Schumpeter) y al Estado (Perroux).

    En lugar de poner el acento en la acumulación o en el papel de los empresarios en la dinámica capitalista, un grupo de economistas estadounidenses y europeos denominados institucionalistas se centró en el papel de las reglas y las instituciones.

    A menudo se hace la distinción entre nuevos y viejos institucionalistas. Por nuestra parte, siguiendo a Michael Keaney²² nosotros preferimos hablar de institucionalistas críticos y no críticos.

    Los nuevos institucionalistas, entre los que destaca Douglas C. North, no son críticos con respecto al sistema económico existente ni con respecto a la teoría económica dominante. North considera que limitarse a suponer la existencia de mercados eficientes como lo hace la teoría neoclásica es insuficiente. Para él, es imprescindible entender las instituciones que obstaculizan o facilitan la marcha hacia la eficiencia del mercado. El supuesto neoclásico tradicional en el sentido de que las transacciones no acarrean costos significa que las instituciones pueden ser ignoradas. En efecto, el reconocimiento de la existencia de costos de transacción en el mercado implica el reconocimiento de la importancia de las instituciones como medios para facilitar u obstaculizar el intercambio. Por lo que al definir la eficiencia institucional como la minimización de los costes de transacción, los ‘nuevos institucionalistas’ no han hecho sino aplicar los principios teóricos neoclásicos a otro aspecto de la vida social.²³ Con ello dejan inalterada la idea de que los seres humanos son optimizadores de la utilidad, independientes y racionales, manteniéndose aferrados a conservar la credibilidad de la economía neoclásica.

    Walton H. Hamilton definió, en una ponencia dirigida en 1918 a la American Economic Association, las cinco características fundamentales del viejo institucionalismo, más correctamente denominado institucionalismo crítico (Veblen, Commons, Mitchell).²⁴ 1) Los institucionalistas se apoyan más en datos extraídos de la realidad que en modelos formales abstractos. Para ellos la matemática es sólo un instrumento al servicio de la teoría y no al revés, como ha sido común en la segunda mitad del siglo XX. 2) Los institucionalistas realizan un análisis interdisciplinario sirviéndose de otras áreas de las ciencias sociales como la sociología, la antropología y la psicología con el propósito de aportar un análisis más rico de las instituciones y del comportamiento humano. 3) Los institucionalistas consideran fundamental comprender la formación, la preservación, la evolución y el declive de las instituciones. 4) La economía no es un sistema aislado que obedezca a leyes universales, sino que se trata de una entidad socialmente imbricada en la historia, la política, la cultura, el entorno natural y el cambio tecnológico. 5) El institucionalismo rechaza el modelo ortodoxo del agente económico racional maximizador de beneficios. Muy por el contrario, considera que los individuos actúan en un contexto social influidos por la historia, la política y la cultura de sus respectivas sociedades.

    La definición de las instituciones de la escuela institucionalista ha variado con el paso del tiempo. Mientras que en 1909 Veblen define a las instituciones como arraigados hábitos de pensamiento comunes a la mayoría de los hombres, en 1996 Stanfield define a la institución económica como un conjunto de costumbres que configuran poder o autoridad sobre las cosas y las personas, relevantes para la continuidad material y social de la vida humana.²⁵ En estas dos definiciones vemos que lejos de limitarse a una serie de reglas impuestas desde fuera a los individuos, las instituciones son entidades complejas, interiorizadas y compartidas. Se trata de productos del desarrollo histórico, culturalmente inculcados como respuestas a problemas que exigen una acción colectiva. Como ejemplos se pueden citar el sistema jurídico, el matrimonio y las costumbres religiosas. Para los institucionalistas americanos tras el capitalismo mercantil e industrial se abre el de la estabilización en el cual las reglas y los acuerdos temporales entre grupos sociales subordinan parcial o totalmente a los individuos a la acción colectiva para crear un orden y superar la inestabilidad. Se pretende crear anticipaciones favorables para reducir la incertidumbre inherente al capitalismo en el cual cada uno ignora lo que los otros van a hacer.

    El institucionalismo crítico en el cual se puede incluir a Gunnar Myrdal y John Kenneth Galbraith constituye una multiforme colección de enfoques teóricos del estudio del capitalismo. Sin embargo, todos están unidos por un compromiso con una teorización históricamente relevante y con un tratamiento de la historia como un proceso evolutivo sin ningún fin preestablecido. El capitalismo no es considerado como un producto ineluctable del progreso humano ni como la cima de los logros de la humanidad. Se trata de una configuración de instituciones sociales históricamente contingente, es decir, un producto de la acción humana que puede ser alterado de acuerdo con los propósitos humanos.

    Existen muchas coincidencias entre el institucionalismo crítico y la escuela marxista del capital monopolista.²⁶ En El capital de Marx, al igual que en las obras de los economistas clásicos, se da por supuesto que en el sistema de mercado priva la libre competencia con empresas capitalistas pequeñas y mayoritariamente familiares. Aunque no se recurre al extremo del modelo de competencia pura y perfecta de la economía neoclásica, sí se supone que la guerra de precios es feroz y que ningún capitalista individual tiene el poder de controlar una significativa cuota del mercado. Esta situación cambiará totalmente con el surgimiento de los gigantescos trusts y monopolios surgidos a principios del siglo XX. Sirviéndose de los trabajos de Veblen, Hilferding, Lenin, Kalecki y Steindl, Sweezy y Baran desarrollarán la teoría del capital monopolista cuyo objetivo es el análisis marxista de las condiciones de funcionamiento del capitalismo del siglo XX.

    El punto de partida de la construcción de la teoría del capital monopolista es el libro publicado por Paul Sweezy en 1942 Teoría del desarrollo capitalista²⁷ que puede considerarse en cierta medida como una actualización de El capital y como una de las más grandes obras de la economía marxista. En dicha obra Sweezy analiza cómo los mecanismos en juego en esta nueva etapa son muy diferentes de los que operaban en el capitalismo competitivo. Específicamente, el fundador de la Monthly Review estudia la centralización y la concentración del capital, así como las teorías de las crisis. Con respecto a este último punto se inspira en la teoría de Marx sobre las crisis de realización mostrando la estrecha relación entre ésta y la teoría keynesiana de la demanda efectiva.

    La construcción de la teoría del capital monopolista continúa en 1957 con la aparición del libro La economía política del crecimiento²⁸ de Paul Baran, catedrático atípico de ciencias económicas de la Universidad de Stanford. En dicho libro, Baran se aleja de la idea común entre los economistas ortodoxos según la cual las economías pobres de la periferia han estado siempre relativamente atrasadas. Desde una perspectiva histórica considera que el atraso de los países periféricos se debe al modo en que fue introducido el capitalismo en esos países durante el periodo de acumulación primitiva, es decir, sirviéndose del pillaje descarado, la esclavitud y el asesinato. Así pues, la conquista y el saqueo del resto del mundo por parte de los europeos asfixió la incipiente industria de las sociedades colonizadas, provocando un gran abismo entre el centro y la periferia de la economía capitalista mundial. Para Baran la manera diferente en que la India y Japón fueron incorporados a la economía mundial capitalista explica el subdesarrollo de la India y el desarrollo del Japón.

    Para Baran, imperialismo y capitalismo son inseparables. La división internacional del trabajo orienta la producción y el comercio de los países pobres de la periferia mucho más hacia las necesidades de los países ricos del centro del sistema que hacia las necesidades de su propia población.

    En su libro de 1957 Baran propone sustituir el concepto de plusvalía de Marx por el de excedente económico definido como la diferencia entre lo que produce una economía y lo que

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