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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales.


Licenciatura en Comunicación Social

La propiedad intelectual en la época


de la replicabilidad de la información

Alumno: Javier García Alfaro


Director: Lic. Ricardo Diviani

ROSARIO
2009
0. Introducción 3

01. Creación, autoría y propiedad


01.1. Derechos y reservados 7
01.2. Hegemonía 10
01.3. ¿Qué era un autor? 12
01.4. Copiar es humano 16

02. Prosumidores y replicantes


02.1. Economía política 25
02.2. Distopía cyberpunk 29

03. Libre, legal, seguro y barato


03.1. Una genealogía 33
03.2. Abrir el código 41
03.3. Dos punto cero 43

04. Conclusiones
4.1. “Los piratas son los padres”1 46
4.2. Inevitabilidad histórica 48

Bibliografía 50

1 Los piratas son los padres - Historias en los albores de la era digital es el título de un “libro colectivo” editado en
octubre de 2008 por el grupo ciberactivista catalán Exgae-Conservas. Incluye textos breves –no académicos, ni
ensayísticos– de algunos de los autores reunidos en la bibliografía del presente trabajo. Sitio web: http://exgae.net
3

00. Introducción

“...ponerse a escribir es renunciar a la individualidad e ingresar en lo colectivo...”


(Roland Barthes)

El primer paso consiste en redactar una introducción orientada a alguien no muy


informado sobre el tema. El eje sobre el cual se ordena el presente ensayo es tan amplio
como poco conocido. Si bien en charlas de café o en artículos periodísticos es posible
encontrarse con fragmentos de esta problemática, reconocemos que se trata de algo sobre
lo que aún no se ha trabajado lo suficiente. Al menos en lo que respecta a las ciencias
sociales en este pedazo del planeta.

A este eje lo hemos denominado –dándole forma de título– “La propiedad intelectual en
la época de la replicabilidad de la información”. Se trata de una invitación a recorrer los
cambios que se han producido en las condiciones de reproducción de los bienes culturales
y las necesarias reformulaciones que se evidencian ante las nuevas prácticas que éstas
posibilitan. Este guiño a Walter Benjamin2 es licencia poética antes que referencia teórica.
Las citas al célebre ensayo del filósofo alemán son recurrentes en numerosos trabajos que
abordan la cuestión, incluso en forma de paráfrasis como en el título del presente ensayo.

Hacia 1935 Benjamin utilizaba el término reproducción técnica para referirse a los
procedimientos por los cuales la obra de arte perdía su carácter aurático, es decir el “aquí y
ahora” de su ejecución. El crítico literario marxista afirmaba que la aplicación de técnicas
de reproducción emancipaba al arte de su origen ritual al tiempo que observaba que la
reproducción técnica “es algo nuevo que se impone en la historia intermitentemente, a
empellones muy distantes unos de otros, pero con intensidad creciente”.

La atrofia del aura, generada por la reproducción técnica en la obra de arte, implicará
para el filósofo la “falta de autenticidad” y la “carencia de testificación histórica” (Cuadra,
2007), aunque lo que aquí nos ocupa concretamente son las nuevas condiciones de
reproducción que habilitan las nuevas y no tan nuevas tecnologías.

Esta investigación parte de una inquietud ligada a ciertas prácticas socialmente

2 El ensayo se titula “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”.


Discursos interrumpidos I: Filosofía del arte y de la historia, Taurus Ediciones, Buenos Aires, 1989, 206 pp.
4

extendidas tales como la copia de discos mediante grabadores –también llamada


hometaping–, la cual tiene su continuidad en la distribución de contenidos multimedia a
través de las redes informáticas, mediante software de intercambio de archivos entre pares
–o peer to peer (P2P)– y sitios web de descarga, así como a través de otros soportes físicos.
Dentro de estas prácticas incluimos también la reproducción de libros mediante
fotocopias, la cual es una actividad habitual en la vida universitaria y en amplios sectores
de la educación argentina.

En el mundo digital, compuesto a partir de electrones, no existe el concepto de copia, “lo


que se reproduce es original ya que las copias son indistinguibles del original” (Chaparro,
2006), por ello optamos por utilizar el término replicación –que tomamos prestado de la
biología molecular– en lugar de “reproducción”.

A diferencia de la materia constituida por átomos, la información digital no se destruye.


Recordemos que bit es la abreviatura anglófona de dígito binario (binary digit) y que un
bit representa la unidad mínima de información empleada en informática. La
particularidad decisiva del bit está dada por su exacta posibilidad de clonación (Cafassi,
1998).

Este ensayo se orienta, principalmente, a partir de una desconfianza intuitiva hacia el


concepto de propiedad intelectual –sin dudas motivada por el bagaje cultural punk de
quien la escribe–. Este trabajo representa un intento por ordenar algunas ideas reunidas a
partir de una búsqueda iniciada a raíz de esa intuición. Desde el pensamiento liberal del
siglo XIX, atravesando las diversas vanguardias estético-políticas del siglo pasado y el
movimiento situacionista, la contracultura estadounidense de los míticos años sesenta,
hasta el cyberpunk3 y el movimiento del software libre de nuestros días, tenemos
suficientes elementos para plantear un acercamiento crítico al concepto de propiedad
intelectual.

Para ello trazaremos un marco teórico partiendo de la obra de Manuel Castells (1999) en
torno al concepto de capitalismo informacional. El sociólogo señala que la nueva
sociedad que hoy existe es tanto capitalista como informacional. Castells define como

3 El cyberpunk es un subgénero de la ciencia ficción surgido en Estados Unidos a principios de los ochenta, es un rótulo
que identifica a escritores como William Gibson y Bruce Sterling, entre otros. El término además señala un tipo de
activismo ligado a los valores de la cultura hacker. “La información quiere ser libre” (Stewart Brand, 1984).
5

informacionalismo a una nueva forma de organización de la sociedad, constituida en las


últimas tres décadas del siglo XX, en cual la generación y el procesamiento de información
se ha convertido en motor fundamental de productividad y poder. Complementaremos este
enfoque con trabajos más recientes que describen la emergencia de un capitalismo
cognitivo (Blondeau, Boutang, et al., 2004). Esta última perspectiva señala un aspecto
clave para nuestro trabajo, centrado en lo que reconocemos como la condición particular
de los bienes informacionales, la cual está dada por su replicabilidad (Zukerfeld, 2008).
Estos últimos autores retoman el concepto de “general intellect” –fuerza objetivada del
conocimiento– desarrollado por Marx en los Grundisse4.

Este trabajo aborda diferentes aristas de un mismo conflicto. Como señala un músico y
sociólogo argentino: “La tensión fundante del capitalismo cognitivo es la que se da entre la
ontología replicable de la información digital y la voluntad capitalista de mercantilizar los
bienes informacionales” (Zukerfeld, 2008). Es en torno a esta disputa, es decir, la
contradicción entre formas de propiedad y tecnologías (o formas de uso de éstas) que
atentan contra las mismas, que desarrollaremos la presente investigación.

Otro aporte sociológico lo brinda Scott Lash, quien desarrolla una teoría crítica del orden
global de la información. Este autor señala que los medios (y las relaciones) de producción
son desplazados por los medios (y las relaciones) de comunicación. El medio es el mensaje,
dice McLuhan, en tanto que “el mensaje es el medio paradigmático de la era de la
información” y que “la tecnología es el contenido” (Lash, 2005:298).

Dada la naturaleza de nuestra problemática, Internet presenta la mayor cantidad de


recursos bibliográficos sobre el tema. La consulta de fuentes online, la participación en
foros y listas de correo electrónicos forman parte de la materia prima con la que aquí
trabajamos.

Internet es actualmente la red informática más grande del planeta, con un 24.7 % de la
población mundial conectada, registrando un crecimiento de 362.3 % desde el año 2000
según informa Internet World Stats5. Asia, Europa central y América del Norte son las
regiones con más usuarios, seguidos por Latinoamérica y el Caribe. La exclusión digital

4 Grundrisse o Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, Karl Marx. Recopilación de
anotaciones realizada entre 1857 y 1858, consideradas a la vez borradores y complemento de El Capital.
5 Los datos corresponden a mediciones actualizadas al 30 de junio de 2009. Sitio web: www.internetworldstats.com
6

está mayormente localizada en África y Medio Oriente donde la población conectada no


supera el 4% del total de sus habitantes.

A los efectos de organizar la información y trazar un recorrido hemos divido el presente


trabajo en tres capítulos, centrados en diferentes núcleos temáticos:

En el primero abordaremos aspectos jurídicos y políticos relacionados al derecho de


autor y el copyright. También indagaremos en torno a los supuestos filosóficos –es decir
las nociones de autoría u originalidad, entre otras– sobre los que se sustenta el sistema de
propiedad intelectual.

En una segunda etapa definiremos el contexto social e histórico en el que desarrollamos


nuestra investigación, nociones como las de “sociedad red” o “capitalismo informacional”
nos ayudarán a desarrollar el eje central de este ensayo, que situamos en la contradicción
entre formas de propiedad y tecnologías que atentan contra éstas.

El último capítulo está orientado a indagar en torno a las experiencias que se desarrollan
desde una perspectiva crítica a la propiedad intelectual y que se erigen en torno a las
tecnologías de la información y comunicación (TICs), concretamente nos referimos aquí a
la cultura hacker y el software libre.
7

01. Creación, autoría y propiedad


01.1. Derechos y reservados

“Sea por trabas económicas para acceder al original o por las posibilidades que ofrecen
las nuevas tecnologías, el copiado ilegal de libros y obras musicales y fílmicas afecta a los
autores y obstaculiza el desarrollo de la industria cultural...” (Editorial del diario Clarín6)

La imprenta de tipos móviles, creada por Johannes Gutenberg en base a tecnología china,
hizo posible la reproducción técnica de la escritura. Es a partir de la masificación de la
producción escrita que se legisla sobre el vínculo entre autores y obras. Las primeras
regulaciones legales que constituyeron el sistema de propiedad intelectual tienen sus
orígenes en el siglo XVIII. El Estatuto de la Reina Ana (Statute of Anne), aprobado por el
parlamento inglés en 1710, fue la primer norma sobre propiedad literaria y artística de la
historia. La misma tenía como objetivo regular la actividad de copistas y libreros
(stationers), al tiempo que reconocía jurídicamente a los autores. Aunque otras fuentes
(Rendueles, 2003) sostienen que esto último no ocurrió hasta la Revolución francesa,
mediante la cual se consagra el Derecho de Autor (droit d’auteur).

“La drástica reducción de los costos del servicio de copia, posibilitada por la reproducción
en serie, obligó a los autores a alienar su «trabajo intelectual» a los detentadores de
medios de producción que, en contrapartida, les exigieron la concesión del monopolio de la
distribución de las obras.” (Lima Vianna, 2007)

El Estatuto de la Reina Ana sustituye el monopolio ejercido por la Stationers Company.


Esta empresa compraba los manuscritos a los escritores obteniendo un monopolio
perpetuo de la impresión de cada obra. Hasta entonces los escritores quedaban excluidos
de los beneficios generados por la venta de libros.

Dentro del sistema de propiedad intelectual moderno coexisten dos concepciones


diferentes que en la mayoría de las traducciones son tomadas como sinónimos. Una de
ellas está plasmada en el Derecho de Autor, el cual es propio del Derecho continental.
Este último fue forjado en Europa y ha sido transferido a los países colonizados por el viejo
continente. Es el sistema que se utiliza en nuestro país y el resto de América latina.

6 “Copias ilegales de obras culturales” en diario Clarín, lunes 25 de abril de 2005.


Disponible en http://www.clarin.com/diario/2005/04/25/opinion/o-01801.htm
8

El Derecho de Autor es un conjunto de normas y principios que regulan los derechos


morales y patrimoniales de los autores. Según el Convenio de Berna 7 –el tratado
internacional sobre la protección de los derechos de autor– se considera como obras
protegidas “a todas las producciones literarias, científicas y artísticas, cualquiera que sea el
modo o forma de expresión”.

La otra concepción se origina en el Derecho anglosajón (Common Law) y se expresa


mediante el copyright. Este último se traduce literalmente como “derecho de copia” y
exige la fijación de la obra en soporte físico. Observemos que esta concepción jurídica no
reconoce los derechos morales del autor, los cuales se regulan con la aplicación de otro tipo
de normas (Álvarez Navarrete, 24:2006).

La investigadora cubana Lillian Álvarez Navarrete advierte que “es tal la influencia actual
de los intereses de los monopolios, fundamentalmente norteamericanos, que los tratados
internacionales se han contaminado y, por extensión, muchas legislaciones nacionales, con
los principios más utilitaristas del copyright, desplazándose la protección de contenido
personal”.

Podemos decir que la diferencia entre el derecho de autor y el copyright es la que existe
entre autores y titulares de derechos. Los autores producen obras sobre las que poseen
determinados derechos, tales como la reproducción o la explotación comercial, entre otros.
Los titulares de estos derechos no son necesariamente los autores, dado que los mismos
pueden ser cedidos, heredados y transferidos. Al autor corresponden los derechos morales,
los cuales son inalienables y de carácter personal, mientras que el derecho de copia puede
ser ejercido por terceros.

En este sentido un matemático argentino hace la siguiente observación: “cuando pasen


por alguna librería, hagan el ejercicio de leer las páginas que nadie lee de los libros: la
retiración de la portada y el reverso de la primera página, ahí donde dice copyright (algún
año) y vean que la proporción de copyright asignada a los editores en comparación con la
de los autores es monstruosamente desfavorable a los autores. O cuando se fijen en la tapa
de un disco, van a ver que el copyright y los derechos de producción no son del artista sino
de la disquera...” (Chaparro, 2006).

7 Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas adoptado en 1886 y enmendado por
última vez el 28 de septiembre de 1979.
9

Como hemos señalado el copyright implica un monopolio efectuado sobre un producto


cultural contenido en un soporte físico. Se trata de un monopolio de carácter transitorio.
Las obras fotográficas, por ejemplo, tienen en la legislación argentina según la Ley 11.723
de Propiedad Intelectual8 una protección de veinte años a partir de su primer publicación.
Durante ese lapso tendremos que solicitar la autorización del titular (o derechohabiente)
de las imágenes para poder utilizarlas. Luego de este periodo las mismas pasan a integrar
el Domino Público, es entonces que pueden ser reproducidas, copiadas o replicadas sin
solicitar permiso alguno y respetando los derechos morales del autor.

Las diferentes legislaciones internacionales con el fin de alentar la producción


intelectual, artística y científica han adoptado el sistema de propiedad intelectual. El
mismo, como hemos señalado, otorga un derecho exclusivo acotado en el tiempo que
permite a los autores obtener ciertos beneficios a partir de sus obras. Es importante
destacar que este particular derecho de propiedad posee una serie de límites precisos. A
diferencia de la propiedad sobre bienes físicos el copyright viene con fecha de caducidad.
Vencido el copyright empieza el Dominio Público, que hace de articulador en el balance
entre productores y consumidores de bienes culturales. El objeto de este tipo de
regulaciones ha sido garantizar el acceso a la cultura así como asegurar la compensación o
el beneficio de quienes participan en la elaboración de bienes culturales.

El esquema es el siguiente: producimos un bien cultural –novela, película, canción, etc.–


y el Estado nos otorga durante un periodo de tiempo determinado el derecho exclusivo
sobre ciertos aspectos del mismo. Luego de 20, 70 o más años –según el tipo de obra y la
legislación nacional vigente– nuestro trabajo se integra al acervo cultural de la sociedad,
transformándose en materia prima para futuras obras. Podemos afirmar que se trata de
una ecología de la información en la que los productos del intelecto atraviesan un ciclo de
protección que enriquece culturalmente al conjunto la sociedad.

De este modo –y de acuerdo a su objetivo originario– el copyright implica una


“transacción social” efectuada sobre el conocimiento (Chaparro, 2006), a partir de la cual
renunciamos a reproducir textos manualmente –como se hacía antes de la imprenta– al
tiempo que accedemos a la producción editorial industrializada. Como señala el hacker y

8 Ley 11.723 de Propiedad Intelectual, también conocida como la “Ley Noble”.


Disponible en www.mincyt.gov.ar/11723.htm
10

ex científico del laboratorio de inteligencia artificial del MIT, Richard Stallman: “El público
cede algunos de sus derechos naturales y a cambio se beneficia con la escritura y la
publicación de mayor cantidad de libros” (Stallman, 2004:142).

Hasta aquí hemos descrito brevemente el marco regulador de los bienes culturales que ha
regido la era Gutenberg. Las legislaciones han sido gradualmente modificadas de acuerdo a
los cambios tecnológicos pero también han tendido a reforzar sus aspectos restrictivos, en
una operatoria que se contradice con las nuevas condiciones de reproductibilidad técnica,
definidas a partir de la replicabilidad digital. Como veremos ulteriormente los derechos de
propiedad intelectual están siendo extendidos en sus alcances, orientándose a asegurar los
retornos de las inversiones o aumentar los beneficios a los intermediarios –editoriales,
sellos discográficos y otros–, antes que a incentivar o compensar a quienes generan los
principales insumos de la industria cultural.

01.2. Hegemonía

La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), creada en 1967, es la


organización mejor financiada de las Naciones Unidas, su principal fuente de ingresos
proviene de las patentes industriales (Copy/South, 2006). El trabajo de la OMPI ha sido
“pautado por los intereses de las gran industria cultural y del entretenimiento así como de
la industria del software y los fármacos” (Álvarez Navarrete, 2009). En 1996 la OMPI llevó
a cabo una revisión de la Convención de Berna orientada a “reducir el dominio público, a
reforzar su apropiación privada y a romper el equilibrio entre los que detentan los
derechos de propiedad intelectual y los usuarios” (Blondeau, 2004:37).

El Acuerdo sobre los Aspectos de Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el


Comercio (ADPIC), sancionado en 1995 por la Organización Mundial del Comercio (OMC)
se inscribe en una lógica que hace de la producción cultural un fenómeno “cada vez más
difícil de distinguir de la producción en general”, tal como ha señalado el sociólogo y crítico
de los medios Herbert Schiller (Copy/South, 2006).

El gobierno de los Estados Unidos, afirma Álvarez Navarrete, “introdujo el tema de la


propiedad intelectual en los acuerdos de comercio internacional con el objeto de proteger
sus inversiones y el llamado libre comercio. Esto ha generado una visión totalmente
11

patrimonial del Derecho de Autor. Los tratados de libre comercio implican la ampliación
del acceso de los firmantes a los mercados involucrados quedando la cultura regulada,
como cualquier otra rama de la economía, por el libre juego de la oferta y la demanda”
(Álvarez Navarrete, 2006:68). La investigadora señala además que “el Acuerdo sobre los
ADPIC no fue discutido ni adoptado democráticamente, sino impuesto a través de diversas
estratagemas legales en el escenario de la OMC”.

Como señala el Dossier Copy/South (2006): “Lo que tratan de hacer los regímenes
internacionales de copyright es reducir y homogeneizar todas las formas de producción
cultural a un fenómeno propietario único, unidimensional, es decir, a una mercancía
capitalista y luego proclamar la igualdad esencial de todas las mercancías en el mercado
global”. Esto no hace más que reproducir la desigualdad sustancial por la que las industrias
culturales de los países desarrollados se imponen sobre la producción simbólica –cultura
popular, conocimientos de los pueblos originarios, etc.– de las naciones del Sur global,
donde habita la mayoría de la población mundial.

El citado informe advierte además que el aumento de los niveles de protección de los
derechos de propiedad intelectual “podrían tener un efecto adverso en los intereses de los
países en desarrollo en áreas como la agricultura, la educación, la seguridad alimentaria, la
salud pública, la transferencia de tecnología y el manejo de la biodiversidad”.

En el mismo sentido la inclusión de las patentes industriales en la alimentación, la


medicina y los fármacos ha servido para “abrir las puertas a las patentes de seres vivos, de
productos derivados de seres vivos y de genes, componentes y partes de seres vivos”,
concluye el Dossier Copy/South.

Desde otra perspectiva, la Unesco ha impulsado en el año 2001 la Convención sobre la


protección a la Diversidad Cultural9, un instrumento jurídico internacional basado en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos que tiene por objeto la preservación y
salvaguarda de la diversidad cultural, elevándola a la categoría de “patrimonio común de la
humanidad”. La Convención fue aprobada por 148 países y ha contado con la oposición de
Estados Unidos e Israel.
En una posición similar se ubica la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información

9 Declaración Universal de la Unesco sobre la diversidad cultural, adoptada el 2 de noviembre de 2001.


Disponible en http://unesdoc.unesco.org/images/0012/001271/127160m.pdf
12

(CMSI) de las Naciones Unidas y la Unión Internacional de Telecomunicaciones, celebrada


en dos instancias entre 2003 y 2005. La CMSI “aspiró a incorporar en las deliberaciones
un enfoque consensual de múltiples actores que reflejaran los intereses de los gobiernos, el
sector privado y la sociedad civil” (Álvarez Navarrete, 2009).

¿Es libre el juego de oferta y demanda en lo que respecta a producción cultural? Una
acotada cartografía de las industrias culturales nos muestra que el 85.8% de las
importaciones audiovisuales proceden de Estados Unidos, donde sus industrias reciben el
55% de las ganancias. A nivel planetario Estados Unidos controla el 55% del total del
mercado audiovisual, la Unión Europea el 25%, Japón y Asia el 15%, mientras que
Latinoamérica posee el 5%, lo cual representa una asimetría abismal. Podemos afirmar que
el 10% de las culturas dominantes ostenta el 90% de la capacidad de producción simbólica
global, al tiempo que el 10% de las culturas latinoamericanas apenas alcanza el 3% 10.

Esta disposición de los recursos absolutamente hegemónica es extensible al trazado de


las redes de telecomunicaciones, lo cual trae aparejada “la expansión y profundización de
la «vieja geografía» del desarrollo económico del capitalismo mundial, que tiende a
conectar sólo a las grandes corporaciones de las metrópolis más desarrolladas del planeta
y, dentro de ellas, a los segmentos sociales más pudientes, en detrimento de amplias zonas
del mundo y de la gran mayoría de la población” (Calvi, 2006:91).

01.2. ¿Qué era un autor?

“El autor es una figura moderna, un producto de nuestra sociedad, en la medida en que,
emergiendo de la Edad Media con el empirismo inglés, el racionalismo francés y la fe
personal de la Reforma, descubrió el prestigio del individuo, o, para decirlo de un modo
más noble, de la «persona humana»” (Barthes, 1968).

La noción de autor implica un interesante punto de abordaje para seguir indagando en la


problemática planteada en este trabajo. Hemos descrito el modo en que las relaciones de
propiedad se establecen a partir de la figura del autor, es decir el marco legal entre el
sujeto enunciador y sus enunciados a partir de la fijación física de los mismos, a
continuación nos preguntamos en qué supuestos se basan estas ordenaciones jurídicas.

10 García Canclini, N. “Industrias audiovisuales. Voces latinas editadas en inglés”, Revista Quehacer, n° 120 (1999)
13

Filósofos como Foucault, Barthes o Derrida, entre otros, nos permiten afirmar que un
autor es una construcción social, esto quiere decir que no hay autor hasta tanto no exista
obra y sin lectores que así lo sancionen no hay más que lenguaje, imágenes o papel.

“En el ámbito de la crítica al pensamiento de Platón, que, según Derrida, planea


omnipresente en la cultura occidental, el pensador francés acusa al griego de incurrir en el
llamado falogocentrismo. Con este término se nombra un anhelo más de la Metafísica de
la Presencia. En síntesis, ésta consiste en el afán de la cultura y la filosofía occidentales por
hallar verdades objetivas en las que instalarse que se correspondan con verdades objetivas
reales. (…) En cuanto al término concreto de falogocentrismo dentro de la Metafísica de la
Presencia, se trata de la necesidad de fijar un origen para todo, un creador, una figura
original visible, en suma, un principio que es identificado con la figura paterna y con el
orden y la jerarquía masculinos. Con este argumento, que en realidad desvela y denuncia
una especie de falacia ad autoritatem, se pone en tela de juicio el afán de toda la metafísica
tradicional, la cual siempre anhela un origen para todo acto, una presencia objetiva, un
asidero del que partir, un creador, un Autor.” (Pérez Parejo, 2004).

José Martí recomendaba a la humanidad escribir libros, tener hijos y plantar árboles.
Esta consigna adoptada felizmente por la cultura popular ilustra de algún modo la idea del
falogocentrismo: paternidad literaria, patria potestad y simientes vegetales, tres elementos
que nos trascenderán si abandonamos el mundo de los vivos y por los que hemos de
obtener reconocimiento por parte de nuestros congéneres. La firma, el crédito o la marca
implican un “estar allí”, y es probable que ello de algún modo permita que los mortales
podamos experimentar, emular o intentar aproximarnos a la omnipresencia divina.

“El falogocentrismo es un concepto que acuña Derrida para referirse a la unión de los
términos logocentrismo (poder del conocimiento) y el falocentrismo (poder del hombre).
Ambos se solidarizan estratégicamente para estructurar y garantizar el fundamento
hegemónico de la razón patriarcal. Entonces, el falogocentrismo se ha impuesto como el
único referente de conocimiento, especialmente en el campo político y cultural.” 11

De este modo el autor se nos presenta como padre creador y custodio del sentido de la

11 Párrafo copiado del blog: http://warogenero.blogspot.com


14

obra. Esta univocidad definida a priori por el autor-padre es puesta en cuestión por los
filósofos de la deconstrucción, quienes como Roland Barthes plantean la noción de texto
en tanto “tejido de citas y referencias a innumerables centros de la cultura” (Barthes,
1968). Como hijos a padres, el texto transciende la obra, la atraviesa y vincula con otras, y
el sentido se realiza finalmente en el lector. El autor ha muerto, viva el texto.

En este punto nos encontramos nuevamente con las transformaciones radicales que
habilita la digitalización: la “entelequia electrónica del hipertexto” (Gradin, Iglesias, 2008)
materializa en forma de links las intertextualidades, ecos y repeticiones que se cruzan en el
trabajo creativo del autor, y contribuye a desautorizar la Metafísica de la presencia, es decir
“el afán por hallar un origen unificado, centralizado, tutelado” (Pérez Parejo, 2004).

Los autores modernos surgidos con el siglo XIX, son para Michel Foucault “iniciadores
de prácticas discursivas”, en este sentido señala que Marx y Freud además de ser autores
de sus respectivas obras, son quienes hacen posible un cierto número de analogías y
diferencias a ser adoptadas por textos precedentes.

La actividad creativa posee un carácter profundamente social, imaginamos e inventamos


sobre una base que nos precede, imágenes, signos, lenguaje y relatos que hemos heredado
o que tomamos de nuestro entorno. Puede resultar ocioso afirmar que las ideas son
patrimonio común de la humanidad, aunque por razones que desarrollaremos en los
siguientes capítulos no podemos dejar de remarcarlo.

Alguna vez el agua y el aire fueron considerados bienes inagotables, esta cualidad es
compartida con las ideas, tal como señala Thomas Jefferson por carta a Isaac McPherson:

“Si la naturaleza ha creado algo que es menos susceptible que todo lo demás a la
propiedad exclusiva, es la acción del poder del pensamiento llamado idea, que puede ser
poseída exclusivamente por un individuo mientras sólo él lo sepa; pero al momento que
es divulgada, se obliga a sí misma a ser poseída por todos y el receptor no puede
disponerla en exclusiva… Aquél que recibe de mí una idea se instruye a sí mismo sin
disminuir mi educación; como aquél que enciende su vela en la mía, recibe luz sin
oscurecerme…”
Jefferson, padre fundador norteamericano, se opuso a la inclusión del copyright y las
15

patentes industriales en la Constitución. El tercer presidente estadounidense –como otros


pensadores liberales de su tiempo– era crítico respecto al establecimiento de derechos
monopólicos como los que implicaban las patentes industriales. Los liberales británicos
predecesores también eran escépticos de monopolios de cualquier tipo (Lessig, 2004),
aunque terminaron aceptándolo dado que emancipaba a los escritores del sistema de
mecenazgo al que se hallaban ligados, permitiéndoles obtener remuneración directa por el
fruto su trabajo (Bullard, 2005). La misma suerte corrió el sistema de patentes que
finalmente logró imponerse, luego de ser objeto también de fuertes polémicas y debates.

James Boyle nos recuerda que la propiedad intelectual fue ampliamente objetada
durante los siglos XVIII y XIX “desde el marco del libre comercio y la oposición al
monopolio” en Inglaterra, Estados Unidos, Alemania y Holanda. Entre los principales
objetores de los derechos de propiedad intelectual, además de Jefferson, contamos a
economistas, filósofos y políticos de la talla de Thomas Macaulay, Adam Smith y James
Madison (Boyle, 2003).

Las palabras vertidas en la misiva de Jefferson señalan una condición particular de los
bienes inmateriales, los cuales en términos jurídicos son considerados “bienes de consumo
no rival” (Bullard, 2005:6). Esto significa que pueden ser utilizados por personas diversas
sin necesidad de excluirse mutuamente12. Las ideas y los bits comparten esta condición. De
este modo y como señala Pierre Lévy (2001) respecto de la información digital “el
postulado de la escasez de bienes pierde su pertinencia, lo que cuestiona los fundamentos
de las teorías clásicas, y debe animarnos a imaginar nuevas formas de pensar los
fenómenos económicos”.

Consideramos importante señalar que las diferentes formas de propiedad intelectual no


se aplican sobre las ideas en sí, sino sobre cada una de sus expresiones particulares: “A lo
largo de la historia del copyright y las patentes, los pensadores han reivindicado la
propiedad no de sus ideas sino de la expresión de las mismas. (...) En el caso del copyright
se podía reivindicar la franquicia del giro exacto de una frase para transmitir una idea
concreta o del orden de exposición de los hechos.” (Barlow, 1994).

12 El escritor irlandés George Bernard Shaw escribió: “Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana, e
intercambiamos las manzanas, entonces tanto tú como yo seguiremos teniendo una manzana. Pero si tú tienes una
idea y yo tengo una idea, e intercambiamos ideas, entonces ambos tendremos dos ideas.”
16

Como hemos observado, los autores se constituyeron como sujetos de derecho con la
reproducción técnica de la escritura y con el consecuente surgimiento de la industria
editorial, es por ello que gran parte de la literatura universal –que precede al invento de
Gutenberg– fue generada por escritores, comentadores, editores y traductores anónimos.
Entre estos figuran “la epopeya de Gilgamesh, el Mahabharata y el Ramayana, la Ilíada y
la Odisea, el Popol Vuh, la Biblia y el Corán, las leyendas del Graal y del ciclo artúrico, el
Orlando Enamorado y el Orlando Furioso, Gargantúa y Pantagruel” (Wu Ming, 2002).

Son numerosos los ejemplos de expresiones artísticas y culturales sobre las que no rige
ninguna forma de apropiación privada, en las que la autoría es frecuentemente colectiva y
es imposible diferenciar originales de imitaciones u obras derivadas. Tal es el caso de los
pueblos originarios, en los que la actividad creativa “es colectiva, anónima, se basa en la
tradición (no en la supuesta originalidad a la que occidente rinde culto), y su objetivo es
que sea transmitida de generación en generación dentro de las diferentes comunidades”
(Álvarez Navarrete, 2009).

Muchas de las vanguardias estéticas del siglo pasado así como numerosas expresiones
contraculturales han cuestionado la legitimidad de la propiedad intelectual generando
muchas de las actuales tendencias estéticas integradas a la industria cultural del siglo XXI.
El dadaismo reivindicaba el “plagio creativo”, valiéndose de la estética cut-up –collage,
fotomontaje, etc.–, el situacionismo utilizó la fórmula “anticopyright”, luego retomada por
el punk (Wu Ming, 2002). Géneros musicales han surgido de la modificación y
reutilización de otros sonidos, como el dub jamaiquino –derivado del reggae–, este último
ha dado origen a nuevas formas de producir arte sonoro a partir de la utilización de la
mesa de mezclas como instrumento musical. Esto último impulsó el desarrollo de la
cultura del remix que se extendió con el hip hop y otros estilos de los que deriva gran parte
de la música electrónica contemporánea. La exploración nos puede conducir incluso al
constructivismo soviético de los primeros años de la revolución rusa de 1917.

01.3. Copiar es humano

Copiar, imitar a otros, es una actividad forma parte de los procesos de aprendizaje
(Exgae-Conservas, 2008). Además, la copia es una condición sine qua non de la
transmisión, el almacenamiento e incluso la lectura en las sociedades en red (Boyle, 2003).
17

Todos los contenidos a los que accedemos a través de Internet son replicados en nuestras
computadoras, podemos incluso pensar a esta actividad de copia, involuntaria y constante,
como el equivalente a lo que se denomina recepción en los medios masivos tradicionales
como la radio o la televisión.

El copyright, como muchos de los paradigmas del capitalismo moderno, se encuentra


actualmente en crisis. Las tecnologías digitales alteran radicalmente el escenario en el que
opera el ordenamiento jurídico que durante los últimos dos siglos afianzó la era
Gutenberg. Con la imprenta de tipos móviles el ejercicio del derecho exclusivo de
reproducción de las obras intelectuales plasmado en la figura del copyright ha sido
relativamente sencillo, el principal motivo se debe a que los medios reprográficos eran
costosos y se hallaban concentrados en pocas manos (Stallman, 2003:143). Por entonces el
copyright estaba destinado a regular la competencia comercial entre editores, aunque
también ha cumplido funciones de censura y control político (Rendueles, 2003).

El advenimiento de los diferentes medios y tecnologías que hicieron posible la realización


de copias a costos cada vez menores y sin pérdida de calidad, así como la creciente
prescindibilidad u obsolescencia de los soportes físicos han alterado el campo de acción del
copyright tradicional. Los medios reprográficos han dejado de ser una industria.

La arquitectura de Internet, abierta, flexible y descentralizada, habilita nuevas


condiciones de producción, distribución y consumo de bienes culturales. En efecto, el
diseño de la World Wide Web ha sido concebido para asegurar la comunicación entre
diferentes puntos utilizando múltiples y diferentes vías. Mediante el protocolo TCP/IP13 la
información se recombina –se fragmenta y recompone– en forma de paquetes, los cuales
son replicados en diferentes puntos de la red a efectos de permitir el flujo de información
sorteando cualquier impedimento. Los archivos informáticos no desaparecen en su punto
de origen sino que se replican en el o los puntos de destino (Calvi, 2006:44). A esta nueva
condición la llamaremos replicabilidad digital.

Esta nueva posibilidad técnica ha sido no positiva14 para gran parte de las industrias
culturales, principalmente para las empresas constituidas en torno a la distribución de

13 Transmisson Control Protocol/Internet Protocol (TCP/IP) es el protocolo sobre el cual se basan hoy todas las
comunicaciones que se producen en Internet y constituye su lógica estructural de funcionamiento (Calvi 2006:42).
14 Consideramos que las calificaciones de “perjudicial”, “destructiva” o “negativa” están lejos de caracterizar los efectos
de la digitalización sobre la industria de contenidos. Recurrimos al término “no positivo” por su carácter ambiguo.
18

obras en soportes físicos. Tal es el caso de las compañías discográficas y de gran parte de la
industria del entretenimiento consolidada durante la segunda mitad del siglo pasado.

Frente a esta situación, las organizaciones y empresas del sector realizan campañas para
combatir la así llamada “piratería”, entendida ésta como la utilización no autorizada de
bienes culturales. La protección de la propiedad intelectual, reformulada a través de la
extensión de la duración del copyright, la eventual suspensión de ciertos “usos legítimos”
(fair use) como el derecho de copia privada, así como el control técnico de las copias en
soporte físico15, es promovida en supuesto beneficio de autores y creadores.

En algunos países como México el régimen de copyright se extiende –luego de sucesivas


reformas– hasta 100 años después de la muerte del autor. La primeras legislaciones, como
el Estatuto británico (1710) o la Constitución estadounidense (1787), otorgaban una
protección de 14 años, que podía extenderse a 28 si el autor permanecía con vida. Íconos
de la cultura universal gozan de una protección que ha se incrementado debido a la presión
de las poderosas empresas que poseen los copyrights. En el caso de Mickey Mouse la
persistencia judicial de la Walt Disney Company logró en 1998 la sanción de la Copyright
Term Extension Act que impide que numerosas obras estadounidenses se encuentren hoy
en el Dominio Público. Los derechohabientes del célebre ratón animado han logrado
congelar los plazos del copyright de todas las obras norteamericanas anteriores a 1978.

En esta misma dirección destacamos dos casos relevantes que tienen lugar hoy día en
nuestro país. Los mismos ilustran dos diferentes aspectos de un mismo conflicto, es decir
la contradicción entre formas de propiedad y tecnologías que atentan contra ellas.

Uno es el proyecto de imposición de un gravamen a los medios digitales de


almacenamiento de información, el cual se aplica en países como España a efectos de
compensar las pérdidas económicas que afectan a las industrias culturales. Esta iniciativa
es impulsada a nivel nacional por la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y
Videogramas (Capif), la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (Sadaic), el
Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) y Sociedad General de Autores de
la Argentina (Argentores), entre otras organizaciones, y cuenta con el respaldo de
reconocidos artistas de la música nacional. En la madre patria ibérica se llama “canon

15 Sony, Microsoft y la BBC utilizan el DRM (Digital Right Managment) para controlar el acceso a contenidos no
autorizados. Todos los sistemas DRM han resultado ser ineficientes al hacerse masivos.
19

digital” o “canon por copia privada” y se aplica a numerosos productos de consumo


masivo, tales como tarjetas de memorias, cds y dvds grabables, entre otros.

Otra expresión de este conflicto es el proceso judicial emprendido contra Horacio Potel,
profesor de filosofía de la Universidad Nacional de Lanús, por parte de la Cámara
Argentina del Libro (CAL) a raíz de la producción de los sitios web Nietzsche en castellano
(www.nietzscheana.com.ar), Heidegger en castellano (www.heideggeriana.com.ar) y
Derrida en castellano (www.jacquesderrida.com.ar), los cuales albergaban “una completa
relación de los textos, vida y obra de los tres filósofos, además de fotos, biografías,
comentarios y enlaces”. Según el docente universitario se trataba de “una labor de
divulgación y curaduría sin fines de lucro”. El proceso fue iniciado a partir de un reclamo
realizado por la editorial francesa Les Éditions de Minuit. Desde entonces Potel se ha visto
obligado a desactivar dos de los sitios web y deberá afrontar un embargo patrimonial de
40.000 pesos por violación a la ley de propiedad intelectual.

Es de destacar que ambas iniciativas han sido resistidas desde diversos grupos de
usuarios, activistas e investigadores en TICs, a través de la participación a través de blogs,
foros y otras redes sociales, dentro y fuera de Internet. Llegando en el primer caso a
generar desde 200816 una importante masa crítica que ha obligado los legisladores a
reformular el proyecto de Ley de la Música, dentro del cual era propuesto el mencionado
“canon a todo objeto que permita el almacenaje, grabación y/o reproducción de música e
imagen”.

Si buscamos un elemento unificador para ambos casos tal vez podamos encontrarlo en el
canon por préstamo de libros que, de acuerdo a una directiva de la Unión Europea de
2007, se aplica a las bibliotecas públicas en el viejo continente. La misma establece un
canon de 0,20 euros por libro prestado que paga cada biblioteca, una medida que sin duda
beneficia a las casas editoriales en desmedro del derecho de acceso a la cultura.

Ampliando el plano internacional, un caso que tuvo en vilo a gran parte de la blogósfera
mundial fue la reciente condena a los responsables del portal de Internet The Pirate Bay
(thepiratebay.org), uno de los más concurridos sitios de descargas P2P. Los cuatro
ciudadanos suecos podrían pasar un año en prisión y deberán pagar una indemnización de

16 Desde entonces existe el blog informativo noalcanon.org y la lista de correo noalcanon@listas.usla.org.ar


20

30 millones de coronas17 por “asistir la distribución de material protegido por copyright”.

Además de Roxette y el envase tetrabrik, en Suecia se ha creado el primer Partido Pirata.


El Piratpartiet fue fundado en enero de 2006 y entre sus objetivos sostiene la reforma de
las leyes de copyright, la abolición del sistema de patentes industriales –en especial las
patentes farmacéuticas– y la defensa del derecho a la privacidad 18. El Partido Pirata
nórdico cuenta desde junio de 2009 con un diputado en el Parlamento europeo y se ha
extendido a otros países como Alemania, Inglaterra, España, Francia e Italia, entre otros.

En el viejo continente existen también proyectos de ley que apuntan a controlar el tráfico
en Internet mediante la instalación de sistemas de monitorización de usuarios, tales como
la llamada “Ley de los tres avisos” 19. La misma castiga con la desconexión a usuarios de la
red que descarguen en forma reiterada “contenidos no autorizados”. Tenemos razones para
pensar que en nombre de la propiedad intelectual el copyright deja de ser un instrumento
de regulación industrial –tal era una de sus funciones originarias– para convertirse en algo
cada vez más parecido a un dispositivo de control social. De aquí parte la defensa del
derecho a la privacidad que propugnan los militantes piratas en Suecia y otros países del
mundo desarrollado.

Volviendo a nuestras latitudes, no podemos dejar de destacar una serie de acciones


emprendidas por parte del Grupo Clarín –el mayor propietario de medios de comunicación
del país– que pueden ser definidas como “abusos de la propiedad intelectual” (Álvarez
Navarrete, 2009), tales como la anulación de cuentas de usuarios de YouTube que habían
publicado contenidos periodísticos20 cuyo copyright pertenece a empresas del grupo, así
como las intimaciones judiciales a blogueros por utilización de la marca Clarín, tal es el
caso del blog www.quetepasaclarin.com cerrado en agosto de 2009 a partir de una
demanda iniciada por el oligopolio mediático argentino.

La digitalización de medios y soportes socializa la actividad de copia: hacer réplicas


idénticas de algunas obras está hoy día al alcance de todos los mortales más o menos

17 La compañía de software sueca GFF ha comprado el portal por el doble esa cifra. Sus nuevos dueños aseguran que el
futuro The Pirate Bay contará con “mecanismos de compensación” a los suministradores de contenido.
18 Declaración de principios en español. Disponible en http://www.piratpartiet.se/international/espanol
19 Es también conocida como “Ley Hadopi” o “Ley Sarkozy”.
20 La Ley 11.723 de Propiedad Intelectual exceptúa a la publicación de información periodística de la obligación de
contar con la autorización expresa de su autor, señalando que las noticias de interés general pueden ser utilizadas,
transmitidas o retransmitidas, con la referencia a la fuente como único requisito.
21

alfabetizados digitalmente, aunque la posibilidad técnica existe desde la fotografía. Es tal


vez por ello que Walter Benjamin se refería a ésta como “el primer medio de reproducción
de veras revolucionario”, en tal sentido observamos que la replicabilidad de la información
digital plantea un conflicto que atraviesa la superestructura jurídica que heredamos de la
era Gutenberg.

El desarrollo de la fotografía amateur –el paso del dagorrotipo a las películas enrolladas–
se debe como muchas técnicas de aplicación en principio rechazadas por leyes o
costumbres, a un entorno legal que finalmente resultó favorable. Lawrence Lessig observa
que quien toma una fotografía se lleva algo –hubo quienes pensaron que era el alma– de lo
fotografiado. Esto se planteó como un problema en términos jurídicos que pudo haber
obturado la difusión del invento de George Eastman: el carrete de papel que en el año 1888
provocó la sustitución de las placas de cristal empleadas hasta entonces (Lessig, 2004:47).

En el terreno del Derecho (Boyle, 2003; Lessig, 2000; Almeida, 2006) no son pocos los
investigadores que señalan la existencia de un “vacío legal”, es decir la ausencia de un
marco jurídico que esté en condiciones de regular las prácticas emergentes ligadas a
determinados usos de las TICs. No podemos dejar de señalar que muchas de las prácticas
que en otros tiempos fueron señaladas como piratería no hicieron más que anticipar
futuros hábitos de consumo legítimos. Para observar ello podemos rastrear hacia los
orígenes de cada uno de los “conglomerados de medios” (Lessig dixit) de la industria
cultural, tales como el cine, la industria discográfica, la radio o la televisión por cable
(Lessig, 2004:67).

En este sentido Lessig nos recuerda que “la historia de la industria de contenidos es una
historia de piratería”. El catedrático de la Universidad de Standford se refiere a la piratería
como la acción de “usar la propiedad creativa de otros sin su permiso” y sostiene que esta
práctica ha sido la génesis de cada uno de los conglomerados mediáticos.

La industria del cine de Hollywood fue construida por “cineastas piratas” que emigraron
desde la costa este a California a principios del siglo pasado “para escapar de los controles
de las patentes concedidas al inventor del cine, Thomas Edison” (Lessig, 2004:67).
Establecidos en Los Ángeles los realizadores independientes pudieron desarrollar su
actividad por fuera del monopolio que ejercía la Motion Picture Patents Company.
22

Cuando fueron inventadas las máquinas para reproducir música (Edison el fonógrafo,
Fourneaux la pianola), las leyes “daban a los compositores el derecho exclusivo para
controlar las copias de su música y el derecho exclusivo para controlar los conciertos
públicos de sus obras”. Las compañías discográficas hoy no existirían si no se hubiese
elaborado una excepción a la ley de copyright que otorgase a las mismas “la libertad de
distribuir copias de grabaciones en tanto que le pagaran al compositor” (Lessig, 2004:74).

De acuerdo con Lessig la radio también nace de un acto de piratería. Las emisoras
radiales actualmente sólo le pagan al compositor y no a los intérpretes de la música que
difunden por el éter. Esto es posible porque “la promoción que éstos obtienen vale más que
los derechos de interpretación a los que renuncian” (Lessig, 2004:76). Dado que la
transmisión radial implicaba un “interpretación en público” en este caso también fue
realizada una excepción al copyright como sucedió con la música grabada.

La televisión por cable tuvo su origen en 1948 en Estados Unidos, emitiendo contenidos
de canales de la televisión abierta. El Congreso tardó unas tres décadas para decidir si las
empresas de cable debían pagar por las emisiones que “pirateaban”. Finalmente las
mismas fueron obligadas a pagar por los contenidos que emitían, aunque el precio sería
fijado por ley y no por los titulares de los copyrights, a efectos de impedir la extensión de
los monopolios de los canales de TV (Lessig, 2004:78).

Al surgir las tecnologías de grabadoras de video, Disney y Universal demandaron a Sony


dado que las videograbadoras podían ser utilizadas para grabar películas y programas
protegidos con copyright. El Tribunal Supremo de los Estados Unidos llegó a considerar
responsable a Sony de crear una tecnología ilegal, aunque esta decisión fue finalmente
revocada. Lessig concluye: “El Congreso estaba convencido de que el cine estadounidense
ya sacaba bastante, a pesar de que se «tomaran» estos contenidos” (Lessig, 2004:94).

Cada vez que una nueva tecnología modifica la forma en la que se distribuyen los
contenidos los propietarios de los copyrights suelen avistar piratas. Este fenómeno, como
hemos observado, se reitera con la emergencia de las nuevas posibilidades que abre la
replicabilidad digital, las cuales ponen en crisis a los paradigmas anclados en los soportes
físicos.
23

Un informe de la CEPAL señala que esta crisis es “la cara visible de un complejo
fenómeno de «destrucción/creativa» de naturaleza Schumpetereana en el que productos,
actividades económicas y empresas desaparecen –o se transforman radicalmente– al
transitar del mundo analógico al digital” (Katz, 2006). Esto que Roger Fiddler (1998)
describe como la tercer gran mediamorfosis, es decir, la transformación de los medios
resultante de una compleja interacción de factores políticos, culturales, tecnológicos y
económicos, marcada por el surgimiento del lenguaje digital. Se trata indudablemente de
un hecho conflictivo, como han sido en tiempos remotos la aparición del lenguaje hablado
y más tarde el lenguaje escrito (Fiddler, 1998).

Los sistemas de intercambio de archivos P2P (peer-to-peer), han protagonizado el hecho


maldito de la industria cultural del nuevo siglo. Entre los mismos hoy se destacan
aplicaciones como Emule, Soulseek, Ares y los diversos administradores de torrents21.

Joost Smiers explica en forma simplificada el funcionamiento de los sistemas P2P: “Su
principio básico es la informática «de igual a igual», que permite a los usuarios descargar
software sin pagar y tener acceso directo a los archivos de los ordenadores de otro. De
hecho, en estos sistemas cada ordenador conectado controla el catálogo musical propio.
Los catálogos separados se conectan entre ellos contactando con al menos dos ordenadores
más en la red, los cuales a su vez están conectados con otros dos ordenadores. Cuando
alguien da la orden de búsqueda, por ejemplo, de una pieza musical, su ordenador explora
el catálogo del siguiente ordenador, etcétera, hasta que encuentra la canción deseada”
(Smiers, 2001).

Ante la ofensiva legal iniciada a principios de siglo por las organizaciones de gestión de
copyrights en Estados Unidos, principalmente la Asociación de la Industria Discográfica
(RIAA) y la cinematográfica MPAA 22, varios sistemas de intercambio P2P pioneros, como
Napster y su sucesor Kazaa, han devenido plataformas de distribución y comercialización
de productos culturales on line.

Además del intercambio de archivos multimedia, podemos encontrar otros usos de la

21 BitTorrent es un protocolo diseñado para el intercambio P2P. Se vale de pequeños archivos con extensión .torrent
frecuentemente distribuidos en páginas web y que contienen la dirección de los servidores encargados de localizar las
fuentes del archivo buscado.
22 En 2003 la RIAA interpuso 261 demandas millonarias contra individuos que habían accedido a archivos mp3
mediante redes P2P. Al año siguiente fueron demandadas otras 532 personas (Pasquel, 2004:10).
24

arquitectura P2P en sistemas de telefonía por Internet (Skype) así como en el


procesamiento de grandes bases de datos para la realización de cálculos científicos o en
redes de información descentralizadas diseñadas a efectos de impedir la censura (Freenet).

La industria de la música está dejando de ser estrictamente discográfica al tiempo que los
sitios de descarga legal y el software multimedia, junto a los nuevos dispositivos digitales
representan nuevos modelos de negocio basados en la explotación de la producción
cultural. Observemos cómo los hits de la industria musical devienen ringtones para
teléfonos celulares. Hoy podemos señalar que las nuevas condiciones de producción,
distribución y consumo que habilita la digitalización han transformado sustancialmente a
las industrias culturales.

En este sentido, destacamos las conclusiones del Manifiesto P2P (2005) que frente a los
pronósticos apocalípticos de gran parte de la industria del entretenimiento, afirma que el
P2P es positivo para las empresas, los usuarios y el mercado. Marco Montemagno, profesor
de la Università Cattolica del Sacro Cuore de Milán y autor del manifiesto, señala que los
“sistemas con servidores centralizados y descentralizados están evolucionando, mejorando
cada día, añadiendo nuevas características que hacen, como práctico, totalmente inútiles
las querellas”. Montemagno señala además que se trata de un fenómeno imparable y
advierte que “la cantidad y calidad de tecnologías P2P es directamente proporcional al
número de denuncias realizadas para detener el P2P”.

Para concluir este capítulo citamos a John Perry Barlow, letrista de la legendaria banda
de rock psicodélico Grateful Dead y ciberactivista23: “La legislación de propiedad
intelectual no se puede remendar, adaptar o expandir para que contenga los gases de la
expresión digitalizada, de la misma manera que tampoco se puede revisar la ley de bienes
inmuebles para que cubra la asignación del espectro de la radiodifusión”.

Hemos observado que una práctica aparentemente trivial, como bajar un mp3 o
fotocopiar un libro, implica una dimensión social y política que nos obliga a analizar las
transformaciones históricas que se desarrollan a escala planetaria.

23 Barlow es fundador de Electronic Frontiers Foundation, una organización destinada a la defensa de los derechos
constitucionales de libertad de expresión en el contexto de la era digital.
25

02. Prosumidores y replicantes


02.1. Economía política

“Hoy en el mundo hay menos comunistas que ayer. Hay una suerte de comunistas
modernos que desde diferentes modos pretenden terminar con los incentivos para
músicos, realizadores y programadores de software. Piensan que estos incentivos no
deberían existir...”24 (William Henry Gates III, empresario estadounidense)

En su libro La Tercera Ola, Alvin Toffler –escritor futurista y asesor de empresarios–


señala que a raíz de la revolución industrial se produce una escisión entre productores y
consumidores, el mundo se reparte entre unos y otros, pasando de una economía de la
producción –la producción para el uso de la sociedad agrícola– a una economía del
intercambio –de mercado–, es decir, a la moderna sociedad industrial. Toffler se refiere al
mercado como la red de intercambio resultante de la separación entre productor y
consumidor, definido en sus propios términos como parte de la “segunda ola”.

A partir de los tests de embarazo las personas comunes empezamos a hacer algo que
hasta entonces requería de médicos y laboratorios. Aquí reaparece, según Toffler, el
prosumidor, a partir de “un progresivo difuminarse de la línea que separa al productor del
consumidor” (Toffler, 1980:262). Encontramos prosumidores en el “hágalo usted mismo”
del bricolaje así como en los “usuarios co-desarrolladores” de la actual fase del proceso
evolutivo de Internet conocida como Web 2.025.

El documental Good Copy Bad Copy (Johnsen, Christensen y Moltke, 2007) –que aborda
“el estado actual del copyright y la cultura”– concluye afirmando que en nuestros días la
mayor competencia que tiene la industria de Hollywood está protagonizada por los mismos
espectadores. En el terreno de la ficción, la última película de Michel Gondry, Be Kind
Rewind (2008) muestra a unos empleados de videoclub devenidos realizadores
audiovisuales que recrean películas taquilleras con recursos y actores del barrio. Los fims
“suecados” (sweded) serán confiscados y destruidos en nombre de los derechos de
propiedad intelectual.

24 “There are fewer communists in the world today than there were. There are some new modern-day sort of
communists who want to get rid of the incentive for musicians and moviemakers and software makers under
various guises. They don’t think that those incentives should exist.”
25 A diferencia de la web precedente, los contenidos de la 2.0 son producto de la participación activa de los usuarios.
Ejemplos de esto son Wikipedia, YouTube, Flickr, Fotolog, Blogger, MySpace, Facebook, etc.
26

“Rip, mix and burn” dice un aviso de Apple que en español se traduce como “Toma,
mezcla y quema”, el slogan a su vez puede reactualizarse eliminando la fijación en soporte
físico –el “quemado” del disco– reemplazando el verbo “quemar” por “subir” –de “subir a
Internet”–. Podemos pensar que los verbos “subir” y “bajar” son dos metáforas técnicas
que en la sociedad de la información remiten al verbo “compartir”.

De acuerdo al materialismo histórico cuando hay transformaciones en las fuerzas


productivas y los medios de producción –la base material– se desata el conflicto en la
superestructura jurídica, es decir en la relaciones de propiedad que configuran la
organización de cada sociedad.

En el Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, Marx afirma que:


“Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la
sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no
es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las
cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas,
estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social.
Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa
superestructura erigida sobre ella...” (Marx, 1859)

De este modo el conflicto que gira en torno al copyright “expresa en su forma más
inmediata la contradicción de base del sistema capitalista: la que se da entre fuerzas
productivas y relaciones de producción/propiedad” (Wu Ming, 2002). La teoría marxista
nos aporta el marco conceptual, aunque hay autores como Paolo Virno (2003) que afirman
que esta contradicción se ha vuelto componente del sistema.

Pierre Lévy sostiene que desde el neolítico hasta la revolución industrial el principal
medio de producción había sido la tierra y que a partir de entonces los medios pasaron a
materializarse en las máquinas y la infraestructura técnica. En tal sentido señala además
que “desde hace algunas decenas de años, y probablemente cada vez más en el futuro, los
principales medios de producción serán las ideas” (Lévy, 2001) .

En este mismo sentido, son numerosos los investigadores que nos señalan que la
sociedad de la información implica una economía de las ideas. Capital, conocimiento,
27

información. Los bienes inmateriales, resultantes del trabajo intelectual, han empezado a
ocupar el lugar de los medios de producción. Los estudios desplazan a las fábricas.

Trabajo intelectual: “Marx distingue allí en el trabajo intelectual dos clases. Por un lado,
la actividad inmaterial o mental que «resulta en mercancías que tienen una existencia
independiente del productor (...) libros, cuadros, objetos de arte en general diferentes de la
prestación artística de quien los escribe, pinta o crea». Esta es la primera clase de trabajo
intelectual. Por otro lado —escribe Marx—, se consideran todas las actividades en las que
«el producto es inseparable del acto de producir», es decir, las actividades que se cumplen
en sí mismas, sin objetivarse en una obra que trascienda la acción.” (Virno, 2003)

General intellect: “Marx señalaba la creciente aplicación de la ciencia al proceso


productivo, objetivada en el sistema de máquinas, de tal forma que «el conocimiento social
general se ha convertido en fuerza productiva inmediata». (...) la específica centralidad del
intelecto general vendría menos significada por la objetivación científica en los dispositivos
tecnológicos, como por la «puesta a trabajar» de las capacidades intelectuales y linguísticas
genéricas en el proceso productivo, hasta el punto que la «cooperación entre cerebros»
deviene principal recurso económico y auténtico capital fijo del tejido empresarial.”
(Rodríguez y Sánchez, 2004:15)

Scott Lash observa que el orden político y económico actualmente emergente se sustenta
en la acumulación de bienes inmateriales (Lash, 2005). Es decir, bienes de naturaleza
simbólica, bienes culturales, productos del conocimiento. Los nuevos medios de
producción del capitalismo informacional están entonces constituidos por símbolos,
códigos, signos linguísticos y matemáticos, así como por competencias y disposiciones
resultantes del trabajo y de la formación (Blondeau, 2004:34).

De acuerdo con Lash, en el orden global de la información los medios y las relaciones de
producción son desplazados por los medios y las relaciones de comunicación. Podemos
decir que el mensaje del informacionalismo es que el medio de producción es el contenido.

“Toda la propiedad intelectual está elevada en el aire, desarraigada en comparación con


la propiedad real. Esta última se basa en la acumulación de capital; la propiedad
intelectual, en la acumulación de información. La propiedad real se basa en la acumulación
28

de lo mismo: como dijo Marx, «tiempo de trabajo coagulado homólogo». La propiedad


intelectual se basa en la acumulación de diferencia. Todo prototipo debe ser diferente del
anterior. La propiedad intelectual se basa en la acumulación de símbolos y significado”
(Lash, 2005:54).

En el capitalismo informacional “el poder quizás actúa menos a través de la explotación


que de la exclusión. La propiedad real de los medios de producción trae aparejado el
derecho a explotar. La propiedad intelectual acarrea el derecho a excluir.” (Lash, 2005:57).

Lash define tres formas de la propiedad intelectual, las cuales como hemos señalado son
el copyright, la patente industrial y la marca comercial. Por economía linguística y de
acuerdo con el autor hablamos de copyright, patente y marca (brand). La patente se
encarga del registro de los prototipos materiales, mientras que el copyright registra los
prototipos simbólicos (Lash, 2005:54). Seguimos a Lash y llamamos prototipos a los
productos elaborados en laboratorios y estudios26 –espacios de trabajo y producción
intelectual–, los cuales “ocupan en la sociedad de la información el lugar central que en la
sociedad industrial tenía la fábrica” (Lash, 2005:242).

Los copyrights y las patentes implican invenciones o innovaciones, mientras que la marca
no requiere un trabajo de producción sino de diseño: la marca no crea nuevas unidades de
propiedad intelectual sino que valoriza las existentes. Observemos que el trabajo del
diseñador gráfico contemporáneo está frecuentemente ligado a la producción de marcas.
Lash señala que “para estar registradas, las marcas (...) –y los bienes simbólicos asociados
a ellas– ya deben tener una presencia en el ámbito público” (Lash, 2005:54).

El proceso de valorización de mercancías que constituye la producción de marcas


(conocido también como branding) es particularmente significativo, en tal sentido Andrea
Fumagalli afirma que “el valor de la mercancía aumenta al aumentar su significado
simbólico y su capacidad de generar imaginario que es compartido entre los clientes”. Esta
valorización tiene su origen en “elementos de total inmaterialidad, creados por
convenciones comportamentales o actividades relacionales comunes como sucede en el
funcionamiento de los mercados financieros” (Fumagalli, 2009).

26 El sentido de “estudios de nuevos medios” como los que se emplazan en Hollywood. También se incluyen en esta
categoría los estudios de diseño y arquitectura, entre otros.
29

Otra forma de propiedad intelectual es la patente industrial. Una patente es un conjunto


de derechos exclusivos concedidos a un inventor o a su cesionario, por un período limitado
de tiempo a cambio de la divulgación de una invención. Para obtener una patente, la
invención –que puede ser un objeto o proceso– deberá contar con aplicación industrial y
su inventor deberá revelar sus conocimientos para favorecer el progreso de la sociedad a
cambio de la exclusividad durante un periodo limitado de tiempo. Como el copyright la
patente industrial implica también una “transacción social” efectuada sobre el
conocimiento.

La aplicación de patentes a programas informáticos atraviesa actualmente una


controversia, una de las principales objeciones señala que tanto el código fuente y como el
código objeto27 de cada programa ya se encuentran protegidos por copyright, incluso para
la mayoría de las legislaciones del mundo el software no es considerado una invención. Las
patentes de software –que se aplican en Estados Unidos y Canadá– han sido rechazadas
por el Parlamento Europeo en 2005.

Como hemos señalado anteriormente y de acuerdo con Manuel Castells asistimos a una
nueva forma de organización social en la que la generación, el procesamiento y la
transmisión de la información se convierten en las fuentes fundamentales de la
productividad y el poder (Castells, 1999:37). Información, conocimiento, poder. En este
nuevo ordenamiento global, que llamamos capitalismo cognitivo, “el conocimiento es el
motor de la acumulación” (Fumagalli, 2009).

La característica principal de capitalismo cognitivo es que “cada vez más en los elementos
inmateriales, vale decir en las «materias primas» intangibles, difícilmente mesurables y
cuantificables, que descienden directamente del uso de las facultades relacionales,
sentimentales y cerebrales de los seres humanos” (Fumagalli, 2009). El capitalismo
cognitivo trae consigo la “desmaterialización del capital fijo y la transferencia de sus
funciones productivas y organizativas en el cuerpo vivo de la fuerza-trabajo” (Fumagalli,
2009).

Como señala Blondeau “el signo es ahora considerado como un producto acabado que,
por definición, no puede evolucionar sin autorización del propietario, y que solamente
27 El código fuente es como la “receta” del programa, legible por programadores, mientras que el código máquina (o
“binario”) es el que resulta de la compilación del código fuente y es ejecutable por computadoras.
30

puede ser consumido” (Blondeau, 2004:41). De este modo el capitalismo cognitivo efectúa
cercamientos en la inteligencia colectiva que producen una ruptura de la “transacción
social” sobre el conocimiento que representaba el copyright. Observemos además que la
subordinación del general intellect a la producción de valor es parte esencial del
capitalismo cognitivo (Rodríguez y Sánchez, 2004:19).

02.2. Distopía cyberpunk

La distopía es una utopía negativa. La ficción se anticipa de este modo a los


totalitarismos en ciernes. Un mundo feliz (Aldous Huxley, 1932), 1984 (George Orwell,
1948), Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953). La literatura como anticipación del fascismo.

Una distopía cyberpunk nos advierte sobre las posibilidades totalitarias de las tecnologías
de la información. Los escenarios distópicos presentan sociedades controladas por
corporaciones supranacionales, mentes alienadas por ubicuos medios de comunicación,
inteligencia artificial, vigilancia total y otros elementos ya presentes en las distopías
clásicas. Otras expresiones describen un mundo postnuclear, de nómades Bruce Sterling y
William Gibson son considerados fundadores de este movimiento literario, siendo la
novela Neuromante, publicada por Gibson en 1984, la más representativa del género. En
esta última es acuñado el término “ciberespacio”.

Con el cyberpunk, se produce un quiebre dentro de la ciencia ficción, hasta entonces


saturada de extraterrestres y viajes por el cosmos, expresado en “un giro hacia un realismo
sucio” (Gradin, Iglesias, 2008). Además de expresarse a través de la literatura y el comic, y
de ser ampliamente explotado en el cine con decenas de títulos28, el cyberpunk asume un
tipo de militancia que lo vincula estrechamente con la cultura hacker, a la cual dedicamos
el tercer capítulo del presente ensayo. En el mundo de habla castellana situamos como
referencia al Grupo Ciberpunk Español29, activo entre 1986 y 2006, y abocado a la “defensa
de los derechos y libertades civiles en el ciberespacio” (o ciberactivismo).

Como señalamos en la introducción, este ensayo empezó indagando sobre prácticas de


legalidad dudosa –mas no ilegítimas–, buscando comprender el problema en sus más

28 Una recortada selección incluye: Blade Runner (Ridley Scott, 1982), Terminator (James Cameron, 1984), Total
Recall (Paul Verhoeven, 1990), Gattaca (Andrew Nicol, 1997), Ghost in the Shell (Mamoru Oshii, 1995), The Matrix
(Wachowski Bros., 1999). Selección y reseñas completa en: http://societarts.com/2009/02/10/el-delirio-ciberpunk/
29 Blog museo del Grupo Ciberpunk Español: http://www.ciberpunk.info
31

amplias dimensiones, desde una desconfianza intuitiva motivada por ciertas irreverencias
juveniles. Este ensayo en un principio buscó poner en cuestión la legitimidad del discurso
“antipiratería”, lo cual nos ha llevado a indagar sobre la referencia copyleft. Esto nos ha
permitido descubrir cómo las iniciativas ligadas a la propiedad intelectual están adoptando
un perfil abiertamente agresivo que con frecuencia criminaliza a los usuarios de las TICs.
Esto sucede no sólo porque hoy es más fácil realizar copias, sino porque, como hemos
señalado, el capitalismo de nuestro tiempo se ha informacionalizado. El conocimiento
forma parte de los medios de producción, ya no sólo como conocimiento objetivado en
máquinas o tecnología (Marx, 1972) sino como fuerza productiva.

Nuestra época es testigo de un proceso creciente de privatización de bienes inmateriales.


El mismo se manifiesta, como hemos señalado anteriormente, a través de la extensión de
los plazos de protección de los copyrights (Lessig, 2004) o la expansión de los alcances del
sistema de patentes, en lo que podemos describir como la ampliación de los dominios de la
propiedad intelectual. Este fenómeno es denominado por James Boyle (2003) como el
“segundo movimiento de cercamiento”, en referencia a los procesos de clausura
(enclosure) que tuvieron lugar en Inglaterra a partir del siglo XV, mediante los cuales
fueron convertidas en propiedad privada las tierras comunales (commons).

El proceso de clausura operó separando a los trabajadores de los medios de producción,


las tierras comunales de pastoreo fueron cercadas y dieron origen a la agricultura
extensiva. “Así los campesinos ingleses fueron «liberados» de todo medio previo de
subsistencia, arriados hacia las nuevas ciudades fabriles, y preparados para la relación
salarial y la disciplina de la producción capitalista” (Negri y Hardt, 2000:155). Este
proceso de transformación histórica, como señalamos en párrafos previos, se inscribe
dentro de la “segunda ola” que describe Alvin Toffler (1980), a partir de la cual la
humanidad se reparte entre productores y consumidores.

De acuerdo con Boyle observamos la emergencia de nuevos derechos de propiedad que


resultan más «intelectuales» que «reales». Por su parte Lash sostiene que la propiedad
intelectual se halla “elevada en el aire”. Como sucedió con los enclosures que dieron origen
al capitalismo, la apropiación se extiende sobre objetos que hasta entonces eran
considerados inapropiables.
32

A través de los nuevos enclosures “asistimos a una mutación profunda del capitalismo,
que resumimos con el término de capitalismo cognitivo” (Boutang, 2004:108). Se trata de
“un cambio del régimen de acumulación capitalista (...) y un cambio de las relaciones de
producción propiamente dichas (…) una transición que comporta mutaciones tan radicales
como las que señalaron el paso del capitalismo mercantil esclavista y absolutista al
capitalismo industrial asalariado y «democrático»” (Boutang, 108:2004).

El patentamiento del genoma humano puede servir como leit motiv para un relato
cyberpunk. Especies vegetales, imágenes religiosas, algoritmos matemáticos y otros
objetos que eran concebidos como propiedad común –o se consideraban bienes no
mercantilizables– ingresan dentro de la esfera de derechos de propiedad nuevos o
recientemente ampliados (Boyle, 2003).

Un breve relato cyberpunk del filósofo Richard Stallman, El derecho a leer (1997), nos
orienta en tal sentido. En un pasaje del mismo relata: “cada libro tenía un control de
copyright que informaba de cuándo y dónde fue leído, y quién lo leía, a la oficina central de
licencias (usaban esa información para descubrir piratas, pero también para vender
perfiles personales a otras compañías)”.

Como señalan diversos investigadores del campo del Derecho (Boyle, 2003; Lessig,
2000; Almeida, 2006), el incremento de la copyrights, patentes y derechos autorales opera
en detrimento del Dominio Público, es decir del acervo cultural que nos brinda
herramientas para pensar, imaginar y crear. Si este tipo de protección sigue en aumento es
probable que avancemos hacia un futuro distópico regido por una “cultura del permiso”
(Lessig, 2000) en la que todos los derechos estarán reservados para unos pocos.
33

03. Libre, legal, seguro y barato


03.2. Una genealogía

“La revolución de la tecnología de la información, de forma medio consciente, difundió


en la cultura material de nuestras sociedades el espíritu libertario que floreció en los
movimientos de la década de los sesenta. No obstante, tan pronto como se difundieron
las nuevas tecnologías de la información y se las apropiaron diferentes países, distintas
culturas, diversas organizaciones y metas heterogéneas, explotaron en toda clase de
aplicaciones y usos, que retroalimentaron la innovación tecnológica, acelerando la
velocidad y ampliando el alcance del cambio tecnológico, y diversificando sus fuentes”
(Manuel Castells, 1999)

Como señala Castells, las redes informáticas son el resultado de “una mezcla única de
estrategia militar, colaboración técnica e innovación contracultural” (Castells, 1999:384).
Incluso podemos afirmar que el desarrollo de lo que hoy conocemos como computadoras
personales y por tanto el uso de la informática a nivel doméstico responde a motivos de
innovación contracultural, antes que a estrategias políticas o motivaciones comerciales. Se
trataba frecuentemente de experimentos improvisados por grupos de aficionados en
garages, los cuales estaban impregnados por las ideas progresistas que caracterizaban por
entonces a la costa Oeste de Estados Unidos. Por entonces el principal interés de la
incipiente industria informática –encabezado por IBM y Hewlett Packard– estaba volcado
a los mainframes o supercomputadoras, máquinas del tamaño de una heladera que eran
administradas por operadores especializados (Himanen, 2004:130).

En esta misma dirección, el sociólogo finés Pekka Himanen observa además que “los
símbolos más conocidos de nuestra era, la red, el ordenador personal y el software (...), no
fueron en realidad creados por empresas o gobiernos, sino por individuos entusiastas que
empezaron a llevar a la práctica sus ideas con otros individuos de intereses afines que
trabajaban a su propio ritmo” (Himanen, 2004:5).

Los orígenes de la red de redes se remontan a los tiempos de la Guerra Fría, la primitiva
Internet fue concebida como un sistema de telecomunicaciones resistente a ataques
nucleares. Por entonces su nombre era Arpanet (Advanced Research Projects Agency
Network) y era desarrollada por el Departamento de Estado norteamericano en
34

colaboración con los principales núcleos de investigación informática (MIT, Berkley y


Standford, entre otros). A efectos de impedir que un ataque nuclear interrumpiese las
comunicaciones, la estructura de la red se organiza mediante un esquema descentralizado
de nodos interconectados que garantizan el flujo de información, al tiempo que es capaz de
responder ante sus propios fallos. Estas características han definido el protocolo TCP/IP
que hace posible en la actualidad el funcionamiento de la World Wide Web.

Steve Wozniak, cofundador de Apple e integrante del pionero Homebrew Computer Club
fundado en 1975 afirma: “Provenía yo de un grupo de lo que llamaríais beatniks o hippies,
una pandilla de técnicos que comentábamos nuestras ideas radicales sobre una revolución
en la información y el modo en que íbamos a transformar por completo el mundo llevando
los ordenadores a los hogares” (Himanen, 2004:130).

En este trabajo echamos luz sobre los aspectos contraculturales que señalan Himanen y
Castells, es decir, aquellas prácticas y tendencias que desafían los valores establecidos y
que son capaces de generar transformaciones sociales. Intuimos incluso que ciertos
elementos de la cultura contestataria estadounidense de los sesentas –tales como la “nueva
izquierda”, el hippismo o la psicodelia– se han filtrado entre los intersticios de la red.
Aunque más allá del imaginario aire de familia y la supuesta vinculación entre sesentas y
dosmiles, vale preguntarse ¿qué prácticas distinguen a unos y otros? ¿qué discursos? ¿qué
utopías? En estos elementos de la contracultura vislumbramos perspectivas que resultan
útiles para abordar el conflicto que aquí trabajamos.

En este sentido nuestra investigación se extiende hacia la cultura hacker, encarnada en


los pioneros de los principales núcleos académicos de investigación informática
estadounidense de las décadas de los sesenta y setenta. Somos conscientes de que las
referencias del término “hacker” son comúnmente vinculadas a la “piratería informática”,
el robo de datos o la producción de virus y otras prácticas socialmente lesivas realizadas
mediante computadoras. Los medios masivos de comunicación han abonado un
imaginario que asocia hackers con delincuentes que operan mediante tecnología
informática, por lo cual la figura del hacker ha sido frecuentemente asociada a una
mitología entre contestataria y delictiva (Alonso, 2007:184).

No parece casual esta confusión de términos –nuevamente desde nuestra intuición


35

desconfiada–, “pirata” y “hacker” son casi la misma cosa para el sentido común. Quien
copia o distribuye bienes informacionales sin permiso es –en el imaginario
contemporáneo– asimilable a aquel que pugna porque la información, en tanto bien social,
deba permanecer accesible. Un intelectual podría observar esto último que se aproxima a
la diferencia hobbesiana entre delincuente y revolucionario. A partir del concepto de
cultura hacker podemos distinguir el carácter social de una práctica que al ser colectiva se
distingue de la delincuencia individual30.

En la primer Conferencia de Hackers celebrada en California en 1984, Stewart Brand,


referente intelectual del hippismo31, afirmaba: “La información quiere ser libre”. La frase
hizo historia, ya que “se convirtió en una consigna central para muchos grupos ligados al
debate sobre las libertades civiles en los nuevos entornos digitales” (Gradin, Iglesias,
2008).

En este capítulo describiremos las principales características de la cultura hacker, la cual


aborda la informática desde una perspectiva política, planteando importantes reflexiones
en torno a las TICs y sus efectos sociales, entre otros aspectos.

En su libro La ética del hacker y el espíritu de la era de la información, escrito en


colaboración con Manuel Castells y Linus Torvalds (creador del kernel32 Linux), Himanen
investiga el universo hacker y describe una serie de aspectos que desarrollamos a
continuación.

La ética del trabajo hacker se caracteriza por la realización de “exploraciones lúdicas” que
tienen como objeto a las TICs, aunque no es la informática el terreno exclusivo del
hackerismo. En este sentido, según Himanen, identificamos a los hackers de acuerdo a una
actitud apasionada de investigación intelectual, una disposición que plantea “un reto social
de índole general que pone en tela de juicio la ética protestante del trabajo” (Himanen,
2004:16). Recordemos que esta última según Max Weber ha configurado el espíritu del
capitalismo, el cual como sintetiza Wikipedia está caracterizado por “hábitos e ideas que

30 Dentro del argot hacker se denomina “cracker” al hacker que se dedica a violar la seguridad de sistemas informáticos
para beneficio propio, el término deriva de “criminal hacker” y es el equivalente a “pirata informático”.
31 Brand, además de experimentar con la psicodelia, publicó The Whole Earth Catalogue (1968-1972), considerada
como la biblia de los hippies y de los primeros ecologistas. Es además fundador de WELL (Whole Earth ’Lectronic
Link) –una de las primeras comunidades online–, así como de la Long Now Foundation, entre otras organizaciones.
32 El kernel o núcleo es la parte fundamental de un sistema operativo, es el encargado de gestionar los recursos del
hardware para cada una de las aplicaciones que compone el resto del software.
36

favorecen el comportamiento racional para alcanzar el éxito económico”.

Así como el precedente de la ética protestante se halla –según Weber– en el monasterio,


Himanen encuentra en la academia griega al precedente más remoto de la ética hacker. De
este modo afirma que “el precedente histórico de la ética del hacker es la ética académica o
científica (cuando el sociólogo de la ciencia Robert Merton expuso su célebre teoría sobre
el desarrollo de la ética científica en el Renacimiento, hizo hincapié en que una de las
piedras angulares era el «comunismo», es decir, la idea de que el conocimiento científico
tenía que ser público). (Una idea que el Renacimiento había recuperado de la ética
académica de la primera comunidad científica, la Academia de Platón, que se basaba en la
idea de la synusia, la acción concertada, en la cual el conocimiento era compartido
libremente.)” (Himanen, 2004:42).

Merton señala que el “comunismo” científico “es incompatible con la definición de la


tecnología como «propiedad privada» en una economía capitalista” (Merton, 1977). En
este sentido señala que el “comunismo” (las comillas son del autor) junto al
universalismo, el desinterés y el escepticismo organizado representan las cuatro
piedras angulares del ethos científico.

“Los hallazgos de la ciencia son un producto de la colaboración social y son asignados a la


comunidad. Constituyen una herencia común en la cual el derecho del productor
individual es severamente limitado. Una ley o teoría que lleva el nombre de un científico no
entra en la posesión exclusiva del descubridor y sus herederos, ni las normas les otorgan
derechos especiales de uso y disposición. Los derechos de propiedad en la ciencia son
reducidos a un mínimo por el código de la ética científica. El derecho del científico a «su»
propiedad intelectual queda limitado al reconocimiento y la estima que, si la institución
funciona con un mínimo de eficiencia, son proporcionales al incremento aportado al fondo
común de conocimiento” (Merton, 1977).

Himanen nos recuerda además que “si bien el espíritu del capitalismo encontró en la
ética protestante su justificación esencialmente religiosa, pronto llegaría a emanciparse de
la religión y empezaría a actuar conforme a sus propias leyes” (Himanen, 2004:18). La
ética protestante implica la organización del tiempo centrada en el trabajo por lo que al
sacar el reloj del monasterio e implantarlo en la vida cotidiana de todos los mortales,
37

produce transformaciones que “dan luz al concepto de trabajador moderno y a las nociones
de lugar de trabajo y horario relacionadas con esta nueva identidad” (Himanen, 2004:35).
En contraste con el capitalismo de raíz protestante la vida hacker no se organiza “en
términos de una jornada laboral rutinaria y optimizada de forma constante, sino como un
flujo dinámico entre el trabajo creativo y las otras pasiones de la vida, con un ritmo en el
que hay espacio para el juego”. Como señala el sociólogo “la ética hacker del trabajo
consiste en fusionar pasión y libertad” (Himanen, 2004:100).

“El diccionario del argot hacker, el «jargon file», compilado de forma colectiva en la Red,
define a los hackers como personas que se dedican a «programar de forma entusiasta» y
creen que «poner en común la información constituye un extraordinario bien, y que
además para ellos es un deber de naturaleza ética compartir su competencia y pericia
elaborando software gratuito33 y facilitando el acceso a la información y a los recursos de
computación siempre que ello sea posible»” (Himanen, 2004:16).

La motivación para Linus Torvalds “no es el trabajo o el dinero, sino la pasión y el deseo
de crear algo que sea, desde un punto de vista social, valioso” (Himanen, 2004:46). Esto lo
llevó a desarrollar –ni inventar, ni crear– el núcleo (kernel) Linux, valiéndose de las
herramientas desarrolladas por el Proyecto GNU, un proyecto colectivo de programación
iniciado en 1983 por Richard Stallman con el objeto de lograr un sistema operativo de tipo
Unix34, concebido de acuerdo a la ética hacker.

Himanen también nos indica que los medios masivos de comunicación –los mismos que
identifican hacker con pirata– “llevan la idea monástica de canal celestial unilateral a su
lógica conclusión laica” Himanen (2004:80), mientras que las nuevas TICs,
principalmente las que constituyen la Web 2.0, brindan las herramientas que transforman
al consumidor en prosumidor, al lector pasivo en editor de contenidos.

De acuerdo con Himanen (2004), Cobo y Pardo (2007:44) afirman que “la motivación
principal que impulsa esta apertura creativa es el deseo de aportar conocimientos,
aprender cada vez más y el reconocimiento de los pares”.

33 Muchos hackers son recurrentes en este punto al señalar que libre no es sinónimo de gratis. Stallman al presentar el
proyecto en 1983 GNU hablaba de “regalar software”, ulteriormente y para evitar confusiones a la FSF recomienda
utilizar la expresión “publicar como software libre”. Fuente: http://www.gnu.org/philosophy/words-to-avoid.es.html
34 Unix es un sistema operativo portable, multitarea y multiusuario, desarrollado en 1969 por un grupo de empleados de
los laboratorios Bell de AT&T. Este sistema fue adoptado masivamente por compañías y círculos académicos
orientados a la informática durante las dos décadas posteriores.
38

“En la medida que aumentó el intercambio abierto, libre y gratuito de desarrollos


tecnológicos fue consolidándose una sub-cultura hacker basada en la apertura a la que se
incorporaron conceptos como: innovación cooperativa, construcción social de la tecnología
o propiedad comunitaria.” (Pardo, 2007:44)

En este trabajo observamos que la cultura hacker aporta elementos útiles para elaborar
nuestra aproximación crítica al sistema de propiedad intelectual: “Las comunidades
hackers son un ejemplo de las prácticas de colectivización del saber y de intercambio de
experiencias, dinámicas fundamentales en la actual sociedad del conocimiento” (Pardo,
2007:44).

Himanen observa además que mientras la ética protestante jamas cuestiona la naturaleza
del trabajo, la cultura hacker ensaya un ethos alternativo para la sociedad de la
información. En este sentido no podemos dejar de destacar el carácter militante de los
desarrolladores de software libre, quienes trabajan en sus proyectos de programación
desde comunidades guiadas por la expresión digital del “comunismo” científico, en el
sentido mertoniano.

El sistema operativo GNU/Linux –popularmente conocido como Linux– es el resultado


de “los esfuerzos de miles de desarrolladores voluntarios que trabajan en la creación, en el
enriquecimiento e incluso en el mantenimiento del sistema y de sus aplicaciones,
probando distintas soluciones para mantener sólo una versión” (Blondeau, 2002:46).

Antes de que la informática se transformara en industria los códigos fuente de los


programas eran compartidos entre los investigadores, hasta que a mediados de los años 70
las compañías impusieron los primeros “acuerdos de confidencialidad”, que obligaban
tanto a usuarios como a programadores a “no divulgar el código fuente, ni copiar ni
modificar ni redistribuir” el software (Stallman, 2002). Un programador argentino observa
que hasta entonces “todos compartían el software y el software iba creciendo a medida que
la gente se sentaba y escribía, miraba la pantalla de otra persona y si veía algo interesante
le pedía que se lo pase y la comunidad iba creciendo así”35.
La irrupción de los derechos de propiedad intelectual en la informática se da a través de

35 Entrevista con Maximiliano Curia. Disponible en: http://www.mastermagazine.info/articulo/13298.php


39

los acuerdos de confidencialidad para los códigos fuente, e inmediatamente a través del
copyright. Las patentes de software se aplican actualmente en países como Canadá y
Estados Unidos y son impugnadas por el Movimiento del Software Libre, fundado por
Richard Stallman. En 1983, Stallman hace público el Proyecto GNU. El nombre del mismo
significa “GNU no es Unix” (GNU's Not Unix), en referencia al sistema Unix, “un sistema
operativo portable, multitarea y multiusuario; desarrollado, en principio, en 1969 por un
grupo de empleados de los laboratorios Bell de AT&T”, según indica Wikipedia.

En el anuncio de presentación del proyecto Stallman señala: “Considero que la regla de


oro exige que si yo quiero un programa debo compartirlo con otras personas que también
lo quieren. No puedo, conscientemente, firmar un acuerdo de confidencialidad o un
acuerdo de licencia de software. Para que yo pueda continuar utilizando las computadoras
sin violar mis principios, he decidido reunir suficiente software libre de manera que podré
continuar sin necesidad de utilizar algún software que no sea libre” 36.

El Movimiento del Software Libre, surgido en 1983 a partir del Proyecto GNU, es el autor
colectivo del sistema operativo GNU/Linux, entre otras proezas intelectuales. En 1999 el
sistema GNU se acoplará al kernel Linux iniciado por Linus Torvals, un estudiante
universitario finlandés y dará origen al primer sistema operativo libre.

Para contrarrestar los efectos de la privatización del código fuente, el Movimiento del
Software Libre ha creado el copyleft, el cual se encuentra expresado en términos legales
en la Licencia Pública General de GNU (GNU-GPL). Utilizando la forma del copyright –es
decir, poniendo condiciones a la reproducción técnica–, la GNU-GPL otorga un tipo de
protección legal que confiere determinadas “libertades” sobre los programas informáticos.
El software desarrollado de acuerdo a este paradigma no sólo permite ser replicado, sino
que al hacer accesibles los códigos fuente posibilita que los programas sean examinados,
modificados y por lo tanto adaptados para cualquier forma de uso e incluso mejorados.

De este modo el esquema copyleft garantiza la continuidad de la cadena de innovaciones


sobre el producto original (Calvi, 2006:332), esto se comprueba observando el importante
crecimiento alcanzado por desarrollos informáticos hechos bajo las premisas del software
libre. Entre éstos se destacan el navegador web Mozilla Firefox, el paquete ofimático37

36 Anuncio original del Proyecto GNU. Disponible en http://www.gnu.org/gnu/initial-announcement.es.html


37 Software usado para idear y crear, coleccionar, almacenar, manipular y transmitir digitalmente la información
40

Openoffice.org –mediante el cual se escribe este texto– y las numerosas distribuciones


GNU/Linux, por citar los ejemplos más conocidos. La infraestructura de Internet está en
gran medida compuesta de software libre y se basa en estándares tecnológicos abiertos a
efectos de potenciar la interoperatividad y la innovación (Mas i Hernàndez, 2005:35).

Según la Free Software Foundation (FSF), fundada por Stallman, se puede considerar
software libre a aquel que reúne las cuatro libertades que enunciamos a continuación:

Libertad 0: Ejecutar. La libertad de usar el programa, con cualquier propósito.


Libertad 1: Examinar. La libertad de estudiar cómo funciona el programa, y adaptarlo a
las propias necesidades. El acceso al código fuente es una condición previa para esto.
Libertad 2: Redistribuir. La libertad de distribuir copias, con lo cual es posible la
potenciar la cooperación social.
Libertad 3: Modificar. La libertad de mejorar el programa y hacer públicas las mejoras a
los demás, de modo que toda la comunidad se beneficie. El acceso al código fuente es
también condición sine qua non.

Estas son las cuatro libertades sobre las que se sostiene el software libre, enumeradas
desde el cero de acuerdo a la usanza geek38. El software que no cumple con estas cuatro
condiciones es considerado “software propietario” o “software privativo”.

Las cuatro libertades son custodiadas por la GNU-GPL que, como hemos visto, opera
como un copyright subvertido. Una licencia copyleft es una innovación jurídica bautizada
con un juego de palabras que remite tanto a “izquierdos de copia” como a “dejar copiar”.
De acuerdo a esta licencia cualquier programador puede modificar el software, pero
necesariamente el nuevo programa resultante de estas modificaciones debe ser distribuido
en los términos de la GNU-GPL (Lima, 2007:810), de modo que el software copyleft sólo
puede derivar en software copyleft. Los detractores del software libre –los mismos que ven
piratas o comunismo– se refieren a esta condición como una “naturaleza viral” 39.

necesaria para realizar tareas de oficina. Incluye procesadores de textos y hojas de cálculo, entre otras aplicaciones.
Actualmente Microsoft monopoliza el mercado ofimático con la suite Microsoft Office.
38 Geek o nerd son dos formas relativamente peyorativas para referirse a cualquier hacker. Cobo y Pardo (2007:9) los
definen como “personas aptas técnicamente y socialmente ineptas”, representantes del “arquetipo de la era digital” y
capaces a la vez de definir y anticipar futuras tendencias del mercado. (nota mental: “primeros usuarios”)
39 El tesista no ha tenido estómago para leer el libro Problemática jurídica del Software Libre del Dr. Martín Carranza
Torres, representante legal de AADI-CAPIF y especialista en propiedad intelectual, en el que explica por qué no se
pueden equiparar las categorías de autores y usuarios de acuerdo al actual régimen de derechos de autor.
41

Según el colectivo de escritores y activistas italiano Wu Ming40 el copyleft es “una de las


piedras angulares de un futuro «derecho de los autores»” acorde al funcionamiento de la
actividad creativa, la cual opera mediante “osmosis, conmixtión, contagio y «plagio»” (Wu
Ming, 2002), tal como lo enunciábamos en el primer capítulo. De acuerdo con el
investigador en Derecho Túlio Lima Vianna, el copyleft encarna “la superación de la vieja
ideología de la «propiedad intelectual» hacia de un nuevo paradigma de tutela del «trabajo
intelectual»”.

Lévy podría estar describiendo la comunidad desarrolladores de software libre cuando


afirma que “redes de cooperadores pueden decidir –voluntariamente– dejar el producto de
su trabajo intelectual en el dominio público41, para que eso acelere el proceso de la creación
y de la inteligencia colectiva” (Lévy, 2001).

03.2. Abrir el código

Decimos en Wikipedia que el código fuente (source code) es un “conjunto de


instrucciones escritas en algún lenguaje de programación de computadoras, hechas para
ser leídas por seres humanos, y para ser transformadas por alguna herramienta de
software (compilador, intérprete, ensamblador) en lenguaje de máquina o instrucciones
ejecutables en la máquina”.

El código fuente contiene las instrucciones que debe seguir la computadora para ejecutar
el programa, describiendo por completo su funcionamiento. Este código escrito es el
equivalente a los planos en construcción o arquitectura y las recetas de cocina en artes
culinarias, entre otras analogías posibles.

A diferencia del software libre (free software), el Software de Código Fuente Abierto
(open source) está orientado a imperativos técnicos antes que políticos, éticos o filosóficos.
El término open source fue adoptado con la intención de contrarrestar la ambiguedad del
significante “free”, que en inglés –así como en sus diversas traducciones– remite tanto a
“gratuito” como a “libre”. A diferencia del proyecto de la Free Software Foundation se trata

40 Wu Ming –en chino significa “sin nombre”– es un grupo de escritores y militantes de izquierda de Bologna, publican
sus trabajos con licencias de tipo copyleft. Su primer novela Q, firmada como Luther Blisset, es un bestseller.
41 Es menester señalar que copyleft no es sinónimo de dominio público. Stallman afirma que “el software de dominio
público –software sin copyright– es software libre, pero cualquiera puede modificarlo y hacer una versión propietaria
a partir de él” (Stallman, 2002).
42

de un modelo específico de desarrollo de software, sin intenciones de movimiento social.


Es un proyecto que se constituye como un desprendimiento del Movimiento del Software
Libre orientado específicamente al mundo empresarial de la informática. Su organización
es la Open Source Initiative (OSI), fundada en 1998 por Bruce Perens y Eric Raymond.

Lo que aquí nos interesa es que las premisas del software libre y el Open Source han
trascendido el campo de la programación informática, inspirando un incipiente y
heterogéneo movimiento social que se opone al anteriormente descrito proceso de
privatización de los bienes inmateriales. Podemos englobar a este pequeño movimiento de
movimientos bajo el rótulo de “cultura libre” (free culture), cuyo núcleo ideológico
fundamental ha sido forjado por el abogado Lawrence Lessig y el hacker Richard Stallman.

El software libre y el copyleft han dado sustento a novedosas formas de gestión del
conocimiento y los productos del intelecto. Tal es el caso de las licencias Creative
Commons (CC), las cuales proveen un marco jurídico flexible para la gestión de la
producción intelectual y creativa, permitiendo ciertas libertades como los usos no
comerciales y la creación de obras derivadas, entre otras (Xalabarder, 2006).

Creative Commons Corporation es una organización no gubernamental fundada por el


abogado constitucionalista y catedrático de la Universidad de Standford Lawrence Lessig.
La protección legal que brindan las licencias CC se sintetiza en la frase “algunos derechos
reservados”. Como señala el abogado Ariel Vercelli –quien se presenta como el “líder del
capítulo argentino de CC”– se trata de un “sistema de licencias abiertas de reserva selectiva
de derechos de autor y derechos de copia”. De acuerdo al letrado CC representa “una
iniciativa que permite a los autores reservar algunos derechos sobre sus obras intelectuales
para compartirlas en los entornos digitales” (Vercelli, 26:2009) .

Las diferentes licencias CC, que detallamos a continuación, han sido adaptadas a
numerosas legislaciones y sistemas de derechos de autor internacionales42. Las mismas
están inspiradas en la licencia copyleft GNU-GPL de la Free Software Foundation:

Attribution (by): Atribución. Obliga a citar las fuentes de los contenidos. El autor debe
figurar en los créditos.

42 Entre los países de habla hispana en los que se han adaptado e implementado las licencias Creative Commons figuran
España, Chile, Guatemala, Argentina, México, Perú, Colombia, Puerto Rico, Ecuador, Venezuela y Brasil.
43

NonCommercial (nc): No comercial. Obliga a que el uso de los contenidos no pueda tener
bonificación económica alguna para quien haga uso de contenidos bajo esa licencia.
NoDerivs (nd): No derivadas. Obliga a que esa obra sea distribuida inalterada, sin
cambios.
ShareAlike (sa): Compartir igual. Obliga a que todas las obras derivadas se distribuyan
siempre bajo la misma licencia del trabajo original.

El modelo Creative Commons ofrece en forma simultánea tres expresiones del mismo:
una en lenguaje común, otra en términos jurídicos (la licencia propiamente dicha) y otra
en lenguaje informático, interpretable por computadoras (incluye un código que establece
un vínculo con la página web en la que se expresa el contenido de la licencia utilizada).

El principal objetivo de CC es “la creación de un espacio que promueva, facilite y


garantice el intercambio colectivo de obras y trabajos de artistas, científicos y
desarrolladores de programas, como forma de promover una cultura de la libertad, basada
en la confianza en intercambios creativos comunitarios” (Pardo, 2007:51).

Observemos además que la perspectiva Creative Commons privilegia la posición del


autor en el sentido del copyright tradicional, es decir “sigue siendo el autor quien decide en
qué medida una obra puede o no ser utilizada, reconociendo por tanto la conveniencia de
que se ejerzan derechos de propiedad sobre las expresiones culturales y la posibilidad de
que éstos sean considerados como mercancías” (Álvarez Navarrete, 2009).

03.3. Dos punto cero

El término Web 2.0 fue acuñado por Tim O’Reilly en 2004 para referirse a una segunda
generación en la historia del desarrollo de Internet basada en comunidades de usuarios. La
Web 2.0, a través de sus diferentes servicios –entre los que se destacan los weblogs, las
wikis y las redes sociales– hace posible la colaboración y el intercambio ágil de
información entre los usuarios de una comunidad43. La Web 2.0 incluye Wikipedia,
YouTube, Flickr, Fotolog, Blogger, MySpace, Facebook y cientos de servicios online
mediante los cuales el usuario produce el contenido.

43 Aquí también hablamos desde Wikipedia, luego de confrontar con otras fuentes.
44

“Según O’Reilly, principal promotor de la noción de Web 2.0, los principios constitutivos
de ésta son siete: la World Wide Web como plataforma de trabajo, el fortalecimiento de la
inteligencia colectiva, la gestión de las bases de datos como competencia básica, el fin del
ciclo de las actualizaciones de versiones del software, los modelos de programación ligera
junto a la búsqueda de la simplicidad, el software no limitado a un solo dispositivo y las
experiencias enriquecedoras de los usuarios” (Cobo, Pardo, 2007:15).

Observemos que la Web 2.0 y los sistemas P2P, al reintroducir en Internet prácticas y
elementos fundacionales propios de su constitución –tales como la producción
colaborativa, la gestión descentralizada y la puesta a disposición de recursos
informáticos–, pueden ser sin duda considerados productos de la cultura hacker, por lo
que se hayan íntimamente ligados a las premisas del software libre. En este nuevo terreno
Google desplaza a la hegemonía de Microsoft y el mapa de Internet se reconfigura con el
emplazamiento de nuevas empresas y organizaciones ligadas a los servicios de la Web 2.0.

Las wikis (del hawaiano wiki wiki, “rápido”) son sitios de Internet que permiten la
edición y el control colectivo de sus contenidos sin poseer conocimientos en desarrollo
web, como sucede con otras aplicaciones de la Web 2.0. La wiki más popular es Wikipedia,
la archiconocida “enciclopedia libre” es una de las fuentes de consulta online más
utilizadas. En la actualidad Wikipedia ha superado en volumen de contenidos a la
enciclopedia Encarta de Microsoft que ha sido recientemente discontinuada.

Los contenidos de Wikipedia están protegidos por la Licencia de Documentación Libre de


GNU (GNU Free Documentation License, GFDL) y editar sus contenidos implica como en
cualquier wiki manipular un código fuente, es decir escribir en un lenguaje comprensible
por personas e interpretable por computadoras.

“Las potencialidades están en la accesibilidad (sólo tenemos que pulsar sobre edit en
cualquier página del wiki y empezar a modificar), la instantaneidad (no tenemos que
enviarnos el texto y republicarlo, se trabaja siempre sobre el mismo texto) y la memoria (se
guardan todas las versiones anteriores y, por tanto, podemos recuperar en todo momento
el «original»)” (Jiménez, 2005:127).

La red global de medios independientes Indymedia (Independent Media Centers, IMC)


45

surge con las movilizaciones contra la Cumbre de la OMC en Seattle en 1999 –dirigidas
principalmente por sindicatos y organizaciones ecologistas– y ha acompañado a lo largo
del planeta la marcha del movimiento altermundista44. La red Indymedia, cuyos nodos se
reparten por diferentes ciudades del mundo45, representa la confluencia entre militantes
sociales, hackers y activistas de la comunicación. Su principal innovación fue el sistema de
publicación abierta que anticipó la era de la Web 2.0.

Con Indymedia aprendimos a subir artículos, insertar imágenes e hipervínculos, así como
a hacer comentarios desde el anonimato o el nickname. En 1999 también aparecen Blogger
–comprado en 2003 por Google– y también Napster. La centralidad de la red Indymedia
será desplazada por la creciente adopción del blog como plataforma de comunicación46 por
parte de activistas y organizaciones. En este sentido Fernández Savater señala dos
momentos de Internet como herramienta de militancia: “Una primera, asociada al
travestismo de identidades y a las estructuras colectivas. Y otra, luego, caracterizada por
los blogs y el individuo con nombre y apellido”.

Las herramientas creadas por la cultura hacker están presentes en las TICs del siglo XXI
y han desafiado los paradigmas vigentes al promover modelos alternativos de gestión y
producción de contenidos. Ante a los cercamientos de la inteligencia colectiva, las cuatro
libertades del software libre potencian los usos resistentes de la tecnología, promoviendo
prácticas que superan a la mera piratería a través de la innovación en el plano jurídico (Wu
Ming, 2002). De este modo, al extender las ideas de la cultura hacker hacia otros terrenos,
este conjunto de usos resistentes de las TICs que podemos englobar como “cultura libre”
está sentando las bases de una nueva ecología de la información.

44 Alternativo a la globalización de las corporaciones multinacionales, también conocido como “antiglobalización”.


45 En nuestro país: http://argentina.indymedia.org
46 Amador Fernández Savater desarrolla un análisis más completo en una entrevista recientemente publicada.
Disponible en http://www.kaosenlared.net/noticia/indymedia-blogs-entrevista-amador-fernandez-savater
46

04. Conclusión
04.1. “Los piratas son los padres”47

“¡El capitalismo presente se basa en la explotación del comunismo científico!”


(afirmaría un “hacker stallmanesco” según Pekka Himanen)

A lo largo del presente ensayo hemos tratado de poner en cuestión a la propiedad


intelectual, abordando aspectos políticos, sociológicos y filosóficos, entre otros. Hemos
construido un andamiaje teórico-conceptual que nos permitió realizar una aproximación a
uno de los conflictos más sobresalientes de la sociedad informacional, al cual señalamos la
contradicción entre formas de propiedad y tecnologías (o formas de uso de estas) que
atentan contra las mismas. Una tensión que, de acuerdo al materialismo histórico, expresa
la contradicción de base del capitalismo, la que se da entre las relaciones sociales de
producción y las fuerzas productivas. Por un lado ubicamos a las leyes de propiedad
intelectual, así como a las concepciones imperantes sobre el trabajo y la producción
creativa, y por otro situamos a los medios de producción atravesados por la ontología
replicable de la información digital.

Hemos observado cómo la propiedad intelectual –expresada en forma de copyright,


marca o patente– ha dejado de ser una transacción social sobre el conocimiento destinada
a beneficiar el desarrollo cultural y científico, para convertirse en un tipo de mercancía, a la
vez que erige mecanismos de control social orientados a maximizar las beneficios de las
corporaciones oligopólicas que conforman la industria cultural.

En este trabajo hemos efectuado una aproximación a los “usos resistentes” de las nuevas
TICs, algunos más y otros menos conscientes de su relevancia en términos políticos, entre
los que se destaca el Movimiento del Software Libre. Este último, hemos señalado, emerge
como contestación social a los cercamientos de la inteligencia colectiva efectuados
mediante los derechos de propiedad intelectual, con la aplicación del copyright a los
códigos fuente. Como continuación de la tradición hacker que ha dado forma a las TICs, la
filosofía del software libre lleva a la práctica la idea de que la información en tanto bien
social debe permanecer accesible al público.

47 Como señalamos anteriormente este es el título de un “libro colectivo” editado en octubre de 2008 por el grupo
ciberactivista catalán Exgae-Conservas, constituido como “la primera asesoría jurídica para defender a los ciudadanos
de los abusos de las entidades de gestión y de los lobbies de la industria cultural”. Sitio web: http://exgae.net
47

Podemos incluso afirmar que dentro de lo que se suelen identificar como “piratería”
anidan prácticas sociales que subvierten el ordenamiento global que excluye del acceso a la
cultura a las grandes mayorías. En el capitalismo informacional han sido desarrollados los
medios que permiten establecer la posibilidad de “construir conocimiento colectivo y
distribuirlo a toda la humanidad en tiempo real y sin costos marginales” (Saravia, 2003),
pero la voluntad capitalista impone la mercantilización de los bienes informacionales
(Zukerfeld, 2008) a través de la generación artificial de escasez, como sucede en el caso de
la restricción del acceso a los códigos fuente de los programas.

En este sentido las campañas publicitarias han instalado un discurso criminalizador que
opera sobre cierta legalidad y en función de los intereses concentrados de la industria
cultural (Bravo, 2005; Almeida, 2006; Álvarez, 2006). En este punto coincidimos con el
colectivo ciberactivista Exgae-Conservas quienes señalan que “demonizar la copia” implica
despreciar “la materia de la que está hecho el aprendizaje”. Por lo tanto consideramos
también que es simplista “dividir a la población en los que copian y los que compran,
cuando todos hacemos ambas cosas a la vez” (Exgae-Conservas, 2008). De acuerdo a los
spots publicitarios, y si la copia es la condición constitutiva de las sociedades en red (Boyle,
2003), es muy probable que todos seamos piratas, aunque los activistas del software libre
afirman que es erróneo equiparar a los así llamados “piratas intelectuales” con sus
equivalentes de ultramar.

En su célebre ensayo Zona Temporalmente Autónoma, el filósofo Hakim Bey desarrolla


el concepto de “utopías piratas”, con el cual describe una red de información mundial
creada durante el siglo XVIII por contrabandistas y corsarios. Esta red estaba constituida
por islas remotas que servían de escondite y pertrecho, que contaban incluso con alguna
forma de organización política, según Bey “comunidades deliberadas”, es decir, “completas
sociedades en miniatura viviendo conscientemente al margen de la ley con la
determinación de mantenerse, aunque sólo fuera por una corta pero venturosa vida” (Bey,
1996:133).

Bey, quien se define como “anarquista ontológico”, nos dice que la Zona Temporalmente
Autónoma (TAZ, por sus siglas en inglés) es “una forma de sublevación que no atenta
directamente contra el Estado, una operación guerrillera que libera un área –de tierra, de
tiempo, de imaginación– y entonces se autodisuelve para reconstruirse en cualquier otro
48

lugar o tiempo, antes de que el Estado pueda aplastarla” (Bey, 1996:138). Esta
caracterización nos remite la ontología replicable de los flujos de información en la red.
Recordemos que a través del protocolo TCP/IP la información se recombina en paquetes
que son replicados en diferentes puntos, lo cual asegura la circulación de la información en
forma permanente. Tal vez el concepto de TAZ sirva como analogía para pensar la
replicabilidad de la información digital. Sólo en estos términos es intelectualmente
legítimo hablar de “piratería” para abordar la problemática planteada en este ensayo.

04.1. Inevitabilidad histórica

“¿No es el desarrollo del software libre una de las ilustraciones características de este
momento en el que las relaciones de propiedad «de forma de desarrollo de las fuerzas
productivas que eran hasta entonces se convierten en obstáculos»?” (Blondeau, 2004:40).

A diferencia de la piratería romántica de la TAZ, el activismo del software libre no se


limita a “vivir al margen” si no que propone una intervención política que en lugar de
sortear el marco legal apunta a su transformación desde la práctica. De acuerdo con
Blondeau el software libre constituye “vectores de desestabilización de las reglas y de los
valores del capitalismo fordista” a la vez que “inaugura nuevas formas de relación social”
(Blondeau, 2004:46).

Nos parece importante además señalar la “naturaleza viral”48 del copyleft, en la que
encontramos otra posible analogía para comprender la ontología replicable de la
información digital. Como un virus autoreplicable la GNU-GPL extiende las libertades de
un programa hacia los derivados del mismo, de modo que el copyleft sólo puede derivar en
más copyleft. Las cuatro condiciones del software libre –libertad de uso, libertad de
examen, libertad de distribución y libertad de modificación– apuntan en ese sentido. La
GPL perpetúa esas “libertades” imponiendo a quien obtiene y redistribuye software que lo
haga bajo los mismos términos.

También podemos pensar, como señala John Perry Barlow que la información –como si
tratase de una entidad viviente y con conciencia– quiere ser libre (Barlow, 1994). Como
hemos observado, esta condición o patología crónica (según de dónde se la mire) confronta

48 La expresión es frecuentemente utilizada en forma peyorativa por los detractores del software libre.
49

con la voluntad capitalista de mercantilizar los bienes informacionales (Zukerfeld, 2008).

“La cuestión que plantea el software libre no consiste tanto, a decir verdad, en saber si
está en la esencia de la información el hecho de circular, que el de contestar ciertas formas
reductivas de mercantilización de la información” (Blondeau, 2004:44).

Las ideas del software libre y la cultura hacker han trascendido la informática, al tiempo
que la informática se extiende por toda la sociedad. Como hemos señalado, la “cultura
libre” se ha hecho extensiva a través de proyectos y experiencias tales como la edición
colectiva de conocimiento enciclopédico Wikipedia, las licencias abiertas Creative
Commons e incluso mediante la Web 2.0 en la que el usuario genera el contenido. En los
tres casos encontramos herramientas que nos transforman en prosumidores (Toffler,
1980), es decir, productores y a la vez consumidores de bienes informacionales.

Como observamos en este trabajo las tensiones y conflictos que caracterizan a este
proceso histórico son tan diversas como las posibilidades que inaugura. Aunque suene
ocioso señalarlo, las TICs nos brindan la posibilidad de adoptar un rol activo en la
producción del conocimiento y la cultura. Es entonces que, como prosumidores y
replicantes, estamos trazando una nueva cartografía que excede ampliamente los
márgenes del capitalismo fordista que configuraron la industria cultural del siglo pasado.
La ley de propiedad intelectual argentina, también conocida como la “Ley Noble” –su
redactor fue Roberto Noble, también fundador del diario Clarín– data del año 1933, y es
sin duda una ley vetusta que resulta dañina y represiva para con las nuevas tecnologías.

En la época de la replicabilidad de la información el rígido esquema de la propiedad


intelectual es cuestionado mediante los usos resistentes de la tecnología, los cuales, como
señalamos, se encuentran en tensión con las “formas reductivas de mercantilización de la
información” (Blondeau, 2004). De acuerdo con Marx, podemos pensar en cierta
“estrechez de miras burguesa” que toma como naturales y eternas a las formas de
producción de una determinada época.

El cercamiento de la inteligencia colectiva, efectuado a través de una suerte de


criminalización preventiva destinada a disciplinar la “cooperación entre cerebros”,
representa sin dudas una nueva cruzada por los derechos de propiedad, que señala la
50

consolidación del capitalismo cognitivo. Los medios de producción hoy son las ideas y es
necesario privatizarlas para garantizar rendimientos. En este sentido observamos que el
proceso judicial iniciado contra el profesor Horacio Potel49, la censura a usuarios de la Web
2.0 efectuada a través de la aplicación de derechos de propiedad intelectual –como la
marca o el copyright–, así como el reciente cierre de la biblioteca virtual BiblioFyL 50, por
señalar a los casos más sangrantes de nuestro país, expresan esa estrechez de miras que de
acuerdo con Marx caracteriza a los propietarios de los medios de producción de todas las
épocas.

La “cultura libre” ensaya un futuro inclusivo y democrático fundamentado en una


reflexión política sobre la tecnología que tiene sus raíces en la innovación contracultural
que anticipó la época de la replicabilidad de la información. Frente al totalitarismo de la
propiedad intelectual auspiciado por el capitalismo cognitivo se erigen nuevas formas de
resistencia, el caso del software libre es un ejemplo paradigmático. Como movimiento
social “es uno de los pocos movimientos de resistencia que, a escala global, ha logrado
ofrecer una alternativa global a lo que se opone” 51.

El colectivo Wu Ming –cuyos integrantes escriben bestsellers que a su vez se publican


gratuitamente en Internet– nos advierte que las licencias flexibles, el software libre y el
software de código fuente abierto “pueden convertirse en el paradigma de un nuevo modo
de producción que libere finalmente la cooperación social (ya existente y visiblemente
desplegada) del control parasitario, la expropiación y la «renta»” (Wu Ming, 2002).

49 Al momento de realizar la impresión del presente trabajo el profesor Horacio Potel ha sido sobreseído.
50 BiblioFyL fue creada por un grupo de estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, con el objeto de
“digitalizar y organizar la multitud de apuntes, libros, o desgrabaciones de teóricos utilizados por los alumnos”.
Actualmente está offline por violación a las leyes de Propiedad Intelectual (11.723) y de Fomento del Libro y la
Lectura (25.446). Fuente: http://www.derechoaleer.org/2009/09/bibliofyl-una-nueva-biblioteca.html
51 “¿Por qué la izquierda debe defender el Software Libre?” artículo de Diego Saravia y Rafael Rico Ríos.
Disponible en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=95916
51

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