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El Trigo y la Cizaña

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Capítulo 1

El Trigo y la Cizaña

En el mismísimo centro del mensaje del Evangelio está la parábola del trigo y la
cizaña. Encontramos esta parábola registrada en Mateo 13:24-30, donde Dios dice:

Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un


hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los
hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando
salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron
entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste
buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? El les dijo: Un
enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos
y la arranquemos? El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña,
arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro
hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged
primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo
en mi granero.

La Biblia nos da el significado espiritual de esta parábola en Mateo 13:37-43, donde


leemos:

Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del
Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la
cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega
es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se
arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los
que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno
de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos
resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para
oír, oiga.

Nos daremos cuenta de que la parábola en estos versículos, enseña que en el fin del
mundo habrá una separación de los individuos salvos, quienes

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son llamados “el trigo”, y de los individuos que pensaban que eran salvos, pero que en
realidad nunca llegaron a ser salvos. Ellos son llamados “la cizaña”.
Inmediatamente, podemos saber lo siguiente:

1. El campo es el mundo. Puesto que las congregaciones locales han sido colocadas
alrededor del todo el mundo, podemos entender que el trigo y la cizaña se encuentran en
estas iglesias.

2. La buena semilla son los hijos del reino, es decir, ellos han sido salvos. A través de
toda la era del Nuevo Testamento hasta el comienzo de la Gran Tribulación, a las
iglesias locales se les había dado la comisión y el mandato de evangelizar al mundo.
Además, aquellos que llegaron a ser creyentes debían hacerse miembros de una iglesia
local si era posible. Cerca del final de la era de la Iglesia, las congregaciones locales
podían hallarse a través de todo el mundo, y eso está en armonía con el lenguaje de esta
parábola, la cual declara que el campo donde la semilla fue sembrada es el mundo.

3. La cizaña son las malas hierbas que parecen virtualmente idénticas al trigo. Ella
representa a aquellos que están todavía en el reino de Satanás, es decir, que no son
salvos. Sin embargo éstos, durante la era de la iglesia, se hallaban en las mismas
iglesias donde los verdaderos creyentes se encontraban. Ellos estaban totalmente
mezclados con los creyentes verdaderos y se parecían mucho a ellos, tanto que era
imposible separarlos con exactitud de los creyentes verdaderos. Mateo 13, versículos 29
y 30, enseña que la cizaña debía permanecer con el trigo. En otras palabras, si se hace
un intento de separar la cizaña del trigo podría suceder que el trigo también sea
eliminado.

Para comprender esto en forma más completa, comenzaremos nuestro estudio de esta
tan informativa parábola examinando cuidadosamente el carácter de las iglesias locales
como han existido a través de toda la era del Nuevo Testamento.

Los Miembros de la Iglesia

La primera interrogante que debe hacerse es: ¿Quiénes son los miembros de las
congregaciones locales? Esta pregunta debe hacerse porque en esta parábola, el trigo y
la cizaña simbolizan a los miembros de la iglesia. La respuesta Bíblica debe ser,
optimistamente, que los miembros son aquellos que han llegado a ser verdaderamente
salvos. Con esta verdad en mente, muchas iglesias fácilmente proclaman que su
congregación es una membresía salva. Se refieren a su membresía como “miembros en
total comunión”. En

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otras palabras, ellas creen que todos y cada uno de sus miembros son verdaderos hijos
de Dios. Ellas creen que la prueba de esto es que todos y cada uno de los miembros han
sido bautizados en agua, han hecho una confesión personal de fe, están de acuerdo en
que las doctrinas de su iglesia son Bíblicas, asisten a los servicios de adoración en
forma aceptablemente regular, y viven una vida decente y moral. Por cierto, si un
miembro se vuelve divisivo o comienza a vivir inmoralmente, es excomulgado. De esta
manera, los líderes espirituales de la congregación creen que la membresía está siendo
mantenida salva.
Habiendo dicho todo esto debe hacerse la gran pregunta: ¿Quién hace la decisión que
permite a algún individuo que profesa a Cristo que se convierta en miembro de la
congregación? La respuesta es: el pastor y los ancianos y diáconos hacen esa decisión.
Ellos examinan cuidadosamente la conducta de la persona y su profesión de fe en
Cristo, y hacen la decisión de que la persona ha sido salva, y por lo tanto, tendrá que ser
un miembro en completa comunión. Hasta donde ellos pueden discernir, esta persona es
ciertamente semilla que crecerá como trigo.
Pero en ello descansa un problema enorme. ¿Pueden estos pastores o ancianos o
diáconos mirar dentro del alma de esta persona y saber con absoluta certeza que este
individuo ha recibido una nueva alma resucitada? La respuesta es obvia. Por supuesto
que no pueden. Solamente Dios puede hacer eso.

¿No es cierto que mucha gente puede dar una apariencia de salvación aun cuando no
es verdaderamente salva?

¿Entonces cómo pueden ellos saber que esta persona ha sido verdaderamente salva?
¿No es cierto que mucha gente puede dar una apariencia de salvación aun cuando no es
verdaderamente salva? Dios trata con este problema en Hebreos 6:4-6. Este pasaje
enseña lo siguiente:

Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del
don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo
gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y
recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de
nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.

A medida que examinamos estos versículos, podríamos pensar que ellos están
hablando acerca de una congregación de miembros salvos. Frases tales como,
“gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y
asimismo gustaron de la buena palabra de Dios”,

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seguramente deben referirse a aquellos que han sido salvos. Sin embargo, en esta cita
Dios habla de una congregación que ha sido traída muy de cerca al reino de Dios, pero
consiste principalmente de miembros no salvos. Sabemos que entendemos estos
versículos correctamente porque el mismo pasaje habla de recaer, y eso es imposible si
una persona ha sido realmente salva. A una persona verdaderamente salva se le ha sido
dada vida eterna, y nada puede separarlo del amor de Dios. Además, en el mismo
contexto de Hebreos 6, Dios dice en el versículo 9:

Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores,


y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así.
En otras palabras, en este pasaje Dios no está hablando de aquellos que han sido
salvos. Más bien, El está hablando de aquellos que podrían fácilmente ser identificados
con quienes han sido salvos, pero en realidad, no fueron salvos. De esta forma, se nos
hace entender cuán imposible es saber con certeza cuáles miembros de iglesia son
salvos y cuáles todavía no son salvos.

Por Sus Frutos Los Conoceréis

Ciertamente la Biblia declara en Mateo 7:20:

Así que, por sus frutos los conoceréis.

¿Acaso este versículo no nos dice que podemos conocer a los creyentes verdaderos
por medio de observar cuidadosamente los frutos espirituales que ellos han producido?
El principio es verdadero, pero ¿qué ser humano está calificado para conocer
verdaderamente el fruto producido por la vida de otra persona? Un pastor, un anciano, o
cualquier miembro de una congregación, puede parecer una persona piadosa por fuera,
dedicada a servir al Señor. Pero desconocido a los demás, él puede tener un deseo
intenso por riqueza, o puede tener deseos sexuales malos, o puede tener un orgullo
grande que no es fácilmente discernible. A los ojos del público puede parecer muy
piadoso, pero en su vida privada él puede mostrar que difícilmente podría ser un
creyente verdadero. O quizá está viviendo tan piadosamente como le es posible debido
a que dentro de su corazón, él está confiando en sus propias buenas obras como base
para salvación.

A fin de cuentas, el fruto que debería ser visto en la vida del creyente verdadero es la
obediencia a Dios.

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Sin lugar a dudas, la declaración “por sus frutos los conoceréis” puede ayudar a
cualquier individuo a analizar su relación personal con Dios. El conoce sus propios
pensamientos, motivos y deseos. El puede saber si el fruto de su vida alcanza las
normas de Dios establecidas en la Biblia. Es también cierto que Dios conoce todas las
cosas acerca de esta persona, y conoce precisamente si el fruto de la vida de esta
persona indica que es creyente verdadero. Pero en el mejor de los casos su prójimo
solamente puede suponer que ese individuo es verdaderamente salvo. A fin de cuentas,
el fruto que debería ser visto en la vida del creyente verdadero es la obediencia a Dios.
Por lo tanto, la órden de nuestro día de dejar la congregación local es una prueba
mediante la cual una persona puede saber si es, en realidad, un verdadero creyente.
Por otra parte, más adelante en este estudio, nos serán recordadas las palabras de
Dios en II Corintios 11 donde Dios habla de Satanás, que viene como ángel de luz, y
sus ministros. En ese contexto, Dios habla de los ministros de Satanás como “ministros
de justicia”. Esto nos ayuda a ver la extrema dificultad en conocer si alguien es
verdaderamente salvo. De esta manera, somos llevados de regreso a la enseñanza de la
parábola del trigo y la cizaña de que la separación debe ocurrir en el fin del mundo.
Sin duda, debemos darnos cuenta que es imposible para cualquier pastor, anciano, o
diácono en forma positiva averiguar si algún individuo en la congregación es
verdaderamente salvo. No es de extrañar, entonces, que al hablar Dios de la
congregación local en Sardis, El declara en Apocalipsis 3, versículos 1 y 4:

Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios,
y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que
vives, y estás muerto. Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han
manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque
son dignas.

Obviamente, podemos ver en seguida que en la iglesia de Sardis unos pocos


miembros eran trigo, pero la mayoría eran cizaña. Dios vió los corazones de los
miembros de la iglesia en Sardis, y El puede declarar con exactitud que solamente unos
cuantos eran creyentes verdaderos.

Los Miembros, que son el Trigo y la Cizaña, No Pueden Ser Separados

Ya podemos comenzar a ver la realidad inicial de la parábola del trigo y la cizaña.


Las iglesias se van a encontrar a través del mundo entero. La membresía de esas iglesias
parecen ser salvas, es decir, parecen ser trigo. Pero en toda iglesia, tal como en la iglesia
de Sardis, existen aquellos

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que se identifican con el lenguaje de Hebreos 6:4-6. Exteriormente, la membresía total


es considerada como trigo. Pero en realidad, una parte de la congregación es cizaña
como fue la situación en la iglesia de Sardis.
No hay una buena manera de separar el trigo de la cizaña. A través de toda la era de
la iglesia, el trigo y la cizaña han crecido juntos. Por fuera, la conclusión es que todos
los miembros de cualquier iglesia razonablemente fiel a la Biblia, deben ser salvos.
Todos ellos tienen la apariencia de ser trigo. Pero ninguno puede saber con toda
seguridad si ellos son salvos. Nadie puede saber con plena seguridad de que ellos no
son cizaña.

No hay una buena manera de separar el trigo de la cizaña.

La parábola continúa. En el fin del mundo, el trigo es separado de la cizaña, y la


cizaña es atada junta, en preparación para ser lanzada al fuego. ¿Cómo se lleva a cabo
esto?
Dios contesta esto en los versículos 39 al 41 de Mateo 13:

El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los


segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se
quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre
a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a
los que hacen iniquidad,

Otra vez, deben hacerse preguntas. ¿Cuál tiempo de la historia se identifica con la
frase “el fin del mundo”? ¿Quiénes son los ángeles? En realidad, ¿cómo se recogerá la
cizaña? ¿Cómo se realizará esta separación? ¿Acaso Cristo no hace su aparición en
forma repentina en el último día? ¿Acaso en ese día final no todos los cuerpos de los
creyentes serán resucitados como cuerpos espirituales gloriosos e inmediatamente serán
arrebatados para estar con Cristo en el aire? (Vea I Tesalonicenses 4:17).
Smultáneamente, ¿Acaso no todos los creyentes que estén viviendo en ese momento
serán transformados instantáneamente en cuerpos espirituales gloriosos y también,
instantáneamente, serán arrebatados para estar con Cristo en el aire? (Vea I
Tesalonicenses 4:17 y I Corintios 15:51-52). ¿Acaso en ese último día, los no salvos
que murieron previamente no serán resucitados para comparecer en el juicio? (Juan
5:28-29). ¿Qué no en ese último día los no salvos que estén viviendo en ese tiempo
también comparecerán delante del Juicio? (Vea Juan 12:48).
Todas las preguntas antes mencionadas son todas ciertas. Por tanto, ¿Cómo puede
el lenguaje de Mateo 13:40-43 concerniente a la separación del trigo y la cizaña en el
fin del mundo ir de acuerdo con estas verdades?

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Para entender esto tenemos que examinar varias palabras claves adicionales en esta
parábola. La primera palabra es “mies”. Dios usa esta palabra en conexión con Su plan
de traer el Evangelio al mundo a fin de que el fruto de la mies - aquellos que llegan a
ser salvos - pueda ser introducido al reino de Dios. Leemos en Mateo 9:36-38:

Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban


desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a
sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad,
pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.
... la mies tiene que ver con gente siendo salva.

Fácilmente podemos darnos cuenta en base a estos versículos que la mies tiene que
ver con gente siendo salva.
¿Pero quiénes son los obreros que Dios usa para traer esta mies (cosecha) de gente
salva? En Mateo 13:39, Dios habla de segadores en el fin del siglo como ángeles que
llevan el Evangelio al mundo a fin de que la gente pueda ser salva. ¿Enseña la Biblia
que Dios usa ángeles? Obviamente, debemos examinar la palabra “ángeles”.

Angeles o Mensajeros
En el Antiguo Testamento, la palabra Hebrea malak, la cual es frecuentemente
traducida “ángeles”, a veces también se traduce “mensajero”. Esto también es cierto
en el Nuevo Testamento. La palabra griega del Nuevo Testamento aggelos se traduce
frecuentemente "ángel”. Pero a veces estas palabras también son traducidas
correctamente como “mensajero”. A medida que examinamos versículos que
contienen la palabra malak o aggelos, encontramos que el mensajero que se tiene en
mente puede ser Dios mismo, o pueden ser humanos que tienen un mensaje que
entregar. El contexto dentro del cual se halla el versículo debe determinar la traducción
apropiada.
Por ejemplo, leemos en Malaquías 3:1:

He aquí, yo envío mi mensajero (malak), el cual preparará el camino delante


de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y
el ángel (malak) del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho
Jehová de los ejércitos.
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La palabra “mensajero” se usa dos veces en este versículo. El primer “mensajero”


debe ser Juan el Bautista quien fue enviado por Dios a anunciar a Jesús como “el
Cordero de Dios”. El segundo “mensajero” es claramente Cristo quien es el Señor, el
mensajero del pacto.
En realidad, en el Antiguo Testamento la palabra malak se traduce más de 100 veces
como “ángel” y casi 100 veces como “mensajero”. Normalmente , cuando se traduce
“mensajero”, está hablando de hombres que traen cierta clase de mensaje a otros. Sin
embargo, como hemos visto en Malaquías, el mensajero puede ser Dios mismo.
En el Nuevo Testamento, la palabra aggelos se traduce como “ángel” cerca de 180
veces y como “mensajero” siete veces. Por ejemplo, en Mateo 11:10-11, la Biblia
habla de Juan el Bautista como un mensajero de Dios. Allí leemos:

Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero (aggelos)


delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. De cierto os digo:
Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el
Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.

Podemos ver claramente, por lo tanto, que el Hebreo malak en el Antiguo


Testamento y el Griego aggelos en el Nuevo Testamento deben ser cuidadosamente
examinados en el contexto en el cual se encuentran para determinar si están hablando de
Dios mismo, o de humanos.
Eso nos lleva de regreso a Mateo 13:39, donde Dios habla de una mies o cosecha
donde los segadores son ángeles. ¿Podemos estar seguros de que la palabra aggelos en
este versículo, la cual fue traducida como “ángel” por los traductores de la Biblia, está
hablando de ángeles y no de los salvos, quienes como mensajeros de Dios, llevan el
mensaje del Evangelio al mundo?
En respuesta a esta pregunta, examinaremos la declaración de Dios en Juan 4:35-38:

¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He
aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están
blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida
eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en
esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os
he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros
habéis entrado en sus labores.
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Los segadores recogiendo la cosecha son aquellos que han llegado a ser salvos

Estos versículos muestran claramente que los segadores recogiendo la cosecha son
aquellos que han llegado a ser salvos. Obviamente son aquellos que, como mensajeros
de Dios, se les ha ordenado llevar el Evangelio al mundo. Ellos proclaman fielmente la
Palabra de Dios de manera tal que Dios pueda aplicar la Palabra a los corazones de los
elegidos para salvación. De esta manera, aquellos que han llegado a ser salvos son la
cosecha de creyentes que entran en el reino de Dios.
Por tanto, volviendo a Mateo 13:37-43, la palabra Griega aggelos, que se encuentra
en los versículos 39 y 41, sería más exactamente traducida “mensajero”. Los ángeles
no recogen la cosecha. Es recogida por los creyentes que llevan el Evangelio al mundo
a fin de que la cosecha -aquellos que han llegado a ser salvos - pueda ser segada e
introducida al reino de Dios. De esta manera, en la primera parte de la parábola del trigo
y la cizaña, los creyentes son llamados la semilla que produce trigo. Pero al continuar la
parábola, los creyentes verdaderos son llamados mensajeros que están para recoger la
cosecha del trigo.

El Fin del Mundo

Pero qué acerca de la frase "el fin del siglo", que se encuentra en Mateo 13,
versículos 39 y 40:

El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los


segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se
quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.

¿Cómo debemos entender esta frase? Para responder a esta pregunta tenemos que
examinar cómo usa Dios esta frase “el fin del siglo” en cualquier otro lugar de la Biblia.
En Hebreos 9:26, leemos:

De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el


principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó
una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el
pecado.
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Por una parte, en este contexto la frase “consumación de los siglos” señala hacia el
año 33 D.C. cuando Cristo fue a la cruz a pagar los pecados de los elegidos. Así, la
frase “consumación de los siglos” puede incluir la totalidad de la era del Nuevo
Testamento. Este período final que dura aproximadamente 2,000 años es el fin del
mundo el cual habrá durado unos 13,000 años. La frase se usa de manera semejante a
cuando Dios usa la frase “los postreros días” en Hechos 2:17. Puede mostrarse que en
el contexto de Hechos 2, el término “los postreros días” incluye la era completa del
Nuevo Testamento.
Sin embargo, volviendo a Hebreos 9:26, en este contexto, la frase “la consumación
de los siglos” puede enfocarse sobre el juicio que Jesús experimentó a favor de quienes
El vino a salvar. Ese juicio está relacionado al juicio del último día cuando todos los no
salvos serán juzgados. Así, Hebreos 9:26 no es decisivo en informarnos cómo entender
la frase “el fin del mundo”.
No obstante, en Mateo 24:3 encontramos la misma frase. En este contexto, la
expresión es de más ayuda en mostrarnos cómo entender la frase “el fin del mundo”.
Leemos:

Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron


aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu
venida, y del fin del siglo?

Este versículo sirve como introducción a la información expuesta en Mateo 24 que


enseña el tiempo y el carácter de la Gran Tribulación. Este capítulo también enseña que
la Gran Tribulación es seguida inmediatamente por el regreso de Cristo en el fin del
mundo. De esta manera, podemos tener la seguridad que el término “fin del mundo”
puede identificarse claramente con el tiempo de la Gran Tribulación.

Significativamente, es durante el tiempo de la última parte de la Gran Tribulación


cuando la cosecha final de creyentes será recogida.

Significativamente, es durante el tiempo de la última parte de la Gran Tribulación


cuando la cosecha final de creyentes será recogida. Como aprendimos en el libro “El
Final de la Era de la Iglesia y Después”, en el tiempo de la “lluvia tardía”, una “gran
multitud la cual nadie podía contar” llegarán a ser creyentes (Apocalipsis 7:9-14). A
medida que individuos creyentes llevan el verdadero Evangelio a todo el mundo, esta
cosecha final de almas es introducida al reino de Dios.

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Es también el tiempo cuando aquellos que son salvos se les manda salir de la iglesia
local. Esto es así porque en la institución de la iglesia, la cual consiste de todas las
congregaciones locales, el Espíritu Santo ya no está aplicando la Palabra de Dios a los
corazones de ninguno.
De esta manera, podemos tener la seguridad de que la frase “el fin del mundo”
claramente puede identificarse con los eventos que ocurren durante la Gran Tribulación,
un período que termina con el regreso de Cristo en el último día de la existencia de esta
tierra.
Hemos aprendido que la parábola del trigo y la cizaña se enfoca en el tiempo de la
Gran Tribulación. Tenemos ahora que comenzar a entender la declaración de Dios de
cómo vino a existir la cizaña dentro de la congregación local.
En el siguiente capítulo, nos daremos cuenta de la identidad del enemigo que sembró
la cizaña.

CAPÍTULO 2

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