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Entr a la casa y sali con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro
hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron.
El hombre empez a sentir frustracin. Corri tras ellos tratando de ahuyentarlos en
direccin al granero. Lo nico que consigui fue asustarlos ms y que se dispersaran
en todas las direcciones menos hacia el granero.
Por mucho que lo intentara, no consegua que entraran al granero, donde estaran
abrigados y seguros.
- Por qu no me seguirn? -exclam- Es que no se dan cuenta de que ese es el nico
sitio donde podrn sobrevivir a la nevisca?
Reflexionando por unos instantes, cay en la cuenta de que las aves no seguiran a un
ser humano.
-Si yo fuera uno de ellos, entonces s que podra salvarlos -dijo pensando en voz alta.
Seguidamente, se le ocurri una idea. Entr al establo, agarr un ganso domstico de
su propiedad y lo llev en brazos, pasendolo entre sus congneres salvajes. A
continuacin, lo solt.
Su ganso vol entre los dems y se fue directamente al interior del establo. Una por
una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.
El campesino se qued en silencio por un momento, mientras las palabras que haba
pronunciado haca unos instantes an le resonaban en la cabeza:
-Si yo fuera uno de ellos, entonces s que podra salvarlos!
Reflexion luego en lo que le haba dicho a su mujer aquel da:
- Por qu iba Dios a querer ser como nosotros? Qu ridiculez!
De pronto, todo empez a cobrar sentido. Entendi que eso era precisamente lo que
haba hecho Dios. Dirase que nosotros ramos como aquellos gansos: estbamos
ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios se volvi como nosotros a fin de indicarnos
el camino y, por consiguiente, salvarnos. El agricultor lleg a la conclusin de que ese
haba sido ni ms ni menos el objeto de la Natividad.
Cuando amainaron los vientos y ces la cegadora nevasca, su alma qued en quietud
y medit en tan maravillosa idea. De pronto comprendi el sentido de la Navidad y
por qu haba venido Jess a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se
disiparon aos de incredulidad. Hincndose de rodillas en la nieve, elev su primera
plegaria:
"Gracias, Seor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!"