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Poder Judicial de la Nación

/// Isidro, 11 de mayo de 2010.


AUTOS Y VISTOS:

Para resolver en el presente Incidente de Rectificación de


Documentación personal del inscripto como Ramiro Alejandro Gallo, en el
marco de la causa nro. 3063/10 del registro de la Secretaría nro. 7 de este
Tribunal; y

CONSIDERANDO:
I. En virtud de la presentación realizada por la víctima bajo el
nombre de Francisco Madariaga Quintela (inscripto como Alejandro Ramiro
Gallo), se ha requerido al Tribunal la declaración de falsedad de la información
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obrante en los documentos públicos con los cuales fue inscripto el nombrado
como hijo biológico de Víctor Alejandro Gallo e Inés Susana Colombo,
apoyándose tal pedido en las conclusiones del informe genético agregado a los
principales, sumado a los elementos probatorios valorados al momento de
dictarse la medida cautelar contra éstos, y señalando la analogía entre su actual
reclamo con aquel que fuera resuelto por la suscripta en el expediente 2932/09
(“Ricchiuti”) -ver fs. 1/3 y vta.-.
El interesado se refirió además al excesivo lapso temporal que
llevaría esperar una eventual sentencia definitiva para corregir sus datos de
conformidad a las disposiciones del art. 526 C.P.P., al tiempo que se manifestó
acerca del nombre de pila, apellidos y fecha que desea incorporar, para el caso
de hacerse lugar a su pedido.
A su turno, los querellantes Estela Barnes de Carlotto (en su
condición de Presidente de la Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo) y
Abel Pedro Madariaga, fueron contestes en opinar que corresponde hacer lugar
al pedido de forma inmediata, a fin de garantizar los derechos en crisis y cumplir
con la obligación internacional del Estado de reparar las graves violaciones a los
derechos humanos (ver fs. 7).
Por su parte, el representante del Ministerio Público Fiscal entendió
aplicable al caso las disposiciones de la ley 18.248 y, como consecuencia de las
acciones meramente declarativas que la misma prevé, este Tribunal se
encontraría en condiciones de proveer de conformidad a la petición incoada a fs.
1/3, la que encuentra un sólido aval en la categórica conclusión del peritaje
genético habido en el principal (ver fs. 9 y vta.).
Por último, mientras la defensa de Gallo ha guardado
silencio en punto al pedido, de lo que se infiere su falta de oposición, la defensa
oficial que asiste a Colombo ha emitido opinión a fs. 13 y vta., exponiendo que
si bien “… mi asistida no se opone abiertamente a la autodeterminación de
Ramiro Alejandro Gallo en lo que a su identidad se refiere, esta defensa sí ve un
obstáculo que lo solicitado se efectúe en esta etapa del proceso…, razón por la
cual la petición formalizada deberá ser resuelta con la sentencia definitiva a
dictarse en este proceso penal.”
Así las cosas, habiéndose pronunciado los interesados, las
actuaciones están en condiciones de resolverse.
II. Previo al análisis del planteo, corresponde aclarar que las
palabras del defensor mencionadas a título propio (ver fs. 13 y vta.), ninguna
virtualidad tendrán en este incidente, de modo que, naturalmente, prevalecerá la
opinión de la persona que reúne la condición de imputada, Inés Susana
Colombo, cuya voluntad se encuentra por encima de las apreciaciones volcadas
por su asistente técnico.
III. Aclarado esto, y tal como lo ha sugerido el peticionante,
este Tribunal tuvo oportunidad de pronunciarse en un caso de similares
características al presente (caso Bárbara María de Guadalupe García Recchia,
resuelto el 6 de octubre de 2009, en el incidente de rectificación formado en la
causa 2932/09, Sec. 7), en el marco del cual se expusieron una serie de
precisiones que trataré de acotar en este resolutorio, ya que las mismas se
refieren a la dogmática aplicable a uno y otro caso.
En primer lugar se desarrolló una extensa valoración de
normativa, doctrina y jurisprudencia, a partir de la cual arribé a la conclusión de
que corresponde admitir el tratamiento de cuestiones civiles dentro del proceso
criminal, destacando que la naturaleza del reclamo se trata de una pretensión de
carácter no patrimonial (ver apartado II de la citada resolución).
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Asimismo, se atendió a la opinión del representante del


Ministerio Público Fiscal que dictaminó en forma concordante con este caso,
haciendo alusión al art. 322 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,
valorando que la incertidumbre a despejar gira en torno a la identidad de una
persona, cuestión de extrema significancia tanto para el ser humano involucrado
como para su círculo familiar, ya que su tratamiento provocará la posibilidad de
establecer entre sus relaciones jurídicas, aquellas inherentes a su estado civil,
que de acuerdo a las constancias de los autos principales, ha sido ilegalmente
suprimido desde mediados del año 1977.
Estimo prudente en este aspecto señalar que la sensibilidad de la
temática abordada, no me impide reconocer que también se encuentra en juego
una variada gama de situaciones que afectarían a la víctima, pudiendo derivarse
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cuestiones que atañen al ejercicio de una pluralidad de derechos vinculados a las


relaciones de familia, entre los que se pueden mencionar los derechos a la
tradición familiar y cultural, derechos hereditarios, pasando incluso a influir en
simples circunstancias de la vida cotidiana, como ser, identificarse ante
cualquier autoridad pública con su actual DNI que, de estar al resultado del
estudio genético, contiene datos contrarios a su verdadera identidad.
Volviendo al tiempo a partir del cual ello sucede, me refiero al
momento desde que comenzó a surtir efectos el falso emplazamiento del estado
civil, debe apreciarse el significativo y extenso lapso temporal transcurrido
desde su inscripción hasta el presente, para dimensionar la afectación que hoy
continúa en cierto modo vigente debido a que todavía la víctima es, según los
datos oficiales, Alejandro Ramiro Gallo.
No obstante todo lo dicho, como lo dije en el caso antes citado,
existe una clara limitación en punto a todo aquello que será materia de
evaluación en el presente incidente, puesto en nada condiciona la futura
intervención del Tribunal de juicio para el caso de que este expediente avance a
esa etapa, ya que las consideraciones aquí introducidas responden
exclusivamente a la pretensión declarativa que se sustancia en sintonía con la
obligación estatal de tomar las providencias para que nadie sea sustraído de la
protección judicial y el ejercicio del derecho a un recurso sencillo y eficaz.
En otras palabras, cualquiera fuese la suerte del expediente en
el futuro, incluso, y específicamente, sin descartar que se formulen
cuestionamientos que puedan girar en torno a la gravitación que el estudio
genético arrimado a la causa conlleva como prueba de cargo, lo cierto es que
este decisorio tiene como norte atender sin dilaciones el reclamo de una de las
víctimas, observando las conclusiones del estudio desde el punto de vista
científico, sin que influya en modo alguno su valoración desde el prisma del
derecho procesal penal, tarea que desarrollé, en su oportunidad de acuerdo al art.
306 CPP.
Asimismo cabe recordar que entre la afectación de la víctima y
el actuar disvalioso objeto de imputación debe existir una relación de causa y
efecto, es decir debe exteriorizar contemporaneidad entre una y otra,
circunstancia que se da plenamente corroborada en este caso, de acuerdo a los
propios argumentos del Tribunal desarrollados con motivo del auto cautelar
dictado en los principales.
Dicho sea de paso, de un estudio detenido del mencionado
auto cautelar, surge con evidencia una circunstancia que no puede dejar de ser
contemplada en el caso a resolver.
En efecto, si bien excedería claramente el objeto procesal por
el cual interviene el Tribunal cualquier análisis relativo a la existencia de un
plan sistemático de sustracción de menores para la época que nos ocupa, no
podrá desconocerse como hecho público y notorio que dicha hipótesis es
desarrollada en procesos judiciales radicados en el fuero de excepción con
asiento en la ciudad Autónoma de Buenos Aires (caso “Nicolaides”).
Al mismo tiempo, tampoco puede negarse que durante los
primeros días de vida de la víctima de autos, los mismos se vieron signados por
la actividad desplegada por agentes estatales o paraestatales en las operaciones
emprendidas con el propósito alegado de reprimir el terrorismo, en el período
comprendido entre los años 1976 y 1983.
Superado esto, no sólo pudo determinarse “prima facie” en el
auto cautelar que la víctima haya nacido en una dependencia del Ejército
Argentino mientras su madre se encontraba privada ilegítimamente de su
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libertad ambulatoria (Hospital de Campo de Mayo), sino que, tal como surge del
citado auto de procesamiento, Víctor Alejandro Gallo integraba las filas de ese
engranaje estatal que ejecutaba las órdenes emanadas del aparato de poder
comandado desde las más altas autoridades de la República, que gobernaban de
facto el país por aquel entonces.
En ese orden de ideas, es que al ser contestado el planteo
formulado, esta instancia judicial no puede perder de vista que, como parte del
mismo Estado, se encuentra en condiciones de reparar, dentro de las actuales
posibilidades, la afectación derivada del irregular emplazamiento del estado
civil del peticionante.
IV. Para ello, corresponde el mismo estudio de procedencia
efectuado en el caso García Recchia, circunscripto a tres situaciones centrales de
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la decisión:
El primero de ellos deriva de las disposiciones del denominado
“derecho convencional”, cuya jerarquía prevalece sobre cualquier normativa
interna que se encuentre por debajo de la carta magna.
El segundo surge del análisis detenido de los antecedentes
jurisprudenciales, puesto que se ha corroborado que existe uno emanado de la
cámara de este circuito judicial, cuyas circunstancias fácticas se corresponden
con el presente y fue resuelto en forma favorable al peticionante.
Y en tercer lugar, sin perjuicio del valor relativo que se le puede
atribuir a las pruebas reunidas en la etapa de instrucción, el resultado del estudio
genético incorporado en autos.
Así las cosas, pasaré a puntualizar los argumentos ya anticipados
que acompañan la unánime voluntad de las partes involucradas en el incidente,
no obstante lo dicho respecto de la opinión técnica de la defensa pública.
En orden a lo expuesto, no puede perderse de vista la obligación
estatal que deriva del art. 8, numeral 2, de la Convención por los Derechos del
Niño, la cual resulta aplicable como norma de jerarquía superior a la disposición
procesal del art. 526 del Código Procesal Penal, aunque vale decir que ésta
última solamente interfiere el pedido aquí analizado desde el punto de vista
temporal, puesto que en todo caso se cuestionaría si el estado procesal del
trámite principal podría desembocar en la denegatoria de la pretensión, por
prematura.
Sobre este punto se volverá más adelante, en lo atinente a la falta de
regulación que se evidencia, sobre la temática, en nuestro derecho interno.
Sin embargo, estimo que se encuentra seriamente relativizada su
operatividad en este expediente, ya que la particular casuística que se plantea en
autos difícilmente haya sido considerada por el legislador al momento de
redactar el citado art. 526 C.P.P., en tanto las sentencias declarativas de
falsedades instrumentales resultan abarcativas de un sin numero de opciones
ajenas al restablecimiento del estado de familia. En otras palabras, no se
desprende del espíritu de la norma que haya sido prevista la “devolución”
de la identidad de una persona, cuando se arriba al momento de dictarse
sentencia definitiva en un expediente penal.
Como se anticipó, el Tribunal también valora un antecedente de
similares características al presente, en el marco del cual la Excma. Cámara
Federal de Apelaciones de la Ciudad de San Martín revocó la decisión del
entonces titular del Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional 2 de San
Martín (el mismo entendió que recién correspondía expedirse en la oportunidad
prevista en el art. 526 C.P.P.) y declaró la falsedad de los instrumentos públicos
impugnados por la querellante (causa 2993 “Leiva, Adriana s/ denuncia”, Sala
II, Sec. Penal 1, rta. 22/10/02).
En aquella oportunidad, el Tribunal de alzada consideró que la
víctima del caso “no tiene el derecho ni el deber de seguir usando la
identificación de …, porque no es el nombre y apellido que le corresponde de
acuerdo con las disposiciones de la ley.” (art. 1 de la ley 18.248).
También hizo referencia a que las cosas pueden ser entregadas
provisoriamente antes de la sentencia sin perjuicio de la posterior devolución
definitiva al interesado, pero el nombre por su función de individualización no
puede mantenerse transitoriamente o restituirse precariamente, ya que el signo
social de la identidad es indisponible como elemento integrante de la
personalidad jurídica o de los derechos y obligaciones inherentes a la persona
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(conf. Fallo citado y art. 523 C.P.P., art. 16, Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos y art. 75 inc. 22 C.N.).
Volviendo al derecho convencional (contemplado también en el
fallo señalado), merece observarse el dictamen elaborado de conformidad al art.
5, párrafo 4 del Protocolo Facultativo del Comité de Derechos Humanos, creado
en virtud del art. 28 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en
el marco del cual se sostuvo: “en relación con las violaciones al Pacto que
tuvieron lugar antes del 8 de noviembre de 1986, el Comité insta al estado Parte
a que persevere en sus esfuerzos encaminados a investigar la desaparición de los
niños, establecer su verdadera identidad, proveerlos de documentación de
identidad y pasaportes a su verdadero nombre, y conceder prontamente la debida
reparación a ellos y a sus familiares” (ver punto 12).
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A propósito de estos últimos, también se reconoce la inalienabilidad


del derecho a la verdad y la identidad de los niños nacidos en cautiverio y la
obligación del Estado Argentino de satisfacer, en la medida de sus posibilidades,
el interés de los familiares de las víctimas afectadas por graves violaciones a los
derechos humanos y la reconstrucción de los vínculos familiares, lo cual aparece
patentizado con la presencia en el expediente de Abel Pedro Madariaga (padre
del interesado), quien asumió el rol de parte querellante en el expediente
principal y acompañó el pedido que aquí se resuelve.
Finalmente, superado el análisis que hace a la necesidad del
pronunciamiento por sobre la limitación temporal del art. 526 C.P.P., debe
tenerse en cuenta el peritaje realizado por el Banco Nacional de Datos Genéticos
que arrojó como resultado la existencia de un vínculo biológico entre el grupo
Madariaga Quintela y el inscripto como Alejandro Ramiro Gallo, el cual se erige
como uno de los elementos más trascendentes a tener en cuenta entre aquellos
que conforman el sumario principal, con las limitaciones propias a las que hice
alusión párrafos atrás.
En efecto, sin dejar de observar, reitero, la etapa que transita el
juicio criminal, a los efectos que aquí interesan y cuanto menos hasta lo actuado
al día de la fecha, vale destacar que no ha existido cuestionamiento alguno
contra el rigorismo científico del peritaje de referencia, el cual por otro lado,
fue acercado al tribunal en términos categóricos en punto al porcentual de
exactitud.
Sobre este tipo de estudios, puede citarse la publicación elaborada
por Héctor Eduardo Leguisamón en el diario digital “El Dial”, invocando a su
vez una obra de Jaime Berúmen Campos (“ El análisis del ácido
desoxirribonucleico (ADN) en la identificación de individuos, Ciencia y
Desarrollo 111, 34/41 (1993), citado además por Lázaro Tenorio Godinez (“
Hacia un nuevo procedimiento en los juicios sobre paternidad ágil, sencillo y
eficaz, en Revista Anales de Jurisprudencia del Tribunal Superior de Justicia del
Distrito Federal, ps. 203/204, t. 246, VII Época, Año 2006, México), en punto a
que “El examen genético de ADN, correctamente realizado, es en la actualidad,
el medio científico que alcanza el mayor grado de certeza en la investigación de
filiaciones en tanto permite excluir la paternidad en un 100% e incluirla en un
99,99%. El estudio de paternidad a nivel del material genético consiste en el
análisis y comparación del material genético de la madre, del hijo y del supuesto
padre. Este estudio se realiza mediante una serie de técnicas de ingeniería
genética, que en conjunto se les conoce como “huella digital de ADN”. Esta
tecnología permite representar en una placa de rayos X, aspectos de la estructura
del ADN de una persona en forma de bandas paralelas, similar a los códigos de
barras que identifican a los productos en los supermercados. La mitad de las
bandas son heredadas por la madre y la otra mitad por el padre. De tal forma que
si la mitad de las bandas de ADN encontradas en un hijo están presentes en el
supuesto padre, la paternidad es concluyente. Para llevar a cabo tal probanza,
preferentemente se extraen 10 ml. de sangre por veno-punción cubital en el
Laboratorio de Biología Molecular a las personas mencionadas, o bien,
mediante un exudado bucal, cabello o cualquier tejido celular de las personas
que habrán de someterse al estudio, y después de un proceso cuidadoso, se
puede determinar la paternidad o maternidad con un grado de certeza y
confiabilidad mayor al 99,99%, ya sea que resulte incluyente o excluyente”.
La doctrina mayoritaria se ha mostrado proclive a otorgar un peso
determinante al resultado positivo obtenido en el examen genético.
A criterio de Arazi, apartarse de las pruebas biológicas es casi
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imposible (o sumamente dificultoso), pues no pueden oponerse a esas pericias


otros elementos que no tengan la misma jerarquía y el mismo valor científico.
(Arazi, Ronald, “Cuestiones de derecho probatorio: el juez y las partes ante la
flexibilización de la carga de probar: prueba científica. Visión actual de las
reglas de la sana crítica”, en “Temas modernos del Derecho procesal”; Ed. Diké,
Mendoza, 1999, p. 107).
V. Pasando a las consideraciones finales, sostengo que deben
restablecerse, en esta instancia, a favor del peticionante los atributos
correspondientes al estado de familia de hijo resultante de su emplazamiento
natural y jurídico por aplicación de los principios directivos que impone la
Convención sobre los Derechos del Niño (arts. 2, 7 y 8), la Convención sobre
los Derechos Humanos, ambas de jerarquía constitucional (art. 75 inc. 22); las
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normas sobre filiación establecidas en el Código Civil y preceptos concordantes


y el art. 1 de la ley 18.248; por encontrarse en juego no sólo el nombre “per se”,
sino una distinción que se corresponde con la identidad del interesado como la
expresión unitaria de la aptitud de la persona humana para ser titular de
derechos y deberes en el plano del comportamiento y las relaciones
reglamentadas.
En ese sentido, cabe puntualizar la existencia del reciente acuerdo
de solución amistosa suscripto entre la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo y
el Gobierno de la República Argentina en su carácter de Estado Parte de la
Convención Americana sobre los derechos humanos en el marco del caso
“Evelin Karina Vázquez Ferrá”, por intermedio de la cual el Poder Ejecutivo
Nacional se comprometió a establecer los mecanismos específicos para facilitar
la corrección de la documentación de toda persona cuya identidad haya sido
sustituida durante la dictadura militar, a fin de favorecer el proceso de la
restitución de la identidad.

En su consecuencia, el Ministerio de Justicia, Seguridad y


Derechos Humanos de la Nación dispuso la creación de la Unidad de
Regularización Documental de las víctimas de violaciones de los derechos
humanos mediante resolución ministerial 679/2009 (Publicación en B.O.:
02/10/2009), a la que el Tribunal deberá otorgarle intervención de acuerdo a la
especificidad de sus funciones.

Asimismo, es oportuno decir que en ese caso, durante el


trámite de instrucción del expediente penal, se reinscribió a “Vázquez Ferrá”
por orden judicial, como hija de Rubén Santiago Bauer y Susana Beatriz
Pegoraro, valiéndose el magistrado interviniente del estudio pericial elaborado
por el Banco Nacional de Datos Genéticos, o sea, en similares circunstancias
que las apreciadas en este incidente que aquí se resuelve.
VI. A esta altura, también puede agregarse que el bien
jurídico tutelado (“identidad”), introducido en la última reforma del art. 139 del
Código Penal (según ley 24.410), se trata de una incorporación al derecho
positivo nacional posterior a la disposición del art. 526 del Código de forma, lo
cual justificaría su falta de previsión en materia procesal.
Adviértase que para Jorge Clariá Olmedo (“Derecho Procesal
Penal, Tomo III, actualizado por Jorge Raúl Montero, Rubianzal Culzoni,
Editores, pags. 291 y ss.), “la sentencia que declara la falsedad ordenará que el
instrumento sea reconstruido, suprimido o reformado según sea el sentido de
esta declaración de falsedad. En realidad se trata de ejecución de condenas por
hechos configurados por los artículos 292 a 294 del Código Penal en cuanto
referidos a los instrumentos públicos. Estas normas son extensivas, en lo que
corresponde, a la falsificación de moneda, billetes de banco, títulos y
documentos de crédito del Estado (arts. 282 a 287 del Cód. Pen.), a la
adulteración de sellos, timbres y marcas (arts. 288 a 291 del Cód.Pen.). Este
desarrollo de la fórmula genérica de los códigos procesales penales puede
extenderse a otros casos como los de reponer o restituir los sellos, registros o
documentos que la autoridad entrega o confía a la custodia de un funcionario o
de otra persona en el interés del servicio público a que se refieren los artículos
254 y 255 del Código Penal y a algunos otros casos más. También se captan los
delitos que se cometen por medio de documentos o instrumentos públicos,
fundamentalmente la defraudación…. Se presentan otros casos en los cuales es
necesario impartir órdenes de naturaleza ejecutiva que materialicen la
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restitución sin la exigencia de ocurrir a otras sedes. Entre ellos pueden


recordarse los siguientes: 1) La reconstrucción de los límites entre dos
inmuebles, límite que la sentencia firme declaró alterados, y a semejanza de
esto, cualquier otra modalidad de usurpación de las previstas por los artículos
181 y 182 del Código Penal. Algunos casos permiten proceder al reintegro de
la posesión o tenencia del inmueble, o a la reposición del derecho real que se
había constituido sobre él; 2) la publicación de la retractación o de la sentencia
firme en los procesos por delitos contra el honor…. No cabe duda de que en
todos los casos se está frente a la ejecución de un aspecto civil del
pronunciamiento del tribunal penal, el que aun podría ser penalmente
absolutorio. Se trata de una condena civil a reconstruir o a publicar que ha de
significar gastos de cierta importancia. Estos gastos no son la condena; deben
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considerarse incluidos dentro del concepto de costas de la ejecución y


funcionarán, por lo tanto, conforme al régimen general establecido para ellas.
Están captados por la condena en costas en cuanto pronunciamiento de la
sentencia penal”.
Como puede apreciarse, ninguna mención expresa se ha
formulado en relación a cualquier situación semejante a la aquí tratada.
VII. A propósito de ello, sin desconocer que en forma genérica
el plazo razonable en el proceso penal ha sido objeto de estudio para situaciones
en las que se apreciaba un retardo perjudicial para quienes tenían la condición
de imputados, no puede marginarse del análisis de este caso dichos parámetros,
tal como fue apuntado (ver “El plazo razonable en el proceso del estado de
derecho”, Daniel Pastor, Ed. Ad Hoc, pag. 213), en el caso "GENIE LACAYO" ,
correspondiente a una sentencia de la CIDH dictada el 29 de enero de 1997
contra Nicaragua.
Lo particular del caso reside en que el plazo razonable de
duración fue invocado por los familiares de la víctima del delito. La Corte tomó
los criterios del TEDH, y la llevó a la conclusión de que la duración del proceso
rebasó los límites de la razonabilidad prevista por el art. 8.1, decidiendo que
Nicaragua había violado tal precepto de la CADH. Si bien la CIDH se ha
referido aquí al derecho de la víctima a la conclusión del proceso penal dentro
de un plazo razonable, ello lo hizo utilizando los mismos criterios que para el
derecho del imputado a que su persecución termine dentro de un plazo
razonable. Ha seguido también los precedentes del TEDH, muchos de los cuales
corresponden a casos no penales, lo cual es comprensible debido a que, tanto en
el ámbito del Consejo de Europa como en el de la CADH, el plazo razonable es
un derecho individual frente a los procesos judiciales de cualquier naturaleza.
Esa situación de carácter temporal se conjuga, en lo que concierne
al comportamiento estatal ante las afectaciones al derecho a la identidad,
conforme lo dice Osvaldo Gozaíni en “El Derecho Procesal Constitucional y los
Derechos Humanos” ( UNAM, 1995), cuando se verifican dificultades
procesales, ante lo cual es deber del órgano captar con amplitud un fenómeno
naturalmente complejo y, al mismo tiempo, el otro deber del Estado es la de
proceder a su investigación y orientación de la víctima ante su posible déficit, a
través de los mecanismos de asistencia que sólo él tiene disponibles.
El déficit está dado por la ausencia de una normativa específica
interna que abarque, sin dilaciones, este especial cuadro de situación de nuestra
historia reciente, que nos ha dejado como saldo la existencia de personas adultas
que reclaman por ese derecho a la identidad, que cuando niños y hasta el
presente, se refiere a la necesidad de ser inscriptos en condiciones genuinas
(inmediatamente después de su nacimiento; a tener un nombre desde que nace y,
en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos de
conformidad al art. 7 de la Convención sobre los Derechos del Niño).
Recordemos que el Estado tiene la obligación, cuando un niño sea
privado ilegalmente de algunos de los elementos de su identidad o de todos
ellos, de prestar la asistencia y protección apropiada para permitir restablecer
rápidamente su identidad (art. 8 de la Convención sobre los Derechos del Niño).
VIII. Pero ante la falta de un texto normativo interno que permita su
inmediata operatividad, considero adecuado puntualizar, y lo digo luego de
intervenir en numerosos expedientes cuyo objeto reunía ingredientes similares al
presente, que existe a mi criterio la imperiosa necesidad de que el Estado adecúe
su legislación interna a los estándares internacionales en la materia, afirmación
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que sostengo a partir de lo que considero una obligación de carácter funcional


como aporte al mejoramiento del sistema de administración de justicia.
Es que considero un deber de mi parte el hecho de hacer notar a las
autoridades competentes que, en el marco del ejercicio de la magistratura, he
comprobado el cuadro de situación al que hice referencias críticas en el presente
y en otras decisiones.
Ello lo concibo como integrante de uno de los poderes del Estado,
sin perder de vista que la suma de facultades y atribuciones que la Constitución
concede al Poder Judicial, puede encerrarse en la palabra jurisdicción que, en su
acepción más comprensiva, expresa la potestad de aplicar la ley para administrar
justicia.
Sin descuidar el funcionamiento propio de cada una de las
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instituciones dentro de un sistema republicano de gobierno, y en vista a que


corresponde al Congreso de la Nación la tarea de legislar, este Tribunal elevará
constancias de este incidente a conocimiento de la Cámara Federal de
Apelaciones de la Ciudad de San Martín, a fin de que en ejercicio de sus
facultades de superintendencia y en caso de considerarlo procedente, evalúe la
posibilidad de remitir por intermedio de quien corresponda, los antecedentes
pertinentes al señor Ministro de Justicia, Seguridad, y Derechos Humanos de la
Nación, ello con el objeto de que en el área específica de su incumbencia
eventualmente estudie la posibilidad de articular los mecanismos a su alcance en
punto a una iniciativa legislativa que, en nuestro derecho interno, contemple
expresamente la facultad y/o deber de los jueces de atender a toda actuación en
el marco de la cual pueda plantearse la necesidad o conveniencia de corregir la
documentación y los registros públicos y privados, a partir de la incorporación
de prueba científica realizada por la autoridad competente, que haya
determinado la genuina identidad de una víctima de los delitos de sustracción de
menor, alteración o sustitución del estado civil e identidad y falsedad
documental, cuando aquella confronte con la que falsamente tiene emplazada,
sin limitación alguna relativa al estado procesal que observe el trámite penal que
pudo conformarse.
Ello así, dado que todo lo concerniente a la identidad y el
estado civil de las personas, hace a una cuestión de orden público que como tal,
deriva en consecuencias jurídicas que tienen efectos sobre los intereses de la
sociedad en su conjunto.
Lo dicho en los párrafos anteriores en modo alguno debe ser
entendido como una invasión a los otros poderes del Estado, sino que, insisto, es
consecuencia natural del análisis profundo del planteo que aquí se responde,
luego de haber comprobado en este caso concreto que me toca resolver, desde el
legítimo ejercicio del control constitucional de la leyes, cuanto menos la
existencia de una “laguna legal” que a mi modo de ver, constituye un vacío
legislativo que nuestro derecho interno no se ha ocupado de amoldar de
conformidad a las exigencias que derivan del art. 75 inc. 22 CN.
Por todo lo expuesto:

RESUELVO:
I. DECLARAR la falsedad del Acta N° 331 de la Delegación
Bella Vista, Partido de General Sarmiento, de la Dirección del Registro
Provincial de las Personas, del 3 de agosto de 1977, donde se asentó el
nacimiento del inscripto como Alejandro Ramiro Gallo, DNI nro. 26.132.698,
hijo de Víctor Alejandro Gallo y de Inés Susana Colombo, y la totalidad de los
documentos que se labraron en su consecuencia.
II. DECLARAR que la identidad de la persona inscripta como
Alejandro Ramiro Gallo en realidad se trata de FRANCISCO MADARIAGA
QUINTELA, nacido el día 5 de julio de 1977 en Campo de Mayo, entonces
Partido de General Sarmiento, Provincia de Buenos Aires, hijo de Abel Pedro
Madariaga y de Mónica Silvia Quintela Dallasta.

III. OTORGAR INMEDIATA INTERVENCIÓN al


Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación con motivo
de la creación de la Unidad de Regularización Documental de las víctimas de
violaciones de los derechos humanos mediante Resolución 679/2009
(Publicación en B.O.: 02/10/2009).

IV. ORDENAR al REGISTRO NACIONAL DE LAS


Poder Judicial de la Nación

PERSONAS la inmediata realización de los trámites inherentes al cumplimiento


de los puntos I y II, particularmente con el objeto de suministrar a la víctima a
la brevedad posible, la nueva documentación personal con la que se identificará
en lo sucesivo.
V. HACER SABER al interesado que deberá aportar toda
documentación identificatoria que se encuentre en su poder con los datos
señalados en el punto dispositivo I, una vez que se regularicen las situaciones
que derivan de la presente decisión.
VI. LIBRAR OFICIO al Señor Presidente de la Excma. Cámara
Federal de Apelaciones de la Ciudad de San Martín en los términos señalados en
el punto VIII del considerando.
Tómese razón, notifíquese a las partes por cédula, al interesado en
USO OFICIAL

forma personal, y una vez firme, líbrense los oficios de rigor a fin asentar en los
registros respectivos lo aquí resuelto.

Sandra Arroyo Salgado. Juez Federal


Walter Rodríguez. Secretario.

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