He recibido con sorpresa y alegría las fotografías de la
última producción artística de Diego Arango Arango y
debo confesar que mi admiración no obedece simplemente a mi sentido de la estética sino que entronca con la capacidad simbólica representativa del género humano. Siempre he afirmado que la obra de arte hay que leerla, que no basta con mirarla, porque ella esconde mucho más de lo que muestra a simple vista y es que el arte, como el mito, nos ofrecen un conocimiento configurado del mundo en que vivimos. El arte como el mito son categorías culturales y, por lo mismo, difieren según en el grupo social de que forman parte. La realidad, querámoslo o no, es un mito, una ilusión que hay que desentrañar, que hay que explorar y conocer para hacerla parte de nuestro haber, para vivenciarla y fundirnos con ella. Algo parecido ocurre con el arte y el mito, y aun que son anteriores a nosotros, se sobre ponen, nos rebasan en un afán de perfeccionamiento, de querer el perfeccionamiento de la materia abstracta, de querer hacer objetiva su “inexistente” realidad. Afirme, con motivo de una nota anterior, que lo mítico se aplica a lo extraordinario, fabuloso y memorable que está más allá de la realidad cotidiana, empírica y comprobable. El arte como el mito son una fantasía y ejercen un mágico poder y encanto sobre el mundo en que vivimos con la misma fuerza y vivacidad que un mantra de sanación, porque el arte como el mito curan, cicatrizan o abren las más profundas heridas del espíritu y la cultura. Al leer la obra de Diego Arango tenemos la sensación de encontrarnos ante una puerta abierta por donde entra una luz iridiscente y nos invita a navegar sobre un plácido mar…Pero hay otra sensación más intensa todavía y es la sensación que nos deja el color. Es a través de él que ingresamos en la obra, que sentimos por simpatía lo mismo que sintió el pintor al plasmarla en el lienzo, al transponer la realidad y convertirla en una ilusión, una imagen que trasciende su realidad. Nada puede hablar tan bien ni decir tanto sobre la personalidad del artista, su carácter, su mentalidad creadora como el uso y la distribución del color sobre el lienzo: El color se expresa por su equilibrio a través del prisma del ojo del artista, por el conocimiento de su naturaleza, por los contrastes que permiten expresar lo alegre o lo triste, lo luminoso o lo sombrío, lo tranquilo o lo exaltado, en fin, una melodía, una comedia o una tragedia. Sea como sea, el color es, ante todo, luz, belleza y armonía, delicia para la vista, pero sobre modo, equilibrio psíquico, paz para el espíritu. Es todo eso y mucho más lo que consigue Diego Arango Arango en la representación de su singular mundo pictórico.