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Jess me dijo en
la Cruz que t eres mi madre. Y a ti, que soy tu
hijo. Ven. Me desgarra el dolor, pero no logro
imaginar cmo ser el tuyo. Madre! Permteme
arroparte con mis brazos. El dolor compartido es
comunin. Yo tambin lo amaba. Yo tambin lo
amo. Ven, ven a casa. Sus palabras me dieron
vida. Desde aquel da, justo a las cuatro de la
tarde, cuando el Bautista lo seal como el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Es verdad! Cunta miseria han cargado sus
hombros! No entendimos entonces el peso que
asuma como suyo. Pero ya en ese momento nos
mir con aquellos ojos en los que nunca se
oscureci la luz. Llenos de gracia y verdad. Los
que hablaban de Dios. Tan parecidos a los tuyos.
Dnde vives?, le preguntamos. Vengan y
vean, nos dijo. Y en realidad, empezamos a ver.
Nunca nada volvi a ser igual. La luz nos inund
entonces, y de alguna manera sigue con
nosotros. A pesar de las tinieblas del mundo.
Estuvimos con l toda la tarde. Ven, Mara, ven a
casa. l nos llev entonces a donde viva. l
haba venido a vivir entre nosotros. Ven, Mara.
Esta es tu casa.
En el lago, un da nos llam. Dijo que hara
de nosotros pescadores de hombres. No
entendimos bien, pero aquella fuerza dulce y
tremenda de su voz nos atrap. Esa libertad