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I) TRIPTICO-PROGRAMA (anverso y reverso) DE LOS ACTOS DE CLAUSURA DEL

PRIMER CENTENARIO DE LA UNER EN HUELVA 16-19 DE ABRIL DE 2010,


II) HOMILÍA DE LA MISA (viernes 16) EN LA IGLESIA DE PALOS DE LA FRONTERA

III) CRONOLOGÍA DEL BEATO MANUEL GONZÁLEZ, mes de mayo

I) Triptico-programa
II) PRIMER CENTENARIO DE LA FUNDACIÓN DE LA UNER
Eucaristía del viernes 16 de abril 2010
Textos litúrgicos del día correspondiente, de la segunda semana de Pascua.
Lugar: Iglesia de San Jorge Martir. Palos de la Frontera. Hora: 19,00.

Homilía de Ildefonso Fernández Caballero

A D. Manuel no le gustaban las homilías ampulosas y largas. Procuraré ser sencillo en este
momento tan solemne, y ser breve cuando tantas cosas habría que decir.
Nos reunimos aquí para iniciar los actos de clausura de las celebraciones del Primer
Centenario de la Fundación de la UNER, que tuvo lugar en la Parroquia de San Pedro de Huelva el
4 de marzo de 1910.
Entre los objetivos de las celebraciónes del centenario está: “Recordar, una vez más, y en el
año sacerdotal, la gran figura del Fundador Beato Manuel González, poniendo de relieve su gran
labor realizada en nuestra ciudad”.
Al abrigo de estos muros de la iglesia parroquial de San Jorge Martir de Palos de la Frontera,
donde nos encontramos, se leyó el 23 de mayo de 1492 la real provisión de los Reyes Católicos que
ordenaba que dos naves del puerto se pusieran al servicio de Cristobal Colón. Gracias a los Pinzón,
prestigiosa familia de navegantes palermos, se pudieron encontrar los marineros necesarios,
llegaron a navegar el 3 de agosto tres naves descubridoras, y , después de avistatar y poner el pie en
América el 12 de octubre de 1942, regresaron dos carabelas el 15 de marzo de 1943. Estamos, pues
en el lugar deorigen del Descubrimiento y Evangelización de América.
El 14 de junio de 1993, en el IV viaje apostólico del Papa a España, Juan Pablo II, estuvo en
esta iglesia parroquial de San Jorge Martir, porque, según dijo en Huelva, “En el nombre de Dios y
de Santa María- como consta en los escritos de la época- se embarcaron con Colón en el puerto de
Palos los valerosos marinos de esta tierra que hicieron de la mar océana un camino para la difusión
del Evangelio”.
Además, y este es el motivo que nos congrega hoy aquí, la iglesia de Palos de la Frontera
fue el lugar de destino del primer viaje misionero de las Marías de los Sagrarios apenas fundada la
Obra. Al día siguiente de la fundación de las Marías (4 de marzo de 1910), Mercedes López
Prieto(+ junio de 1918), emprendió la primera visita eucarística y apostólica a esta iglesia y este
pueblo. (Cf Campos Giles I, pag 276).

Los textos litúrgicos del viernes de la segunda semana de Pascua nos introducen en el
clima sacerdotal y eucarístico del Año Santo promulgado por el Papa Benedicto XVI:
La antífona de entrada (Ap 5, 9-10) dice así: “Con tu sangre, Señor, has comprado para Dios
hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; has hecho de ellos una dinastía sacerdotal que sirva
a Dios, Aleluya”.
Desde el comienzo de la misa se destaca la adquisición, al precio de la sangre de Cristo, de
una dinastía sacerdotal de caracer universal. Todos en ella son sacerdotes. Y está formada por gentes
de todos los pueblos y naciones de la tierra.
Luego, las lecturas proclamadas ponen de relieve que el ejercicio del sacerdocio cristiano se
caracteriza:
– por la misión: los apóstoles (Hch 5, 34-42) “ Salieron del Consejo contentos de haber
merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo
y por las casas, anunciando el Evangelio de Jesucristo”;
– por la ofrenda eucarística que se evoca en el evangelio (Jn 6, 1-15): “Jesús tomó los panes,
dijo la ación de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que
quisieron del pescado”.
Así, pues, somos una dinastía sacerdotal, cuyos rasgos característico son la misión y la
ofrenda eucarística en la que la misión culmina. En ella todos somos misioneros y oferentes.
El carisma de la UNER acentúa la dimensión misionera del sacerdocio común de los
cristianos. Es cierto quel la UNER es una obra de reparación, pero don Manuel, la quiso de
“reparación con alas”. Una reparación evangelizadora o, dicho de otro modo con la peculiar
expresión del Fundador, para “eucaristizar” el mundo: «Marías y Juanes amadísimos, dice D.
Manuel, ya lo sabéis; se nos piden obras, obras de reparación eucarística, de atracción al
Sagrario, de, y permitidme la palabra, eucaristización del mundo. Reparación Eucarística y
Eucaristización del mundo.
D. Manuel define así el verbo Eucaristizar. La acción de volver a un pueblo loco de amor
por el Corazón eucarístico de Jesús. ¡Dios mio, Dios mio, que las Marías y los Juanes hagan
conjugar pronto ese verbo a toda España y a todo el mundo! Amén, amén».
La Obra tiene un centro y tiene un horizonte. El centro es la Eucaristía y el horizonte la
evangelización o eucaristización. Don Manuel escribe: «Y trabajar con Cristo es ir mucho al
Sagrario, para preguntar al Maestro que está allí, para hacerse fuerte con la mirada del Capitán
que está allí, para disipar tinieblas y dudas con la Luz que está allí, para recobrar pérdidas y
cobrar alientos con el Pan que está allí y para transformarse en valiente, en héroe, en loco, que
todo es preciso a veces, con el amor del Corazón que está allí.
Si a eso se llama exigir imposibles, pedir santidad, poner la puntería donde muy pocos
pueden llegar, entonces pediría permiso para dar mi último consejo que sería este: “Si lo bueno
que esperamos, si lo que ha de traer el reinado de la justicia y de la caridad sobre esta sociedad
pagana, no lo hemos de sacar del Sagrario, esperad sentados, propagandistas y hombres de
acción, esperad sentados...»

Las primeras Marías, como los apóstoles y como el gran sacerdote que fue D. Manuel
“ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el Evangelio de
Jesucristo”.
“El Evangelio y el Sagrario no se pueden separar, como no se pueden separar el eco de su
sonido, la claridad de la luz que la produce”(D. Manuel González En busca del escondido, Obras
completas II – pastorales- n 2829)
El día siguiente de la Fundación en Huelva, Mercedes López Prieto fue la primera María de
los Sagrarios que emprendió un viaje misionero a Palos de la Frontera.
De Mercedes López escribió D. Manuel. “Adherida a poco de mi llegada a Huelva a aquel
famoso coro de chiflados y chifladas por el Corazón de Jesús, que tantas empresas de gloria para
Él y de provecho para Huelva llevaron a cabo, no dejó un momento de exhibirse y trabajar y
sacrificarse como tal chiflada” .
En los libros de caja de aquel también famoso Banco de la Providencia, que como
preciado tesoro conservo, ¡cuantas veces aparece el nombre de Mercedes López precediendo
cifras, unas veces chicas, otras veces grandez, producto de limosnas por ellas pedidas de puerta
en puerta, o de venta de libros míos, u objetos por ella elaborados a beneficio de aquellas
Escuelas del Amo! Y ¡cómo olvidar entre otras muchas hazañas de su gran corazón el día que,
viéndome sin maestras para la naciente escuela del Polvorín, se me ofreció a serlo por sólo amor
del Amo todo el tiempo que fuera menester! Y ¡cómo a pesar del lo largo del camino de cada día y
de lo delicado de su salud lo ejecutó por espacio de muchos meses!”
En Palos visitó el sagrario y evangelizó en el templo y por las casas. Las Marías de los
Sagrarios siguieron la ruta marcada por D. Manuel; desde la hora fundacional no se han detenido
sus viajes eucarísticos y evangelizadores.
Apenas implantadas en Alajar, comienzan a moverse por la Sierra de Huelva,
desplazándose a La Nava (cuatro viajeras), y Jabugo (tres viajeras)
Desde Valverde salen a inaugurar un sagrario en Sotiel Coronada (10 Marías y 7 caballeros
de la Adoración Nocturna, 3 de ellos eran ya Discípulos de San Juan).
Enseguida se mueven por Extremadura, Cataluña, Aragón Cantabria, Madrid, Levante,
Castilla-León, Castilla-La Mancha... Luego Cuba y el mundo

Evangelio: (Jn 6, 1-15)

La acción misionera de sacerdocio de Cristo tiene, como fuente y cumbre, la celebración


eucarística; y el servicio a todos, principalmente a los pobres.
En el evangelio proclamado hoy, las gentes se muestran hambrientas de pan. Han visto los
signos que hacía con los enfermos. Y recurren a él. Constituye el centro de su interés. Pero su
búsqueda es interesada. No reconocen en sus signos al que viene como Palabra y Pan de vida. Si
algo esperan de él es que solucione sus problemas económicos o sus necesidades materiales. Por eso
al final acabarán buscándolo para hacerlo Rey, es decir para que siga produciendo pan. La huida de
Jesús a la montaña deja al descubierto todas nuestras concepciones egoístas de la relación religiosa
con Dios.
El hambre de las multitudes no deja indiferente a Jesús. Pero él está convencido de que la
realidad social únicamente puede ser modificada si cada uno asume su propia responsabilidad y
pone a disposición de los demás lo que es y lo que tiene. No desconoce la necesidad de las
aportaciones de la ciencia y la política económica, pero sus parámetros son otros: los de la vida
entregada al servicio de los hermanos, como hizo él en la cruz y como nos mandó hacer a nosotros
en la Eucaristía en conmemoración suya.
Jesús, Pan partido y compartido, crea unidad y solidaridad. Los que comparten como él,
multiplican también los bienes en favor de los demás, actúando como pide la vocación a la que
hemos sido convocados.

En el curso del retiro de aquel día de cuaresma de 1910, D. Manuel hizo un llamamiento en
nombre de Jesús a un grupo de mujeres y les describió «...una situación muy triste. Muy triste, sí;
pero con todo el color negro y el sabor amargo que queráis poner a esa tristeza; es la situación en
que se encuentra en muchísimos Sagrarios Jesucristo Sacramentado».
Y añadió: «vais a permitirme, señoras, que yo que invoco muchas veces la solicitud de
vuestra caridad en favor de los niños pobres y de todos los pobres abandonados, invoque hoy
vuestra atención primero y vuestra cooperación después en favor del más abandonado de todos los
pobres: el Santísimo Sacramento... Yo no os pido ahora dinero para los niños pobres, ni auxilio
para los enfermos, ni trabajo para los cesantes, ni consuelo para los afligidos; yo os pido una
limosna de cariño para Jesucristo Sacramentado, un poco de calor para esos Sagrarios tan
abandonados; yo os pido por el amor de María Inmaculada, Madre de ese Hijo tan despreciado, y
por el amor de ese Corazón tan mal correspondido, que os hagais las Marías de esos Sagrarios
abandonados.
¿Cómo?
Para eso es la “Obra de las tres Marías”.
Su fin, ya lo habéis oído; proveer de Marías adoradoras los Sagrarios desiertos,
convertidos hoy en Calvarios por la ingratitud y el abandono de los cristianos.
La obra se dedicará, pues, como a su objeto esencial y necesario, a procurar que no haya
tabernáculo sin sus tres Marías que trabajen por que se abra el Sagrario y se visite el Santísimo
diariamente.

«...Vidas...consagradas a dar y buscar organizada y permanentemente al Corazón de Jesús


sacramentado reparación de su abandono exterior e interior en sus tres manifestaciones
eucarísticas de Misa, Comunión y presencia real permanente por la compañía de presencia, de
compasión, de imitación y de confianza» (Aunque todos, yo no. Obras completas nn 58-59)

Para no alargarnos demasiado, debo terminar. Cuando D. Manuel González llegó a Huelva
en 1905 todavía resonaban los ecos de las celebraciones de IV Centenario del Descubrimiento de
América. En ese clima realizó en Huelva su ingente tarea apostólica. Todos conocemos la relación
entrañable que le unió a Manuel Siurot, exponente y promotor de la relación de los lugares
colombinos con América. Siurot, siendo todavía joven, tomó parte muy activa en aquellas
celebraciones, y luego escribió numerosos artículos en torno a la epopeya del Descubrimiento.
Entre ellos uno, titulado:”El Triunfo de las Carabelas”, le valió en 1926 el premio nacional
“Mariano de Cavia” de periodismo.
En el año 1910, el mismo de la fundación de las Marías, viajó a Argentina como miembro de
la representación oficial de España en los actos celebrativos del I Centenario de la Independencia de
aquella República sudamericana. Según él, Colón es una idea y una voluntad decidida. Palos es la
mano de obra del Descubrimiento, la realización práctica de aquella idea; La Rábida es el nido
donde se cobijaron las esperanzas rotas y se encendieron luces apagadas en la lucha.

Que al comenzar el segundo siglo de su andadura, el Beato Manuel González siga siendo
para la UNER una idea y una voluntad decidida. Que la UNER retome ahora en Palos la energía
para ser mano de obra en la eucaristización del mundo, y que la Virgen de los Milagros de la
Rábida, Patrona de Palos, cobije nuestras esperanzas rotas y encienda de nuevo las luces apagadas
para la lucha de la nueva evangelización.

III) CRONOLOGÍA DE DEL BEATO MANUEL GONZÁLEZ


Fechas importantes en el mes de Mayo

Primera comunión.

En Sevilla, el 11 de mayo de 1886 participó por primera vez plenamente en la Eucaristía,


recibiendo la primera comunión. Siguió el orden litúrgico y teológico de los sacramentos de la
iniciación cristiana, pues fue bautizado el 28 de febrero de 1877, a los tres días de nacer, y confirmado
por el arzobispo de Sevilla el 5 de diciembre de 1886 en el Palacio Arzobispal.
Recibió la primera comunión en la iglesia de las
escuelas de San Luis, de las que había sido
aventajado alumno, de manos de su tío, el canónigo
de la Catedral de Sevilla D. Francisco García
Sarmiento.
Retablo mayor de la Iglesia de San Luis (Sevilla)

“El beato Manuel González -dijo Juan Pablo II en


la homilía de la misa de beatificación (21-4-2001)- es un modelo de fe eucarística, cuyo ejemplo sigue
hablando a la Iglesia de hoy.
No es posible entrar en la intimidad eucarística -tan ponderada por el beato- de aquel su primer
encuentro sacramental con Jesucristo, sino a través de lo que escribió después sobre la Misa y la
Comunión.
Como recuerdo y homenaje en este aniversario, transcribimos este párrafo de sus obras: “ En la
Misa tendemos del modo más perfecto a nuestro fin; en la Comunión recibimos el medio más
eficaz para llegar a conseguirlo.
¿Puede haber en nuestra vida deber que más nos importe cumplir, ocupación que más nos honre
y obligue, obra de más preferencia que el ofrecer a Dios, nuestro principio y fin, la mayor gloria
que le da el alabarlo, agradecerlo, aplacarlo y pedirle en unión y al modo de su propio Hijo y
su Hostia; y bien que más deba atraernos, placer que más nos halague, felicidad que más nos
embargue, caudal que más nos enriquezca que esa mayor gracia de la Eucaristía, que, comida y
asimilada, nos va haciendo lentamente en el alma y en el cuerpo hostias vivas, santas y
agradables?” (Mi comunión de María, 11ª edición, p.33).

Comienzan las obras de las Escuelas del Sagrado Corazón en la antigua iglesia de San
Francisco de Huelva.

Huelva 2 de mayo de 1906

Un día de Marzo de 1906 su coadjutor en la parroquia de San Pedro, D. Manuel González


Serna, llevaba en procesión el Viático a un enfermo. Cuando el sacerdote regresó a la parroquia, el
párroco advirtió que aquel venía herido de una pedrada en la cabeza. La reflexión sobre este hecho
contribuyo a que madurara en la convicción de que las escuelas de inspiración cristiana eran en
Huelva “una necesidad muy grande y muy triste”.

En abril de 1906, empezó su primera aventura en el campo escolar: “nos echamos a la calle
a hacer unas escuelas muy grandes, muy buenas, muy cristianas y absolutamente de balde para los
niños pobres”.

¿Dónde encontrar el lugar mínimamente adecuado para tan urgente necesidad?


Una Real Orden de 24 de enero de 1823 había impuesto la supresión del convento
franciscano de Huelva entre otros de la misma orden esparcidos desde antiguo por la provincia. A
partir de ese momento, una parte de los frailes se trasladó al convento de Moguer, mientras que
otros cuatro religiosos franciscanos permanecieron todavía en la casa de Huelva hasta 1834. El día
28 de agosto de 1835, el convento de San Francisco pasó finalmente de derecho y de hecho a
disposición de la Junta de Enajenación de Edificios y Conventos suprimidos. La iglesia, exceptuada
de la desamortización, permaneció abierta al culto, y subsistió con todos sus altares, imágenes,
pinturas y enseres como ayuda de la parroquia de San Pedro.
Cuando don Manuel González llegó a Huelva, el templo de San Francisco estaba muy
deteriorado. Y la huerta del convento, desaparecida su vieja noria, se había convertido ya en plaza
del barrio.
Como solución de urgencia, el 2 de mayo de 1906, Don Manuel dio comienzo a las
obras para instalar las primeras aulas en los espacios de las capillas del lado del evangelio y el
coro alto de la iglesia, y poco a poco los fue ampliando a medida que se pudieron adquirir
varias viviendas adyacentes. Tantos alfajores, “suspiros”, tortas, bizcochos, yemas, “lágrimas
de San Pedro”, golosinas y refrescos se hicieron y se vendieron en la Huelva de hace un siglo
para ayudar a comprar las casas y a sufragar las obras de adaptación, que don Manuel
repetía: “Si se estrujaran las paredes de la escuela chorrearían almíbar”.
Viaje desde Huelva a Madrid para el primer encuentro nacional con las Marías.

Huelva, mayo de 1912.

Uno de los viajes, que puede ser signo de los muchos realizados por toda la península, es el
que realizó a Madrid durante el mes de mayo de 1912 para el primer encuentro nacional con las
Marías, pasados sólo dos años de su fundación en Huelva.

La Obra de las tres Marías de los Sagrarios Calvarios nació ciertamente


con un esencial y decidido propósito de adoración reparadora.
«...Vidas...consagradas a dar y buscar organizada y permanentemente al
Corazón de Jesús sacramentado, reparación de su abandono exterior e
interior en sus tres manifestaciones eucarísticas de Misa, Comunión y
presencia real permanente por la compañía de presencia, de compasión, de
imitación y de confianza». Pero tiene en el pensamiento de don Manuel otras
características que son también esenciales: cooperar inmediatamente en el fin
apostólico de la Iglesia; es una obra predominantemente de seglares; nace en la
parroquia con ánimo de colaboración, según su condición específica, con los pastores; los
miembros de la asociación la constituyen a la manera de un cuerpo orgánico que obra bajo la
dirección superior de la Jerarquía. Tiene, pues, todas las características requeridas más tarde por el
Concilio Vaticano II para que pudiera llamarse Acción Católica.
Es una obra de reparación, pero don Manuel la quiso de reparación con alas. Una
reparación evangelizadora o para “eucaristizar” el mundo, usando una palabra peculiar suya:
«Marías y Juanes amadísimos, ya lo sabéis; se nos piden obras, obras de reparación eucarística,
de atracción al Sagrario, de, y permitidme la palabra, eucaristización del mundo.
Eucaristizar. La acción de volver a un pueblo loco de amor por el Corazón eucarístico de
Jesús. ¡Dios mio, Dios mio, que las Marías y los Juanes hagan conjugar pronto ese verbo a toda
España y a todo el mundo! Amén, amén».
La adoración reparadora, lo primero. Pero, además, reparación con alas, es decir, obras,
obras de evangelización o de eucaristización de España y del mundo.
El centro, y también el horizonte de la Obra, los señala don Manuel cuando escribe a
propósito del trabajo de eucaristización: «Y trabajar con Cristo es ir mucho al Sagrario, para
preguntar al Maestro que está allí, para hacerse fuerte con la mirada del Capitán que está allí,
para disipar tinieblas y dudas con la Luz que está allí, para recobrar pérdidas y cobrar alientos
con el Pan que está allí y para transformarse en valiente, en héroe, en loco, que todo es preciso a
veces, con el amor del Corazón que está allí.
Si a eso se llama exigir imposibles, pedir santidad, poner la puntería donde muy pocos
pueden llegar, entonces pediría permiso para dar mi último consejo que sería este: “Si lo bueno
que esperamos, si lo que ha de traer el reinado de la justicia y de la caridad sobre esta sociedad
pagana, no lo hemos de sacar del Sagrario, esperad sentados, propagandistas y hombres de
acción, esperad sentados...»

La Obra de las Marías nació con implantación parroquial y con vinculación jerárquica.
Apenas nacida, Don Manuel acudió a informar a su prelado, el arzobispo de Sevilla, Cardenal
Almaraz y Santos. El Cardenal acogió la Obra calurosamente. Y en el mes siguiente al de la
fundación la recomendó con una carta circular dirigida a toda la archidiócesis. En la carta
expresaba el Cardenal su deseo de que «todos los párrocos acojan el pensamiento de “la Obra de
las tres Marías” del señor Arcipreste de Huelva, pues con ser tan sencilla y de tan fácil ejecución,
es un medio eficacísimo para estimular la piedad y hacer que los pueblos vivan del espíritu de fe,
acompañando al Divino Misionero que se ha quedado en el Sagrario por amor a los hombres».

A partir del momento de la fundación de la Obra y la aprobación diocesana, este


movimiento eucarístico se expandió rápidamente por toda España, de manera que el Arcipreste de
Huelva tuvo que simultanear su apostolado en Huelva con los viajes en ferrocarril por toda la
península para atender a los grupos que surgían en las parroquias y al apostolado eucarístico en
general. En sólo nueve meses, la Obra se había establecido en 21 diócesis, sin contar otras en las
que se estaba trabajando para su implantación.

Primera piedra del nuevo Seminario de Málaga

Málaga, 16 de mayo de 1920.

Capilla del Seminario de Málaga en la actualidad


Escribió D. Manuel: “El Amo quiere que se haga el Seminario (esto me consta
firmemente). Para hacer el Seminario se necesita dinero (esto es también indudable). Yo no
tengo una peseta (evidentísimo). ¿De dónde? ¡A mí qué me importa! ¿Cuándo? Cuando haga
falta. ¿Cómo? Como a El le dé la gana, que para eso es el Amo”.
Con estas premisas, gracias a una donación de la duquesa de Nájera, se pudieron
comprar ocho hectáreas de unos terrenos, colindantes con otros que eran ya propiedad del
Obispado, no lejos de Málaga, a cien metros de altura sobre el nivel del mar.
Dos ingenieros de prestigio se pusieron a disposición del Obispo para la elaboración
técnica del proyecto y la dirección de las obras. Éstas comenzaron en Enero de 1919, pero
hubo que interrumpirlas en el verano porque no había agua. Después de mucha oración y
sacrificios, la tarde del 20 de diciembre del mismo año, D. Manuel subió a un pequeño cerro
y señaló un sitio. A una profundidad de diez metros brotó un poderoso caudal de agua
potable, “el pozo de mi historia, dice D. Manuel, con la circunstancia de que los pozos de
las proximidades dan agua salobre”. El 16 de Mayo de 1920 se pudo poner la primera
piedra del Seminario malagueño. Abrió sus puertas a 210 seminaristas al comienzo del
curso 1924-1925..

Fundación de las Hermanas Marías Nazarenas


Málaga, 3 de Mayo de 1921

La Obra de las Marías de los Sagrarios Calvarios se extendió rápidamente, de manera que,
como decíamos anteriormente, en Mayo de 1912 D. Manuel se reunió en Madrid con Marías de
una buena parte de las diócesis españolas. Ante este inusitado crecimiento, en diciembre de ese
mismo año, cuando apenas habían pasado tres del retiro fundacional, en la capilla de la parroquia
de San Pedro de Huelva, unas Marías expresaron al Arcipreste sus inquietudes acerca del futuro de
la Obra, y de su papel en la actividad de la Iglesia Española. El párroco de San Pedro les dijo sin
dudar: Las Marías subsistirán. Me sobrevivirán. Sólo es preciso que tres Marías, tan decididas
como las del Calvario, se pongan al frente de todas las Marías del mundo Las tres están ya ahí.
¿Dónde? El Señor las presentará. Y ellas se encargarán de dar realidad al carisma perpetuo de
acompañar y compadecer al Abandonado del Sagrario, a Jesús. Y cuando esto suceda, no habrá
que temer por España, porque ésta se hallará a cubierto de todas las emboscadas con una
guardia valerosa que defenderá a Cristo en todo lugar donde exista un Sagrario. D. Manuel intuía
ya lo que había de ser luego la fundación del Instituto de las Marías Nazarenas
La idea fue madurando en el pensamiento y en el corazón de don Manuel, hasta que, siendo
ya obispo de Málaga, llegó la oportunidad y el momento designado por la Providencia. La Obra de
las Marías seguía creciendo por todas partes y a D. Manuel se le hacía ya imposible atender
simultáneamente a sus obligaciones pastorales y al cuidado de la Obra. Como ocurrió con Moisés
en el desierto, llegó el momento de aligerar la carga compartiendo la responsabilidad. Algunas
Marías se mostraron dispuestas para la fundación. Para evitar el riesgo de «toda obra humana, y
más si es piadosa, de debilitación, inconsistencia, diversidad de interpretaciones, falsificación y
pérdida del espíritu», se hacía necesaria una institución religiosa «protectora, unificadora y
III Encuentro Latinoamericano de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret
Quito 26 enero 2009

permanente que prevenga esos peligros» y complete definitivamente la organización de la Obra.


«¿No es objeto digno, - escribe D. Manuel- no digo ya de una Obra de celo, sino de un
Instituto religioso, el combatir el abandono del Sagrario? ¿No dio lugar a la formación de famosos
Institutos la meditación y predicación de la Santa Infancia, o de la Pasión del Señor, de los Dolores
de la Santísima Virgen y otros objetos particulares dentro del campo de la piedad y de la religión?
¿Por qué dentro del campo extensísimo de la reparación eucarística no ha de existir uno especial
para reparar el grandísimo mal del abandono del Sagrario?» ".
El 3 de Mayo de 1921, en un pequeño piso de la calle Marqués de Valdecañas, en Málaga, se
inició la vida comunitaria de la nueva institución eucarística. No mucho después, fue necesario
trasladar el nuevo Instituto, por insuficiencia del piso, a una casa propia al pie del monte
donde se edificaba el nuevo Seminario malagueño.
Instituto de las Marías Nazarenas, las llamó D. Manuel. Marías, como las de los Sagrarios, y
Nazarenas, viviendo en la oración, el silencio, el trabajo y la pobreza de Jesús en la comunidad
familiar de Nazaret. Las popularmente conocidas en todas partes como Nazarenas, recibieron
el 28 de enero de 1970 el nombre oficial, según aprobación pontificia, de «Misioneras Eucarísticas
de Nazaret».
Incendio del Palacio episcopal
Málaga, 11 de mayo de 1931.

Málaga, Palacio Episcopal en la actualidad


Finalizaba este día en que se cumplió el 45 aniversario de la primera comunión de D.
Manuel González, Obispo de Málaga. A este feliz recuerdo se unió el drama de una de las
jornadas más amargas de su vida. El 14 de abril había sido proclamada la segunda República
española. El Obispo de Málaga, con ocasión del próximo mes consagrado a María, recordó a
los católicos la necesidad y el deber de acatar y obedecer al poder legítimamente constituido
para el mantenimiento del orden y del bien común.
El ll de mayo dijo Manuel Azaña: “Todos los conventos de Madrid no valen la vida
de un republicano”. Podían haberle importado, además de la vida de un republicano, los
conventos, colegios e iglesias que ardían ese día en Madrid. Su gobierno era responsable del
orden público.
En Málaga, como trágico eco de los sucesos de Madrid, prendieron fuego a veinte
conventos e iglesias y, entre ellos el Palacio Episcopal.
En contra de las seguridades que había dado el gobernador civil a D. Manuel
González, a las doce de la noche las turbas asaltaron la residencia episcopal. Ante la
seguridad de actos sacrílegos se consumieron las Sagradas Formas de los sagrarios de las
capillas de la casa. Comienza después una frenética búsqueda de salida practicable por
lugares distintos de donde estaban los asaltantes, sin hallar ninguna. Se refugiaron en el
sótano y cerraron la puerta por dentro. D. Manuel impartío la absolución a todos los
moradores de la casa y les exhortó a ofrecer las vidas, llegado el caso, por la Iglesia, y por
el Reinado del Corazón de Jesús en España y en la Diócesis. Se encomendaron a la Virgen
con el rezo del Rosario. Cuando fueron descubiertos y desde fuera comenzaron a golpear la
puerta, D. Manuel abrió y salió solo: “¿Qué queréis? Aquí me tenéis, a vuestra nobleza me
entrego” . Entre gritos de energúmenos surgieron algunas voces sensatas: “¡Se le protege,
¡No se le hace nada!”. D. Manuel hizo saber que estaban con él sus familiares y la
comunidad de Hermanas de la Cruz, habitantes de la casa . “Que salgan, le dijeron, que no
les pasará nada. Salieron a la calle iluminada ya por las llamas que empezaban a salir del
Palacio, hicieron un angustioso recorrido por las calles de Málaga y encontraron refugio en
casa de un sacerdote diocesano. En la paz de un hogar amigo D. Manuel comentó
agradecido, mirando al sacerdote: “¡Bueno, ya, gracias a Dios, estamos aquí”. Y luego,
sonriendo, a las Hermanas de la Cruz: “Ya, cuando ustedes sean viejas, tienen algo que
contar”.
Todos los sucesos de aquel 11 de mayo de 1931 y de los días siguientes están más
ampliamente recogidos en las numerosas biografías de D. Manuel. Quede también este
escueto resumen para la memoria histórica.

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