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¿Por qué entonces un libro negro del capitalismo? ¿No es una locura afrontar una
empresa de tal magnitud? Es el mayor genocida de la historia, de acuerdo, pero un
asesino sin rostro ni código genético, que opera impunemente en los cinco continentes
desde hace siglos... Le deseo suerte en el empeño. ¿Servirá para algo? ¿No ha
escuchado la campana que anuncia simultáneamente el fin del combate y el fin de la
historia? El capitalismo ha ganado. Acapara en su actual y sólida versión mafiosa los
despojos de sus enemigos. ¿Se le vislumbra algún adversario creíble?
¿Qué enemigo? El inmenso pueblo que es parte civil en el proceso. Los muertos y los
vivos. La innumerable muchedumbre de los que fueron deportados de África hacia
América, descuartizados en las trincheras de cualquier guerra sin sentido, los quemados
vivos por el napalm, los torturados hasta la muerte en las mazmorras de los perros
guardianes del capitalismo, los fusilados en el Mur des Féderés, en Fourmies, en Sétif,
masacrados por cientos de miles en Indonesia, los prácticamente exterminados indios de
América, los asesinados en masa en China para asegurar el libre comercio del opio...
Las manos de los vivos han recibido de todos ellos la antorcha de la rebelión del
hombre a quien se niega su dignidad. Manos en poco tiempo inertes de esos niños del
Tercer Mundo a los que la desnutrición mata diariamente por decenas de miles, manos
descarnadas de los pueblos condenados a reembolsar los intereses de una deuda cuyo
monto ha sido robado por sus dirigentes-títeres, manos temblorosas de los cada día más
numerosos marginados de los centros de opulencia...
Manos trágicamente débiles, y por ahora desunidas. Pero que un día se unirán
inexorablemente. Y ese día, la antorcha que portan incendiará el mundo.