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El Hijo y la trascendencia
El Hijo hecho hombre ha manifestado al Padre, a quien nadie ha visto (Jn 1, 18). La
Palabra hecha carne ha vestido lo inefable con categoras humanas, pero siempre de
manera que a travs de todos los elementos comprensibles se trasluce el Dios
incomprensible. Jess no nos habra revelado al Padre si slo nos hubiera acercado su
inmanencia y no tambin, adems y al mismo tiempo, su trascendencia. Y esta
simultnea revelacin ocurre en la totalidad de la vida de Jess de la misma manera que
Dios est, al mismo tiempo, en nosotros y por encima de nosotros, a la vez lejano y
cercano, asible e inasible.
Ahora bien, tampoco es Dios el equilibrio entre inmanencia y trascendencia, sino que es
su total inmanencia la que nos refiere su trascendencia todava mayor. Slo a partir de
sta, de su ser Dios en s mismo, es como se hace inmanente a la creatura, como se
inclina en gracia y fidelidad y alianza eterna a esa casi- nada que somos nosotros. Y esto
se hace visible en la manera como el permanente ser-con- nosotros de Jess se realiza a
travs de ausencias y sustracciones cada vez ms acentuadas. Casi como si su venida al
mundo no fuera ms que una ocasin para su desaparecer: "Ahora dejo el mundo y me
voy al Padre" (Jn 16,28). Pero este "ir al Padre" es la autntica forma de su retorno al
mundo o de su permanencia en l. "Habis odo que os he dicho: me voy y volver a
vosotros. Si me amarais os alegrarais de que me fuera al Padre" (14,28). Y esto por dos
razones. En primer lugar, "porque el Padre es ms que yo" (ibid ) al retirarse Jess junto
al Dios ms grande, adquiere su verdadera figura, la que se vislumbr en la
transfiguracin y se hizo definitiva en la resurreccin.
La otra razn est en la frase: "Os digo la verdad: os conviene que yo me vaya, porque
si no me voy, no vendr a vosotros el Parclito" (16,7 ). Es decir, que la presencia