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constructivismo: la filosofía
de la tecnología en la
encrucijada
por Andrew Feenberg
Traducción de Agustina Lo Bianco e Ignacio Perrone, 2006
Introducción
Lo que Heidegger llamaba “la pregunta por la tecnología” tiene un status
peculiar actualmente dentro del ámbito académico. Después de la Segunda
Guerra Mundial, las humanidades y ciencias sociales fueron barridas por una
ola de determinismo tecnológico. Si la tecnología no era alabada por
moderinzarnos, era culpada por la crisis de nuestra cultura. Interpretado en
términos optimistas o pesimistas, el determinismo parecía ofrecer una visión
fundamental de la modernidad como un fenómeno unificado. Esta
aproximación ha sido abandonada hace tiempo por una visión que admite la
posibilidad de una “diferencia” significativa, por ejemplo en lo referido a la
variedad cultural en la recepción y apropiación de la modernidad. De todas
formas, aún la ruptura del determinismo simplista no llevó al florecimiento de
la investigación en filosofía de la tecnología que se hubiera esperado.
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aquellos que continúan sosteniendo el interrogante previo acerca de la
tecnología han dudado en asimilar los avances de los nuevos estudios en
tecnología.
Esa es la pregunta subyacente que espero tratar en este trabajo a través de una
crítica del concepto de la acción técnica en Heidegger, Habermas y, como una
instancia contemporánea de la filosofía de la tecnología, Albert Borgmann.
Dejando de lado diferencias importantes que discutiré más adelante, para estos
pensadores la modernidad está caracterizada por una forma única de acción
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técnica y pensamiento que amenazan los valores no-técnicos a medida que se
extienden a las profundidades de la vida social. Ellos proponen teorías
sustancialistas de la tecnología, en el sentido que atribuyen un contenido más
que instrumental, sustancial, a la mediación técnica. De acuerdo a estas teorías
la tecnología no es neutral. Las herramientas que usamos dan forma a nuestro
modo de vida en sociedades modernas, donde la técnica se ha vuelto
omnipresente. En esta situación, medios y fines no pueden separarse. Cómo
hacemos las cosas determina quién y qué somos. El desarrollo tecnológico
transforma lo que es ser humano.
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fácilmente refutados por triviales o por deberse a atrasos o circunstancias
locales. El problema es mostrar cómo dichas diferencias pueden tener un
significado fundamental y no ser meros accidentes menores que el curso del
progreso borrará o marginará. Argumentaré, por lo tanto, que la diferencia
cultural puede aparecer en la estructura de la tecnología moderna,
diferenciando personas y sistemas sociales no sólo simbólica sino también
técnicamente.
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técnica. Como explica Heidegger en su última entrevista, “sólo un Dios nos
puede salvar” de la nave del progreso (Heidegger, 1977b).
Esta crítica gana fuerza a partir de los peligros reales con los que la tecnología
moderna amenaza al mundo actualmente. Pero mis sospechas se despiertan
frente al tendencioso contraste de Heidegger entre el piadoso trabajo del
artesano griego haciendo un cáliz y la apropiación destructiva del Rín por un
dique moderno. El artesano saca a la luz la “verdad” de sus materiales a través
de su simbólicamente cargado trabajar el contenido por la forma. El tecnólogo
moderno oblitera el potencial interno de sus materiales, los “des-mundiza” e
“invoca” a la naturaleza para que encaje en su plan. En última instancia, esto
no es el hombre, sino la pura instrumentalidad que gobierna en este “marco”
(Ge-stell); esto no es el mero propósito humano, sino una forma específica en
que el ser se esconde y se revela a través del propósito humano.
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que demanda Heidegger sin necesariamente cambiar la tecnología en sí
misma. Pero esa es una solución idealista en el peor de los sentidos, y una que
una generación de acción ambientalista refutaría sin lugar a dudas.
Habermas
Puede parecer extraño discutir Habermas y Heidegger en el mismo texto, y
especialmente comparar sus miradas sobre la tecnología considerando que
Habermas no ha escrito prácticamente nada sobre este tema en sus trabajos
más reconocidos de los últimos 25 años. Sin embargo, argumentaré que el
proyecto total de Habermas está enraizado en una crítica al tipo de acción
característico de la tecnología, el cual le ha provisto un modelo para su última
interpretación de los modos específicos de “acción racional con arreglo a
fines” que sí lo preocupan específicamente. La evidencia para sostener este
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argumento es primeramente la temprana preocupación de Habermas por la
comprensión positivista de la razón y su realización histórica en una sociedad
tecnocrática. Estos argumentos, desarrollados especialmente en el ensayo
“Tecnología y Ciencia como ideología”, conforman la estructura que subyace
a la teoría de Habermas a pesar de su continuo refinamiento y enriquecimiento
en su mirada de la sociedad moderna con el correr de los años. (Habermas,
1971). Creo que hay suficientes similitudes entre esta subestructura teórica y
la filosofía de Heidegger acerca de la tecnología como para justificar una
comparación y un contraste.
Los medios hacen posible que los individuos modernos coordinen sus
acciones a gran escala mientras persiguen su éxito individual en una actitud
instrumental hacia el mundo. La interacción guiada por los medios es una
alternativa a la comprensión comunicativa, a llegar a creencias compartidas en
el curso del intercambio lingüístico. La comprensión común y los valores
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compartidos juegan un rol menor en un mercado porque el mecanismo del
mercado conlleva un resultado satisfactorio mutuo sin discusión. Algo similar
ocurre con el ejercicio del poder administrativo. Juntos, dinero y poder, “des-
linguifican” dimensiones de la vida social al organizar la interacción mediante
conductas objetivantes.
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Como no hay una esfera institucional separada, como el mercado o la familia,
en la cual su influencia sea especialmente prominente, pareciera ser ubicua.
Entonces, ¿cómo identificarla con una base institucional en la que sostenga la
preeminencia de interacciones guiadas por medios? Habermas pudo haber
pensado que la contribución de la tecnología a los problemas de las sociedades
modernas podrían ser adecuadamente capturados mediante el análisis de su
empleo en las estructuras de mercado y administrativas, que son a través de las
cuales el proceso de colonización avanza (4). Sin embargo, las desventajas
teóricas de disolver la tecnología en economía y política superan ampliamente
a las ventajas.
Esencia e historia
La comparación entre Heidegger y Habermas revela varios puntos
complementarios interesantes, pero también un problema común. Ambos
descansan sobre la hipótesis Weberiana que sostiene que tanto las sociedades
modernas como las premodernas se pueden distinguir según el grado de
diferenciación sistemática de dominios tales como la tecnología y el arte, que
estaban unificados en formas culturales anteriores. Y ambos argumentan que
esta diferenciación ha llevado a la reificación del objeto de la acción técnica,
su degradación a un plano más bajo del ser que el sujeto que actúa en él. Cada
uno enfatiza diferentes aspectos en este proceso: Heidegger el objeto,
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Habermas el sujeto. Como intentaré demostrar, juntos, nos proveen la base
para una poderosa teoría de la tecnología. Sin embargo, cada uno desarrolla su
contribución de una manera esencialmente ahistórica que ya no resulta creíble.
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un estadio más avanzado en la historia del ser, ante lo cual lo que queda es
esperar pasivamente. Esta tendencia esencialista cancela la dimensión
histórica de su teoría.
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Al menos uno introduce mucho contenido social de forma solapada. En la
próxima sección, intentaré demostrar que esta es la manera en que la filosofía
esencialista contemporánea realmente procede.
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el comer es una operación técnica que puede llevarse a cabo con más o menos
eficiencia. Es una cuestión de ingesta de calorías, un medio para un fin,
mientras los rituales generados alrededor del consumo de comida son
secundarios a esta necesidad biológica. Pero lo que Borgmann llama “cosas
centrales” que unen a la gente en torno a actividades con sentido y valor en sí
mismas, no puede sobrevivir bajo esta actitud funcionalista.
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crítica es tan amplia que no ofrece ningún criterio constructivo para una
reforma del diseño tecnológico. El probablemente estaría de acuerdo con la
crítica habermasiana de la colonizacion del mundo de la vida, aunque sí
mejora al respecto discutiendo acerca del absolutamente importante rol que
tiene la tecnología en las patologías sociales de la sociedad moderna. Lo que
está faltando es un sentido concreto de las intrincadas conexiones entre
tecnología y cultura, más allá de algunos atributos escenciales en torno a los
cuales focaliza su crítica. Como esos atributos tienen consecuencias
mayoritariamente negativas, la crítica no muestra las variadas formas en que la
búsqueda de sentido se entrecruza con la tecnología. Y, como resultado, la
crítica no imagina ninguna reestructuración significativa de la sociedad
moderna en torno a alternativas técnicas culturalmente diferentes que puedan
preservar y realzar el significado.
Interpretando la computadora
Me gustaría profundizar esta afirmación aun más con un ejemplo específico
que ilustra concretamente mis razones por las cuales objeto esta aproximación
a la tecnología. El ejemplo que he escogido, la comunicación humana a través
de la computadora, es uno sobre el cual Borgmann ha comentado
extensamente. Mientras que no todos los que comparten la visión esencialista
acordarán con sus conclusiones negativas, yo creo que su posición representa
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adecuadamente ese estilo de crítica tecnológica y que, por ende, merece ser
evaluada aquí en cierta extensión.
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imaginaron un espacio virtual de comunicación, paralelo a la interacción
cotidiana del mundo real, donde solo circularía información valiosa.
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ocurren en los halls de su universidad no sería mucho más entusiasmante. El
problema aquí es que tendemos a juzgar la interaccion cara a cara por su
momento más memorable y a la mediada por la computadora por su peor
trascripción.
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Prodigy establecieron una lista de prioridades que presentaron a la Sociedad
Americana de Esclerosis Amiotrópica Lateral. Las redes computacionales
pueden, por ende, alimentar la creciente demanda de los pacientes que exigen
más control sobre su cuidado médico.
La teoría de la instrumentalización
La ironía de Parmenides
Heidegger, Habermas, y Borgmann indudablemente han metido sus dedos en
aspectos significativos del fenómeno técnico, pero ¿han identificado su
“esencia”? Ellos parecen creer que la acción técnica tiene una especie de
unidad que desafía la complejidad y diversidad, la profunda corporización
socio- cultural, que veinte años de creciente historia crítica y sociología de la
tecnología han descubierto sus variadas formas. Sin embargo, disolverla en la
variedad de sus manifestaciones, como a veces demandan los constructivistas,
podría efectivamente bloquear la reflexión filosófica sobre la modernidad. El
problema es encontrar una manera de incorporar los nuevos avances en una
concepción de la esencia de la tecnología, más que descartarlos, como tienden
a hacer los filósofos, como meras “influencias” de la contingencia social sobre
una tecnología reificada “en sí misma”, concebida apartada de la sociedad (9).
La solución que propongo a este problema es una radical redefinición de la
tecnología, que cruce la línea habitual entre artefactos y relaciones sociales,
asumidas tanto por el sentido común como por los filósofos.
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entonces, una especie de solución intermedia entre las perspectivas de la
filosofía y de los cientistas sociales. En lo venidero, intentaré construir un
concepto de la esencia de la tecnología que provea un locus sistemático para
las variables socio-culturales que realmente diversifican sus corporizaciones
culturales. En estos términos, la “esencia” de la tecnología no es simplemente
esos rasgos destacables compartidos por todos los tipos de prácticas técnicas
que están identificados en Heidegger, Habermas, y Borgmann. Aquellas
determinaciones constantes no son una esencia previa a la historia, sino que
son meras abstracciones de las variadas etapas históricas de un proceso de
desarrollo (10).
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Al respecto, el trabajo de describir la esencia de la tecnología no tiene uno
sino dos aspectos; un aspecto explica la constitución de objetos y sujetos
técnicos, al cual denomino “instrumentalización primaria”, y otro aspecto, la
“instrumentalización secundaria” focalizada en la corporización de los objetos
y sujetos constituidos en redes técnicas reales. Heidegger y Habermas ofrecen
una visión solo de la instrumentalización primaria de lo técnico, a través de la
cual una función es separada del continuum de la vida cotidiana. La
instrumentalización primaria caracteriza las relaciones técnicas en cada
sociedad, aunque su énfasis, rango de aplicación y significación varía
ampliamente. La técnica incluye aquellos rasgos constantes en combinaciones
que evolucionan históricamente con una segunda instrumentalización que
incluye muchos aspectos sociales de la tecnología. Las distinciones más
características entre diferentes eras en la historia de la tecnología resultan de
diversas formas de estructurar estas varias dimensiones.
1. Descontextualización
Para reconstituir objetos naturales como objetos técnicos, éstos deben ser
“desmundizados”, artificialmente separados del contexto en el cual fueron
originalmente encontrados como para ser integrados en el sistema técnico.
Una vez aislados, pueden ser analizados en términos de la utilidad de sus
diversas partes, y los esquemas técnicos que contienen pueden utilizarse para
aplicaciones generales. Por ejemplo, invenciones tales como el cuchillo o la
rueda toman cualidades, como el ser filoso o redondo, de cosas naturales como
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una roca o el tronco de un árbol, y las liberan en tanto propiedades técnicas del
rol que juegan en la naturaleza. La tecnología es construida de tales
fragmentos de la naturaleza que, después de haber sido abstraídos de cualquier
contexto específico, aparecen en una forma técnicamente útil.
2. Reduccionismo
3. Autonomización
4. Posicionamiento
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Francis Bacon escribió que “la naturaleza para ser comandada debe ser
obedecida”. El sujeto técnico no modifica la “ley” básica de sus objetos, sino
más bien usa esa ley para sacar ventaja. La ley de la gravedad esta presente en
el péndulo del reloj, las propiedades de la electricidad en el diseño del
circuito, y demás. Al lidiar con sistemas complejos, como mercados, que no
pueden ser reducidos a artefactos, la obediencia Baconiana significa adoptar
una posición estratégica con respecto al objeto. La ubicación, como se dicen
en bienes raíces, lo es todo: fortunas son hechas por haber estado en el lugar
correcto en el momento indicado. El manejo del trabajo y el control del
consumidor a través del diseño del producto tienen una estructura parecida.
Uno no puede “operar” trabajadores o consumidores como lo haría con una
máquina, pero uno puede posicionarse a sí mismo estratégicamente con
respecto a ellos, como para influenciarlos y hacerlos cumplir un programa pre
-existente que de otra manera no hubieran escogido. En un sentido toda acción
técnica es una suerte de navegación, incorporando las tendencias propias del
objeto para extraer un resultado deseado. Al posicionarse estratégicamente con
respecto a su objeto, el sujeto técnico se aprovecha de sus propiedades
inherentes.
Instrumentalización Secundaria
La instrumentalización primaria no agota el significado de la técnica sino que
meramente establece un esqueleto de las relaciones técnicas básicas. Se
necesita bastante más para que aquellas relaciones establezcan un sistema o
aparato: la técnica debe estar integrada con el medio natural, técnico y social
que sustenta su funcionamiento. El proceso de integración compensa algunos
de los efectos reificadores de la instrumentalización primaria. Aquí la acción
técnica se vuelve contra sí misma y contra sus actores a la vez que se
concretiza. En el proceso, se reapropia de algunas de las dimensiones de su
relación con el contexto y auto desarrollo de donde la abstracción tuvo lugar
originalmente al establecer la relación técnica. El carácter subdeterminado del
desarrollo tecnológico deja espacio para que el interés social y los valores
intervengan en el proceso de concretizarse. Al combinarse elementos
descontextualizados, estos intereses y valores asignan funciones, orientan
decisiones y aseguran la congruencia entre tecnología y sociedad en el mismo
nivel técnico.
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Sobre la base de este concepto de integración, considero que la técnica es
fundamentalmente social. Su “esencia” debe incluir una instrumentalización
secundaria que trabaje con dimensiones de la realidad y donde la abstracción
se haya hecho en el nivel primario. Este nivel de la técnica incluye los
siguientes cuatro momentos:
1. Sistematización
2. Mediación
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eventualmente corporizadas en diseños modificados que condensan
consideraciones de eficiencia con valores éticos. Una condensación similar
aparece en el funcionalismo estético. Así, las mediaciones permanecen como
un aspecto esencial del proceso técnico aún en las sociedades modernas.
3. Vocación
4. Iniciativa
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aplicaciones generalizadas aunque imperfectas en la organización de
profesionales como profesores o doctores. Reformada y generalizada, tiene el
potencial para reducir la alienación a través de la sustitución del control “de
arriba” por la auto-organización. En la esfera del consumo tenemos numerosos
ejemplos, como la computadora, donde la apropiación informal del usuario se
traduce en significativos cambios en el diseño. Como hemos visto, así es como
la comunicación humana se convirtió en una funcionalidad standard de una
tecnología que fue originalmente concebida por profesionales de la
computación como un medio para calcular y almacenar datos.
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¿Qué muestra una imagen histórica más amplia de la tecnología?
Contrariamente al sustancialismo Heideggeriano, no hay nada que no tenga
precedente en nuestra tecnología. Los rasgos principales, como la reducción
de los objetos a materia prima, el uso de medidas precisas y planes, el manejo
de algunos seres humanos por otros, extensas escalas de operación, son
lugares comunes a través de la historia. Es el exorbitante rol de estas figuras lo
novedoso, y por supuesto las consecuencias de ello es lo que verdaderamente
no tiene precedentes.
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Porque su hegemonía descansa en la extensión del control técnico más allá de
los límites tradicionales para abrazar a la fuerza de trabajo, el capitalismo
tiende a identificar a la técnica como un todo junto con las
instrumentalizaciones a través de las cuales ese control es asegurado. Mientras
tanto, otros aspectos de la técnica son olvidados o tratados como no-técnicos.
Es esta racionalidad técnica capitalista la que esta reflejada en el estrecho
esencialismo de Heidegger, Habermas y Borgmann. Porque su caracterización
de la tecnología esta confinada a la instrumentalización privilegiada del
capitalismo moderno, no pueden desarrollar una concepción social e
históricamente concreta acerca de su desarrollo y potencial. Hacen su propio
trabajo de abstracción, a través de la cual eliminan la dimensión socio
histórica de la acción técnica, como evidencia de la naturaleza no social de la
tecnología.
Constructivismo hermenéutiuco
Fetichismo tecnológico
El error del esencialismo no es arbitrario sino que es una consecuencia de las
propias dimensiones socio-históricas negadas de la acción técnica. Sostendré
aquí que este error refleja la reificada forma de objetividad tecnologica en la
sociedad moderna. Por “forma de objetividad” me refiero a una ilusion social
necesaria con consecuencias reales. Tales ilusiones se convierten en un
aspecto de la realidad social en la medida que constantemente actuamos sobre
ellas (15). El concepto es plausible de ser comparado con la noción de marco
de referencia determinado culturalmente, mientras que la cultura sea entendida
no meramente como manera de ver sino tambien como manera de hacer, como
sistema de prácticas.
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movimiento de bienes de vendedores a compradores está determinado por el
precio como si fuera real. Lo que está enmascarado en la percepción fetichista
de la tecnología es, similarmente, su carácter relacional: aparece como una
instancia no social de pura racionalidad técnica más que como el nexo social
que efectivamente es. Es esta forma y no la realidad de la tecnología lo que
teoriza el escencialismo.
Una crítica de la tecnología desarrollada desde este punto persigue las más
vastas conexiones e implicancias sociales enmascaradas por el “paradigma”.
En esta medida es genuinamente desreificadora. Pero en la medida que falla
en incorporar esta escondida dimensión social al concepto de tecnología
mismo, se mantiene parcialmente atrapada en las formas de pensar que critica.
La tecnología, como por ejemplo los objetos del mundo real así designados, a
la vez son y no son el problema, dependiendo de si el acento está puesto en su
forma fetichista como puro dispositivo o en nuestra aceptación subjetiva de
dicha forma. En ningún caso podemos cambiar la tecnología “en si misma”.
Como máximo, podemos esperar superar nuestra actitud hacia ella a través de
algún tipo de movimiento espiritual.
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pregunta descansa en la estructura social de una sociedad capitalista
tecnológicamente desarrollada. Esa estructura da forma tanto a las relaciones
prácticas como teóricas con la tecnología.
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descontextualiza y manipula a su objeto. Y a ello, ningún volumen de cambio
a nivel social lo puede alterar.
¿Pero cuán plausible es esta identificación? ¿No son estos modelos racionales
demasiado buenos para ser reales? ¿No son solo tipos ideales, lejanamente
vinculados a objetos reales en el mundo? Pero entonces la esencia de esos
objetos reales no coincidiría con su “núcleo” racional. Un esencialismo de
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estructura racional fallaría en trascender los límites de las disciplinas que lo
conceptualizan.
Claro está que la economía moderna da cuenta de toda la gama de factores que
estos predecesores reconocieron, pero lo hace en forma diseñada para
defender la idealización que la fundó. Así, alguno de estos factores entran en
la ciencia como supuestos en relación con la conducta económica. Por
ejemplo, la lucha política acerca de la duración de la jornada laboral le
perteneció a la ciencia marxista pero la teoría económica moderna
simplemente toma sus resultados como algo dado que es condición de la
actividad económica. Otros factores llamados no-económicos son reconocidos
como “imperfecciones” con respecto a un modelo lógico del mercado
perfecto, el cual, por supuesto, nunca ha existido.
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Esta diferencia entre el grado y tipo de diferenciación característica de las
teorías y los objetos del mundo real que estudian, da lugar a serias
confusiones. ¿Deben los mercados ser definidos simplemente como el objeto
de la ciencia económica, dejando de lado como hace la economía todo aquello
que no cuaja perfectamente con la teoría, o deben ellos ser definidos en
términos de su real estructura, incluyendo todos los aspectos que la ciencia
económica abstrae? Pero entonces la esencia del mercado no correspondería
exactamente al objeto de la economía. ¿Debería a nosotros, como analistas
sociales, importarnos? Solo en el punto en que el prestigio de la ciencia
económica deslegitima cualquier otra reflexión sobre la economía. Pero esa es
una provocación al debate, no un argumento del debate.
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ingeniería, involucra mucho más que las propiedades racional-formales de los
aparatos.
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Claro que la plana gerencial quisiera obtener una completa autonomía. Tal vez
trate de enfatizar los límites del sistema, como los entienda, enfrentándose a
sindicatos y políticos locales. Pero finalmente el sistema es más parecido a un
remolino que a un objeto sólido. ¿A quién le pertenece legítimamente su
riqueza? ¿A los accionistas, a las víctimas de sus productos, a los trabajadores
o a la comunidad? ¿Y es el mismo sistema independiente de la respuesta a esta
pregunta? Leyes y cortes, no procesos naturales, deciden el resultado (17).
Pero esto es para decir que los sistemas sociales dependen mucho más del ojo
del observador. Los sistemas, como un todo que se autoreproduce, son frágiles
subgrupos de complejos de elementos interactuantes mucho más sueltamente
organizados, que pueden incluir varios proyectos sistémicos superpuestos.
Llamo red a este último tipo de sistema (18). Los sistemas sociales pertenecen
a amplias redes con las que están involucrados en muchas incontroladas e
inintencionadas interacciones. Llamar a estas redes “contexto” en el sentido de
la teoría sistémica del término es prejuzgar la cuestión de los límites del
sistema. Mientras los gerentes del sistema sean exitosos, el prejuicio aparece
como razonable. Pero entre los elementos de la red se encuentran seres
humanos cuyo involucramiento posee una dimensión simbólica y causal.
Pertenecen al mundo de la vida dentro del cual el sistema esta situado. Pueden
depredar el sistema y destruirlo como bacilos en el flujo sanguíneo, pero
también son capaces de reorganizar la red en conflicto con los gerentes del
sistema, de producir una nueva configuración de los recursos que contiene.
Están, en otras palabras, involucrados de una manera que no está en
concordancia con la metáfora orgánica de la criatura viviente y su entorno
(19).
Los gerentes del sistema son concientes de ese amplio trasfondo a través de
las consecuencias no intencionadas y las caídas del sistema que remarcaron
los elementos de la red no completamente controlados o integrados. La
traducción de los problemas que se revelan en dichas caídas a términos
funcionales son esenciales para la reestructuración del sistema. El éxito en esta
empresa tiende a oscurecer el hecho de que cualquier función es una selección
entre un gran rango de posibilidades y demandas reveladas en las caídas,
incluyendo algunas que contradicen la supervivencia del sistema.
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nuevos líderes y objetivos. Tales transiciones radicales no pueden ser
conceptualizadas puramente desde un punto de vista funcional, siempre
relacionado a un sistema dado y a su línea de desarrollo. El filósofo
esencialista que encuentra la confirmación de su tesis en los límites de la auto
comprensión del tecnólogo, también pierde de vista la relatividad de la
función.
Esto no quiere decir que el concepto de función sea una inútil abstracción. Por
el contrario, orienta a los usuarios hacia dispositivos adecuados a sus
necesidades y tiene un importante rol en las profesiones técnicas que deben
focalizar sus esfuerzos en objetivos estrechamente definidos. Pero tanto los
usuarios como los tecnólogos actúan con un trasfondo de supuestos que
pertenecen a un mundo de la vida de la tecnologia, que no necesita ser
tematizado en el curso ordinario de los acontecimientos. Una hermeneutica de
la tecnología debe clarificar ese trasfondo.
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Me quejé con anterioridad de que el esencialismo no consigue asir la
dimensión histórica de la tecnología. Es tiempo de cumplir con la promesa de
un acercamiento alternativo, implícito en la queja. Lo que está en juego es la
explicación del cambio social en la esfera técnica, y si ese cambio es
ontológicamente significativo. La pregunta tiene dos partes, solo una de las
cuales puede ser tratada aquí. La primera parte implica la reconceptualización
del cambio técnico desde el punto de vista de la teoría de la
instrumentalización. Esta tarea involucra una ruptura fundamental con el
punto de vista del sistema para desarrollar una visión más amplia del progreso
como más que un accidente de la esencia de la tecnología. La segunda parte de
esta pregunta remite al hecho de si semejante reconceptualización podría
alguna vez ser parte del mundo de la vida de la tecnología, por ejemplo, si la
forma de objetividad de la tecnología podría cambiar y la comprensión
cotidiana de la misma ajustarse a los hallazgos sofisticados de la filosofía
antes que a la autocomprensión ingenua de las profesiones técnicas. Esa
pregunta es el tema de otro ensayo (20).
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convicción esencialista acerca de que la tecnología no cambia en esencia con
las modificaciones en sus formas históricas. Lo que cambia es solo el grado de
su diferenciación. El movimiento es hacia delante, en dirección a niveles más
elevados de diferenciación, o hacia atrás, en una indiferenciación que lleva a
condiciones más primitivas. Cuanto más énfasis ponen las sociedades en
valores estéticos y éticos, tanto más se permite que estos valores interfieran
con consideraciones puramente técnicas y más pobres serán. Ya sea que esa
pobreza virtuosa sea valorada o maldecida, las consecuencias del cambio
tecnológico basado en valores son similares. Pero la teoría de la
instrumentalización implica una interacción recíproca en la cual la
diferenciación se supera continuamente no por la regresión sino por otro tipo
de cambio que el esencialismo no puede teorizar.
Concretización
El hecho de que las instrumentalizaciones primaria y secundaria sean a veces
solo analíticamente discernibles mientras que en otros momentos son
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institucionalmente diferenciadas es otra fuente importante de confusión en la
filosfía de la tecnología. La confusión se agrava por el hecho de que hay una
constante transición del segundo caso al primero mediante lo que el filósofo
de la tecnología francés, Gilbert Simondon, llamó el proceso de
“concretización” (Simondon, 1958). (Ver Esquema I.)
diferenciación
———————————————————————>
instrumentalización primaria instrumentalización secundaria
descontextualización sistematización
reducción mediación
autonomía vocación
positionamiento iniciativa
<———————————————————————
concretización
___________________________________________________________________
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Cuando ese contexto es social, me referiré a una específica forma social de
concretización. Esa concretización social es un caso especial de lo que Bruno
Latour (1992) llama la “delegación” de una regla social a un aparato.
Reordena la estructura interna del dispositivo para optimizar su
funcionamiento incluso atendiendo una demanda social. Aquí una meta no es
meramente asignada a un dispositivo sino que realmente se vuelve
técnicamente productiva en un sentido positivo.
Una vez que una restricción social se internalice de este modo, hay una
tendencia a perderla de vista. Los dispositivos técnicos son vistos entonces
como puros frente a las influencias sociales, que son concebidas como
esencialmente externas, como valores, funciones, ideologías, reglas. Las
restricciones sociales internalizadas concretizadas en el diseño son borradas
del dispositivo reconfigurado como si fuera su destino técnico inevitable,
como en el ejemplo de la comunicación humana por computadora (Feenberg,
1995b: 14-15) . El proceso de concretización es así un inconciente
tecnológico, presente solo en la forma sedimentada de códigos técnicos que
son interpretados como puramente racionales y aislados de la sociedad
(Feenberg, 1991: 79ff) .
Tecnología y valores
El proceso de concretización tiene un carácter progresivo: los diseños pueden
ordenarse en una secuencia que va del más abstracto al más concreto de
acuerdo a criterios técnicos. Así, la concretización involucra el tipo general de
avance cognitivo usualmente asociado con la tecnología y a ese efecto
encuentra progreso en la racionalidad. Pero a diferencia de un simple criterio
desarrollista, como el crecimiento de la productividad, la concretización se
involucra en el amoldamiento reflexivo de las tecnologías a sus ambientes
sociales y naturales. Describe una trayectoria compleja del progreso, más rica
que el simple crecimiento. Es este orden más elevado de complejidad lo que la
hace significativa para las cuestiones en discusión aquí en un modo que el
mero crecimiento no lo es. Aquí va un ejemplo del tipo de cosa que tengo en
mente.
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trabajo industrial fue en paralelo con la imposición de la administración
jerárquica. Aquí el “paradigma del aparato” se toma venganza, alienando al
trabajador del proceso de trabajo en sí mismo.
Pese a que las máquinas modernas no dependen en igual medida que las
herramientas del artesano del operador humano, sigue siendo posible
diseñarlas para aprovechar un entorno de inteligencia humana y habilidades.
Existe una extensa literatura sobre teoría de la administración (remontándonos
a Marx) que sostiene que la integración entre humanos y máquinas,
recurriendo al amplio rango de capacidades intelectuales y físicas de los
trabajadores, implica formas más participativas de organización. Pero el
código técnico capitalista milita contra soluciones a problemas técnicos que
coloquen a los trabajadores de nuevo en el centro del sistema técnico.
Semejantes innovaciones concretizantes en la organización del trabajo están
siendo cada vez más comunes a medida que la tecnología de la información
revela todo su potencial. Este es un caso donde uno puede juzgar entre varios
modelos de sociedad industrial en competencia y sus diseños tecnológicos
asociados en términos de su habilidad para reconciliar la búsqueda de
eficiencia con valores democráticos la necesidad humana de trabajo
interesante y que permita la realización (Hirschhorn, 1984).
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Estas consideraciones nos permiten identificar un tipo de desarrollo
direccional que es a la vez técnica y normativamente progresista. Los
estándares normativos de ese desarrollo se derivan inmanentemente de las
resistencias evocadas por el proceso de desarrollo en sí mismo. Esa conexión
es clara donde el avance técnico suprime rasgos contextuales de la naturaleza
y la vida social que los individuos se movilizan para defender o incorporar en
diseños mejorados mediante instrumentalizaciones secundarias.
La evidencia de esto está por todos lados. Ha hecho falta cierta obstinación
teórica para ignorer esa evidencia y abstraerse de las implicancias
emancipatorias de la tecnología al construer su esencia. Sin embargo, esa
obstinación tuvo su justificación como una reacción a la política distópica de
la tecnología de posguerra. A medida que las cuestiones tecnológicas son
crecientemente debatidas hoy, el riesgo diatópico se esfuma. No alcanza con
desafiar la “unidimensionalidad” del “pensamiento tecnológico”. Lo que hay
que hacer es hablar de la ambivalencia de la tecnología como un locus de
cambio social.
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los contextos a los que se integra la técnica, sujetas a transformaciones que
corresponden a diferentes eras en la historia de los sistemas y racionalidades
técnicas. Por ejemplo, una dimensión de la tecnología como la vocación puede
ser central para la vida técnica en una era y eliminada al máximo posible
mediante la extracción de saberes en otra.
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El alcance y la significación de semejante cambio es potencialmente enorme.
Las opciones técnicas fijan los horizontes de la vida cotidiana. Estas opciones
definen un “mundo” en el cual emergen las alternativas específicas que
pensamos como objetivos, metas y usos. Ellas también definen el sujeto que
elige entre alternativas: nos hacemos a nosotros mismos al hacer el mundo
mediante la tecnología. Así, el cambio tecnológico fundamental es auto-
referencial. En juego está ser, no tener. La meta es definir un modo de vida,
un ideal de abundancia y un tipo humano, no solo obtener más bienes en el
sistema socioeconómico predominante. Como sostiene Terry Winograd, el
diseño tecnológico es diseño ontológico (Winograd y Flores, 1987: 163).
Notas
1 Ver, como ejemplos, Pinch, Hughes,y Bijker (1989).
2 Latour parece querer ir en los dos sentidos. Por un lado, dice “nunca hemos
sido modernos” porque la modernidad es una noción imposible, y por el otro
lado trata de reconstruir en sus propios términos una cierta discontinuidad
entre sociedades modernas y premodernas (Latour, 1993). El argumento puede
ser formulado de una manera menos provocativa pero más clara, para decir
que hemos sido modernos, pero no del modo en que creíamos. Podría acordar
con esto y de hecho ofrecer razones para sostener esta posición aquí.
3 Por supuesto que estaría de acuerdo en revisar esta visión si me mostrasen
cómo Heidegger en realidad contempla el cambio tecnológico. Lo que escuché
de sus defensores son principalmente vaguedades sobre la ambigüedad
actitud/artefacto descriptas aquí. Sí, Heidegger contempla el cambio en “el
pensamiento tecnológico”, pero ¿cómo se supone que este cambio afecte al
diseño de artefactos reales? La falta de respuesta para esta pregunta me deja
con dudas sobre la supuesta relevancia del trabajo de Heidegger respecto a la
ecología. Un entusiasta defensor me informó que arte y técnica se fundirían en
algo nuevo en un futuro heideggeriano, pero fue incapaz de citar un texto.
Esto en efecto historizaría la teoría de Heidegger, pero en un modo que se
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asemejaría a la posición de Marcuse en An Essay on Liberation (1968) con su
concepto escatológico de una revolución estética en la técnica. No está claro
como la defensa de Heidegger mejora con este giro, que no haría mucha
diferencia a los argumentos sustantivos presentados aquí. Para una interesante
defensa de la teoría de la tecnología de Heidegger que evita la mistificación,
ver Dreyfus (1995).
4 Thomas Krogh fue quien me sugirió este argumento. Lo trato en Feenberg
(1996).
5 ¿Estoy siendo injusto con Habermas? El también tiene sus defensores,
quienes señalan una filosofía habermasiana de la tecnología que va más allá de
los límites que le atribuyo a su posición aquí. Sin embargo, hasta donde yo sé,
ningún habermasiano ha tratado nunca de desarrollar esa filosofía. Hasta
ahora, es solo invocada como potencial teorético en respuesta a las críticas, no
para hacer el trabajo que esperamos de una filosofía de la tecnología. Sin
embargo, hay que señalar que el lapsus de Habermas es casi universalmente
compartido por quienes reflexionan filosóficamente sobre la modernidad
(entre las principales excepciones, por supuesto, están los heideggerianos.) He
discutido estos problemas con más detalle en Feenberg (1996).
6 Para otro interesante enfoque contemporáneo que complementa el de
Borgmann, ver Simpson (1995).
7 En la siguiente sección de este trabajo trataré de resituar este dualismo al
interior de la tecnología misma, para evitar las distinciones ontologizadas
características del esencialismo.
8 Esta evaluación negativa de la comunicación por computadoras se puede
extender a otras formas de comunicación mediada. De hecho, Borgmann no
duda en denunciar al teléfono como una temprana forma de hiperinteligencia
que reemplazó con la charla trivial a interacciones más profundamente
reflexivas como las que posibilitaba la correspondencia escrita (Borgmann,
1992: 105).
9 Como las tortugas en la famosa historia de Feynman, la hermenéutica de la
tecnología "va hasta el fondo”.
10 El acercamiento que sugiero aquí tiene cierta similitud con la interpretación
de Habermas sobre la modernidad en términos de un modelo estructural que
abarca una variedad de formas de racionalización que recibirían diferentes
énfasis en distintos tipos de sociedad moderna (Habermas 1984, 1987: I, 238).
Sin embargo, extiendo este enfoque a la tecnología, que solo es un
componente del modelo de Habermas, con el fin de introducir variedad al
nivel tecnológico. Creo que ésta es una condición para la aparición de
variedad de hecho, y no solo teóricamente, en el nivel en que trabaja
Habermas.
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11 Comparar la narración de Latour de un episodio similar que involucró a
Heráclito, Latour (1993), pp. 65-66.
12 Muchas de las ideas de esta sección y la siguiente fueron inicialmente
trabajadas en discusiones con Robert Pippin.
13 Aunque parezca extraño, la subdeterminación se aplica incluso a las
carretillas. Hoy son diseñadas para que las usen adultos en edad laboral, pero
se achicaron para servir de juguetes infantiles entre los aztecas, que no usaban
ruedas para el transporte.
14 Es importante resistir la tentación de decir que el capitalismo es irrelevante
para los temas en discusión aquí puesto que el comunismo soviético y sus
imitadores no hicieron nada diferente ni mejor. Estos régimenes nunca fueron
una alternativa. Siguieron el ejemplo capitalista en aspectos esenciales,
importando tecnología y métodos de gerenciamiento, incluso exacerbando su
irresponsabilidad en algunos casos como el de la protección del medio
ambiente. He discutido este problema con más detalle en Feenberg (1991),
cap. 6.
15 El concepto de forma de objetividad deriva de la temprana History and
Class Consciousness de Lukacs (1971). Ver Feenberg (1986: 70-71).
16 Desde ya muchos ingenieros reflexivos están al tanto de esto, en particular
porque su práctica los involucra constantemente con otras dimensiones de la
tecnología.
17 Muchos resultados diferentes son posibles. Observemos la carta social de la
Comunidad Europea que otorga derechos a trabajadores y comunidades sin
precedente en los Estados Unidos.
18 La referencia implícita a la teoría de la red del actor es intencionada,
aunque no sigo ese enfoque estrictamente.
19 El mito de Menenio Agrippa sobre los dysjecta membrae (miembros
desarticulados) es así la ideología teórico-sistémica original.
20 Esta segunda pregunta está también conectada con otro importante
problema que se discute en otro lugar, la democratización de la tecnología.
21 Observar la diferencia entre este concepto de ambivalencia en el desarrollo
y la noción de que la tecnología es neutral respecto a su uso. En la
ambivalencia de la tecnología está en juego no solo el espectro limitado de
usos que permite un diseño técnico dado, sino el completo abanico de efectos
que las tecnologías pueden tener al ser modificadas. No todos estos efectos
pertenecen a una tecnología dada en todos los estadíos de su desarrollo, y no
todos son “usos” en el sentido habitual. Entonces no hay contradicción en
afirmar que la tecnología está siempre sesgada de un modo u otro y sostener
que es ambivalente, es decir, que su sesgo es un tema político.
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