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INTRODUCCIÓN.
La Guerra Civil (1936-1939) ha sido el acontecimiento de la historia contemporánea española que más atención
ha suscitado tanto en nuestro país como en el exterior. Ello se debe a que supuso el término trágico de las esperanzas
depositadas en la modernización política y social que pretendía la II República. El fin de esta ha motivado muchas
reflexiones sobre la capacidad que una democracia tiene de cambiar las estructuras sociales de un país atrasado como
España y de suprimir determinados privilegios sociales sin provocar violencia e inestabilidad. El conflicto también ha
sido percibido como un precedente de la Segunda Guerra Mundial, en la que se enfrentaron el liberalismo y el
socialismo con las derechas autoritarias y fascistas que se estaban adueñando de Europa; constituyó, así mismo, un
episodio más de la ofensiva antidemocrática de las derechas autoritarias que se dio en todo el mundo tras la Primera
Guerra Mundial. No fue, por tanto, el desenlace de un enfrentamiento secular entre «dos Españas», que nunca
existieron. Su consecuencia inmediata fue el establecimiento de una dictadura que pervivió durante casi cuarenta años.
En la tarde del 17 de junio se iniciaba la sublevación en la guarnición de Melilla. Los oficiales rebeldes se
hicieron con la ciudad sin excesivas dificultades, situación que se repitió esa misma tarde en Ceuta y Tetuán. Todos los
que intentaron oponerse al golpe fueron reducidos, y la mayoría fusilados en los días inmediatos. Esa noche, Franco
emprendía vuelo desde Canarias a bordo del Dragon Rapid contratado expresamente para ello en Londres días atrás.
Tras hacer escala en Casablanca, el día 19 llegaba a Tetuán para ponerse al frente del Ejército de África. Al día siguiente
se incautaba un avión de Lufthansa y se preparaban emisarios para solicitar apoyo a Hitler, Mola ya lo había intentando
con menor éxito, la noche del 25 al 26 de julio se producía la famosa jornada de Bayreuth, Hitler decidía apoyar a
Franco.
El jefe del gobierno, Casares Quiroga, no comprendió la importancia de la rebelión, y perdió unas horas
decisivas en las que no tomó ninguna medida concreta ni dio instrucciones a las autoridades provinciales; tampoco hizo
caso de las peticiones de los sindicatos y partidos obreros de que les entregaran armas. En la mañana del día 18, Queipo
de Llano se incorporó al golpe en Sevilla, y con la ayuda de sólo un centenar de oficiales y soldados y un puñado de
falangistas, consiguió dominar todos los centros neurálgicos de la ciudad. Cuando los sindicatos quisieron reaccionar,
era ya tarde; iniciaron la resistencia en los barrios populares, pero acabaron siendo vencidos por las tropas rebeldes.
→ El golpe triunfó en casi todas las capitales de Castilla, incluidas Valladolid y Burgos, en algunas gallegas, y en
Andalucía occidental y Extremadura, donde Huelva, Jerez, Cádiz y Cáceres quedaron bajo la autoridad de los insurrectos.
También Baleares y Canarias estaban en sus manos.
En la tarde del día 18, abrumado por la situación, Casares
Quiroga dimitió. Azaña hizo un último intento de conciliación:
encargo a Martínez Barrio formar gobierno y abordar una
negociación directa con el general Mola para pactar un gobierno
de concentración, con el compromiso de que no se tomarían
represalias contra los sublevados. Pero Mola rehusó, convencido
como de que el golpe era necesario y de que iba a triunfar.
Desde ese momento, el enfrentamiento era imparable. Esa
misma noche, el PSOE y el PCE convocaban a la movilización de
toda su militancia.
En Pamplona, Mola esperó a la mañana del 19 para pronunciarse. Durante ese día, otras ciudades fueron
quedando bajo dominio de los rebeldes: en el Norte, La Coruña se añadió al resto de Galicia, y en Oviedo el coronel
Aranda se hizo con el control de la ciudad tras engañar a las milicias mineras, que partieron confiadas hacia el Sur para
ayudar a la defensa de Madrid; durante varios meses la capital asturiana permanecería sitiada desde las cuencas
mineras. En Andalucía los sublevados consiguieron desembarcar algunas unidades del ejército de África, que iniciaron
una marcha hacia el Norte con el objetivo de enlazar las dos zonas en que había triunfado el golpe. Este triunfa también
en Granada y Zaragoza, donde el general Cabanellas se hizo rápidamente con la ciudad, pese a la importancia que allí
tenía el movimiento obrero. Lo mismo ocurrió en las otras dos capitales de la región.
→ El pronunciamiento fracasó, sin embargo en otros puntos importantes: la mayor parte de Aragón, Asturias,
toda Canarias, Cataluña, Levante y buena parte de Andalucía oriental permanecieron leales a la República. O bien los
golpistas eran pocos y carecían de fuerzas suficientes para hacerse con el control de los centros neurálgicos, o bien la
rápida reacción de los partidos y sindicatos de izquierdas les impidió triunfar. Esto fue lo que ocurrió, además en la
mayor parte de los buques de la Armada, en los que los marineros se rebelaron contra los oficiales golpistas y pusieron
el mando en manos de otros leales al Gobierno. En Vizcaya y Guipúzcoa, la actitud del PNV, que declaró su lealtad al
gobierno de la República inclinó la balanza contra los sublevados.
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TEMA 9. LA GUERRA CIVIL (1936-1939) IES FRAY LUIS DE LEÓN
Pero el fracaso más grave se produjo, sin duda en Madrid y Barcelona. En la capital catalana, la CNT lanzó a los
obreros a las calles y se hizo con armas para enfrentarse a las tropas golpistas. Cuando en la mañana del día 19 éstas
abandonaron sus cuarteles se encaminaron hacia la Plaza de Cataluña, los militantes anarquistas, en colaboración con
los Guardias de Asalto y la Guardia Civil, que permaneció leal al gobierno de la Generalitat, rechazaron el avance y
sitiaron a los insurrectos en el edificio de Telefónica. Cuando llegó el general Goded, que debía tomar el mando de los
sublevados, era tarde, y sólo pudo rendirse ante el gobierno de Companys.
En Madrid, en la mañana del 19 los golpistas, dirigidos por el general Fanjul, se atrincheraron en el Cuartel de la
Montaña. Esa misma noche formó gobierno el doctor José Giral, que había desempeñado un papel clave como ministro
de Marina para detener la sublevación en la Armada. Lo primero que hizo fue entregar armas a las milicias obreras,
formadas apresuradamente por socialistas y comunistas con la ayuda de algunos oficiales, y cuya primeras unidades
asediaron el cuartel durante todo el día 19, hasta que a mediodía del 20 se inició el asalto. Los oficiales republicanos y la
Guardia de Asalto consiguieron a duras penas evitar el linchamiento de Fanjul. Los demás cuarteles sublevados, en
Getafe y Campamento, fueron reducidos rápidamente.
En general, el golpe triunfó en función de dos condiciones fundamentales: la rapidez y coordinación de sus
protagonistas, y la capacidad de reacción de las fuerzas populares. En las primeras horas, sin reacción gubernamental,
sólo la indecisión de muchos golpistas les llevó al fracaso, pese a que la sublevación no tuvo apenas respaldo
mayoritario, si exceptuamos Pamplona o Burgos. Desde el día 19, sin embargo, la clave estuvo en las dudas de muchos
gobernadores y alcaldes, que rehusaron la orden de entregar armas a la población, temerosos de su uso posterior. La
entrega fue decisiva para sofocar la intentona en Madrid y Barcelona, mientras que la negativa fue fatal en otras
ciudades. También fue fundamental la actitud, leal o rebelde, que tuvieron las unidades de la Guardia Civil, que en
varias ciudades inclinaron la decisión de tomar partido por una de las opciones posible: legalidad o rebeldía.
Por tanto, la rebelión fracasó en la España más desarrollada e industrializada del este (Cataluña y Valencia) y
norte (Asturias, Cantabria, Guipúzcoa y Vizcaya), con un mayor número de obreros, junto con Castilla-La Mancha,
Madrid, Murcia y gran parte de Andalucía, donde los golpistas eran escasos o estuvieron indecisos o los partidos y
sindicatos de izquierdas reaccionaron rápidamente resistiendo.
No era, por supuesto, la primera vez que los militares intentaban salvar a la patria. Pero la sublevación no era un
mero pronunciamiento como había sucedido tantas veces en la historia contemporánea de España. El general Emilio
Mola, cabecilla del golpe ya lo había anunciado “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para
reducir lo antes posible al enemigo”. Estaba claro que si había resistencia, y las iba haber, aquello acabaría en
exterminio, en una guerra de conquista para salvar a España de la anarquía.
Si de salvadores se trataba, ahí estaba el general Francisco Franco, que creía, efectivamente, que ésa era su
misión, salvar un patria de la que no deberían formar parte los liberales, los republicanos, los militantes de
organizaciones obreras o los votantes del Frente Popular. Todo ellos eran izquierdistas, rojos, enemigos despreciables a
los que Mola, otro salvador, ya el día 19 de julio recomendaba “eliminar sin escrúpulos ni vacilación a todos lo que no
piensen como nosotros”. Y ahí residía una de las claves de lo que se avecinaba: aniquilar a quien no pensara igual,
“echar al carajo toda esa monserga de derechos del hombre, humanitarismo y filantropía” o si se prefiere en boca
Queipo de Llano, otro salvador, borrar del diccionario de la lengua las palabras piedad y amnistía. Frases para la historia,
incitadoras de la violencia, y que Franco le repitió al periodista norteamericano Jay Allen el 28 de julio de 1936, quien,
sorprendido por la estatura del general, “asombrosamente pequeña” sentenció: “Otro enano que quiere ser dictador”.
Más no se quedaron en frases y, en este caso, de los dichos a los hechos no hubo un trecho.
Dijimos que José Giral dio el paso decisivo de armas a los militantes obreros y republicanos que salieron a la calle
a combatir a los sublevados allí donde la fidelidad de los mandos militares lo permitió. Madrid o Barcelona constituyen
buenos ejemplos, aunque también Valencia, Jaén, San Sebastián, o Huelva durante unos días. Es importante comprender
que el Estado republicano al perder el monopolio de las armas, no pudo impedir que allí donde los insurgentes fueron
derrotados se abriera un proceso revolucionario, súbito y violento, dirigido a destruir las posiciones de los privilegiados.
Las calles se llenaron de hombres y mujeres armados, nuevos protagonistas, muchos de los cuales no estaban allí para
defender la República, a quien ya se le había pasado su oportunidad, sino para hacer la revolución. A donde no había
llegado la República con sus reformas, llegarían ellos con la revolución. Los medios políticos dejaban paso a los procesos
armados. La vieja teoría, ahora desempolvada y bien vendida mediáticamente a las nuevas generaciones de que el golpe
de estado fue preventivo ante una posible revolución comunista en España es tan tediosa de discutir como difícil de
demostrar, todos los estudios serios y científicamente elaborados están de acuerdo en lo siguiente: el golpe de Estado
contrarrevolucionario, que intenta frenar la revolución, acabó finalmente desencadenándola.
2. RELACIÓN DE FUERZAS.
En la mañana del 21 el golpe triunfaba en 29 capitales de provincia, mientras el 21 permanecían leales al
Gobierno. La zona bajo control de los militares sublevados ocupaba amplias regiones, al Sur y Norte de la Península,
además del control total del Norte de África, Canarias y Baleares. También la zona republicana estaba partida en dos, si
bien el núcleo principal permanecía mucho más aglutinado que el territorio rebelde. El mal llamado bando nacional,
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TEMA 9. LA GUERRA CIVIL (1936-1939) Prof. Félix González Chicote
como pronto fue conocido, controlaba buena parte de la frontera portuguesa, mientras que la zona del Pirineo mejor
comunicada con Francia permanecía leal a la República. Ésta dominaba, además, la costa mediterránea y buena parte de
la Atlántica.
La relación de fuerzas era bastante equilibrada, en términos generales. La República superaba a la zona rebelde
en el dominio de las regiones industriales: toda la siderurgia, la industria mecánica, la textil, buena parte del hierro y del
carbón, estaban en sus manos. Además contaba con reservas suficientes de trigo en La Mancha y de cultivos de arroz o
los cítricos levantinos. Los rebeldes, por su parte, tenían reservas de cereal y ganado de la meseta norte y Galicia,
además del carbón leonés y las minas de Riotinto. La República aventajaba en otro aspecto importante a los sublevados:
contaba con las reservas de oro del Banco de España.
Pero esa superioridad se resquebrajaba si atendemos a los efectivos militares. Teóricamente, la mitad de las
unidades del ejército de tierra permanecía bajo el control del Gobierno republicano. Pero la gran mayoría de los
oficiales se habían sublevado, y las unidades estaban prácticamente desarticuladas, lo que obligó al gobierno
republicano a empezar casi desde cero para recomponer un ejército sobre la base de las entusiastas milicias obreras.
Giral tuvo que improvisar prácticamente un Estado Mayor a base de jefes y oficiales leales, en vez de generales, habida
cuenta de que varios de ellos se habían sublevado, y otros muchos habían caído prisioneros o fueron ejecutados por su
resistencia a la rebelión. Además, los rebeldes contaba con varias divisiones íntegras en Castilla, Galicia y Andalucía, y
sobre todo con el ejército de África, el mejor equipado y entrenado.
No ocurrió lo mismo con la flota y la aviación. Ya vimos cómo los marineros detuvieron a sus mandos siguiendo
órdenes del Ministerio; sólo en algún caso aislado hubo resistencia y violencias a bordo, y apenas media docena de
buques quedó en manos de los rebeldes. El día 20, la escuadra republicana ancló en Tánger, con órdenes de bloquear el
Estrecho e impedir el traslado del ejército de África. Sí hubo lucha sangrienta en las bases, y el Ferrol y San Fernando
quedaron bajo dominio de los rebeldes, que en pocas semanas pudieron utilizar los buques en reparación situados en
ellas, incluidos un acorazado y dos cruceros. Respecto a la aviación, la República tenía en sus manos la mayor parte de
los aviones, si bien muchos de ellos habían sido inutilizados por los oficiales sublevados antes de ser reducidos, como
ocurrió en el aeródromo de Getafe.
3.1. Un contexto internacional complicado: Ascenso del nazismo, política de apaciguamiento y No intervención.
Aunque la opinión democrática mundial estuvo a favor de la República, la guerra de España suscitó de forma
inmediata el temor a su extensión por Europa en medio de una delicada situación internacional. Para evitar su
generalización, se consideró necesario aislar el conflicto. Francia y Gran Bretaña, ya habían puesto en marcha la política
de apaciguamiento con la Alemania nazi.
La defensa de la República se identificó con la lucha por la democracia y la libertad, y muy especialmente la lucha
contra el fascismo que se expandía por Europa y que apoyó decididamente la causa franquista desde sus dos grandes
bastiones: el nazismo alemán y la Italia de Mussolini.
Los partidos obreros de todo el mundo y la URSS, se manifestaron decididamente a favor de la República. Stalin apoya la
política de Frente Populares contra el nazismo.
→ El Papado tardó en pronunciarse y lo hizo a favor de Franco.
→ Gran Bretaña defendía una política de apaciguamiento ante la Alemania nazi y quería evitar un conflicto, además el
gobierno conservador veía en el alzamiento de Franco un buen freno a la expansión del comunismo. Gran Bretaña
pagaría muy cara durante la Segunda Guerra Mundial su actitud conciliadora con Hitler.
→ Francia era la potencia más afectada por sus simpatías hacia la causa republicana, dado que también tenía un
gobierno de Frente Popular, pero los gobernantes fueron demasiado prudentes y no ayudaron al gobierno republicano
después de que Gran Bretaña le advirtiese de que si intervenía en España no apoyaría su política internacional ante la
amenaza de Hitler. Francia se plegó a esas exigencias, aceptando (le hace un verdadero chantaje Inglaterra) la creación
de un Comité de No Intervención.
Este Comité se creó en 1936 en Londres, y a él acabaron asociándose veintisiete países, entre los que se
encontraban los que más asistencia prestaron a los combatientes, Alemania, Italia y la URSS, con la sola intención de
vigilarse los unos a los otros. No se puede entender la guerra civil española sin el condicionante de la política de No
Intervención que fue muy perjudicial para la República y una de las causas de su derrota, ya que Francia y Gran Bretaña
no impidieron que Alemania e Italia colaborasen con Franco.
Los intentos de Juan Negrín, presidente del gobierno de la República por intentar involucrar a Gran Bretaña y
Francia se truncaron tras los vergonzosos pactos de Munich, el 29 de septiembre de 1938 Hitler, Mussolini, Chamberlain
y Daladier aceptan las exigencias de Hitler tras la ocupación de los Sudetes. Múnich fue el punto de partida de nuevas
exigencias e incorporaciones; en marzo de 1939 caía Praga, pero también la capital de la II República: Madrid. Hitler
hacia caso omiso de sus compromisos internacionales mientras que Gran Bretaña había sacrificado la República
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española por templar las ansias expansionistas de Hitler, gran error, ahora la legión Cóndor bombardearía también
Londres y París caería en manos alemanas en unos meses.
aceptar simplismos ya se sabe. Con Madrid amenazado, la Administración medio hundida, la No intervención haciendo
de las suyas y las adquisiciones encubiertas llegando a cuentagotas, la República jugo a fondo sus cartas. Intento
trasladarlo a Francia, donde tras un primer envió le fue devuelto. No debemos olvidar que en el contexto internacional
las posibilidades de adquirir grandes cantidades de armamento no existían fuera de la Unión Soviética para la República,
más si tenemos en cuenta el sabotaje bancario al que fue sometida. El oro era un arma de guerra, se necesitaba
financiación y armamento, Negrín intentó negociar créditos a largo plazo con la Unión Soviética. Pudo hacerlo cuando el
oro ya estaba en Moscú. No podía hacerlo con él en Cartagena. El depósito de oro constituía el único modo de financiar
la guerra, por tanto el famoso oro perdido, robado, expoliado, etc.. simplemente fue el único aval del gobierno legítimo
de una República abandona por las Democracias . El material enviado por la Unión Soviética fue pagado a cuenta con el
oro español, la supuesta dependencia de Negrín con el comunismo soviético es una falacia, la URSS era el suministrador
principal, no el guía ideológico.
No se puede olvidar la solidaridad de México, bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, o la acogida de refugiados
en países como Bélgica, Gran Bretaña o la Unión Soviética.
Pese a estas ayudas, la República estaba en clara desventaja con respecto a los rebeldes, de modo que el
Gobierno trato de contrarrestar infructuosamente la situación con constantes apelaciones a la Sociedad de Naciones
para que decretase la retirada de todos los extranjeros.
4. EL DESARROLLO DE LA GUERRA (Es fundamental utilizar los mapas, tanto generales como de los diferentes teatros
de operaciones).
La sublevación militar del 18 de julio provocó, en un primer momento, la división de España en dos partes: una
controlada por los rebeldes y otra por el gobierno de la República.
→ Rebeldes. Controlaban Canarias, protectorado marroquí, Cáceres, Castilla y León, La Rioja, Navarra, Galicia, la isla de
Mallorca y la costa desde Cádiz al estrecho de Gibraltar. Además, entre los sublevados reencontraban casi todas las
fuerzas armadas, incluido el ejército de África, que llevó a cabo operaciones clave en la guerra, y los altos mandos.
→ Republicanos. Dominaron el resto del país, es decir, las principales zonas industriales (Cataluña y la franja cantábrica)
y grandes ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia. Además poseía todo el oro del Banco de España y el control de
las fuerzas aéreas y navales que, posteriormente, resultaron poco eficaces.
En un primer momento la lucha adoptó la forma de enfrentamientos sucesivos entre agrupaciones de fuerzas de
ambos contendientes sin un frente muy preciso. Fue habitual que la disparidad de efectivos y de calidad resultara
grande, por lo que casi siempre uno de los dos bandos estaba en situación manifiesta de defensiva. La composición de
esos núcleos armados -las columnas- solía ser muy heterogénea pues formaban parte de ellos a la vez unidades
militares, fuerzas del orden público y voluntarios. Las decisiones en cada uno de los contendientes fueron no sólo muy
descentralizadas, sino que a veces dan la sensación de inexistencia de un plan de conjunto.
Si estos rasgos son comunes en los dos contendientes hay, sin embargo, una diferencia fundamental entre ellos.
Mientras que es posible que entre los sublevados las unidades de voluntarios favorecieran el incremento de moral en
las columnas, el entusiasmo revolucionario en el Frente Popular contribuyó a la disolución de las unidades y a poner en
peligro la jerarquía y disciplina militar.
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Los primeros días de la guerra sirvieron para consolidar los frentes. En la sierra madrileña, las columnas
rebeldes, cuyo objetivo inmediato era tomar la capital, fueron contenidas por las milicias obreras en Somosierra,
Navacerrada y Guadarrama. Los milicianos conseguían también recuperar Guadalajara y Alcalá de Henares. En
Andalucía Queipo de Llano se adueñaba de las regiones vecinas y conseguía enlazar con Córdoba y Granada, abriendo
una cuña en la Andalucía republicana. En Aragón, las columnas dirigidas por los líderes anarquistas, comunistas y
socialistas consiguieron recuperar terreno, pero no pudieron conquistar ninguna de las tres capitales. Todos estos
frentes permanecerían bastante estables durante el resto de la guerra.
* Paso del Estrecho y avance de la columna de la muerte de Yagüe.
El 5 de agosto, gracias a la ayuda alemana, se inició el traslado masivo del ejército de África a la Península. Con
el objetivo inicial de marchar sin dilación hacia Madrid, las tropas de legionarios y regulares dirigidas por Yagüe se
desviaron para atacar Badajoz. Tras una breve y dura resistencia, los rebeldes tomaron la ciudad al asalto el 14 de
agosto, iniciando a continuación una durísima represión que provocó un escándalo internacional. El periodista John T.
Whitaker, alarmado por lo que le contaba su colega y amigo Jay Allen, se presentó ante Yagüe y le preguntó si era
verdad que habían sido asesinados varios miles de personas. Y el teniente coronel Yagüe respondió sonriendo:
“Naturalmente que los hemos matado. ¿Qué suponía usted? ¿Iba a llevar 4.000 prisioneros rojos con mi columna,
teniendo que avanzar contra reloj? ¿0 iba a dejarlos en mi retaguardia para que Badajoz fuera rojo otra vez?” Se calcula
que entre 2000 y 4000 personas fueron ejecutadas. La toma de Badajoz permitió enlazar las dos zonas del bando
sublevado, y el suministro de ayudas al ejército de Mola, que el día 16 tuvo su primera entrevista con Franco.
Durante septiembre y octubre, el avance de las tropas nacionales fue continuo. En el Norte, el objetivo
primordial de Mola fue la conquista de Irún, para aislar a las provincias vascas de la frontera francesa. Tras una larga
resistencia, el 4 de septiembre caía la ciudad, completamente arrasada, y nueve días después se rendía San Sebastián.
Las fuerzas republicanas consiguieron detener el avance en el río Deva a finales del mes, estabilizando el frente.
En el sur la situación era similar. Ronda caía en manos de los rebeldes, que terminaban también con la
resistencia de los mineros de Riotinto. El 3 de septiembre Yagüe entró en Talavera, y tras reorganizar sus fuerzas el día
21 tomaba Maqueda. El camino de Madrid parecía ahora abierto, pero, entonces, Franco tomó una decisión que
posiblemente fue decisiva para el resto de la guerra: opto por desviar el esfuerzo para liberar Toledo, en cuyo Alcázar
venían resistiendo un grupo de sublevados, mandados por el coronel Moscardó. El día 27 las fuerzas mandadas por
Varela entraban en la ciudad, y la “liberación” de Toledo se convirtió en una baza propagandística para los rebeldes.
Toledo fue una más de las muchas veces que Franco tomó una decisión no profesional, si por un lado se puede hablar
de cierta incompetencia militar, no es menos cierto que lo que verdaderamente le interesaba, después del fracaso del
golpe y de los apoyos extranjeros que inesperadamente había logrado, era ir haciéndose con el control político de la
sublevación.
4.2. La batalla por Madrid.
La toma de Toledo retrasó el asalto a Madrid, que fue preparándose durante todo el mes de Octubre. El día 18
las fuerzas de Varela llegaban a Illescas y se iniciaba una operación de tenaza sobre la capital, desde el Sur y el Oeste. El
Gobierno comenzó a preparar la defensa: se decidió que el presidente Azaña se trasladara a Barcelona, se militarizaron
las milicias y se organizaron las primeras Brigadas Mixtas, compuestas por tropas del ejército y milicianos. Ya desde
septiembre se había trasladado a Cartagena todo el oro y la plata del Banco de España. La capital recibía decenas de
miles de refugiados y los problemas de abastecimiento comenzaban a acuciar, mientras se producían los primeros
bombardeos. Llegaron los primeros tanques rusos y varias columnas de los frentes del Norte, entre ellas la columna
Durruti, convertido ya su jefe en un personaje legendario. Pese al riesgo, la vida en la ciudad continuaba, con las calles
en plena efervescencia y un espíritu de resistencia popular continuamente alimentado por la propaganda de los
partidos.
El 2 de noviembre las tropas franquistas avanzaron hasta Móstoles y Pinto, y dos días después dominaban el sur
de Madrid, incluidos Getafe, Leganés y Alcorcón. El Gobierno abandonó la capital rumbo a Valencia, lo que produjo la
indignación del pueblo madrileño, y se constituyó la Junta de Defensa de Madrid, presidida por el general Miaja, con el
teniente coronel Vicente Rojo como Jefe del Estado Mayor. Se estableció un dispositivo de defensa, que formaba un
arco desde Vallecas, por todo el Sur y Oeste, hasta el Puente de los Franceses.
Ese mismo día entraban en Madrid los soldados de las primeras Brigadas Internacionales, voluntarios de todo el
mundo reclutados por la Komintern y preparados durante las semanas anteriores por técnicos soviéticos. Su bautismo
de fuego se produjo al día siguiente, y aunque su acción no fue decisiva, el refuerzo moral que supuso para la defensa
de la ciudad sí fue fundamental. También en esos días comenzaron las primeras incursiones de los aviones soviéticos, al
tiempo que en los bombardeos de los asaltantes intervenían los junkers de la Legión Cóndor alemana.
La dura resistencia de Madrid se prolongó aún varios días. El 16 los asaltantes consiguieron atravesar el
Manzanares a la altura de la Ciudad Universitaria, pero no pudieron ampliar la cuña antes la resistencia de los
defensores atrincherados en el Puente de los Franceses. En los días siguientes, se combatió palmo a palmo en los
edificios de la Universidad, que quedaron arrasados, al tiempo que arreciaban los bombardeos sobre el centro de la
ciudad. Finalmente, tras estrangularse la cuña, Franco decidió desistir del asalto frontal a Madrid. Era evidente la
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incompetencia de Franco, militar africanista acostumbrado a la guerra poco sofisticada de Marruecos al encontrarse con
una gran ciudad la cosa le quedo bastante grande, su ejército de columnas, útil para arrasar pueblos, entraba ahora en
una guerra de desgaste, se necesitaba planificación y estrategia cosa de la que no parece estuvieran muy sobrados.
Costo tres años tomar Madrid, eso no dice mucho de ese supuesto gran militar.
4.2.1. Envolver Madrid: El Jarama y Guadalajara.
Tras el fracaso se inician una serie de operaciones sucesivas con el objetivo de completar el cerco de la ciudad.
El primer intento tuvo lugar por el Noroeste, entre el 30 de diciembre y el 15 de enero, y permitió a las tropas de Varela
avanzar hasta la carretera de La Coruña, pero sin romper las comunicaciones republicanas con la sierra. Un segundo
intento tuvo lugar en febrero, cuando las tropas franquistas atacaron en el valle del Jarama fue una de las más
encarnizadas de la guerra, y en ella ambos contendientes pusieron todas sus fuerzas disponibles. Es también la batalla
en la que entró en juego todo el armamento de élite acumulado: aviones, tanques, artillería, y también en la que
tuvieron un papel primordial las fuerzas extranjeras de ambos bandos. El choque evolucionó hacía una batalla de
desgaste. Los republicanos estaban tan desgastados que Miaja no ordeno una nueva ofensiva. Desconocía que sus
enemigos estaban más exhaustos que ellos y no habrían podido rechazarla. La batalla del Jarama había terminado en un
empate.
En Guadalajara el cuerpo expedicionario italiano, animado por su éxito en Málaga, y tras el relativo fracaso del
Jarama, propuso a Franco una operación dirigida por ellos con el apoyo español. Sin mucha convicción, Franco acepto, y
el 8 de marzo los italianos atacaron con sus 40.000 hombres y una potentísima artillería, avanzando hasta Brihuega y
rompiendo el frente. Pero el mal tiempo y la descoordinación permitieron a los republicanos rehacerse, enviar refuerzos
desde Madrid y contraatacar a partir del día 10, con apoyo artillero, tanques y aviación. Tras repeler el ataque, pasaron
a la ofensiva a partir del 18. La derrota italiana fue total: abandonaron el material de guerra en abundancia y huyeron
desorganizadamente. Pero las tropas republicanas, exhaustas, no pudieron continuar abriendo la brecha, aunque la
victoria reforzó su moral de combate: era la primera en campo abierto desde el inicio de la guerra. Los italianos
acusaron a Franco de no haber realizado el ataque distracción por el norte de Madrid que se había previsto.
En cualquier caso, la derrota de Guadalajara tuvo dos consecuencias importantes: obligó a los italianos a aceptar
la dirección franquista (se ha dicho, con razón, que la derrota no disgustó del todo a Franco) y convenció al Caudillo en
potencia, así ya se le llamaba, de abandonar la idea de tomar la capital. La batalla de Madrid fue importante también
para la República, porque reforzó la voluntad de resistencia y contribuyó a formar el Ejército Popular: las unidades que
vencieron en Guadalajara distaban bastantes de las milicias descoordinadas y desiguales que habían iniciado la guerra
4.2.2. El duce hace la guerra: Málaga
Aunque el ataque a Málaga es anterior a la batalla de Guadalajara por motivos expositivos lo hemos organizado de esta manera.
Mientras se atacaba Madrid, Málaga había sido conquistada por los rebeldes. La operación, culminada el 7 de
febrero, fue llevada a cabo por el cuerpo expedicionario italiano enviado por Mussolini, ya que actuó con bastante
autonomía, pese a los recelos de Queipo y del propio Franco. La ciudad, sin defensas organizadas ni apoyo naval, no
pudo oponer resistencia, y sufrió después una durísima represión por parte de los rebeldes, en represalia por su
tradición roja y por haber sido uno de los lugares en los que la quema de conventos había sido más virulenta. El ejército
franquista se cubrió de gloria bombardeando a los huidos por la carretera Málaga-Almería provocando más de 3000
muertos, la mayoría civiles. Igualmente, la represión sobre aquellos que habían permanecido en la ciudad fue la más
brutal desde la masacre de Badajoz, se calculan unos 20.000 los fusilados, enterrados en fosas comunes como las del
cementerio de San Rafael, de los que ya se ha obtenido el nombre de 4.100.
4.3. La guerra en el Norte y las ofensivas republicanas (marzo-octubre de 1937).
4.3.1. La guerra en el País Vasco.
A partir de finales de marzo, los rebeldes van a volcar todo el esfuerzo bélico en acabar con la zona republicana
que había quedado aislada, en el norte de la Península, entre Vizcaya y la parte oriental de Asturias. El objetivo era,
sobre todo, hacerse con el control de las importantes industrias y materias primas de la región cantábrica, pero también
eliminar el frente de retaguardia que impedía volcar todo el esfuerzo en el frente principal, en torno a la capital.
El 31 de marzo se inicio la campaña de Vizcaya. Mola distribuyó las fuerzas en un amplio arco, y dentro de ellas
asigno un papel importante las brigadas navarras. Durante varias semanas, los continuos bombardeos de la legión
Cóndor machacaron las ciudades próximas a Bilbao. Un duro ataque sobre Durango precedió a la destrucción de
Guernica, cuyo bombardeo, el 26 de abril, mediante bombas incendiarias y sin ningún tipo de discriminación respecto a
la población civil, sirvió a la Luftwafe alemana para probar sus tácticas de guerra. Guernica quedó totalmente destruida,
y el escándalo mundial fue mayúsculo. No era un objetivo de valor militar, y sí un símbolo de la nacionalidad vasca.
Aunque durante muchos años los mandos franquistas negaron su responsabilidad, hoy es claro que la decisión alemana
de hacer bombardeos incendiarios contra la población civil contó con el respaldo de Mola y el conocimiento, la menos
de Franco.
Aunque las unidades republicanas se batieron aún varias semanas su inferioridad organizativa, y sobre todo en
carros y aviación, hacía imposible la resistencia. Repetidos llamamientos del Lehendakari Aguirre al Gobierno, en
demanda de apoyo aéreo, no pudieron ser respondidos: los aviones no podían alcanzar directamente la región vasca
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TEMA 9. LA GUERRA CIVIL (1936-1939) IES FRAY LUIS DE LEÓN
desde el Sur, y el Gobierno francés impedía utilizar sus suelos para hacer escalas. A partir del 11 de junio, el avance de
los rebeldes hacia Bilbao resultó ya imparable, derrumbándose el frente. El Gobierno vasco decidió abandonar la capital,
y se negó a cumplir la orden del Gobierno central de destruir las industrias para que no cayeran en manos del enemigo.
El día 19 las tropas navarras e italianas entraban en Bilbao, y cuatro días más tarde Franco derogaba el Estatuto Vasco y
los conciertos económicos.
Las milicias vascas, los gudaris nacionalistas, todavía resistían, pero entre ellos cundía el desaliento, primero
porque la situación era desesperada, segundo porque muchos de ellos eran católicos y no terminaban de simpatizar con
el laicismo republicano. Todo esto se resolvió con su rendición en manos del ejército italiano en la localidad cántabra de
Santoña. Esta decisión dejó desguarnecida la defensa de la zona occidental, de modo que a finales de agosto caería
Santander y en octubre Gijón.
Durante la campaña vasca, el día 3 de junio, Mola moría al estrellarse su avión cerca de Burgos. Si la jefatura de
Franco era sólida, ahora desaparecía el único general que podía disputarle la primacía en el Ejército.
4.3.2. Contraofensivas republicanas: La Granja, Huesca y Brunete.
A falta de apoyos directos a los vascos, el ejército republicano había intentado dos ofensivas para distraer
fuerzas del enemigo, en La Granja y en Huesca, pero la rápida respuesta rebelde impidió avanzar de forma apreciable.
Una vez caído Bilbao, el coronel Rojo, ahora Jefe del Estado Mayor, planeó una ofensiva en Brunete, con el objetivo de
romper el cerco de Madrid y aliviar la presión sobre las maltrechas fuerzas del norte, 50.000 hombres, 150 tanques y
unas 200 piezas de artillería, con fuerte apoyo aéreo, se lanzaron el día 5 de julio; consiguieron avanzar unos 15
kilómetros, gracias al efecto sorpresa, y tomar varios pueblos, entre ellos Brunete. Pero fallos de coordinación
impidieron profundizar la brecha, y a partir del día 18 las tropas del general Varela contraatacaron con éxito. A finales
de mes, Franco ordeno detener la ofensiva y estabilizar el frente: era más importante continuar las operaciones en el
Norte. La batalla había supuesto, de nuevo, numerosas bajas por ambas partes.
4.3.3. Santander, objetivo inmediato.
La ofensiva sobre Santander se inició el 14 de agosto. Ahora, pese a que los efectivos republicanos eran
mayores, su inferioridad en aviación, artillería y carros era ya notoria. El día 15 cayó Reinosa, y el avance franquita a
toda costa, desde el día 23, ante el avance franquista fue rápido. Pese a la consigna de Prieto, desde Valencia, de resistir
a toda costa, se decidió una evacuación que se llevo a cabo apresuradamente. El día 26 caía Santander, en medio del
júbilo de una población mayoritariamente derechista.
4.3.4. Segunda contraofensiva republicana: Belchite.
De nuevo el Estado Mayor republicano intentó una maniobra de distracción desesperada. El día 24 de agosto se
lanzaron 80.000 hombres en el frente próximo a Zaragoza, con el objetivo de romperlo y sitiar la ciudad, y aunque el
avance llegó a ser notable, hasta unos 30 kilómetros, la pronta reacción defensiva, en torno al pueblo de Belchite, evitó
que la brecha pudiese ampliarse. El pueblo cayó, arrasado, el 3 de septiembre, pero el mando republicano ordenó
detener la operación, ante la imposibilidad de alcanzar los objetivos.
4.3.5. Ataque y defensa de Asturias.
El día 1 de septiembre comenzó la ofensiva sobre Asturias. Curiosamente, aunque la inferioridad republicana
era ya clara, la resistencia fue aquí mayor; tanto la compleja topografía como el espíritu de resistencia de los mineros
asturianos hicieron que durante más de un mes las fuerzas nacionalistas no consiguieran apenas avances, pese al
insistente fuego y a los bombardeos. Pero el día 10 de octubre, las unidades de Solchaga rompieron el frente, y de ahí
las líneas se fueron derrumbando. La evacuación, en este caso, resultó imposible, al estar los puertos bloqueados por la
escuadra franquista. El día 21 caía Gijón, y se iniciaba una violenta operación de limpieza contra las cuencas mineras,
cuya vieja tradición revolucionaria fue castigada con especial dureza.
Con la caída de Gijón, la zona republicana del Norte dejaba de existir. No sólo se trataba de un durísimo golpe
moral a la República: las cuencas mineras de carbón y hierro, y una buena parte de la industria pesada pasaban a manos
de los franquistas, y en buena parte intactas. La escuadra se limitaría, a partir de entonces, a bloquear el Mediterráneo.
Los insurrectos podían desguarnecer la retaguardia, y concentrar todo el esfuerzo militar en el largo frente que iba
desde Andalucía al Pirineo. Y, además, la caída del Norte reafirmaba la tendencia de la guerra hacia la victoria del
Gobierno de Burgos, lo que relanzó su imagen hacia el exterior y permitió iniciar contactos más serios con las potencias.
mes ambos ejércitos lucharon denodadamente en condiciones climáticas tremendas (se alcanzaron los 18 grados bajo
cero), hasta que los últimos defensores republicanos, cercados, optaron por abandonar la ciudad. Una noche abrieron
por sorpresa una brecha en las líneas enemigas y consiguieron huir. El 25 de febrero de 1938 las fuerzas franquistas
ocupaban de nuevo de nuevo Teruel, pero sus adversarios consiguieron recomponer el frente, unos pocos kilómetros
más atrás de sus posiciones iniciales. Puede considerarse que el resultado era de empate, pero el mayor desgaste había
corrido a cargo del bando republicano.
4.5. La guerra en 1938. Campañas de Aragón y Levante.
Durante varias semanas más, el Gobierno Negrín continuó sosteniendo sus tesis de resistencia a ultranza, con la
esperanza de que la guerra mundial en ciernes estallara y cambiara la situación española. Pero las diferencias internas
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dentro del Frente Popular eran ya patentes, y algunos mandos, como el coronel Casado, jefe del Ejército del Centro,
habían establecido ya contactos con los franquistas para negociar una rendición. Cualquier intento de negociación había
sido sistemáticamente rechazado por el gobierno de Burgos desde hacía meses, y mucho menos se aceptaba, en febrero
de 1939, la única condición que pedía Negrín: el compromiso de no emprender represalias contra los vencidos era una
quimera, de hecho fue esa sistemática represión la esencia del régimen franquista.
La quiebra en el bando republicano no tardó en producirse. En la noche del 5 de marzo, un golpe de Estado
encabezado por el coronel Casado y por el dirigente socialista Besteiro depuso de hecho al Gobierno Negrín. El golpe
quería terminar con la política de resistencia y con la influencia en el ejército popular de mandos comunistas, fieles
partidarios del gobierno. Durante varios días, incluso después de la dimisión de Negrín, hubo combates entre
comunistas y golpistas, hasta que el día 12 Casado pudo controlar Madrid. Inició entonces un desesperado intento de
negociación con el gobierno de Burgos, pero éste acabó imponiendo la rendición sin condiciones.
El 26 de marzo los mal llamados nacionales iniciaron su ofensiva definitiva, a la que llamaron de la Victoria. El 28
entraron en Madrid agotado después de tres años de resistencia. En los días siguientes ocuparon el resto de la España
republicana. El 31 de marzo tropas italianas tomaron Alicante, en cuyo puerto se hacinaban miles de republicanos
esperando ser evacuados, aunque los buques franquistas lo impidieron.
4.7. No es la paz, es la Victoria.
El 1 de abril de 1939, treinta y tres meses después de la sublevación militar, el generalísimo Franco, que se
encontraba levemente enfermo de faringitis, escribió de su propia mano el último parte de guerra: “En el día de hoy,
cautivo y derrotado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha
terminado”. Pero la paz no llegó, solamente la victoria. La represión hacia los vencidos fue duradera y extremadamente
violenta, el estado de guerra se mantuvo hasta 1949, llevándose a cabo una sistemática represión. Dentro de esa
violencia, aunque no fue la peor, estaba la violencia simbólica, los pueblos se llenaron de monumentos a los mártires de
la cruzada por Dios y por España, había que hacer saber a la anti-España quienes eran los vencedores. La victoria en la
Guerra Civil fue el fundamento de la dictadura de Franco, una dictadura jamás legitimada por el pueblo que tuvo
siempre en el “glorioso alzamiento” su razón de ser.
Dos semanas después, el 15 de abril de 1939, Hitler invadía Checoslovaquia, burlando los acuerdos que había
firmado en Múnich con Francia y Gran Bretaña. Las dos potencias se apresuraron a establecer pactos de alianza con
Polonia, garantizándole su ayuda militar en caso de agresión.
Hitler invadía Polonia el 1 de septiembre, a los cinco meses de terminar la Guerra Civil española. Negrín había
calculado que la República había podido defenderse todavía durante seis meses más y la Segunda Guerra Mundial
estalló a cabo de cinco.
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La ocupación de tierras estuvo a la orden del día. En los centros urbanos las empresas fueron colectivizadas. En
suma, una revolución social espontánea con escaso orden que condicionó el futuro de la República. Los aparatos del
Estado quedaron dislocados y el poder real pasó a manos de un conjunto de juntas de carácter local o regional.
En gran medida, la historia política de la España republicana a lo largo de la Guerra Civil se tradujo en un
esfuerzo de reconstrucción del Estado, que encontró su primera expresión en el gobierno de Largo Caballero,
constituido en septiembre de 1936.
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Tras su dimisión el PCE conseguía su propósito: el POUM fue declarado ilegal, clausurados sus locales y prensa y
detenidos sus dirigentes. Días después, el dirigente del POUM Andreu Nin fue sacado de la cárcel y eliminado por
agentes de la policía rusa que actuaban en España.
Los sucesos de Barcelona son un ejemplo de que la República no tuvo únicamente que hacer una guerra contra
los rebeldes sino que afrontar los problemas internos derivados de la dialéctica guerra o revolución. Largo Caballero
quedó muy debilitado tras estos sucesos y dimitió.
5.1.5. La represión en la zona republicana. Derrumbe del Estado republicano y aparición de la justicia revolucionaria.
¡No los imitéis! ¡No los imitéis! (Completarlo con el dossier adjunto al tema).
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partidos más importantes de la derecha durante la República: Renovación Española y CEDA se disolvieron, y sus
miembros se integraron en el Movimiento Nacional.
FET de las JONS adopto unas señas de identidad características: militarización de sus miembros, uniforme propio,
saludo fascista y jerarquización. Se establecía una Junta Política y un Consejo Nacional como órganos del partido, pero a
título meramente consultivo e integrados, en su mayor parte, por miembros elegidos por el propio caudillo. Los grupos
de falangistas se caracterizaron por reprimir violentamente a los políticos republicanos y de izquierdas a nivel local.
No obstante, el decreto de unificación provoco diferencias dentro del carlismo (Manuel Fal Conde) y del falangismo
(Manuel Hedilla), esas diferencias fueron rápidamente eliminadas y la estructura de partido único se impuso.
Pero si hay algo que dio cohesión ideológica al bando rebelde fue el apoyo de la Iglesia. Tradicional opositora de la
República, la persecución en la zona republicana la vinculó aún más a los sublevados, lo que llevo a adoptar una postura
radical y de unívoca adhesión. En septiembre de 1936, el obispo Plá y Deniel publicó su pastoral Las dos ciudades,
legitimando una sublevación definida como cruzada. En julio de 1937, el cardenal Gomá encabezó la Carta colectiva del
Episcopado Español explicitando la identificación de la Iglesia con los sublevados y justificando la acción a causa del mal
gobierno y de la amenaza de una revolución bolchevique. Solo los sacerdotes vascos y los obispos de Tarragona y Vitoria
permanecieron fieles a la República.
La identificación entre el nuevo Estado y la Iglesia pronto dio lugar a un nuevo término, el nacional-catolicismo,
en imitación del nacional-socialismo alemán.
5.2.3. Evolución económica.
Los rebeldes carecían del control de las zonas industriales y su potencial económico se basaba en el dominio de
los principales centros agrarios. Esta circunstancia dificultaba, a priori, su viabilidad económica, pero en la práctica no
fue tan problemática:
→ El control de la agricultura y el control de las zonas con menor presión demográfica eliminaron los problemas de
abastecimiento tan acuciantes en la zona republicana.
→ El en curso de la guerra incorporaron las zonas mineras e industriales (1937) compensando el desequilibrio inicial.
→ Pese a las restricciones por la diplomacia internacional en tal sentido Franco contó con el apoyo incondicional de
Alemania e Italia, dispuestas a conceder créditos a los sublevados. De igual forma, algunas empresas petroleras, como la
estadounidense TEXACO, se convirtieron en benefactoras del bando franquista.
→ El apoyo mayoritario de las élite económicas del país también proporcionaron a los rebeldes aportaciones efectuadas
por los principales empresarios y financieros. Especialmente intensa fue la contribución de algunos miembros de la
burguesía, caso de Francesc Cambó o Juan March, sin falta viejo aristócratas como el duque de Alba, embajador
franquista en Londres.
5.2.4. “Limpiar España de elementos indeseables”. La represión en la zona franquista: La tragedia oculta.
(Completarlo con el dossier adjunto al tema).
6. EL BALANCE DE LA GUERRA.
Uno de los aspectos más controvertidos entre los historiadores es el de las pérdidas humanas ocasionadas por el
conflicto, pudiendo precisarse en 500.000 entre ambos bandos y 400.000 heridos en operaciones militares (160.000
muertos en combate, 150.00 de represión: 100.000 en la zona sublevada, 60.000 en la zona republicana). Con todo, las
constantes investigaciones sobre la represión a no entender estas cifras como definitivas. Los presos superaron los
300.000, de los cuales fueron ejecutados entre 35.000 y 50.000. La España de Franco se convirtió en una “inmensa
prisión” con un sistema de campos de concentración, trabajos forzados y cárceles desbordadas, en estos campos se
llevaron a cabo experimentos con los presos republicanos, en especial con los niños, el psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera
se distinguió por su laboriosa labor en busca del gen marxista o gen rojo que tanto esfuerzo estaba costando erradicar.
«En contestación a su escrito del 10 del actual proponiendo la creación de un Gabinete de Investigaciones Psicológicas cuya finalidad
primordial será investigar las raíces psicofísicas del marxismo, manifiesto que de conformidad con su mencionada propuesta, autorizo la
creación del mismo».
Francisco Franco Bahamonde.
Otro capítulo lo constituyeron los depurados o expulsados de la Administración y de determinadas profesiones
(profesores). El devastador efecto psicológico por el trauma del sufrimiento durante el conflicto y la represión posterior
dio lugar a un clima de revancha, de persecución y de imposición de los valores de los vencedores.
Esta sangría demográfica influyó más tarde en la caída de la natalidad, ya que las víctimas fueron, principalmente,
población joven y activa. A ello se sumaron los exiliados que se encaminaron a Francia y México y, en menor grado, a la
URSS (niños de Asturias y del País Vasco) y a otros países iberoamericanos. Para los que emigraron a Europa, el estallido
de la Segunda Guerra Mundial y el avance nazi complicó aún más su situación, puesto que muchos españoles acabaron
en campos de concentración alemanes. El exilio afectó a la capacidad productiva y fue demoledor para la vida cultural
española (artistas, catedráticos, escritores, científicos).
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En el terreno económico, la guerra significó la vuelta a una estructura activa predominantemente agraria, tras la
destrucción masiva del tejido industrial. Una buena parte de las ciudades del país, sobre todo en el Norte, estaban
arrasadas; se calcula que unas 250.000 viviendas habían sido destruidas. Lo mismo ocurría con buena parte de la red de
comunicaciones terrestres y con el parque automovilístico. Al enorme endeudamiento causado por la guerra (se ha
cifrado en unos 300.000 millones de pesetas) hay que añadir la pérdida del oro del Banco de España. Además se produjo
un descenso de la producción agraria (20%) e industrial (30%), el nivel de renta per cápita cayó, recuperándose en 1952,
lo que provocó hambre y miseria.
Los grupos beneficiados fueron, como ya era una constante, el viejo bloque de poder: terratenientes, ejército e
Iglesia que se convirtieron en grupos hegemónicos de la sociedad franquista. Junto a ellos surgió la figura del
excombatiente y del falangista del pueblo, recompensados con puestos en la Administración y concesiones a sus
negocios. Como ejemplo, observar el expediente de indulto que os voy a pasar en clase y veréis quien eran los hombres
de orden en cada localidad: cura, alcalde falangista y el terrateniente.
Queda por último, el efecto moral. La guerra dejó marcadas a varias generaciones por el trauma del sufrimiento
durante los tres años de conflicto, pero también por la represión posterior y la atmósfera de la España postbélica, un
clima de revancha, de persecución y de imposición de una escala de valores unilateral, la de los vencedores, que
prolongó durante muchos años la división y enfrentamiento entre los españoles. Fue un tiempo de silencio.
Un último dato: el 26 de agosto de 1944 se liberaba París del poder nazi y por los Campos Elíseos desfiló la 2ª
División Blindada del general Leclerc compuesta por antiguos miembros del Ejército Popular Republicano. Un total de
120 hombres a bordo de tres carros ligeros denominados Guadalajara, Teruel y Guernica.
Un epílogo abierto
I
Todo hombre necesita ser lo que es para hacer lo que hace. Y viceversa. Es una sentencia de mi maestro –habla
Juan de Mairena a sus alumnos- la cual, aceptada, podría llevarnos a un exceso de tolerancia. Yo no os aconsejo que la
adoptéis como norma ética. Pero conviene que no la olvidéis nunca, si no queréis cometer graves injusticias.
II
La unión constituye la fuerza. Es una noción elementalísima de dinámica contra la cual nada tendríamos que oponer, si
no hubiera tontos y pillos (los tontos y los pillos distan muchos menos entre sí de lo que vulgarmente se piensa) que
pretenden acomodarla a sus propósitos, y que propugnan el acercamiento y la unión de elementos heterogéneos,
dispares y contrapuestos, que sólo pueden unirse para estrangularse.
A. Machado.
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