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Informe de Derechos Humanos 2009.

Colombia
Colombia es una democracia constitucional y multipartidista con una
población cercana a los 45 millones de habitantes. En mayo de 2006, el
candidato presidencial independiente Álvaro Uribe Vélez logró la
reelección en un proceso electoral considerado, en general, libre y justo.
El conflicto armado interno que se prolonga ya desde hace 45 años
continua existiendo entre el Estado y las organizaciones terroristas, en
particular las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y
el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Si bien las autoridades
civiles han mantenido un control efectivo sobre las fuerzas de
seguridad, sí hubo casos en los que los elementos de dichas fuerzas de
seguridad violaron la política del Estado.
Aunque continuaron prevaleciendo algunos abusos contra los derechos
humanos, el Estado continuó con sus esfuerzos para confrontarlos y
resolverlos. Los problemas sociales y los abusos contra los derechos
humanos por parte del Estado se reportaron durante el año: matanzas
ilegales y extrajudiciales; colaboración de militares insubordinados con
los nuevos grupos armados al margen de la ley y paramilitares que se
rehúsan a desmovilizarse; desapariciones forzosas; hacinamiento e
inseguridad en las cárceles; tortura y maltrato de los detenidos;
detenciones arbitrarias; un elevado número de detenidos no procesados,
algunos de los cuales permanecieron encarcelados al lado de presos
convictos; impunidad y un sistema judicial ineficiente sometido a la
intimidación; vigilancia ilícita de grupos civiles, oponentes políticos y
agencias gubernamentales; hostigamiento e intimidación de periodistas;
condiciones antihigiénicas en los asentamientos de desplazados con
acceso limitado a la salud, la educación o el empleo; corrupción;
hostigamiento a grupos de derechos humanos y activistas, incluyendo
persecuciones sin fundamento; violencia contra la mujer, incluyendo el
acceso carnal violento; el maltrato y la prostitución infantil; la trata de
mujeres y niños; algo de discriminación social contra la mujer, los
indígenas y las minorías; y el trabajo infantil ilegal.
Las Farc y el ELN cometieron los siguientes abusos a los derechos
humanos: asesinatos políticos; uso indiscriminado de las minas
antipersonal; asesinatos de integrantes de la fuerza pública fuera de
servicio y funcionarios públicos; secuestros y desapariciones forzosas;
desplazamientos forzados en masa; subordinación e intimidación de
jueces, fiscales y testigos; violación del derecho a la intimidad de los
ciudadanos; restricciones a la libertad de circulación; reclutamiento
generalizado de niños para la guerra; ataques contra los activistas de
derechos humanos; violencia contra la mujer incluyendo violencia
sexual y abortos forzados; hostigamiento, intimidación y asesinatos de
maestros y sindicalistas.
Los nuevos grupos armados al margen de la ley, y los paramilitares que
rehusaron desmovilizarse, también cometieron un sinnúmero de abusos
a los derechos humanos. Aunque el último bloque de las Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC) se desmovilizó en agosto de 2006, los
miembros de las AUC que rehusaron a desmovilizarse, los que se
desmovilizaron pero luego abandonaron el proceso de paz, y otros
grupos armados al margen de la ley, continuaron en la mira de la acción
de las fuerzas de seguridad del Estado. Estos nuevos grupos carecían de
la organización, el alcance y la capacidad militar de las antiguas AUC y
se centraron principalmente en el tráfico de narcóticos y la extorsión.
La desmovilización de las AUC llevó a la disminución de homicidios y
otros abusos de los derechos humanos, pero los paramilitares que
rehusaron desmovilizarse y los nuevos grupos armados al margen de la
ley, continuaron cometiendo un sinnúmero de hechos delictivos y
abusos relacionados, incluyendo los siguientes: homicidios y secuestros
políticos; violencia física; desplazamiento forzado; subordinación e
intimidación de jueces, fiscales y testigos; violación del derecho a la
intimidad de los ciudadanos; restricciones a la libertad de circulación;
reclutamiento y utilización de niños en la guerra; violencia contra la
mujer, incluyendo violencia sexual; y hostigamiento, intimidación y la
matanza de trabajadores de los derechos humanos, periodistas, maestros
y sindicalistas.
Las estadísticas del Estado señalaron que los secuestros disminuyeron
en un 18 por ciento durante el año y los asesinatos en masa un 13 por
ciento, a comparación con el mismo período en 2008. La Unidad de
Derechos Humanos de la Fiscalía General de la Nación logró la
condena de 421 acusados por delitos contra los derechos humanos,
incluyendo a 157 integrantes del Ejército por ejecuciones
extrajudiciales. En diciembre, el proceso de la Ley de Justicia y Paz
(por la cual los líderes paramilitares confiesan sus crímenes y entregan
sus bienes y activos, a cambio de una sentencia reducida) ayudó a
aclarar más de 38.000 delitos que relacionaban a 50.000 víctimas, y
llevó a la exhumación de 2.800 restos en 2.300 fosas comunes. Las
investigaciones realizadas por la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía
General de la Nación sobre los vínculos entre políticos y algunos
grupos paramilitares, involucraron a 87 miembros del Congreso, 15
gobernadores y 35 alcaldes, 66 de los cuales fueron detenidos . Al
finalizar el año, se condenaron un total de 18 políticos (13 congresistas,
cuatro gobernadores y un alcalde) por vínculos con grupos
paramilitares.
EL RESPETO POR LOS DERECHOS HUMANOS
Sección 1. EL respeto por la integridad de la persona, incluida la
protección contra:
a. La privación de la vida de manera arbitraria o en situación
ilegal.
Las matanzas políticas y las cometidas en situaciones ilegales
continuaron siendo un problema grave y hubo informes periódicos de
matanzas extrajudiciales perpetradas por miembros de las fuerzas de
seguridad como parte del conflicto armado interno (véase la sección
1.g.). A diferencia del año anterior, sí hubo menos informes sobre
oficiales del Ejército que presentaron a ciudadanos del común como
víctimas del combate, una situación conocida como ‘falsos positivos’.
El Relator de Ejecuciones Sumarias de la Organización de Naciones
Unidas, Phillip Alston, informó la presentación de falsos positivos en
los siguientes departamentos: Antioquia, Arauca, Valle del Cauca,
Casanare, Cesar, Córdoba, Huila, Meta, Norte de Santander, Putumayo,
Santander, Sucre y Vichada. A pesar de que el Relator Especial señaló
que no se conocen pruebas que sugieran que estas muertes formaran
parte de la política del Estado, el número de casos, su demografía y la
diversidad de unidades militares involucradas, señala que las muertes
fueron llevadas a cabo en forma sistemática por elementos importantes
dentro del Ejército.
La guerrilla, principalmente las Farc y el ELN, cometió asesinatos
(véase la sección 1.g.).
Los miembros de los grupos paramilitares que rehusaron
desmovilizarse y los miembros de los nuevos grupos armados al
margen de la ley, cometieron un sinnúmero de asesinatos políticos,
principalmente en las zonas que se disputan con la guerrilla o donde no
hay una presencia fuerte del Estado (véase la sección 1.g.).
El Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) fundado por
sacerdotes jesuitas, una organización no gubernamental local que
trabaja en defensa de los derechos humanos, afirmó que hubo al menos
192 asesinatos políticos y en situaciones ilegales durante los primeros
seis meses del año, 28 menos de los reportados para el mismo período
en 2008. Algunas ONG, como el Cinep, consideraron que los nuevos
grupos armados al margen de la ley son una continuación de los grupos
paramilitares y atribuyeron los informes sobre las violaciones a los
derechos humanos cometidas por estos grupos directamente al Estado.
También incluyeron los asesinatos cometidos por estos grupos dentro
de su definición de “asesinatos en situaciones ilegales”.
El Programa Presidencial para los Derechos Humanos afirmó que hasta
el 30 de noviembre habían muerto 133 personas en 26 masacres
(definidas por el Estado como el asesinato de cuatro o más personas), lo
cual representa una disminución del 8 por ciento con respecto al mismo
período en 2008 (véase la sección 1.g.).
Algunos miembros de las fuerzas de seguridad del Estado, incluyendo
reclutas, suboficiales y oficiales, desobedecieron las órdenes del
Presidente y el alto mando militar para colaborar con las actividades de
los nuevos grupos al margen de la ley, o los paramilitares no
desmovilizados, o las toleraron. Esa colaboración llegó a facilitar
algunos atentados contra la vida y pudo traducirse en una participación
directa de los actos atroces de los paramilitares.
En ciertas regiones del país como en Medellín (Antioquia); Tierralta
(Córdoba); Buenaventura (Valle del Cauca); el Urabá Antioqueño,
Chocó, y Meta, se continuaron recibiendo informes de tratos corruptos
entre integrantes de la fuerza pública en la región y paramilitares que
rehusaron a desmovilizarse. Aunque la impunidad por las actuaciones
de este personal militar continúa siendo un problema, el Ministro de
Defensa realizó una investigación y entregó a los culpables a las
autoridades civiles en varios casos de alto perfil durante el año en
cuestión. En varios casos de ejecuciones extrajudiciales que habían sido
falsamente reportados como muertos en combate, o ‘falsos positivos’,
se encontró que algunos ex paramilitares estaban involucrados en
dichas matanzas (ver sección 1.g.). En julio, la Fiscalía General formuló
cargos contra 11 policías por colaborar con la denominada “Oficina de
Envigado’, un grupo delictivo al margen de la ley. En octubre cuatro
agentes de policía de Carepa (Antioquia) fueron acusados de compartir
información sobre los operativos policiales y militares con la gente de
Daniel Rendón Herrera (alias ‘Don Mario’).
Conforme a la ley, las autoridades militares o civiles fueron las
encargadas de investigar los asesinatos atribuidos a las fuerzas de
seguridad. Las investigaciones sobre los asesinatos cometidos en el
pasado continuaron con lentitud. Hubo varios casos de alto perfil contra
personal militar que resultaron en enjuiciamientos y otros tantos que se
reabrieron debido a nuevas pruebas presentadas en testimonios como
parte del Proceso de Justicia y Paz. El 3 de junio, el Juzgado Tercero
Penal del Circuito de Montería sentenció a dos oficiales y cuatro
solados profesionales a 28 años en prisión por los homicidios de dos
hombres en 2006, que fueron presentados como falsos positivos. Ese
mismo mes, la Fiscalía General reabrió la investigación por la masacre
de la Rochela en 1989, en la que murieron 12 investigadores judiciales
a manos de las fuerzas paramilitares con el apoyo de miembros del
Ejército, mientras investigaban las desapariciones forzosas de 19
comerciantes.
Tanto actores del Estado como de grupos armados al margen de la ley
emplearon minas antipersonal, aunque las Fuerzas Armadas dejaron de
plantarlas luego de que el Estado firmara el Tratado de Prohibición de
Minas Antipersonal en diciembre de 1997. Los informes preliminares
indicaron que las minas antipersonal, utilizadas principalmente por las
Farc y el ELN, dejaron un saldo de 94 muertos y 450 heridos en los
primeros 11 meses del año (véase la sección 1.g.), una reducción del 27
por ciento en los incidentes con minas antipersonal durante el mismo
tiempo en 2008.
b. Las desapariciones.
Se continuaron presentando desapariciones forzosas, muchas de ellas
con motivos políticos. El Cinep informó de 18 víctimas de desaparición
forzada a manos de actores desconocidos durante los primeros seis
meses del año, en comparación a las 27 víctimas en el mismo período
de 2006. La Fiscalía General acusó a miembros de las FF. AA. en
nueve casos de desaparición forzada ocurridos en el año, aunque los
presuntos delitos no todos ocurrieron en 2009. Según el Sistema de
Información Red de Desaparecidos y Cadáveres (Sirdec) del Instituto
de Medicina Legal y Ciencias Forenses, 348 personas fueron reportadas
desaparecidas durante el año, una disminución del 19 por ciento desde
2008. En agosto, el Estado presentó un nuevo plan interinstitucional
para mejorar los esfuerzos de identificación de los restos de víctimas de
desapariciones forzosas.
Aunque el secuestro, tanto por razones económicas como políticas,
continuó disminuyendo, no por ello dejó de ser un problema grave. El
Fondo Nacional para la Defensa de la Libertad Personal (Fondelibertad)
reportó 160 casos de secuestro extorsivo durante el año, lo que
representa una disminución del 18 por ciento desde 2008. Tras revisar
los 3.300 secuestros ocurridos desde 1996, Fondelibertad modificó sus
cálculos actuales sobre el número de víctimas actualmente secuestradas
y lo redujo a 125 (66 en manos de las Farc, 10 en manos del ELN, y el
resto en manos de los nuevos grupos al margen de la ley o paramilitares
que negaron a desmovilizarse). Algunos grupos defensores de derechos
humanos cuestionaron la cifra, arguyendo que el número verdadero
corría entre 600 y varios miles.
Los Grupos de Acción Unificada por la Libertad Personal-Gaula
(entidades del Ejército y la Policía formadas para combatir el secuestro
y la extorsión) y otros elementos de las fuerzas de seguridad, liberaron
a 64 rehenes en el curso del año. Fondelibertad informó que al menos
cinco de las víctimas secuestradas fallecieron en cautiverio, a
comparación de los 13 en 2008, una disminución del 62 por ciento. Las
Farc, el ELN, los nuevos grupos al margen de la ley y los paramilitares
que rehusaron desmovilizarse, continuaron con la práctica del
secuestro. Todos los grupos al margen de la ley, incluyendo las
guerrillas, a veces mataban a sus secuestrados (véase la sección 1.g.).
Hasta el 30 de noviembre las Farc habían liberado a 15 individuos en
forma voluntaria.
c. La tortura y otros tratamientos o castigos crueles, inhumanos o
degradantes.
Aunque la ley prohíbe dichas prácticas, sí se presentaron informes de
maltrato y torturas de detenidos a manos de la Policía, el Ejército y
Guardias Penitenciarios. Los casos de miembros del Ejército y la
Policía acusados de tortura se adelantaron en juzgados ordinarios en
lugar de tribunales militares. El Cinep afirmó que en los primeros seis
meses del año, hubo participación por parte de las fuerzas de seguridad
del Estado en 16 incidentes de tortura, una disminución del 78 por
ciento a comparación del mismo período en 2008. La Fiscalía General
acusó de tortura a cuatro miembros de las fuerzas armadas durante el
año.
El Cinep informó que:
• El primero de enero en Caloto (Cauca), integrantes del Batallón de
Infantería No. 8 “Batalla de Pichincha” retuvieron en forma arbitraria y
torturaron a Gerardo Barona Avirama y James Barona Avirama.
• El 28 de febrero en Paya (Boyacá), integrantes del Ejército
presuntamente torturaron a Neftalí Blanco de 16 años, para obligarla a
confesar su vinculación a la guerrilla.
• El 10 de marzo en Argelia (Cauca) la Policía Nacional presuntamente
detuvo en forma arbitraria, torturó y amenazó a Oscar Gómez Zapata,
miembro de ASCAMTA, una ONG que defiende los derechos agrarios.
El Cinep informó que los integrantes paramilitares desmovilizados
fueron responsables de al menos 24 casos de tortura registrados hasta el
mes de junio, comparado con los 19 reportados durante el mismo
período en 2008.
Se reportaron casos de abuso insubordinado por parte de los militares.
El 13 de abril un capitán del Ejército fue detenido por torturas
cometidas en octubre de 2006. El 26 de agosto el Tribunal Especial del
Circuito de Ibagué sentenció a 13 soldados a entre 15-16 años de
prisión por su participación en la tortura de 13 soldados rasos en la base
militar Piedras en Tolima, en enero de 2006.
Las condiciones en las cárceles y los centros de reclusión
A excepción de las instalaciones nuevas, las condiciones en las cárceles
fueron malas, en particular para los presos carentes de apoyo externo.
El Instituto Nacional Penitenciario (Inpec) tiene a su cargo la dirección
de las 139 cárceles nacionales del país y la inspección de las cárceles
municipales.
El hacinamiento, la inseguridad, la corrupción y la escasez de
presupuesto continuaron siendo un problema serio en el sistema
carcelario. Para finales del año las cárceles tenían a más de 77.000
internos cuando la capacidad real es inferior a los 55.000 presos. El
hacinamiento superó el 34 por ciento. Muchos de los 5.746 guardianes
penitenciarios y funcionarios administrativos del Inpec estaban mal
capacitados. La ONG Comité de Solidaridad con los Presos Políticos
(CSSP) señaló una disminución constante en los niveles de corrupción
del sistema carcelario, como resultado de mejores programas de
capacitación, mayor supervisión y un sistema de rendición de cuentas
más estricto. Pese a ello, se teme que una mayor privatización del
sistema de prisiones lleve a más corrupción.
Las restricciones presupuestarias tuvieron un efecto adverso sobre las
condiciones de las cárceles. El Inpec gastó $5.300 pesos diarios (US$
2.65) en alimentación por cada interno. Los aportes de fuentes privadas
continuaron siendo importantes para suplementar la alimentación de
muchos internos.
Según el Inpec, en el año se presentaron 27 muertes violentas entre los
internos a causa de riñas y motines. Hasta noviembre se presentaron 22
motines en diversas instituciones penales. La Fiscalía General continuó
con sus investigaciones sobre supuestos casos de uso excesivo de la
fuerza y trato brutal contra los internos por parte de algunos guardianes
penitenciarios. Según el Inpec, tres guardianes fueron sentenciados ese
año por extorsión y conspiración.
La ley prohíbe la reclusión de detenidos sin juzgar en el mismo lugar de
los prisioneros convictos; aunque sí se reportaron algunos casos. No se
detuvo a menores en los centros para adultos aunque, en algunos casos,
se permitió que las madres encarceladas tuvieran consigo a sus hijos
menores de edad.
El Estado autorizó a grupos locales e internacionales de derechos
humanos a supervisar de manera independiente las condiciones
carcelarias. Dicha función de supervisión se realizó en el trascurso del
año. Las Farc y el ELN continuaron impidiendo el acceso del Comité
Internacional de la Cruz Roja (CICR) a los miembros de la Policía y el
Ejército retenidos en calidad de rehenes.
d. La detención o arresto arbitrario.
Aunque la ley prohíbe la detención o el arresto arbitrario, hubo algunas
denuncias sobre detenciones arbitrarias contra ciudadanos.
El papel de la Policía y el aparato de seguridad del Estado
La Policía Nacional, bajo la jurisdicción del Ministerio de Defensa
Nacional, es la encargada de hacer cumplir las leyes en el territorio
nacional y comparte esta función con el Departamento Administrativo
de Seguridad (DAS) y el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la
Fiscalía General de la Nación. El Ejército también compartió parte de la
responsabilidad de hacer cumplir las leyes y mantener el orden público
en el país. Por ejemplo, en algunas ocasiones las unidades militares
prestan apoyo logístico y de seguridad para garantizar que los
investigadores penales puedan obtener pruebas en zonas de alto
conflicto o difícil acceso. Durante el año, la Unidad de Derechos
Humanos de la Fiscalía General emitió 518 órdenes de arresto contra
personal de las fuerzas armadas por asesinatos extrajudiciales, la
mayoría de ellos ocurridos antes de 2009. No obstante, hubo
afirmaciones generalizadas sobre impunidad debido a la obstrucción de
la justicia y la falta de recursos para la investigación, de protección para
los testigos y los investigadores, y de coordinación entre las entidades
oficiales. Muchos grupos de derechos humanos criticaron a la Fiscalía
General por formular cargos solamente contra el personal militar de
bajo rango a la vez que evitaba investigar a los autores intelectuales,
oficiales de alto rango. Durante el año, el Ministerio de Defensa
Nacional relevó del mando a 55 oficiales, 41 suboficiales y soldados de
las Fuerzas Armadas por ineficiencia, conducta poco ética, corrupción y
sospecha razonable sobre posibles violaciones a los derechos humanos.
La Policía realizó operativos de captura de sospechosos con órdenes de
arresto emitidas por los fiscales con base en causas probables. Sin
embargo, no se necesitan órdenes para aprehender a los delincuentes
atrapados en flagrancia o en el acto de huir del lugar de los hechos. Los
miembros de las fuerzas armadas procedieron a aprehender a miembros
de grupos armados ilegales capturados en combate, pero se abstuvieron
de ejecutar las órdenes de aprehensión por no estar autorizados para
hacerlo. No obstante miembros del CTI, quienes acompañaron a las
unidades militares, sí están en capacidad de ejecutar dichas órdenes.
Según el sistema acusatorio que entró en vigencia en todo el país a
partir de enero de 2008, los sospechosos deben ser llevados ante un juez
dentro de las primeras 36 horas a fin de determinar la validez de la
detención. Los cargos deben formularse formalmente dentro de los 30
días siguientes y el juicio debe iniciarse dentro de los 90 días siguientes
a la fecha inicial de la detención. No obstante, aquellos delitos
cometidos antes de la implementación de este nuevo código penal,
deberán juzgarse conforme al anterior sistema inquisitorio.
El sistema anterior requería que las autoridades informaran de
inmediato al sospechoso de la razón por la que había sido detenido y
llevado ante un juez, en menos de 36 horas desde su aprehensión. Los
fiscales debían dictaminar sobre la legalidad de las detenciones en un
período máximo de 72 horas. En ambos sistemas, y en la mayoría de los
delitos graves, la detención antes de la presentación formal de cargos no
puede exceder los 180 días. Después de eso, el sospechoso debe ser
puesto en libertad. En el antiguo sistema, en los casos de delitos
considerados particularmente graves como el homicidio, el terrorismo o
la rebelión, las autoridades tienen hasta 360 días para presentar
formalmente los cargos. Existe la ley de habeas corpus para manejar
casos de supuesta detención arbitraria.
La fianza no aplica en delitos graves como el homicidio, la rebelión o el
tráfico de estupefacientes. Los detenidos tienen derecho a acceder
oportunamente al abogado de su elección, y la Defensoría de Derechos
Humanos brinda asistencia a través de sus 1.600 defensores de oficio a
los acusados que no cuentan con recursos para su defensa.
Algunas ONG de derechos humanos más importantes se quejaron de la
detención arbitraria de centenares de personas, en particular, líderes
sociales, trabajadores activistas y defensores de los derechos humanos.
El Cinep informó que las fuerzas de seguridad del Estado detuvieron
arbitrariamente a 113 personas durante los primeros seis meses del año,
en comparación a las 224 durante el mismo período en 2008. Muchas
de esas detenciones tuvieron lugar en las zonas de conflicto (en
particular en Arauca, Antioquia, Nariño y Santander), donde se
realizaban operaciones militares activas contra la insurgencia.
El Estado y varias ONG prominentes tuvieron desacuerdos frecuentes
con respecto al significado del concepto “detención arbitraria”.
Mientras el Estado caracterizó las detenciones con base en el
cumplimiento de los procedimientos legales, las ONG aplicaron otros
criterios para definir la “detención arbitraria” en términos de los
arrestos basados en pistas proporcionadas por informantes acerca de
personas vinculadas a la actividad guerrillera, detenciones por parte de
las fuerzas de seguridad sin orden judicial, detenciones basadas en la
autoridad administrativa, detenciones efectuadas durante las
operaciones militares, detenciones masivas, y detenciones de personas
en “ejercicio de sus derechos fundamentales”.
Fue difícil llevar la cuenta de todos los detenidos debido a que muchos
comandantes militares y supervisores de cárceles locales no llevaron los
registros obligatorios o no siguieron los procedimientos de notificación.
Las demoras en los juicios se debieron al gran número de detenidos, las
limitaciones económicas o la falta de personal.
e. La privación de un juicio público justo.
Si bien la ley contempla la independencia de la rama judicial, gran parte
del sistema jurisdiccional se vio recargado, obstaculizado o afectado
por la ineficiencia debida en buena parte a la subordinación e
intimidación de jueces, fiscales y testigos. Ante esas circunstancias, la
impunidad siguió siendo un problema serio aunque el Estado tomó
acción para atender estas necesidades. El Consejo Superior de la
Judicatura (CSJ) informó que los juzgados ordinarios tuvieron una
carga significativa de los casos pendientes, lo cual hizo que hubiera un
gran número de detenidos a la espera de un juicio. La implementación
del nuevo sistema penal acusatorio disminuyó el tiempo para la
solución de los nuevos casos criminales en un 75 por ciento, con
sentencias pronunciadas en el 60 por ciento de los casos bajo el nuevo
sistema penal, a comparación del 3 por ciento bajo el antiguo sistema.
Sin embargo, aún quedan muchos casos viejos pendientes.
Las autoridades judiciales se vieron sometidas a amenazas y actos
violentos. Según el programa de protección a testigos de la Fiscalía
General, en el año 470 empleados de la rama judicial solicitaron
diversas formas de protección del CSJ por razones que incluyen
amenazas. Aunque la Fiscalía estableció un programa de protección a
testigos de procesos penales, quienes no se acogieron al programa
continuaron siendo vulnerables a la intimidación y muchos se rehusaron
a testificar.
La Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre la independencia de
Jueces y Magistrados, Gabriela Carina Knaul de Albuquerque e Silva,
reportó un alto nivel de amenazas y ataques contra funcionarios
judiciales como jueces, abogados defensores, fiscales e investigadores,
al igual que participantes civiles en el sistema judicial, como testigos y
las víctimas mismas. La Relatora Especial reconoció que el Estado
cuenta con programas que ofrecen protección, pero solicitó la
implementación de más medidas para garantizar la protección de los
funcionarios del sector judicial. La Relatora Especial reconoció que las
amenazas contra los funcionarios del sector judicial contribuyeron a la
existencia de un mayor índice de impunidad, además de pocos recursos
para la administración de la justicia, lo que hace que las investigaciones
iniciales sean inadecuadas.
El sistema de justicia ordinaria está compuesto por cuatro jurisdicciones
: ordinaria, administrativa, constitucional y especial. La jurisdicción
ordinaria es la más grande y se ocupa de todos los procesos penales,
ordinarios, laborales, agrarios y domésticos en los cuales no se
encuentren involucrados miembros de las fuerzas militares. La Corte
Suprema de Justicia es el más alto tribunal dentro de la jurisdicción y el
último recurso de apelación.
La Corte Constitucional es la única autoridad judicial con poder para
decidir acerca de la constitucionalidad de las leyes, los decretos
presidenciales y las reformas a la Constitución. La Corte Constitucional
también tiene autoridad para emitir dictámenes acerca de la
constitucionalidad de los proyectos de ley sin sancionar, y tiene el
poder discrecional para revisar las decisiones de los tribunales menores
con respecto a las tutelas, las cuales cualquier ciudadano puede
interponer ante cualquier juzgado en cualquier momento del proceso
judicial.
A la jurisdicción especial del sistema de justicia ordinaria pertenecen el
programa de jueces de paz y la jurisdicción indígena. El CSJ tiene a su
cargo la función administrativa y disciplinaria del sistema de justicia
ordinaria.
La Corte Suprema, el Consejo de Estado, la Corte Constitucional y el
Consejo Superior de la Judicatura son entes judiciales supremos
mutuamente iguales, que en ocasiones libraron sentencias
contradictorias y estuvieron en desacuerdo con respecto a las
responsabilidades de su jurisdicción.
El Sistema de Justicia Militar consta de 44 tribunales militares y el
Tribunal Militar Supremo actúa como tribunal de apelaciones para
todos los casos juzgados en los tribunales militares. La Corte Suprema
de Justicia es el segundo tribunal de apelaciones para los casos en los
cuales se imponen penas superiores a seis o más años en prisión.
El Sistema de Justicia Militar está en capacidad de investigar y procesar
al personal militar y de policía en servicio activo por delitos
“relacionados con los actos del servicio militar”. El código penal militar
define específicamente la tortura, el genocidio, las masacres y las
desapariciones forzosas como delitos no relacionados con el servicio
militar. Se considera que cualquier tipo de violación a los derechos
humanos no tiene ninguna relación con el servicio militar y le competen
al sistema de justicia ordinaria, aunque esto no siempre sucedió en la
práctica. Más de 250 casos sobre derechos humanos que estaban siendo
manejados por el sistema de justicia militar, fueron transferidos al
sistema de justicia ordinaria. El código de justicia militar
específicamente excluye a los civiles de la jurisdicción militar y los
tribunales ordinarios deben juzgar al personal militar y de policías
retirados, aunque los tribunales militares son responsables por los actos
relacionados con el servicio, que se hubieran cometido antes del retiro.
El código penal militar priva a los comandantes del poder de imponer la
disciplina de la justicia militar a sus subalternos y brinda protección
legal a los miembros en servicio activo que se rehúsen a obedecer
órdenes que comprometan el respeto por los derechos humanos. El
Ejército cuenta con la autoridad discrecional para destituir aquel
personal que pueda estar implicado en abusos contra los derechos
humanos.
La Fiscalía General de la Nación tiene la responsabilidad de investigar
y procesar los delitos penales. La Unidad de Derechos Humanos, que
comprende 13 oficinas regionales, se especializa en la investigación de
delitos cometidos contra los derechos humanos. Al finalizar el año, los
100 fiscales especializados de la Unidad manejaban un total de 5.586
casos.
La Procuraduría General de la Nación se encarga de investigar las
denuncias por mala conducta de los empleados oficiales, incluyendo a
los miembros de las fuerzas de seguridad del Estado. La Procuraduría
General de la Nación remitió todos los casos de violaciones a los
derechos humanos a la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía
General de la Nación.
En el año, la Procuraduría General de la Nación dio inicio a procesos
disciplinarios contra 546 miembros de las fuerzas armadas por delitos
contra los derechos humanos. Además, la Fiscalía presentó cargos
contra 157 miembros de las fuerzas armadas.
Los procedimientos procesales
Bajo el nuevo Código de Procedimiento Penal Acusatorio finalmente
implementado en enero de 2008, el fiscal presenta los cargos y las
pruebas ante un juez imparcial en el marco de un juicio oral público.
Existe una presunción de inocencia y el acusado tiene derecho a
confrontar las pruebas en su contra en un juicio y a presentar su propia
evidencia. No hay participación de jurados. Los delitos o crímenes,
cometidos previo a la implementación del nuevo código, fueron
procesados bajo el antiguo sistema inquisitorio en el que el fiscal hace
las veces de magistrado investigador quien investiga, presenta las
pruebas, y determina el veredicto de inocencia o culpabilidad. El
“juicio” no era más que la presentación de las pruebas y el veredicto de
inocencia o culpabilidad frente a un juez para su ratificación o rechazo.
En el sistema de justicia militar, los jueces militares presiden las cortes
marciales sin presencia de jurados. Los acusados pueden contar con los
servicios de un defensor de oficio, quien puede llamar a testigos, pero la
mayor parte de la investigación ocurre durante la fase indagación. Los
jueces militares deben pronunciar sentencia dentro de los ocho días
siguientes a la audiencia de la corte marcial. Se exige la presencia de
representantes de la Procuraduría General durante una corte marcial.
El procedimiento penal en el sistema de justicia militar incluye
elementos de los sistemas inquisitivo y acusatorio. Los acusados son
considerados inocentes hasta que se demuestre lo contrario y tienen
derecho a consultar oportunamente a un abogado defensor. Una
sentencia de la Corte Constitucional prohíbe a los abogados militares
asumir deberes de defensa. Los acusados deben sufragar los gastos de
sus abogados o depender de abogados pagados a través de un fondo
especial de oficiales militares.
Al finalizar el año, el Ministerio de Defensa Nacional estaba preparado
para realizar la transición al sistema oral acusatorio utilizado por la
justicia civil. La extensión del nuevo sistema se realizará a nivel
regional y está programado para culminar en 2012. Durante el año el
sistema de justicia militar transfirió más de 250 casos de derechos
humanos al sistema de justicia ordinaria.
Los tribunales ordinarios dictaron sentencia condenatoria contra
miembros de las fuerzas militares por delitos cometidos en el pasado
contra los derechos humanos. Los siguientes son algunos ejemplos:
• El primero de septiembre, el Juzgado Tercero Penal del Circuito de
Ibagué sentenció a cinco soldados a entre 35 y 40 años en prisión por
los homicidios en 2004 de una familia de cinco; incluyendo a dos
pequeños menores de edad, en Potosí de Cajamarca (Tolima).
• El 24 de septiembre, el Juzgado 12 Penal del Circuito de Bogotá
condenó a dos oficiales de la Fuerza Aérea por el homicidio de 17
personas en Santo Domingo (Arauca) durante un bombardeo en 1998.
La sentencia de homicidio culposo dictaminada en 2007 fue objetada
por un tribunal mayor, quien señaló que las acciones de los pilotos
violaban el derecho internacional humanitario que prohíbe el uso de
bombas en áreas pobladas, aunque el enemigo se encuentre presente en
el lugar.
• El 25 de noviembre, el Tribunal Superior de Bogotá sentenció al
general (r) Jaime Humberto Uscategui a 40 años en prisión por su
participación en la incursión paramilitar a Mapiripán (Meta), que
desencadenó la masacre en la que murieron alrededor de 50 personas.
Los presos políticos y los detenidos
El Estado declaró no tener presos políticos. Algunos grupos defensores
de derechos humanos caracterizaron de presos políticos a algunos
detenidos por cargos de rebelión o terrorismo, por considerar ese
proceder como una táctica de hostigamiento del Estado contra los
defensores de los derechos humanos (ver sección 5.). Según el Inpec, en
el año hubo 3.398 presos acusados de rebelión o de ayudar a la
insurgencia o colaborar con ella. El Estado permitió al CICR acceso a
estos presos.
Los procesos y los recursos judiciales civiles
Los ciudadanos pueden demandar a cualquier entidad u organismo del
Estado ante al Tribunal de lo Contencioso Administrativo por daños y
perjuicios a causa de violaciones a los derechos humanos. Aunque los
críticos se quejaron de demoras en el proceso, en términos generales
consideraron que la labor del tribunal fue imparcial y eficaz.
La restitución de la propiedad
Para muchas personas con pequeños terrenos de tierra, la posesión de
terrenos sigue siendo inaccesible. Muchas agencias del Estado y grupos
de derechos humanos estimaron que la guerrilla, y los grupos al margen
de la ley, se apoderaron por la fuerza de entre 1,1 y 2,7 millones de
acres (445.154 – 1’092.651 de hectáreas) de tierra que les fueron
arrebatados a los pequeños agricultores durante las décadas que ha
durado el conflicto. Los grupos paramilitares se han apoderado de la
mayoría de estas tierras, y el Estado sólo ha logrado recuperar una
fracción de ellas desde la desmovilización de la AUC. El 18 de junio el
Congreso rechazó una ley de víctimas que, inter alia, hubiera tratado el
tema de la restitución de tierras. Pero quienes se oponían señalaron que
el proyecto de ley no era suficiente y otros que el Estado no podía
manejar el costo.
f. La interferencia arbitraria con la intimidad, la familia, el
domicilio o la correspondencia.
La ley prohíbe estos actos. Aunque en la práctica el Estado respetó
estas prohibiciones en términos generales, sí hubo algunas excepciones.
La ley exige que las autoridades del gobierno obtengan una orden
firmada por un fiscal superior a fin de allanar una residencia privada sin
el consentimiento del propietario, a menos que se haya detenido al
sospechoso en fuga. En general, las autoridades oficiales mostraron
respeto por estas normas.
En general, las autoridades oficiales necesitan una orden judicial para
interceptar la correspondencia personal o monitorear las conversaciones
telefónicas, incluso en las cárceles. Sin embargo, en sus investigaciones
de organizaciones terroristas, los organismos de inteligencia del Estado
monitorearon conversaciones ocasionales sin autorización judicial,
aunque tales pruebas no pudieron ser empleadas en los procesos
judiciales.
La vigilancia que el DAS realizó de altos magistrados, periodistas,
organizaciones y defensores de derechos humanos, políticos opositores
y la Vicepresidencia, llevó a que el CTI realizara una investigación. Los
medios revelaron que la vigilancia realizada por el DAS incluyó la
vigilancia física de funcionarios y sus familias, interceptaciones
telefónicas y electrónicas, y la reunión de información de carácter
personal y financiero. Un informe del CTI describe una estrategia doble
para montar procesos contra las víctimas de las vigilancias e
interrumpir las actividades de los grupos defensores de derechos
humanos a través de una “inteligencia ofensiva”. Según una
publicación de la Campaña Nacional e Internacional por los Derechos a
la Defensa de los Derechos Humanos, el DAS realizó sus actividades de
acoso por medio de ataques, montajes y amenazas de muerte. El ex
director del DAS Jorge Noguera y el subdirector José Narvaez estaban
siendo investigados por conspirar con paramilitares para instigar el
homicidio de tres sindicalistas, un profesor universitario y un
periodista. La Fiscalía General realizó su propia investigación de las
interceptaciones telefónicas y 34 funcionarios del DAS estaban siendo
investigados. Para finales del año las investigaciones sobre el caso
seguían en progreso.
El Estado continuó empleando una red de informantes civiles
voluntarios para reportar las actividades terroristas e identificar a los
terroristas. Algunos grupos nacionales e internacionales de derechos
humanos criticaron dicha red por estar sujeta a abusos y ser una
amenaza para la intimidad y otras libertades civiles. En un informe
sobre los niños y el conflicto armado presentado por el Secretario
General de la ONU en agosto, la ONU hizo un llamado al Gobierno
para asegurarse de que los niños no fueran utilizados para propósitos de
inteligencia militar, reseñando que esta práctica ponía en riesgo la
seguridad de los menores, pues se convierten en blanco de los grupos
armados al margen de la ley. Las FARC justificaron públicamente su
masacre de ocho indígenas de la etnia awá el 4 de febrero, como
retaliación por la colaboración con el Ejército.
Los nuevos grupos armados al margen de la ley, los paramilitares que
rehusaron desmovilizarse, y las FARC y el ELN interfirieron
constantemente con la intimidad. Penetraron a la fuerza en residencias
privadas, monitorearon las comunicaciones privadas, cometieron actos
de desplazamiento y reclutamiento forzoso y abusos contra familiares.
Las FARC prohíben el embarazo entre sus tropas, entre quienes hay un
número considerable de mujeres, y hubo informes acerca de abortos
impuestos a la fuerza a fin de hacer cumplir esa orden.
g. El uso excesivo de la fuerza y otros abusos en el conflicto interno.
Continuó el conflicto armado interno que azota al país desde hace 45
años entre las fuerzas del Estado, dos grupos terroristas (FARC y ELN),
los nuevos grupos al margen de la ley y los paramilitares que rehusaron
desmovilizarse. El conflicto y el tráfico de estupefacientes, los cuáles
han servido de combustible y al mismo tiempo benefician el conflicto,
fueron los causales de múltiples violaciones a los derechos humanos.
Tras la finalización de un proceso en el que se desmovilizaron
aproximadamente 34.000 paramilitares entre 2003 y 2006, el gobierno
enfrentó militarmente a los grupos que no se desmovilizaron y también
a los nuevos grupos al margen de la ley. La Organización de Estados
Americanos (OEA) continuó verificando las etapas de la
desmovilización y reincorporación de los excombatientes a la sociedad.
En su informe de octubre, la OEA realzó los avances significativos del
proceso, señalando un incremento en la participación de las víctimas, a
la vez que señaló las áreas que requerían de mejoras, como la necesidad
de enfrentar a los nuevos grupos al margen de la ley. La OEA señaló
que de los 959 integrantes de los nuevos grupos al margen de la ley que
habían sido capturados hasta junio, 181 (ó 19 por ciento) eran ex
paramilitares desmovilizados que habían regresado a una vida delictiva.
Los homicidios y los asesinatos
Las fuerzas de seguridad fueron responsables de su participación en
muertes extrajudiciales. El Cinep informó que durante el primer
semestre del año, se ejecutaron 45 de estas muertes, a comparación de
las 76 ocurridas en el mismo periodo de 2008. De esas muertes
extrajudiciales, el Cinep informó de dos casos de ciudadanos que
habían sido dados de baja por el Ejército y luego fueron reportados
como muertos en combate. Hasta noviembre, la Unidad de Derechos
Humanos de la Fiscalía General investigaba 1.302 casos de 2.177
víctimas (a saber: 1.949 hombres, 112 mujeres y 116 menores de edad),
todas muertas en forma extrajudicial a manos de las fuerzas armadas
entre 1985 y 2009. La mayoría de las muertes que estaban siendo
investigadas ocurrieron en los departamentos de Antioquia (378), Meta
(116), Norte de Santander (76) y Casanare (52). Muchos de los casos
reportados incluían a miembros del Ejército. La Fiscalía General de la
Nación logró la condena de varios integrantes de las fuerzas armadas
por muertes extrajudiciales. No se logró obtener información concreta
sobre los condenados en el año. Para finales del año la Fiscalía
investigaba a 12 coroneles, 14 tenientes coroneles, 43 mayores, 85
capitanes y cientos de suboficiales más.
Según el Cinep, la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los
Derechos Humanos (Oacnudh) y el Programa Presidencial para los
Derechos Humanos, los informes sobre muertes extrajudiciales
reportados falsamente (o casos de falsos positivos) disminuyeron
radicalmente durante el año. El Cinep informó de dos casos que
involucraban a cuatro víctimas durante el mes de junio. La Unidad de
Derechos Humanos de la Fiscalía General abrió cinco nuevos casos de
matanzas extrajudiciales que presuntamente habían ocurrido en el año.
Los casos que el Cinep reportó son:
• El 16 de enero, integrantes de las fuerzas armadas supuestamente
ejecutaron a José María Hoyos, Islena García Valencia y Noé Peña
Navarro en Salento (Quindío), y los reportaron como muertos en
combate.
• El 14 de marzo, miembros de las fuerzas armadas supuestamente
ejecutaron a Arbey Díaz, presidente de una organización campesina en
la Macarena (Meta) y lo reportaron como muerto en combate.
La Organización Nacional Indígena de Colombia-ONIC presentó el
siguiente caso:
• El 23 de mayo en Barbacoas (Nariño) integrantes de las fuerzas
armadas supuestamente ejecutaron a Gonzalo Rodríguez Guanga,
miembro del grupo indígena awá, y lo presentaron como muerto en
combate. Su esposa, Tulia García Guange, la única testigo del hecho,
fue posteriormente asesinada en la masacre de 12 indígenas de la etnia
awá el 26 agosto.
De acuerdo con el CINEP, los casos de muertes extrajudiciales
atribuidas al Estado fueron una combinación de informes falsos sobre
guerrilleros muertos en combate y casos de “limpieza social” (vagos,
homosexuales, lesbianas [ver sección 6.], y otras personas
“indeseables”). Estos son algunos de los casos de ejecuciones
extrajudiciales atribuidas a las fuerzas de seguridad del Estado que
figuran en los informes del CINEP:
• El 6 de marzo, tres integrantes de las fuerzas armadas supuestamente
ejecutaron al activista gay del Movimiento LGBT (lesbianas, los gays,
los bisexuales y las personas transgénero) Álvaro Miguel Rivera, en
Cali (Valle del Cauca).
• El 24 de mayo, miembros de la Policía Nacional y un grupo al margen
de la ley supuestamente ejecutaron a un individuo de 30 años y a
Reinaldo Delgado Londoño en Guadalajara de Buga (Valle del Cauca).
En un caso de “limpieza social”, la ONG Comisión Colombiana de
Juristas (CCJ) informó que el 9 de enero, agentes de la Policía
presuntamente torturaron y asesinaron al indigente Robinson de Jesús
Gil en Bogotá. El 10 de febrero la Fiscalía General formuló cargos
contra dos agentes por el crimen.
Hubo avances en algunos de los casos pendientes sobre derechos
humanos. Estos fueron los casos relacionados con homicidios ocurridos
en 2008:
• La Fiscalía General implicó a 40 miembros del Ejército en el caso de
aproximadamente 14 residentes de Soacha que fueron llevados bajo
falsos pretextos hasta Ocaña por reclutadores civiles y posteriormente
asesinados por miembros del Ejército, quienes falsamente los
reportaron como víctimas de combate. A finales del año aún no se había
dado inicio a los juicios.
• La Fiscalía General ordenó la detención preventiva de 15 miembros
de la unidad anti-guerrilla adscritas al Batallón Calibío de la 14a.
Brigada de la Séptima División del Ejército Nacional en Cimatarra
(Santander) por los homicidios de dos ciudadanos en enero de 2008
quienes fueron falsamente presentados como muertos en combate.
Los casos relacionados con homicidios ocurridos antes del 2008
incluyen:
• La Fiscalía General de la Nación formuló cargos contra dos soldados
profesionales en el caso de 10 jóvenes en Toluviejo (Sucre) que fueron
asesinados por el Ejército entre julio y agosto de 2007 y falsamente
señalados como muertos en combate. El ex integrante de las AUC José
Dionisio Ramos castillo, alias ‘Joselito Carnaval’, fue sentenciado a 22
años en prisión por el reclutamiento de las víctimas y entregarlas al
Ejército.
• El 16 de marzo el Tribunal penal del Circuito de Apartadó (Antioquia)
sentenció a siete soldados de la XVII Brigada a 30 años en prisión por
su participación en el homicidio en 2006 de Edilberto Vásquez
Cardona, miembro de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó,
quien fue falsamente presentado como muerto en combate.
• El 10 de mayo José Wilson Giraldo, testigo en el caso de la matanza
extrajudicial de su hermano José Orlando Giraldo, recibió un tiro en la
cabeza sobreviviendo al ataque. Otro testigo en el caso fue Martha
Giraldo, hija de Orlando Giraldo, quien recibió numerosas amenazas
durante el año. El juicio contra el ex sargento Luís Eduardo Mahecha
Hernández de la Tercera Brigada del Batallón de Alta Montaña para la
matanza de 2006, continuó hasta finales del año. Aún no se habían
iniciado los juicios contra otros militares implicados en el caso.
• En el caso en 2005 de ocho civiles muertos en San José de Apartadó
(Antioquia), la Fiscalía General formuló cargos por homicidio contra 10
soldados adscritos al Batallón 47 de Infantería de la XVII Brigada. El
Estado capturó al sospechoso Yamid de Jesús González Galaraga por su
participación en los homicidios. La Fiscalía General abrió una
investigación contra el general (r) Héctor Fandiño por su presunta
participación en el crimen.
• El 5 de octubre, el IV Circuito Civil del Tribunal Administrativo de
Sincelejo ordenó al Estado el pago de $2,500 millones de pesos (US$
1,25 millones) a las familias de las víctimas de la masacre en Chengue
a manos de las AUC.
El Estado dio inicio a una serie de reformas para mejorar el desempeño
de los derechos humanos en las fuerzas de seguridad. Las reformas
incluían la apertura de una nueva escuela de derechos humanos en
mayo, la creación de un nuevo departamento de derechos humanos al
mando de un brigadier general, la creación de “asesores legales
operacionales” quienes ofrecerían asesoría legal en la planeación,
seguimiento y control de operaciones militares, y el desarrollo de
nuevas reglas de combate. El Estado trasmitió por televisión seis
audiencias de responsabilidad para recibir quejas contra personal del
Ejército, encabezado por el Presidente, y la participación del Fiscal
General, la Procuraduría General y la Defensoría del Pueblo.
Los nuevos grupos al margen de la ley y paramilitares que rehusaron
desmovilizarse, asesinaron a periodistas, políticos locales, activistas de
derechos humanos, líderes indígenas, líderes sindicales y otras personas
que amenazaban con interferir con sus actividades criminales,
mostraban simpatía hacia la izquierda o eran sospechosas de colaborar
con las FARC. También fueron los supuestos autores de masacres y
delitos de “limpieza social” contra prostitutas, homosexuales,
consumidores de drogas, vagos, y pandilleros en los barrios de las
ciudades que estaban bajo su control. De acuerdo con el CINEP, los
nuevos grupos al margen de la ley y los paramilitares que rehusaron
desmovilizarse, fueron responsables por las muertes de 279 civiles entre
enero y junio, un aumento del 89 por ciento con respecto a los 89
asesinatos reportados durante el mismo período en 2008. El 26 de
febrero, un grupo armado al margen de la ley presuntamente asesinó a
un trabajador sexual transgénico en Dabeiba (Antioquia). Se dijo que
los integrantes del grupo se jactaban de haber asesinado a un drogadicto
homosexual.
Miembros de los grupos guerrilleros continuaron desmovilizándose.
Según el Ministerio de Defensa, en el año se desmovilizaron 2.481
miembros de la guerrilla, a comparación de 3.240 durante el mismo
período de 2008; una reducción del 23 por ciento. En agosto, 22
indígenas de la etnia emberá se desmovilizaron en forma colectiva del
Frente 34 de las Farc y se reintegraron a las reservas indígenas en la
región del Urabá antioqueño. También en agosto, 24 indígenas de la
etnia nasa se desmovilizaron del Frente 6 de las Farc.
Las FARC y el ELN asesinaron a periodistas, líderes religiosos,
candidatos a cargos públicos, funcionarios públicos elegidos y
políticos, supuestos colaboradores de los paramilitares y miembros de
las fuerzas de seguridad del Estado. El 22 de diciembre las Farc
secuestraron y asesinaron al gobernador de Caquetá. En muchas zonas
del país, las FARC con sus 8 ó 9 mil miembros y el ELN con sus 2 mil
miembros se unieron para atacar a las fuerzas del Estado o los
paramilitares desmovilizados. En otras zonas, en particular los
departamentos de Arauca, Valle del Cauca, Cauca y Nariño, se atacaron
entre sí. Varios juzgados acusaron en ausencia a miembros del
Secretariado de las FARC por cargos que iban desde secuestro y
terrorismo hasta homicidio agravado. Dos ejemplos fueron la masacre
en 2001 de 22 personas en Tierralta (Córdoba) y el ataque de 1999 en
Puerto Lleras que dejó un saldo de 10 personas y 11 policías muertos.
Las Farc asesinaron a personas que ellos consideraban sospechosas de
colaborar con el Estado o los grupos paramilitares. El Programa
Presidencial para los Derechos Humanos reportó que durante los
primeros 11 meses del año las FARC asesinaron al menos a 220
personas, mientras que 106 personas murieron en masacres cuyos
autores permanecieron sin identificar.
• El 13 de enero, el Frente 29 de las Farc atacó el municipio de Roberto
Payán (Nariño) con morteros improvisados. En el evento murieron seis
personas, incluyendo tres menores, y 11 resultaron heridas.
• El 27 de enero, las Farc volaron una videotienda Blockbuster en
Bogotá donde murieron dos personas.
• El 12 de febrero, tres agentes de la policía y tres personas murieron
durante una emboscada del ELN en Convención (Norte de Santander).
El ELN primero mató a un matrimonio para que sirvieran de carnada, y
desde un punto alto atacaron al primer contingente de la Policía y
civiles que respondieron al primer ataque. Diecisiete personas
resultaron heridas.
Los secuestros
Los nuevos grupos ilegales, los paramilitares que rehusaron
desmovilizarse y los terroristas de las FARC y el ELN continuaron con
sus actos de secuestro extorsivo.
Fondelibertad informó que integrantes de los nuevos grupos al margen
de la ley continuaron siendo responsables por los secuestros. Durante el
año las estadísticas del Estado empezaron a señalar los secuestros de los
nuevos grupos armados como crimen organizado, respondiendo por los
13 secuestros cometidos durante el año. La mayoría de los casos de
secuestro, 98 de ellos, fueron atribuidos a la delincuencia común.
Las Farc y ELN continuaron siendo responsables de numerosos casos
de secuestro, siendo éste su mayor fuente de ingresos. Las Farc también
secuestraron a políticos, ciudadanos destacados y miembros de las
fuerzas de seguridad del Estado para utilizarlos como fichas en
intercambios de prisioneros. Fondelibertad informó que durante el año,
la guerrilla secuestró a 49 personas (28 por ciento de los casos en los
cuales se identificó a los autores), la guerrilla a 38 y el ELN a 11.
Las Farc continúan teniendo en su poder a 22 rehenes políticos y 44
rehenes económicos. Esto representa una disminución de las cifras
presentadas por el Estado. La Fundación País Libre, una ONG que
monitorea el secuestro, estima que las Farc tuvieron a 48 rehenes en su
poder. Para el 30 de noviembre, el Ejército había liberado a 81 rehenes.
La Fundación País Libre criticó las cifras de Fondelibertad. Sus cifran
estimaban que al menos 63 casos de secuestro no formaban parte de la
base de datos de Fondelibertad.
El maltrato físico, el castigo y la tortura
Según informes preliminares del Programa Presidencial para la Acción
Integral contra Minas Antipersonal, las minas, empleadas
primordialmente por las Farc y el ELN, fueron responsables de la
muerte de 94 personas y 450 lesiones durante los primeros 11 meses del
año; una disminución del 27 por ciento de los incidentes por minas
comparado con el mismo período en 2008. Alrededor del 70 por ciento
de las víctimas de minas antipersonal en el año fue personal militar. La
Campaña Internacional para la Prohibición de Minas Antipersonal
declaró que las Farc continuaron siendo la principal organización
usuaria de minas antipersonal y que también el ELN continuó
utilizándolas. El Estado creó dos brigadas adicionales de desminado
humanitario, para un total de seis. Las brigadas de desminado ya
despejaron 26 de los 34 campos militares minados. Según el Ministerio
de Defensa Nacional, en el año el Estado despejó más de 90 áreas
minadas. En noviembre, el Estado organizó la Segunda Convención de
Ottawa sobre la Prohibición de Minas Antipersonal, y suscribió el Plan
de Acción de Cartagena, el cual compromete al Estado a asegurarse que
las víctimas de minas reciban asistencia oportuna y asequible.
Los niños soldados
Tanto la guerrilla como los grupos armados al margen de la ley
emplearon a los menores en sus filas como soldados. Según el informe
del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la infancia y el
conflicto armado, el reclutamiento y uso de menores por parte los
grupos armados al margen de la ley son extensos, y continua siendo de
gran preocupación. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
(Unicef) y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF)
estimaron que el número de niños partícipes en los grupos armados al
margen de la ley oscila entre 10.000 y 13.000. A partir del primero de
noviembre, cuando la Reserva del Estatuto de Roma expire, la pena
para los líderes de grupos armados que empleen a menores de edad
como soldados en sus filas, se incrementó a cadena perpetua. El Estado
acordó a la pena impuesta por la Corte Penal Internacional para el
reclutamiento de menores cuando ratificó el Estatuto de Roma en 2002,
pero retrasó la implementación de la ley para ofrecer a todos los grupos
al margen de la ley, sobre todo las Farc, un incentivo para liberar a los
menores reclutados. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados (Acnur) vinculó el fenómeno del desplazamiento
forzado de las familias con el reclutamiento forzado de los menores.
Las Farc enviaron cartas a las comunidades indígenas delineando una
política de reclutamiento de menores y advirtiéndoles no rechazarla.
Otros abusos relacionados con el conflicto
La guerrilla no tuvo ningún respeto por los heridos ni el personal
médico. Con frecuencia tanto las Farc como el ELN ejecutaron a sus
prisioneros heridos, amenazaron y hostigaron a médicos y enfermeras,
y mataron a los combatientes enemigos que recibían atención médica.
• El 12 de enero en Tibú (Norte de Santander) las Farc incineraron seis
vehículos, incluyendo una ambulancia.
• El 28 de febrero en Popayán (Cauca) las Farc secuestraron a Tomás
Vernaza Niño, integrante de una misión médica.
• El 18 de mayo en El Tarra (Norte de Santander) las Farc asesinaron a
Jesús Durán Ascanio por pertenecer presuntamente a una organización
paramilitar, acusación que toda la comunidad refutó. Adolfo Pérez
Avendaño, un transeúnte, resultó herido. Mientras era transportado en
ambulancia, las Farc la interceptaron y mataron a Pérez a quemarropa.
La guerrilla, los nuevos grupos al margen de la ley y los paramilitares
que rehusaron desmovilizarse, también impidieron o restringieron la
entrega de alimentos y medicinas a regiones y poblaciones que
competían por los corredores del narcotráfico, presionando las
economías locales e incrementando el desplazamiento forzoso.
La guerrilla provocó el desplazamiento forzoso de campesinos a fin de
despejar rutas clave del narcotráfico y el tráfico de armas en zonas
estratégicas, y para alejar a las personas que consideraban
colaboradores del Estado o de los nuevos grupos ilegales o
paramilitares que se negaban a desmovilizarse. La guerrilla también
impuso bloqueos en regiones donde su influencia era significativa. Por
ejemplo, la ONIC y otros organismos internacionales reportaron
muchos incidentes en los que grupos armados al margen de la ley
reclutaban indígenas a la fuerza o los obligaban a colaborar,
restringiendo su libertad de movimiento y bloqueando sus comunidades
en Chocó, Valle del Cauca, Nariño, y otros departamentos. Según las
autoridades indígenas de la etnia awá, tras la masacre del 4 de febrero
de ocho indígenas de la etnia awá en Nariño, las Farc sitiaron varias
aldeas afectando aproximadamente a 280 personas. Durante las dos
semanas siguientes a la tragedia, cinco niños menores de dos años
murieron por desnutrición. El 8 de enero James Anaya, Relator Especial
de la ONU sobre la situación de los derechos humanos y las libertades
fundamentales de los indígenas, señaló que era evidente que la
violencia causada por el conflicto armado interno del país afectaba a los
grupos indígenas del país en forma desproporcionada.
Los paramilitares y nuevos grupos al margen de la ley que se rehusaban
a desmovilizarse continuaron con el desplazamiento de residentes en
los corredores clave de tránsito de drogas y armas. En marzo los
enfrentamientos entre el grupo delictivo Los Rastrojos y el ELN por el
control de las rutas de drogas y armas, llevó al desplazamiento de 335
indígenas de la etnia emberá, incluyendo 130 niños. Casi 30 personas,
incluyendo 21 niños, se vieron atrapadas sin posibilidad de huir.
Integrantes de Los Rastrojos violaron a un sinnúmero de mujeres,
destruyeron una escuela, dañaron un generador de energía y saquearon
varias casas (ver sección 2.d.).
En un informe publicado en septiembre, Oxfam Internacional definió el
acceso carnal violento, como una herramienta de guerra y declaró que
la violencia sexual contra las mujeres y las niñas se había convertido en
una “práctica generalizada y sistemática” de todos los actores en el
conflicto. Según el mismo informe, la violencia sexual fue una de las
principales causas del desplazamiento forzado. El informe reconoció
que la gran mayoría de estos delitos no eran reportados y que no había
forma de calcular el número de víctimas (ver sección 6.).
Sección 2. El respeto por las libertades civiles, entre ellas:
a. La libertad de expresión y de prensa.
La ley contempla la libertad de expresión y de prensa y, en términos
generales, el Estado respetó estos derechos en la práctica.
Los medios independientes se mantuvieron activos y expresaron
diversas opiniones sin restricción alguna. Varios periódicos y revistas
independientes publicaron libremente y todos los medios impresos
permanecieron en manos privadas. Las estaciones de radio y televisión
privadas transmitieron libremente.
Hubo casos ocasionales de hostigamiento, intimidación o violencia
contra los periodistas por parte de las fuerzas de seguridad y
funcionarios corruptos (ver sección 1.f.).
Los miembros de los grupos armados al margen de la ley intimidaron,
amenazaron, secuestraron y asesinaron a periodistas. Las ONG
nacionales e internacionales informaron que los representantes de los
medios locales tuvieron que autocensurarse con regularidad a causa de
las amenazas de violencia. En el año 171 periodistas recibieron la
protección del programa de protección del Ministerio del Interior y de
Justicia. El Ministerio también respaldó una red de alerta organizada
para periodistas, proporcionándoles un pequeño número de radios y una
línea telefónica de emergencia. La Unidad de Derechos Humanos de la
Fiscalía General investigaba 48 casos de de crímenes contra periodistas
relacionados con 67 víctimas. La Unidad logró 22 condenas, y para
finales del año cinco acusados más estaban siendo enjuiciados.
Según la ONG Fundación para la Liberta de Prensa, un periodista murió
asesinado en el año por razones relacionadas con su trabajo, pero
ninguno en 2008. Un total de 65 periodistas recibieron amenazas de
muerte, a comparación de 94 en el mismo período de 2008. Cuatro
periodistas optaron por el exilio voluntario como resultado de las
amenazas recibidas, a comparación de sólo dos en 2008. La Fundación
para la Libertad de Prensa consideró que la mayor amenaza para los
periodistas durante el año había sido la reunión de inteligencia no
autorizada por partes de las agencias del Estado (ver sección 1.f. y 1.g.).
La libertad de Internet
El Estado no restringió el acceso a Internet. Hubo libertad para
expresarse tranquilamente a través de Internet y el sistema de correo
electrónico. La Unión Internacional de Telecomunicaciones informó
que en 2008 el número de usuarios de Internet por cada 100 habitantes
era de 38.
La libertad académica y de eventos culturales
El Estado no impuso ninguna restricción sobre la libertad académica o
los eventos culturales. Sin embargo, la guerrilla mantuvo presencia en
muchas universidades con el fin de generar apoyo político para sus
respectivas causas y minar el apoyo a sus enemigos a través de medios
violentos y no violentos. Los nuevos grupos al margen de la ley, los
paramilitares que rehusaron a desmovilizar y la guerrilla de las FARC y
el ELN amenazaron, desplazaron y asesinaron a educadores junto con
sus familias por razones políticas y económicas. Según el Programa
Presidencial para los Derechos Humanos, 19 educadores habían muerto
a manos de diversos atacantes hasta el 30 de noviembre, una reducción
del 30 por ciento a comparación de 2008. La Federación Colombiana de
Educadores informó que 18 educadores habían sido asesinados.
Muchos educadores y estudiantes se vieron obligados a adoptar un
perfil bajo y a evitar debates sobre temas polémicos a causa de las
amenazas y el hostigamiento.
b. La libertad de reunión y de asociación pacífica.
La ley contempla la libertad de reunión y asociación y, en términos
generales, el Estado respetó estos derechos en la práctica. Los grupos
armados al margen de la ley limitaron la libertad de asociación en la
práctica mediante amenazas y actos de violencia dirigidos contra ONG,
grupos indígenas y sindicatos de trabajadores (véase la sección 1.g.).
Aunque el gobierno no prohíbe la afiliación a la mayoría de las
organizaciones políticas, se consideró ilegal la participación en
organizaciones dedicadas a promover o realizar actos de violencia
como las FARC, el ELN y los grupos paramilitares.
c. Libertad de culto y de religión.
La ley contempla la libertad de culto y, en términos generales, el Estado
respetó este derecho en la práctica.
La Iglesia Católica conservó una condición privilegiada de hecho. Las
religiones no católicas deben acceder a un acuerdo público de ley con el
estado establecido desde 1997 para ejercer el ministerio con sus
adherentes en instituciones públicas y para celebrar matrimonios
reconocidos por el Estado. Para decidir sobre el otorgamiento de
acceso, el Estado considera el número total de miembros de una
religión, su grado de aceptación popular dentro de la sociedad y otros
factores pertinentes.
Los abusos y la discriminación social
Los nuevos grupos al margen de la ley, los paramilitares que rehusaron
a desmovilizar y la guerrilla de las FARC y el ELN hostigaron,
amenazaron y en ocasiones asesinaron a líderes y activistas religiosos,
aunque muchas veces por su papel como líderes comunitarios y no por
razones religiosas (véase la sección informó 1.g.). La ONG Justapaz
informó que durante el año dos pastores protestantes fueron asesinados
y un tercero, acompañado por su esposa embarazada y dos hijos
desaparecieron sin dejar rastro. Según la Conferencia Nacional
Católica, 17 líderes católicos recibieron protección debido a las
amenazas contra ellos. El Programa Presidencial para los Derechos
Humanos informó que los grupos armados ilegales, en particular las
FARC, realizaron numerosas amenazas contra sacerdotes y trabajadores
religiosos.
Se estima que la comunidad judía cuenta con 5.000 miembros.
Continuaron los informes sobre antisemitismo, además de
manifestaciones como grafiti en los muros exteriores de las sinagogas y
declaraciones en panfletos publicados por pequeñas organizaciones
antisemitas.
Los indígenas cristianos se quejaron que no se les permitía practicar su
fe mientras estuvieran en las reservas indígenas. Los grupos
protestantes informaron que aproximadamente 28 cristianos kogui
fueron retenidos durante casi dos meses por la Organización
Gonawindua Tairona (OGT), el consejo gobernante de la reserva de la
Sierra Nevada, por practicar sus creencias. La OGT negó haber retenido
a nadie contra su voluntad y citó una decisión reciente tomada por la
corte suprema que protege la autonomía indígena y el derecho de los
gobiernos indígenas a negar la práctica pública de las religiones
diferentes a los ritos tradicionales indígenas en sus reservas.
Para información más detallada sobre el tema, ingrese a
www.state.gov/g/drl/irf/rpt para leer el informe internacional (en inglés)
sobre la libertad religiosa y de culto 2009 del Departamento de Estado,
y a http://spanish.bogota.usembassy.gov/librelrep.html para leer el
aparte sobre Colombia, traducido al español, sobre la libertad religiosa
y de culto 2009 del Departamento de Estado.
d. La libertad de circulación, de desplazamiento, de protección de
refugiados y de personas sin patria.
La ley contempla la libertad de movimiento por el territorio nacional,
viajar al exterior, emigrar y repatriarse. Aunque en términos generales
el Estado respetó estos derechos en la práctica, hubo excepciones. Los
operativos militares y la ocupación de ciertas zonas rurales
restringieron la libertad de movimiento en las zonas de conflicto.
El Estado cooperó con el Acnur y otras organizaciones humanitarias
para ofrecer protección y asistencia a los desplazados, los refugiados,
los refugiados que regresan, los que buscan asilo, las personas sin patria
y otras personas relevantes.
Los nuevos grupos al margen de la ley, los paramilitares que rehusaron
desmovilizarse, y la guerrilla de las FARC y el ELN continuaron con su
práctica de establecer retenes ilegales en las carreteras rurales, pero la
mayor presencia de las fuerzas de seguridad del Estado en las
principales carreteras redujo el número de secuestros. El Ministerio de
Defensa reportó que en el año no se presentó ningún secuestro durante
los retenes ilegales, a comparación de los nueve que se presentaron en
2008 (ver sección 1.b.).
La ley prohíbe el exilio forzado y el Estado no lo utilizó. Sin embargo,
muchas personas tuvieron que imponerse el exilio a causa de las
amenazas de los nuevos grupos ilegales, los paramilitares que rehusaron
desmovilizarse y de la guerrilla de las FARC y el ELN.
La población desplazada
El conflicto armado interno, sobre todo en las áreas más remotas, fue la
principal causa del desplazamiento interno de la población. Las
organizaciones internacionales y la sociedad civil identificaron varios
factores que contribuyen a perpetuar el desplazamiento, entre ellos: los
enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad, los terroristas, los
nuevos grupos al margen de la ley y los paramilitares que rehusaron
desmovilizarse; la competencia por los recursos y el control territorial
entre los grupos armados al margen de la ley; el reclutamiento forzado
de menores; y las amenazas y violencia de estos nuevos grupos y los
paramilitares que rehusaron desmovilizarse. La mayoría de los
desplazados fueron campesinos que huyeron hacia las ciudades. Acción
Social, la entidad gubernamental encargada del bienestar interno y la
coordinación internacional, registró 111.414 casos nuevos de personas
desplazadas, una disminución del 47 por ciento en contraste al mismo
periodo de 2008. La base de datos del Gobierno Nacional sobre
desplazados mostró una disminución del ocho por ciento en los nuevos
desplazamientos con 301.817 desplazados en 2008, a comparación de
los 328.264 en 2007. Acción Social citó una continua mejoría en la
seguridad y el control territorial y mejoró considerablemente el proceso
de verificación de las solicitudes fraudulentas de desplazamiento como
factores que contribuyeron al declive. En 2009 Acción Social rechazó
aproximadamente el 36 por ciento de las solicitudes como inelegibles, a
comparación del 29 por ciento de las solicitudes negadas en 2008.
La ONG Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento
(Codhes) señaló que el Estado había rechazado en forma arbitraria
muchas de las inscripciones presentadas. El no registro de muchas de
las solicitudes continuó siendo un problema debido a la falta de acceso
al sistema de registros, o por temor a represalias por parte de los grupos
armados al margen de la ley. El 26 de enero, la Corte Constitucional
admitió que a pesar de algunas mejoras, el bajo número de
inscripciones continuaba siendo un problema y ordenó al Estado
mejorar el sistema de registro de desplazados. Las organizaciones
internacionales y la sociedad civil esperaban que el número de
registrados incrementara en la medida que los desplazados de años
anteriores continuaran registrándose. Según Acción Social, el
departamento de Nariño presentó el mayor número de desplazados del
año (17.110), seguido respectivamente por Antioquia (14.100), Cauca
(9.013) y Tolima (8.354). Codhes estima que el número de desplazados
en 2009 fue de 286.389, una disminución del 24 por ciento en
comparación al año anterior.
El Estado registró un total de 3,3 millones de desplazados desde 1995,
mientras que Codhes calcula que la cifra de desplazamientos desde
1985 asciende a los 4,9 millones de personas. Acción Social atribuye el
crecimiento en las inscripciones cumulativas de desplazados en el
último año a una orden emitida en el 2008 por el Consejo de Estado
exigiendo al Gobierno incluir todos los desplazamientos de años
anteriores. Bajo el sistema anterior, un desplazado tenía un año exacto
desde el día de su desplazamiento para registrarse. El registro nacional
del Gobierno incluyó en sus cálculos a los nuevos desplazados cuya
solicitud de reconocimiento había sido aceptada, mientras que Codhes
cálculo los nuevos desplazamientos con base en la información
presentada por los medios, la sociedad civil y el trabajo de campo.
Codhes también incluyó en sus cifras un número indeterminado de
productores de coca y amapola obligados a migrar en respuesta a los
esfuerzos de erradicación de la droga de parte del Gobierno, y también
las personas obligadas a migrar debido a las malas condiciones
económicas derivadas del conflicto armado. Durante el año, el CICR
brindó asistencia a 51.176 nuevos desplazados, 11.217 víctimas de
desplazamientos masivos (grupos de 50 ó más personas) y 39.959
individuos desplazados.
Los nuevos grupos al margen de la ley, los paramilitares que rehusaron
desmovilizarse, y la guerrilla de las FARC y el ELN, continuaron con
sus prácticas de desplazamiento forzado para obtener el control sobre
territorios de valor estratégico o económico, debilitar la base de apoyo
de sus oponentes, y socavar el control y la autoridad del Estado. Los
grupos armados al margen de la ley también se valieron de las minas
antipersonal y bloqueo de carreteras para aislar a pueblos enteros con el
propósito de proteger los cultivos ilícitos e impedir la persecución por
parte de las fuerzas de seguridad del estado. Las FARC, el ELN, los
nuevos grupos al margen de la ley y los paramilitares que rehusaron
desmovilizarse, continuaron empleando la fuerza, la intimidación y la
desinformación para impedir que los desplazados se registraran ante el
Gobierno. Con frecuencia integrantes de la guerrilla obligaban a los
líderes y a la comunidad a protestar contra los esfuerzos de erradicación
de los cultivos ilícitos, incluyendo por medio del desplazamiento en
masa.
Durante el año, el Estado registró a 4.308 nuevos desplazados que se
identificaron como indígenas y a 17.844 que se identificaron como
integrantes de comunidades afrocolombianas. La ONIC calculó que la
cifra de indígenas desplazados era mucho más alta puesto que los
pueblos indígenas carecen de acceso apropiado a los sitios de registro a
causa de su ubicación en zonas remotas, las barreras del idioma o el
desconocimiento del sistema nacional de registro. La ONG Asociación
de Afrocolombianos Desplazados (Afrodes) declaró que las amenazas y
la violencia contra líderes y comunidades afrocolombianos continuaron
siendo la razón del desplazamiento forzoso, sobre todo en la región de
la Costa Pacífica. Codhes calculó que el 83% de los desplazamientos
masivos ocurridos durante el año involucraban a indígenas y
afrocolombianos. El Acnur coincidió en que el impacto del
desplazamiento fue desproporcionado entre los grupos indígenas y
afrocolombianos.
El Estado, las organizaciones internacionales de ayuda humanitaria y la
sociedad civil, observaron que la tasa de desplazamientos masivos
disminuyó durante el año. El CICR evaluó el 53 por ciento de los
desplazamientos masivos ocurridos durante el año, una disminución del
23 por ciento comparado con 2008. Acción Social reportó una
disminución del 63 por ciento en el número de poblaciones desplazadas
de desplazamientos en masa ocurridos hasta noviembre, comparado con
el mismo periodo de tiempo el año anterior. Según Acción Social, los
departamentos con el mayor número de personas afectadas por
desplazamientos masivos fueron Nariño con 3.575, Chocó con 1.432,
Cauca con 523 y Antioquia con 496. Codhes registró 77
desplazamientos masivos afectando a 19.981 personas durante el año,
en comparación a los 82 desplazamientos masivos que afectaron a
43.357 personas en 2008. Según Codhes, Nariño representó el 56 por
ciento de los desplazamientos masivos.
Codhes estimó que 12.934 afrocolombianos fueron desplazados durante
28 desplazamientos masivos ocurridos en Nariño, Chocó, Cauca, Valle
del Cauca y Antioquia. Por ejemplo, el Acnur y la Oficina de
Coordinación para Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas
(OCAH) reportaron que:
• El 4 de febrero, alrededor de 500 personas huyeron del área de
Tortugana-Telembi en Barbacoas (Nariño) tras la masacre de ocho
indígenas de la etnia awá a manos de las Farc (ver secciones 1.g. y 6.).
• El 2 de marzo, combates entre el Ejército y las Farc causaron el
desplazamiento de 576 personas (116 familias) pertenecientes a
comunidades afrocolombianas en López de Micay (Cauca)
• El 4 de marzo, aproximadamente 2.000 indígenas de la etnia emberá
empezaron a desplazare de las áreas rurales a lo largo del Río Baudó
(Chocó) como resultado de las amenazas y los enfrentamientos entre los
grupos armados al margen de la ley en el área.
• El 24 de septiembre, intensos combates entre el Ejército y las Farc
cerca a Bocas de Napi en Guapi (Cauca) obligaron a 212
afrocolombianos a huir del área.
La OCAH, el CICR y el Acnur reportaron otros desplazamientos
masivos en otros departamentos durante el año:
• El 12 de junio, 550 personas (147 familias) fueron desplazadas de
Ituango (Antioquia) debido a las amenazas y los ataques de las Farc.
• El 7 de julio, 224 indígenas de la etnia zenú salieron de Puerto
Libertador (Córdoba) debido a enfrentamientos entre el Ejército y las
Farc. Cincuenta de los desplazados eran niños menores de 14 años.
• Durante octubre y noviembre, más de 450 personas fueron
desplazadas de las áreas rurales en Buenaventura (Valle del Cauca)
debido a las amenazas y los abusos por parte de los grupos armados al
margen de la ley, y los enfrentamientos entre dichos grupos y el
Ejército.
• Durante la primera semana de diciembre, 80 personas (21 familias) de
comunidades afrocolombianas fueron desplazadas en el área rural del
Bajo Baudó (Chocó), luego de que integrantes de un grupo armado al
margen de la ley secuestraran a dos miembros de la comunidad del
Litoral de San Juan.
Codhes también reportó que al menos ocho líderes de comunidades
desplazadas fueron asesinados en el año. El 14 de abril, Ana Isabel
López Pérez, líder de comunidades desplazadas y defensora de las
víctimas, fue asesinada por desconocidos en Los Córdobas (Córdoba).
El 23 de julio, un desconocido asesinó a Guillermo Ramos Rosso en
Volador (Córdoba). Ramos trabajaba en un programa para la
recuperación de tierras de manos de ex paramilitares para redistribuirlas
entre la población desplazada. El 22 de mayo, un funcionario del Acnur
expresó su preocupación por las amenazas de muerte contra defensores
de derechos humanos y activistas sociales, incluyendo líderes
desplazados.
El Estado presupuestó aproximadamente $1,3 billones de pesos (US$
650 millones) para proporcionar asistencia a la población desplazada
durante el año. La asistencia que se le prestó a la población desplazada
que se encontraba registrada fue a través de Acción Social, el ICBF, el
Ministerio de Protección Social y otros ministerios y agencias del
Estado.
Las organizaciones de asistencia señalaron que el montaje de las
respuestas de emergencia a los desplazamientos se hizo más difícil y
costoso debido a que la mayoría de los desplazamientos ocurrían en
lugares apartados del país. No obstante, la velocidad y la eficiencia de
la respuesta han mejorado en años recientes. Además, las
organizaciones internacionales y la sociedad civil reportaron que la
falta capacidad para aceptar los registros en las áreas de mayor
desplazamiento, con frecuencia retardaba en varias semanas e incluso
meses la asistencia que se les prestaba a las personas desplazadas en
forma individual o en grupos pequeños. La lucha intensa y la
inseguridad en las zonas de conflicto, incluyendo las zonas en los
departamentos de Antioquia, Arauca, Cauca y Nariño, en ocasiones no
permitió la llegada oportuna de las organizaciones de ayuda nacionales
o internacionales a las poblaciones recién desplazadas.
A pesar de que el Estado ejecutó varias iniciativas para que las
poblaciones desplazadas tuvieran mejor acceso a los servicios y un
mejor conocimiento de sus derechos, y de mejoras notables para
satisfacer sus necesidades sociales y económicas, muchas poblaciones
desplazadas continuaron viviendo en condiciones antihigiénicas y con
acceso limitado a la salud, la educación y el empleo. El 26 de enero, la
Corte Constitucional ordenó al Estado reformular sus programas y
políticas de desplazamiento, incluyendo mejorar el sistema de registro
de los desplazados, para atender el problema del continuo “” “estado de
cosas inconstitucional” y proteger los derechos de los desplazados. La
Corte también le ordenó implementar programas específicos de
protección y asistencia para los indígenas, afrocolombianos y personas
discapacitadas desplazadas, y para líderes comunitarios de las
poblaciones desplazadas (una ley anterior de 2008 ofrecía este derecho
para las mujeres y niños desplazados). Varias organizaciones
internacionales y grupos nacionales sin ánimo de lucro como la
Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el CICR y la
Cruz Roja Colombiana unieron esfuerzos con el Estado a fin de brindar
ayuda de emergencia y asistencia a largo plazo a las poblaciones
desplazadas.
La protección a los refugiados
La ley contempla la concesión de asilo o condición de refugiado
conforme a la Convención de 1951 relativa a la Condición de los
Refugiados y su protocolo de 1967 suscrito por el país, y el Estado ha
establecido un sistema para brindar ayuda a los refugiados. En la
práctica, el Estado ofreció protección contra la expulsión o la
repatriación de los refugiados a los países donde sus vidas o sus
libertades pudieran estar amenazadas por cuestión de su raza, religión,
nacionalidad, afiliación a un grupo social en particular, u opinión
política. El Estado se reservó el derecho de determinar la elegibilidad
para el asilo con base en su evaluación de la naturaleza de la solicitud
presentada. Según el Estado, 193 refugiados reconocidos residieron en
el país. Durante el año, 334 personas solicitaron el estatus de refugiado,
de los cuales 27 fueron aprobados y 237 rechazados.
Sección 3. El respeto por los derechos políticos: el derecho
ciudadano a cambiar su gobierno
La ley otorga a los ciudadanos el derecho a cambiar su Gobierno en
forma pacífica, y los ciudadanos ejercen este derecho en la práctica
mediante elecciones periódicas, libres y justas, sobre la base de un
sufragio prácticamente universal. Los miembros en servicio activo de
las Fuerzas Armadas y de la Policía no pueden votar ni participar en el
proceso político. Los empleados públicos civiles, aunque elegibles para
votar, solamente pueden participar en política de partido durante los
cuatro meses inmediatamente anteriores a una elección nacional.
Las elecciones y la participación política
El candidato independiente Alvaro Uribe obtuvo en 2006 un segundo
triunfo electoral para ocupar la presidencia, en unas elecciones
consideradas libres y justas en términos generales, a pesar de una
campaña concertada de las FARC y el ELN para alterar o manipular el
resultado. La misión de observadores de la OEA afirmó que las
elecciones tuvieron lugar “en un ambiente de libertad, transparencia y
normalidad”.
Los partidos políticos operaron sin restricciones ni interferencia
externa. En el pasado los partidos Liberal y Conservador dominaban la
política. Con la reelección del presidente Álvaro Uribe como candidato
independiente en 2006 y la segunda mayor votación para el candidato
Carlos Gaviria del Polo Democrático, se observó una ampliación del
panorama político. En el Congreso estuvieron representados más de 20
partidos de todo el espectro político. En 2007 llegó a la alcaldía de
Bogotá por elección popular el candidato del Polo Democrático Samuel
Moreno.
Los nuevos grupos al margen de la ley, los paramilitares que rehusaron
desmovilizarse y las FARC amenazaron y asesinaron a funcionarios
oficiales (véase la sección 1.g.). Según el Programa Presidencial para
los Derechos Humanos, en el año fueron asesinados ocho concejales, en
comparación a 12 en 2008.
Algunos funcionarios oficiales de distintos lugares del país tuvieron que
renunciar a causa de amenazas de las FARC. Un programa del
Ministerio del Interior y de Justicia brindó protección a 233 alcaldes, 29
ex alcaldes y 3.338 concejales durante el año.
La ley exige que las mujeres ocupen al menos el 30% de los puestos de
nombramiento en el Gobierno y éste debe informar todos los años al
Congreso acerca del porcentaje de puestos de alto nivel ocupados por
mujeres. Hubo 13 mujeres entre los 102 integrantes del Senado y 14
entre los 166 de la Cámara de Representantes. Hubo tres mujeres en 13
ministerios y cuatro entre los 23 integrantes de la Corte Suprema de
Justicia. Adicionalmente, hubo 11 mujeres en los altos tribunales: una
en la Corte Constitucional, ocho en el Consejo de Estado y dos en el
CSJ.
Dos senadores y un representante indígenas ocuparon curules en la
Cámara de Representantes reservadas a miembros de las comunidades
indígenas. No hubo indígenas en el gabinete ministerial ni en ninguno
de los altos tribunales del país.
Hubo diez representantes afrocolombianos en la Cámara de
Representantes; nueve de ellos formaban parte del partido
afrocolombiano y dos de ellos en curules reservados a miembros de las
comunidades afrocolombianas. No hubo curules reservadas para los
afrocolombianos en el Senado. Hubo una ministra afrocolombiana y no
hubo afrocolombianos en ninguno de los altos tribunales.
Sección 4. La corrupción oficial y la transparencia gubernamental
La ley contempla penas por corrupción oficial, y el Estado denunció
activamente los casos de corrupción entre sus funcionarios. Sin
embargo, las actividades de algunos funcionarios corruptos quedaron en
la impunidad. Los indicadores mundiales de gobernabilidad del Banco
Mundial reflejaron el problema de la corrupción en el Estado. Los
ingresos por el narcotráfico agravaron la corrupción.
El 21 de septiembre, cinco funcionarios del Ministerio de Transporte y
el Instituto Nacional de Concesiones, incluyendo su director, fueron
obligados a renunciar luego de que grabaciones telefónicas los
implicaran en la solicitud de sobornos en conexión a la Concesión del
Corredor Férreo del Magdalena. Las investigaciones continuaban a
finales del año.
El ex ministro de Agricultura Andrés Felipe Arias y otros funcionarios
del Ministerio estuvieron implicados en un escándalo que incluía el uso
inapropiado de programa de subsidios para riego y drenaje del
Ministerio de Agricultura. Las investigaciones seguían su curso al
finalizar el año.
El 13 de abril, el Tribunal Superior de Medellín sentenció al ex
presidente de la Asamblea de Antioquia a ocho años y tres meses por
irregularidades en los contratos.
En julio, la Sala Penal de la Corte Suprema sentenció al ex
representante Teodolindo Avendaño a ocho años en prisión, por el
cambio de su voto favorable al proyecto de la reforma constitucional
que permitió la reelección del presidente Uribe en 2006.
El proceso de Ley de Justicia y Paz continuó sacando a la luz los casos
de corrupción y vínculos paramilitares con el Estado y las fuerzas de
seguridad. El Presidente continuó financiado la unidad de investigación
de la Corte Suprema, quien investigaba a los miembros del Congreso y
altos funcionarios del Estado. El 19 de agosto, la Corte Suprema
sentenció a la ex representante Karelly Patricia Lara Vence a seis años
en prisión por vínculos con el paramilitarismo. El principal organismo
investigador en casos de corrupción es el Programa Presidencial para la
Lucha contra la Corrupción.
La ley exige que los funcionarios públicos declaren cada año su estado
financiero.
La ley contempla el acceso público a la información del Estado y, en
términos generales éste permitió dicho acceso en la práctica. Si bien las
tarifas para acceder a la información de Estado no fueron prohibitivas,
hubo informes en el sentido de que algunos funcionarios de bajo nivel
exigieron sobornos para agilizar el acceso a dicha información.
Sección 5. La actitud del Estado frente a la investigación internacional
y no gubernamental sobre las presuntas violaciones de los derechos
humanos
Una gran variedad de grupos de derechos humanos nacionales e
internacionales pudieron operar sin restricción para adelantar sus
investigaciones y publicar sus hallazgos sobre los casos de derechos
humanos. El Estado y grupos locales destacados de derechos humanos
difirieron en sus evaluaciones y análisis sobre la situación de los
derechos humanos, lo que llevó a una situación de sospecha mutua. Las
ONG informaron que las críticas de los funcionarios de alto nivel, entre
ellos el presidente Uribe, relacionándolas con la guerrilla, generaron
para ellas el riesgo de sufrir las represalias de los nuevos grupos al
margen de la ley y los paramilitares que rehusaron desmovilizarse.
Muchas ONG nacionales también afirmaron que el Estado detuvo y
privó arbitrariamente de la libertad a activistas de derechos humanos,
particularmente en las zonas de alto conflicto. Las ONG informaron
que la Fiscalía General había adelantado numerosos casos jurídicos
injustificados contra defensores de derechos humanos con el objetivo
de desacreditar su trabajo. El Estado afirmó que algunos activistas de
derechos humanos respaldaban actividades terroristas (ver sección 1.e.).
La Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre Defensores de
Derechos Humanos, Margaret Sekaggya, llegó a la conclusión de que
los patrones de hostigamiento y persecución contra los defensores de
los derechos humanos, incluyendo el arresto arbitrario y detención,
continuaron existiendo en el país. Sekaggya señaló que la principal
causa de la inseguridad para los defensores de derechos humanos es la
estigmatización sistemática de los funcionarios del Gobierno hacia los
defensores. Las ONG también se quejaron por lo que describen como
declaraciones intolerantes y hostiles por parte del Estado, relacionadas
con su labor como defensores de los derechos humanos. El 17 de
septiembre, durante la visita de la relatora especial, el presidente Uribe
hizo una declaración pública respaldando la labor de los defensores de
derechos humanos.
Varias miles de ONG de derechos humanos y la sociedad civil se
registraron en el país, aunque la mayoría sólo existe en papel. Las ONG
locales de derechos humanos ejercieron una influencia de largo alcance.
Al compartir información y difundirla a las organizaciones
internacionales de derechos humanos y a los medios de comunicación,
elevaron el perfil del país en materia de derechos humanos y
contribuyeron a generar un alto grado de atención a nivel de la
comunidad internacional.
Según la CCJ, ocho activistas de derechos humanos fueron asesinados
en el año. Dos de ellos eran mujeres, y dos eran activistas del
Movimiento LGBT. La CCJ informó sobre la creciente tendencia de
ataques contra mujeres líderes de la población desplazada.
Varias ONG informaron haber recibido amenazas en forma de correo
electrónico, correo físico, llamadas telefónicas, obituarios, objetos o
directamente de individuos desconocidos. Según el OOacnudh, los
informes de amenazas se duplicaron en el año. El Estado las condenó y
la Policía creó una unidad especial para atender dichos casos. La
Fiscalía General inició 193 investigaciones que continuaban abiertas a
finales del año.
El programa de protección del Ministerio del Interior y de Justicia
ofreció protección a más de 567 activistas de derechos humanos durante
el año (ver sección 2.a.). El Estado mejoró la seguridad de ocho
oficinas de ONG durante el año.
El Estado cooperó con las organizaciones internacionales. El ACNUR,
la OIM, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Oacnudh y
el CICR mantuvieron su presencia activa en el país y realizaron su
trabajo sin interferencia del Estado.
Las misiones de los relatores especiales de las Naciones Unidas
incluyeron al Relator Especial para Ejecuciones Arbitrarias en junio 8-
18; el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de
Derechos Humanos y Libertades Fundamentales de los Indígenas en
julio 22-27; el Relator Especial sobre la situación de los Defensores de
los Derechos Humanos en septiembre 7-19; y el Relator Especial sobre
la Independencia de
Jueces y Abogados en diciembre 7-16.
El Estado continuó reuniéndose con el Oacnudh, ONG locales o
miembros del cuerpo diplomático para informar sobre las medidas que
ha tomado para cumplir con las recomendaciones del Oacnudh relativas
a mejorar las prácticas de derechos humanos. Si bien se reconocieron
los avances logrados frente a varias recomendaciones, la Oacnudh y las
ONG locales informaron al finalizar el año que el Gobierno no había
puesto en marcha la mayoría de ellas.
La Defensoría del Pueblo es un ente independiente, presenta su informe
anual a la Cámara de Representantes, y tiene la función de garantizar la
promoción y el ejercicio de los derechos humanos. La Defensoría del
Pueblo en Bogotá fue la sede de un sistema nacional de alerta temprana,
diseñado para alertar a las fuerzas de seguridad acerca de violaciones
inminentes y a gran escala de los derechos humanos. La Defensoría
carecía de los fondos y el personal necesarios, lo cual limitó su
habilidad para monitorear con eficacia las violaciones contra los
derechos humanos. Algunos grupos de derechos humanos se quejaron
de que el Estado carecía de la voluntad política para publicar los
informes del Sistema de Alerta Temprana, y añadieron que un número
importante de informes regionales nunca fueron dados a conocer.
Funcionarios de las defensorías regionales eran constantemente
amenazados por grupos armados al margen de la ley a través de
panfletos, correos electrónicos y acciones violentas. El 11 de mayo un
panfleto firmado por el grupo armado al margen de la ley conocido
como Las Águilas Negras, señaló como “blanco” a los funcionarios del
Sistema de Alerta Temprana en Magdalena, la Guajira y Cesar. El 28 de
julio, sicarios desconocidos dispararon contra el vehículo del Defensor
del Pueblo en el Valle del Cauca; no hubo heridos.
El Programa para los Derechos Humanos de la Presidencia, el cual
operó bajo la autoridad del Vicepresidente, coordina la política y las
acciones emprendidas por las entidades oficiales con el fin de promover
o proteger los derechos humanos. El programa es el principal
interlocutor oficial con las ONG nacionales e internacionales y los
gobiernos extranjeros en materia de derechos humanos. El programa
publica la revista El observatorio de los derechos humanos, la cual
ofrece un análisis de los principales problemas de derechos humanos y
sobre la situación en las distintas regiones del país en lo que al tema se
refiere.
Hay comisiones de derechos humanos tanto en el Senado como en la
Cámara de Representantes. Las comisiones sirven de foro de
deliberación sobre los derechos humanos, pero no tienen autoridad para
presentar proyectos de ley.
Continuó la ejecución de la Ley de Justicia y Paz de 2005. La Unidad
de Justicia y Paz de la Fiscalía es la encargada de investigar y procesar
a las personas desmovilizadas según lo exige la ley, y se creó una
comisión interinstitucional de justicia y paz para coordinar la ejecución
de la ley. Hasta el 30 de noviembre se habían presentado 3.950
personas que fueron consideradas elegibles para el proceso de Justicia y
Paz; de ellas 3.727 eran ex paramilitares, incluyendo 25 comandantes y
223 ex guerrilleros. Se tomaron más de 1.952 declaraciones en versión
libre, a través de las cuales la Fiscalía identificó casi 35.000 delitos, de
los cuales más de 29.000 eran homicidios. En los 35.000 delitos
identificados hubo 50.000 víctimas. Se registraron 274.000 víctimas
ante la Fiscalía General y se exhumaron 2.300 tumbas relacionadas con
2.800 personas; se identificaron los restos de 850 víctimas, de los
cuales 721 fueron devueltos a sus familiares. Los testimonios derivados
de las confesiones voluntarias también dieron lugar a investigaciones
sobre los vínculos de los paramilitares con políticos, miembros de las
fuerzas militares, grandes productores agrícolas y funcionarios
oficiales.
A pesar de los avances alcanzados por el Proceso de Justicia y Paz, la
aplicación de la ley continuó enfrentado muchos retos, incluyendo la
falta de sentencias de líderes paramilitares desde 2005, los miles de ex
paramilitares que permanecieron en estado de incertidumbre jurídico y
la reparación de propiedades que le habían sido confiscadas a los jefes
paramilitares. ONG y víctimas criticaron la lentitud para determinar la
verdad, mientras que la Fiscalía General señaló que la presión ejercida
sobre ellos para revelar las verdades tras los delitos cometidos por los
paramilitares, demoraban los juicios.
El Programa de Reparación Individual por Vía Administrativa entregó
$200 mil millones de pesos (US$ 100 millones) en reparaciones a las
víctimas de los grupos armados al margen de la ley. El Programa de
Protección a las Víctimas del Ministerio del Interior y de Justicia
concedió protección a 126 personas participantes en el Proceso de
Justicia y Paz, y durante el año el Estado invirtió $90 mil millones de
pesos (cerca de US$ 695.000) en el programa. La Comisión Nacional
de Reconciliación y Reparación mantuvo oficinas en nueve ciudades,
entre ellas Sincelejo, Barranquilla, Bucaramanga y Medellín. Las
oficinas operaron centros integrales de información para las víctimas y
las ayudaron en el proceso de matricularse en el programa para recibir
ayuda legal y psicológica.
Pese a los avances en la implantación del proceso de Justicia y Paz, la
OEA informó de fallas continuas en el apoyo a las víctimas y su
participación en el proceso. La OEA también reportó que las víctimas
recibieron información equivocada o escasa acerca del proceso, que
fueron muy vulnerables a las amenazas, la intimidación y el asesinato, y
que faltó coordinación en los esfuerzos del Estado.
Sección 5. La discriminación, los abusos sociales y la trata de personas
Aunque la ley prohíbe específicamente la discriminación por raza,
género, minusvalidez, idioma o condición social, muchas de esas
prohibiciones no se cumplieron en la práctica.

La mujer
Aunque prohibido por la ley, el acceso carnal violento, incluyendo el
conyugal, continuó siendo un problema grave. La ley estipula
sentencias que oscilan entre 8 y 15 años en prisión por agresión sexual.
En los casos de agresión sexual conyugal, la ley contempla sentencias
de entre seis meses y dos años y no concede libertad condicional ni
fianza a los ofensores que incumplan las cauciones. El Instituto
Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses informó de 15.418
casos de presuntos delitos sexuales, incluida la agresión sexual, durante
el año, e indicó que muchos casos no se dieron a conocer. Hubo casos
en los que integrantes de los nuevos grupos al margen de la ley,
paramilitares que rehusaron a desmovilizarse y la guerrilla violaron,
abusaron sexualmente y en ocasiones mutilaron los órganos sexuales de
mujeres y niños por fraternizar con el enemigo, ejercer la prostitución,
tener relaciones sexuales por fuera del matrimonio o violar los códigos
impuestos de conducta o de vestido (ver 1.g.). El ICBF brindó apoyo
psicosocial, médico y legal a las víctimas de violencia sexual.
Aunque la ley prohíbe la violencia intrafamiliar, incluido el abuso
conyugal, ésta continuó siendo un problema grave. Las autoridades
judiciales pueden retirar a la persona abusadora del hogar y exigirle
terapia o reeducación. La ley contempla cárcel en los casos en que la
persona abusadora provoque lesiones graves o en casos de reincidencia;
sin embargo, no se aplicaron disposiciones de penas pecuniarias. El
Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses reportó cerca
de 54.000 casos de violencia intrafamiliar contra la mujer durante el
año, pero señaló que solamente llegó a su conocimiento un porcentaje
reducido de los casos para efectos de su investigación y seguimiento.
La ley estipula que el Estado debe proporcionar a las víctimas de
violencia intrafamiliar protección inmediata contra el abuso físico o
psicológico. El ICBF ofreció casas seguras y asesoría a las víctimas,
pero sus servicios fueron insuficientes ante la magnitud del problema.
Además de cumplir con sus funciones tradicionales de asesoría familiar,
la Defensoría de Familia del ICBF se encargó de los casos de violencia
intrafamiliar. La Defensoría del Pueblo ofreció talleres regionales de
capacitación para promover la aplicación de las normas estatutarias
relativas a la violencia intrafamiliar.
La prostitución de adultos es legal en determinadas zonas designadas
como de “tolerancia”, pero siguió siendo difícil hacer cumplir la norma
relativa a dicha circunscripción. La prostitución fue generalizada y se
vio agravada por la pobreza y el desplazamiento interno. Hubo turismo
sexual en una medida limitada, en particular en las ciudades costeras
como Cartagena y Barranquilla, donde los servicios de matrimonio y de
acompañantes sirvieron muchas veces de fachada al turismo sexual. La
ley prohíbe organizar o facilitar el turismo sexual y estipula penas de
entre tres y ocho años de cárcel. El tráfico de mujeres para explotación
sexual continuó siendo un problema.
La ley contempla medidas para desalentar y castigar los abusos en el
lugar de trabajo, como pueden ser el acoso sexual, las burlas o abusos
verbales, la agresión o la discriminación. Sin embargo, el acoso sexual
continuó siendo un problema generalizado.
Aunque las mujeres gozan de los mismos derechos jurídicos que los
hombres, persistió la discriminación en su contra. Las mujeres fueron
víctimas de discriminación en la contratación, sufrieron el efecto del
desempleo de manera desproporcionada y recibieron salarios
generalmente incompatibles con su formación y experiencia. Las
mujeres trabajadoras de las zonas rurales fueron las más afectadas por
la discriminación salarial y el desempleo.
Las parejas y los individuos tuvieron el derecho a decidir en el número,
espaciamiento y coordinación de los hijos, y contaron con la
información y los medios necesarios para hacerlo, libres de cualquier
forma de discriminación. Tanto hombres como mujeres tuvieron acceso
a métodos anticonceptivos. Según la Oficina de Referencia sobre la
Población (PRB, por sus sigla en inglés), el 93 por ciento de las mujeres
pudieron satisfacer sus necesidades de planeación familiar. La mayoría
de los nacimientos, el 86 por ciento, fueron asistidos por un profesional
capacitado. Las mujeres cuentan con igual acceso a la salud y al
diagnóstico de enfermedades de transmisión sexual.
La principal responsabilidad de la Consejería Presidencial para la
Equidad de la Mujer es la de combatir la discriminación contra la
mujer. La Consejería instituyó un programa para ayudar a las mujeres
microempresarias y cabeza de familia a conseguir créditos para sus
empresas. Durante el año, el Estado entregó microcréditos a 10.247
mujeres por un monto de $11,4 mil millones de pesos (cerca de US$ 5,7
millones). En el año alrededor de 5.824 mujeres asistieron a 29
seminarios sobre el establecimiento de microempresas.
La infancia
La ciudadanía se deriva del nacimiento en el territorio nacional. La ley
contempla que la educación básica primaria sea obligatoria, gratis y
universal, pero esto no siempre ocurrió en la práctica. En ocasiones las
escuelas rurales no pudieron dictar clase debido a la falta de maestros.
El abuso infantil fue un problema serio. El Instituto Nacional de
Medicina Legal y Ciencias Forenses reportó 10.396 casos de abuso
infantil en los primeros once meses del año. El Instituto también estimó
que el 86 por ciento delitos sexuales reportados involucraron abuso
sexual de menores, la mayoría de ellos entre menores de 14 años.
La mutilación genital femenina se practica entre los 20.000 integrantes
de la comunidad indígena emberá chamí en Risaralda. Durante el año,
la comunidad indígena suspendió la práctica durante dos años para
evaluar su efecto sobre las niñas. A pesar de esta decisión, la ONG
Comité por la Defensa de las Mujeres y las Niñas Emberá Chamí
informó que al menos dos casos de mutilación genital femenina
realizadas en niñas pequeñas requirieron hospitalización. Puesto que
esta práctica se realiza en la privacidad del hogar, no existen cifras
sobre la frecuencia con que se realizó durante el año.
Según el ICBF, hasta el 30 de noviembre se habían presentado 470
informes de menores que se habían sometido a la prostitución en forma
independiente o forzada. Muchos otros casos no fueron reportados.
Hubo casos de menores involucrados en la trata de personas o
pornografía infantil. El 30 de julio el presidente aprobó una ley que
incrementa las penas y multas por turismo sexual que incluya a
menores de edad. La ley autoriza al Estado a confiscar las ganancias de
los hoteles y demás establecimientos donde se lleve a cabo sexo con
menores.
La guerrilla se valió de la fuerza para reclutar y emplear a los menores
como soldados, incluyendo menores indígenas (ver sección 1.g.). Se
estima que al menos de 10.000 a 13.000 menores eran menores
combatientes. Por lo menos 269 menores (202 de ellos ex integrantes
de las Farc) se entregaron a las fuerzas de seguridad del Estado durante
el año y pasaron a manos del ICBF, el cual operó un programa de
reintegración para los menores ex combatientes.
Según los registros del Estado, el 77 por ciento de los desplazados
fueron mujeres y niños. Los niños desplazados estuvieron expuestos en
particular al abuso físico, la explotación sexual y el reclutamiento por
parte de delincuentes.
La trata de personas
Aunque la ley prohíbe la trata de personas, se presentaron informes de
que hubo trata de personas originada en el país, al interior del territorio
o a través de él.
El país fue fuente principal de trata de personas, principalmente para
efectos sexuales y laborales. En el año, la línea nacional de atención
para la prevención de la trata de personas recibió 2.097 llamadas, 39
(1,86 por ciento) de ellas relacionadas directamente con la trata. La
mayoría de las llamadas fueron de naturaleza preventiva para solicitar
información sobre posibles estratagemas de la trata. La gran mayoría de
las víctimas fueron mujeres jóvenes, aunque también estuvieron en
peligro niños y hombres jóvenes. Entre los destinos y las rutas
estuvieron Aruba, China, Ecuador, Alemania, Holanda, Italia, Irán,
Japón, Jordania, México, Panamá, las Filipinas, Portugal, España y
Estados Unidos. Las víctimas también pasaron en tránsito por el país
desde otros lugares de América del Sur y África, en ruta a Europa y
Estados Unidos. La trata interna de mujeres y niños para la explotación
sexual y trabajos forzados desde el campo a las zonas urbanas, continuó
siendo un problema grave.
Muchos traficantes revelaron la naturaleza sexual del trabajo que
ofrecían, pero ocultaron la información relativa a las condiciones de
trabajo, la clientela, la libertad de movimiento y la remuneración. Otros
disfrazaron sus intenciones presentándose como representantes de
agencias de modelaje u ofreciendo servicios matrimoniales, programas
de estudio o viajes de premio de loterías o bingos. Se informó que los
reclutadores permanecían afuera de los colegios, los centros
comerciales y los parques para convencer a los adolescentes de aceptar
puestos inexistentes en el exterior. La OIM y las ONG nacionales
calcularon que las redes internacionales del crimen organizado fueron
las responsables de la mayoría de los casos de tráfico transnacional. Las
redes nacionales de delincuencia organizada, algunas de ellas
relacionadas con los grupos armados ilegales, también fueron
responsables de la trata para explotación sexual o mendicidad
organizada, y el conflicto armado hizo que un gran número de
desplazados quedaran expuestos a la trata de personas.
La ley contempla penas de cárcel entre 13 y 23 años y multas de hasta
1.000 veces el salario mínimo para los delitos de trata de personas.
Estas penas pueden aumentar hasta a la mitad en caso de circunstancias
agravantes, como el tráfico de niños menores de 12 años. También se
pueden imputar cargos a los traficantes por detención ilegal, violación
del derecho a trabajar en condiciones dignas y violación de la libertad
personal. Si bien la falta de recursos limitó la capacidad de adelantar
procesos judiciales, la Fiscalía General continuó abriendo nuevas
investigaciones y logró avances con los juicios en curso. La Fiscalía
General abrió 134 casos nuevos por trata de personas durante el año; 21
individuos fueron puestos en detención preventiva; 27 individuos
fueron condenados y sentenciados.
Con el apoyo de la OIM, el Comité Nacional contra la Trata de
Personas (integrado por 14 entidades) preparó campañas de
información, promovió el intercambio de datos entre las entidades del
Estado y comenzó a utilizar una base de datos para monitorear los casos
de trata de personas. En el transcurso del año, 15 departamentos
establecieron comités interinstitucionales para combatir la trata de
personas a nivel local. Con la asistencia técnica de la Oficina de las
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por su sigla en
inglés), el Ministerio del Interior y de Justicia y la OIM trabajaron con
la Unidad Anti-tráfico de la Fiscalía General para liderar la lucha contra
la trata de personas. El Estado cooperó en las investigaciones
adelantadas por sus homólogos en el exterior. En agosto, el Estado
organizó una conferencia bilateral contra la trata de personas para sus
homólogos en Panamá. No hubo pruebas de que entidades o
funcionarios del Estado hubieran participado en la trata de personas.
Las misiones diplomáticas del país aunaron sus esfuerzos con la OIM a
fin de repatriar a las víctimas. La OIM fortaleció las instituciones del
Estado encargadas de los esfuerzos contra la trata, y ayudó a las
víctimas de este delito. Durante el año, la OIM y la UNODC
capacitaron a funcionarios en asuntos específicos de la trata de personas
y ofrecieron capacitación de concientización a los grupos de las ONG.
La OIM también proporcionó a las víctimas capacitación laboral y
oportunidades de empleo, refugio temporal, atención médica y
psicológica y oportunidades de reintegración social. La Fundación
Esperanza, una ONG contra la trata de personas, proporcionó
información educativa, apoyo social y asesoría a las víctimas del
tráfico. La Fundación Renacer (otra ONG contra la trata) brindó
vivienda, terapia psicosocial, atención médica y asistencia legal a los
menores, víctimas de la explotación sexual.
El Estado anunció una línea telefónica de emergencia para evitar la
trata de personas y reportar a los violadores. La OIM trabajó con el
Estado para continuar con su campaña de concientización pública sobre
la trata de personas que incluyó la distribución de afiches en
aeropuertos, estaciones de buses, consulados y agencias de viajes; y la
trasmisión de anuncios por radio y televisión. La UNODC ofreció
capacitación a los defensores públicos sobre el tema de la trata de
personas.
Para el Informe Anual sobre la Trata de de Personas del Departamento
de Estado en inglés (Trafficking in Persons Report), pueden ingresar a
www.state.gov/g/tip.
Las personas con limitaciones
La ley prohíbe la discriminación contra las personas afectadas por
limitaciones físicas y mentales en lo referente a empleo, educación,
servicios de salud u otros servicios del Estado. El Estado tomó medidas
para hacer cumplir esas prohibiciones. No existen leyes que ordenen la
facilidad de acceso a los edificios públicos para las personas con
limitaciones. Esto limita el poder del Estado para imponer sanciones a
las escuelas u oficinas que no tengan acceso, pero tanto el Gobierno
Nacional como las administraciones locales trataron de corregir la
situación mediante programas encaminados a mejorar el acceso. La ley
dispone que las personas con limitaciones físicas deban contar acceso a
los puestos de votación. El Programa Presidencial para los Derechos
Humanos tiene a su cargo la protección de los derechos de las personas
con limitaciones.
Las minorías nacionales, raciales y étnicas
Según el censo nacional de 2005, alrededor de 4,5 millones de
habitantes, o sea el 10,6 por ciento de la población, se describe a sí
mismo como de origen africano. Sin embargo, algunos grupos
defensores de derechos humanos y organizaciones de afrocolombianos
estiman que la población afrocolombiana conforma del 20 al 25 por
ciento de la población. Si bien los afrocolombianos están sujetos a
todos los derechos y protecciones estipulados en la Constitución, sí
enfrentan discriminación económica y social. Según el Departamento
Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), el 58 por ciento de
los afrocolombianos viven en la pobreza; su tasa de mortalidad infantil
fue dos veces superior a la de la población en general. Chocó, el
departamento con el mayor índice de habitantes afrocolombianos, tuvo
el menor nivel per cápita de inversión social y ocupó el último lugar en
términos de educación, salud e infraestructura. También continuó
viviendo parte de la peor violencia política del país, en la medida que
los nuevos grupos al margen de la ley, los paramilitares que rehusaron
desmovilizarse, y la guerrilla de las Farc y el ELN luchaban por
apoderarse del corredor para el tráfico de drogas y armas de ese
departamento (véase la sección 1.g.).
En mayo, la Comisión Intersectorial para el Avance de la Población
Afrocolombiana, encabezada por el Vicepresidente y conformada por
varios funcionarios del Estado, académicos, empresarios y dos
congresistas extranjeros, presentaron recomendaciones al Estado sobre
cómo mejorar la educación, la generación de ingreso y la
representación política entre la población afrocolombiana. Las
recomendaciones se basaron en datos recogidos durante 17 talleres
regionales con la sociedad civil en diversos puntos del país. A pesar de
que el Ministerio del Interior y de Justicia y la Vicepresidencia de la
República redactaron una Ley de Igualdad que implementaba las
recomendaciones, ésta nunca fue presentada ante el Congreso.
La población indígena
La Constitución y la ley conceden un reconocimiento especial a los
derechos fundamentales del pueblo indígena, quienes conforman
alrededor del 3,4 por ciento de la población, y exigen que el Estado
adelante consultas con los grupos indígenas antes de tomar decisiones
que puedan afectarlos.
La ley concede a los grupos indígenas derechos a perpetuidad sobre sus
tierras ancestrales. Las autoridades indígenas tradicionales tuvieron a su
cargo cerca de 710 resguardos indígenas, los cuales representan cerca
del 30% del territorio del país, y los manejaron como entidades
municipales, con funcionarios elegidos conforme a las tradiciones
indígenas. Sin embargo, muchas comunidades no tenían títulos legales
sobre las tierras que reclamaban y los grupos armados ilegales muchas
veces disputaron la propiedad de manera violenta.
La ley contempla jurisdicciones penales y civiles especiales dentro de
los territorios indígenas basadas en las leyes tradicionales de las
comunidades. Los procesos adelantados en esas jurisdicciones
estuvieron expuestos a manipulaciones y muchas veces impusieron
penas más suaves que las de los tribunales ordinarios. La ley permite a
las comunidades indígenas educar a los niños en sus dialectos
tradicionales y en conformidad a sus costumbres culturales y religiosas.
Las comunidades indígenas no están sujetas al servicio militar
obligatorio.
Los líderes indígenas se quejaron por la presencia ocasional de las
fuerzas de seguridad del Estado en sus resguardos y solicitaron al
Estado consultar con las autoridades indígenas antes de lanzar acciones
militares contra los grupos armados al margen de la ley y la guerrilla
que operan en dichas zonas o sus alrededores. El Estado declaró que,
por razones de seguridad, no podía notificar de antemano acerca de la
mayoría de las operaciones militares y que sí consultó con los líderes
indígenas en la medida de lo posible, antes de ingresar a los territorios
habitados por sus comunidades. No obstante que la ley permite la
presencia de las fuerzas de seguridad del Estado en tierras de
comunidades indígenas, el Ministerio de Defensa impartió
instrucciones de respetar la integridad de las comunidades indígenas, en
particular durante los operativos del Ejército y la Policía. La Política
Integral de Derechos Humanos del Ministerio de la Defensa enfatiza la
importancia de proteger a las comunidades indígenas.
El Ministerio del Interior y de Justicia, a través de su Oficina de
Asuntos Indígenas, tiene la responsabilidad de proteger los derechos
territoriales, culturales y tradicionales de los pueblos indígenas. Los
representantes del Ministerio, junto con representantes de la
Procuraduría General y la Defensoría del Pueblo, coordinaron su
trabajo con otras organizaciones oficiales y ONG de derechos humanos
para promover los intereses de los indígenas e investigar las violaciones
contra sus derechos. El Ministerio también tiene a su cargo la
adquisición de tierras para anexar a los resguardos indígenas.
A pesar de las protecciones legales especiales y los programas de ayuda
del Estado, las poblaciones indígenas continuaron siendo víctimas de la
discriminación y se encontraron muchas veces viviendo al margen de la
sociedad. Los indígenas fueron los más pobres entre la población y
registraron las tasas más elevadas de mortalidad por edad,
enfermedades intestinales, tuberculosis, hepatitis y malaria.
El Oacnudh dio a conocer que los grupos étnicos, sobre todo las
poblaciones indígenas y afrocolombianas, eran cada vez más
vulnerables como resultado del conflicto armado interno. James Anaya,
Relator Especial sobre la Situación de Derechos Humanos y Libertades
Fundamentales de la Población Indígena, informó sobre la existencia de
alarmantes patrones de desplazamiento forzoso, homicidio, hambruna y
otros problemas serios como consecuencia del conflicto armado
interno. El Relator Especial también señaló la indiferencia total de las
Farc por los derechos humanos.
El Programa Presidencial para los Derechos Humanos informó que,
hasta el 30 de noviembre, se presentaron 101 homicidios de indígenas,
un incremento del 63 por ciento en comparación al mismo período en
2008. Las matanzas masivas de indígenas incluyeron:
• El 4 de febrero, las Farc asesinaron a ocho integrantes de la
comunidad indígena awá en Barbacoas (Nariño). Las Farc anunciaron
que los awá habían sido asesinados por su presunta colaboración con el
Ejército colombiano.
• El 26 de agosto, 12 indígenas de la etnia awá, incluyendo a seis
menores, fueron asesinados en sus hogares. Cinco integrantes de un
grupo armado al margen de la ley fueron arrestados en relación al
crimen.
El Oacnudh continuó con sus críticas a las amenazas y la violencia
contra las comunidades indígenas, calificó de inadecuadas las
investigaciones oficiales sobre las violaciones de los derechos humanos
de los grupos indígenas e hizo un llamado al gobierno a hacer más por
proteger a los pueblos indígenas.
Abusos sociales, discriminación y actos de violencia con base en la
orientación sexual y la identidad de género
Colombia Diversa, una ONG dedicada al tema de la violencia y la
discriminación por orientación sexual, informó de al menos 39
asesinatos durante el año a causa de prejuicios relacionados con la
orientación sexual. Los activistas de LGBT se vieron sujetos a
amenazas y ataques de “limpieza social” (ver 1.g.) La Corte
Constitucional reconoció el derecho de las parejas de un mismo sexo a
los beneficios de pensión. No obstante, Colombia Diversa informó que
con frecuencia la ley no se aplicaba por falta de conocimiento de
algunos empleados del Gobierno. No hubo discriminación del Estado ni
entidades oficiales con base en la orientación sexual en el empleo, la
vivienda, la desnacionalización, o el acceso a la educación o la salud.
No obstante, Colombia Diversa informó que sí hubo discriminación por
parte de la sociedad. Colombia Diversa también informó sobre casos de
abusos policiales por motivos de orientación sexual, la mayoría de los
cuales se relacionaron con personas transexuales. El grupo también
denunció que la violencia en las cárceles a causa de la orientación
sexual continuó siendo un problema. Colombia Diversa denunció varios
casos de amenazas contra defensores de derechos humanos que
abogaban por temas relacionados con LGBT. Colombia Diversa citó un
alto nivel de impunidad por delitos contra los miembros de la
comunidad LGBT. El Estado autorizó marchas de Orgullo Gay que se
organizaron en varias ciudades del país el 28 de junio; no hubo
informes de que no hubiese suficiente seguridad para los participantes.
Otras formas de violencia o discriminación por parte de la sociedad
No hay informes confirmados de violencia social o discriminación
contra las personas con VIH/SIDA.
Sección 7. Los derechos del trabajador
a. El derecho de asociación.
La ley contempla el derecho a organizar sindicatos y el Estado respetó
este derecho en los términos generales de la práctica. La ley no se
aplica a los miembros de las Fuerzas Armadas o la Policía.
Aproximadamente 815.000 trabajadores (el 4,4 por ciento de la fuerza
laboral de 18,4 millones) eran sindicalistas. Casi el 60 por ciento de la
fuerza laboral trabajaba en el sector informal.
El Código Sustantivo del Trabajo prevé el reconocimiento automático
de los sindicatos que obtengan 25 firmas de posibles miembros y
cumplan con el trámite de registro. Hasta hace poco, los sindicatos
denunciaron que el proceso era lento y se utilizaba para obstaculizar el
registro. Algunos líderes sindicales declararon que formar un sindicato
era un proceso largo y burocrático y que los organizadores por lo
general terminaban despedidos antes de que el sindicato quedara
oficialmente establecido. No obstante, en junio de 2008 la Corte
Constitucional dictaminó que si se diligenciaban los documentos de
registro del sindicato ante el Ministerio de Protección Social, de
inmediato se establecía el estatus legal del sindicato, y que el Ministerio
no tenía criterio sobre el contenido de los documentos de inscripción.
Con esto, los tribunales retiraron toda base legal para que el Ministerio
interfiriera con el proceso de inscripción.
La violencia y la discriminación contra los sindicalistas disuadieron a
algunos trabajadores de unirse y participar en actividades sindicales. El
Ministerio de la Protección Social informó que en el año cayeron
asesinados 28 sindicalistas, en comparación a los 38 en 2008; mientras
que la Escuela Nacional Sindical (ENS), una ONG que promueve los
derechos laborales, reportó que la cifra de sindicalistas asesinados fue
de 39, comparada a los 49 en 2008. Las cifras del Estado y la ENS
difirieron debido a la diferencia en los conceptos metodológicos sobre
la afiliación sindical. Según el Estado y la ENS, el índice de homicidios
en el año por cada 100.000 fue de cinco sindicalistas y 34 para la
población en general.
La ENS y otros grupos laborales reconocieron que hubo una mejoría
desde 2008, pero advirtieron que enfocarse solamente en los asesinatos
disfrazaba la verdadera naturaleza y alcance de la violencia sindical. La
ENS informó que apenas el 26 por ciento de las 10.364 “violaciones a
la vida, la libertad y la integridad” de los sindicalistas que registradas
desde 1986, fueron asesinatos. La mayoría eran amenazas de muerte
(4.418) y desplazamientos forzosos (1.611), al igual que detenciones
arbitrarias, hostigamientos, ataques no letales, desapariciones,
secuestros, torturas y requisas ilícitas. Los grupos de trabajo señalaron
que mientras que los homicidios habían disminuido, las violaciones no
letales continuaban.
Los maestros representaron el mayor porcentaje de miembros sindicales
víctimas de la violencia de los grupos armados al margen de la ley,
tanto por constituir el 27 por ciento de todos los sindicalistas
registrados, como por su presencia en las zonas rurales del país
azotadas por la violencia. El Ministerio de la Protección Social informó
que 15 de 28 (el 54 por ciento) sindicalistas asesinados en el año eran
educadores, mientras que la ENS informó que 15 de 39 (el 38 por
ciento) sindicalistas eran maestros. La Federación Colombiana de
Educadores informó que tres educadores sindicados también fueron
asesinados en el año, sumando un total de 18.
El Estado brindó protección a 11.179 personas amenazadas, de las
cuales 1.550 eran sindicalistas. Los demás eran periodistas, líderes
sociales y defensores de derechos humanos. El programa de protección
contó con un presupuesto anual de $90 mil millones de pesos (US$ 45
millones). El Ministerio de Educación manejó un programa separado de
protección para educadores, la mayoría de ellos sindicalizados, que
consistía en un programa de transferencia. El Ministerio de Educación
retiró a 2.043 educadores de situaciones peligrosas desde que inició su
programa en 2003.
Desde 2000 la Fiscalía General de la Nación ha procesado 234 casos
(209 de ellos por homicidio) de los 334 autores de actos de violencia
contra sindicalistas. Una subunidad especializada en asuntos laborales,
instituida por el Estado en 2006 para procesar a quienes cometieran
dichos actos, obtuvo 184 de dichas condenas (79 por ciento de los
casos). En el año, la subunidad laboral logró 69 condenas.
Los sindicatos reconocieron que la nueva subunidad especializada de la
Fiscalía General había logrado avances importantes, pero añadieron que
aún quedaba mucho por hacer para poner fin a la impunidad de los
autores de delitos violentos contra los trabajadores.
La ley contempla el derecho a la huelga, y los trabajadores ejercieron
este derecho en la práctica. Sin embargo, no les es permitido ir a la
huelga a los miembros de las Fuerzas Armadas, la Policía y las
personas que “prestan servicios públicos esenciales”. En el año, los
tribunales declararon tres paros laborales como ilegales.
Antes de ir a la huelga, los sindicatos deben cumplir los procedimientos
legales y notificar por anticipado a sus patronos y a las autoridades
locales. La ley prohíbe las medidas para romper huelgas. En varias
ocasiones se hizo caso omiso de la ley que prohíbe a los empleados
públicos ir a la huelga. Los empleados no tienen que someterse al
arbitramento obligatorio si no pueden llegar a un acuerdo.
Hubo informes de que algunos patronos utilizaron los contratos
temporales y los esquemas de las cooperativas -ambos esquemas
legales– para reducir los costos no salariales y evitar la sindicalización.
Este tipo trabajadores no están cubiertos por el código del trabajo. Los
sindicalistas abogaron por revisar el código laboral que actualmente
define “trabajador” como una persona contratada directamente con un
contrato de trabajo, para que incluya a un porcentaje mayor de la fuerza
laboral.
b. El derecho a organizarse y negociar colectivamente.
La ley otorga a los trabajadores el derecho a organizarse y negociar
colectivamente, y el Estado respetó este derecho en el sector privado.
Sin embargo, no se cumplió plenamente el derecho a la negociación
colectiva en el sector público. Los sindicatos de trabajadores
determinaron que las altas tasas de desempleo, el gran tamaño del
sector de la economía informal, las actitudes anti-sindicales y la
violencia contra los líderes sindicales dificultaron su capacidad de
organizarse, lo cual a su vez limitó el poder de negociación de los
trabajadores en todos los sectores. Los economistas evaluaron que los
altos beneficios salariales obligatorios del sector formal afectaban el
empleo formal y el sindicalismo, e incrementaba la economía informal.
Según la ENS, en 2008 el 0,8 por ciento de la fuerza laboral estaba
cubierto por un acuerdo de negociación colectivo.
En febrero, el Presidente expidió el decreto 535, creando un proceso
formal por el cual los sindicatos del sector público pueden presentar sus
exigencias a sus patronos del sector público, quienes están obligados a
responder o a iniciar “negociaciones”. Los sindicatos criticaron el
decreto como inefectivo debido a la falta de mecanismos de
cumplimiento. No existen acuerdos de negociación colectiva en el
sector público.
Los pactos colectivos entre los trabajadores individuales y sus patronos
no estaban sujetos a negociaciones colectivas y con frecuencia se
empleaban para subvertir las negociaciones colectivas. Los pactos
colectivos, que son legales, otorgan a los patronos el derecho de
negociar acuerdos sobre salarios y condiciones laborales en cualquier
momento con grupos de trabajadores cuando no haya presencia de un
sindicato, o cuando un sindicato representa a menos de una tercera parte
de los empleados. Los grupos de trabajadores se quejaron de que los
patronos se valieron de los pactos colectivos, autorizados por la ley,
para desalentar la organización laboral. Hubo informes de que cuando
un sindicato presentaba una propuesta de negociación colectiva, los
patronos ofrecían a algunos trabajadores mejores condiciones y salarios
a cambio de abandonar el sindicato y unirse al pacto, lo cual afectó
adversamente la capacidad de los trabajadores organizados de negociar
colectivamente.
El crecimiento continuo y la prevalencia de las cooperativas de
trabajadores también contribuyeron a disminuir la capacidad de
negociación colectiva al no estar amparados los trabajadores de las
cooperativas por el código del trabajo. La ley 1233 de 2008, exige que
las cooperativas se registren ante el Ministerio de la Protección Social y
ofrezcan una compensación equivalente, al menos, al salario mínimo y
los mismos beneficios de salud y pensión que normalmente se ofrece a
los empleados. Aunque esto disminuyó el incentivo económico para
contratar a los trabajadores de cooperativas sobre los contratos directos,
los sindicatos se quejaron de que no hacía nada por extender los
derechos de negociación colectivo para los trabajadores de las
cooperativas.
El decreto 4588 prohíbe el uso de las cooperativas de trabajadores
como subcontratistas de mano de obra, cuando no poseen los medios de
producción, cuando se utilizan para realizar funciones centrales para
una compañía, y cuando la compañía misma disciplina directamente a
los trabajadores de la cooperativa. No obstante, la evidencia sugiere que
muchas cooperativas si realizaron subcontrataciones ilegales y, en
algunos casos, empleados del sector privado obligaron a los
trabajadores a unirse a las cooperativas que ellos mismos
administraban. El Estado posee la autoridad para sancionar a quienes
violen los derechos laborales pero rara vez clausuran a las empresas que
incurren en infracciones repetidas. En el año el Estado investigó a 788
cooperativas y sancionó a 86. En la Práctica, las sanciones nominales
tasadas por el Estado hicieron poco por disuadir a las empresas
infractoras.
Si bien la ley prohíbe la discriminación contra los sindicatos, algunos
de los aspectos del código del trabajo criticados por la OIT desde
tiempo atrás se mantuvieron, entre ellos la práctica de despedir a los
trabajadores sindicalizados que participen en huelgas o paros legales y
la prohibición de huelgas en una amplia gama de servicios públicos no
necesariamente “esenciales”, según lo define la OIT.
No existen leyes especiales ni exoneraciones en las zonas de
procesamiento de las exportaciones. Las leyes laborales se aplican en
las 58 zonas francas del país, en las cuales se dio cumplimiento a las
normas.
c. La prohibición del trabajo forzado u obligatorio.
La ley prohíbe el trabajo forzado u obligatorio, incluido el trabajo
infantil, pero hubo algunos informes en el sentido de que esas prácticas
ocurrieron (véase la sección 6.d.).
Los nuevos grupos al margen de la ley, los paramilitares que rehusaron
desmovilizarse y la guerrilla de las FARC y el ELN practicaron el
reclutamiento forzado. Hubo algunos informes en el sentido de que la
guerrilla de las FARC y el ELN, los nuevos grupos al margen de la ley
y los paramilitares que rehusaron desmovilizarse, utilizaron el trabajo
forzado en el cultivo de la coca, incluido el trabajo infantil, en zonas
por fuera del control del Estado (véase la sección 1.g.). También hubo
informes sobre la explotación sexual con fines comerciales. Además,
hubo informes de menores provenientes de Ecuador que trabajaban
como “raspachines” y menores provenientes de Honduras y Nicaragua
obligados a trabajar en la pesca
d. Prohibición del trabajo infantil y edad mínima para el empleo.
Si bien existen leyes que protegen a la infancia contra la explotación en
el lugar de trabajo, el trabajo infantil continuó siendo un problema
considerable, en particular en el sector informal e ilícito. La mayor
incidencia ocurrió en las siguientes ocho industrias: ladrillos de barro,
carbón, café, esmeraldas, oro, caña de azúcar, coca y pornografía. Para
septiembre, el ICBF había reportado 6.884 denuncias de explotación
laboral y 470 casos de niños víctimas de la explotación sexual con fines
lucrativos. El ICBF prestó asistencia a 1.806 niños víctimas de la
explotación sexual en todo el país.
La edad mínima para el empleo es de 15 años. Los menores entre 15 y
17 años deben obtener autorización de las inspecciones locales del
Ministerio de la Protección Social. Dichos menores pueden trabajar
solamente seis horas diarias y un máximo de 30 horas a la semana,
nunca después de las 6 p.m. Los menores entre los 17 y los 18 años de
edad pueden trabajar solamente ocho horas al día y 40 por semana sin
horarios más allá de las 8 p.m. Los menores de 15 años pueden recibir
autorización de la inspección local para realizar actividades
remuneradas en los campos del arte, la cultura, la recreación o el
deporte. Sin embargo, la autorización establece el número máximo de
horas y las condiciones específicas de trabajo. Por ejemplo, un menor
de 15 años no puede participar en actividades remuneradas durante más
de 14 horas a la semana. De acuerdo con el Departamento Nacional de
Estadísticas, la población de menores entre los 5 y los 17 años ascendió
a 11.9 millones. De ellos, cerca de 1.1 millones trabajaron y casi un
90% lo hicieron más de 15 horas a la semana en sus hogares.
La edad mínima legal para trabajar coincidió con el final de la
educación básica. Se prohibió a todos los niños trabajadores realizar
trabajos nocturnos o en sitios donde estuvieran expuestos a lesiones
físicas o a grados extremos de temperatura o ruido. Aunque se prohibió
el trabajo infantil en diversas ocupaciones específicas como la minería
y la construcción, en la práctica se hizo caso omiso de dichas
prohibiciones en muchos casos. Hubo menores que trabajaron en la
minería artesanal del carbón, el barro, las esmeraldas y el oro en
condiciones peligrosas.
El ICBF identificó y brindó apoyo a 2.137 menores que durante el año
trabajaron en operaciones mineras ilegales. Las cifras sobre el número
total de menores que trabajaron en operaciones extractivas ilegales
oscilaron entre los 10.000 y los 20.000. El código del menor contempla
multas hasta de 40 veces el salario mínimo en casos de violaciones de
las leyes sobre el trabajo de menores. La pena por una violación que
pueda poner en peligro la vida de un menor o atente contra los valores
morales puede ser el cierre temporal o permanente del establecimiento
responsable.
Según el DANE, también se emplearon menores en el comercio ilícito
de estupefacientes y otras actividades ilícitas. Varios miles de menores
se vieron obligados a servir como combatientes, recogedores de hoja de
coca o en la prostitución para las Farc, el ELN, los nuevos grupos al
margen de la ley o los grupos paramilitares que rehusaron
desmovilizarse (ver sección 1.g.).
Los 180 inspectores del Ministerio de la Protección Social fueron los
responsables de hacer cumplir las leyes en el sector formal (abarcando
aproximadamente a un 20% de la fuerza laboral menor de edad) a
través de inspecciones periódicas. Los recursos fueron insuficientes
para lograr un cumplimiento eficaz. Con la ayuda de la OIT, el
gobierno tomó medidas para mejorar la cooperación entre las
administraciones de los niveles nacional, regional y local a través de su
plan nacional para erradicar el trabajo de los menores y proteger a la
juventud trabajadora. El Programa Internacional para la Eliminación del
Trabajo Infantil de la OIT operó un programa para impedir la
explotación sexual de los menores con fines comerciales, mientras que
hubo también programas de grupos privados y de gobiernos extranjeros
encaminados a librar a los niños de las peores formas de trabajo
infantil.
e. Condiciones aceptables de trabajo.
El gobierno establece un salario mínimo uniforme cada enero, el cual
sirve de referencia para la negociación salarial. El salario mínimo
mensual, negociado por un comité de representantes de las empresas,
los trabajadores organizados y el gobierno, fue aproximadamente de
$496.900 pesos (US$ 205), un aumento del 7,6 por ciento con respecto
al año anterior. Si el proceso de negociación no termina en acuerdo,
como ha sucedido en varias oportunidades, el Presidente puede fijar
unilateralmente el salario mínimo. El salario mínimo nacional no
representó un ingreso suficiente para cubrir la canasta básica de una
familia de cuatro personas. Además, fue difícil hacer cumplir el salario
mínimo en el sector informal.
El Código sustantivo del Trabajo contempla una semana de 48 horas y
un período mínimo de descanso de ocho horas durante la semana. El
Código estipula que los trabajadores tienen derecho a recibir primas por
horas adicionales trabajadas además de las 48 horas reglamentarias, y
por trabajos realizados los domingos. Las horas adicionales obligatorias
se permiten solamente en casos excepcionales en los cuales se
considera esencial el trabajo para el funcionamiento de la empresa.
La ley contempla amplia protección en materia de salud y seguridad
ocupacionales y el Ministerio de la Protección Social se encargó de
hacer cumplir las normas a través de inspecciones periódicas. Sin
embargo, la escasez de inspectores, la falta de conciencia pública acerca
de la seguridad y la poca atención prestada por los sindicatos se tradujo
en un nivel elevado de accidentes industriales y malas condiciones de
trabajo. En ocasiones, los trabajadores del sector informal fueron
víctimas de abusos físicos o sexuales. Por ley, los trabajadores pueden
retirarse de una situación laboral peligrosa sin por ello poner en peligro
su empleo, y el gobierno hizo valer ese derecho. Los trabajadores no
sindicalizados, en particular los pertenecientes al sector agrícola y a
ciertas empresas de floricultura tuvieron que trabajar en condiciones
consideradas peligrosas por temor a perder sus empleos si denunciaban
los abusos. Sin embargo, Asocolflores, la Asociación Colombiana de
Exportadores de Flores, continuó implementando normas voluntarias en
la práctica de medidas de seguridad y protección hacia el empleado, y
disminuyó el uso de pesticidas. No obstante, los problemas
continuaron, sobre todo entre los productores que no pertenecen a
Asocolflores.

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