El mío será un voto independiente. No soy militante de ningún
partido. Para el Senado votaré por Juan Manuel Galán y para la Cámara de Bogotá por Simón Gaviria, ambos de las listas liberales. Y por Enrique Peñalosa en la consulta interna del Partido Verde.
De Galán me gusta su posición abierta y constructiva frente al
tema de la lucha contra las drogas ilícitas. Hace años que defiendo la legalización. Me pasé a esa teoría luego de ver lo que pasa en Estados Unidos y Europa, donde millones de personas fuman marihuana y consumen cocaína amparados por la dosis personal y, en todo caso, bajo la mirada indiferente de las autoridades. Y ello ocurre mientras en Colombia, este negocio financia a guerrilleros y paramilitares y en su lucha mueren al año miles de policías, soldados y civiles.
La mayor incongruencia de nuestro tiempo: el último eslabón de la
cadena -el consumo- es legal. Y los anteriores -siembra, procesamiento y comercio-, donde está Colombia, son ilegales. Por supuesto no se trata de impulsar el consumo de estas drogas. No.
Con apenas un porcentaje de los billones de dólares que gastan los
gobiernos en todo el mundo enfrentando a los narcotraficantes y sus aparatos criminales, se pueden hacer campañas educativas para prevenir el consumo de las drogas y programas para rehabilitar adictos. La legalización lo que hace es poner el problema en el sitio que le corresponde: un asunto de salud pública y no de seguridad nacional. Legalizar para que haya menos consumo, no al contrario. Y para que desaparezca la prohibición, con la cual se enriquecen los traficantes.
Juan Manuel Galán ha liderado varios debates sobre estos temas
en el Senado y seguramente lo seguirá haciendo. Es mi expectativa. Simón Gaviria me ha sorprendido por ser un congresista serio y juicioso. Se especializó en temas económicos, urbanos y de medio ambiente, y es una voz solitaria, pero efectiva que nos recuerda que la política son ideas, no clientelismo. Presenta proyectos de ley, elabora ponencias, cita debates, está en los medios de comunicación. Y lo hace con alegría, como si no fuera político.
El otro día le pregunté si era feliz en el Congreso. No sólo me dijo
que sí, sino que me enfatizó que mucho. Me sorprendió. Si el Congreso estuviera lleno de gente así, el país sería otro.
Congresistas que no trafican con hojas de vida ni están detrás de
los contratos para los amigos, sino que trabajan con eficiencia y honestidad.
Entiendo que voy a votar por dos delfines de la política, cuestión
que no me gusta. Pero lo hago pensando en las personas, en las ideas que defienden. En cuanto a Enrique Peñalosa su cruzada me parece admirable. Es un político moderno y visionario que transformó Bogotá. Le dio calidad de vida a sus habitantes. Y lo que hicieron en compañía de Antanas Mockus y Lucho Garzón impulsando una campaña de propuestas y no de agravios, es también admirable.
Ojalá que el Partido Verde sobreviva y entierre a los dinosaurios
de la política colombiana, de todas las denominaciones: rojos, azules y amarillos. Con todos ellos Colombia tiene futuro. Y con otros candidatos que los hay, y buenos en todos los partidos. Juan Lozano, Juan Mario Laserna, Socorro Jaramillo, Juan Fernando Cristo, entre otros. Vote por quién quiera, pero vote. Y no lo haga en contra de alguien. Eso no tiene sentido. Vote a favor de un candidato al que respete.