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(artículo 71), el de “compensación educativa”(artículo 80) y el de "no
discrimación en la admisión de alumnos por cualquier condición o
circunstancia personal y social" (artículo 84). Y que conste que estos principios
no son ni nuevos ni socialistas. Han inspirado a muchos educadores de todos los
tiempos, órdenes religiosas, y ya aparecían explícitamente en anteriores leyes
educativas como la Ley General de Educación de 1970, norma de los tiempos de
Franco hecha por pedagogos del Opus Dei y de las Teresianas, que proponían un
modelo de escuela comprensiva y enseñanza personalizada.
Y es que, en definitiva, pienso que está amenazado uno de los principios básicos
que rige nuestro sistema educativo: "La equidad". (Artículo 1.b):
Todos los pasos que se van dando en la Comunidad de Madrid conducen a que
haya de hecho DOS sistemas educativos, en el que el prestigio del uno se
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construye a costa del desprestigio del otro, en vez de seguir políticas de éxito
para todos, como PROA y Escuela 2.0, y de promoción de la cooperación de los
docentes en complicidad con los movimientos sociales.
Ya ha calado la idea de que lo que tienen que hacer los centros, para ser eficaces,
es competir por los buenos alumnos y rechazar o apartar a los malos para que no
bajen la media de unas pruebas externas de contenidos que no tienen en cuenta
los parámetros de contexto. Ya está bastante admitido entre los profesionales
que haya grupos de "buenos" y grupos de "malos", con lo negativo que es poner
este tipo de etiquetas (Efecto Pygmalion).
¿Trampa clasista?
Por otro lado, poner el acento de la calidad de la educación sólo en el
bilingüismo es muy peligroso porque la competencia en idiomas extranjeros está
perfectamente correlada con el nivel socioeconómico. Y todo esto suena a
trampa clasista.
Por supuesto que los centros escolares tienen que dar oportunidades a los niños y
jóvenes de aprender idiomas, ¡faltaría más!, pero también de hacer deporte,
música o teatro, aprender oficios, informática, viajar, convivir solidariamente,....
todas estas cosas merecen ser apoyadas y estar orgullosos de ellas. Y hay que
hacerlo ayudando a los alumnos que más dificultades tienen y no apartándolos
de entrada de los programas. La educación es dar oportunidades. Pero ¡para
todos! y ¡con todos! Si no es así la educación corre el peligro de convertirse en
un privilegio excluyente, en vez de un elemento de cohesión social. Recuerdo el
ilusionante lema con que se inició el debate de la LOE: Una educación de
calidad para todos y entre todos.
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alumnos una atención personalizada, sin segregar ni competir, sino apoyando y
cooperando. Lo que pasa es que un buen sistema educativo (en calidad y
equidad) requiere inversiones abundantes y sostenidas, políticas ambiciosas,
programas integrales bien diseñados que vayan más allá de la escolaridad,
formación y esfuerzo de los profesionales, eficacia de las administraciones,
implicación de las familias y complicidad del tejido social: una auténtica cultura
del esfuerzo compartido. Pero sobre todo un compromiso por la integración y la
educación para todos.
Creo que nos esperan tensiones paralizantes que moralmente son muy poco
estimulantes y que a la postre son ineficaces.
Yo, en educación, desde luego, opino exactamente lo contrario que los liberales.
Para mi, "más vale cooperar que competir". Como decía Paulo Freire en
Pedagogía de la esperanza, "Se pretende convertir la escuela en una empresa
que tiene por objeto el rendimiento. Esto se convertiría en una trampa mortal
para los desheredados de la Tierra."
Ángel de la Llave