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Consideraciones sobre la porno­sexualidad web

Trabajo final del seminario: “Del posfeminismo a la teoría queer”


Docentes: Mauro Cabral, Eduardo Mattio
Alumno: Gonzalo Gutiérrez Urquijo (mº 200474482)
Le désir d’être possédé c’est le désir d’être détruit comme unité personnologique exclusive et limitative*
FÉLIX GUATTARI

Will Nature make a man of me yet?**


MORRISSEY

En el segundo axioma de la "Epistemología del armario", Eve K. Sedwick sostiene


que "el estudio de la sexualidad no es coextensivo con el estudio del género". El presente
trabajo no intenta más que aplicar algunas consecuencias de ese defasaje en el estudio de la
pornografía como tecnología del sexo.
Partiremos de una constatación básica: la experiencia pornográfica representa una de
las principales formas de incorporación de la sexualidad a la vida. En otras palabras, es en y a
través de la pornografía que millones y millones de personas tienen sexo: desde quienes se
adentran en sus primeras experiencias explícitamente sexuales (o "sexualmente tematizadas")
a través de la imagen porno, hasta aquellxs cuyos actos sexuales se guionan (conciente o
inconcientemente) según pautas propias al montaje de este tipo de imagen. El porno es
esencialmente una manera de mirar. Mirar porno. A su vez, siendo -como sostiene Beatriz
Preciado- el devenir público de aquello que nos resulta más personal y privado (el cuerpo
desnudo definido por la visibilidad de los órganos genitales) puede integrarse con discursos
que exceden lo que normalmente entendemos por prácticas eróticas. La publicidad, o la
política, son ámbitos donde también la pornografía se instala como una forma del mostrarse.
Y es que el objeto pornográficamente encuadrado suscita de manera necesaria, en virtud de
su incuestionable patencia, una específica reacción en quien observa. Heiddeger no habría
podido negarlo, la imagen porno puede indicarnos algo sobre aquello que para nosotros está
más a-la-mano.
Es necesario aclarar desde un principio que este trabajo carece de una aproximación
empírica a la multiplicidad de prácticas que hacen al gran conjunto de lo porno. Intentaré
suplir esta falta mediante una escritura situada en mi condición de bio-hombre varón,
bisexual y porno-yonki con acceso a internet. En tanto la pornografía se ha presentado al
feminismo como la objetivación de la mirada hétero-masculina, abordar el mainstream
pornográfico nos habilita a caracterizar los protocolos que dan forma al cuerpo mayor, al
cuerpo hegemónico y normalizado que se asienta en los límites de la exclusión y la opresión.

* “El deseo de ser poseidx es el deseo de ser destruidx como unidad personológica exclusiva y limitativa”
Guattari F., Considérations sur la schizo-analyse: de la sexualité en URL> http://www.revue-
chimeres.fr/drupal_chimeres/?q=node/228
** “¿Hará de mi todavía la Naturaleza un hombre?” Morrissey S. P. en This charming man.
Ahora bien: como habremos de comprobar, esos cuerpos suscitados por la pornografía
mainstream no se ajustan palmo a palmo a los estándares de inteligibilidad que regulan el
género. Surge, en este sentido, la pregunta paradigmática de la transición posfeminismo-
teoría queer: ¿cuál es la relación entre sexo y género? Pero también aparece una pregunta
propiamente queer: ¿cuál es la relación entre el sexo como dato morfológico y la sexualidad
como acto?, ¿es la sexualidad la que supone el género, nombre del sexo diferenciado? ¿O es
que el género existe en virtud del sexo como práctica? Más que ensayar respuestas
específicas, intentaremos analizar la experiencia porno-web a través de estas preguntas.

II
Consultando Alexa, un sitio de estadísticas perteneciente a amazon.com, podemos ver
que las denominadas páginas "adultas" pueden dividirse en dos grandes categorías: aquellas
que ofrecen el servicio de contacto en vivo via webcam (adultfriendfinder, livejasmin) y
aquellas que, al estilo youtube, ofrecen segmentos de producciones porno así como videos
subidos por usuarios registrados. La diferencia no radica tanto en su funcionabilidad sino en
la accesibilidad de la imagen que ofrecen, pues también los sitios de videos (youporn,
redtube, tube8, etc.) invitan y se redirigen hacia sitios de servicios webcam cuya experiencia
"en vivo" supone, sobre la imagen porno grabada, una plusvalía que debe ser capitalizada. A
diferencia de los sitios de videos, las páginas de contactos nos llevan por una complicada
senda que requiere la especificación de nuestros datos individuales y económicos. Por esta
razón, nos atendremos a la imagen porno más accesible, más gratis e inmediata.
No faltan también, en la variedad de la oferta porno, aquellos sitios (como fleshbot o
adultdvdtalk) que promocionan las producciones porno a través de adelantos y "muestras
gratis" que luego son distribuidas por distintos bloggers o sitios menores. Pero como todo
sitio vive de la publicidad, es difícil establecer categorías funcionales nítidas. En la medida en
que un click valuado publicitariamente nos hará abandonar la página en el que estamos, una
gran complejidad de ofertas pornográficas se entrelazan y retroalimentan constantemente. A
su vez, si bien existe toda una dirección vertical en la que las producciones porno (es decir,
las que emplean trabajador*s pag*s) chorrean su contenido a los usuarios y elevan dinero a
través de su consumo, un circuito horizontal se le entremezcla con producciones caseras que
tienen -dependiendo de la ocasión y el gusto del usuario- igual o mayor valor que las
profesionales.
En la Argentina, el sitio "adulto" más visitado es Poringa.net. Su sugestivo subtítulo:
"placer colectivo", indica cierto carácter democratizador de la sexualidad propio de los sitios
basados en los aportes de usuarios. Estos sitios, herederos de los forums virtuales, funcionan
re-citando (re-posteando, más bien) contenido recolectado por los usuarios. Pero su marca
distintiva radica en las dedicatorias: culos, pijas y tetas en las que se dibuja el nombre de la
página donde aparecerán y de los usuarios que agradecerán el post. Esta modalidad indica
una simultaneidad entre la visión de la fotografía por parte del usuario web, y la experiencia
del fotógrafo in-situ. La marca es la validación de un espacio donde la experiencia "real" no
es anterior a la experiencia on-line. Es el signo de la territorialización foto-pornográfica del
sexo, flesh tagging en el que se desterritorializan las instancias particulares para habilitar un
dispositivo virtual y comunicante, imagen-cuerpo o incorporación. Como vemos, la
distinción amateur/pro tampoco es nítida en absoluto: muchas producciones pagas se hacen
pasar por amateur para obtener mayor audiencia. Esto nos da una primera pauta del estatuto
falseado de la realidad pornográfica, una ambigüedad en la habremos profundizar.
Mientras que el usuario porno, en la medida en que contempla una imagen, copula
con una ficción que incorpora a su placer volviéndola real; el actor o actriz porno, los que
"realmente" tienen sexo, lo tienen iluminados por una publicidad que agrega cierto carácter
suplementario a su tarea; revelando la ficción en lo que actúan. Es el deseo suscitado, la
deseabilidad de lo que están performando, lo que cubre esa diferencia haciendo pasar algunos
gestos por expresiones genuinas de placer, y bloqueando otros como necesarias pantomimas
de una marioneta. El porno amateur -que comienza como perspectiva voyeur, autoeliminada-
parecería romper por completo esta lógica al incorporar en su misma práctica una indistinción
entre la experiencia relacional del sexo y la masturbación. No obstante, la indistinción es
también una forma particularmente precisa de mantener dos cosas separadas. Con ella, la
realidad se intensifica al ser registrada para una imaginación que la excede. Esta imaginación
se presenta como el ojo pre-existente a todo sexo. Ojo que, por lo tanto, se regocija al verlo y
poseerlo por completo. En este sentido, el amateur le da trabajo al actor porno, pues reduce
las condiciones necesarias para que las imágenes de sexo sean efectivamente incorporadas.
Por eso no habría que utopizar la accesibilidad al consumo y producción horizontal porno que
ofrecen los sitios exclusivamente basados en la contribución de sus usuarios. En Poringa, por
ejemplo, para que una mujer heterosexual pueda subir fotos de varones, debe clasificar su
posteo como gay; aún si apunta a que esas fotos sean vistas por otras mujeres heterosexuales.
A pesar de que un mismo sitio es compartido por diferentes orientaciones sexuales, la
preeminencia del usuario hétero-masculino rige los protocolos de clasificación. En este caso,
la hétero-sexualidad que ordena socialmente el género para ser inteligible parecería subsumir
la porno-sexualidad que se cristaliza en internet. No sucede lo mismo cuando desde el
espacio pornográfico se representan los límites del sistema socio-sexual: mientras que éste
compartimentiza e incomunica la diversidad sexual, la sexualidad en su dimensión porno se
moldea según fronteras mucho más fluidas. El porno se hace solidario de todas las
transgresiones, de todas las perversiones. Como frenética instigación al deseo, vive de la
distinción entre nuestra vida sexual y nuestra vida ordinaria, del público secretismo del sexo
con el que ciertos poderes lo regulan por fuera del marco jurídico. Es el inside/out de una
imagen que -atendiendo a su representativad respecto a los colectivos sexuales- reproduce las
jerarquías existentes (las "comunidades" de Poringa comprenden hétero y homosexualidades
masculinas y femeninas, pero dibujan diagramas de preponderancia claros: hay más posteos
hétero que gay, pero hay más posteos gay que lesbianos. A su vez, los posteos trans se
reducen exclusivamente a mujeres trans como objeto de deseo y consumo, pero ninguna
aparece como usuario activo. Por último, la masculinidad trans no tiene ningún asiento en
esta ágora porno más que en algún posteo sobre Buck Angel como sujeto excepcional o
freak); pero que, a su vez, las mezcla en una dimensión suplementaria de donde los límites
pueden retornar trastocados.
Esta convivencia pegajosa de transacciones porno puede visualizarse si atendemos a
lo que ha constituido la lógica esencial de la publicidad de la imagen pornográfica en
internet: las categorías. Todo sitio maneja un número de categorías que ordenarán los
millones de gigabytes de sexo filmado. En youporn.com, el segundo sitio porno más visitado
internacionalmente, las categorías comprenden determinaciones de orientación sexual (Gay,
Bisexual, Lesbian, Strt sex, Shemale), pero también raciales (Interracial, Ebony), de
nacionalidad (Latina, European, German, Asian), etológicas (DP, Squirting, Kissing,
Rimming, Anal, Blowjob, Handjob), etarias (Teen, MILF, Young/Old), tecnológicas
(Webcam, Dildos, Shaved); categorías que respectan a la publicidad o secreto del sexo en
cuestión (Hardcore, Public, Romantic) y muchísimas otras tipificaciones del sexo (F-M
Strap-on, S/M, Hairy, Funny, Fantasy, Blonde y un largo etc.). No podemos establecer una
ordenación exhaustiva de las categorías, pues éstas nunca dejan de proliferar y mezclarse.
Tengamos en cuenta que youporn.com es un sitio bastante conservador, y que muchas de sus
categorías revelan una heurística heteroblancocentrada: mientras que la homosexualidad
femenina y masculina reciben una categoría respectivamente (siendo muy dudoso que la de
lesbianas esté apuntada a otro grupo más que al de los hétero-varones), la heterosexualidad
despliega todos los gradientes y refinaciones de gusto (según la cantidad de vello púbico en la
vagina, según el color de pelo de la mujer, según dónde recibe la eyaculación, etc.). Pero
notemos también que aún el sitio más heterocentrado revela un complejo diagrama donde la
sexualidad se organiza según ejes en los que el género no es más que una característica entre
otras. ¿Quién puede decir que es lo mismo desear una mujer chupando un pito, una mujer
desnudándose, una mujer rubia desnudándose, una mujer con pito, etc.? De estos mega-
porno-portales (redtube, youporn, xtube, etc.), ninguno supedita sus categorías al gran
binomio homo/hétero. En mayor o menor medida, todas proponen un gradiente de
ensamblajes sexuales que valen por su singularidad y no necesariamente por el género de los
participantes. La prueba de esto es que los sitios exclusivamente gay o exclusivamente hétero
también funcionan por una lógica de categorías que hacen intervenir las más diversas
variables a la hora de elegir el signo preponderante en un agenciamiento sexual. Sólo los
sitios distribuidores, directamente filiados con las productoras porno, se valen de categorías
rígidas homo/hétero. Las categorías actúan aquí como tabulaciones en las que se ordenarán
múltiples subcategorías, según el rango pornográfico que la productora desee cubrir. Pero las
tabulaciones nombran una experiencia futura, un afecto completable con la efectiva compra y
acceso al material prometido y parcialmente expuesto. Lo que la categoría clasifica en este
caso es al comprador, al sujeto individualizado por su elección comercial. El comprador
siempre es hétero o gay, aún si es un hétero que en secreto compra porno gay. Es identificado
como consumidor-gay, el resumen de su tarjeta de crédito puede certificar que es gay. Pero el
porno-net-yonki, aquel para quien las categorías son imágenes incorporadas, se encuentra
más libre del silogismo que reúne las implicaciones entre lo que se es y lo que se desea ver.
Podría decirse, en un mismo sentido, que el historial de nuestro navegador de internet
revela nuestras inclinaciones estadísticas. Pero no sólo el carácter fácilmente eliminable de
este repositorio de datos explica la diferencia. La velocidad y variabilidad del montaje porno-
web dota a la fantasía del usuario una consistencia mucho más fluida, desarmable y adaptable
que la de, por ejemplo, el soporte dvd. No habría que pensar, por esto, en que el gusto del
usuario porno-web es omniabarcante. Simplemente, su medio está pensado para pasar
rápidamente de una categoría a otra, transversalmente. No para proporcionarle un máximo de
placer, sino para igualar toda representación ante un umbral de frustración determinado por la
impostergabilidad del orgasmo. La velocidad de la red acentúa el carácter fragmentario del
porno: la necesidad de hacer un montaje, de reunir en secuencias y construir una
trascendencia que contenga la orgía de los objetos parciales. Sexualidad axiomática,
capitalistica, regenerada, regenerable. Al decir de Preciado: prostética, no escencialista.

III
Creemos que esta característica del porno, la territorialización del sexo mediante
signos desterritorializados (el cuero, la pija, el pelo rubio, la calle, la escuela, la oficina, las
polleras, las botas, el ano, los dildos; las cosas que suplementan el "mero" sexo, los
"embragues" del porno), destruye la creencia en "la sexualidad" como una función o
comportamiento coherente y unificado. Recordemos la frase de Guattari citada en un
principio: "el deseo de ser poseidx es el deseo de ser destruido como unidad personológica
exclusiva y limitativa". Creo que esta frase indica, como pocas, la ambigüedad constitutiva de
la relación entre sexualidad e identidad. En este sentido, también Sedwick dispara -en el
citado 2º axioma- un poderoso párrafo que todavía meditaré por largo tiempo:

De momento, es prácticamente situar en el mapa delimitado por la distinción feminista entre sexo y
género todo el ámbito de lo que la cultura moderna denomina "sexualidad" y también "sexo" (la serie
de actos, expectativas, narraciones, placeres, formaciones de identidad y conocimientos, en mujeres y
hombres por igual, que suele agruparse en torno a ciertas sensaciones genitales aunque no las defina
adecuadamente). (...) Pero en la medida en que, como Freud argumentó y Foucault asumió, la
naturaleza inconfundiblemente sexual de la sexualidad humana tiene que ver precisamente con su
exceso o diferencia potencial con respecto de las escuetas coreografías de procreación, la "sexualidad"
puede que sea justamente lo contrario de lo que originariamente hemos entendido como sexo (basado
en los cromosomas).1

¿Qué quiere decir esto? ¿Es que acaso cogemos para elegir, aunque sea en un brevísimo
instante, las categorías que -de antemano- determinan nuestro deseo? Bajo el binomio de
género, la sexualidad aparece como nexo de las posiciones sexuadas que el mismo género
adopta como suyas. Pero el ejercicio sexual parecería oscilar entre la necesidad y la
trasgresión de la posición, entendiendo ahora por "posición" un rango coreográfico mucho
más amplio y complejo que la dualidad varón/mujer. Por un lado se vale de un impulso que
debe superar la voluntad de los participantes, los debe arrastrar; y por el otro supone una
minuciosa construcción, por parte de ellos, de las condiciones y significaciones que habrán de
excederlos. Claro que, en este sentido, estamos reuniendo necesariamente orgasmo y
sexualidad, como si éste fuese el fin natural de aquella. No puede ser de otra manera si
atendemos a la sexualidad porno-moldeada, la que se nos revela como mayor y hegemónica.
Porno-orgásmico es el momento en el que el yonki se aferra a una representación y "se va"
con ella. La afirma y la incorpora hasta quitarla del marco porno y hacerla desvanecer. Ese
signo al que se aferra no es un objeto, y por eso no encuadra en los marcos del género;
protocolo que ordena desear lo que no somos. Esto no quiere decir, evidentemente, que el
género está excluido del erotismo. Es, más bien, un gran catalizador del erotismo. Pero la
sexualidad que se pone en juego no parece ser la consecución de un otro del que carecemos,
sino la incorporación de un signo que excede nuestra identidad; aún si este exceso no sirve
más que para reforzar la necesidad de ser uno.

1 Eve K. Sedwick. Epistemología del armario, Introducción, pp. 43-44. Ediciones de la Tempestad, Barcelona.
Bibliografía:

- Kosofsky Sedwick, Eve: Epistemología del armario. Introducción. Ediciones de la


Tempestad, Barcelona.
- de Lauretis, Teresa: Sujetos excéntricos. ¿?
- Preciado, Beatriz: Manifiesto contra-sexual. Ópera prima, Madrid, 2002
Testo-yonki. Cap. 10 “Pornopoder”. Espasa Calpe, Madrid, 2008
- Rubin, Gayle: “Reflexionando sobre sexo: notas para una teoría radical de la
sexualidad” en Vance, Carol S. (comp) Placer y peligro. Explorando la sexualidad femenina.
Talasa Ediciones, Madrid 1989.

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