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INTRODUCCIÓN
Quiere esto decir que el concepto España va a ser contemplado sin prejuicios ni
exaltaciones, sin literatura hagiográfica ni demagogias de cualquier índole, sino con
espíritu de sana crítica, teniendo como objetivo, dentro de la modestia de este
conferenciante, sentar una doctrina que discierna con claridad lo verdadero de lo falso
para que todos aquellos que vivimos en esta tierra podamos emprender juntos y en
fraternal armonía, un camino decidido hacia el futuro compartido con todos los demás
pueblos de Europa.
Por esta razón, el subtítulo de esta conferencia dice “Una visión diferente de
España en la Europa de los Pueblos”, ya que esta “visión diferente” de España que
mostramos consiste precisamente, entre otras cosas, en cotejar nuestra historia y
estructura política con las de otros pueblos europeos en un intento de mostrar que no
somos tan distintos, que compartimos con ellos algo más que un simple continente
geográfico y que la revisión de la Historia de España que proponemos, así como la
propuesta de una nueva estructura político administrativa de la misma, deben ser
igualmente llevadas a cabo en todo el continente europeo
Esperando que lo que a continuación se dirá pueda colmar las expectativas de los
oyentes, quiero expresar a todos mi agradecimiento por el interés mostrado al acudir a
este acto.
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LAS ESPAÑAS
FAMILIA DE NACIONES.
Entre los graves problemas que se nos presentan en este momento de la historia,
que afectan a todo el continente europeo, pero muy especialmente a nosotros los que
habitamos la Península Ibérica, está el de la preservación de la identidad de nuestros
pueblos y si no lo resolvemos con un ilusionante proyecto colectivo, difícil, si no
imposible, será enfrentarnos a los demás. Porque, seamos realistas: La identidad de
España, el definir con acierto qué es lo que somos y quienes somos, es un problema al
que todavía no hemos sido capaces de dar solución satisfactoria. Y como este problema
sigue sin despejarse, aunque haya habido épocas de nuestra larga historia en que ha
permanecido latente, en cuanto se produce alguna crisis de cualquier índole, vuelve a
resurgir, como el fuego surge de las cenizas, aparentemente apagadas, al recibir la
menor ráfaga de viento.
Para sentarse a estudiar los problemas que nos afectan y aportar, en firme
consenso, las soluciones a los mismos, necesitamos la paz social. Y la paz social no
puede establecerse sin implantar antes el orden y la justicia. Implantar el orden no es
difícil, pues solo hace falta la fuerza. Lo difícil es lograr que este orden sea justo y no
una mera imposición de poder. Un orden sin justicia es pan para hoy y hambre para
mañana.
En el asunto que nos concierne hoy sobre la identidad de los pueblos de España,
ser honesto es tener la capacidad de mirar las cosas sin prejuicios, prescindir del
visceralismo y saberse uno poner en el lugar del otro, es decir tratar de entender como
sienten y piensan los demás.
Por último, dar a cada uno lo suyo es reconocer que no se puede aplicar el
mismo rasero para todos y que cada pueblo tiene su porción definida de territorio, sus
derechos históricos, su lengua y sus símbolos, los cuales son tan respetables como los
nuestros propios. En definitiva, practicar la justicia es solamente una cuestión de buena
voluntad.
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Las que ahora van a escuchar Vds. son unas ideas tan heterodoxas, son unas
posiciones tan atrevidas, con respecto a los tópicos a los que estamos acostumbrados y
que damos por verdaderos sin el menor intento de análisis y crítica, que cuesta trabajo
ciertamente ponerlos de manifiesto sin arriesgarse a sufrir insultos y hasta agresiones.
Se van a decir aquí verdaderas herejías para aquellos que comulgan con la
historia oficial y oficialista, tanto la tradicional conservadora como la progresista
liberal. Si se me permite la expresión, mi opinión, que afortunadamente es reflejo de
una nueva línea de pensamiento que se va extendiendo por Europa, es transgresora y
transversal y por ello me temo que quizá más de uno se va a levantar indignado y
abandonará esta sala como protesta ante mi osadía. Espero que no suceda así y que mis
argumentos, expresados con afecto y respeto, sean capaces, si no de convencer, sí al
menos de interesar y que sirvan para plantear un debate sereno para conciliar posiciones
y enfrentar juntos el peligroso futuro que nos espera.
Desde que el hombre empezó a poner por escrito los acontecimientos, es decir,
desde hace más de tres milenios, siempre hay dos versiones de los hechos que se narran,
o sea, que, como dijo Honorato de Balzac, hay dos historias: La historia oficial que se
enseña “ad usum Delphini” y la historia real, en la que se encuentran las verdaderas
causas de los acontecimientos. O dicho en otras palabras, hay una historia de los
“buenos” y una historia de los “malos, una historia de los vencedores y una historia de
los vencidos, una historia dictada por las clases dominantes para justificar y legitimar su
dominio y otra historia, más difícil de encontrar y narrar por lo que supone de acto de
libertad y de rebeldía, que es la vivida y sufrida por el pueblo, objeto, sujeto y actor
secundario del drama de la existencia.
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dice la izquierda y también lo es lo que dice la derecha, el centro no es otra cosa que el
fiel de una balanza que equilibra ambas mentiras, de lo cual no se puede deducir una
verdad.
Pues bien: Hemos realizado hasta aquí una introducción que creemos
indispensable, pero antes de entrar en materia, quiero que quede una cosa bien clara: Yo
soy español, me siento español y creo en España, pero la manera de ser español y
sentirse español no es una fórmula matemática precisa y exacta, igual para todos. Hay
modos y modos de ser español y sentirse español de la misma manera que la creencia en
España no responde a una definición absoluta, sino que se deriva o bien de tópicos y
prejuicios viscerales, subjetivos e interesados (que son los que han primado hasta casi
ayer y aun predominan en el inconsciente colectivo) o bien de un análisis frío,
estrictamente científico y objetivo (que es lo que algunos proponemos).
De acuerdo con el título de esta conferencia, yo veo a Las Españas como una
gran familia donde los hermanos no son clones, sino que cada uno tiene sus propias
características y su personalidad. Y en una familia bien avenida ninguno de los
hermanos tiene más derecho que otro para imponer al resto su autoridad y sus formas de
ver la vida. Nadie, ni siquiera el primogénito, tiene poder legítimo en una familia para
decir a sus hermanos como tienen que vestirse y en que lengua tienen que hablar. Todas
las cuestiones de convivencia deben resolverse en fraternal acuerdo y no de otra manera,
de lo contrario la familia acabará rompiéndose. Precisamente por no observar esta
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conducta –y de ello todos tenemos algo de culpa- la gran familia española está a punto
de disgregarse y, lo que es peor, enfrentarse en una atmósfera asfixiante de
incomprensión y de odio. Esto es lo que algunos tratamos de evitar con todas nuestras
fuerzas y para ello ponemos nuestra contribución, como esta conferencia, por ejemplo.
¿Qué son, pues, Las Españas según la tesis que mantiene este conferenciante?
Lo resumiremos así:
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¿Qué son los estados modernos (y no solo España) sino artificiosos edificios
levantados con la pólvora de los mercenarios, el oro de los banqueros, la sangre de los
campesinos y la bragueta de los reyes, según acertada visión del escritor Joaquín
Bochaca?
¿Y qué son las naciones, las verdaderas naciones, sino armoniosos organismos
sociales formados por el devenir de la propia Naturaleza sobre la base de la etnia y la
geografía y guiados por su voluntad colectiva y soberana?
¿No nos damos cuenta de que nos estamos dejando llevar por los azares de la
historia, inducidos por los poderosos y por las pasiones irracionales, fomentadas por la
ambición de ciertas minorías, en lugar de guiarnos por la luz de la razón, por nuestra
propia naturaleza y por nuestra propia voluntad como pueblos soberanos?
Para intentar aportar una luz clara y precisa sobre tan complejo tema y con el
exclusivo ánimo de conciliar posiciones y sentar bases para un encuentro sereno y
cordial entre todos los habitantes de esta Península, sirvan las reflexiones que a
continuación desarrollamos.
En primer lugar hay que admitir que las apasionadas discusiones que suscita el
planteamiento de este problema vienen de la confusión o mezcla de los significados de
las palabras nación y estado, haciendo coincidir a ambas dentro del mismo concepto.
Por esto hay que dejar muy claro ya desde el principio que las citadas palabras tienen un
contenido semántico y un significado etimológico muy distinto.
Proveniente también del latín, la palabra estado (status) deriva del verbo statuo
que significa establecer, disponer, erigir, instituir, dejar sentado, decidir, decretar… y
también del verbo sisto que es consolidar, fijar, determinar.
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Queda, pues, clara la diferencia cuando empleamos correctamente estas palabras
en su sentido estricto original, pero en el uso corriente de ambas, su significado es
multívoco y entonces solo podemos deducir el sentido que se le da a una y otra palabra
analizando el contexto en que se están utilizando.
¿Y qué sería considerado como una nación según esta misma tesis?
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todo el complejo mundo antropológico por el que los componentes de una nación son
reconocidos por otros y se reconocen entre sí mismos.
La constitución de un estado, bien por imposición bien por pacto, tiene su origen
en un momento determinado de la historia, es decir, tiene una fecha exacta de
formación, mientras que el origen de una nación o área identitaria no está generalmente
determinado en un momento exacto de la historia ni tiene una fecha de fundación,
aunque hay excepciones, porque es consecuencia de un lento proceso de desarrollo a lo
largo de un tiempo que pueden ser milenios o siglos, si bien es verdad que, a veces,
pueden bastar unos cuantos años para que una comunidad humana pueda reconocerse a
sí misma como una nación por un acto de consenso y voluntarismo político, tal como
sucedió en la fundación de los Estados Unidos de América, casi la única ocasión en la
historia en que estado y nación se fundan al unísono. Pero no es menos cierto que este
consenso de voluntarismo político no puede nunca llegar a buen puerto si previamente
no existe una notable homogeneidad étnica y una lengua única, por lo cual una nación
fundada sobre la voluntad política de una comunidad sigue teniendo como base esencial
unos aspectos biológicos y naturales.
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Lo que es un arbitrario concepto de la modernidad es el de nación igual a estado
o estado igual a nación, ideología esta que procede en primer lugar de las exaltaciones
del romanticismo decimonónico, hijo de la Revolución y en segundo lugar de la
disolución de los viejos imperios después de la Primera Guerra Mundial, porque una
nación puede vivir perfectamente sin constituir un estado, limitándose a ser un conjunto
de clanes o tribus o una comunidad cohesionada por la lengua, la etnia, la historia y la
tradición y con conciencia de ello, pero a su vez, cualquier nación puede,
voluntariamente o no, formar une entidad jurídica como estado o integrarse, también
voluntariamente o no, en una entidad jurídica más amplia formada por varias naciones
que constituyen un estado, llámese este monarquía, imperio o república.
Existen casos en la historia en los cuales una nación logra convertirse en estado
para luego perder esa cualidad política eliminada por una potencia exterior. Tal es el
caso de Polonia, troceada como estado y sin instituciones políticas propias después de
los conocidos “repartos” de esa nación entre las potencias vecinas en el siglo XVIII.
¿Podemos decir por eso que Polonia dejó de ser una nación por más de 200 años? ¿No
sería más exacto concluir que Polonia dejó de ser un “estado” pero que nunca perdió su
condición nacional pese a estar sometida y repartida entre el Imperio Ruso, el
Archiducado de Austria y el Reino de Prusia?
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y turdetanos de la antigua Bética, cambiaran sustancialmente su identidad por el hecho
de que en Córdoba hubiese un emir en lugar de un duque visigodo.
Las verdaderas invasiones vinieron después, durante los siglos XI, XII y XIII
(almorávides, almohades y benimerines) siendo las más peligrosas e importantes las dos
primeras y estas sí alteraron la antigua constitución étnica de los pueblos ibéricos,
provocando masivas emigraciones al norte, sobretodo al Reino de León, de mozárabes
cordobeses y toledanos e introduciendo gente del Sahel, negros africanos, cuya vista
causó conmoción entre los cristianos españoles que no había visto un negro en su vida..
Otro ejemplo de esto que decimos, fuera de nuestras fronteras, es Irlanda que fue
una nación desde hace muchos siglos aunque no tuvo nunca una unidad política
duradera ni constituyese un estado propiamente dicho. Porque los irlandeses, divididos
en clanes, se reconocían mutuamente a sí mismos como tales, pero solo en 1921
lograron tener un estado propio, habiendo estado sujetos durante ochocientos años a la
monarquía inglesa. ¿Podemos decir por ello que los irlandeses no han sido una nación
hasta bien entrado el siglo XX? Evidentemente no.
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Galeses y escoceses por el contrario sí que han tenido estados propios e
independientes con fecha de fundación aunque ya antes eran entidades nacionales muy
claras, de etnia celta, bien diferenciada de sus vecinos anglosajones. Y hoy, integradas
en el reino Unido de Gran Bretaña, es decir, no teniendo estado propio desde hace siglos
y sin quererlo tener pues han rechazado hasta la autonomía por sus altos costes, no por
ello han perdido su sentimiento nacional muy bien definido en todos los aspectos etno-
culturales. Ellos serán británicos pero nunca ingleses. No tendrán estado, pero serán
nación.
Extremadura fue sin embargo en un principio una mera prolongación política del
Reino de León por el oeste y de Castilla por el este, pero ya existía allí, antes, durante y
después de la Reconquista, una población autóctona de etnia vetona y ya en el siglo
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XVI se la identifica como “provincia fiscal” distintiva, diferenciada tanto de León como
de Castilla.
El reino de Toledo, dentro del gran estado que era la Corona de Castilla,
adquirió personalidad jurídica propia desde su reconquista y fue igualmente repoblado
por leoneses, castellanos y otros, además de contener una población mozárabe de
sustrato étnico carpetano, lo cual dota a este ente jurídico de personalidad propia, siendo
como era además, la antigua capital y centro geopolítico de la Monarquía visigoda.
Como ejemplo final, los vascongados por un lado y los vascones por otro,
forman desde tiempos antiquísimos una comunidad cultural y étnica unitaria, aunque los
primeros formaron voluntariamente parte de un estado, la Corona de Castilla y los
segundos constituyeron el suyo propio, el Reino de Navarra, lo cual no hace que vasco-
navarros dejen de ser un pueblo característico, es decir, un área identitaria homogénea
que se puede llamar con todo derecho y propiedad Euskal-Herría, siempre y cuando esta
entidad se logre por unánime y expresa voluntad popular.
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• Por compartir un territorio geográficamente muy definido como lo es la
Península Ibérica.
• Por intereses colectivos de carácter económico, comercial, laboral, fiscal y de
defensa militar.
• Por solidaridad natural entre pueblos hermanos y vecinos que hemos
compartido las misma vicisitudes históricas.
• Por los movimientos migratorios entre los pueblos hispanos que, aunque no
deseados, son una realidad que ha hecho más permeables las diferencias entre
unos y otros.
• Por la consanguinidad establecida a través de las innumerables uniones entre
hombres y mujeres de nuestros diversos pueblos, lo cual hace que millones de
españoles tengan orígenes diversos que los emparentan sentimentalmente con
dos o más pueblos de España.
• Por compartir una misma tradición en los ámbitos de las Artes, las Letras y las
Ciencias, pudiéndose hablar con toda propiedad de la existencia ante el mundo
de una cultura netamente española, por encima de los particularismos
identitarios.
• Por la vertebración espiritual que la religión católica ha logrado a lo largo de
centurias (mucho más de mil años) lo cual nos dota de unas creencias
fundamentales, unos valores morales y unas costumbres y prácticas religiosas
comúnmente compartidos, porque séase o no católico, nadie podrá dudar que
las Españas, como parte de la Cristiandad, han recibido del catolicismo romano
una grandísima herencia en su peculiaridad colectiva y esto nos enlaza
igualmente con los demás pueblos europeos, con los matices que pudieran
puntualizarse.
Por esta razón, proclamamos como fin irrenunciable llegar a un acuerdo colectivo, a
un pacto “inter-hispánico”, a un “foedus” en el sentido latino de esta palabra, para
establecer un estado común a todos que puede ser una república federal o ¿por qué no?
una monarquía foral.
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Las Españas, haz de pueblos y familia de naciones. Creemos que deberíamos
asumir sin reservas este concepto no solo porque responde a la realidad histórica y
étnica sino sobretodo porque es la voz y voluntad expresa de los ciudadanos.
Podríamos aquí dar por terminada esta conferencia, pero nos parece indispensable
añadir algo sumamente importante para nuestro futuro.
Esta gran familia de naciones que forman Las Españas, está integrada “volens
nolens” en la comunidad antropológica que llamamos Europa y nuestro destino está
necesariamente encadenado al destino de todos los demás pueblos europeos que
conforman lo que se ha llamado Occidente o más antiguamente la Cristiandad.
Y con esto termino, amables oyentes, no sin antes pedir perdón si alguien se ha
sentido ofendido por entender España de manera diferente a la mía. No ha sido nunca
mi intención herir los más profundos sentimientos de nadie en un tema que, como decía
al principio, es extremadamente delicado. Pero no puedo terminar mi alocución sin
lanzar una consigna que resume todo lo dicho en esta conferencia y que espero se vaya
extendiendo por toda la “Piel de Toro”:
Muchas gracias.
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