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De nuestros antecedentes

Al producir ahora, por una vuelta atrás, los trabajos de nuestra entrada en el psicoanálisis,
recordaremos desde donde se hizo esta entrada.

Médico y psiquiatra, habíamos introducido, bajo el membrete del "conocimiento paranoico",


algunas resultantes de un método de clínica exhaustiva, del cual nuestra tesis de medicina
constituye el ensayo(1)

Más bien que evocar al grupo (Evolution psychiatrique) que tuvo a bien dar acogida a su
exposición, o incluso su eco en los medios surrealistas donde un relevo nuevo reanudó un lazo
antiguo: Dali, Crevel, la paranoia crítica y el Clavecín de Diderot -sus retoños se encuentran en
los primeros números de Minotaure(2)-, apuntaremos el origen de este interés.

Reside en el rastro de Clérambault, nuestro único maestro en psiquiatría.

Su automatismo mental, con su ideología mecanicista de metáfora muy criticable sin duda, nos
parece, en su manera de abordar el texto subjetivo, mas cercano a lo que puede cons- truirse
por un análisis estructural que ningún esfuerzo clínico en la psiquiatría francesa. Fuimos
sensibles allí a una promesa que nos afectó, percibida por el contraste que hace con lo que
asoma de declinante en una semiología cada vez mas adentrada en los presupuestos
razonantes.

Clérambault realiza, por su ser de la mirada, por sus parcialidades de pensamiento como una
recurrencia de lo que recientemente nos han descrito en la figura fechada de "El nacimiento de
la clínica(3)".

Clérambault conocía bien la tradición francesa, pero era Kraepelin quien lo había formado, en
quién el genio de la clínica era llevado a lo mas alto.

Singularmente, pero necesariamente nos parece, nos vimos conducidos a Freud.


Pues la fidelidad a la envoltura formal del síntoma, que es la verdadera huella clínica a la que
tomábamos gusto, nos llevó a ese límite en que se invierte en efectos de creación. En el caso
de nuestra tesis (el caso Aimée), efectos literarios, y de suficiente mérito como para haber sido
recogidos, bajo la rúbrica (reverente) de poesía involuntaria, por el poeta Paul Eluard.

Aquí la función del ideal se nos presentaba en una serie de reduplicaciones que nos inducían a
la nacida de una estructura, mas instructiva que el saldo al que habrían reducido el asunto los
clínicos de Tolosa por una rebaja en el registro de la pasión.

Además el efecto como de bocanada que en nuestro sujeto había tumbado ese biombo que
llaman un delirio, en cuanto su mano hubo tocado, en una agresión no sin herida, una de las
imágenes de su teatro, doblemente ficticia para ella por ser de una vedette en realidad,
redoblaba la conjugación de su espacio poético con una escansión del abismo. Así nos
acercábamos a la maquinaria del paso al acto, y aunque sólo fuese por contentarnos con el
perchero del autocastigo que nos tendía la criminología berlinesa por boca de Alexander y de
Staub, desembocábamos en Freud.

La modalidad en que un conocimiento se especifica con sus estereotipos, e igualmente con


sus descargas, para testimoniar de otra función, podía dar lugar a enriquecimientos a los que
ningún academismo, siquiera fuese el de la vanguardia, hubiese negado su benevolencia.

Tal vez se captará cómo, traspasando las puertas del psicoanálisis, reconocimos de inmediato
en su práctica prejuicios de saber mucho más interesantes, por ser los que deben reducirse en
su escucha fundamental.

No habíamos esperado a ese momento para meditar sobre las fantasías por las que se
aprehende la idea del yo, y si el "estadio del espejo" fue producido por nosotros, todavía a las
puertas de la titulación usual, en 1936(4), en el primer congreso internacional en que tuvimos la
experiencia de una asociación qué debía darnos muchas otras, no sin méritos estabamos en
él. Pues su invención nos colocaba en el corazón de una resistencia teórica y técnica que
aunque constituía un problema que después fue cada vez mas patente, se hallaba, preciso es
decirlo, bien lejos de ser percibido por los medios de donde habíamos partido.

Nos ha parecido bien ofrecer al lector en primer lugar un pequeño artículo, contemporáneo de
aquella producción.(5)

Sucede que nuestros alumnos se hacen la ilusión de encontrar "ya allí" aquello a lo que
después nos ha llevado nuestra enseñanza. ¿No es bastante que lo que está allí no haya
cerrado el camino? Tómese lo que aquí se dibuja en cuanto a una referencia al lenguaje como
fruto de la única imprudencia que nunca nos ha engañado: la de no fiarnos de nada sino de
esa experiencia del sujeto que es la materia única del trabajo psicoanalítico.

El título "Más allá, etc. " no se arredra ante la paráfrasis del otro "Más allá" que Freud asigna
en 1920 a su principio del placer. Por lo cual se pregunta uno: ¿Rompe allí Freud el yugo
gracias al cual sostiene este principio por hacerlo gemelo del principio de la realidad?.
Freud en su "Mas allá" da cabida al hecho de que el principio de placer, al que ha dado en
suma un sentido nuevo al instalar en el circuito de la realidad, como proceso primario, la
articulación significante de la repetición, viene a tomar uno mas nuevo aún por facilitar el
derribo de su barrera tradicional de1 lado de un goce, cuyo ser entonces se reviste con el
masoquismo, o incluso se abre sobre la pulsión de muerte.

¿Qué resulta en estas condiciones de aquel entrecruzamiento por el cual la identidad de los
pensamientos que provienen del inconsciente ofrece su trama al proceso secundario,
permitiendo a la realidad establecerse a satisfacción del principio de placer?

He aquí la pregunta en que podría anunciarse ese abordar del revés el proyecto freudiano con
que hemos caracterizado recientemente el nuestro.

Si se encuentra aquí su esbozo, no podría ir lejos. Digamos únicamente que no exagera el


alcance del acto psicoanalítico suponiendo que trasciende el proceso secundario para alcanzar
una realidad que no se produce en él, aunque sólo fuese rompiendo la ilusión que reducía la
identidad de los pensamientos al pensamiento de su identidad.

Si en efecto todo el mundo, aún los bastante tontos para no reconocerlo, admite que el proceso
primario no encuentra nada real si no es lo imposible, lo cual en la perspectiva freudiana sigue
siendo la mejor definición que puede darse de él, se trataría de saber más de lo que encuentra
de Otro para poder ocuparnos de ello.

No es pues ceder a un efecto de perspectiva el ver aquí ese primer delineamiento de lo


imaginario, cuyas letras, asociadas con las de lo simbólico y de lo real, vendrán a adornar
mucho mas tarde, justo antes del discurso de Roma, los potes para siempre vacíos por ser
todos tan simbólicos, con que haremos nuestra triaca para resolver los azoros de la cogitación
psicoanalítica.

Nada en esto que no se justifique por la tentativa de prevenir los malentendidos que abrazan la
idea de que habría en el sujeto algo que respondería a un aparato -o incluso como se dice en
otras partes, a una función propia- de lo real. Ahora bien, es a este espejismo al que se aboca
en esta época de una teoría del Yo que, aún apoyándose en el lugar que Freud concede a esta
instancia en Psicología de las masas y análisis del yo, comete un error, puesto que no hay en
este artículo otra cosa que la teoría de la identificación.

Dejando demasiadamente, por otra parte, de referirse al antecedente necesario, sin duda
producido en un año en que la atención de la comunidad analítica está un poco relajada por
tratarse de 1914, del articulo Introducción al narcisismo que da a aquél su base.

Nada en todo caso que permita considerar unívoca la realidad que se invocaría al conjugar los
dos términos: Wirklichkeit y Realitat qué Freud distingue allí, reservando especialmente el
segundo a la realidad psíquica.

Entonces toma su valor, este si Wirklich operante, la cuña que introducimos al volver a colocar
en su lugar la evidencia engañosa de que la identidad consigo mismo que se supone en el
sentimiento común del yo tendría cualquier cosa que ver con una pretendida instancia de lo
real.

Si Freud recuerda la relación del yo con el sistema percepción-conciencia es únicamente para


indicar que nuestra tradición, reflexiva, de la que sería erróneo creer que no haya tenido
incidencias sociales por haber dado apoyo a formas políticas del estatus personal, ha puesto a
prueba en este sistema sus patrones de verdad.

Pero es para ponerlas en tela de juicio para lo que Freud liga al yo con una doble referencia,
una al cuerpo propio, es el narcisismo, la otra a la complejidad de los tres órdenes de
identificación.

El estadio del espejo da la regla de la repartición entre lo imaginario y lo simbólico en ese


momento de captura por una inercia histórica cuya carga lleva todo lo que se autoriza en el
hecho de ser psicología, aunque sea por caminos por donde pretende desembarazarse de ella.

Por eso no dimos a nuestro artículo sobre el "Principio de Realidad" la continuación que
anunciaba y que debía habérselas con el Gestaltismo y la fenomenología.

Antes bien, recordando una y otra vez en la práctica un momento que no es de historia sino de
insight configurante, por lo cual lo designamos como estadio, aunque emergiese en una fase.

¿Debe reducirse ésta a una crisis biológica? Su dinámica tal como la exponemos se apoya en
efectos de diacronía: retraso de la coordinación nerviosa ligado al nacimiento prematuro,
anticipación formal de su resolución.

Pero es una vez más dar gato por liebre suponer una armonía que contradicen muchos hechos
de la etología animal.

Y enmascarar lo vivo de una función de falta con la cuestión del lugar que puede tomar en una
cadena causal. Ahora bien, lejos de pensar en eliminarla de ella, una función tal nos parece
ahora el origen mismo de la noesis causalista, y hasta el punto de confundirla con su paso a lo
real.

Pero darle su eficacia por la discordancia imaginaria sigue siendo conceder demasiado lugar a
la presunción del nacimiento.

Esta función es de una falta mas crítica por ser su cobertura el secreto del júbilo del sujeto.

En lo cual se deja ver que toda dilación sobre la génesis del yo participa aún de la vanidad de
lo que juzga. Lo cual parece caer por su propio peso, pensándolo un poco: ¿puede ningún
paso en lo imaginario rebasar sus propios límites, si no procede de otro orden?

Sin embargo es sin duda lo que promete el, psicoanálisis, y que se quedaría en mito si
retrocediese hasta el nivel de ese orden.
Para localizarlo en el estadio del espejo, sepamos en primer lugar leer en él el paradigma de la
definición propiamente imaginaria que se da de la metonimia: la parte por el todo. Pues no
omitamos lo que nuestro concepto envuelve de la experiencia analítica de la fantasía, esas
imágenes llamadas parciales, únicas que merecen la referencia de un arcaísmo primero, que
nosotros reunimos bajo el título de imágenes del cuerpo fragmentado, y que se confirman por
el aserto, en la fenomenología de la experiencia kleiniana, de las fantasías de la fase llamada
paranoide.

Lo que se manipula en el triunfo del hecho de asumir la imagen del cuerpo en el espejo, es ese
objeto evanescente entre todos por no aparecer sino al margen: el intercambio de las miradas,
manifiesto en el hecho de que el niño se vuelve hacia aquel que de alguna manera le asiste,
aunque sólo fuese por asistir a su juego.

Añadamos lo qué un día una película, tomada por completo fuera de nuestra intención, mostró
a los nuestros, de una niña confrontándose desnuda en el espejo: su mano como un
relámpago cruzando de un tajo torpe la falta fálica.

Sin embargo, sea lo que sea lo que la imagen cubre, ésta no centra sino un poder engañoso
de derivar la enajenación que ya sitúa el deseo en el campo del Otro, hacia la rivalidad que
prevalece, totalitaria, por el hecho de que el semejante se le impone con una fascinación dual:
este "lo uno o lo otro" es el regreso depresivo de la fase segunda en Melanie Klein; es la figura
del asesinato hegeliano.

Añadamos el uso con fines de apólogo para resumir el desconocimiento aquí arraigándose
originario, de la inversión producida en la simetría con relación a un plano. No tomaría valor
sino por una referencia más desarrollada a la orientación en el espacio, en la que se asombra
uno de que la filosofía no se haya vuelto a interesar desde que Kant con su guante en la punta
de los dedos suspendió de ella una estética tan fácil de volver del revés sin embargo, como
ese guante mismo.

Sin embargo es ya colocar la experiencia en un punto que no permite engañarse sobre su lazo
con la calidad de vidente. Hasta el ciego es allí sujeto, por saberse objeto de la mirada. Pero
el problema está en otra parte, y su articulación es tan teórica como la del problema de
Molyneux(6), habría que saber lo que sería el yo en un mundo donde nadie supiese nada de la
simetría con relación a un plano.

Para los puntos de referencia del conocimiento especular finalmente recordamos una
semiología que va desde la mas sutil despersonalización hasta la alucinación del doble. Se
sabe que no tienen en sí mismos ningún valor diagnóstico en cuanto a la estructura del sujeto
(la psicótica entre otras). Es sin embargo mas importante anotar que no constituyen un punto
de referencia más consistente de la fantasía en el tratamiento psicoanalítico.

Nos encontramos pues con que volvemos a colocar estos textos en un futuro anterior: se
habrán adelantado a nuestra inserción del inconsciente en el lenguaje ¿No es exponerse,
viéndolos dispersarse a lo largo de años poco nutridos, al reproche de haber cedido a un
retardo?
Además de que no teníamos mas remedio que hacer en nuestra práctica nuestras escuelas,
alegaremos no haber podido hacer nada mejor durante aquel tiempo que preparar nuestro
auditorio.

A las generaciones presentes de la psiquiatría les costará imaginarse que hayamos sido, en
nuestros tiempos de sala de guardia unos tres los qué nos aventuramos en el psicoanálisis, y
sin ser ingratos para con aquel grupo de la Evolution psychiatrique, diremos que por más que
haya sido entre sus talentos donde el psicoanálisis salió a luz, no por eso recibió de ellos una
puesta en tela de juicio radical. El añadido para ese fin de una injerencia mundana no aumentó
ni su solidaridad ni su información.

A decir verdad ninguna enseñanza que no fuese la acelerada de rutina surgió antes de que en
1951 abriésemos la nuestra a título privado.

Si no obstante la cantidad de reclutas de la que se engendra un efecto de calidad, cambió


después de la guerra de todo a todo, tal vez la sala atiborrada para escucharnos sobre El
psicoanálisis, didáctico (a) (una coma en medio) será una evocación que recuerde que no lo
hicimos en vano.

Hasta la fecha sin embargo el lugar mas considerable qué nos ofreciera algunas conferencias
públicas fue aquel Collége philosophique donde se cruzaban, invitando Jean Wahl, las fiebres
de entonces(7).

Añadamos que esta nota no debe nada biográfico sino al deseo de esclarecer al lector.

Escritos 1

Escritos 2
Notas finales
1 (Ventana-emergente - Popup)
La psychose paranoiaque dans ses rapports avec la personalité, Le Francois, 1932 [Dé la psicosis
paranoica en sus relaciones con la personalidad, México, Siglo XXI, 19701. Se apoya sobre siete
observaciones, aunque su método impone en ella una monografía; el caso Aimée. Este hecho motiva la
apreciación galante que se encontrará de ella, de una lumbrera, en la p. 518 del tomo II de estos
Escritos.
2 (Ventana-emergente - Popup)
"Le probleme du style" y "Motifs du crime paranoiaque". Este último artículo dedicado a las hermanas
Papin y olvidado en una reciente reanudación del tema por un testigo de esta época [incluidos en la
edición mexicana de De la psicosis paranoica...].
3 (Ventana-emergente - Popup)
Cf. Michel Foucault, El nacimiento de la clínica, México Siglo XXI, 1967.
4 (Ventana-emergente - Popup)
Fue en el Congreso de Marienbad (5 de Julio de 1936) donde tomó su lugar este primer pivote de nuestra
intervención en la teoría psicoanalítica Se encontrará una referencia irónica a él en las pág. 174-175 de
estos Escritos, con indicación del tomo de la Encyciopedie francaise que da fe de la fecha de sus tesis
(1938) Habíamos descuidado en efecto entregar el texto para la memoria del Congreso.
5 (Ventana-emergente - Popup)
Se trata del artículo "Mas allá del principio de realidad" reproducido las pág. 67 de estos Escritos. Este
artículo, aparecido en L'Evolution Psychiatrique, 1936, fascículo 111, numero especial de estudios
freudianos pp 67-86, es estrictamente contemporáneo de la primera comunicación del "estadio del
espejo", fechado en "Marienbad-Noirmouter" en agosto-octubre de 1936.
6 (Ventana-emergente - Popup)
Cf. en los Cahiers pour l'Analyse, 2. mayo de 1966 Cercle d'Epistemologie de l'E. N. S. , el articulo de A.
Grosrichard, sobre "Une experience psychologique au XVIII siecle", donde se podrá profundizar, de la
ficción del ciego filósofo a la del filósofo ciego, la cuestión del Sujeto.
7 (Ventana-emergente - Popup)
Produjimos allí entre otras cosas un mito individual del neurótico, inicio de una referencia estructuralista
en forma (el primer texto de Lévi-Strauss sobre el mito). Su texto multicopiado, aparecido sin corrección
nuestra, dará fe para volver a tomarlo ulteriormente.

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