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pace nae ee je five on le ‘Gopi ep sl paeudénime de argentina atl Damen, resident: e Bane deste hace muchos has, Cos! es us peteeralain BLIGE {7 aetor testa, ulsujunte de comin ovale) eeeritor Be GLe os: Eh wat Coleccion ow hin pubes Inv wovaa Eb [nS focus y La vcs es un tangy el volureen de relatos bas {raves Tambien fm pub ebde wn Arora el ibe 6 a Mi EDITORI AL Virgin. « ataca de nuevo ice Woolf FA ANAGRAMA Copi Virginia Woolf ataca de nuevo ‘Traduccisn de Alberto Cardin mM EDITORIAL ANAGRAMA Virginia Woolf a encore feoppe ony Pecoon © EDITORIAL, ANAGRAM 14 COMO? {ZIS! ;ZAS! jAMOR! Aguella mafiana, el rotulista de tiras eémicas Ninu Nip se habia levantado de muy mal humor, como si bubiera presentido su doble destino. Sor big con mano temblorosa una taza de té de jazmin antes de afeitarse, y se hizo dos cortes en ia b: billa. «Tengo que dejar de tomar té de jazmine, se dijo. «Me pone nervioso.» Habia devidido aprovechat el slmuerzo piiblico de los micrcoles en Hara-Kiri para echarle el guan- te al Prof. Choron ¥ exigirle lo que le debia: sete cientos bocadillos, a novecientos francos viejos cada luno. Tenia cortado el teléfono desde Ia vispers. El rouulista de tras cOmicas habla aprendido su arte fen el Japén, su pais natal. Y era capaz de inventar de un plumazo la caligrafia gue ‘mejor armonizara ‘con el estilo de cualquier dibujante. Pensaba que tenfa un modo de presionar al Prof. Choron: si abandonaba la revista, los dibusjantes se verian obli gados a dibujar solos sus propios bocadilios, y me- dio analfabetos como eran, serian incapaces Cuando atravesaba el boulevard Saint-Germain, 7 POLCCCHOLOLEEES ESCO LTELOLEOOECOHOEEE se puso a llover a cantaros; echo a corver hasta la redaccién de Hare Kiri, Al legar, su impermeable de tergal estaba totalmente empapado. La puerta es. taba abierta, y no habia nadie a Ia entrada. Vio parecer Ia cabeza de Odile, In mujer del Prof. Cho: ron, por detras de una pila de revistas. “UuEn dénde te habias metido? —le pregunté ella—. jTe andamos buscando desde ayer! ‘Sin duda alguna, Mme, Choron lo confundia con tuno de los recaderos vietnamitas de la casa. Hacia, tuna semana que intentaba conseguir en vano una cita con Choron; hacia cola todas las mavianas en Ja acera, junto con una muchedumbre de acreedo: res, hasta que Odile salia a decir que Choron reci biria al dia siguiente. . “Tienes aqui el cheque de tu premio —dijo odie Qué premio? —pregunté Nunu.Nip. No sabes que has recibido el premio de rot listas de tiras cémicas del Museo de Arte Moderna de Nueva York? —dijo ella para su sorpresa. Odile le tendid varios recortes de periédicos. En luno aparecia incluso su foto, rematando un articu- lo firmado por Reiser, Al Capp, Wolinski y Sempé, donde lo trataban de genio. Es cierto que Ia mayor parte de los dibujantes de humor le debian una ‘buena parte de su éxito, Generalmente, en Ia parte de arriba de sus tiras, garabateaban sflabes como: TAh! (Uh! ;Pafi, © bien ;Oh, oh, oh!, como tinica {ndicacidn ‘para ef rotulista, Los ms inteligentes 8 escribian «sis y eno, a menudo muchas veces. Ninu= Nip interpretaba el sentido del dibujo, © inventaba el texto teniendo en eventa el espacio que el dibu. Jante le habia dejado a tal efecto; con frecuencia ‘Se habia visto obligado a borrar parte de Ia cabe Mera de un personaje, para hacer sitio a un boca: dillo que contuvicra varias frases. Habia acostum: bbrado a los dibujantes, a fuerza de enviatles corte. ses cartas de protesta, a que dejaran cada vez mas espacio libre para los textos. Cada uno se amoldaba # ello a su manera: Al Capp ampliaba el cielo de sus fondos, lo mismo que la mayor parte de los ibujantes americanos, para quienes se trataba de tun problema menor, acostumbrados como estaban 8 los grandes espacios; Reiser los habla imitado, Wansportando a sus personajes a Africa. Y cuando empezé a dibujar torres y arquitecturas solares, 3h guié respetando Ia regla del juego, dejando una es- pecie de pasillos aéroos para inciulr el texto. Los dibujantes de inspiracién semitics, como Wolinski ¥ Copi, decidieron acostar o sentar @ sus persona jes, para dejar mas espacio a Ios bocadillos: elimi inaron los decorados de fondo y los sustituyeron por dos trazos de tinta, que sugerian un campo de mar- garitas, un tapiz 0 un teléfono, Cabu y Willem, hijos de fa tiltima guerra europea, recargaban cada ver ‘més sus bocadillos; de modo que, mientras en lor americanos tenfan un cierto aspecto de nubes, en ellos hacian pensar en montones de rocas prestas fa caer en cualquier momento sobre la cabeza de 9 los personajes, en forma de avalancha 0 de meteo ritos. El dibujante preferido de Ninu-Nip era Sempé tun hombre extremadamente educado que, desde su primera carta certificada, le habia prometido des- terrar en adelante ef texto del interior de las vite- tas, para colocarlo a pie de pagina; incluso escribia €1 mismo los textos a maquina, seguin las instruc- ciones que Ninw-Nip le daba por telefono. 'Ninw-Nip se sents sobre tna pila de revistas y contemplé el cheque que Odile le tendia: ;Veinte mil délares! ;O sea, diez millones de céntimos! Lo ingresaria aquella misma mafana, y al dia siguiente se volveria al Japén, Habia legado a Europa en mil novecientos treinta y dos, siguiendo los pasos de un. pintor pariente de su madre. Se habia imaginado fentonces a Paris como Ia capital del imperio de Occi- dente, Su dominio del canto y el arte del pincel, ‘que él consideraba idéntices, le abririan las puer- tas de lor salones parisinos, donde pensaba brillar como travesti; su arte preferido era el travestismo, donde quedaban unidos la sombra del varén, el atuendo femenino y Ia vor del artista. Odile y Cho: ron, recién casados por entonces, habian acudido a tuno de sus happenings en un taller de pintor de la Rue Quincampoix, en mil novecientos sesenta, Cho ron se pasé todo el espectéculo riendo como un loco, a pesar de que no tenia nada de gracioso, y al Final le propuso trabajar como rotulista en Hava Kiri, que entonces empezaba a nacer. Odile lo sacé de sus recuerdos para decir: 10 —iVames a almorear, todos los dibujantes te es tan esperando! Se dijo para si que NinwNip habia pegado un buen bajén aquel invierno, y Io ayudé a ponerse fen pie; él se apoyd en su baston de cafa, y tomé a Odile del brazo. Avanzaron por el pasilla en forma de L que conducia al salén donde los dibujantes te- nian la costumbre de trabajar juntos sobre una in ‘mensa mesa que, en esta ocasion, hablan convertido fen buffet. Los bacetos de las tiras humoristicas se entreveraban con las montafias de cuscis. Tan pron- to penetré en la pieza, todos se pusieron a cantar ‘Ma tonkiki, ma tonkiki, ma tonquinoises, al tempo que alzaban sus jarras de cervezs. Ast es como hav Ditualmente Hamaban a Ninw-Nip, haciendo alusion a su homosexualidad, que éf habia querido llevar Slompre con discrecién, En otra ocasion se hubiera sentido molesto; este dia, le parecia perfectamente facorde con las circunstancias de una fiesta igual @ las que los dibujantes occidentales se imaginan en sus garabatos: extremadamente ruidosa, Exprese- bban un entusiasmo de samurais en situaciones tan triviales como Ia ingestién de una comida en comun, Le sirvieron un plato en el que nadaban un merguez ¥ una costilla de cerdo en medio de un liquide ama- hillo y picante, yo dejaron abandonado en un extre- ‘mo de la mesa. Los otros montaron sobre los restos del festin una enorme banana de papel maché; una Jovencita desnuda, pintada toda de naranja, se en ‘cabalgé sobre dl, posando para las fotos. Ninu Nip u hizo una reverencia de adiés y de bendicidn delante de cada uno de ellos, y todos le respondieron a core: siSalud, tonquinesa, ve a sentarte al Fujiyamal Ninu-Nip se dirigio a besar la mano de Mme. Cho. ron, Le deseé todas las venturas del smundo y pro. metié enviarle una tarjeta postal cada catorce de julio. Fl Prof. Choron, pasindole el brazo por los hombros, le dijo: —Ninu, ino iris a dejarnos para volverte al Ja: én! ZOué vas a hacer ti alld abajo? —Voy a comprarme un estudio con terraza en Io alto de un rascacielos de Tokio —le respondio Ninw Nip—. ¥ pasaré el resto de mis dias cantando poe ‘mas antiguos, en compaala de un mirlo y un es Bueno, pues ahora te diré lo que vas a hacer Por nosotros en Tokio: jVas a abrir alli una dele- gacién de Hara Kiri! ‘Te enviaré todos los meses el material por télex y t6 lo traduciras al japones! La idea de ser representante en Japon de una revista llamada Hara-Kiri le parecié a NinuNip per fectamente repulsiva. El Prof. Choron le dijo Mira, Ninu, el Japén de los jardines vive aho- ra en los rascacielos, (Baja a tierra y no te dejes atrapar por la vejez! NinuNip pretexts que, de todos modos, aquet trabajo estaba mas alli de las posibilidades de cual quiers, por joven que fuese. Seria preciso, no sola rente repensar los textos, sino también los dibujos. sobre todo la expresién de Ios personajes, que los 2 Jibujantes oceidentales organizan en torno a un ojo abierio de par en par por el asombro, lo cual, para los asiaticos, no sugiere otra cosa que una va pasa sobre un huevo duro, Habria, por ejemplo, que tras ladar tos dibujos de Wolinski a lor suburbios de Tokio; el_personaje de Georges tendria que tener los ojos entrecerrados y una sonrisa discreta, aun: que conservara su gorray su varilla, Habria ademas ‘que encontrar rimas para los textor de cada boca Jillo, requisito indispensable para el arte de la tira ‘comica oriental; por ultimo, cada texto debia com tener una alusion velada a Sé-piso-poposo, la divi nidad nipona del humor, ‘Pero si tu eres precisamente Ia persona ade- cuada para hacer todo eso, Ninu —lo'animd Cho- ron—. jNo Jo dejes asi como asi! Voy a pensirmelo hasta mafiana, y pasaré a Jas once a darte la respuesta, Corrié hasta el Crédit Lyonnais para verificar la autenticidad del cheque. Estaba perfectamente en ‘orden. Retiré mil francos, y se fue a pagar el tele fono; compré una racién de ensalada de soja en una tienda de comidas preparadas de la Place Moubert, ¥y subié las escaleras de su buhardilla de la Rue Guy-desla Brosse casi con Ia lengua fuera, y apoydn dose en su caia de bambs, El telefono estaba sonan do, lo que queria decir que le habjan conectado de nuevo Ta linea. Una vor japonesa que parecia sur ida de Ia noche de los tiempos se le presents como el embajador del Japén en Paris y le dijo que el 13 emperador Hiro.liito lo habia nombrade Principe Universal de la Poesta Nipona. Muy emocionado, hizo cinco reverencias antes de colgar. Ninu-Nip, como todos los postas japoneses del mundo, eseri bia una vez al afio un verso de cuatro silabas dedi eado a la gloria del Pais del Sol Naciente; el empe rador escogia una ver cada Weinta y tres aiios a st poeta favorito y le otorgaba la propiedad de un is Tote volcanico de la costs Oeste del Japén. Nin Nip, aunque no erefa ya en Ia honestidad de dicho concurso, seguia enviando cada ao su verso de ua to silabas, que enviaba al emperador escrito en pergamino color de rosa, Las tltimas silabas envia as, lo recordaba pertectamente, estaban inspiradas en las tiras cémicas en las que trabajaba en aquel momento. Habla transcrito en japonés: «¢Cmo?, Zs, Zas, Amors, bocadillos del todo vulgares, ya que no Je entraron ganas de hacer el menor esfuerza de concentracién. El emperadar se habia quedado tran. sido de emocidn, y habia decidido consagrarlo como Principe de los Poctas Nipones; le habia reservado Ta isla mas extensa del Archipiélago de los Inmor- tales, y hasta habia clegido personalmente a las dos feishas que enjabonarian a NinuNip, de la manana a la noche, en una batiera de porcelana en forma de cisne. Ninu-Nip sospechaba estar siendo victima de una broma de mat gusto por parte de uno de los dibujantes de Hara-Kiri. Marco con dedo tem- Dloroso el numero de Ia embajada del Japén. El em: bajador Ie aseguré que al dia siguiente a las tres 1“ vendria 2 buscarlo en una limousine para Hevarlo hhasta Orly; ef empersdor en persona irfa @ recibirlo, al acropuerto de Tokio. Ninu-Nip se puso su viejo kimono de travestt de antes do Ia guerra y se mirs cn el espejo del armario; penso que los agujeros de Ja polilla servirian para realzar ain mis su imagen de viejo poeta gue vuelve del exilio. Llamaban al teléfono, era Odile Choron. Ya esti —dijo ella—. jAcabo de hablar con la embajada del Japon y nos dan billetes gratis a to dos para ira Tokio! ZA qué todos? —pregunté NinuNip, corténdo- sele el respiro —A todo el equipo de HareKiri. zNo te hace fusion que vayamos contiga hasta alls? El auricular se le cayé de las manos, Se imaging Ia bajada del avién, con el emperador Hiro Hito es perandolo al final de una allombra roja, rodeado de toda Ta corte imperial vestida de gala, Se imaging a si mismo con su kimono, con un sbanico de seda color rosa de t6, tras el cual solo dejaria adivinar sus ojos, y trazando en el aire con su cana de bambi los signos del sol, del cangrejo y de la miisica, antes de prosternarse a los pies del emperador, Se imo. gind al Prof. Choron, seguido de una docena de occidentales de edad incierta, con los pechos pinta: dos de verde, cantando «Ma tonkikt, ma tonquinct se», y llevando en In cabeza una enorme salchicha de Estrasburgo que, al reventar, dejaba perdidos de ‘mostaza a Ia corte imperial ya la alformbra, Los 15 CCHCOSHOHSOEALESOHOOESOOOEESESCOHOEE®S dibujantes bajaban los ultimos por Ia escalera del Boeing. Se imaginaba Ia cabeza de cada dibujante como habia legado 2 presentirla en sus suefos mas profundos: el gordo Willem, tan lejano de los du ros y flacos perfiles de los tipos a lo Dick Tracy que tanto se esforzaba por imitar, tenia en realidad Ia cabeza y el cuerpo de rubia germanica que solia adjudicar a las prostitutas de Hamburgo, Gebé te nnia una cabeza toda llena de dientes, que recordaba ‘2 los instrumentos cusdrados y en hilera que le gustaba repetir en aus dibujos hasta Ia saciedad, El pequetio Reiser, con su barba alo Nemo y sus mo: vimientos eréctiles, tenfa el aire de un z0rro 0 un obo de los primeros dibujos animados de Walt Disney. Se imaginé a esta serie de monstruos acer candose a palmotear familiarmente en el hombro al emperador. Se imaging a Choron, borracho como tuna cuba, besando a Ia vieja emperatriz en Is boca y haciéndola rodar por tierra. Se imaginé a la corte fescandalizada, Ia mirada del emperadar posada so bre su frente, y su humillacién. La sola frase con Is, que hubiera podido justificar tantos aos de ext lio: «:Cémo? Zis, Zas, Amor, le parecio superflua, ridicula; no serviria clertamente para hacerse per” donar tantos afios en Paris frecuentando malas com: panias Soné de nuevo el telefono, sacindolo de sus ca. vilaciones. Volvio a colocar ef kimono en su sitio, y fue a descolgar su viejo cuchillo de cortar el pan para hacerse el hara-kic 16 MUERTE DE UNA FOCA Glugli Bzz no era un nombre casual, Fila era esquimal, y su nombre era onomatopéyico, segin me explicé acodada sobre el mostrador de la lee- Cream Tan, el nico local que a pesar del frio polar estaba abierto en Kooon, el poblado més septen- tional de Groenlandia, Yo formaba parte del con- tingente de europeos que habiamos ido a salvar a Tos bebés-foca de manos de los cazadores canadien. ses. Me habia enrolado en un grupo ecologista para escapar de mi pais, pero eso a nadie le importaba. Hacia una eternidad que no veia una mujer de ver. dad, Estaba asqueado de ver focas, y a sus crias masacradas bajo nuestros ojos, a pesar de nuestras protestas formales; easi todos nosotros tomabamos fotos de las masacres para venderlas periédicos y revistas. Hacia tres aos que recorriamos Groen: landia sin el menor resultado: la idea de salvar las crias de foca les parecia a los indigenas tanto mas ridicula cuanto que ellos mismos. mataban a sus hijos para comérselos durante el invierna. Su 1” religion se lo permitia, con ta de dejar con vida a los primogénitos. ¢Cémo convencerlos, pmesr'de que perdonaran a Igs erias de foca? A decir verdad, a ‘ni la historia de las Focas me importaba un pimicn: to; llevabamos una vida mas bien agradable, st se exceptia In ausencia de sexo, que empezaba a con vertirse en un suplicio. Tanto mis, cuanto que to- dos mis compafieros de expedicién (seis en total, incluido el oficial Kling, médico en jefe) eran ho ‘mosexuales, y se las arreglaban entee si, mientras ‘que a mi este tipo de relaciones me producia horror, incluso en el Polo Norte. jY ahora aparecia aquel acho de tial No sélo gorda, sino inmensa. Sus ojos, oblicuos y su nariz miniiscula desaparecian entre sus redondas mejillas, gruesas como un par de nal gas. Me sonreia con sus. dientectllos puntiagudos desde su buena tonclada de carne blanca apenas ve Jada por una tunica transparente. ;Con cuarenta gra dos bajo cero en el exterior! Me decia que seria ‘como acostarse con una ballena blanca, pero era, sin lager a dudas, la unica mujer disponible en aquellas latitudes. Le hice sefas para que subiera a luna de las habitaciones, y ella me tors la brague: ta; me senti un poco averzonzado; mis compaferos se burlaban descaradamente de nosotros El interior de la IeeCream Inn tenia forma de céreel: las celdas, Ilamadas «suites», que los balle nneros de paso alquilaban por dias, se distribuian fen dos pisos, en torno al fuego del living-room cen- tral, al que daban el nombre de «the inns, y en el 8 que algunos alcohélicos, entre los que me contaba, dejaban pasar las horas muertas, bebiendo ginebra y alimentando Ja fogata, mientras hablaban de todo y nada, y sobre todo de la civilizacion tan lejana, Nos ‘hallabamos a finales de mil novecientos ochenta y dos, y acababamos de recibir informacién sobre el desembarco de un comando de cazadores de crias de foca en Jos alrededores; mis camaradas ¥y yo nos aprestamos a poner en marcha un plan ‘que en otras ocasiones nos habia dado resultado: sobrevolabamos en helicéptero las manadas de fo- cas y rocidbamos a las crias con pintura fluores cente de color naranja, con lo que quedaban inser vibles sus pieles. Luego, el problema siguiente era el de salvar a los behésfoca de los tiburones que se acereaban a ellos atraidos por el naranja acid lado de sus picles; y los que llegabamos salvar de esta segunda amenaza morian, a la larga, intoxi eados por la pintura indeleble, que lamian sin parar. Aungue, después le todo, no era nuestra problema; no se puede impedir a una crla de foca que se Tama, La idea de levantarse a las cuatro de la mafiana y coger el helicéptero para ir a fumigar eon pintara, ‘a una colonia de focas situada a cien kilémetros de distancia (si es que no habian tenido Ia idea de mu: darse de sitio después de la ultima tormenta) no me seducia lo més minimo. Pero l trabajo es el trabajo. Me quedaban por delante escasamente (res hhoras de suefio, del todo insuficientes para eliminar 19 1 Jos dos litros de ginebra de Ia jornada, Estaba ade- ‘mis aquella buena mujer, Glugla Bzz, a la que ya habla olvidado por completo, y que contiousba pal- pandome Ia bragueta, tan suavemente como si ime pasaran una gamuza. Imposible excitarse con una cosa asi, aunque se trate de la dnica mujer existen te en ef Polo Norte. La aparté de mi, y pague mi contumicién; le dije al. patron: —Despiérteme, por favor, a las tres, Biff —tal era su nombre—; voy a echar una cabezada en Ia habitacion de costumbre. Glinght Bzz me rodes con sus brazos pensando que tenia Ia intencién de subir con ells, Apestaba 2 bacalao y a ginebra. Era fornida, pero logré desem- barazarme de ella, Intenté tomar a risa el inciden te, pero un silencio de hielo nos rodeaba. El teniente Kling, médico de nuestra expedicién, me tomo por el brazoy me llevé aparte, en direccién de In er calera que llevaba al piso de arriba. Me murmuré al odo: {Qué estas haciendo, imbécil? {Esta mujer que acabas de humillar es Glu-gli Bzz, Ia propietaria de las tres cuartas partes de Groenlandia, y no esti acostumbrada a ver rechazadas sus proposiciones! TEstas poniendo en peligro nuestra misicnt Eso es asunto mio —repliqué. Y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba borracho, ya Que apenas conseguia articular. ronte derecho! —me ordené serio el teniente Kling. i¥ vete a hacer los honores a Miss Gh 20 shi Bez, como corresponde a un digno miembro de Ia BEU. (Brigada Ecolégica de la Unesco)! Glugli Bzz se aferraba ya a mis rodillas. A nues- to alrededor, una veintena de ballencros y otros ‘antos esquimales reian a mandibula batiente. Con. segut desasirme de la tenaza de Ghugli Bzz y alcan- ‘a subir unos poces escalones, pero ella me agarré por un pie; rode escaleras abajo, golpedndome seria- mente la cabeza contra el pasamanos; me puse @ sangrar a chorro por la naviz. Les balleneros no ha. Dian visto en su vida nada tan gracioso, y hasta el mismo teniente Kling se ahogaba de risa. Me hallaba tendido sobre lox primeros peldatos de la escalera, apoyado en un codo, sia conseguir levantarme, Glu sli Bez se alej6 algunos pasos para saborear su ha. Zana; le tendieron wna jarra de sinebra, que ella se feché de un golpe al coleto antes de precipitarse so- bre mf y abrirme fa bragueta con tal Fuerza que hizo saltar todos los botones. Me sacé la polla y vertis, sobre ella el contenido de una botella de ginebra ‘Sent! que el glande y los testiculos me ardian horri blemente; a continuacion, Ghegli me cogié la polla entre los dientes y mordié con fuerea; yo laneé un aullido que logré apagar las locas risas de los cir cunstantes. Abandonando el miembro, siguié con los testiculos, que empers a mascar como si fueran de chicle. No 3é qué alma piadosa vino finalmente en mi ayuda y la arrancé literalmente de mis testicu- Jos, aunque llevandose un trozo de carne entre los dientes, Entre lagrimas, pude atisbar apenas cémo a roi polla chorreaba sangre. Completamente abatido, thi sufrimiento era algo atroz. El teniente Kling s© inclino a obseivar mis genitales, y me dijo iNo es nada, hombre! (Tres puntos de sutara en el prepucio y otros cuatro en los testiulos quedars como nuevo! ” Trajeron la vieja aguja y el hilo de que se servia habitualmente para coser la piel del créneo de las crias de foca heridas por los machetes de sus ver dugos. Me puse a aullar, pero esta ver de terror. Los be- Ieneros y los exquimales habjan formado un estre cho cireulo en torno nuestro, para no perderse mi tina plzea del espectaculo, Durante Tn operacién, me rompi un diente con cl gollete de Ia botella de ginebra que iba bebiendo 2 grandes tragos; cada ver que dejaba escapar un frito, los asistentes estallaban en grandes carcaja: das, y l teniente Kling, que ya tenia las manos tem: blorosas de por si, ahadia nuevos sufrimientos a los ‘que ya padecis, Permanect desmayado por espacio de casi una hora, basta que me echaron encima un jarro de agua ielada. La operacton habia termina do; y en lugar de mi sexo lo que tenia entre las pier. nas era un erueso calabacin leno de costurones y reborada de sangre cisjada. Me subieron os pan talones después de haber envuelto cuidadosamente mi calabacin con una catapiasma de esperma de ba Hema, scompatiada de mostaza y migas de atin que sme aplacé tun poco el dolor, aungue me resultaba 2 dificil de soportar el roce del pantalén. En medio dde un Fenomenal desorden (de mesas rotas y bote: lias rociadas de confetti), se hallaba plantado el te niente Kling con el cefio fruncido. En pie de tina ver —me grit6—. Dos minutos mas de suefo, y legards tarde a tu misién. Tus ca maradas ya estén calentando motores en el hel céptero. “—Pero, mi teniente,.. —consegui balbucir ape- nas, en el estado en que me encuentro... 220 po ddrian remplazarme esta. vez? Mt Despucs de lo que has hecho? —aulls—. jal heligdptero 0 al calabozo en un ight! —ePero que he hecho yo? jHlas puesto en ridiculo a Ghueglé Baz, la mujer més poderusa de Groenlandia! iY ella ha amen zado con retirarnos os suministros! {Eso seria, no solamente el fin de nuestra expedicin, sino el ho: Tocausto de las focas! ;¥ todo por tu culpal Me di cuenta de que sdlo mi estado de postra- cidn fisica le impedia zurrarme, Y ese era el indi Viduo que me habia recoside el prepucio. ;Quién sabe si alguna ver volveria a ponérseme tiesa sin sufrir como un condenado! Es tu sltima oportunidad; aprovecha esta mi- sin para huir, (Te declararé desertor! —Y al tiem- po que decia esto, me tendia un fajo de billetes—. Es tu altima paga, =2Pero huir adénde? jEn helicéptero jamas po- ia aleanzar el poblado mas cereano! 23 COOOTOLHRLOALESOOOOE OOOO OOCECOHOOE® —iNuestro cuerpo expedicionsrio ya ha hecho bastante por tit ;Y no ereas que ignoro tus antece: ddentes policiales y las razones por las que te enro. Taste en esta mision! ‘Me dije que era instil diseutir, ¢Pedir proteceién a los balleneros? No eran sino esbirros a sueldo de Glughi Bz. Y no hablemos ya de los esquimales, para quienes Glug era mis que una reina TAY ya puedes dar las gracias al Ejercito del Aire de la Unesco por haberte reyalado un helicép. tero, porque sé perfectamente que jamais volvere 'Y, dicho esto, me arrojé al exterior, donde lucia tuna gélida aurora boreal. Mis camaradas evitaban mirarme. Subl a toda prisa al helicoptero, cuyas helices estaban ya en movimiento, En su interior, un paracaidas, dos bartiles de pintura de color na’ rranja, unas cvantas botellas de ginebra, y un cvarto de tiburon salado. Buena suerte! —me dijo el teniente Kling— 1¥ no dejes de rociar de naranja a las focas! jTe concederemos un camafeo con la efigle de Brigitte Bardot a titulo péstumo! La puerta del heliciptero se cerré con un cha: quido, y yo me eleve por los aires rumbo al sur. La aurora boreal pronto me hizo olvidar la at mosfera sofecante del poblado de Kooon y mis alti mas desventuras. Me dolis terriblemente el pene, y me Io saqué a pesar del frio. El motor empezd a toser; Je habian puesto en el depdsito no més de Fy tres 0 cuatro litros de combustible, pata que pu diera alejarme lo suficiente de Kooon antes de aterrt ‘ar sobre la nieve y perecer de frio en las horas siguientes, Sin duda contaban con poder recuperar el aparato, Si al menos lograra descubrir una manada de focas, aunque se tratara de un grupo dicemado por los cazadores, tendria lo suficiente para alimentar me durante algunos dias comiendo fotas viejas, pero cl combustible empezaba a agotarse, y no habia ni tuna foca a la vista Cuando, de pronto, pude percibir una forma en la nieve, que al principio tomé par una cabaia, pero ‘que iba’ cambiando de sitio segin me acercaba; al alejarme, en cambio, se quedaba quieta. ¢De qué especie de maquina animal podria tratarse? Una rrifaga de viento me precipite a su lado; me di cuen. ta de que se trataba de la sombra de mi helicoptero sobre Ia nieve, casi en el momento mismo de estre sme sobre ella. Ni una gota de combustible. Me habia posado sobre tna colina de nieve que refleja ba los rayos de la aurora boreal; en otras circuns, tanciss, sin duda hublera considerado al paisaje como dotado de una belleza sublime. Me pregunté si Ia radio seguiria funcionando (Radio Balleneros, la nica en funcionamiento en el Polo Norte). Si sin marchaba. Era domingo, y estaban tansmitien do Ta misa en groenlandés, Hice la seftal de la cruz ¢ intenté recordar el padrenuestro en mi propia len gua, sin el menor éxito. Rof ii trozo del reseco ti 2s burn y me cché al coleto una buena rociada de ginebra, al tiempo que me enjugaba las lagrimas. Mi sexo empezaba a adoptar un tono violéceo; po- dia sentir sus latidos: era el principio de la gangre. nna. Me dije que como muerte no estaba mal del todo, al menos estaba sclo. 26 SAUDADE As 00000000 O000000002CHOHOOCHOONEOES LA TRAVESTY ¥ EL CUERVO E] dia en que Maria José se dio cuenta de sus poderes se produjo un giro decisive en su vida, Unica superviviente de un accidente de aviacién; se desperté quince dias despues en la habitacion de una cliniea parisiense. Le dijeron que padecta lun traumatismo craneal. Le habian levantado la tapa de los sesos, y pocos dias mis tarde le calocaron otra, de metal esta ver, que le recosieron por debajo del cuero cabelludo, una vez debidamente rasurado; su cabello, Iuego, volvio a erecer tan crespo y €3 peso como antes. No-era ésta la primera interven- cion quinirgica que sufria Maria Joss. Habia nack do en el norte de la Argentina, en Ia provincia de Misiones, de sexo maseulino, dieciocho afos atras, como ultimo zetono de una familia de veinticinco hermanos y hermanas, cada uno de tn padre distin to, Habla sido educada por su hermano mayor, qu Ia vestia de chica, y 10 prostituys a los seis aitos, Eran varios los que en sui misma favela estaban en similar situacién, Era el sino de Jos hijos menores de las familias pobres:. mestizos de indios, negros, 29 blancos y asidticos, deseondientes de esclavor im: pportados por los jesuitas, mas los aborigenes y los mismos jesuiths, El mesiizaje en cascada previsto por los jesuitas, después de seis generaciones, pro lucia niios de una belleza inaudita, que hacian las Aelicias de los pedofilos del mundo entero, Charters de ancianos de ralos eabellos tenidos y dentaduras deslumbrantes Hegaban desde Munich, Boston y Vie- na al acropuerto de Misiones, convertide en burdel de niios, Jose Maria fue vendido a la edad de qui ce afios, por la bonita suma de cien mil délares, a Louis da Corbeau, un riguisime coleccionista de arte de nacionalidad francesa. Para celebrarlo, Pe dre, el hermano mayor de José Maria, gasté una buena parte de la dote en dejar pasmada a la favela Despues de danzar la macumba toda la noche, y ebrio de cachaga y de marihuana, José Maria. se mareé ain unos pasos de samba en la escalinata del avion que habia de alejarlo de Misiones para siempre. Louis du Corbeau poseia un pequeno cha: teau en el Berry, corea,de la clinica donde José Ma- ria se transform en Maria José, despues de una docena de delicadas operaciones quirurgicas, A los lecisiete anos se habia transformado ya en una ra diante eriolla de puntisgudes senos, y dotada de un sexo femenino en el que Louls du Corbeat podia incluso introducir su dedo indice. Por otra parte, cello no le procurara el menor placer @ Maria José Conocia bien su destino poco comin, y ef placer que de tal conciencia exteala nada tenia que ver 30 con el sexo. Reinaba en su chateau del Berry sobre tuna docena de criades blances, a los que martiri zaba hasta donde se lo permitia la ley francesa. Louis ‘du Corbeau Ia adoraba hasta Ia locura, y no le per mitia salir nunca del castillo. Sdlo el médico que hhabia practicado el cambio de sexo, y la anciana hhermana de Louis du Corbeau, superiora de las car melitas de un vecino convento de clausura, y que nada sospechaba del asunto, estaban autorizados a penetrar en el castillo. Una ver por semana, Louls du Corbeau Ja levaba en su avion particular, que pilotaba el mismo, a Paris, donde pesaban uno 0 dos dias, slojados en el Hotel Ritz, de la Place Ven: dome. Maria José, siempre acompafiada por Louis recorria los establecimientos de los grandes prove: dores de fruslerias de este mundo, donde podia es coger fo que quisiera sin limites de precio. En una seasién, legs a adquirir toda la coleceion de Dior y todo el escaparate de Cartier, para poder elegir ‘con tranquilidad en su chateau del Berry, delante del espejo, y con la ayuda de su cufada carmelita, Anne du Corbeau. Esta sentia una inmensa alegria por el acto de caridad que habia realizado su her. mano al casarse con una pobre desheredada, por cuyas venas, sin lugar a dudas, corria sangre de je suita, Louis’ du Corbeau le ofrecia una vez al mes luna cena en Maxim's, seguida de un baile en los sa Jones det Ritz, donde recibian a sus amistades, a las que jamds invitaban a su casa, Matia Jose pudo asi hablar de moda con Saint-Laurent, de cine con u e ® e e e ° e e e e e e e e e e e e e e e ° e e e e e e e e e e ° e Sofia Loren y de politica con Jackie Onassis, Su be lleza indiscutible dejaba en un segundo plano a su imteligencia. La elegancia con que podia levar un corpifio enteramente recamado de diamantes con un armifo y una pamela de plumas de ave del paraiso para subir las escaloras de la Opera, Ia hactan figu: rar de manera completamente natural como uno de los intograntes de la jetset. Aquel lunes, Maria José se aburria mortalmente en su chiteat del Berry, f insistis para convencer a Louis de pegarse un sal to hasta Paris, con ocasion del Catorce de Julio Louis du Corbeau, que detestaba las muchedumbres parisinas, le nego tal capricho. Fila Jo amenazs por ver primera con dejarlo. Louis du Corbeau consin: tid en pilotar su avion hasta Paris, pensando ya en desembarazarse de aquella joven esclava que en me- nos de tres alos se habia transformada en. una ‘esposa tirdnica, Pero Maria José fue mucho mas 1 pida en su instinto criminal, movide sin duds por mayores motivaciones. En pleno wuelo, lo noques ‘con un baston de criguet y tomo su lugar al mando del avién, que acabé estrelléndose sobre una auto. pista, un segundo despues de haber saltado sobre el arcén central. Pero el destino hizo que un coche ‘que venfa en sentido contrario, para evitar al avion, se metiera por el arcén, De ahi su traumatismo cra. neal y la adquisicién de sus nuevos poderes. Esto fue algo que no lleg6 a advertir de inmediato. Ape- nas vuelta en si, lo primero que vio, inclinada sobre 2 ella, fue et rostro de madre Anne du Corbeau, la hermana de Louis, —Estés viuda, mi pobrecita nina —sollozé la monja—. Qué seri ahora de ti? ;Tendrés que ve- nirte conmigo al convento! —iMatia Jost cayé en tun profundo sueno, con la sonrisa dibujada en los bios. Se desperte bien entrada ya la noche, Se ha aba sola en su habitacion de la clinica, todo estaba en silencio. Sentia sed. Se gird para ver si habla wuna botells de agua sobre su mesilla de noche; ni rastro de botella La puerta de la habitacion se abrid, y un vaso leno de agua, posado sobre una bandcja, peneted por si solo en la habitacidn y fue a posarse sobre a mesilla de noche. Creyé que se trataba de una alucinacién, producto de la fiebre. Extendio la mano ppor si acaso, y tomé el vaso que era perfectamente real. En cuanto al agua fresca, jamas en stu vida habia bebido una que calmara tan bien la sed. Era > pues Ia unica heredera de Louis du Corbeau, pro Pietario de la mas completa coleccién del mundo de arte precolombino, sin contar los Rubens y los Geri ccaults que tapizaban las paredes del chateau del Berry. Se pregunts qué podria hacer con su fortuna, Ahora Louis ya no estaba allé para poner freno a sus caprichos, ¢Continuar frecuentands el gran mun do de Maxim’s sin Louis? Sin duda seria la, viuda ms codiciada de la jetset, cpero total para qué? ¢Para encontrar un marido tan rico como el que facababa de perder? No, eso nunca. ¢¥ un amante? 3 Obligada a practicar la sexualidad desde su infancia, su frigidez era total, y el cambio de sexo no habia miejorado Ias cosas. Consideraba a su cuerpo del mismo modo due el titititero considera a sus tteres, abjete de fascinacién y turbio desco para el especta dor, pero con un alma alojada en realidad en el arte digital del maestro de (teres. Sus recientes poderes, le parecian, por tanto, naturales, como extraidos de Ja fuente misma de st personalidad, Dedico un pen- samiente enternecido a Louis du Corbeau; Io iba a echar de menos en los pequefios detalles de la vida diaria. Si, por ejemplo, siguiera aiin vivo, su habita- cidn de la clinica estaria en aguel momento lena de ramos de flores. Al instante, vio entrar por la pucria varias docenas de jarrones Henos de sober bios arreglos florales, que se colocaron por si solos fen torno del lecho, entrechocando contra las baldo sas al posarse en el suelo. Al poco, oy6 pasos que se ‘acercaban por el pasllo. Una enfermera hizo su apa ricidn. Permanecio inmovil en Ia puerta durante al- Eunos segundos, asombrada por la radiante sonrisa Que mostraba una enferma hasta hacia apenas me- dia hora sumida en un profindo coma. east que se ha despertado usted? Y se acered a tocarle In frente. La fibre habia descendido considerablemente —cPero quién le ha traido esas flores? ¢Ha ve nido alguien a hacerle una visita? Una mano invisible agar a la enfermera por los cabellos y la levanté del suelo unos cincuenta 34 centimetres. La mujer lanz6 un grito que hubiera podido despertar a todo el hospital, antes de caer al suelo, lastiméndose un tobillo, La habitacion 'e Hlend inmediatamente de enfermeras, y Maria José se hizo la dormida, Cuando (odo el mundo hubo salide de nuevo, lle- vvandose los jarrones de flores, se durmié de verdad cen el colmo de la dicha. La obligaron a permanecer ‘ain tres dias mas en la clinica, ya que su repentina ecuperacion intrigaba a los médicos. No compren: dian que pudicra encontrarse en tan perfecta for ‘ma después de haber sufrido wna trepanacion que habia durado seis horas, y sin necesitar siquiera de cealmantes. Pero ignoraban que Maria José era una. fasidua de lor quirdfanos. Se obligs a si misma a no exhibir sus poderes en publico, por més que se sirviera de ellos cuando estaba x solas, para vest See incluso para trastadarse de una habitacion a otra. Nunca més volvié a pisar el Berry, del mismo mode que munca habia vuelto a Misiones. Convocs in el Ritz al asesor financiero de Louis dir Corbeau, ‘quien Je comunico que podia firmar talones hasta un total de quinientos mil délares al mes, sin tener ‘que tocar su capital, invertido en las cuatro esqui znas del mundo. Lo despidié rapidamente, y por pri mera ver se vio a solas en su suite del Ritz. Era a principios de agosto, y todos sus conocidos habian abandonado Paris para Jas vacaciones de verano. Se hizo subir Ia cena, y durante un rato se divietid arrejando compota de manzana contra los candela 35 ee bros, pera pronto se aburrié de este tipo de juego. Tenia clara canciencia de que no podia desear nada ‘gue no poseyera ya, y'el espectéculo del mundo la Gejaba mas bien indiferente. Eran las nueve y me- ia de la noche. Paris estaba vacio aquel viernes ‘quince de agosto, Se puso un vestido de noche de Seda blanca, con el escote ribeteado de peguefias perlas, y se emvolvio en un chal de suave pelo de vicufia, ‘Se decidié por unos arctes de esmeralda “21 color de sus ojos— y un bolso de cocodrilo blanco, el mismo color que sus sandalias de cabri tilla, Mando Hamar un coche con chofer. Este, un hombre de sesenta afos, se vio sorprendido ante la pregunta En qué sitio de Parfs puedo encontrar clien- —2¥a lo ha intentado usted en el bar del Ritz? Tal vee encuentre usted mejor chientela en el Geur- ge V. cQuiere que la lleve alli? —i¥e no soy una puts, soy yo la que pagal El chofer recibio en la cara un puflado de bille tex de quinientos francos. Marcel, el chofer, crela conocer toda clase de gentes raras en Paris, pero testo lo. desbordaba, ‘Si quiere hacer el recorrido turistico de Paris, puedo Nevarla, ;Conozco a todos los porteros de los cabarets de Pigalle! Pigalle! Marfa José sofaba con Pigalle desde su Infancia, porque para ella era mucko mas Paris que el Ritz 0 Cher Cartier, Pero Louis du Corbeau le 36 habia prohibido siempre pasar por alli, aunque fue ra en coche. Ahora era la ocasién sofiada, Marcel, chéfer nocturno desde hacia veinte aos, y homo sexual también, habia olisqueado a Ia travesti por debajo de su apariencia de rica erialla, Conocia un turbio cabaret en la Rue des Martyrs, cuyo propie- tario, antiguo presidiario, habia sido un compara de creel. Ain era temprano para «La Cagnatte du Sexes,” un local donde los travestis brasilenos nos tilgicos de Ia samba, junto eon otros nostalgicor de Ja danza del vientre, venian a desmelenarse después del duro trabajo nocturno. La entrada olla a mes dos y a éter. En el salén propiamente dicho, una ja travesti negra roneaba tirada sobre un banca, El lugar no era del todo sérdide. En un dngulo, al lado de ta bara, se alzaba un mindsculo teatrilo, donde los travestis montaban pequetios especticu los. Luli, el propictario, beso la mano de Maria José y los hizo sentar en una mesa. Maria José se pre gunté si resistiria mucho tiempo en aquel antro. Le molestaba sobre todo verse sentada al lado de tun taxisia tan popular en todo Pigalle, Les trajeron tuna botella de champan de garrafén, y Julio Iglesias tempers a sonar en el juke-box. Lula, el dueno, xe ex usd repetidamente por la poca animacién que mos traba el local a aquellas horas, aunque aseguré que Ja clientela chic no tardaria en hacer su aparician, Entretanto, intentarla despertar 9 Ia travesti negra + ela tucha del sexo M, det 7) para que les hiciera wn nimero en playback, pero la negra dormia como un tronco, Maria José, de pronto, se sinti a sus anchas, como si recuperara Su infancia de la favela de Misiones. Marcel y ella Feron de buena gana al ver las inttiles patadas que Lui le propinaba en el culo a a travesti, que seguia durmiendo como si tal cosa. Entre ronquido y rom auido, pudo ofrse que decia’ ‘Patron de mierda! Maria José se sobresalté al xeconocer la expre: sin y la vor. Era su hermano mayor, Pedro, el as ‘queraso hermano que Ia habia prostituido desde su fds tierna infancia y In habla vendido a Louis du Corbeau! Habla venido a engrosar las filas de los travestis del Tercer Mundo que adornan las aceras de Pigalle, en. su mayorfa fornidos mancebos a Ios {que unos medicos earniceros castraban sin mas con. femplaciones, hinchandoles luego les pechos con parafinas, antes de soltarlos, para que se las arre: slaran como mejor supieran, con tuna jeringa de hormonas en una mano y ute jeringa de heroina fen la otra. Maria José se pregunto si el odio que Sentia por Pedro no habria jugado algin papel en la consumacion de su atror destino. Tal vez poseia mas poderes'de los que aospechaba. ¢Por qué, si no, de todos los Iugares donde bubiera podido recalar fon Paris habia ido a dar precisamente a aquel an- tro? Por un momento sospeché que Marcel, el ta xlsta, fuera el autor de todo aguel montaje. Pero ‘era absurde, geéme podia él conocer el parentesco 38 fentre aquel horrible travesti y la hermosa Maria Tos¢? La colncidencia, con todo, era demasiado gran- de, y el azar nunca hace tan bien las cosas. La puct. ta del bar se abrid en aquel momento, y Louis da Corbeau hizo su aparicién. Marcel y Luli se incl nnaron hasta el suelo —Te entrego en manos de tu hermanc smayor, que es donde te encontré. Puedes quedarte con los aretes y con el dinero que Hevas encima Habia un cuchillo de cortar el pan sobre la barra Maria José se concentré en su desto de verlo hur dirse en el corazon de Louis du Corbeat, pero nada de esto ocurri6. Habia perdido sus poderes. Paso el resto de sus dias trabajando en la Rue des Martyrs al lado de su hermano Pedro, y murié de una sobre dosis en los retretes de «La Cagnotie du Sexer, a la edad de veintiscis afioe, 9 COHOCOHHLOEHEHSCLEEECEHOCOHHOCHOOCOESES [oe nosis yao 4 0 | gramo De CABALLO NS LA BARAKA Generalmente, habia bastante donde elegir en ta Rue Quincampoix, pero aquella mafiana de agosto Ia calle estaba desierta, Tanto mejor, ya que ast noso- tros, los clientes, nos sentimos protegidos por la bofia. Divisé a una puta el final de la calle y me acer: qué a ella, Era rubia y mis bien vieja. Me hizo sefias de que me acercara, Encendi un cigarrilla, Un pitillo! —me dijo ella, chascando los dedos, desde el otro extremo de Ia calle, Yo le tire un cigs rrillo que fue a caer a sus pies en la cuneta. Fue a recogerlo, y cayé euan larga era, totalmente borracha. Instintivamente, me apresuré a. ayudarla, Era mas vieja de lo que yo creia, y con no poco trabajo con segut recostarla sobre el borde de la acera Gracias, moraco —balbueld lla, Se introdujo en la boca desdentada el gauloise remojado en el arroyo, y se quedé alli mismo, inmé vil. Su bolso habia quedado abierto en medio de la cunets, y todas sus cosas se hallaban empapadas Recogi su tarjeta naranja y unos cuantos documen. a tos mas que limpié con mi pafiuelo antes de metér selos de nuevo en el bolso y entregarselo. Ella siguié sin moverse, y yo le deposité el bolso sobre Jas rodi- Tas, Me habia olvidado del todo de mi excitacién de poco antes, y me dije que lo mejor era ir a tomarme tuna cerveza en Strasbourg-Saint-Denis antes de vol. ver prudentemente a mi casa en los suburbios para ver el partida que daban por la tele; me ahorraba fsi cincuenta francos. Ya habia gastado mas de 1a ‘cuenta aquel mes de agosto. No le habia enviado a ni mujer mas que cuatrocientos cineuenta francos cl altimo trimestre, y esperaban que fuera a pasar Tas vacaciones de agosto a mi pais de Africa del Nor te; les habia prometido llegar con una fortuna, pero re lo habia gastado tado en putas durante el invier hho. Es un vicio al que me habia acostumbrado, a fuerza de pasar por la Rue Quincampoix, por donde ime paseo frecuentemente los sdbados; me gusta el barrio. Conorca por alli unos cvantos tipos de mi pueblo que a veces me pasan un poco de kif. La vieja y gorda rubia ni se habia movido del borde de la acera, Sino me lanzo, me dije, no voy 13 pegar los ojor en toda la semana. Y seguro que no encuentro nada mas barato que esto “ZA cuanto el polvo? —le pregunté, Yo no me vay con pringaos —me respondié, Me contuve para no arrearle una hostia, ¥ me alejé con las manos en los bolsillos. Pero ain no ha- bbfa dado la vuelta a Ia manzana cuando of que me Mamaba, a2 Eh, Ahmed, ven ac! ‘Me sorprendié que conocicra mi nombre, y me di la vuelta. {Como sabes que me llamo Ahmed? Fero, en el mismo momento que le hacia esta pregunta, me di cuenta de que la conocia: jera Mme. ‘Adal Cuando yo era joven en Agadir, habia estado empleado con wna pareja de europeos de Casablanca que pasaban sus vacaciones en mi cludad, El, de na- Gionalided inglesa, era el mayor Race, y su mujer, Francesa, era Mme. Ada. Recuerdo mis primeros res. ppingos sexuales al contemplar como la blanca piel de Mme. Ada iba enrojeciendo bajo el sol al borde dela piscina, mientras yo cortaba el césped del eam: ppo de golf privado del mayor Race {Sigues easodo con Ia misma? —Si, sefiora —le respond!—. Tenemos cuatro chi cos en Agadir, el mayor de diez afos, y Ia ultima tuna nif, que tiene dos afos. Trabajo en la reco. gida de basuras y les envio mi paga todos los meses {No me preguntas eémo he llegado a esto? No, madame —respondi respetucsamente {Me invitas a un bocadillo? ‘Ss, madame. ‘La ayadé a ponerse en pie, recogi su bolso y st renard que empezaban a ser arrastrados por el de- sagie. Ella me tomé del brazo, y nos dirigimos al fi nal de Ia calle, a «Chez Puce», un local que yo cone: cia bien, y donde trataban bien a los arabes. Puce era un viejo marica, medio travesti, de largos cabe- 4“ POOOSCHEHOSCHOAHOOHOSOSHSOEHOOCOERELE POCOHOAHHSEOOHSOOOOTOCOCOOREEOOOOSS los descoloridos sobre un cuerpo esquelético. Esta ba solo en el bar Una cervera —le dije ‘Me exigio que pagara nada! mas traer la consumi+ ccién, Madame Ada me pidio una moneda para el juke- box, y puso «La vie en roser, luego me pidié diez francos més; yo sélo tenia un billete de veinte, que lla me arrancé de la mano, para ir a comprarle a Puce una dosis de heroina. Puce le paso incluso la jeringa. Yo hice como que no me daba cuenta de nada, sorbiendo mi cerveza con la vista fija en la alle desierta de aquel mediodia de agosto. De pron- to, madame Ada cayo al suelo como un saco, desde su taburete, Puce y yo nos precipitamos hacia ella, pero estaba muerca, Puce le arrojé ua cubo entero Ue hielo a la cara, pero yo sabia bien que estaba completamente muerta. Puce, entonces, cambid to- talmente de actitud. “jSdeame de aqui ese fiambre! Y con el ple tba empujando el cuerpo de madame Ada, ‘Se oy6 acercarse una sirena de la policla. Sin pensarnoslo dos veces, cogimos el cadaver, uno por los sobacos y otro por los pies, y lo excondimos de: tris del mostrador: [ue un acto reflejo de miedo, Las cuatro puertas del coche policia se cerraron con estrépito en la calle al mismo tempo. Yo empujé el ‘cuerpo de madame Ada contra el fondo del mostra. dor y me incrusté en posicién fetal entre ella y el ubo de basura, en el momento mismo en que la “4 puerta se abria para dar paso a cuatro policias de paaisano (los reconoci por la voz), que irrumplan tranquilamente en el local. Puce les sitvid cuatro vases de pastis con mano temblorosa, —Un tomate para mi —dijo la voz de un ins pector. ‘Puce intents romper el hielo: {Hace usted alusién al color de mis eabellos? Lbroied, sin que su chiste encontrara el menor eco. Yo, por mi parte, estaba colocado de tal modo que apenas tenla sitio ni para echarme a temblar; tenia la cabeza aplastada contra la caja, y comenza- ba a sentir calambres en el pescuezo y en las pier nas, sin contar con que tenia Ia eabera de madame ‘Ada incrustada en mi eatémago y uno de sus brazos doblado entre mis piernas. “gHa visto usted a esa mujer? —dijo la vor de ‘otro Inspector, haciendo restallar una foto. Podia oirse cémo las rodillas de Puce literalmente entre checaban, La gorda Ada? —pregunté, castafetedndole los dientes—. La vi pasar antes con um moro —dijo el muy cerdo. Es la mujer del mayor Race, el embajador de Inglaterra —anadio otra vox de inspector, Sulre ataques de amnesia, y se la busca por todo Paris, “Hace una semana que esta haciendo la carrera por esta calle —dijo Puce—, 2Por qué no van a pre- guntar al meublé de la Rue de Ours? Seguro que all Ia conocen! 45 —Vosotros, ja la Rue de FOurs! “dijo a vor del més viejo— Yo 08 espero aquil La puerta se abrié y tres de ellos salieron a la calle, pero el més viejo de todos, que tenia una vor come la de Jean Gabin, seguia atin alli. Puce le sir vid un segundo zumo de tomate. Luego se incliné sobre el mostrador, como si fuera a tirar algo al cube de Ia basura, y me hizo sefias de que me estu- viera quieto, Yo sentia ya calambres por todo el cuerpo, e intenté estirar una pierna, pero la tenia fenredada entre los muslos de Mme. Ada. Su cuerpo ‘estaba cada vex més rigido, y tenia uno de sus codos incrustados en mi barbilla, Hice un esfuerzo por sol tarme y consegui con grandes esfuerzos tumbarme sobre ella, con lo que al fin puede respirar. Pero de bia haber dejado escapar algiin ruido. —zTiene usted un perro? —pregunt6 el inspector desde el otro Iado del mostrador. —Si, inspector —dijo Puce—. Es mi viejo do. bermann, Contuve el aliento, Si salgo de ésta, me dije, no vwuelvo a poner los pies en este barrio. "—Adoro los dobermann —dijo el inspector—. Yo tenia tino, pero lo perdi el afo pasado en cl monte, Mi mujer atin no se ha consolado. ¢Qué edad tiene el suyo? No sé —balbuclé Puce—. En realidad lo recogt en Ia calle, —gCusndo fue eso? {Tal vex podria ser el mio! Oh, no! jHace como veinte afios que lo recogi! —exclamé Puce {Vente afios? gPues qué edad tiene entonces? —Supongo que unos treinta Esta usted de cofia? Los dobermann no viven tantol jEnsééeme su perrol jJamée me equivoco con. Taedad de un doberman! ‘Se hizo un silencio, El sudor me corria a raudales por la frente, resbalindome por los ojos “—Médor —dijo Puce con vor temblorosa—, ven ‘a saludar al sefor. —Y al mismo tiempo me asests tuna patada en la tibia. Yo me puse a gemir como un perro apaleado, —iEs demasiado viejo para moverse! —dijo Puce. Pues debiera usted matarlo —dijo el inspec tor—, (Es inbumano hacer sufrir asf a un animal! —iPero es que lo quiero tanto! —sollozé Puce. Los sollozos eran sinceros, pero por razones bien dis tintas a las que imaginaba el inspector. Es cierto que uno acaba aficionéndose a los dobermann —dijo el otro solidarizandose—. ;Son el ‘mis fiel amigo del hombre! La puerta se abrié en aquel momento, y uno de los policias que habfan ido tras las huellas de Mme, ‘Ada y mia, hizo acto de presencia, ‘ila vieron entrar agui con un érabe! —dijo, —Se marcharon poco antes de que legaran uste- des —tartajed Puce—, Aqui estin los vasos de pastis, y de cerveza que constmieron. iNi siquiera tave a SOHOHCHSSEHORHEEHOSCEOHOLOESLOCERUSS PO POLEOOHHHOOTSOHOOOOOOHOHOROOHD OLS tiempo de fregarlos! jLos vi bajar por la Rue Quin ‘campotx, en direccién de la Rue de lOurs! —iVete a mirar en la cocina! —ordené et inspec- tor jefe. Hay otro piso? —iNo, solo los meaderos que estin en et patio “—iHan podido salir por el patio mientras estéba- mos aqui! —iNo hay nadie en la cocinal —jHabla, jodido maricén! :Cusnto te han dado por dejarls eseapar? ‘Pero si yo ni siquiera sabia que los estaban buscando! Otro de los policias irrumpié en el bar en aquel —Parece que Mme. Race, al escapar de Ja emba- Jada, se levé con ella las joyas de la corona! ~~ 2De Inglaterra? —pregunts Jean Gabin. ~jLlevaba millones en di Pensé en el bolso de Mme Ada, cuyo contenido habia podida ver hacia poco! ni la menor sombra de diamantes, ni siquiera un centava, 2Y si los habia es condido entre sus ropas? Puce habia tenido Ia mis: ‘ma idea, Aprovechando una distraccion de los bofias, se agachd detrds del mostrador y me susurré: “La enterramos en la bodega y pedimos un res. cate! |Nos lo partimos a partes igualest ¢De acuerdo? “ide acuerda! —murmuré. Pero Sabla que te. fa tantas razones para desconfiar de él como él 48 de mi. Se Tevant6 de nuevo en seguida para pregun: tar a los otros —iPero, en realidad, quién es esta Mme, Ada? El olor del dinero le habia dado aplomo (Tu nos vas a decir quign era Mme. Ada, vieja pelleja! —respondié una vor— ;Ponle las esposas! Lo que hicieron de inmediato, entre grandes chi- lidos de Puce, que pretendia no saber una palabra. —iYa tendris tiempo de hacer memoria en la 2¥ qué va a ser de mi bar? itu bar se clerra por orden gubernativa! iAho- ra mismo le ponemos los zellos! sgyet i Pobre doberman? iNe puedo dejalo ‘Yo me eché a temblar como una rata —iNo podemos meter aun perro en prisiént Tie Ie puede dejar a un vecino! En aquel momento, el ruido de una explosién me hizo sobresaltar ‘—iEl gas! —se puso a gritar todo el mundo— iCortad el gas! ‘Yo me aproveché de Ia confusién para buscar Jas joyas de Mme. Ada. Tal ver en si sostén? Sus ‘enormes senos fldccidos estaban frios como rebana das de foie-gras, lo que me repuend tanto que tuve {que cerrar los ojos. Pero di al fin con algo daro entre Tos senos: una bolsita de gamuza: la abri, y contena fen efecto diez piedras preciosas. Me guardé la bolsita en los calzoncillos. Entre tanto hablan cortado el gas ° y sacaban a Puce a la calle, olvidindose del dober- ann. Of el ruido de la cortina metalica al cerrarse, ¥ luego los portazos del coche. Fsperé un minuto antes de atreverme a sacar la nariz de debajo del mmostrador. Todo estaba a oscuras, y solo un hilillo de luz se filtraba en el interior del bar. Fui hasta la puerta que daba al patio interior. Estaba simplemen- te cerrada desde dentro. La abri. La lur del sol me ccegé por un instante, Miré a derecha ¢ izquierda. Nadie. Me arreglé la corbata, y volvé a colocarme la gorra que me haba guardado en el bolsillo. Sali a Ia calle, que estaba totalmente desierta. Giré a Ia ie quierda por la Rue Quincampoix hacia Ia Rue de Yours, y seguf por ésta hasta Sebastopol, luego subi hasta Strasbourg-SantDenis, para tomarme una cer- vera en el café de costumbre. Alli me encontré con Khader, mi compafero de habitacion ea te has echado el polvo? —me pregunté, como todos los stbados a Ta misma hora si le menti, y empezamos a hablar de futbol. 50 TU sERAS Dios Poe oceaseosveeosevvgescounses e e e e es SCOCHeO HAST OHH LEER ODESSA OCOCOOENESE®O LA DEIFICACION DE JEAN-REMY DE LA SALLE, Hay en el sur de Argentina una tribu némada que cada afio se mueve a lo largo de tres mil seiscientos incuenta kilémetros, siguiendo siempre la misma ruta, como si sus componentes, que suman de tres 2 cuatrocientos individuos, obedecieran al mavimnien- to de las agujas de un reloj. Esta tribu fue denomin da por los conquistadores slos boludos» (los cojons 205)" debido all tamaflo de sus testiculos, que los varones dejan asomar mediante dos agujeros practi- cados en sus ropas, tanto en inviertio como en vera no. Dichos testiculos, que tienen fama de ser inmen. 505, suelen pintarlos de verde para llamar la atencign de sus parejas durante sus numerasos coitos. Se les atribuye una libidinosidad no igualada por ninguna fra tribu nativa del continente, No forman parejas stables y carecen de toda idea de familia, Los nifios, « Como ees sabid, sboludo» 0 pelaudor en at- {ellano “eojonazoss, implicatde no’ tanto ‘unos! testculos ars 33 educados por Ia tribut en st conjunto, son iniciados fen las actividades sexuales mucho antes de la puber- tad, aunque sea dificil fijar un limite de edad preci- so; numerosas son las mujeres que paren a los diez afios, ¢ inchiso antes. Suelen tracr all mundo invaria- blemente un par de yeinelos de diferente sexo, aun que a veces pueden ser cuatrillizos, munca un name- ro impar. Existen, por tanto, en la tribu aproximada- mente tantos varones como hembras. Se dice que los varones vienen al mundo dotados ya de un sexo adul- to. Yo lo creo, porque he tenido ante mis ojos fatos de nifios, una’ de elias, en conereto, de un chiquillo de tres aos, que exhibe un par de testiculos verdes que le llegaban hasta los tobillos. Fsta raza, que los jesuitas dudaron en calificar de humana y que plantes a Darwin numerosos enigmas aun no diluck Aados, me parece mucho mas interesante por otra razén: su forma de percibir el tiempo. Saben la hora que es easi al segundo, y esto desde que nacen hasta ue mueren, Repiten la hora sin parar en sua lengua, que esta esencialmente compuesta de cifras. Decit la hora es para ellos tan natural como respirar, y Ia murmuran hasta mientras duermen, Su itinerario recubre cuatro zonas bien diferenciadas de Ia Arges: tina: las Pampas, al norte, la Cordillera de los An- des, al oeste, la Tierra del Fuego, al sur, y la Costa Atlintica, al este. Durante la primavera, bajan por los Andes, siguiendo la ruta de las mds altas cimas, y alimentindose de leche de viewha y huevos de cén dor. El 21 de diciembre, primer dia de verano en el 34 hemisferio sur, pasan de la cordillera a la Patagonia, ‘que cruzan en direccién oesteeste, Durante tres me. s2s se nutren de perdices y Randis, asi como de las fresas diminutas que encuentran en su camino, y gue el aflo anterior han dejado plantadas sobre bo. fiigas de fands, A estas fresas se les otorga todo tipo de virtudes medicinales, aunque pueden resultar mortales para los occidentales, acostumbrados a las vacunas y a Ja penicilina. Bl 21 de marzo de cada ‘aio, primer dia del otofo austral, Hegan a las costas del Atlantico, Suben por la playa patagona, de tres kilometros de larga, arrostrando los gélidos vientos de la zona, para cazar tiburones con ayuda de arpo- nes de hietro y cuerdas de cuero, pero sin aventu: arse en el mar, Desconocen la navegacion, pero ‘esto no obsta para que logren herir mortalmence incluso a las ballenas; los numerosos exqueletos de cetéccos que siembran su ruta son bucnos testigos de ello, A pesar de esta actividad colosal, atin en- ‘cuentran tiempo para avanzar diez kilémetros al dia; Jas mujeres ayudan a caminar a nifios y viejos, mien- tras los hombres se dedican a la caza y Ia pesea. Devoran a los animales crudos, sin dejar de cami- rar, ya que, si bien conocen el fuego por Jos voleanes y el rayo, jamas han pensado servirse de él, Su acti Yidad sobrchumana les permite mantener su ten peratura interior entre cuarenta y cinco y cusrents ¥y ocho grados, sin sentir Ja menor sensacién de fie tore, Jamas sienten frio: y si se adornan con pieles de tiburén y plumas de céndor es por coqueteria, y 5 SHHCOCEHKSSOHRECOHELELCOOSSCOSEELOS SCOCKOHOHE HOHE SESH HHOCOESESOCOCOHESS tan sélo lo hacen los hombres. Las mujeres no van vestidas, y llevan sélo vejigas de Nanda infladas, te fidas de naranja, sobre la cabeza, » modo de tur bantes de mandarin. El 21 de junio, dejan la Costa Addntica, para cruzar las Pampas de este a oeste, alimentandose de termitas y de micl, para llegar el 21 de setiembre, al snochecer, al pic de las Andes, donde habian acampado la misma noche del ano En lugar de acostarse para dormir, los adultos se colocan de pie en circulos concéntricos; los varo. nes en el cireulo exterior, copidos de la mano; las mujeres en el circulo interior, copidas de la cintura, Los viejos y los nifos duermen amontonados en el centro de ambos circulos, son los snicos que se ‘acuestan. La verdadera diferencia entre los «bol dos» y cualquier otra sociedad humana, 0 incluso animal —sefiala Darwin— esta en que no. suehan. Su obsesion por el tiempo se lo impide. 0 bien sue Ban con el tiempo como tal, segin instantineamente va desplegindose en su cabeza, Su estado natural de conciencia excluye toda tipo de lenguaje articula do, ignoran las letras, habladas 0 eseritas. Dicen la hora, los minutos y'los segundos, por medio de silbidos agudos, que reeuerdan a Ine flautas del Al- tiplano, tan alejado de su territorio. Segun los orde- nadores de la Musical Foundation of New York, los sboludess no conocen s6lo siete notas musicales, sino infinitas. En lugar de dormir, los varones, con Tos ojos cerrados y sin soltarse de las manos, se mue- 56 | ven un paso a la iequierda cada minuto; mientras las mujeres, en el circulo interior, dan un paso cada cin- co minutos. Resulta asi que cada hombre y eads mu jer se encuentran situados en el mismo eje cada esenta y cinco minutos. Y, cada vex que la inisma Pareja se reencuentra en el mismo eje de minuto 0 de seis horas, intercambia su lugar (hay que notar ‘que, en su trayectoria anual, siguen el sentido in verso al de las agujas del reloj). En el momento de salir el sol,-todos los varones se encuentran en el circulo interior y todas las mujeres en el exterior, sin ‘que cl trazado de su movimiento haya vasiado ni un Se puede llegar a suponer que los nifos y los vie jos, que permanecen toda la noche en el centro de ambos circules, durmiendo apilados unos sobre ‘otros, sin dejar de cantar todos a core los segundos, deben sofar en algo. Pero en qué? Desde Jung, son millares los psiquiatras que se han preocupado por desentrafar el misterio del sueho de los «boludos ¢Se puede sofiar cuando no se tiene inconsciente? Y sino tienen inconsciente ede dénde les viene la memoria, una memoria ancestral que les lleva a re correr el mismo itinerario todos los aflos, desde hace milenios? Segin el filosofo canadiense Marshall MeLuhan, los «boludes» inventaron el tiempo a la ver que la rueda, que se compenetran e identifican en st ‘movimiento inverso, como elementos masculino y fe menino respectivamente, en los suefios de todos los hhumanos. Los «boludos» representarian por tanto a 37 nuestros propios suefios, al velar en lugar nuestro Giertor astrélogor pretenden que Nostradamus, cuando habla de «un par de bolas verdes que son los péndulos del tiempo que sobrevivirin al tiempo de fos hombres, cuyas sucfios todos serdn estrangulados por ellase, hace en realidad referencia a Ios «bol Sos, entre quienes el profeta francés anuncia el triunfo de los relojes blandos sobre las implacables esferas de la inguisicion de su época. Es mucho lo ‘que se ha escrito sabre ellos, pero todas las versio. nes estin plagadas de Fantasias. Debo sefialar, sin embargo, un video grabado por Jean Remy de la Salle, joven realirador que se avea- turé por Ia Patagonia, a pesar de la guerra que el gobierno argentino habia declarado por estas fechas 2 la marina inglesa en las Tslas Malvinas, y 13s com siguientes dificultades de transporte. A su llegada, les boludoss ignoraban todo lo referente a esta guerra. Seguian adelante con su trayectoria de siempre, de safiondo tanto a lor obuses de las playas como al hambre de las campifias, JeanRémy de la Salle se asombré de que los militares en el poder y la pobla- ign en su conjunto permitieran a los sboludass con. tinuar con su vida némada y desfasada, que ademés no respetaba'ni las propiedades pablicas ni las pri- vadas, pertenecientes estas iltimas sin excepcidn al- ‘guna a la oligarquia estanciera, No hay noticia, sin embargo, de que hagan rega- los a los indigenas. Pero todo el mundo les tiene miedo a los «boludoss. Cuentan que, cuando miran 58 Bijaments a lor ojos de alguien, éste queda petri cado para siempre. En su camino pueden verse inn merar estatuas de lava, que representan a seres hu manos y animales con expresidn de espanto, y a los ‘que se supone fruto de las artes de brujeria de los sboludos», mas que de sus capacidades artisticas, lac cuales desconocen 0 pretenden ignorar. ‘Sin duda recuerdan ustedes al joven JeanRémy de Ia Salle, cuya brutal desaparicién sumié reciente- mente a todo el mundo en Ia consternacion, Yo debia formar parte del equipo que Is revista Actuel pensa ‘ba enviar a Jn Patagonia, para hacer un reportaje de diez paginas eobre In tribu, La vispera de la partida, estalla la guerra de las Malvinas. La revista archiva fu proyecto en un cajén, Pero Jean-Rémy decide par. Ur por su cuenta y riesgo, de tan entusiasmado como std por el proyecto. Fl desenlace es suficientemente conocido, Las cassettes de video que las televisiones dde todo el mundo tuvieron ocasién de pasar, fueron fencontradas en la moto de Jean Rémy, envueltas en Sus bluc-jeans, La moto habia sido detectada por un helicdptero del Ejército de Salvacién Internacional sobre uno de los mas elevados picos de Ia Cordillera de los Andes, a menos de un centenar de metros del cespeluznante eriter del voledn Aconcagua. Su diarie se creia perdido; pero fue encontrado en posesiéa de la tribu de los «boludos», que lo utilizaban como libro de oraciones, Dicho diario me fue remitido hace una semana por el Ejercito de Salvacién, pot hhaber escrito Jean-Rémy en él mi direceién, Todo el 9 SEOCHOOCHHEHSHAHCOHSHCOOOOESEOOESEOE CORCOOOOCEOHEOOOOOEOOCODEOHECHSEES mundo recuerda las imagenes atroces rodadas por los mismos sboludess, del martirio de JeanRemy, aro jado vivo al pozo de lava ardiente del Aconcagua os extractos del diario que copio a continuacion arrojaran un poco de luz sobre los hechos: «Querido. ‘arto: desde el momento en que vieron mi enorme moto, me tomaron por un dios. Me piden que dé ‘wueltas en eizeulo en torno al grupo que forma la tribu, mientras avanzan por las Pampas, ya que exo ahuyenta a los mosquitos y a las grandes serpientes, Creo que he encontrado Ia vida en la que sofaba, ‘querido diario». Siguen varias paginas donde se des: triben paisajes de amplios horizontes, que cambian, Sin cesar, Pasara dos afios entre los «boludose, man- teniendo siempre excelentes relaciones. Las mujeres os viejos transportan de buena gana los bidones de Binebra y de gasolina, para subvenir a las necesida des dela moto y de el mismo, a lo largo de centena: res de kilémetros. Aparentemente, no mantiene re- laciones sexuales con ninguno de los miembros de In tribu, Pero les ensefia a manejar el video. Deja de ‘escribir su diario durante todo un aio, y reempren. de su eseritura una semana antes de su muerte, el mismo dia que los «boludos» eligen para efectuar su ascenso al Aconcague. Llevan a hombros la moto de Jean Rémy, con él subido en ella, Un afo bisiesto, escribe, de cada cuatro, los bo- Tudos ‘suben al Aconcagua, durante un solo dia, y eso seri la semana que viene. Es el ato de mi deif cacion.» Estas breves frases liberan totalmente de co | culpa a los eboludos». Jean-Rémy de la Salle, posefdo por Dios sabe qué delirio mistico, persuadio a los Indigenas a arrojarlo al volean para rodar su propia muerte, Varios pasajes escritos durante la ascension al Aconcagua, Fealizada en solo una semana, dan fe de ello: aLes he ensefiado 2 mancjar Ia camara. Yo soy el dice actor. Soy su Dios>, Es algo conluso, pero cuyo sentido no se le escapa a nadie: Jean-Rémy Inculeé a les «boludoss ef arte de In cinematografia, sabiendo que él seria su primera victima, He aqui la Sluima frase de su diario: «En el instante mismo en {que sea precipitado a las entrafias de la terra, en traré en la eternidad de su memoria», No podia ex presario mejor Después de su sacrifivio, los «boludoss han abre viado su viaje anual: dan wueltas en fila india en tor no al volean, sin que nadie se explique el porqué. El Ultimo testimonio escrito que aqut copio eat firma do por el padre Caberéa de las Calzas, obispo de la arroquia de Nuestra Sefiora del Aconcagua, una ‘giesia de tierra apisonada, situada en las laderas del voledn, y es una carta dirigida al Papa. Hela aqui +En cuanto a Ia canonizacion de JeanRemy de la Salle, los catélicos de varias provincias de los alre dedores me la exigen sin cesar. Mi pequefia parro 4uia se ha convertido en lugar de peregrinacién para millares de turistas que Megan en helicéptero, Se toman fotos con los «boludass y arrojan monedas la boca del voledn, Lo que me inquieta, Santisime Padre, es que la mayor parte de ellos ton adeptos ot del Diablo, a quien imaginan habitando en el interior del volein. He podide impedir ya tn sacrificio hums zo, aunque no puedo impedirles que arrojen ala lava, ardiente cameros, ¢ incluso pumas, ya que se trata de animales sin alma. He podido constatar ya varios milagros, Santo Padre, que prefiero relatarie en esta carta, aunque sin duda alguna habra podido leerlos usted ya en los periédicos: los «boldot» levitan ha: ta diez metros por encima de nuestras cabezas, sin dejar de dar vueltas en torno al volcan. Se dirla que caminan por el-aire, y con bastante rapides. ‘Segundo milagro: esta mafana, la lava ardiente se ha transformado en leche hirviendo, Esta leche hhuele igual que Ia leche de cabra. Los turistas co mienzan a huir del lugar, temiendo una venganza de la Tierra. Yo espero sus instrucciones, Santo Padre, ¢Debo concederles bulas, como me exigen?» El des fnlace es bien conocido: Ta formidable erupeion det Aconcagua, que convirtis una de los valles mas fér tiles del mundo en un puro desierto de piedra-pé: mez, Fueron los sacerdotes incas los que (mucho an- tes de la Negada'de los conquistadores) dieron a la Patagonia su nombre, que quiere decir «lugar donde el dios rubio pondra sus pies antes de su agonia». Noes de extranar que el pobre Jean-Remy fuera to. mado por el dios rubio en cuestién. Varios periédi- os sensacionalistas del Cone Sur pretenden que los sboludos» volaron al cielo la vispera de la gran erup- ion, y que han sido vistos durante la noche dando vwueltas a la luna. Yo no me creo nada; no hay fotos, a de satelite que lo demuestren. Parece cierto que esta tribu, formada por unos trescientos o cuatro: cientos individuos desde tiempo inmemorial, Fue ex- terminada la noche antes de la erupeion del voledn, Jean Rémy de la Salle habra sido, pues, un dios view lento, pero efimero. oe COHOSSHEHESHOHASESSHSSOHSESSSESSHSEOS e HOSCOCOO HOH OSE SOE EGSCOOCODSOHLONESS SEXY! i JQue musER mAs LA CESAREA Jacqueline Mignot y Linda Davis se conocieron en el verano de 1976 en Nueva York, durante. la convencién demécrata que consagraria a Jimmy Car fer como candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Jacqueline Mignot formaba parte del grupo de enanos deméeratas Francesee. Ella era se, aunque hija de padres normales. Habia hecho la carrera de cirujano-dentista, que abandond para ccasarse con Christian Mignot, un abogado socialista ‘inco afios mayor que ella, Tenfan un hijo de doce afios, Jean-Paul, que le sacaba ya unos buenos diez centimetros. Animada por st marido, organité un arupiisculo de enanos que exigian asientos especiales en los autobuses y escabeles en las cabinas teleféni cas. De la noche ala mafiana se encontré dirigiendo tun movimiento politico, el MIMD. (Movimiento de Mujeres Diminutas), al que habla defendido con ardor en varios mitines conjuntos con Michel Ro- card, de quien su marido era préximo colaborador. Hasta aquel momento, como et natural, su afecto se habia dirigido hacia Christian y Jean-Paul, con la 6 misma fuerza con que se imaginaba que las restantes adres de familia amaben a sus maridos ¢ hijos: es taba orgullosa de haber conseguido, a pesar de sus diminutas dimensiones, evar una’ vida de mujer normal; se sentia, con todo, muy acomplejada con respecto a otras mujeres socialistas de su genera ion, y raramente tomaba la palabra en los debates, ‘Solo en la sintimidad del hogar», y gracias al cari- fo de Christian y Jean Paul, que la trataban come a tuna hermanita un poco caprichosa, lograba olvidar sus reales dimensiones. Linda Davis se habia hecho famosa en Estados Unidos gracias 4 un folletin de television, titulado Little Carott,” donde habia interpretado’ el papel de «Little Carott+, disfrazada con una peluca rizada de color naranja, hasta cumplir los treinta anos. Mi onaria, gracias a su personaje, abandoné a televi- sion y funds un partido medio politico, medio reli gioso, el L. M. I. (Liberacion de las Mujeres Lilipu Henses), del que ella era lider incuestionable. Goza tba del apoyo de varias ciudades en los estados de Georgia y Nuevo Mexico, cuya poblacién negra des cendia en su mayor parte de esclavos pigmeos im portados por los irlandeses a prineipios del 1x La primera vez que Jacqueline Mignot vio a Lin da Davis fue sobre el podium del congreso del Par tido Demécrata que tenia lugar en Pennsylvania Sta tion, durante Ios expectéculos de variedades que + Zanaborin. (N. del 7) 66 precedian a los discursos politicos. Linda habla he. cho su apariciéa en escena vestida con una tiniea estampada africana, y rodeada de ua grupo de pig- meos negros que tocaban el s9x0; Jacqueline que, hhasta entonces, habia permanecido perfectamente Indiferente a esta dimensién de la realidad ameri cana tan concorde con la idea que se habia hecho a partir de los numerosos films en Cinemascope que habia visto en su vida, sintio que un escalofrio Je recorria la médula: América era Linda Davis, tal como ella la habia sofado en su infancla, una mez cla de estatua de In Libertad y enana mongélica, que sin saber apenas cantar posein, en cambio, algo que ella jamés habia softado llegar a tener: encan- to, esa palabra ya en desuso en Europa, pero que en aguel joven ‘continente adquiria sus verdaderas dimensiones. Linda Davis rematé sts show ante una pirsmide de pigmeos que cantaban «Old Man Ri vers, vestida con una tiniea eefida de strass color granate y una peluca plateada. Todos los congresie- tas Ja ovacionaron. Jacqueline sales de su butecs, abandond a la delegacion de enanos socialistas del Distrito XIV; se cold a rastras por entre las pler- nas del servicio de orden y legs sin mayor esfuer20 al escenario. Linda Davis estaba agotada despues de su actuacién. Jacqueline se arrojé a sus pies ¥ le dijo: jTe amol», Eran Iss tinicas palabras en francés que Linda comprendia, y capté plenamente su sentido, Supo de inmediato que aquella mujer, o PHOS CCEHSSCRHALESHNHSSHSEHLEHLEHITECS POHOOEOSCEOH SEE OOSOHEOEOCEOFOHOONOCOH quienquiera que fuese, le seria fiel hasta el fin de sus dias, Christian Mignot recibié In carta de Jacqueline uun sdbado a las diez de Ia maftana. Desperté a Jean- Paul para anunciarle: Hay una carta de mam, Vete a lavar. Yo ya he comprado los. brioches. Desde la marcha de Jacqueline, Christian se las arreglaba fatal pata levar la casa, Jean Paul estaba dde vacaciones, pero no queria marcharse a casa de gu abuela en Normandia. Preferia pasar las tardes fen compatia de sus amigos, jugando al «millon» y Seambulando por los jardines del Luxemburgo, cuan- do no se encerraba en su habitacion para fumarse lunos porros en compania de un amigo bastante afe minado. Christian, que nunca hubiera ossdo rega- far a Jean-Paul, esperaba ansiosamente el regreso de Jacqueline. Los platos sucios se amontonaban en fl Fregadero, la motocicleta de Jean-Paul estaba ti- rada sobre la moqueta de la sala; Tas dimensiones dde In cocina, construida a Ia medida de Jacqueline, lo obligaban a andar a gatas, © a golpearse la ca. bbeza contra las repisas; y lo’ peor de todo: desde que Jacqueline se habia ido habia entrado en sos pechas de que Jean-Paul era homosexual. Mientras Jean-Paul terminaba de lavarse, Christian puso café fen el filtro «Melitta» y abrio Ja carta de Jacquelt- tne: «Dejo a Jean Paul en tus manos. Voy a rehacer ‘mi vida con una liputiense de mi edad. Te he que- ido mucho, y también a Jean-Paul, Tu Jacquelines, 6 Ceres nerviosamente ol sobre en el momento en sve Fean-Paul entra en Ta Cocina y se sentabe de lante de su desayuno. * be ue dice ama? Teva muy bien —respondis su padro—. Vo a ira buscarla a Nueva York, Ti te ves esta tarde 2 Nonmandia con la abuea ‘Acontumbrade a no tener nada que ver con los problemas de los mayores, Jean Paul adopt alee ‘con leche. eam ‘ Christian toms el 747 de las ocho de la noche fn Orly. Legs muy de matana al seropuerta Kenn 4y.con un calor torido. Apanas ontendia el ingles 4 imacho menos sn el ingles americana, Se ajo levar a un hotel sitado’ delat de Pemsyivesis Station, donde le dieron una habitactin mindse casi enieramente ocupada por wna enorme televi sion en color Sin perder un minuto en deshacer el equipaje, pidio Ja centralita el nimero del departamente de spersonas de baja estatura» de la Convencion Demdcrata. Un intérprete le explicd con mucha edu ‘eacion que su esposa y los enanos demécratas de Nuevo México habian ‘dejado la convencidn, hacia luna semana. El Departamento de Estado, temiendo que se tratara de un secuestro politico, habia toma do cartas en el asunto, Las encontraron sin mayores dificultades. Se ha: bian instalado en un barrio del South Bronx donde « Linda daba clases de wexpresion corporals para ena hos Una vor con acento canadiense le dijo que st caposa estaba portectamente bien y le dese una fuera estania en Nueva York. Pregunté en 1a cen- trata el numero de Linda Davis, e ho wn ester to para pronuaciar bln Pf want to speak to Madame Mignot Ti tn Madame Mignot ‘Jacqueline, soy yor Christian! Estoy on Nuc- va York! “Gen qué calle? TEnfeente dela Convencién Deméerata Ne tenemos nada que decionos —dijo Jacque line ate lo he explicado todo en mi carta “Tjpero no podtamos al menos vernoe? —pre- unig Christian con vor temblorosa wpenge un curso de clagué ® las mueve y cua to, Tenemes tiempo para almorear Juntos, ses que iegas a tiempo Sali al interior de un taxi, que To dej6 en Ios limites del Brom negro, ya que el taxlsta no que Ha sventurarse mas. ais. El paisaje de edificios Seomodados. se detenia de sepente para dar paso Stn eopecie de barrio de barracas afrcano, cons truldo sobre las ruinas de enormes edificlos que Shion aber ford en vo tempo parte dels dependencias del puerto de Nueva York; Tos plotes dermadera de los muclles se hondian en el Fargo dai ro. Las calles estaban esiertas, aparte de al fgunas ratas de alcantarilla que Pulilaban por las 0 basuras. Llegé sin dificultad hasta Ia puerta det Lilliputien Winterlands, un antiguo edificio de aduanas abandonado, construide sobre el rio y pin tado de azul turquesa, Un pigmeo, vestide con una librea que recorda- ba el caparazén de un bogavante, vino a abrirle la puerta, y lo introdujo en un inmenso hangar imum: Gado medias. Christian tomé asiento en el unico sillén que no estaba empapado. Jacqueline bajé 9 la pieza por una escalera de caracol, vestida con ropa deportiva, pantalin y camiseta de felpa color rojo, los cabelios cortados «A la gargonner, y pla- yyoras de baloncesto. Se senté en uno de los brazas el silldn de Christian y le pasé una linea de co- ccaina sobre un espejo de bolaillo, sin decirle ni pa labra. Una ver que Christian se hubo dado cuenta, de que Jacqueline se habia vuelto loca, se sintis, aliviado. Ya no le quedaba sino representat un pa- pel que se sabja de memoria, y perfectamente com: corde con su vocacion de abopado: rean-Paul te necesita Con la misma cuchilla con la que habia forma. do la Tinea de coca, Jacqueline le hizo un corte en la barbilla. Christian Ie retorcié Ia mutica, para obligarla a soltar la navaja; ella se debatié, abofe- teandolo, aranandolo, y dindole patadas en los tes ticulos. Cuatro pigmees lo inmovilizaron, agarrén- dole por cada uno de sus miembros, y un quinto Te asesté un golpe de karate en la nuca. En cues tidn de un instante quedé desvaneeido. Los pigmeos n COOHOCHESOEOHEESHOTESCROTOHOOTOHOEOS POROHEOHROSOEOODIEODASOOEDODOCOHOOEL le cortaron la ropa a tiras con la cuchilla, y 1e ata on juntas laz manos y los pies, como si fuera un carnero, Le hundieron la cabeza en un recipiente de agua birviendo, y al abrir la boca para intentar fritar, se quemo tambicn Ia garganta y el esofago, Luego, le introdujeron la cabeza en una caja atada ‘a una cuerds con polea, colgada de! techo, y lo de. jaron suspendido sun metro del suelo. Sintié do- lores horribles gue le recorrian las articulaciones, como si fuera a descoyuntarse. Y volvio a desma: yarse. 'A partic de ese momento, no supo ya si lo que le ocurria formaba parte de sv vida cotidiana, 0 se haallaba en el interior de una pesadilla, de esas en Jas que una sola sensscign se convierte en eterna Se debatia entre cl deseo de despertar y el deseo de morir, entre Ia indiferencia y el dolor. Ni un solo instante tuvo miedo, sabiendo, como desde Siompre sabia, que su destino era irreversible; con. fluia de este modo con Ia idea que su madre se ha bla hecho siempre de el. Hermano menor de un #1 perdotado que habia terminado sus estudios en una escuela de prestigio, Christian habla realizado sus festudios de’ abogado sin excesiva brillanter. Habla ingresado en el Partido. Socialista, mas impulsado por su padre y su madre que por sus propias con- vicciones, Su calvicie precoz, su tenaz tartamudeo, sus hombros caidos y sus gafas de miope eran las ccatsas de su falta de éxito con las mujeres, asi como tambign del menosprecio de sus superiores, que siempre lo.habian tratado como al hermano imbé- cil del adjunto del ministro, El se habia idemtiti ceado con su personaje, hasta el punto de llegar a gustarle. A Jacqueline Ta habia conocido en la sede del PS,, con ocasién de Ia visita de un grupo de alumnos de la Escuela Superior de Odontologia de la Rue Garanciére: Christian tomaba notes desu entrevista con Rocard, y Jacqueline se hallaba sen fada frente a él con una minifalda de chinte; sus piiernss cruzadas dejaban ver sus bragas de color Tojo; Christian se sintié a tal punto turbado que se olvidé de la taquigrafia, Un mes mis tarde, se casaban en Ia iglesia de Saint Sulpice. El vestido de novia de Jacqueline habia sido disettado por uno dde sus compatieros de clase que trabajaba en Dior: Is cola, que imitaba un campo de margaritas, una vex desplegada cubria todas las escalinatas de. la iglesia. Bajando con Jacqueline casi colgada de su brazo, Christian se sintio seguro de si mismo por primera vez en la vida. Hasta entonces se habla com servado virgen, mientras que Tacqueline habia tent do ya algunas experiencias seauales, el pene de Christian, no mucho mas prueso que un dedo. la Aecepcioné por complete. Ademas, eyaculaba nada mas haberla penetrado, entre gritos y estertores bestialec, al tiempo que {a aplastaba con su peso y la inundaba de sudor. Al mes de casados, ella que 6 encinta. Su embarazo fue dificil, y hasta se Mego 4 temer que se tratara de gemelos. Jean-Paul vino al mundo con ayuda de una cesdrea; pesaba cinco a kilos y era el vivo retrato de su padre. Christian vio confundirse ante sus ojos a Jacqueline, vestida con ropa deportiva, y a Linda Davis, vestida con pieles de leopardo, que se cebaban con, rajan- dole la cara @ navajazos; Te cortaron las orejas, la nariz y 0s labios antes de arrancarle la lengua y reventarle los ojos. Mme. Mignot recibio por correo un paquete que debia pesar al menos cinco kilos, envuelto en papel dorado; aunque estaba muerta de curiosidad, no se Atrevid a abrirlo antes de que su nieto. se desper- fara. Jean-Paul dormia en el jardin en una tienda de campaiia (su regalo de cumpleanos) dentro de tun saco de dormir, abrazado con su mejor amigo, tun pequefio martiniqués. Un regalo de papa y ma: ma desde América! Jean-Paul, medio dormido ain, abrié el paquete, que despedia un olor nauseabun- do, y la cabeza mutiladad de Christian ech6 a ro: dar por el césped. Después de un instante de estu: por, Jean-Paul se sintio por primera vez en la vida culpable de su. homosexualidad. ” 2 escritor ostaln Seto tt ideal cert e ° e e ° ° ® e ° e e ° . s ° 6 e e e e ° FOROS SOHAOHOOHCOEOOREOCOCOOOELODOCE VIRGINIA WOOLF ATACA DE NUEVO [Me senté incomode por Ia insistencia de mi edi acerca del namero de relatos que debian reunir- se en este libro: siete, en mi opinidn, era un nt mero de mal aguero; eran, pur Io demas, relatos bbreves, y el mimero de paginas que hacian estaba muy Iejos de formar un libro de tamano decente Sugeri incluir algunos de los poemas que habia com. Puesto en mi juventud; pero el editur se negd, pre fextando que un libro de-relatos, en principio, neo debe contener mas que relatos. ¢¥ que tal algunas itustraciones? Tenia los cajones llenos a rebosar de viejos dibujos que podian servir perfectamente para cesponjar el conjunto de relatos, sobre todo si recor tabamos Jas vifetas de las tiras cOmicas en cuadea ditos y las haciamos-ampliar, para que cada una de ellas pudiese lenar una pagina, Esto, reduciria considerablemente mi trabajo. Pero mi editor me dijo que mis dibujos estaban pasados de moda, mien tras manifestaba tener una fe ciega en mi genio Jiterario.. Ya habia desbaratada mas de una nove la, le insisti, y en cuanto a los relatos, simplemente ” no fe me ocurria una sola idea. Ambos colgamos fen términos corteses. Hacin un ao que no se me ccurria ningun nuevo relato, y los que habia logra: do colar cuando Ja firma del contrato eran pigi- tase que habia arrancado de numeros viejos de Hara Kiri, cuyo tema y titulo habla elvidado por entero, y que eran seguramente de esas cosas que uno es. tribe a toda prisa para ligar un poco de marihuana a fin de mes. A principios de julio, me encontré a mi editor en un bar de ambiente de nuestro barrio, Nos encontramos de pronto cara a cara bailando tun bwist. Mi editor es mis grande que yo, una cosa tipo Sylvester Stallone. — {Qué estés haciendo aqui? Te hacia terminan- do. un relato ZQue relate? EI que falta para completar tu libro. Si no se lo envio al impresor en Ia primera quincena de ju lio, en seguida vienen las vacaciones, y ya es imposi ble sacarlo en octubre, Y luego, el allo. préximo, tengo ya toda la. programacién completa Fuimos hasta ta barra a bebernos una cerveza, Habiamos venido a ligar por separado, y el encuen- 110 nos incomodaba, sabre todo con la dichosa histo- ria del relato, —gNo se te ocurre nada para un relato? —le pregunt ‘Se quedé perplejo. Yo le pasé un porro, y se reconcenteé sobre él durante un instante. Lueg expresso al fin su profunda sabiduria: 8 —iCualquier idea es buena para un relatot Silo que hay que oir de un editor! —exclamé yo, aunque en mi fuero interno peusaba le mismo. Pero Ia idea le habia gustado, e insistio —in editor y un autor que se encuentran por casualidad en un bar, Puedes empezar por abl —2¥ qué puede pasar luezo? cue nos varios & Ja cama juntos? ;Con el tiempo que hace que nos iY si yo te matara por no haber terminado relato? ¢No es un buen tema para un relato? —2¥ entonces quién escribiria el relate? ce! No soporte el humor de Jean-Pierre, Eran ya las tres dela mafana y no quedaba ya nada qué ligar. ‘Tres 0 cuatro intelectuales, seducides por nuestra charla, no despegaban la oreja. En el piso de arriba, tuna docena de analfabetos se chupaban unos a otror Tos bigotes en Ia oscuridad. iQue fatal estd esto! Te vuelves a Anvers? Yo voy a Blanche. —Podemos tomar un vaso 3 mitad de camino, en Pigalle Bajamos las escaleras de salida No estaba el portero. Dejamos sobre el mostra dor del vestibule nuestros nimeros, junto con dos monedas de diez francos, y nosotros mismos recu: peramos de las perchas nuestras cazndoras de cue ro. Nos las cerramos bien, para defendernos del rocio matutino de Paris, que ataca Ia delicads gar n $0-60069 0.008 CoCCSCCODELCCCR OOO OCESOCS e e e e e e ° e e e e ° e e e e e e e e e e e ° e e e e e e ° e e santa de los noctimbulos. La puerta de la calle es taba cerrada, EI portero se ha debido ir a darse un lote. —Tampoco es razén para dejar cerrado con sve “Es responsable de una docena de cazadoras de cuero, una auténtica Fortuna, En el bolsilla interior de mi cazadora encontré dos porros liados, y encendi uno para disipar el olor de los poppers. “TU sabes que hablo en serio. Necesito ese re lato, Esta en juego el porvenir de la editorial —dra matizé—, Ta eres mi Virginia, Woolf. Puedes leér melo por teléfone durante el fin de semana, 0 de. jarlo grabado en el contestador automatico, i¥a te he dicho que no se me ocurre nada, Jean Paull jNo insistas! ‘Afuera Hlamaban a la puerta a punetazo limpio. iQue est cerrado! —gritamos, —jPero qué diablos pasa con el portero? Volvimos a subir ‘las escaleras. El tipo de la barra'no aparecta por ningun lado. Me dirigl a una Vieja loca islandesa que me habian presentado en cl «Flore» varias veces, en Ia época en que éramos smilitantas, —La puerta de entrada esti cerrada: —e¥ que? —Oue no se puede salir =2¥ para que queréis salir?

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