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Ixhuatlán:

combatir la impunidad ambiental


GREENPEACE MÉXICO

Después de cuatro años de haberse fundado Greenpeace México, en 1997, la organización decidió enfocar
parte de su trabajo a la industria con mayor impacto ambiental en el país y que goza de la mayor impunidad:
Petróleos Mexicanos. La campaña inició con la llamada "Ruta del petróleo", que se desarrolló con el barco
insignia de la organización, el Rainbow Warrior.
Entre los logros más destacados de esa campaña se encuentran la remoción de ocho plataformas marinas
abandonadas por Pemex por más de veinte años frente a las costas de Tabasco y una conciencia pública
mayor sobre los daños ocasionados por la paraestatal.
Durante "La ruta del petróleo" se denunciaron numerosos casos de las diversas formas en que la industria
respectiva afecta al ambiente y a las comunidades. El daño más común son los continuos derrames de
hidrocarburos. En todos los casos la impunidad es la constante.
Después del retrato general sobre los impactos de Pemex vimos la necesidad de enfocarnos en un caso y
seguirlo por la vía legal para empezar a combatir la mayor causa de la situación extrema de deterioro que la
empresa ha generado: la impunidad.
Causa, en nuestro país, que no sólo tiene como resultado el deterioro ambiental extremo, sino también las
graves diferencias sociales y es causa y efecto de un sistema político no democrático.

El caso "histórico" de Ixhuatlán del Sureste

Habitantes del municipio de Ixhuatlán del Sureste, ubicado en el sur de Veracruz, entre las ciudades de
Minatitlán y Coatzacoalcos, desde 1996 habían denunciado la contaminación arrojada por la Planta Ágata de
Pemex a las aguas del Arroyo Grande, con sus consecuencias en la caída de la pesca y el deterioro de la salud
de la población.
Ixhuatlán es una región de extrema pobreza como muchas otras zonas petroleras de las que se ha extraído la
"riqueza de la nación" sin dejar ningún beneficio a la comunidad, antes bien un deterioro extremo de su
entorno, lo que significa mayores dificultades para sobrevivir. Después de un año de denuncias y presiones
sociales por parte de un grupo numeroso de ejidatarios y vecinos de Ixhuatlán, la Comisión Nacional del
Agua clausuró las descargas de la planta de Pemex.
Petróleos Mexicanos, entonces, cambió su práctica; comenzó a arrojar los desechos a represas en tierra
ubicadas en el mismo municipio. Las represas son excavaciones de aproximadamente 80 x 80 metros y de
entre 6 y 8 metros de profundidad. Muchas de ellas ya existían y eran presas de desfogue para los pozos
petroleros.
Sólo en los ejidos de Ixhuatlán del Sureste y Felipe Berriozábal de ese municipio, los habitantes han
localizado 60 represas llenas de desechos, la mayor parte de ellas cubiertas por tierra.
De manera especial, Pemex seleccionó una represa ubicada en el ejido Felipe Berriozábal para descargar
materiales tóxicos que la Planta Deshidratadora Ágata arrojaba anteriormente al río.
El 10 de agosto de 1997 los pobladores de Ixhuatlán que habían denunciado estos hechos, acompañados por
el ingeniero José Luis Urquieta, auxiliar técnico de la Dirección de Asuntos Ecológicos de Veracruz; Jorge
Dorantes, representante de la Semarnap en Coatzacoalcos; la química Teresa de la Cruz, técnica de campo de
la CNA, y Luis Ernesto López, guarda hidráulico de la CNA, realizan un recorrido y al llegar a la represa
mencionada, encontraron in fraganti un camión de plataforma de la empresa J y M, SA, el cual transportaba 16
tambores de 200 litros de capacidad cada uno, llenos de desechos y descargaba uno de ellos a la represa. Los
habitantes detuvieron el camión y exigieron a los funcionarios acompañarlos a presentar una denuncia ante el
Ministerio Público. El chofer del vehículo confirmó que los desechos provenían de la planta Agata y que un
funcionario de Pemex le indicaba dónde descargar los desechos.
El agente del Ministerio Público, lejos de detener a los responsables, amenazó a quienes habían detenido el
camión con responsabilizarlos por el secuestro del vehículo.
Greenpeace tomó el caso y con la asesoría del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA) presentó una
denuncia penal ante la Procuraduria General de la República el 26 de octubre de 1998. La decisión de
presentar la denuncia penal ante la PGR se debió a que un gran número de denuncias populares presentadas ante
la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) no habían sido atendidas.

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Entre las pruebas presentadas está material audiovisual sobre las condiciones de la represa, tomado por los
habitantes y por integrantes de Greenpeace. El material muestra un espacio de dimensiones similares a un
campo de futbol rebosante de desechos aceitosos, una laguna y un arroyo ubicados a un lado de la represa y
aparentemente limpios. También ilustra cómo, después de las lluvias, los desechos se desbordaron,
contaminaron la laguna y se esparcieron por los arroyos a lo largo de varios kilómetros. Se integraron
entrevistas con los vecinos de las áreas afectadas, declaraciones de mujeres sacando agua con fuerte olor a
petróleo de pozos ubicados a un lado de los arroyos contaminados, mostrando enfermedades de la piel que
sufren, relatando el envenenamiento del ganado, la pérdida de cosechas y la crisis de la pesca.
Posteriormente, muestras tomadas en el sitio fueron analizadas en el Instituto de Ciencias del Mar y
Limnología. Alfonso Vázquez Botello, destacado especialista en el impacto del petróleo en el ambiente,
concluye en el reporte del Instituto: "La muestra contiene muy altos niveles de hidrocarburos totales con una
proporción de aromáticos de aproximadamente 40 por ciento y el restante corresponde a la porción de
hidrocarburos alifáticos", y añade: "Debo hacer notar que los niveles de plomo son hasta hoy los más altos
registrados en sedimentos de la zona costera de México; debido a su toxicidad estos lodos no pueden ser
vertidos a ningún ecosistema sin un tratamiento previo que elimine los altos niveles de compuestos
aromáticos y plomo."

Un precedente

La denuncia penal presentada por el vertido intencional y programado de desechos peligrosos a cielo abierto
en terrenos del municipio de Ixhuatlán del Sureste, en el sur de Veracruz, llevó por primera vez a ejecutar
órdenes de aprehensión contra funcionarios de Pemex. Carlos Braumgarten, del CEMDA, señaló: que "Desde la
vigencia de los delitos ambientales en el Código Penal (23 de diciembre de 1996) la denuncia penal
presentada por Green-peace y CEMDA contra Pemex representa el primer caso de residuos peligrosos y su
disposición que se consigna ante un juez federal. Es también el primer caso en el que se ejercita la acción
penal y se ejecutan órdenes de aprehensión contra funcionarios de Pemex por el vertido de desechos tóxicos
al ambiente".
Los funcionarios de Pemex detenidos son: el biólogo Matías Gómez Morales, jefe del departamento de
Protección Ambiental de Agata y la bióloga Julissa Leonor Solís, funcionaria de Pemex y responsable del
contrato de obra CORS-275/97 con la empresa J y M para el transporte de los desechos tóxicos.

El eterno retorno de la corrupción

Ante las denuncias, Pemex comenzó labores de "restauración" de la represa donde había vertido los desechos.
Al principio, la paraestatal se encargó de estas labores. En su momento, Greenpeace junto con los pobladores
documentó y denunció que los desechos eran extraídos y depositados en otras zonas de los ejidos.
Posteriormente, Pemex contrató a la empresa Urbis, que tenía unos meses de haber sido incluida en el
directorio de profesionales y empresas especializadas en la atención de emergencias ambientales de la
Profepa. En un documento que envía al Instituto Nacional de Ecología, el director de Urbis explica: "Grupo
Urbis ha desarrollado la tecnología para la remediación de suelos y
aguas contaminadas por hidrocarburos llamada WAST considerada la más segura de todo el mundo, y no sólo
la más confiable sino la más económica." Más adelante, para no dejar dudas, el documento explica: "La
tecnología WAST antepone a la idea de lucro una ética profesional y la vocación de servicio."
Grupo Urbis ofreció que los sólidos tratados, al regresar al ambiente, tendrían una concentración menor a
5,000 partes por millón (ppm) de hidrocarburos. Pese a contar con "la tecnología más eficiente del mundo"
Urbis ofreció reducir la contaminación a un rango mucho menor al establecido como criterio interino, ya que
no existe norma para la concentración de hidrocarburos en suelos. La Profepa estableció como límites
permisibles: 1,000 ppm para suelos agrícolas, forestales, recreativos, de conservación, residencial y comercial
y 2,000 ppm para suelo industrial. A pesar de que la Profepa había elaborado con el Instituto de Ingeniería de
la UNAM este criterio interino, aceptó la propuesta de Urbis.
El 4 de febrero de 1999 Greenpeace presentó una denuncia popular en la Profepa exponiendo las violaciones
que se cometían en el supuesto proceso de restauración de la represa de Ixhuatlán del Sureste. En la denuncia
se exponía que Urbis únicamente estaba retirando parte del contaminante superficial de la laguna y los
arroyos y que lo revolvía con materia vegetal y tierra no contaminada para volverlo a depositar en el lugar.
De acuerdo con información recibida, las labores consistieron en mezclar un metro cúbico de contaminante

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con dos metros cúbicos de tierra en buen estado agregando grandes cantidades de cal. Es decir, que el proceso
de limpieza era una farsa. Una farsa que estaba costando
5 millones de pesos.
Lo que quedaba por hacer, una vez terminadas las labores de limpieza de Urbis, era realizar un estudio de las
concentraciones de hidrocarburos para demostrar que Urbis se había robado el dinero. Dos inconvenientes
existían: Green-peace no tenía recursos para pagar el estudio y las autoridades no reconocerían los resultados,
como no lo han hecho con las pruebas de que maíz transgénico entra al país.
Roselia Barajas, diputada federal por Coatzacoalcos y secretaria de la Comisión de Ecología de la Cámara de
Diputados, realizó los trámites para lograr que el Colegio Mexicano de Ingenieros Civiles hiciera el estudio.
Dicho estudio, con fecha del 26 de noviembre de 1999, reportó que las concentraciones de hidrocarburos en
las muestras son: de 1,000,000 ppm en la costra; 114,997 y 14,122 en la zona 1; 29,993 y 56,423 en la zona
2; 131,473 y 35,979 en la zona 3; 57,118 en la zona 4, y 10,423 en la corriente subterránea. Es decir, muy por
encima de las 5,000 ppm que había ofrecido Urbis y más por encima de los 1,000 y 2,000 ppm establecidos
por la Profepa.
En este proceso Greenpeace solicitó a la Profepa la información técnica que le permitió autorizar el ingreso
de Urbis a la lista de empresas que dan servicio de limpieza y restauración de áreas contaminadas. En la
respuesta de la Dirección General de Emergencias Ambientales de esa dependencia se nos informa que
"Todas las acciones de restauración son supervisadas minuciosamente por personal de esta Procuraduría hasta
su conclusión, misma que debe acreditarse a través de análisis de laboratorio". Por tanto, es obligación de la
Profepa monitorear el proceso de limpieza y restauración. Es un hecho que no cumplió con esta obligación y
que los análisis de laboratorio fueron alterados.
A partir de las visitas realizadas al sitio por Greenpeace, los reportes de los habitantes del lugar e información
de los trabajadores sabemos que nunca se aplicó la técnica que ofrecía la empresa y que lo único que hizo
Urbis fue mezclar los contaminantes con tierra y materia vegetal en buen estado. Esto se comprueba con las
conclusiones del reporte del Colegio de Ingenieros: "los residuos, en caso de haber recibido algún
tratamiento, éste no fue el adecuado, asimismo, los subproductos del tratamiento no fueron manejados, ni
eliminados como lo establece la propuesta técnica de Urbis", y agrega: "con estos hechos se infringe la
normatividad que presuntamente se cumpliría al tratar los residuos. Podría darse el caso de que el tratamiento
consistiera en una simple mezcla de residuos con suelo no contaminado".
Esto le costó a Pemex, es decir, nos costó a las y los mexicanos 5 millones de pesos. El fraude cometido por
Urbis sólo puede ser denunciado por Pemex o la propia Profepa. Al carecer Greenpeace de personalidad legal
en este caso ha presentado una denuncia popular ante la Profepa y ha dado la información a Pemex sin
obtener hasta ahora resultados favorables.
Otra historia de infamia e impunidad, amparada en las palabras del director del Grupo Urbis, José Francisco
Reyna Ulloa, acerca de sus procesos de limpieza y restauración y el compromiso de su empresa: "La
tecnología WAST antepone a la idea de lucro una ética profesional y la vocación de servicio"

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