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Fe y Ateísmo Contemporáneo

TRABAJO DE INVESTIGACIÓN Y REFLEXIÓN FINAL

EN LA ACTUALIDAD ¿QUÉ ES LO QUE HACE QUE LOS


INDIVIDUOS SE INTERESEN POR UNA RELIGIÓN?

ALEJANDRO OLIVEROS ACOSTA

ITESO, 28 de junio de 2007


ALEJANDRO OLIVEROS ACOSTA 28 de junio de 2007
Fe y Ateismo Contemporáneo Trabajo Final

Autobiografía; mi alejamiento a lo religioso

Creo que mi familia ha sido el perfecto modelo para darme cuenta desde chico qué es en lo que creo,
por qué lo creo y si la verdad entiendo el significado de lo que fue y es ejercer la religión en familia.
Por default mi familia es católica, ¿por qué? se lo he preguntado a mis padres y coinciden en la misma
respuesta: “pues porque tus abuelos lo son también y sus papás también lo fueron”. Mi papá es
ferviente católico sólo si surge una eventualidad grave o tiene un apuro; ahí es cuando hasta lo puedes
encontrar estudiando y rezándole a las estampitas biográfícas de cuanto santo le digan que es de los
“chidos“ y que tienen tales y cuales poderes. Pero bueno, ya no somos afortunados de ver ese tipo de
cosas porque lleva ya 6 años fuera de la casa. Mi mamá vendría siendo el personaje más religioso de la
familia y por ende es la persona a la que más he cuestionado sobre su fe. Asiste a misa algunos
domingos y comúnmente lleva flores a no se que santo para que la auxilie en equis bronca que se le
presente a ella o a alguien de la familia. Ella dice tener fe porque le han dicho que Dios está aquí para
ayudarnos en las buenas y en las malas y que es bien buena onda si quiere y bien mala onda sino, pero
que le podemos pedir lo que se nos ocurra siempre y cuando seamos lindas personas. Que tengamos
mucha fe es la frase ante cualquier bronca. Ella fue la que nos educó en lo que a religión se refiere a
mis tres hermanos y a mi y pues a la fecha creo que a los cuatro nos vinieron importando poco esas
cuestiones de fe. Mis hermanos, ya mayores, creen en la religión católica pero estoy seguro que no
saben ni por qué. Cumplieron con todos los sacramentos, incluso hasta con el matrimonio pero por
mera tradición y no quedar mal ante mis papás o la sociedad. Pero solo una cosa creo que les quedó
muy clara sobre las enseñanzas religiosas de mi mamá; ahí esta Dios para cualquier bronca grande que
tengan, te las solucione o no, ahí esta, ustedes no se desesperen.

Desde chico he sido muy fijado en temas de creencias religiosas y todo eso y siempre me
cuestioné sobre por qué tengo que creer en la religión si ni siquiera sé que es. Me hicieron cumplir con
todos los sacramentos que te imponen desde chiquillo pero siempre me quedaba la duda de para qué
sirven y la única respuesta que recibía era que para que no fuera al infierno o que no se me apareciera
Satanás en la noche y se llevara mi alma. De chiquito pues si me la creía pero de tanto que me echaban
carrilla con el diablo por hereje y no querer ir a misa desde chiquito le fui perdiendo miedo a la figura
diabólica de Satanás y hasta risa me llegaba a dar ya el mentado viejo. Yo me hacía a la idea de que
pues si es que existe el diablo a poco se va a tomar la delicadeza de llegarle a mi cuarto en la noche y
meterme un sustillo, pues no, mejores cosas ha de tener que hacer si es que existía. Por fregar gente
nada más seguía rehusándome a ir a misa con mi mamá y mi hermana, que eran las únicas que medio
iban los domingos y descubrí que ni Dios ni Satanás me visitaban para regañarme o posesionarme. La
que se posesionaba conmigo era mi mamá más bien por mi falta de fe y todo eso. Pero eso sí nunca fui
obligado a ir a misa por ella, de repente pues si iba por los raspados que vendían fuera de la Iglesia y
ya mataba dos pájaros de un tiro haciendo feliz a la madre. A partir de ese entonces, cuando yo tenía
10 u 11 años aproximadamente, mi hermana y yo dejamos de ir por completo a misa y mi mamá
continuó asistiendo esporádicamente. A veces creo que mi actitud de niño fue la que propició que lo
poco que existía de temas religiosos en la casa y en cuanto a asistir a misa se haya deteriorado por
completo. Eran demasiadas las preguntas sin respuesta que hacía sobre el tema y al no podérmelas
contestar ni mi hermana ni mi mamá se optó por que cada quien fuera a misa cuando quisiera. Mi
hermana por estar más grande y al haber tenido creencias y apego a la religión durante más tiempo
creo que no la alejó del todo a esas cuestiones de fe. En lo que a mi respecta, así de chiquillo, haberme
dado esa opción tan abierta lo único que propició fue que no me volviera a parar en la Iglesia, y hasta
la fecha, he ido únicamente y exclusivamente cuando se casaron mis hermanos o alguien más o para
irle a tomar fotos para la escuela, de ahí en más no ha pasado algo que me haga tomar la iniciativa de
escuchar un sermón dominical.

Ya en mi adolescencia, el tema de la fe y la religión quedó en el olvido en mi casa. Creo que


en todo éste período la palabra religión no se hizo presente casi para nada. Mi mamá se distanció de
sus hermanas al haberse vueltos éstas cristianas, por lo que fue un rompimiento familiar muy grande
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que me tocó presenciar. Mi mamá se inclinó más por cuestiones del tarot y las limpias y lo único que
provocaba éste tipo de situaciones fue que me valiera por completo cualquier tipo de creencias, porque
me empecé a dar cuenta de la existencia de miles de religiones y que en varias familias de conocidos
se acostumbraban diferentes métodos de “ejercer su catolicismo” cosa que desde aquel entonces me
pareció una fe absurda de parte de muchas personas el que se cumpla una religión como a uno se le
pegue en gana y no cómo lo estipule la religión a la que pertenezcas. En la secundaria y preparatoria
asistía a las misas esporádicas que se hacían por cualquier evento relacionado a la Virgen o miércoles
de ceniza solo por el hecho de que me obligaban a ir porque de lo contrario afectaría mi calificación.
Ese tipo de cuestiones me hacía tenerle aún más repulsión a la religión; el por qué te buscan imponer
alguna creencia obligatoriamente a expensas de tu calificación, siendo que éstas no eran instituciones
que se caracterizaran por eso. Es en ésta época cuando asumo la creencia de que la fe es un producto
más en el mercado y está controlado bajo distintos poderes que la manejan a su conveniencia.

Por lo regular, me he juntado desde la adolescencia con personas bastante afines a mis
creencias de todo tipo, incluso religiosas y desde aquel entonces me han ayudado a reafirmar mi teoría
de que los medios de comunicación son un canal perfecto para que las personas de fe religiosa sean
manejadas y manipuladas por diversos intereses políticos y mercantiles. Es en ésta etapa de mi vida
(entre los 18 y 20 años) donde llego a la conclusión de que es inevitable el que debamos derribar las
barreras psíquicas que limitan nuestro pensamiento en lo que respecta a las experiencias de los gustos,
creencias, la sexualidad, etcétera. y hacer valer nuestro derecho inalienable a crear nuestros propios
universos, libre de cualquier imposición que los medios masivos quieran inculparnos.

Ya entrando en la edad adulta comprendí que cada quien puede tener la creencia que se le
venga en gana y no por eso debe ser juzgada o criticada sino al contrario, en lo personal, he aprendido
diferentes posturas de gente que he conocido acerca de la percepción de la vida y me ha ayudado a
desarrollar mi sentido de apreciación de lo que tengo alrededor, siempre firme claro está, en mi
postura anti divinidades que me caracterizan. Aquí es donde me he dado cuenta que incluso personas
de mi edad o menos siguen con la firme idea de que hay algo divino que los vigila en su
comportamiento; pero lo curioso es que muchas veces se contradicen al decir que no creen en esas
cosas y hacen cosas como persignarse cuando pasan por una Iglesia o la clásica de pedir un favor a
algún santo. Todo esto lo veo como si estas personas necesitaran un tranquilizante imaginario a sus
problemas cotidianos y que lo cierto es que si se resuelve algún problema por el que supuestamente se
pidió auxilio divino es por la mentalización positiva que aquí se genera frente a la adversidad; uno
mismo es el que resuelve los obstáculos que se presentan. Ésta manera de pensar me ha llevado poco a
poco desde éste entonces a ser más prudente en mis comentarios acerca de las religiones y creencias,
ya que me he topado con personas fieles a sus pensamientos devotos que no aceptan otra cosa que no
sea su manera de ver las cosas. He aprendido a saberme llevar en estos asuntos con la cautela
necesaria y esto lo único que me ha traído es reafirmar lo que siento en éstas cuestiones y alimentar mi
propio sentido de percepción ante la vida, le moleste a quien le moleste.

Incluso mis parejas más serias a lo largo de mi vida han tenido una similar forma de ver las
cuestiones religiosas como yo y no ha habido mayor problema en lo que a esto respecta, excepto en
ciertas ocasiones que he llegado a fingir, delante de los papas de ciertas novias, que llevo a su hija a
misa para hacerlos sentir que soy una persona “buena” y de valores religiosos porque la verdad no le
veo el caso a estar luchando contra la marea en cuestiones que realmente ni me afectan ni me
convienen, bueno, el hecho de fingir que acepto todo éste tipo de cuestiones, me ahorra mal
interpretaciones que aún suelen tener muchas personas en materia religiosa.

Yo creo que mi postura de “aceptación a creencias que no van conmigo” pueden ser tomadas
como una actitud “borrega” que sólo me facilitan la existencia, y me lo han dicho pero es cosa que no
me importa para nada el cómo sea vista, es una actitud que me ha evitado broncas familiares propias o
de mis parejas y de trabajo; lo veo simplemente como un acto más de integración a la sociedad que no
va en contra de mis principios, ya que no voy más allá del simple hecho de estar presente en ritos de
religiones a las cuales, creo yo, no juzgo ni discrimino del todo.
ALEJANDRO OLIVEROS ACOSTA 28 de junio de 2007
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Conforme pasa el tiempo y ya aterrizando en mi vida como universitario me he dado cuenta


que cada vez son más preguntas acerca de mi existencia y el sentido de ella, cosa que me molesta cada
vez más por lo curioso y terco que soy en la búsqueda de respuestas y lo único que me he llevado es
endrogarme con más y más dudas por lo que cada vez acepto menos la idea de emparentarme a alguna
religión. He llegado a pensar que cada religión tiene sus propias perspectivas, muy respetables claro
está, pero con todo lo que he pensado del tema a lo largo de todos estos años, es que yo tengo mi
propia religión, en que cada uno tiene su propio mundo espiritual el cuál está lleno de cosas por
descubrir, enigmas y cosas positivas que nos hace crecer más como seres humanos pensantes y
sociales y que no vale la pena invadirse de dudas y controversias con otras religiones ya que esto no
lleva a nada según mi punto de vista, ya que son temas tan profundos que se escapan de nuestras
manos las supuestas soluciones a éstos enigmas. Creo que vale la pena estar en paz contigo mismo y
con los demás siendo tolerantes a éste tipo de polémicas.

En la carrera he aprendido a llevarme por la vida de una manera más experimental en cuánto a
perderle el miedo a situaciones o acciones que para muchos serían tomados como incoherentes,
irreverentes o fuera de lugar. Pienso que al dejar a un lado a la religión y todos los tabúes que ésta me
podría traer consigo me ha llevado a ver la vida una manera más osada y madura, en la que estoy
consciente que el daño que pueda llegar a ocasionar por algún tipo de exceso de mi parte no sería
hacia un dios furioso y vengativo sino a mi mismo. Estoy consciente que yo soy el centro de
cualquiera de mis acciones y que él que sale perjudicado o beneficiado por ellas soy yo mismo y a mí
mismo es al que me tengo que rendir cuentas de mis actos. Creo necesaria la búsqueda de una fe, pero
una hacia nosotros mismos.

Creo que vivimos en una sociedad que te exige violar muchos estatutos religiosos, en los que
la creatividad e imaginación diaria que requiere mi carrera en Ciencias de la Comunicación por
ejemplo, se verían de cierta manera truncados si me condujera fiel a una religión. Por ejemplo, he
realizado productos audiovisuales que denotan violaciones a cualquier moral que un buen tapatío
perjura tener, y me gusta eso, ridiculizar esa doble moral que tanto se juega en la ciudad. Son trabajos
en equipo que hasta la fecha, me ha producido satisfacción personal e incluso felicitaciones por parte
de maestros. Si yo tuviera un apego real a una creencia religiosa, vería truncado mi trabajo por éste
lado, me sentiría mal conmigo mismo y estaría inclinado a actividades totalmente diferentes que no
tengo ni la menor idea cuáles podrían ser.

Al convivir con tantas personas en la universidad y en el trabajo, leyendo artículos sobre el


tema y a partir de mis propias experiencias de fe a lo largo de todo éste tiempo, me he dado cuenta que
cada religión, a su manera, propone un orden para la vida y unos pasos a seguir para mantenerse en la
fe. Creo que la elección de pertenecer a esta o aquella religión esta en uno. Hay personas a quienes les
hace bien pertenecer a un grupo religioso cumpliendo con lo que esta propone y habemos otras que no.

En lo personal, vivo el continuo proceso de saber si lo que he realizado desde que realmente
ejerzo la razón o lo que tengo planeado realizar como proyecto de vida, fue o será fruto de ejercer mi
libertad o desafortunadamente el resultado del manejo de los hilos de un dios o un destino.

Cada segundo tomo decisiones que pueden tener consecuencias enormes para mi vida. El arte
está en descifrar esas miniaturas y no dejarles de prestar atención. La clave ha estado en buscar a mis
propios maestros, no temer más a lo que no conocía y dejarme llevar por lo que algunos llaman
tajantemente, pecado.

Experiencias que me han ayudado a entender que lo blanco y lo negro, lo real y lo ficticio, el
pasado y el futuro, lo de arriba y lo de abajo, pueden dejar de distinguirse opuestamente. William S.
Burroughs, John Cage, Antonin Artaud o hasta un Luis Buñuel han operado las entrañas de mi mente
reconstruyendo la decadencia que había en ella. Porque ¿que hubiera sido de ese cerebro sin
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verdaderos modelos? Supuestos agnósticos como yo me han echo un “parototote” a lo largo de la
carrera. En fin, sin éstos maestros, probablemente idolatraría la televisión.
A partir de que descubrí esto, cambié el enfoque de mi perspectiva de vida, como si después
de una agonía de vacío, el arte se me presentara para curarme. Para darme una experiencia inigualable
e incluso divina a la que desafortunadamente la sociedad moderna le ha convertido en una mercancía,
truncándome incluso a sanar completamente. Así, continúo en proceso de desintoxicación.

Se que puedo construirme ilimitadamente en mil aspectos a partir de un instrumento como la


mente, rascando ideas que hagan tambalear mi propio significado de vida y luchar por la causa de que
el hombre no debería ni siquiera buscar mantener una sociedad en la que supuestamente tendría que
reinar la armonía, la comprensión y lo lineal. La solución, tratar de huir de eso.

En la actualidad, ¿Qué es lo que hace que los individuos se interesen por una
religión?

¿Por qué tenemos religión? ¿Qué nos hace sentir la necesidad de creer en algo? La mente
exige una explicación sobre los escenarios en los que se desenvuelve el hombre asegura Boyer. A lo
largo del tiempo, el hombre siempre ha sentido la necesidad de idolatrar a alguien o a algo, así como
necesita comida, agua o aire. Y con el fin de satisfacer ésta inquietud de venerar algo, la mayoría de
las personas han necesitado, desde la antigüedad, una creencia organizada socialmente que satisfaga
ese hueco dentro de ellas. Para muchos, a esto se le llamaría exploración de la propia fe, para otros,
búsqueda de conocimiento (Boyer, 2002; 28).

El hombre creó la religión para explicar los fenómenos naturales incomprensibles, los
fenómenos mentales inexplicables y el origen de las cosas, justificando una explicación para el mal y
los sufrimientos (Boyer, 2002; 30-31). Cada cultura, en cualquier lugar del mundo, tiene un estilo de
religión que aún los que no la practican reconocen como norma para esa sociedad, así como se tiene
un estilo de vestir, un estilo de tirarle la onda a alguien o un estilo de preparar la comida. El ser
humano tiene la necesidad psicológica de encontrar un “ser ilustre” que le dé significado y esperanza a
la pregunta eterna de por qué y para qué existe en el universo. Éste perfil religioso reside muy dentro
de nuestra conciencia y hace que nuestras creencias acerca de ése “ser ilustre” no sean el producto de
interacciones externas con dicho ser. Para éste autor, el ser humano por naturaleza llega a una edad en
donde comienza a cuestionarse aspectos de su vida que lo rodean; y es entonces cuando se topa con
cosas que no tienen explicación científica. Aquí es donde el hombre adquiere la necesidad de buscar
una energía superior que le brinde razones.

Según Boyer, éste sentimiento se expresa más específicamente a través de claves y actitudes, y
no mediante un conjunto de creencias previamente establecidas. Menciona que a lo largo que progresa
una cultura, éstas claves y actitudes se desarrollan construyendo un vínculo entre prácticas y creencias.
En el aspecto de los grupos étnicos de cada región podemos ver como cada uno de estos conjuntos
tiene sus dioses ya sea en el caso de que existan uno o varios. Esto se puede ejemplificar con los
dioses mitológicos de Grecia en donde cada dios estaba encargado de algo y de esta manera los
griegos comprendían un poco más de lo que en el mundo pasaba, ya que fenómenos que no podían
ellos comprender así que lo veían como acto de dioses; de igual manera pasaba con las culturas
latinoamericanas como la maya o la azteca. Es así como se suscita un fenómeno común en la
experiencia humana y la gente no tiene los medios conceptuales para entenderlo, buscan la manera de
encontrar una solución especulativa (Boyer, 2002; 36).

El choque cultural de estos grupos que han existido y la creencia de dioses de cada uno ha
abierto un sin fin de posibilidades religiosas, al ver que sus creencias difieren y muchos grupos han
sido sometidos a seguir la religión del otro, en otros cosos, se llega a un diálogo y cada quien va
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optando por seguir en la que más cómodo se sintiera. Ésta creencia es una “respuesta mágica” muy
persistente que desencadena efectos sociales, cognoscitivos y emocionales muy importantes (Boyer,
2002; 89). A ésta creencia se le ha nombrado religión; la cual sirve como guía para llegar a ser la
“buena” persona de acuerdo a cada una de estas religiones; ya que en si es un tipo de educación,
porque aporta valores y formas de ver la vida, puntos de vista sobre la realización personal, puesto que
en cada una de ellas se pretende llegar al mejor estado que sería en muchas religiones el bien y en
otras una especie de iluminación.

Cualquier ser humano está inmerso, en cualquier momento de su vida, en dos incógnitas
capaces de quitarle el sueño; ¿para qué estamos aquí? y ¿a dónde vamos cuando morimos? Todas las
religiones ofrecen un amplio repertorio de ritos y creencias para abordar las experiencias límites del
nacimiento y de la muerte (Estrada, 2001; 19). El ser humano no se puede quedar tranquilo ante éste
tipo de cuestiones y se pregunta por el sentido de su existencia, descartando el nacimiento y la muerte
como simples hechos carentes de significado.

Para que un individuo muestre apego valorativo a una religión ya en una edad adulta ésta
podría caracterizarse por contener una creencia en algo sobrenatural o una realidad trascendente para
el mismo individuo; deben practicarse rituales (simbólicos) que avalen una comunicación con éste
algo sobrenatural, que generalmente traen consigo un alto contenido emocional o experiencial; una
ética y una moral (normativa), que trasciendan la esfera religiosa y una explicación que le de sentido al
mundo real y a la vida (Fortuny, 1999; 18). Los creyentes son una inmensa mayoría de los habitantes
del mundo y esto hace evidente la fuerza que tienen las religiones sobre las personas. Si a la persona le
fuera impuesta la fe ya en edad adulta, los mitos no tendría posibilidad sustentable de inmiscuir la fe
en mentes normales, comunes y corrientes. La incoherencia de estas proposiciones y sus grandes
contradicciones lógicas, llevarían a su rechazo en la mayoría de los casos (Fortuny, 1999; 19). La fe se
adquiere en una tradición en la infancia de nuestras vidas. La fe suele abandonarse después a través de
rollos complejos que requieren gran esfuerzo intelectual, de deseducarse pues.

Fortuny, aunque trate broncas religiosas más específicas del entorno tapatío, me parece
importante retomarla porque hace ver que la religión (más que nada hoy en día) es uno de los temas
más importantes acerca de los cuales la sociedad se inventa muchísimos prejuicios. La influencia de al
menos parte de los medios de comunicación ha inspirado muchos prejuicios acerca de la religión que
son difíciles de superar; y como resultado de estos, en nuestras sociedades, la religión se ha convertido
en un concepto que la mayoría de la gente o no considera importante, o cree que es algo en lo que no
necesitan pensar, prefiriendo permanecer alejados de ella tanto como sea posible.

También, ésta autora considera la actual mezcla de religiones como un resultado de la


globalización. A su juicio, el mundo se modifica rápidamente, y, por lo tanto, mucha gente se aferra a
Dios, como pasaba en tiempos pasados, y al mismo tiempo, atribuye a esa divinidad una forma afín
con nuestro tiempo y con la experiencia personal con otras religiones y culturas. Según Fortuny, ahí
reside el origen de ese eclecticismo religioso y ese “individualismo” que ha adquirido la religión.

Por otra parte, Estrada pronostica que un futuro se recurrirá a expresiones religiosas más
ortodoxas. Los jóvenes, en la actualidad, buscan justamente firmeza en la fe (Estrada, 2001; 209). Da a
entender que la juventud opta conscientemente por principios veraces, como respuesta a la educación
que recibieron de sus padres; pero lo hacen a su propia manera, según su criterio personal. Lo que
buscan entonces es formar parte de ese tipo de personas que está en busca de Dios y en busca del
sentido “lógico” de las cosas.

Estrada da entender que las religiones dan una idea de cómo tenemos que actuar en el mundo
que vivimos con las demás personas, al estar viviendo nuestra vida para intentar llegar a nuestra
realización, se nos dan en algunos casos unos mandamientos y en otros simple consejos para actuar
bien con las demás personas, respetar y vivir en armonía con nuestro entorno; ya que de otra manera
uno estaría actuando de una manera mal, y es ahí de donde surge esa idea de el bien y el mal, el yin y
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el yang, el cielo y el infierno; entre muchos otros ejemplos, esto también con el hecho de tener un
mundo en armonía ya que somos tantos en el que si viéramos por nuestra conveniencia estaríamos
afectando de cierta manera al próximo de alguna otra. Entonces, según ésta postura, las religiones no
solo son la creencia de algo más allá de lo que la razón puede comprender, sino que también nos da
pautas para saber el como tenemos que ser y de cierta manera esa podría ser una limitante para
muchos; es por eso que cada persona a cierta edad decide ver cual es la mejor “postura espiritual” que
va con su estilo de vida y sus creencias.

Así, el fin de las religiones ha estado encaminado a la búsqueda de las capacidades del hombre
de comunicarse y dirigirse consigo mismo (Estrada, 2001; 21). Pero también, casi todas las personas
alguna vez se han sentido cerca de alguien superior a sus vidas que les echa la mano en problemas
internos como lo son la dignidad y libertad, todo esto encaminado a una necesidad de resguardo, de
encontrar una imagen paterna, o sea, de un Dios sobre protector.

En otras palabras, Estrada quiere decir que tal vez hoy en día ya comprendemos un poco mas
de los factores de la naturaleza y de los ciclos así como ya no nos vemos en la necesidad de hacerle
una danza al dios de la lluvia para que ésta llegue; sin embargo ejemplificando, de vez en cuando nos
vemos en la necesidad de mandar decir una misa por la salud de algún familiar o alguna plegaria en
agradecimiento por algún favor recibido; pero ¿por qué nos encomendamos a algo que no conocemos?
Existen factores que no vemos y cosas que van mas de la mano del sentir que de el razonar, como el
amor, la libertad, la ilusión, el miedo, entre muchas otras cosas que no podemos comprender
simplemente sentir y que muchas de éstas nos hacen sentirnos bien y otras no.

El miedo y la precaución ante lo desconocido es un sentimiento natural del hombre,


especialmente tratándose de la muerte (Estrada, 2001; 19-20). Las explicaciones religiosas hacen más
tolerable ésta idea, a la vez que calma la ansiedad por lo inexplorado, haciendo de éste un mundo más
seguro, a lo que por su parte, Boyer enfatiza que si en realidad se contrarresta dicha ansiedad solo se
remedia una pequeña parte de la enfermedad que puede crear, es decir una duda supuestamente
resuelta, crea más incógnitas.

El Dios se va desprendiendo cada vez más de la religión, por el mismo afán de trascendencia
de los mismos creyentes. La religión se apega más a los adeptos como una herramienta de
autoconocimiento y suele lograr que el individuo afronte mejor el estrés y tolere con más serenidad los
problemas físicos. Por ejemplo, la oración termina produciendo frutos internos para el que la
pronuncia habitualmente. Antes no se hablaba tanto de religión como de Dios: se buscaba la salvación
y alguien que pudiera concederla (Estrada, 2001; 217-219). La noción de salvación ha desaparecido en
buena medida, porque parece que ahora no se cree en un Dios que resucite a los creyentes. Intentamos
buscarnos a nosotros mismos. Es aquí cuando la religión adopta el papel de antídoto provisional ante
éste tipo de incertidumbres existenciales.

Estrada también deduce que los motivos que llevan a un creyente a apegarse a una religión
dependen, principalmente, de la situación geográfica en la que se encuentra; como por ejemplo, en un
país de tradiciones católicas, gran parte de la gente ha sido educada a partir de una fe concreta. Pero en
otros lugares, como en algunos países comunistas, la gente se acopla más a la religión por otros
motivos, logrando construir una creencia más madura y razonable, en donde vaya, existe una
experiencia más real de la religión. Pero éste autor también reconoce que se ha perdido en gran parte
la necesidad de ser “salvado” y el sentimiento de culpa se marchita por así decirlo, y al parecer en la
actualidad, se valoran cada vez menos esos conceptos. A esto propone que sería necesario que el
individuo redescubriera su propia “salvación interna”, distinguiera lo bueno de lo malo y demás
realidades que a toda hora están presentes en nuestra vida.

Ohlig señala que las personas podrán elegir conscientemente las asociaciones de índole
religioso que hace. Según el cuanto mayor sea la libertad religiosa de nuestro entorno, mayor
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capacidad de elección tendremos. La persona, por su parte, se enfrenta poco a poco a un gran cambio:
tiene la oportunidad de elegir entre la religión con la que nace o cualquier otra (Ohlig, 2004; 120).

Esta situación propicia a menudo ya cambios en los vínculos entre las instituciones religiosas
y el Estado, así como en las instituciones entre ellas: se convertirán en competidoras e incluso se
generará un mercado religioso (Ohlig, 2004; 303). A esto se originarán cada vez más mezclas entre
diversas creencias, cada uno conservará su relato religioso (también podrá irlo modificando a lo largo
del tiempo), y la moralidad real será la tolerancia de los relatos de los demás. Las religiones
tradicionales están perdiendo terreno, porque la gente busca nuevas formas de expresión religiosa y a
su vez, van creando su propia “deidad”. Poco a poco se va formando una especie de Dios ecléctico,
formado por elementos de diferentes creencias, según las preferencias personales.

Entonces, actualmente, la fe va perdiendo profundidad, convirtiéndose en algo más superficial,


lo cual es en parte verdad. A lo que se ve, algunas personas ejercen ese eclecticismo y acuden a la
religión cuando les resulta conveniente, pero no están de acuerdo en realizar ningún sacrificio, lo cual,
constituiría precisamente la esencia de una fe. Así, al no darse esa práctica de privarse de algo, la fe se
vuelve simplemente un producto de consumo. A pesar de esto, sólo es practicado por ciertos grupos de
personas, porque la mayoría buscan insistentemente una “verdad espiritual”.

Entonces para Ohlig, la religión es algo universal, en donde los símbolos religiosos y
espirituales son ahora una mercancía más, y como quien dice, en cualquier tiendita puedes adquirir
imágenes de la Virgen, crucifijos y velas aromáticas. Pero eso sí, todos estos productos están presentes
sobre todo en las propiedades de gente joven, lo que nos lleva a pensar que no se trata de una elección,
y que esos atributos no poseen gran significado o valor, sino que son simplemente un capricho de
moda.

Éste autor hace hincapié en que un freno para que los individuos se interesen por alguna
religión reside en el que se lleguen a considerar como verdades absolutas innegables ciertas creencias,
ya que un grupo, al creerse estar en posesión de la verdad absoluta, de una verdad libre de revisión,
innegable, propicia una especie de fanatismo, puesto que dicho grupo no podrá menos que sentir una
gran ansiedad al percatarse de que lo que los otros hacen, a su modo de ver, está totalmente
equivocado, por lo tanto sentirán la necesidad contundente de imponer lo que ellos consideran verdad
absoluta a todas las demás creencias.

Por otra parte, en el instante que una persona reflexiona sobre sí misma y toma enfoque
respecto de sí y de la total dirección de su propia vida, si contempla así la indiferencia a toda ley
“divina” como un suceso de madurez moral y de liberación; sabiendo diferenciar entre el bien y el mal
de sus acciones, rechazando toda norma proveniente de “los cielos”; tal determinación moral, ligada
con los principales valores existenciales, querría que Dios y cualquier religión son rechazados por éste
espíritu de universalidad personal de vida y de pensamiento (Maritain, sin fecha; 6). Éste sería el único
camino en el que un individuo perdería la necesidad de creer en algún tipo de religión o afinidad por
alguna devoción.

Maritain manifiesta que comúnmente, cuando las personas sienten algo que no pueden
comprender, nace este sentimiento que las hace creer en algo más allá, en algo que no pueden ver y
muchas veces hasta cuesta trabajo explicar. El ¿quién soy yo? ¿por qué estoy yo aquí? ¿de dónde
vengo? ¿qué hay dentro de mí que me hace sentir? Son preguntas que científicamente podemos
responder, a la primera se puede decir que se es un ser humano de cierto género y con un nombre, el
por qué estoy en la Tierra y de dónde fregados vengo, también tendría una respuesta gracias a la teoría
de la reproducción de las especies; mientras que en la cuestión sobre qué se encuentra dentro de mí
que me hace “sentir” es tomado más a un nivel más espiritual y la palabra lo dice, espíritu para muchas
personas es la parte del alma de una persona. Lejos de discutir si lo que dice el autor es real o no, esto
que sentimos, en muchas religiones se le ha concedido el nombre de alma.
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Por eso, el ser humano es el único ser capaz de formar sociedades, por medio de las cuales van
cubriendo sus necesidades. Y el desarrollo de las sociedades parece no detenerse, están en un cambio
constante y el ser humano ha tratado de conocer cuáles son los elementos que han producido el
desarrollo de las sociedades humanas.

Estrada, Boyer y Ohlig (éste desde su punto de vista más historiador) se enfocan más en que el
conocimiento es útil a las personas como guía para sus acciones, en el sentido de decidir qué hacer en
cada momento, porque esa acción tiene por objetivo mejorar las consecuencias, para cada individuo,
de los acontecimientos percibidos e incluso cambiándolos si se puede. Por ejemplo, si no me conozco
a mí mismo, está claro que voy a poner exigencias a mi alrededor porque ciertas cosas me parecen
evidentes o las doy por hechas.

El hombre tiene varias necesidades como la alimentación, la sed, sexo o maternidad. Y cuando
ya tiene cubiertas sus necesidades fisiológicas empieza a preocuparse por la seguridad de que las va a
seguir teniendo cubiertas en el futuro (ahí viene muchas veces el interés por las religiones) y por su
seguridad frente a cualquier daño. Una vez que la persona se siente físicamente segura, empieza a
buscar ser aceptado; quiere identificarse y compartir aficiones en una sociedad y quiere que este grupo
lo acepte. Cuando ya se está en una sociedad empieza a sentir la necesidad de obtener algún prestigio,
éxito, y ya no sólo la aceptación de los demás. Y cuando ya tienen todos estos puntos cubiertos, es
cuando viene el deseo del hombre por crear.

Una necesidad deja de ser motivadora cuando ya la tienes satisfecha, mientras no, todavía
puede motivarte, y es lo que según éstos autores, pasa con la religión. El hombre que se conoce a si
mismo sabe de donde vienen ciertas formas de comportamiento y exigencias del medio en que vive.
Puede reflexionar sobre eso y tarde o temprano se da cuenta de que no necesita realizar ni
manipulaciones ni manejos porque comprende que esta forma de actuar puede dañar a alguien más y
ser perjudicial. Si perturba, la perturbación regresa y, por consiguiente, eso no lo lleva a la libertad.

Conclusión
Creo que los autores que revisé coinciden en varias perspectivas de ver la religión (de cierta forma,
Maritain también), y llegué a la conclusión de que los seres humanos, por default, se interesan por los
fenómenos religiosos por cimientos previamente forjados en la cultura donde viven y se desarrollan.

Un individuo, aunque crea o no en que Dios existe, tiene muchas religiones para elegir.
Aunque en lo personal no concilio con una religión en particular, soy de los que piensan que todas las
religiones son buenas y tienen sus “ventajas” y “desventajas” por así decirlo. Creo que la mayoría de
las religiones llevan al hombre a hacer un bien (aunque me quedó claro que la exclusión de la mujer
está muy marcada y por tal motivo estoy en desacuerdo con esto), exaltan sentimientos positivos en
general, y satisfacen en mayor o menor medida la necesidad de trascendencia que todos tenemos por
default. Eso creo que es algo primordial en el ser humano y por lo que muchas veces se busca ser afin
a alguna religión; para estar en paz consigo mismo y con los demás.

En lo personal, Boyer y Estrada me dejaron huella en una cosa, igual y muy obvias pero pues
sin haberlas profundizado con anterioridad; creo que indudablemente hay que ser de mente abierta, y
tomar en cuenta todo lo que de positivo exista en las diversas religiones; sin embargo, me parece que
no se puede pensar solemnemente que haya varias que sean igualmente verdaderas. Si existe un Dios
omnipotente, no puede haber más que una verdad divina, y una sola religión verdadera. Porque creo
que una cosa es tener una mente abierta, y otra bastante diferente en decir que cada uno se
“confeccione” su propia religión y que no se preocupe porque todas van a ser verdaderas.

No es sensato decir que pueden ser verdad al mismo tiempo religiones diversas, que se
oponen en muchas de sus aseveraciones y sus exigencias. A esto, considero que la sensatez de la
decisión de las personas sobre la religión no está en elegir la religión que a uno le guste o le satisfaga
ALEJANDRO OLIVEROS ACOSTA 28 de junio de 2007
Fe y Ateismo Contemporáneo Trabajo Final
más, sino más bien en acertar con la verdadera, que a mi ver, solo puede ser una. Para mi la religión no
es como elegir en un supermercado el producto más “chévere”; para mi la religión implica más un
serio compromiso espiritual, si es que lo hay.

Cuando se trata de comprender entre lo verdadero y lo falso, y en algo importante para un sin
fin de personas en éste mundo, como lo es la religión, es mejor profundizar en que la religión
verdadera será indudablemente la más “atrayente”, la más atractiva, pero siempre y cuando para quien
tenga de ella un conocimiento bastante profundo, ya que si uno no cree que su fe es la verdadera, lo
que le pasa en ese caso, simplemente, es que no tiene fe.

Hoy en día, muchas personas se consideran a sí mismas religiosas, aunque no saben


demasiado sobre lo que practican. Esto nos deja ver cómo se ha deformado la cosa. En muchas
sociedades donde la gente es budista, judíos, de algún clan africano donde adoran muchas cosas, e
incluso católicos, hacen lo que hacen simplemente a causa de la tradición. Por lo tanto, a mi punto de
vista, ninguna de sus prácticas equivale a una religión verdadera. Para la mayor parte de esas personas
que sigue una de esas “supuestas” religiones, muchas veces el fin no es buscar el agrado de un Dios
sino, intentando vivir comprometido con la sociedad, satisfaciendo nostalgias y manteniendo vivas sus
tradiciones de grupo, impulsan algún interés personal en su religión. Aquí es cuando la utilizan a su
propia conveniencia.

Creo que la mayoría de la gente, por lo menos en Occidente, ha desarrollado un concepto de


religión sin tomar en cuenta la esencia del significado de ellas, sino más bien, mirando a sus
antepasados, de tal forma, que sus tradiciones de los conceptos acerca de la religión son más bien,
impresiones sobre la tradición de dicho grupo “religioso”.

Lo que no me parece del todo conveniente es cuando las tradiciones incluyen supersticiones
sin sentido, historias y rollos inventados acerca de santos maravillosos, dichos alucinantes y prácticas
atribuidas a profetas y a santos, ya que todas estas explicaciones absurdas sobre acontecimientos
sobrenaturales, comienzan a construir una religión supuestamente sustentada.

Desde chico, me infundieron modelos religiosos a seguir sin saber que significaban en
realidad, y creo que ni mis papas lo sabían bien. Ejemplificando, la protección ante lo que nos pasa en
la vida es dada por ellos, por nuestros papás. Así, si tenemos frío nos cobijan, si tenemos hambre nos
dan de comer, y así poco a poco hasta cubrir todas nuestras necesidades. Cuando somos adultos
perdemos esa protección de los padres y tenemos que valernos por nosotros mismos. Creo que para los
teístas esto no pasa, ya que cambian este sentimiento de protección paternal por un sentimiento de
protección divina y así vuelven a sentir esa tranquilidad que sentían en la infancia. Por ejemplo, si un
creyente está ante una bronca como un asalto, piden ayuda a Dios para que los proteja, si logran
librarse del asalto se quedan agradecidos con Dios, si no lo logran estarán agradecidos por no haber
sido más infortunados, porque sólo fueron robados y no lastimados. Si son robados y lastimados
estarán agradecidos por no haber sido matados, y así sucesivamente. Pase lo que pase seguirán
pidiendo protección divina y estarán agradecidos por no estar en peores condiciones, incluso cuando el
escape ante un peligro es propiciado por méritos propios se tiende a agradecer al divino. En estas
circunstancias, un ateo no le pide protección divina a ningún dios porque no lo necesita, pues no
requiere un ser imaginario que le dé la sensación de protección, pues reconoce que la vida tiene
complicaciones e imprevistos que se deben afrontar con determinación. O sea, no necesitan protección
divina porque saben cuidar de sí mismos.

Efectivamente, muchas de las personas que aprenden estas tradiciones de su familia y de la


sociedad en la que viven, terminan dándose cuenta, aunque muchas veces no lo expresen abiertamente
o se nieguen, de que hay demasiadas incoherencias y cabos sueltos. Pero debido a que no quieren
esforzarse mucho para ir en busca de la verdad y de la auténtica naturaleza de su religión, prefieren
aceptarla tal como está o muchas veces, manteniéndose apartados de ella tanto como sea posible.
ALEJANDRO OLIVEROS ACOSTA 28 de junio de 2007
Fe y Ateismo Contemporáneo Trabajo Final
Para mi gusto, aunque parezca triste, vivimos en una sociedad sumergida en la ignorancia.
Pero esto no quiere decir que nuestra sociedad occidental sea irreligiosa. Al contrario, las personas que
pertenecen a esta sociedad de la ignorancia se consideran muchas veces muy religiosas. Sin embargo
la religión a la que se han vinculado no es la religión verdadera. Es una religión por tradición, una
religión atascada de creencias sin base e incluso distorsionadas y de prácticas que tienen sus raíces en
la religión de sus padres. Muchas personas piensan que siguen la religión correcta y tratan de
mantenerla viva con insistencia. En éste caso, no le veo un fin práctico al ejercicio de dichas
religiones.

Una de las características más importantes de una sociedad de ignorantes (para mi gusto,
católicos en abundancia) es que sus miembros defienden su tradición en nombre de Dios. De hecho,
ésta es un amparo poco sincero pues no están realmente preocupados por ese Dios. A la vez que no
dejan de alabarlo y venerarlo al por mayor, le dan la espalda si la religión entra en broncas con sus
intereses (principalmente los líderes y los grupos que dirigen a un pueblo).

La historia humana se alía con el miedo y lo absurdo también; y así mismo, la razón con la
desesperanza. Creo que el poder del lenguaje ha sido muy deshonrado y falseado en el sentido de las
palabras, las verdades revueltas con errores propagados por los medio y la publicidad, provocan que el
hombre esté a punto de perder el sentido de la verdad, de credibilidad. La fe debe de ser una fe real.
Creer en Dios significa vivir de tal manera que la vida no podría ser vivida si Dios no existiera, porque
aquí, la misión sería combatir por la verdad y no sólo el querer hacerla triunfar. Y he aquí las dos caras
de la moneda.

Sustento que el ser humano para crecer, tiene la soberbia necesidad de creer en lo
sobrenatural, en lo místico, en lo divino. Forma parte de su naturaleza y qué se le va a hacer. Quién
mas, quién menos, las creencias forman parte de su naturaleza. Forman parte de su propia evolución.
El ser humano necesita creer. Hoy todas las creencias tambalean. La ciencia ha encontrado pruebas de
la inexistencia de lo místico y de lo divino. El hombre para superar la angustia de saber qué es finito,
qué se muere, debe creer y crear algo para sentir que puede trascender.

Pero entonces ¿Por qué buscamos pertenecer a una religión? Si bien podríamos vivir fuera de
una y no tener estas limitantes que las religiones nos ponen. ¿Por qué entonces elegimos estar en una
de estas? La respuesta que encuentro más cercana a partir de ésta investigación es simplemente fe, las
personas necesitamos creer en algo más que en lo físico, que en lo científico, necesitamos comprender
los sentimientos, necesitamos comprender lo que nos pasa cuando somos felices y cuando estamos
tristes. Así, para cualquier individuo ansioso de respuestas a éste tipo de incógnitas, no hay nada mejor
que creer, creer en que existe algo más allá de lo terrenal, en energías (a favor), en algún espíritu, en
algo que no se pueda comprender pero que los haga seguir adelante y querer ser mejores cada vez y
sentirse a gusto con lo que hacen y han hecho para al final tener un motivo de estar aquí, un motivo de
querer seguir y un motivo para aprender, conocer y ser, porque las personas por lo regular, quieren ser
más que nada y para eso hay que trascender.

Mi sendero varía un poco. Para mí la mente es como una telaraña muy poderosa de
información que incluso aún no conocemos y es una fuente de energía tan exacta y compleja que nos
puede llevar a crear imaginarios concientes e inconcientes para nosotros mismos y para los demás.
Creo que el futuro que nos espera es que algún día vamos a morir no sólo como individuos que somos,
sino como una especie más. No hay inmortalidad, no hay paraíso, no hay más allá, no hay recompensa
divina, las energías que despedimos los seres humanos las irradiamos aquí mismo y aquí se quedan
actuando (y aunque ya no estemos tal vez); y aceptar eso es difícil, pues implica ver al mundo con
todos sus defectos sin poder justificarlos. Creo que se requiere valor en gran cantidad para
abandonar esos sentimientos donde intervienen promesas religiosas y sería mejor hacerse a la idea de
dirigirnos con rumbo propio, siempre y cuando se respete la libertad del otro.
ALEJANDRO OLIVEROS ACOSTA 28 de junio de 2007
Fe y Ateismo Contemporáneo Trabajo Final
BIBLIOGRAFÍA
BOYER, Pascal, ¿Por qué tenemos religión? Origen y Evolución del Pensamiento Religioso, Editorial
Taurus, México, 2002.

ESTRADA, Juan Antonio, Razones y Sinrazones de la Creencia Religiosa, Editorial Trotta, Madrid,
2001.

FORTUNY LORET DE MOLA, Patricia, Creyentes y Creencias en Guadalajara, Antropologías


Ciesas, CONACULTA-INAH, México, 1999.

MARITAIN, Jacques, Significado del Ateísmo Contemporáneo, sin lugar; sin editorial; sin fecha.

OHLIG, K.H., La Evolución de la Conciencia Religiosa: La Religión en la Historia de la Humanidad,


Editorial Herder, España, 2004.

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