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Ingenuo, verdad? Tal vez, pero verdadero. Doy fe de que ayuda. Me ayuda
tambin practicar frecuentemente el ejercicio espiritual de la bendicin juda,
tal como se lo o narrar a un rabino de Madrid en un encuentro ecumnico:
bendecirlo todo para que todo sea transparencia de Dios y no obstculo
contra l. Este ejercicio me ayuda a que no se malogre por mi culpa la
vocacin que tienen las cosas recibida del Creador: mostrarse como lugar
de Dios, transparencia de su presencia salvadora. Hay que bendecirlo todo:
el mundo y toda su esplendorosa belleza, para que no nos aprisione en ella;
a nuestros amigos y amigas, para renunciar a convertirlos en propiedad
nuestra; nuestra casa y nuestro coche, para que no nos vuelvan
autosatisfechos; a nuestro hijos y nietos (el rabino Garzn deca que tena
un nieto que le robaba el corazn, tena que bendecirlo mucho), para que
nos recuerden que hay otros muchos nios sin padres y sin abuelos; a
nuestro cuerpo sano o a nuestro cuerpo enfermo, para que no nos vuelvan
o narcisistas o resentidos. Tantas y tantas cosas que necesitan de esa
bendicin...
3. Saberse siempre en las manos de Dios: sa es, pues, la formulacin
exacta de la fe en la Providencia, por ms que no siempre pueda ser una
experiencia sensiblemente verificada. De ella surge un tipo de hombre y de
mujer capaces de admirar y amar la creacin, de luchar contra toda forma
de mal en ella, de olvidarse un poco de s y de entregar su presente y su
futuro a Dios. Tambin el de las personas que aman.
Hay creyentes que viven su fe en Dios a intervalos, puntualmente, slo en
determinados momentos de su vida. El resto del tiempo, su Dios es slo
implcito, viven como si Dios no existiera (y no precisamente en el sentido
que dio Bonhoeffer a esta expresin). Tales creyentes pueden ser
ciertamente buenas gentes, y la mayor parte de las veces lo son, pero no
les admiro. Hasta ah tambin llego yo.
Quienes s me admiran, y mucho, son esos hombres y mujeres que juntan
lo que parece un imposible: vivir lo que en cada momento hay que vivir y
vivirlo atentamente, intensamente, no en clave de valle de lgrimas y al
mismo tiempo mantener viva y actuante la consciencia de que todo ello
sucede coram Deo, ante l y con l. sos s que me admiran y ponen
incandescente mi deseo. Es esa Presencia viva que les envuelve y de la
que son conscientes la que posibilita a los santos sentirse siempre en las