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LA NUEVA HISTORIA Mensajero La historia inmediata por Jean Lacouture anmediata, de v simulténea ‘en su prod mite, Hacer historia inmediata es ser Georges Jacque’ Conducido al eadalso, hablando al pueblo de su informe a la re- Volucion y diciéndole el significado de su muerte. Inmediato, si historia que oye entonces el nifio sentado en las rodillas de al ma que hace punto. : Ya menos inmediata es la leecion dada por Nikita Khrushchev, leyendo el informe del mismo nombre en la tribuna del XX Congreso del Partido Comunista de la Unidn Soviética. Para que hubiese inmediatez, habria sido necesario que Stalin en Aersona pronunciase el mismo texto y diez aftos antes. Del pro- Muctor de historia deberia emanar, directamente «servido al Consumidor», este tipo de produccion historica. Puede mante- nerse la hipdiesis, pero todos convendran en que no cabe trivia~ Toarla en extremo. Después de todo, por rapides que puedan Jos reflejos de Clio, no estan en condiciones de suplantar del todo sus reflexiones. LOS DOMINIOS DE LA HISTORIA INMEDIATA Observemos de entrada que la imagen de la «historia inmedia- to tal como la percibimos, no cesa de moverse, negandose a ‘dadero encuadre y a una acomodacién satisfactoria. Del periodismo un tanto riguroso, practicado por hombres inmer- Pee en el acontecimiento, hasta el punto de ser al mismo tiempo participates y reflejos del mismo, a la investigacion propta- Frente historica, que estudia un periodo muy reciente y recurre 2 Tos métodos de Ia entrevista-c1 mos de una en- 332 La historia inmediata cuesta de «Le Monde» sobre la crisis del Sahara occidental, a una historia de Mayo de 1968 por un buen «ontemporanista de la Universidad de Paris VIII, nos deslizamos mas aqui y mis alla de cierta linea especifica, que seria la de la historia in- an $6 mediata, cuyos componentes irreductibles son, a la vez, proxi de eso midad temporal de la redaccién de la obra con relacién al tema dar prefer tratado, y proximidad material del autor a la crisis estudiada Pero {por Proxima, participante, a la vez rapida en la ejecucion y produ- Les Case cida por un actor o un testigo cercano al acontecimiento y a la que se le decision analizada, ésa seria la operacién histérica que quere- noche d mos considerar aqui: tendriamos un ejemplo de esto en el La inm «Thorez» de Philippe Robricuxe, aunque los hechos estudiados p. retoaw: 1 de ilus 1 se remontan a mas de quince afios, puesto que la evolucion dios esp continua en el presente y el autor estuvo estrechamente aventurads implicado en ellos, mas que una descripcion de la campafi ame toral de 1978, escrita por un observador puntilloso. Pero imitati é dificil es delimitar este campo! La exposicion que aqui em: de su prendemos vagara, pues, con frecuencia, del alegato por cierto este tipo ¢ Periodismo a la defensa de cierto tipo de encuesta sociohistéri- Leon Tr ca, sin que podamos estable del deliton, Si la inmediatez, en este campo, es casi inaccesible, ello se debe que la operacion histérica es enfoque, desglose, exclusion, b coleveién, y supone la intervencién de un minimo de medios técenicos de mediacién, boligrafo, papel, cola, archivadores, No es casual que el vehiculo y el lugar privilegiado de la «his- toria inmediata» haya tomado la denominacién de mass media. Extraiia inmediatez, fundada en el recurso a los mass media Obras escritas sobre la marcha del acontecimiento por sus actores El momento en que esta historia en fusién, al hacerse, mas se acerca a la inmediatez temporal —el reportaje «en directo» del acontecimiento absoluto: ametrallamiento de la calle de Isly en Argel en 1962, levantamiento de una barricada sobre el bulevar Saint Michel de Paris, en mayo de 1968, donde la voz del re- Portero es mas que el eco, de algiin modo el tejido conjuntivo ras, del acto en curso de realizacién, ya que no la convocatoria de lery’ Gisea los actores (tal como lo hizo, a pesar suyo, el periodista Julien de Besangon)— es también aquél en que fos medios técnicos se ciénd imponen de la manera més tirinica u obsesiva. Pero si el soni- Qu do desaparece casualmente, si la direccién de Paris necesita de neologis: to el «cuerpo serie de he er en ningiin n pronto un espacio de publicidad, la operacién de alumbramien- cuadruple to historico cesa de golpe. racioni Ademis, conviene recordar que esta formula de «historia inme- determin: diata», un si es no es provocativa, difundida al comienzo de los de su in 105 sesenta y que ha pasado al lenguaje corriente, no tiende especialme s6lo a abreviar los plazos entre la vida de las sociedades y su primera tentativa de interpretacidn, sino también a conceder la palabra a quienes han sido actores de esta historia. No aspira ian sOlo a la rapidez de los reflejos. Quiere elaborarse a partir de esos archivos vivientes que son los hombres. No se trata de dar preferencia a lo oral ni de vilipendiar el documento escrito, Pero ipor qué, a la inversa, dar més crédito a los apuntes de Les Cases que a la voz de Davoust, suponiendo desde luego que se le haya podido entrevistar al vencedor de Auerstaedt la noche de la despedida de Fontainebleau? La inmediatez de cierta historia que se elabora hoy —a partir de ilustres ejemplos sobre los que volveremos, aunque con me- dios especificos que atentan fo que la empresa comporta de aventurado— se funda tanto como sobre su instantaneidad (los americanos hablan de «Instant History», concepto mucho mas limitativo), sobre la relacién afectiva entre el autor y el objeto de su investigaciOn. En este sentido, puede verse un modelo de este tipo de historia en la «Historia de la revolucion rusa», de Leén Trotski, que, por estar escrita varios afios después de la serie de hechos estudiados, presenta el extraordinario interés de Ia cosa no sélo vista, sino vivida y creada. Y zqué es la historia de la guerra del Peloponeso, sino un modelo de inmediater his- torica, emanante de un estratega que, condenado por sus fallos en la maniobra, no por eso est menos directamente implicado en el conflico, al menos hasta la paz de Nicias? Evocar a Tucididese es recordar, a propésito de una obra que no solo fue escrita sobre la marcha del acontecimiento, sino por un responsable notorio del curso que éste tomo, que la operacién historica apunta ante todo a la investigacion de una linea de inteligibilidad, de una relacién entre causa y efectos, medios y fines, ruido y sentido. Nadie lo ha hecho nunca mejor ue este jefe ateniense ni con un sentido tan agudo de la razon causal. A ejemplo de Tucidides, todo historiador, ya trate de la guerra de las Galias, de la formacion del tercer Estado, de la ensefianza primaria en el Franco Condado entre las dos gue- rras, de la primera explosion atomica o de la juventud de Va- lery Giscard d’Estaing, se afirmari ante todo por la seguridad de las relaciones logicas y resortes que vaya descubriendo, ha- ciéndolos inteligibles entre los distintos logros de su. encuesta iQué otra cosa hace el «inmediatista» (jeuando se forjara un neologismo, sino a propésito de una neodisciplina?) sino esta cuidruple operacion de localizacién, clasificacion, montaje y racionalizacion, que, a partir de un dato cultural, el suyo, que determina lo mismo fa orientacién de su investigacion que el eie de su interpretacion, le hace realizar su obra en una duracion especialmente breve? (En lo cual el tiempo en que opera un his- 334 La historia inmediata foriador como el de Montailloue define su trabajo tanto como el lugar en que se sitia), Si La historia y el periodismo se mezcian sin confundirse No se trata aqui de confundir historia y periodismo, para ma- ¢ & ts Roy Late € yor gloria de éste y vergitenza de aquélla. Al calificar al perio- {79% iain dista como «historiador del instante», Albert Camus, que fue T= un gran periodista al que todo historiador de los comienzos de la IV Repiblica debe referirse, no iluminé mas que una cara de la cuestion, La referencia al tiempo no es vana. Pero lo que . constituye el punto flaco del periodista no es tanto la precipita- a ion de su investigacién como la parquedad de sus fuentes y la escasez, de las veriticaciones a las que puede proceder. Pericdis- ; ta no es tanto uno que trabaja deprisa como uno que maneja q pocos hechos, observaciones y casos. La diferencia es menos Cualitativa que cuantitativa, Yes en este punto donde el desa rrollo de las técnicas, el recurso al ordenador, que multiplica apidisimamente los elementos analiticos del periodista, puede cambiar la naturaleza misma de su trabajo, como veremos. Tratindose de las relaciones las mas de las veces conflictivas entre historia y periodismo, no podemos por menos de advertir ue ambas disciplinas tienden a converger, desde los tiempos en ue reinaban, de una parte, la religion de ia larga duracion y la _ fobia del cacontecer», y de otra, el culto de lo sensacional ¢ te lo que cueste, impucsto por «Paris-Soir. En el curso del z mo decenio, hemos visto realizarse en historia lo que Pi Nora Ilamé «el retorno del acontecimiento», al paso que € riodismo, bajo la influencia de una publicacién como «Le Monde», tendia no sin fanfarroneria a situarse en el plano de la investigacién universitaria. Lo cual propende a asegurar, ma que encuentros, una convergencia entre los historiadores y la prensa, a la espera de que lo sea entre el periodismo y el rigor historico, Si en tiempos pasados no era raro ver periodistas convertidos en improvisados historiadores —y en el caso de Jacques Kayser, triunfar—, probablemente nunca se habia Ik gado a ver a historiadores dignos de este nombre, como Fran- gois Furet y Jacques Julliard, profesar el periodismo con una fan constante y fervorosa atencion Una antigua tradicion Que la historia es la ciencia del pasado, que no tiene su razén de ser, su titulo de nobleza ni su justificacion mas que en la la- boriosa extraccion de sus recursos fuera de la montafia de los sti) archivos es un dogma de fecha muy reciente. Es apenas el alba 3% del reinado positivista, a finales del Segundo Imperio, cuando : la Universidad, inspirada por Victor Duruye, formula su prin cipio: la historia s6lo puede dedicarse a lo abolido, a lo pasado. Sia un estudiante se le ocurria elegir como tema de estudio ‘Victor Hugo en Guernesey» 0 «La administracién de Prusia bajo Bismarck, se le remitia a los Juegos Florales en tiempo de la Pleyade o a Wallenstein Habia que reaccionar dogmaticamente contra el ejemplo de luna investigacion centrada en lo vivo, dado por el autor de «La historia del consulado y del Imperion? En su prélogo, Adolphe Thiers habia no obstante sugerido que el momento en cierto modo ideal para escribir la historia es quizas aquél en que los protagonists, separados de la accién y libres de las pasiones que los animaron, conservan el recuerdo de los acontecimientos jurante los cuales ¢jercieron su influencia, Cabe ciertamente impugnar el uso que de este principio de Ia investigacion hizo Thiers. Pero la sugerencia es seductora En su distancia del pasado y en su relacién con los materiales que selecciona, parece que la operacién histérica ha vivido va- ios periodos ‘contradictorios. ;Se consideraban historiadores César y Commynes? En todo caso, las obras que nos dejaron estaban abiertamente ancladas en el presente, un presente vivi- do por ellos, no solo como testigos, sino como actores y a veces como protagonistas. ip confundirse La historia condena el estudio del presente Nada viene radicalmente a poner en entredicho este tipo de re- laciones como el «pasado» hasta la mitad del siglo XIX, en que el doble advenimiento del romanticismo como moda y del posi tivismo como ciencia remite stibitamente al operador historico a los Burgraves y a la epigrafiae. Pero la historiografia de Epoca de Lavisse sigue aficionada a los acontecimientos. Tras haber sido intento de poner en claro la complejidad viviente y fugitiva, en sus meandros palpitantes, la operaciOn hist6rica se convierte en coleccion de instantes privilegiados, con tal que sean antiguos. Cantad a los héroes, pero en latin Fue a principios del siglo xx cuando, tras haber condenado al presente, la historiografia condena al acontecimiento. Con pa Grinos como Marx y Lucien Febvre, los historiadores slo se aplicardin a los periodos largos y a las evoluciones globales. Ya no quedaré por proscribir sino el estudio de las culturas hir- vientes de actividades colectivas, dando la preferencia a las «so- ciedades frias», tan caras a Claude Lévi-Strauss, para inmovili- zar la historia en un in vitro definitivo Hubo ciertamente un tiempo —el de ia creacién, la consolida- cién y después la socializacion del Estado-Nacin— en que la historia debia retroceder, una vez se habia convertido en lo que pudo llamarse la «interiorizacion de la conciencia nacional Entonces debia operarse cuidadosamente, lentamente, la se 336 La historia inmediata cién entre los buenos y los malo: ‘Arco? {Concini 0 Mazarino? {Sieyés 0 Marat?, cuy plo Geberia ser propuesto, para incitarlos o disuadirlos, a los esco- fares franceses. Tal vez no convenga decir que estas preocupa- clones no son ya en absoluto fruta del tiempo, pues la historia esta desapareciendo de una ensefianza que a lo que parece no ha encontrado en sus alforjas suficientes «héroes positivos> (ets habia perdido en ruta a Danton, pero ziba a recuperar tal (ers Cauchon?) para hacer de los jévenes ciudadanos franceses Ide Serenos engranajes de la sociedad productivista. Mientras esperamos los procesos de canonizacion, tal vez no sea indigno Gal historiador indagar lo que perdura, en 1978, del movimien fo utopico y melenudo desencadenado diez afios antes, el mes th mayo, O analizar por qué el intenso desarrollo de los trans: portes —-autopistas, turbotrén, lineas aéreas interiores— va Poompafado en Francia del crecimiento de los autonomismos © tes su causa 0 no se opone a ellos. Bien se ve que aqui asoma la sociologia, la ciencia politica, el periodismo. Pero jse toma atin el historiador la molestia de Peoreizar a estos tres monstruos? Aunque tuviésemos que cir- Cunseribir el territorio del historiador mas cicateramente que Paul Veynee en su leccion inaugural en el Colegio de Francia J considerar su proceso mas especifico, podemos tambien ima dinarlo sin fronteras o en estado de unién aduanera con sus no- bies vecinas, como la etnologia, la lingliistica, o la seografia humana, sospechosas como la sociologia o la ciencia politica, y una pizca chulesca como el periodismo, A esta mezcla de generos le encontrara precedentes ilustres, lec: Giones tranquilizadoras. Hemos citado ya a Tucidides. ,Cémo ho volver 2 él, por muy lineal y del acontecer que sea? Evoca- Mos a Ibn Jaldune, el de la «Autobiografia», mas globalista y Sociologico, He aqui unos modelos sorprendentes de inmediatez historica, tanto por el lazo que los une a las decisiones tomadas y Consecuencias como por su preocupacién en darles una delacion, una traduccion y una interpretacion proximas Deade luego, no retendremos como propiamente historicos, ni siquiera «inmediatos», ni los «Comentarios» de César, ni las SNemorias de guerra> del general De Gaullee; los primeros, porque se manifiestan con sobrada sencillez como un informe Ristificativo, los segundos, porque el desarrollo concomitante fe la investigacion historica «inmediata» invalida precisamen- te muchos de sus datos. {Cémo tener como histérico este dia tio de alto bordo, cuando surgen por doquier, sobre la historia Ge las relaciones entre los Aliados, sobre la de la Resistencia francesa o sobre el nacimiento de los nacionalismos en Asia y INM Africa, trabajos que situén més bien este mondlogo majestuoso en el rango de las bellas erénicas de caballeria? La crénica de guerra, modelo de historia inmediata. Charles de Gaulle memorialista es a la vez afectado y reempla- zable, 0 esta en periodo de comprobacién, en un tiempo en que esta operacion es facil. Sus predecesores en el ejercicio de la crénica de guerra, Joinville © Villehardouin, son por su parte irreemplazables. Testigos y actores, combatientes y negociado- res, dolientes 0 gloriosos, intimos’del Principe y en contacto con. sus enemigos, practican apasionadamente una historia en presente cuya subjetividad no altera su riqueza {QUE historiador «serio» iria mas lejos en la evocacién de los progresos del espiritu eritico en el tiempo y en los medios alle- gados al mas cristiano de los reyes, que Joinville narrando su captura por los sarrazenos en el Nilo? Citando a uno de sus hi- gartenientes, que le incitaba a él y a sus compafieros a dejarse mas bien degollar por los infieles,

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