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Conclusién Al término de este estudio, quisiéramos recordar sus li- mites, aprender la leccién tedrica que nos deja ¢ identificar las perspectivas para continuarlo. Creemos que Jos limites han sido claramente planteados: Francia, y Francia sola. La Francia de antes de 1848; el salto hacia ade- lante que la revolucion del sufragio universal hizo dar a la vida colectiva suscit6 una masa nueva de materiales, relatos y proble- mas que justificaria —o justificaré— otro estudio. Hemos hablado de la burguesia y s6lo de ella. En esa época, se llamaba a si misma “la clase media” y sus fronteras con la aristo- cracia, de un lado, y las clases populares, del otro, eran bastante claras. Sectores enteros de esa burguesia tocaban con la clase su- perior, a la que admiraban, envidiaban e incluso imitaban, es- pontaneamente o por mimetismo. La burguesia solia vivir su vida mundana, a una escala mas modesta, sobre el modelo aris- tocratico ofrecido por la vida de salon. Sin embargo, en algunas capas (atin por definir) de la burguesia rentista*®’ de provincia, otras pricticas habian comenzado a aparecer, a las que, segun parece, la elite de la burguesia comerciante, en el negocio de los grandes puertos, dio un impulso y un alcance decisivos. Por otra parte, no hemos estudiado todo el sistema de la socia- bilidad burguesa de ese tempo, sino solamente la institucién que se presenis como la mas nueva y la mas upica, el circulo, Mas exactamente, la asociacion de hombres para el acio, de la que el café de habiweés es la forma menos perfecta y mis extendida, 148 EL CIRCULO BURGUES mientras que el circulo organizado, declarado y autorizado cons- tituye su forma acabada. Hemos intentado marcar los lazos del circulo con las instituciones vecinas, lazos de antagonismo o al menos de contraste (con el salén), lazos de proximidad, de pa- rentesco, de filiacion (con el café y, secundariamente, con otros comercios de habitués, como las librerias o los gabinetes de lec- tura), lazos de confusion parcial, luego de especializacién, pero a veces también de asociaci6n (con las sociedades especializadas, eruditas o militantes}. Pondremos sumo cuidado en no extrapolar. El golpe que die- ron a la vida de sal6n las nuevas costumbres y la revolucién de 1830 no fue mortal, y la decadencia de la que hablan los autores de esa época no anunciaba ninguna extincién. En Paris, como en el interior, atin habra bastantes salones privados florecientes bajo el Segundo Imperio, luego bajo las Repiiblicas, y sigue ha- biéndolos hoy. Los circulos, por su parte, adoptarian otras for- mas, y ¢l andlisis que hemos realizado para 1820, 1830 0 1840 sin duda no es totalmente aplicable hacia 1880. De modo que nuestra conclusién mas general se limita a lo si- guiente: el periodo en que se cuestiona la vida mundana de forma aristocratica, o en todo caso se la desafia en su monopo- lio, es también el periodo en que la sociabilidad igualitaria del circulo aparece y se instala. Creemos haber demostrado que hay una relacién légica entre esa decadencia y ese ascensa, y cree- mos, por ultimo, que esa sustitucion de la tendencia dominante en materia de sociabilidad corresponde muy bien a todo lo que ya sabiamas desde hace largo tempo, global o intuitivamente, sobre la oposicién entre la Vieja Francia y la Francia burguesa. Por ultimo, deseamos reiterar aqui que nos hemos referido a la “Francia burguesa”, mas que a la Francia que el sentido co mun llama “moderna” y los universitarios, “contemporanea”. En efecto, el sistema de vida social que, en la bisagra de los siglos XVII y XIX, reemplaza el Antiguo Régimen no duré como du- rante largo Gempo se ha creido— hasta nuestros dias, ni tampoco modelé nuestro presente a través de wansiciones imperceptibles. CONCLUSIGN 149 Creemos que se admitira cada vez con mayor facilidad que la ci- vilizacién (:burguesa?, siglo XIX no fue un simple conjunto de deslizamientos lineales. entre 1789 y la actualidad, sino un verdadero sistema histérico, que tuvo un nacimiento, un auge, una proyeccién y una deca- dencia, hasta llegar a la desagregacin final de la que somos tes- tigos. En todo caso, la historia particular de la sociabilidad, nos parece, va en el sentido de ese tipo de interpretaciones, y por ello en particular recomendamos no hacer ninguna extrapolacién a partir de nuestras conclusiones parciales. Pero la prohibicion de extrapolar no impide la generalizacion, que nos conduce a conclusiones mas feoricas. Para decirlo claramente: ghay esquemas de explicacion 9 al menos de correlacién que, ex- twaidos de los estudios que acabamos de presentar, puedan trans- portarse y aplicarse a otros ambitos? Nuestra respuesta es afirmativa. El circulo, como hemos dicho, comenzé siendo una practica social parcial, innovadora y, si no fue partisana, al menos estaba “connotada” como liberal: era bien vista por la izquierda y mal por la derecha. Pero, muy rapidamente, ese aspecto de las cosas ira borrandose u olvidandose. Cuando toda la provincia bur- guesa esté cubierta de circulos o de cafés-circulos, la institucién en si parecera totalmente neutra. No lo era en sus origenes. Pero practicamente toda Francia, hacia 1880, habra aceptado vivir en el sistema grosso mode liberal por el que se luchaba antes de 1830. En otras palabras, la victoria de la ideologia vacié de contenido ideolégico, si asi pudiera decirse, las instituciones que la habian expresado. La his- toria del “ingreso en las costumbres”, expresién banal pero que tal vez podria dar titulo a una reflexién o un inventario, podria bien concernir a muchos mas ambitos que el de la asociacion. Pero quedémonos en éste, por ahora. Si corrientemente se habla de la “Francia burguesa” para la época de Luis Felipe (e incluso bastante después), no es, claro esta, porque en esa Francia todos fueran burgueses, sino porque estaba dominada por burgueses. Esto es, que algunas opiniones 0 150 EL circuLo BURGUES usos, hechos por o para los burgueses, eran masivamente retoma- dos por las demas clases, por obediencia, educacidn o mimetismo. No hemos abordado en este estudio el inmenso ambito de la sociabilidad popular. Tal vez algiin dia lo hagamos. Sin embargo, sabemos lo bastante acerca de ese ambito como para decir que mas de una realidad o relacion aqui percibida en cuanto a lo burgués tenia sus equivalentes populares. Las relaciones intimas y complejas entre café y circulo se hallan en los campesinos pro- venzales entre cabaret y chambrette.*®" La sociabilidad informal de los burgueses cultivados de finales del siglo XTX en el co- mercio del librero, su favorito,2™ se parecera mucho a la de los pobladores en la barberia o el taller del herrero a menudo resal- tada en otros estudios. Pueden hallarse paralelismos incluso para situaciones mas complejas. Por ejemplo, hace algunos aiios, narramos“*! (sin siquiera, en esa €poca, comprenderia del todo) la historia de los obreros ce- pilladores de la Garde-Freinet (Var) que se habian organizado en dos planos: por un lado, como “asociacién obrera”, para trabajar el corcho en forma cooperativa, y, por otro, como “circulo”, para con- versar entre ellos, por las noches, sobre como marchaba la socie- dad y otros asuntos. E] sistema, que a la administracién de enton- ces le parecié de una complejidad maquiavélica y temible, era tal vez mas natural de lo que parece, ya que recuerda muy evidente- mente aquello que acabamos de analizar en el medio burgués con el nombre sugerido de “simbiosis sociedad-circulo”. Citemos otro ejemplo, de otro problema y otra region, en re- Jaci6n con el pasaje en bloque de los grupos de recreacién con- suetudinarios a los grupos politicos. Charles de Rémusat retuvo de su paso por el Ministerio del In- terior, en 1840, la impresién de que las “sociedades secretas” se reducian entonces a algunos vestigios, que enumera, el ultimo de los cuales, llamado “Sociedad de Jacobinos, compuesta sobre todo por fundidores y torneros, se reunia para cantar y conver- sar”, lo que visiblemente le parecia extrafio."®? Es de notar el in- terés de la inversion del punto de vista al que la atencién especial CONCLUSION 151 prestada aqui al fenémeno del circulo nos ha invitado. En este lume ejemplo, la mirada politica clasica nos ofrece una imagen descabellada: ese pequeno club que, curiosamente, no incluye mas que a torneros, que ademas cantan. La mirada socioldgica, en cambio, nos restituye una imagen mucho mas natural: una so- ciedad obrera consuetudinaria, que ingresé en bloque en el par- udo (comunista, en este caso). Pero :acaso no era ése el mismo fenémeno que el de los circulos burgueses de lectores de perid- dicos y jugadores de billar que, en Chalon o en Dijon en 1833, se convertian naturalmente en clubes republicanos? En este punto, no podemos dejar de plantear la siguiente cuesti6n: cuando una practica social bien establecida en la bur- guesia es reproducida en las clases populares, :se debe pensar que el pueblo imita lo que ve hacer a los notables o que, mas na- turalmente, se presenta una misma solucién —mutatis mutandis- porque “las mismas causas producen los mismos efectos"? Coma se han dado algunos hechos de imitacion, tal vez hemos tendido en nuestras primeras obras a generalizar ese proceso a expensas de factores sociolégicos menos conscientes. Habria que debatir al respecto. Agreguemos, cum grano salis, que el término “mo- delo” permitiria casi evitar el debate sugerido, ya que su acep- cién usual incluye la idea de imitacién consciente, mientras que una acepcion filosdfica mas re nte evoca, antes bien, un ¢s- quema abstracto susceptible de interpretar situaciones efectiva- mente separadas. El modelo mas claro que hemos identificado -en este ultimo sentido— es el de la oposicién salén-circulo, en relacién con lo cual se ubican y acumulan los siguientes caracteres: del lado del sal6n, tradicion, lugar familiar, presencia de hombres y mujeres, moralidad, ausencia de debate politico; del lado del circulo, in- novacién, lugar extrafamiliar, exclusividad masculina, moralidad sospechosa, nesgo de caer en politica. Esto es valido para las eli- tes hacia 1830. Lo que resulta impresionante es comprobar que, cuando los observadores citadinos describen, en una época que podra variar segiin las regiones, de 1848 a 1914, la aculuuracion 152 EL CIRCULO BURGUES campesina, se producira una suerte de unanimidad para expre- sarla en términos de sociahilidad. Entonces se opondra la velada al cabaret, y los caracteres y las connotaciones de ese par anta- g6nico reproduciran en el ambito campesino lo esencial de la antitesis que acabamos de mencionar (velada en la granja, en familia, virtud y antigua “sabiduria”, noches de cabaret, entre hombres, bebedores, gritones y politicos) 76° Se puede argumentar que el cabaret imitaba al café-circulo, pero resulta mas dificil de creer que las veladas risticas imitaran a Jas veladas mundanas de castillo. Tal vez sea posible hablar de un modelo general de sociabilidad anuigua, de cardcter interfamiliar, cuyo ‘cuestionamiento pasaria, sicmpre en general, por la competencia que ofrece un tipo de sociahilidad abierto sobre la modernidad y sobre la sociedad global, estructurade por la asociacién woluntaria masculina. En ese punto, la historia y la sociologia pueden tener una con- vergencia legitima. Esta es también una conclusién. Y¥ tal vez una conclusién util. Al término de un estudio, muy destacable, sobre los clubes parisinos en 1848, el historiador nor- teamericano Peter Amann™™ se pregunta a qué conjunto de fe- némenos de transicién social (entre Antiguo Régimen y moder- nidad) pueden remitir esas formas de organizacién y menciona a de André J. Tudesq) y el de la prensa —en resumen, diversos aspectos del universo li- el papel de los notables (segtin la obra cl beral burgués-, con la sola excepcion del fendmeno del circulo, que, sin embargo, es Jo que le habria dado la analogia o el ante- cedente mas pertinente. No cabe duda: su historia deberia ser exhumada. Las perspectivas de un estudio de ese tipo son evidentes y ya he- mos indicado las que se plantean en términos de programas. Por un lado, profundizar (trabajo de “dieciochista”) el problema de los origenes y de los avatares revolucionarios de los circulos. Luego, proseguir mas alla de 1848 el estudio de los procesos de diferenciacion de la institucion y, en particular, la del lento sur- gimiento de la asociaciGn especificamente politica. Por ultimo, y CONCLUSION 153 sobre todo, examinar esos fenémenos en relaci6n con la vida popular. En términos ya no de programas precisos, sino de campos de es- tudios mas amplios, la historia de las asociaciones puede incorpo- rarse en otros contextos. En primer lugar, a la historia de la demo- cracia. Ya hemos dicho que la sociabilidad moderna le habia preparado el terreno, en el sentido mas practico del término, y era perceptible desde 1848: Habia un club en todos lados donde hubiera una sala ca- paz de contener a veinte personas. Asi era en Paris, donde yo estaba. Creo que lo mismo sucedia en los pue- blos. Una sefiora de Moustoir le decia a mi madre, ha- blindole de esa época: ibamos a buscar a nuestros hom- bres al club, como antes ibamos a buscarlos al cabaret. Lo mismo puede decirse de forma mas abstracta y, por ende, un poco menos amable. Como escribié un especialista nortea- mericano: Esas asociaciones voluntarias tuvieron una larga histo- ria. Fueron una de las caracteristicas de la vida demo- enitica en Occidente, especialmente en el mundo an- glosajén [...]. La calidad de nuestra vida social politica fue en gran medida determinada por la vitali- dad de esas miriadas de agrupaciones (clubes, organi- zaciones, asociaciones) que alternativamente conmo- cionaron y clarificaron el espacio que se extiende entre el estado y la familia, asi como entre el estado y el individuo.** Esta visi6n optimista de la cuestién es menos banal de lo que puede parecer. Hoy en dia en Francia, la idea de que se debe reto- mar de forma nueva y global el cambio de la sociabilidad que sus- tituy6 el sistema racionalliberal-burgués en el Antiguo Réegimen 154 EL CIRCULO BURGUES fue lanzada con el brillo que conocemos por un pensador como Michel Foucault, pero con juicios de valor despreciativos, expli- citos o implicitos, que no nos han convencido.**? Por nuestra parte, nos complaceria volver a hacer hincapié en los aspectos del progreso democratico que no fueron lamentables... Pero, después de todo, se puede dejar de lado ese costado po- litico-sentimental del asunto. Si antes citamos a un historiador de lengua inglesa fue para recordar, al terminar, esa antigua evi- dencia que el estudio de la sociabilidad y de sus progresas, pro- bablemente conjuntos con los de la democracia, ofrece, una oca- sién que ha sido demasiado poco aprovechada para el estudio comparativo aplicado a las tres sociedades del tridngulo liberal del siglo XTX: Estados Unidos, Francia y Gran Bretafa. No tenemos, a decir verdad, el equivalente francés de la anti- gua obra de Ostrogorski.25 Tampoco tenemos sobre Francia una mirada similar a la de Tocqueville sobre los Estados Unidos, es decir una mirada que abarca juntas la “democracia” de las rela- ciones sociales y la de la politica (régimen u opinién). Sin em- bargo, la idea de comparar Francia con el mundo anglosajén desde el punto de vista de la sociabilidad (ya que este mismo tér- mino fue el utilizado) no era ajena a los hombres del siglo XTX. Por ejemplo, Philaréte Chasles”* sostuvo que Francia carecia del “espiricu de los negocios” (que, por supuesto, era inglés), y que su espiritu propio era el de la “sociabilidad”. El contexto muestra claramente, no obstante, que él entendia por sociabilidad la del ocio aristocratico, que hemos calificado de “antigua”. No nos sor- prendera que Tocqueville fuera mas profundo y mas sugestivo. No especulaba sobre la sociabilidad en general ni sobre la socia- bilidad del mundo, sino sobre lo que le parecia mas caracteristico del siglo: el espiritu de asociacién. Y si bien veia que este fend- meno se desarrollaba mas ampliamente en los Estados Unidos y en Inglaterra, no creia que fuera por el efecto de un modo de ser nacional (el inglés, para él, seria mas bien individualist), sino de- bido a una mayor lucidez en relacién con las leyes del mundo nuevo, De alli esta sugerencia: “Imagino que si se pudiera dar a CONCLUSION 155 los franceses mas luces de las que tienen, naturalmente serian mas proclives al espiritu de asociacién que los ingleses”.27 Esa es de alguna manera la comprobacidn que debia hacerse. Tal vez incluso “las luces” -en esta materia— estaban mis expan- didas en la Francia de 1835 de lo que podia creer Tocqueville, cuyos principales terrenos de observacian nacionales (el gran mundo parisino y la rusticidad normanda) no eran los mas favo- rables a la percepcion de la sociabilidad. Sin embargo, ésta se extendia, junto con la modernidad moral y politica, si bien, como hemos visto, el Tocqueville de 1848 no podia apreciar siempre sus efectos. De ningun modo estamos tentados de redrar del “Gran Siglo” de Michelet, el siglo XVIII, el nombre consagrado de “Siglo de las Luces”. Pero afirmaria- mos gustosos que el siglo XIX propicio su difusion, a través de al- gunas redes, entre las cuales la menos importante sin duda no era la de la sociabilidad, que, al final del reinado de Luis Felipe, comenzaba a formar parte de las estructuras nacionales.

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