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ANESTESIA: DESDE TRABAJO DE ENFERMERIA HASTA

ESPECIALIDAD MEDICA

Traducido por Gloria Mayorga y Alberto Vasco 1.


Reproducido por Germán Parra Corredor, residente I de Anestesiología en 1979.
Tomado de Enfermedad y Sociedad, Hombre Nuevo, Medellín, Colombia.

1
Traducido de "Anesthesia: From Nurse Work to Specialty" por D.C. Lortie en E. Gartly Jaco (Ed.). Patients,

Physicians and Illness: Sourcebook in Behavioral Science and Medicine. Pp. viii, 600. Glencoe, Ill.: Free Press, 1958

No es sorprendente, que los observadores de la escena social


moderna tomen como un hecho la prevalencia de la
especialización en nuestra vida ocupaciones. Las ventajas
económicas de la especialización fueron planteadas hace muchos
años por Adam Smith y permanecen vigentes aún hoy en día. La
gama de especializaciones está consignada en una lista de 29.000
títulos ocupacionales y se advierte que es incompleta.
La especialización de cualquier manera no es nada distinto a una
respuesta, a un conocimiento nuevo y a la técnica. Es un proceso
social completo que involucra cambios importantes en un vasto
rango de relaciones sociales y organizaciones institucionales.
Nos podemos dar cuenta que opera selectivamente y que su
desarrollo es difícil de explicar en términos de cualquier lógica
interna. En la medicina, como en casi todas las profesiones,
solamente algunas de las funciones se vuelven propiedad de un
grupo formalmente designado de especialistas, mientras que
otras funciones se dejan dentro de los campos convencionales.
La creación de una especialidad nueva, significa el surgimiento
de un nuevo grupo y esto involucra cambios difíciles y a veces
dolorosos entre colegas, en los patrones de recompensa
económica y en la distribución de poder y prestigio. Estos
cambios no ocurren automáticamente. En nuestro caso la
especialidad médica de la anestesiología, demuestra que, aunque
puede haber fuerzas impersonales importantes detrás de la
especialidad, estas fuerzas necesitan gran cantidad de seres
humanos activos e interesados.
Este trabajo, enfoca el lado humano de la especialización, o sea el
proceso en el cual, un nuevo grupo de hombres se introducen en
el sistema social de una profesión como a una empresa activa.
Comenzaremos por ver cómo ellos llegan a formar un grupo y se
fijan unos objetivos y la parte que juega en este paso, el liderazgo
carismático. Después los seguiremos a medida que ellos se
introducen en la fase activa de la movilización colectiva del poder
y tratan de encontrar nichos en la compleja estructura de la
profesión médica. Serán examinadas las funciones que se
desempeñan y la forma en la cual estas funciones se
expandieron. También observaremos los usos que le dan a la
tecnología en su lucha por un mundo que les agrade más.

La especialidad médica de la anestesiología no se formó


inmediatamente después de la introducción de la anestesia en la
medicina y la odontología, transcurrió casi un siglo entre el uso
del agente anestésico en 1846 por el Dr. Morton y la formación de
la mayor organización de médicos anestesiólogos de hoy en día
(ASA); Sociedad Americana de Anestesiólogos.

Entre estas dos fechas se encuentra un largo período de


indecisión acerca de la localización de la nueva función dentro
del sistema médico. Son pocos los materiales históricos sobre las
condiciones bajo los cuales se administraba la anestesia en la
última mitad del siglo XIX y tan sólo podemos asumir que esos
procedimientos eran realizados por cualquier mano disponible
que hubiera en el momento, Al comienzo del siglo XX sin
embargo, se produce una asignación dominante. Las enfermeras,
bajo la supervisión de los cirujanos, comenzaron a especializarse
en el trabajo y gradualmente llegaron a mirar a la anestesia como
una especialidad dentro de su profesión.
La mayoría de los médicos que daban anestesia, estaban sólo
marginalmente comprometidos en el campo y generalmente como
ayudantes del cirujano a quien habían referido el caso para
cirugía. Estas condiciones eran menos que propicias para el
surgimiento de una especialidad médica. Por un lado era trabajo
de las enfermeras y por el otro, llevaba el estigma de ser una
forma caballerosa de partición de honorarios. Sin embargo un
pequeño grupo de médicos relacionados directamente entre sí, y
quienes tenían por la anestesia un gran respeto, vieron en ella la
posibilidad que muy pocos médicos se plantearon. Vieron más
allá de las simples técnicas de la época (él goteo de éter o el uso
de la almohadilla de cloroformo) hasta las técnicas más
avanzadas que podrían prolongar el tiempo operatorio, expandir
el rango de la intervención quirúrgica y disminuir la tasa de
mortalidad por cirugía. Comenzaron como individuos a probar
nuevos agentes anestésicos y a probar nuevos equipos. Sin
embargo para convertirse en un grupo eficaz, necesitaban una
organización que reemplazara su aislamiento uno del otro, y un
liderazgo para dar forma a sus vagos objetivos.
El Dr. Frank McMechan fue el líder carismático que surgió para
aglutinar estos hombres hacia la acción. Antes de sufrir una
enfermedad incapacitante que lo dejó permanentemente atado a
una silla de ruedas, él había estado altamente interesado en la
anestesia clínica y había llegado a creer que el campo requería
más atención por parte de la profesión médica. Incapaz de
ejercer, concretó sus grandes energías a la causa que él llamaba
anestesia profesional. A pesar de su incapacidad, viajó
ampliamente por los Estados Unidos y otros países, predicando
el evangelio de la anestesia como especialidad médica y
dirigiéndose a cualquier reunión de médicos que quisiera oírlo.
En estas charlas movilizaba todo el comportamiento dramático
que había adquirido como actor en su juventud. El salón de
conferencias se oscurecía inmediatamente antes de su entrada y
un reflector seguía la figura de McMechan en su silla de ruedas. A
medida que era empujado hacia el centro del escenario, con una
voz resonante de emoción comenzaba su charla. Denunciaba a
todos aquellos que habían tratado la anestesia como un incidente
casual en el procedimiento quirúrgico y declaraba que las vidas
humanas no debían ser puestas en manos de aquellos que no
habían sido entrenados como médicos. Las charlas sin embargo
eran tan sólo un aspecto de una activa tarea de organización de
grupos de anestesistas médicos, de exhortar a la nueva
profesión, redactar o editar revistas y de alentar el intercambio de
nuevas ideas y técnicas.
McMechan comenzó esta carrera en 1915 y la continuó hasta su
muerte en 1939. Durante este período, fue él quien dominó la
organización médica de anestesia y su papel fue de agitador,
profeta y hombre de estado. Acorde con su clásico modo
carismático dependía del apoyo económico de los amigos de la
causa. Fue acusado por sus discípulos y duramente criticado por
otros quienes lo llamaban un tirano en potencia.
La muerte de McMechan ocurrió justo antes de la Segunda Guerra
Mundial y en un punto clave de reorientación en la anestesiología
americana. La Sociedad Americana de Anestesiología, según los
patrones de las sociedades de especialidad ya establecidas,
reemplazó los grupos que él había formado e introdujo elementos
más conservadores. El celo inflexible de la época de McMechan
fue reemplazado por métodos y políticas más cautelosas. Las
políticas a largo plazo para el avance de la especialidad se
unieron a la insistente demanda de acción inmediata; los
procedimientos de elección democrática produjeron nuevos
líderes para reemplazar al anterior y único, y se iniciaron calladas
conferencias con otros grupos médicos para reemplazar las
charlas dramáticas. Sin embargo el cambio, es más evidencia del
éxito de McMechan que de su fracaso: el grupo fue capaz de
constituir una organización estable que desarrollara los asuntos
de la especialidad. El carisma había desaparecido pero el espíritu
continuaba en las organizaciones nacionales y locales que
presionaban vigorosamente para el avance de la especialidad.
McMechan dejó detrás de sí, un grupo de hombres conscientes y
dedicados, listos y dispuestos a colocar el nivel de la anestesia
como especialidad médica en un nuevo terreno. Discutían en los
métodos pero no sobre su meta que era la de alcanzar el estatus,
de especialistas en igualdad de condiciones con las demás
especialidades.

El anestésico del Dr. Morton, no condujo por lo tanto al desarrollo


fácil de un nuevo grupo de especialistas. Durante un siglo
después de su significativa innovación, se discutió
acaloradamente sobre quién debía manejar las nuevas funciones
que él había introducido. La enfermería las tomó como propias,
sin embargo después de unos 70 años, un grupo de médicos
comenzó a cuestionarse esta apropiación y bajo el liderazgo
inspirado de una figura dramática desarrolló una ideología para
defender sus reclamos. Gradualmente el trabajo se redefinió y se
vio que comprometía la vida y la muerte y que era por derecho
propio un deber de los médicos. El proceso de comportamiento
colectivo manifiesto, el liderazgo involucrado, las, observaciones
y reclamos, etc., revelan un desarrollo similar a lo que
asociaremos con el fenómeno de los movimientos políticos y
religiosos. Este sector de la división del trabajo fue un verdadero
campo de batalla.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, los anestesiólogos se
inclinaban a expresar una fuerte insatisfacción con su destino.
Ellos veían en muchos aspectos de su estatus una marcada
evidencia de que sus obligaciones y derechos cabían dentro de la
definición de trabajo de enfermeras. Lo más frecuente era que
fueran empleados asalariados de hospitales. La mayoría de los
cirujanos los trataban como si no tuvieran más juicio crítico o
estatus profesional que las enfermeras a quienes igualmente
reemplazaban. Los cirujanos acostumbrados a asumir la
responsabilidad médica y legal de sus pacientes no estaban
dispuestos a revalorar los cambios del rol producidos por la
introducción de otro especialista médico en el equipo. La
administración de los hospitales parecía prestar oídos sordos a
las peticiones de los departamentos de anestesia, y cuando se les
presionaba pidiendo más equipo y personal, decían que estaban
trabajando al máximo llenando los pedidos de los médicos, que sí
traían pacientes. Otros médicos generalmente hablaban de los
anestesiólogos diciendo que sólo trabajaban con pacientes de
otras personas o que los anestesiólogos probablemente eran
hombres que no podían manejar las exigencias de la práctica
privada. El público en general ofrecía poca compensación: muy
pocos miembros del público comprendían lo que hacían los
anestesiólogos durante la cirugía.
Más aún, la Segunda Guerra Mundial ayudó a dar nuevos ímpetus
a su insatisfacción. Un nuevo grupo de jóvenes que habían
manejado la anestesia en los servicios, mostraron un fuerte
interés por convertirse en especialistas. El estatus de la anestesia
había subido en alguna forma y en muchas instalaciones militares
los anestesistas médicos tenían un alto rango. El grupo de
colegas estaba en un máximo de actividad desarrollando nuevas
técnicas, formas de organización, certificación y entrenamiento y
editando nuevas revistas. Se respiraba un aire de cambio en la
atmósfera y en los años, que siguieron a la Segunda Guerra
Mundial, se vio a los anestesiólogos colaborando entre sí por
alcanzar el reconocimiento profesional que buscaban tan
fervientemente.
La posición de los anestesiólogos inquietos se puede analizar en
términos de los diversos subsistemas de los cuales participaban.
Probablemente lo que los tenía más resentidos era su propio
papel en la sala de operaciones, ese mundo aislado y algo
especial en el cual se desarrollaban sus funciones básicas. Aquí
se puede resumir el problema como un exceso de subordinación
y una falta de autonomía funcional, de los cuales se culpaba
amargamente a los dioses de barro de la cirugía. Su posición en
el sistema de referencia de pacientes, los colocaba en la periferia:
ellos no tenían ningún bien o servicio que ofrecer en este
poderoso sistema de obligaciones recíprocas. Así mismo en la
estructura de la acción hospitalaria se encontraron aislados de
los centros claves del poder y se quejaban de estar siendo
explotados económicamente. Su voz era pequeña dentro del
sistema político de la profesión, debido a que eran débiles
numéricamente en todas las partes del complejo de asociaciones
profesionales que regulan los asuntos de la medicina. Fuera de la
medicina, en la Comunidad, encontraban una indiferencia basada
en una ignorancia total de su contribución. Esta se dramatizaba
aún más en la incapacidad de la mayoría de los legos hasta para
pronunciar su título profesional. Anulados, subordinados,
impotentes políticamente, irreversibles y en tremenda desventaja
numérica, los anestesiólogos se enfrentaban a obstáculos nada
despreciables.
El grupo sin embargo estaba listo y dispuesto a tratar de mejorar
su estatus y comenzó a desarrollar estrategias de varios tipos
para lograrlo. Podemos revisar estas estrategias en términos de
los subsistemas que hemos aislado. Tal análisis revela el patrón
de las estrategias y nos dice algo acerca de las moderaciones que
ocurren cuando un grupo debe operar dentro de una profesión
estable. Podemos comenzar con la posición del anestesiólogo en
la comunidad. La relación entre el público y el sistema médico es
compleja, pero podemos notar que por lo menos en dos aspectos
la actitud pública es importante. En última instancia el público de
pacientes es el que demanda y paga los servicios anestésicos y
representantes seleccionados del público son los que comparten
el control de las instituciones médicas tales como los hospitales
y los planes de seguros de salud. Algunos anestesiólogos
decidieron seguir el camino de educar al público. Con ayuda de
agentes de relaciones públicas, iniciaron una serie de artículos
populares de tipo intimidante que demostraban los riesgos de
cualquier anestésico administrado por un no médico. La campaña
terminó rápidamente. El resto de la profesión médica casi de
inmediato condenó estas actividades y las denunció como
violación de los códigos que prohíben la publicidad. La respuesta
fue tan fuerte que dos anestesiólogos se apresuraron a obedecer
y subsecuentemente instituyeron controles sobre su grupo de
colegas para evitar la reincidencia. Los anestesiólogos
descubrieron un hecho clave: no se les permitiría sacar su caso a
la luz pública y no deberían minar la confianza pública en la
práctica actual. Ellos podrían, claro está, seguir tratando de lograr
su meta a través de los contactos individuales con los pacientes y
con otros miembros de la comunidad. Sin embargo la profesión
médica no toleraría ninguna campaña que recayera sobre su
“cabeza”. Tales asuntos se debieron resolver dentro de la cosa de
la medicina. ¿En qué puntos del sistema podrían ellos esperar el
avance de su causa? ¿Podrían ellos hacer algo acerca de su
posición en el quirófano?
En general el quirófano no era el lugar para un desafío directo. El
anestesiólogo difícilmente podría desafiar al cirujano que
trabajaba sobre el paciente enfermo, y aunque las normas
médicas no permitían franca disputa en él transcurso de la
cirugía, el anestesiólogo tenía poca probabilidad de ganar
cualquier enfrentamiento con su poderoso colega. El
anestesiólogo sin embargo tenía y todavía tiene un aliado muy
poderoso: su técnica constantemente en vía de avance o de
adelanto. El debe utilizar tacto y paciencia con el cirujano, pero
sus esperanzas a largo plazo descansaban en el hecho de que su
despliegue de técnicas, materiales y aparatos especiales estaban
aumentando rápidamente.
Los nuevos procedimientos operatorios requerían anestesia más
prolongada y peligrosa, y algunos procedimientos tales como la
anestesia raquídea estaban prohibidos legalmente en varios
estados para todo aquel que no fuera médico. Los jóvenes que
estaban entrando a la cirugía no estaban ni siquiera tratando de
aprender anestesia y se contentaban con dejársela al
anestesiólogo. Los nuevos especialistas tomaron la posición de
esperar, puesto que los cirujanos más viejos y rígidos no estarían
siempre con ellos y el tiempo estaba de su parte. ¿Era posible
entonces que el anestesiólogo esperara resultados más
inmediatos en el sistema de referencia de pacientes? Difícilmente.
El paso hacia la especialización con la limitación concomitante a
la anestesiología, significaba que tendrían aún menos pacientes
propios que antes para poderlos referir. Debían contentarse con
estar en el extremo receptor con las limitaciones de poder y
prestigio que esto les imponía.
Los únicos dos campos de batalla factibles eran las dos áreas
que quedaban: Las asociaciones profesionales y la estructura de
acción hospitalaria. Los anestesiólogos desarrollaron estrategias
en ambos campos e hicieron mucho por mejorar su posición.
Los anestesiólogos, quienes diariamente trabajaban al lado de los
cirujanos pagados por tarifa, comenzaron a discutir el pago por el
método de salario fijo. Detestaban sus connotaciones de
empleados y de anestesia de enfermería; se resistían ante el
hecho de que el departamento de anestesia fuera uno de los
departamentos hospitalarios donde los ingresos eran mayores
que los gastos y de que este hecho fuera citado por los
administradores hospitalarios que rechazaban sus solicitudes de
arreglos diferentes. Es probable también que sospecharan que
los ingresos que recibían no se equiparaban con los crecientes
ingresos de los médicos pagados por tarifa en períodos
inflacionarios.
Los anestesiólogos convirtieron al salario en el tema de lucha y
recurrieron a las organizaciones de autogobierno dentro de la
profesión para apoyar su causa. Puesto que eran numéricamente
débiles, buscaron a los patólogos y a los radiólogos y trataron de
que se les unieran en una causa conjunta. Estas
subespecializaciones lograron convencer al amplio grupo de la
Asociación Médica Americana, AMA, de que los arreglos
salariales eran verdaderamente un ejercicio de la medicina por un
consorcio incorporado y como tal constituía lo angosto del
embudo de la medicina socializada. Se emitieron resoluciones de
apoyo de este principio general y los anestesiólogos se sintieron
respaldados en su lucha contra la administración de los
hospitales. Uno puede anotar aquí que el grupo mostró un
discernimiento político poco común. La actitud de los médicos
hacia las administraciones hospitalarias es, por decir lo menos,
ambivalente, y los anestesiólogos lograron convertir este campo
algo marginal en el blanco de su ataque. Era a los cirujanos a
quienes atacaban en las entrevistas pero cuando se emprendía
acción política eran las entidades hospitalarias las que recibían
todo el ataque.
Se iniciaron actividades para cambiar las relaciones con la
administración hospitalaria principalmente en el nivel local y se
variaron las tácticas según el terreno de la lucha. Donde la
demanda efectiva excedía a la oferta como en el Canadá, se aplicó
fuerza colectiva. Un director de anestesia insatisfecho con los
ingresos que él y sus colegas recibían, retiró sus médicos cuando
se pararon las negociaciones. Los anestesiólogos dejaron
hombres disponibles únicamente para las urgencias y no se
preocuparon de que otros fueran a quitarle sus puestos: por
canales formales e informales, se avisó que sería poco prudente
que cualquier otro anestesista trabajara en ese hospital hasta que
no se hubiera solucionado la situación. La negociación funcionó
y esta exitosa huelga de médicos produjo los resultados
deseados. La huelga no apareció en la prensa local y no se
produjo ninguna publicidad desfavorable.
Sin embargo esta actividad seudosindicalizada difícilmente
hubiera podido llevarse a cabo donde la competencia médica no
estuviera regulada o si la lucha fuera contra los otros médicos. En
otro caso se desarrolló por ejemplo una estrategia diplomática
para denotar un hospital clave donde los cirujanos todavía
miraban a los anestesistas médicos con disgusto. El grupo local
logró colocar una anestesista femenina con mucho tacto para
cerrar la brecha entre la anestesia por médicos y por enfermeros.
La estratagema dio resultado y la diplomática mujer fue
reemplazada posteriormente por un hombre más agresivo y
exigente. Algunos anestesiólogos han seguido la vieja política de
unirse a la oposición sino se le puede derrotar y han asumido
funciones administrativas mal pagadas para hacer progresar su
papel de anestesiólogos.
Sin embargo se pueden identificar dos patrones principales en la
variedad de tácticas individuales desarrolladas por grupos
locales. El primero es la reunión de anestesiólogos locales que
negocian con los hospitales como una sola unidad. El segundo es
la extensión de las funciones técnicas del anestesiólogo hacia
nuevas áreas no asociadas anteriormente con la especialidad.
Los grupos generalmente con acuerdos de sociedad entre
anestesiólogos que colaboran entre sí, pueden a veces incluir a
todos los anestesiólogos del área servida, donde la cirugía es
suficientemente frecuente para requerir los servicios de los
especialistas y donde se otorga reconocimiento por los cirujanos,
éstos grupos son poderosos agentes para negociar caso a caso
con la administración del hospital. El grupo ofrece servicio
constante sin incomodar a los anestesiólogos individualmente
puesto que los trabajos se llevan a cabo por un sistema de
relación. La administración de hospitales en muchos centros ha
tenido que aceptar forzosamente un arreglo económico en el cual
el grupo cobra al paciente directamente el servicio prestado. En el
Canadá donde según una decisión jurídica de 1939 la anestesia
deberá ser administrada por médicos. Esta forma de organización
está ampliamente difundida y se encuentra aún en pequeñas
ciudades. El desarrollo en los Estados Unidos aunque no se ha
generalizado está paulatinamente ganando terreno. La segunda
estrategia principal (la de extender las funciones del
anestesiólogo y su departamento) probablemente se encuentra en
muchas nuevas ocupaciones.
Las funciones se han elaborado hasta el punto de que
sorprendieron a los primeros practicantes. Dentro del quirófano el
anestesiólogo ha tomado el control de cualquier innovación que
esté comprometida en mantener el estado general del paciente, y
algunas veces sigue al paciente fuera del quirófano, y asume
responsabilidades tales como la administración de bancos de
sangre. Hoy en día muchos hospitales han creado salas de
recuperación postoperatoria para el paciente quirúrgico y éstos
son generalmente supervisados por el anestesiólogo. Aquí,
durante las 24 horas críticas que siguen a una operación, el
paciente recibe atención y cuidados de enfermería especiales
cerca a los materiales y equipos más necesarios, en caso de que
se desarrolle una crisis. Los anestesiólogos han asumido esta
considerable carga de riesgo y responsabilidad a cambio de la
mayor aceptación que se les proporciona dentro del campo
médico. Los anestesiólogos hacen transacciones similares al
asumir el trabajo de resucitación en las salas y al intentar los
bloqueos nerviosos terapéuticos utilizados algunas veces para
aliviar el dolor crónico. Es digno de mención la dirección que se
ha impuesto a estas adiciones hacia la función nuclear de la
anestesia quirúrgica. Vemos que generalmente están dirigidas a
una posición más médica y frecuentemente involucra los valores
claves de responsabilidad por la vida y la muerte de los
pacientes. De esta forma se dramatizan las diferencias entre el
anestesista médico y la enfermera y se va ampliando
profesionalmente la brecha entre los dos.
¿Qué introspecciones puede proporcionarnos este caso que
pudiera ser útil en el estudio del proceso de especialización en
otras situaciones? Se ha demostrado la aseveración inicial de que
el proceso requiere mucha actividad humana concertada. Hemos
anotado los años de esfuerzo que precedieron al establecimiento
de la organización y el entrenamiento formal y el reconocimiento
gradualmente creciente de que la anestesia sí es un trabajo
adecuado para un especialista médico. Notamos también que en
este caso el desarrollo tiene mucho en común con lo que hemos
observado en movimientos políticos y religiosos. Tal vez han
descuidado estos elementos un poco estáticos en la tendencia a
observar el trabajo como la resultante de fuerzas económicas, y
por lo tanto generalmente racionales. Si nuestro caso se tornara
como muestra, los futuros análisis del proceso de especialización
deberían ampliar sus perspectivas e incluir tales mecanismos de
comportamiento colectivo. Parecería que se deben reconocer,
promover y organizar las funciones del trabajo antes de que se
conviertan en parte de la división del trabajo común.
La anestesiología está profesionalmente avanzando en su batalla
para ser aceptada al lado de las especialidades más antiguas
dentro de la medicina, y las estrategias desarrolladas han sido las
que se asocian con algún grado de éxito. ¿Qué sugieren estas
estrategias para nuestra comparación global de la
especialización? Si nuestro caso es ilustrativo el grupo de
especialidad debe llegar a un acuerdo con el campo institucional
en el cual se encuentran. Debe movilizar las energías de sus
miembros, pero también debe controlar las agresiones que se
estimulan. Donde la aprobación de los colegas se debe obtener,
las estrategias de elección son aquellas que no amenacen el
sistema social y su integración. Los mejores ataques no se
montan contra aquellos que están en el núcleo del sistema sino
contra aquellos que son marginales a él y que son poco
populares entre los líderes profesionales. El objetivo propuesto
debe ser consistente con los intereses del grupo global y con su
ideología; ya sea que involucre la confrontación de poder o la
extensión de funciones, los valores claves de la profesión se
deben observar y considerar en cada punto.
Hay muchas preguntas complejas que nacen de la relación entre
la tecnología y la organización social. Nuestro caso muestra que
la tecnología no sólo guía al campo social sino que a su vez es
modificada y utilizada por aquellos que buscan nuevas
posiciones de poder y respeto. El grupo que quiera diferenciarse
en forma aceptable puede hacerlo por la elaboración constante de
su arsenal técnico. Con cada avance se hace más útil a los otros
y por lo tanto acreedor a mayor reconocimiento.
Para aquellos cuya principal preocupación es la calidad de la
atención médica puede ser consolador el considerar que la
especialización como proceso social se acompaña de imperativos
institucionalizados que alientan el desarrollo y uso de técnicas
nuevas y mejores. Aquellos que añoran los días del médico
general y su enfoque integralista podrán preguntarse si los
cambios que quisieron ver en la moderna medicina especializada
traerían consigo alguna reducción en la cuota impuesta al
desarrollo tecnológico. Cualesquiera que sean sus debilidades,
en gran parte un sistema de especialidades depende de la
habilidad de los especialistas para demostrar su valor especial en
el diario ejercicio de la profesión.

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