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El Dr.

Bunge sobre Engels:


los escombros ideológicos del
Nepositivismo
Por Nicolás González Varela

De la noche a la mañana descubrimos que a


un gran descalificador (y enorme
desconocedor) del Marxismo, le interesan
las lecturas biográficas sobre Friedrich
Engels. El doctor Mario Bunge vuelve a
exhibir su infalible método cientificista
después de habernos desvelado de manera
brillante los puntos más oscuros y sobresalientes del pensamiento occidental. Ya
Bunge racionalmente expuso al gran público las implicancias nazis del
pensamiento carente de sentido de Martin Heidegger, después de haber
afirmado sin sonrojarse que “Karl Marx no fue a ninguna universidad. No tuvo
cerca a nadie que le enseñara, creía que todo nace de la Economía”, después de
liquidar a Hegel diciendo que su filosofía es “absurda y abstrusa”, ahora vuelve
sobre ese perro muerto llamado “Marxismo” y nosotros humildes lectores
preguntamos por qué. ¿Le interesan las biografías de luchadores sociales?
¿Estará investigando el racionalismo en la época victoriana? ¿Reescribiendo la
Historia de la filosofía del siglo XIX y XX? ¿Le preocupa si Friedrich Engels fue
una personalidad histórica en el sentido de una ilación de sus acciones y su
significado? ¿Bunge hablará sobre el método biográfico de Hunt o sobre la
vignette de Engels? No lo sabemos, pero intuimos la hybris que se esconde en
su inocencia literaria, en su incursión en las historias de vida. Bunge escribe
para una Review académica canadiense de sociología y antropología una
recensión de la segunda biografía de Friedrich Engels, escrita por el activista
político, columnista de The Guardian e historiador de la época victoriana
Tristram Hunt. Las biografías huntianas son un gran avance literario desde la
última completa escrita por Gustav Mayer en 1932, editada en español por el
Fondo de Cultura de México en 1979.i
Nos podíamos ahorrar el mal trago: ya teníamos una recensión estilo ideología
“Cold War”, retorcida y mal intencionada en el diario liberal The New York
Times. El pathos anticomunista de Dwight Garner, su autor, se puede percibir
ya desde el título: Fox Hunter, Party Animal, Leftist Warrior, o sea: “Cazador
de Zorros, Fiestero y Guerrero Izquierdista”. Garner ya denominó al Marxismo
como un “parásito maligno” en otro artículo. No es el único. El diario neoliberal
y representante del capital financiero The Wall Street Journal también le dedicó
una recensión al libro de Hunt, llena de mala fe maccartista, style George
Kennan: se titulaba “The Champagne Communist”, el comunista “champañero”.
Pero: ¿porqué que los centros de agitprop liberales y neoconservadores están
tan preocupados por una biografía sobre Engels de un joven profesor de historia
y pierden tiempo, tinta y papel en un escombro ideológico? Algo huele a
podrido en Dinamarca… Por cierto, la recensión NYT tiene muchas similitudes
con el artículo bungeano: un regodeo en las naturales debilidades del Engels
humano, demasiado humano. Y por supuesto: se lo contrapone como Hyde, al
propio Marx. Bunge no se propone valorar el tour de forçe de Hunt: su trabajo
de zapa ideológico es justamente eliminar lo que Hunt trataba de realizar con su
saga biográfica. Bunge va a por Hunt: si logra desarmar su empresa histórica,
Engels volverá a ser lo que era: un proto-stalinista, el Meistersinger del Gulag.
Mientras Hunt, en dos obras biográficas secuenciales, separa el Engels hombre
y pensador de su deificación dogmática, de su Karicatur en el petrificado
templo del DiaMat soviético, clarificando la manipulación del marxismo
soviético sobre el Engels real, Bunge se propone precisamente lo contrario. Le
recuerda al lector inocente que Marx-Engels y el stalinismo son la misma cosa, a
pesar del “libro realmente ameno” de Hunt, obra que recomienda con sarcasmo
¿canadiense? podría serle útil a algún biopic de Hollywood. Quizá a James
Cameron… No hay otro objetivo ideológico en su pobre artículo que poner el
signo igual entre el legado teórico-práctico de Marx&Engels y la stalinista
URSS: “Imagino que el entusiasmo por la filosofía cruda de Engels en los treinta
y los cuarenta, tanto en el Reino Unido como en Francia, formaba parte del
paquete: socialismo, antifascismo, admiración por la rápida aunque brutal
modernización de la URSS y una fe ingenua en que el Marx-Engelsismo era la
última y más elevada versión del cientificismo.” Hunt se propone una meta
antibungeana, precisamente recuperar a Engels de la etiqueta de ser “the
ideological architect of Soviet-style Communism.”

En la primera parte Bunge nos regala un rosario de anécdotas mal


contextualizadas del libro de Hunt, piquant details, en las cuales Engels aparece
como una suerte de patético y divertido Boswell de Marx-Johnson. Bunge es en
este momento literario, feliz: trata de Épater le communiste. Engels es una
inconsciente contradictio in corpum: comunista y cazador de zorros, un bon
vivant prusiano, gran bebedor de cerveza Pilsen. Es como si a Bunge le
recordáramos las debilidades personales de Wittgenstein como argumento ad
hominem: la homosexualidad, su autoritarismo pedagógico, su chauvinismo
austro-húngaro, su espiritualismo simplista y vulgar siguiendo a Tagore, su
ignorancia de la propia historia de la filosofía, en suma: que era un filósofo
amateur, igual o peor que Engels (estudió para ingeniero aeronáutico)… ¿sabrá
Bunge todas estas cosas? Al menos le reconoce algunos méritos filopositivistas:
Engels intentaba investigar a partir de la empiria y además prácticamente era
un millonario de la época gracias a que creía en la racionalidad y la teoría de las
expectativas del homo oeconomicus. Menos mal. En la segunda parte de la
recensión aparecen por fin las críticas formales a la biografía. Como Bunge no
tiene nada que opinar en lo biográfico sobre Engels o Marx (creo que ni siquiera
a leído a Kolakowski y su escolar Historia del Marxismo), ni en el método
histórico de Hunt, vuelve sobre seguro. Descubre dónde está enroscado el
gusano de la pseudofilosofía con dos críticas simplistas y descolgadas. La
primera objeción de Bunge es que “aunque Hunt afirma que Engels no fue sólo
cientificista sino científico, yo creo que lo primero es correcto, pero que lo
segundo sólo lo es a medias. Es más, Engels tuvo una gran fe en la aproximación
científica y la aplicó en sus propios estudios sociales, pero sus críticas a las
matemáticas y a la física revelan su profunda ignorancia en estas ciencias
elementales”. Pero: ¿la Historia o la Política no son ciencias? Si hablamos de las
ciencias duras y naturales, Engels se vio obligado “políticamente” a intervenir en
campos científicos por necesidades polémicas (contra el socialista antisemita
Eugene Dühring, por ejemplo, que por cierto era un académico numerario de la
Universidad de Berlín para el gusto de Bunge) porque sus oponentes partían de
la biología o la física del siglo XIX. Y Bunge se olvida el nivel retórico de los
escritos de Engels: pretendía divulgar la discusión en círculos de trabajadores
con pocas referencias académicas en su capital simbólico, eran artículos por
entregas en el diario obrero Vorwarts! Bunge no sabe que entre los dos autores
se había aceptado una división del trabajo intelectual explícita, dentro de la cual
Engels tenía la tarea de “popularizar” las ideas de Marx al gran público. Ni
Engels ni Marx escribían en un gabinete o en una cátedra académica: son
medios de lucha política. Aparte de las limitaciones en las propias ciencias
exactas y duras a mediados del siglo XIX (como por ejemplo el cálculo
infinitesimal). Pero a Bunge no le interesa nada de esto: lo abruma su
“Enfoque”. Al valorar desde el dogma hiperracionalista un poco a Engels (pero
no en demasía, sólo para colocarlo un peldaño más arriba que Marx) Bunge
demuestra el norte de su publicística positivista. Se trata, por enésima vez, del
manido recurso de enfrentar a Engels contra Marx. Si Engels, nos susurra
Bunge, es el inspirador del Stalinismo, y a pesar de ello, es superior desde el
racionalismo bungeano a Marx, ya nada queda por decir o leer de su obra. O sí,
una tarea piadosa para un sepulturero: “debería ayudar a los marxistas,
antimarxistas y académicos sin partido a clarificar los puntos oscuros del
marxismo, una mezcla de ciencia, pseudociencia, ideología y filosofía…”

La segunda crítica se refiere a la afinidad electiva y valoración de Hegel (y la


izquierda hegeliana) que aparece positivamente en el libro de Hunt. Esto es
demasiado para Bunge, Hegel ni siquiera dio muestras de un sano instinto
positivista: “es que se toma a Hegel tan seriamente como Engels, mientras que
yo creo que, aunque Hegel abordó muchos problemas importantes, lo hizo de un
modo tan hermético, con tal desdén hacia la ciencia de su época, que mucha de
su obra acaba por asemejarse al parloteo posmoderno.” ¿No es la misma
opinión esquemática sobre el difficult style de Hegel que sostenía Russell en su
History of Western Philosophy de 1945? ¿No son vituperios parafilosóficos
similares a los que emitía Popper, preocupado por el Hegel’s radical
collectivism? Por supuesto: atacando a Hegel, por elevación, se erosiona la
seriedad científica de Marx. Bunge en muchas ocasiones reconoció que estudió
con detenimiento la filosofía de Hegel. No se nota o fue hace mucho tiempo
atrás. Lo dudamos. Afirmar que Hegel tenía desdén por las ciencias modernas
de su época es demostrar que no se conoce nada en absoluto de su filosofía.
Desde la Economía Política de su época (gran lector de Ferguson, Smith,
Sismondi), pasando por ciencias nuevas de la época (Frenología), gran lector de
matemáticos de vanguardia (Cauchy y Lagrange), de geólogos (Cuvier y
Hutton), de experimentadores y teóricos en Química (Berthollet y Pohl), de la
Biología (Bonnet, Cuvier, Haller y Linneo), hasta la Geometría (en este campo
su concepción fue superior a la de Kant, a pesar de la confusión de Carnap,
Hillbert y Russell)… Como dice el filósofo inglés Stephen Hollgate, el rechazo de
la Filosofía de la Naturaleza de Hegel, o de Hegel in toto, está basada en una
profunda ignorancia de la filosofía hegeliana y de su relación con las ciencias de
la época. Act est fabula. Después de ver otra exhibición perogrullesca y simplista
del enfoque racionalista enfocado a la crítica literaria, mutatis mutandis, al
Marxismo, no nos queda más que preguntar: Dr. Bunge: ¿Qué puede salvarse de
los escombros del Neopositivismo? (NGV)
i
Mayer, Gustav, Friedrich Engels. Biografía, FCE, México, 1979. Hay que contabilizar la biografía de Engels
y Marx, inconclusa, de August Cornu; Karl Marx et Friedrich Engels, Presses Universitaires de France, Paris,
1970; la biografía colectiva del equipo de Gemkow en la exRDA; Friedrich Engels, Editorial Cártago, Buenos
Aires, 1974; la olvidada biografía intelectual de Rodolfo Mondolfo; El Materialismo Histórico en Federico
Engels, Editorial Ciencia, Rosario, 1940; y trabajos biográficos sectoriales sobre Engels, como el de Steven
Marcus, Engels, Manchester, and the Working Class; Norton, London, 1974, o el de H. O. Henderson; Marx
and Engels an the English Workers. And other Essays, Frank Cass, London, 1989.

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