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REPORTE UNIDAD N°1

PARADIGMA POSITIVISTA EN EDUCACIÓN: SUPUESTOS FUNDAMENTALES

“El hombre es la medida de todas las cosas”.


Protágoras

“Bueno, lo que quiero son Hechos. A estos chicos y chicas no les enseñe más que
Hechos. Hechos es lo único que hace falta en la vida. No plantee otra cosa. Solo se
puede formar la mente de los animales racionales basándose en Hechos: es lo único que
les será útil. Ese es el principio sobre el que educo a mis propios hijos, y ese es el
principio sobre el que educo a estos chicos. ¡Aténgase a los Hechos señor!”. Estas son
las primeras líneas con que Dickens aborda al lector en su obra Tiempos difíciles, donde
el ideal positivista se enseñoreaba sobre la educación ( que a pesar de la fuerte crítica a
la que ha sido sometida, sigue incrustada en la mente y actuación de muchos
pedagogos), la economía, alcanzando hasta el arte.1

De inspiración empirista, esta concepción positivista de la educación reduce el


saber a observación, a sensación y a experimentación, rechazando todo otro
conocimiento que pretenda edificarse en otras formas o vías. Se basa en una concepción
de la experiencia fuertemente vinculada a los valores de la observación y la objetividad.

Control, medición, racionalidad práctica, instrumentalización, tecno-operatividad


son conceptos que abordan la fisonomía de esta visión positivista del conocimiento, que
hunde sus raíces en el modelo de la industrialización de fines del siglo XIX y comienzos
del XX. 1
Y este paradigma positivista es la base metodológica de la pedagogía por
objetivos que Gimeno Sacristán nos presenta. A esta se le suma el aporte de la
psicología conductista. Resultado: un planteamiento tecnocrático con serias aspiraciones
a la eficiencia y eminentemente utilitarista que nos da un modelo de enseñanza que
proporciona a la sociedad los individuos que requiere para su progreso. Pedagogía por
objetivos es sinónimo de pedagogía racional, pedagogía hecha a la medida de la
sociedad y de los grupos de poder imperantes.

La posición científica-positivista reduce el conocimiento a lo observado y


experimentado, excluyendo varias dimensiones de la realidad de toda posible
investigación. Por el contrario, Peter Berger y Thomas Luckmann sostienen que la
realidad se construye socialmente. Para ellos, el mundo social de la experiencia humana
no tiene un estatus ontológico separado de la actividad humana que lo produce.

Pretender que hay una realidad objetiva más allá de las interpretaciones humanas
es dar paso a la idea de que hay una Verdad única y definitiva que la experiencia humana
debe obedecer. Esto en pedagogía resulta tremendamente perjudicial: pretender que hay
una Verdad establecida implica que todo lo que no calce con ella es un error que debe
denunciarse como tal y castigarse. El error equivale a falsedad y la falsedad equivale al
mal que debe perseguirse y eliminarse. En esta posición no se precisa ni el diálogo, ni el
debate razonado, ni el tratar de alcanzar acuerdos. No se enseñan los valores del
respeto a la diversidad ni la tolerancia. Porque respecto de una realidad pueden hacerse

1
Los puntillistas llevaron hasta sus últimas consecuencias, en el campo de la pintura, la corriente positivista
dominante a fines del siglo XIX, cuando intentaron dar un tratamiento científico a la creación pictórica.
diferentes argumentos desde diferentes perspectivas, y es tarea de la pedagogía inculcar
el reconocimiento de la importancia de la libertad y la diversidad de expresión.

Al respecto, es interesante es lo que plantea Paul Watzlawick (1992): “La historia


de la humanidad enseña que apenas hay otra idea más asesina y despótica que el delirio
de una realidad real (entendiendo por tal, naturalmente, la de la propia opinión), con
todas las terribles consecuencias que se derivan con implacable rigor lógico de este
delirante punto de partida. La capacidad de vivir con verdades relativas, con preguntas
para las que no hay respuesta, con la sabiduría de no saber y con las paradójicas
incertidumbres de la existencia, todo esto puede ser la esencia de la madurez humana y
de la consiguiente tolerancia frente a los demás. Donde esta capacidad falta, nos
entregamos de nuevo, sin saberlo, al mundo del inquisidor general y viviremos la vida de
rebaños, oscura e irresponsable, sólo de vez en cuando con la respiración aquejada por el
humo acre de la hoguera de algún magnífico auto de fe, o por el de las chimeneas de los
hornos crematorios de algún campo de exterminio”.

Se dice que si se analizan las diferencias que hay entre una clase del siglo XX y
una clase realizada hace 200 años se perciben diferencias en el vestuario, en los
muebles escolares y los artilugios propios de la profesión como proyectores en vez de la
tradicional pizarra, pero el profesor sigue explicando las materias, asignando ejercicios a
los estudiantes, para luego comprobar con una prueba o examen lo que han aprendido.
Tal es el panorama de muchas escuelas y universidades de este país. Si esto ha dado
resultados es tanto más difícil que se produzcan cambios.

Si vivimos en una realidad cambiante, donde el riesgo y la incertidumbre son lo


único seguro, las instituciones educativas --escuelas y universidades-- no se pueden
convertir en reductos aislados, sino en entes generadores de individuos que puedan 2
aprender, sepan aprender y quieran aprender.

El semiólogo italiano Umberto Eco sostiene que “lo que hace que una clase sea
una buena clase no es que se transmitan datos y datos, sino que se establezca un diálogo
constante, una confrontación de opiniones, una discusión sobre lo que se aprende en la
escuela y lo que viene de afuera”. Ya no basta con saber, se requiere hacer y sobre todo
ser, todo esto basado en un paradigma educativo que conlleva una nueva cultura del
aprendizaje. González Maura (2001) dice que hay que “trascender el estrecho esquema
de que un buen profesionales es aquel que posee los conocimientos y habilidades que le
permiten desempeñarse con éxito en la profesión, y sustituirlo por una concepción más
amplia y humana del profesional, entendido como un sujeto que orienta su actuación con
independencia y creatividad sobre la base de una sólida motivación profesional que le
permite perseverar en la búsqueda de soluciones a los problemas profesionales, auxiliado
por sus conocimientos y habilidades en una óptica ética y creativa”. Tal modelo diferente
de la enseñanza-aprendizaje es el currículo educacional por competencias.

Dickens termina su obra con estas frases: “¡Querido lector! Queda a usted y a
mí decidir, en nuestros dos campos de acción, si cosas similares serán o no serán.
Déjelas estar. Nos sentaremos ante el fuego para ver tornarse grises y frías las cenizas
de nuestras vidas”. Se puede decir parafrasear a este gran escritor: Profesores, ustedes
deciden, tienen en sus manos a los futuros ciudadanos de este mundo y son
responsable de su formación, pero ante todo de vuestra propia formación.

Profesora: Y. Cristina Sánchez Correa


BIBLIOGRAFÍA

 Berger L. y Luckman T (1991). la Construcción social de la

realidad Buenos Aires: Amorrou Editores.

 Dickens, Charles (1985) Tiempos difíciles. Barcelona: Bruguera.

 Eco, Umberto (2007) “De qué sirve el profesor” Diario La Nación.

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=910427

Extraído el 6 de agosto de 2009.

 González Maura, Viviana (2006) “La formación de competencias

profesionales en la universidad: Reflexiones y experiencias


3
desde una perspectiva educativa”. Revista de Educación, Nº 8.

 Klimovsky, Gregorio. (2005). Las desventuras del conocimiento

científico. Una introducción a la epistemología. Buenos Aires: AZ

Editora.

 Paul Watzlawick (1992). La Coleta del Barón de Münchhausen.

Bogotá: Herder Editorial.

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