Professional Documents
Culture Documents
ST 97 (2009) 707-719
¿libres?
José María FERNÁNDEZ-MARTOS SJ*
La mayoría de los presos que conozco crecieron con las cartas marca-
das. Su cautiverio empezó años antes de pisar la cárcel. Unos, por cre-
cer en familias desestructuradas que no les enseñaron a moderar los im-
pulsos más primarios: «¿Por qué doy puñetazos a las paredes cuando el
funcionario se retrasa?»; otros, por pobreza: «Mi madre, siendo yo ni-
ña, me dejaba en el suelo atada con una cadena y se iba a trabajar. Ve-
nían las ratas y mordían mis orejas. Mire, nunca aparto el mechón de las
orejas, para que no vean los trozos que faltan». Hay quien cae en pri-
sión y empieza a liberarse. Me decía una traficante con hachís: «Cuando
me cogió la policía, levanté los ojos al cielo y di gracias a Dios porque
me sacaba de la espiral en que me había metido; ganar cada vez más di-
nero para construir más casas a mis parientes en mi país».
Sin embargo, con el primer ingreso, a «Punki» y a todos se les ca-
en los muros encima. Retención de pertenencias. Ventana con barrotes
que da a un patio de puro cemento con muros de siete metros. A lo le-
sal terrae
708 JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ-MARTOS, SJ
cartera abierta y con tabaco, empieza a hacer algo que le saca de su pa-
pel aprendido y de su estigma... Más tarde aprenderás cómo ha entra-
do en ese modo de vivir y cómo, antes de hacerse «atracador», sufrió
muchos «atracos» en los hábitos más elementales del vivir: cariño fa-
miliar, trabajo, estudio...
Cuarto: dejar que te enseñen. Los lisiados por el pasado dan mu-
chas lecciones de libertad5. Tomo algo que me pasma y me avergüen-
za: enorme capacidad de aguante. Hoy día –palabra espantosa – le lla-
man «resiliencia». Conocí a... digamos Icíar. Hace de todo. Toca la gui-
tarra, se viste de estatua de «La Libertad» (¡oh, sorpresa!) para comer y
repartir caramelos a los niños, recorrió media España en bicicleta; tiene
guía de soportales «para dormir». ¡No se queja de nada y lleva los con-
tratiempos con una fuerza increíble! Si le regalo algo, rápido lo com-
parte. Si le digo: «Era para ti». Me dice: «Tú harías lo mismo».
Quinto: hacer algo útil (coser, estudiar, pintar...). ¡Hay monjas
ocupadoras increíbles! En España estudian formación reglada el 27%
de los internos. La mayoría (17,2%), formación básica. Presos sin es-
tudios son el 8%. Hay 1.300 matriculados en la UNED. En 2008, sie-
te obtuvieron el título. Sabemos que fracaso escolar y falta de forma-
ción se correlacionan con delincuencia. La redención de penas por el
estudio desapareció en 1995, pero facilita permisos y adelanta la liber-
tad condicional. Algunos aprenden a leer y a escribir. Para muy pocos,
una carrera. Para todos, volcar su libertad en el propio desarrollo.
Sexto: ayudar a que ayuden. A una del comando Nafarroa que le
cayeron más de mil años y que se reponía de sus heridas en la enton-
ces cárcel política de Carabanchel, le pregunté: «¿Se te ocurre algo que
te gustaría hacer mientras dura tu convalecencia?». Me dijo: «Me gus-
taría hacer punto; me enseñó mi abuela». Le llevé lanas y modelos. Me
hizo un jersey espléndido, precioso y gordo. Lo pienso usar... si voy al
Ártico... ¡Con qué amor me tomaba medidas!
Séptimo: Enseñarle sus derechos, como magistralmente hace
Julián Ríos6.
5. «El carcelero los cogió a aquellas horas, les lavó las heridas y se bautizó en-
seguida con los suyos; luego los subió a su casa, les preparó la mesa y cele-
braron una fiesta por haber creído en Dios» (Hch 16,33-34).
6. Julián C. RÍOS, Manual de ejecución penitenciaria, Cáritas, Madrid 2001.
sal terrae
712 JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ-MARTOS, SJ
A los verdaderamente libres, no hay cadenas que los aten del todo.
Traigo algunos «presos indómitos». En mi Biblia tengo la foto de uno
de ellos. Desconocido: Osman Kazazi, líder albanés que aguantó 42
años en la cárcel por su rechazo del marxismo. No tenía ni cama ni col-
9. Otro preso que llegó a Presidente de su país fue Vaclav Havel: opuesto a la in-
vasión soviética de Checoslovaquia, fue encarcelado. Más tarde, presidente de
la República y primer presidente de Chequia. Escribe a su mujer: «Otra carta
tuya, pero no me la entregarían, porque contenía salutaciones de... conocidos...
Tampoco las fotos. Lástima... Es la tercera vez»; «las cartas son lo único que
uno tiene aquí, las lee diez veces, les da mil vueltas, y cada detalle le llena de
ilusión o le atormenta»; «por primera vez he llorado desde 1977; ...me retor-
cía de dolor y me negaron poder acostarme después del trabajo». Havel no de-
jó encadenar la parte desde la cual buscaba sentido: «Aquí las cosas y las per-
sonas se revelan en su verdadera sustancia. Desaparece la mentira y la hipo-
cresía»; Havel, agnóstico, carece de la discreta presencia de Dios: «Se abre an-
te mí el abismo de lo infinito, de lo inseguro, de lo misterioso. Ya no hay tie-
rra firme que pisar; el próximo paso conducirá inevitablemente al vacío, al
precipicio».
10. Viktor E. FRANKL, La voluntad de sentido, Herder, Barcelona 1988.
sal terrae
ENCARCELADOS Y, SIN EMBARGO, ¿LIBRES? 715
Pablo y las cadenas que él teme. Sus cartas desde la cárcel (Efesios,
Filipenses, Colosenses, Segunda a Timoteo y Filemón) impresionan
por la total ausencia de queja sobre sus miserables condiciones. Por lo
visto, no había ninguna humedad, ningún maltrato, ningún ratón, nin-
gún lecho duro, ninguna cadena. Agradece las visitas: «Me ha dado
tantas veces aliento y no se ha avergonzado de que esté en la cárcel; al
contrario, al llegar a Roma me buscó sin descanso hasta dar conmigo»
(2 Tm 1,16-17). Está preso por ser seguidor de su amigo Jesús. No pi-
de que envíen ropa, sino oraciones, para que «el Señor Jesús nos dé
ocasión de predicar y exponer el secreto del Mesías, por el que estoy
en la cárcel» (Col 4,3-4). Allí gestó textos que alimentan al pueblo de
Dios por los siglos, y también discípulos: «te ruego en favor de este hi-
jo mío, Onésimo, al que engendré en la cárcel» (Flm 1,10). Lo que pa-
ra él es duro puede alentar a otros: «esto que me ocurre más bien ha fa-
vorecido el avance de la buena noticia, pues... ven claro que estoy en
la cárcel por ser cristiano, y la mayoría de los hermanos, alentados por
mi prisión a confiar en el Señor, se atreven mucho más a exponer el
mensaje sin miedo» (Flp 1,12-14). Desde la miseria de su encarcela-
miento anima a estar «alegres, como cristianos» (Flp 3,1). Y exclama
«¡Bendito sea Dios, porque le ha bendecido con toda bendición del
Espíritu!» (Ef 1,3).
Pablo teme las cadenas del miedo: «liberar a... los que, por miedo
a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos» (Heb 3,15); las ca-
denas de la «carne» que afligen a los «llamados a la libertad» (Ga
5,13); de las cadenas de la Ley que impide vivir como hijo en la casa
del Padre (Ga 4,5); de las cadenas las del infantilismo que esclaviza a
«lo elemental del mundo» (Ga 4, 3).
ciosas! Esperemos que tenga buen cuidado de ellas y que las adminis-
tre con discernimiento» (4-10-42); «son tiempos de terror... Voy a ayu-
darte, Dios mío, a no pararte en mí... No eres tú quien puede ayudar-
nos, sino nosotros quienes podemos ayudarte a ti» (12-7-42); «Me has
enriquecido tanto... Permíteme también dar a manos llenas. [...].
Lágrimas de gratitud inundan mi rostro» (6-9-43); «Quisiera estar pre-
sente en todos los campos de que está cubierta Europa, presente en to-
dos los frentes» (3-10-42); «Al atravesar hoy estos pasillos abarrota-
dos, he sido presa de un impulso repentino: he sentido deseos de arro-
dillarme en el suelo en medio de la gente. Es el único gesto de digni-
dad humana que nos queda en esta época terrible: arrodillarnos ante
Dios» (23-7-42); «el menor átomo de odio que añadimos a este mun-
do nos lo hace más inhóspito» (23-9-42); «he sufrido mil muertes en
mil campos de concentración... Y, sin embargo, encuentro esta vida
hermosa y llena de sentido» (29-6-42); «Las amenazas exteriores se
agravan sin cesar, el terror crece de día en día... Yo me refugio en la
oración..., y salgo de ella más concentrada, más fuerte, más unificada»
(26-6-42).
En su cumbre, escribe: «He roto mi cuerpo como el pan y lo he re-
partido entre los hombres, pues estaban hambrientos y venían de lar-
gas privaciones». En su último viaje a Auschwitz dejó caer sobre la vía,
por las rendijas del vagón, papelitos escritos a lápiz: «Christien: Abro
la Biblia al azar y me encuentro con esto: el Señor es mi Cámara Alta18.
Estoy sentada sobre mi mochila, en medio de un vagón de mercancías
abarrotado. Papá, mamá y Mischa van algunos vagones más lejos....
Hemos abandonado el campo cantando, papá y mamá con mucha cal-
ma y valor...»19.
18. La cita de de Etty no es literal; es posible que sea el salmo 17 (18): «El Señor
es mi roca y mi baluarte».
19. En ese tren viajaban 987 personas. De los judíos, sólo sobrevivieron ocho.
sal terrae
ENCARCELADOS Y, SIN EMBARGO, ¿LIBRES? 719
20. Gerard M. HOPKINS, Antología Bilingüe, Trad.: Manuel Linares, Sevilla 1978,
p. 163.
21. E. FROMM, El miedo a la libertad, Paidós, Barcelona 199821.
sal terrae
ST
EDITORIAL
EDAD
NOV
ANSELM GRÜN
La confianza
160 págs.
P.V.P.: 10,00 €